Después Noviembre

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El balcón de madera

Después noviembre MARTA GIMÉNEZ PASTOR

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Buenos Aires 1953


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DESPUES NOVIEMBRE Marta Giménez Pastor

Ilustraciones de Víctor L. Rebuffo amigo de los poetas y los libros

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a JosĂŠ D. Viacava


COMARCA DE PRESENCIAS

“On ne peut te connaitre mieux que je te connais.” Paul Eluard



En voces

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En voces, vi naciendo a la ni単a en el umbral de las llanuras. Nada que no tuviera el mandato del aire pudo haberla mirado, nada que no fuera lento como los grandes patios.

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La recibió el verano sin ninguna impaciencia de licores ni hermanas. Sólo trajo consigo una ventana azul y un cerco de canarios. Para su pecho diseñado en trigos nació la simetría del naranjo y una flor lateral. ¿Qué pastoral de linos y colmenas desdoblará sus bordes? Aunque serán suyas la frontera de los palomares, las alcobas, las verdes fiestas y la estación del ave, el dolor tiñe su zodíaco impar y su aprendiz pisada. Pronto ya deberá peinarse sola con una suelta trenza sin edades.

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Te estoy esperando

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Te estoy esperando con las manos juntas como cuando era niña y rezaba todavía, cuando creía que la tierra terminaba en

el último álamo.

Te espero apoyada en una columna universalmente blanca y debo estar sufriendo porque tengo mi melena atada.

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Te estoy esperando, compañero, y si no vienes, voy a cruzar el lago como antes cuando quería hacerme una peluca de

hojas largas

para engañar a los sauces.

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Amo lo que alcanzo

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a mi hemano

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Amo lo que alcanzo en tu distancia, y a ti, sólo me llevan las espadas primeras del silencio. Mis miradas te quiebran en una herida de guitarras tercas, pero tú vives arriba como los pájaros en los campanarios. Lejos entonces ¿cómo podrás abrirte en mis palabras y en sus veleros de seda?

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Oh, si yo pudiera tenerte todavía vertical como el agua entre los gritos, si pudiera amarrarte a la rúbrica de mis nombres y tenerte hasta en las noches idénticas del

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sueño.


Ah, si pudiéramos aún

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Ah, si pudiĂŠramos aĂşn como en las tardes de molinos conversar con nuestros cuerpos. Si yo pudiera hilvanar en tu memoria el aliento de las anclas y doblegar el aire con un gesto de tardes

y de humo.

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Porque te amo, aquí, desde muy lejos entre todos los árboles y todas las noches que no conoces, a través de los arados y las nieblas. Porque te amo entre el recuerdo de las hélices y los rebaños que duermen.

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DespuĂŠs

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Después cuando el ocaso realice mi pisada en escaleras vírgenes, y los números atraviesan las bujías del día. Consagraré tu nombre, magnético heredero de crepúsculos, sobre un gran evangelio de colores.

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Saldré a cabalgar, con un oráculo de algas buscándote entre los ríos y los escudos. Llamándote como antes cuando no te nombraba todavía.

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Ya regresa del campo

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para NenĂŠ Silva

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Ya regresa del campo con una flor pesada entre los brazos. Va andando en el tiempo sin reservas, sin ninguna sorpresa en sus sienes cardinales. Tiene la forma de los รกlamos y el mismo tono antiguo del recuerdo. Su voz llega hasta el filo de las sombras y no podrรกn llamarla como antes con aquel nombre fuerte, tan dorado.

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Cuando se fue llevaba un largo cielo de la mano y un imposible río. Yo la miré alejarse entre corderos, su cuerpo se apartaba de ella misma para abrirle el camino y el humo de los días la quebraba con una muerte mínima de pasos. La despedí tan pura que por primera vez miré su talle: tenía sabor a rondas de muñecas y a figuras de cuentos. No sé en qué atardecer alguien plantó una cruz en su silueta y deshizo el color de su mirada. Ni en qué mar fue a recostarse el gesto de la muerte junto al aire tutelar de sus veranos.

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Cuando se fué llevaba una guitarra de cristal

irremediable,

tenía los ojos claros y los oídos puestos en el aire. ¿Quién podría decirle que no amara? Ahora ¿por qué aguja fría se quemará la cal de su silencio? Nadie podrá nombrarla como antes. Ahora se la llama con un sollozo seco, con un grito recién nacido. Ya regresa del campo: Trae un cordero muerto y una pesada flor entre los brazos.

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FRONTERA TUYA

“On ne peut me connaitre mieux que tu me connais” Paul Eluard

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Hay un nombre que necesito

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Hay un nombre que necesito pronunciar en el cavado silencio de las ánforas. Es el nombre absoluto de las lluvis mordidas con los horizontes, de las sonrisas y los pájaros hundidos en la última cúpula. Es el que vive en el río amordazado y el que muere en los pámpanos sin haberse dado a las resurrecciones. Es como un árbol proclamando los días.

