ACASO, LOS DOS ERAMOS FOLLAJE
MARTA GIMENEZ PASTOR
Queda hecho el dep贸sito de ley. Derechos reservados Impreso en la Argentina
Si quieres encontrarme, ven a las sierras y a las playas abiertas
Walt Wihtman
Jardines
POR el cielo que pasa
volando sobre el rĂo
he perdido mis ojos.
Sus miradas me siguen desde lejos y me pesan los pĂĄrpados vacĂos. Ante mis ojos quietos
en el umbral del mundo van creciendo jardines.
Mi pueblo
ME gusta en estas tardes,
alejada del tiempo
trasladarme a mi pueblo.
Recorrer las veredas de sus cuadras pe-
y los domingos tibios.
[queñas
Sus jardines silvestres, sus ventanas sus verjas, aquella plaza simple junto a la iglesia simple y el camino de tierra
que lleva al cementerio.
A veces —alejada del tiempo— corro al encuentro de sus días.
Miro brillar las horas detenidas sobre la frente de los niños y las voces de trébol
deslizándose lentas hasta el río
por las melenas sueltas de los sauces. ¡Oh caminos,
caminos que se han ido
llevándose las tardes de mi pueblo!
Me gusta recorrerlos —alejada del tiem en los días de octubre,
cuando el cielo se pinta con formas distraídas y el aire
se ilumina de verdes y rosados.
[po-
El verano
ERA en la época de los trigos,
cuando los frutos y las abejas paseaban entre los árboles
como por un parque enorme que rodeara al universo. Nos gustaba entonces alejarnos de la casa
para mirarla perdida entre los álamos, amar el agua
con frescura de espejo en nuestros cuerpos y el sol,
que persistía antiguo entre las piedras.
La dicha de tu voz
se abría lentamente,
quedándose en el aire
suspendida como liana
o como un ave transparente que cruzara Regresábamos tarde
con un cansancio extraño, con un nombre distinto, con el alma agrandada envolviéndolo todo,
tu voz, los pasos, los grillos.
[mi cielo.
Los juegos
RECUERDAS?
Era en la vieja casa,
la de los patios rojos de ladrillos.
Tú tenías allá lejos, las manos transparen y a veces,
eras luna en tus juegos.
La noche bajaba hasta tu ventana como enorme mariposa enojada y los árboles,
hablaban con el cielo muy despacio como si temieran asustarla. ¿Recuerdas?
Tú tenías los brazos largos
clavado en el aire, como columnas y tus manos,
eran de oro en tus juegos.
[tes
Por las tardes, jugabas con las flores y eras polen de plata
que subía hasta el cielo. Entonces te veías
estrella en tus juegos.
Ibas vestida de hojas y de vientos, de caléndulas blancas y corales,
a veces eras sauce muriendo a veces eras rosa y retoño. Allá en la vieja casa,
la de los patios rojos de ladrillos.
Como la lluvia‌
VOY hacia ti
porque eres frescura como las arenas de la costa o como los pĂŠtalos de una flor mojada. Porque eres como la lluvia: Cantas en mi soledad.
Poema para una ausencia
QUE sola me has dejado
con tu muerte!
He quedado perdida
en un bosque de cardos y laureles, con el alma cercada
por puñales de lágrimas y la risa evadida
hasta las altas torres de tu vuelo. ¡Oh vertiente de ayer
cristalizada la víspera del gozo! ¿En qué comarcas vives sin que se puedan
acariciar tus manos?
¿En qué distante templo de neblinas refugias
tu inexistencia relativa?
Yo te imagino a veces
andando por el campo de la mano conmigo,
de la mano con todos nuestros muertos, que pronuncian
tu nombre sin olvido, y lo repito entonces,
penetrante hasta el viento, solitario,
tu nombre ya sin dueĂąo. A veces te imagino recuperada forma,
en una encrucijada de recuerdos. De cristal, tu presencia desvaĂda,
endurecida, inmóvil en mi río de llantos y de ruegos,
y se agranda en mi cielo la verdad sin medidas de tu ausencia.
¡No he de volver a verte! Lo dice la impiedad
de tu cuarto inhabilitado, el otoño,
a través de jardines sin consuelo,
y la estéril salina de mis lágrimas. ¡No he de volver a verte! Es en vano que busque,
con mi creciente angustia
por lejanos horizontes sin murallas, por las hojas desprendidas, por el aire de Mayo
que se asoma a los árboles. Tendrás la frente
húmeda con espuma de noches y el oído
distante a mis llamados, pero siempre,
intocable mensajero de constelaciones
irás por detrás mío
recobrando mi sombra,
[insomnes
irás delante mío
agrisando mis horas
de llanuras y llanuras.
a J. A. G. P.
La vuelta
QUISIERA todo igual
cuando yo llegue:
la primer golondrina, el viento leve, el ciprĂŠs
de mis juegos inmortales y la temprana ofrenda de panales.
Aquel aromo
de follaje austero, el aire cristalino, verdadero
y hasta el portĂłn
con su habitual crujido en la aldaba
de bronce desteĂąido.
Todo ha de estar igual a mi regreso:
las prolongadas tardes, del cerezo,
las quintas con azahares, las glicinas,
alg煤n vell贸n,
prendido en las espinas de los cardos silvestres o zarzales
y el zumbar del insecto en los rosales.
Todo quisiera igual nada cambiado.
El cerco de retamas tan dorado,
la canilla del huerto mal cerrada
insistiendo en la tierra ya enlodada, el galp贸n
de las viejas herramientas y el aire todo
perfumado a menta.
Del verdadero nombre
HUBIERA querido antes encontrarte.
Hace muchas distancias ya lejanas,
cuando sólo las risas me rodeaban y los campos
corrían a mi encuentro. Cuando ni tú ni yo nos parecíamos
a la mujer y el hombre verdaderos porque acaso,
los dos éramos follaje.
Encontrarte en silencio
sin que tú percibieras mi presencia, convertida en las horas
que atraviesan tus días
y en las lánguidas rondas de tus sueños. Hubiera querido darte un nombre que se remontara como un álamo hasta el cielo vacío!
Que tuviera la forma de una nube y la fuerza del viento,
que llenara las noches de estrellas y las manos de flores.
¡Dónde estará ese nombre que yo quise ponerte!
Acaso entre los juncos de otra orilla
en las alas del ave o en el tiempo…..
Hubiera querido entonces encontrarte! Yo te habría llamado
desde un río de músicas
con ese nombre inmenso para perdernos
en el paisaje verde y profundísimo de las tardes sin horas.
Adiós puentes, playas preferidas
y flores hechas con hojas silvestres, adiós,
adolescencia cristalina.
Voy a quedarme sola en el espacio con un nombre que tiene la forma de la vida.
Hacia mi madre, porque su coraz贸n es puro como el 谩rbol: tiene nidos y da frutos. M. G. P.