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¿Quién podría beber tus signos sin llamarte, y quién sin fabricar tu aislado rostro? Por eso hay un perfil que necesito encontrar para ese nombre. Un lagrimal sobre la hora absurda señalando el momento preferido. Hay una frente tallada en la historia de los marfiles y una boca con rezos improvisados en el principio de mi voz. ¿Quién podría nacer al pronunciarte sin sentirse llanto? Pero hay un grito que necesito encontrar. Será como una rueca inmóvil frente a los corales o como una rama de cal.

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LleguĂŠ hasta tu presencia

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Llegué hasta tu presencia sosegada en la primer mañana. Eras única fuente y no tuvieron tiempo de abarcarte el niño ni la rosa. Pero distante, pude en mi paso gestar el nuevo rastro y lograr la doctrina de los atardeceres. Ir de nuevo a las viñas,

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ganar la premura del racimo, buscar el cordero descansado para una misma historia de verano. Fuiste noviembre en madurez de espera s贸lo visible al verso. Adolescencia inacabada para los campanarios, y no te lleg贸 el tiempo de acercarte al 谩rbol ni a la l谩grima.

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Nueva soy

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Nueva soy para tu fuerte comarca y tu alabanza, pero creo que en el fondo de tus manos tiene el color de las amapolas húmedas, de los caballos de madera, de las pulpas. Así, inmóvil, quiromántica, recobro tu edad, en el horóscopo de los trompos

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y busco tu persiana entreabierta a colibrĂ­es, en las begonias; pues conocĂ­ al viento que estrujaba

historias

de aguas y de trenes sobre tu infancia.

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A veces te pareces

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A veces te pareces a las banderas. Entonces puedo enredarte en las lluvias y mirarte sin extraĂąeza. Casi podrĂ­a amarte por sobre todos los humos y colgar mi vestido en las golondrinas.

Consigo fabricarte con barriletes y juncos. Pareces los barcos.

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Aunque tĂş no lo quieras ni me esperes, te anula un interrogante de ventanas y sin darte cuenta, me retienes.

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Hemos llegado juntos

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Hemos llegado juntos hasta el centro de los silencios, donde el látigo inmóvil de las lágrimas comienza a lavar los atardeceres. Estamos en el cansancio de los otoños, donde ni un canto ni un acento pueden borrar el aliento de nuestros

pájaros.

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Es el día de los espejos, los cuchillos horizontales, las ramas paralelas con color de palomas. Es tu primer poema postergado sobre mis mañanas, y el último grito de mi verso enclavado en los vientos. Hemos llegado al centro exacto, a la quietud de los cántaros que se despliega sobre los jardines, a los días que se lanzan como caracoles

de agua

en una siesta circular de balcones

adolescentes.

Es el día de los cristales y de los signos. Es el día con colores de naranjos y marfiles. Es tu muerte y mi muerte.

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Yo esperaba solamente

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Yo esperaba solamente una caĂ­da vertical, estrecha, una espiral de espejos anudados, una figura irregular sobre la extraĂąa rosa imaginaria. Y sin embargo tĂş, que has atravesado el aire como un relincho

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y has mordido la muerte junto a mi viaje adolescente no eres. Pudiste haberte convertido en agua y pasar simplemente como un lejano diálogo o cosechar la lluvia en mis colinas sobre un otoño próximo. Pero tú que has podido abrir la puerta fatigada y apretar en tus puños el vuelo de las últimas palomas, no eres rienda de lluvia ni otoño desmayando sobre el primer durazno de las tardes.

Cómo quisiera entonces correr tu mundo con elogios de flores y de plumas y medir el volumen de tu espera con una arista nueva.

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Aunque hayas logrado sujetar mi hora sobre tus mediodías y dibujar las primaveras infantiles, no eres la siesta roja, ni la primera bandada que perfila la nube.

Y sin embargo tú te has quedado inmóvil con un puñado celeste entre mis manos.

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INDICE COMARCA DE PRESENCIAS En voces Te estoy esperando Amo lo que alcanzo Ah, si pudiéramos aún Después Ya regresa del campo

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RONTERA TUYA Hay un nombre que necesito Llegué hasta tu presencia Nueva soy A veces te pareces Hemos llegado juntos Yo esperaba solamente

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Después noviembre, de Marta Giménez Pastor, se terminó de imprimir para las ediciones El Balcón de Madera el día 15 de septiembre de 1953 en los talleres de E.T.G.L.A Editorial Talleres Gráficos La Aurora, Chile 424 Buenos Aires.


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