El hilo invisible de la naturaleza

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Serena Viola

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IN EL HILO

E L H I L O I N V I S I B L E D E L A NATUR A LEZA

ALEZA

Gianumberto Accinelli

NATUR A L E D VISIBLE

LA E D E L B I S I V N I a Viola n e r O e L S I : s e n H EL Ilustracio i l l e n i c c to A

A Z E L A R U T A N

Gianumber



Gianumberto Accinelli

EL HILO INVISIBLE DE LA

NATURALEZA Ilustraciones:

Serena Viola Traducciรณn:

Elena del Amo



Índice

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Introducción

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Una mariposa salva Australia

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Una plaga de largas orejas

19

El hotel de las ranas

27

Operación Cat Drop: llueven gatos

35

El bacalao de Terranova

41

Murciélagos, demonios y ultrasonidos

49

La increíble historia del gato

57

De la Tierra al espacio: ¡las arañas viajeras!

63

Dios y héroe nacional: el escarabajo

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De cometas, mares y pulpos inteligentes

75

La filoxera y el secreto del vino europeo

81

Sobre ovejas felices

89

Nuestro vínculo milenario con el cerdo

95

El vuelo glorioso de las palomas mensajeras

103

La verdadera historia de El Dorado

111

La miel más rica del mundo

117

El paraíso de las moscas

123

La cultura de los simios


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importar a Australia los cactus de los que se alimenta la cochinilla. Y así fue como en enero de ese mismo año, once naves pertenecientes a la gloriosa flota británica entraron en el puerto de Sídney cargadas con el cactus Opuntia stricta, procedente de Brasil. Esta primera remesa serviría para poner en marcha por todo el país un prometedor cultivo de cochinillas que les permitiría acabar con el monopolio de españoles y portugueses. La primera plantación del cactus, con cría de cochinillas incluida, tuvo lugar en las proximidades de la Bahía de Botany, donde, en 1770, el capitán James Cook había desembarcado en Australia por primera vez.

Los cactus se expanden al norte

Sin embargo, los sueños de grandeza del gobernador chocaron con la cruda realidad, y ni los cactus ni las cochinillas se adaptaron al clima de la región australiana. Y mientras los españoles y los portugueses lo celebraban, el Opuntia se despedía del «valle de lágrimas» australiano. Solo una pequeña planta se había salvado, arrinconada en el jardín de una estación próxima a Sídney. Aquel cactus en miniatura prosperó gracias a los cuidados de un ferroviario amante de la jardinería y no tardó en dar frutos dulcísimos, las tunas, semejantes a los higos chumbos. Además de fructificar, el Opuntia se adaptó tan bien, que su cuidador tuvo la idea de utilizarlo como seto, un cercado verde y barato. Los rumores corren veloces y algunos agricultores de Queensland, en el norte de Australia, pensaron: «Si en el sur, donde el clima es bastante frío, el cactus se propaga de forma tan beneficiosa, ¿cómo será aquí, en el norte, donde el clima es muy parecido al de su hábitat natural?». Y así fue como varios esquejes se trasladaron a Queensland, donde efectivamente prosperó mejor incluso que en Sídney. Los habitantes de la región, entusiasmados con el cactus y sus dulces frutos, empezaron a plantarlo sin ton ni son. Y teniendo en cuenta que tierra no faltaba y que el Opuntia requiere pocos cuidados, las labores de propagación se redujeron a un método muy simple: esparcir trozos de cactus por las tierras sin cultivar y, una vez crecidas las plantas, limitarse a recolectar sus sabrosas tunas.

No hay cactus sin espinas

Los principios que regulan los ecosistemas existen, y romper este equilibrio tiene consecuencias. La facilidad con la que se había extendido el cactus, una especie no autóctona, acabó volviéndose contra los australianos. Cerca de veinticinco millones de hectáreas de terreno quedaron completamente cubiertas de un frondoso e impenetrable bosque de espinas. Hubo que esperar hasta 1886 para que el gobierno prohibiese su cultivo. La ley, no obstante,

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el hecho es que los egipcios permitieron al gato integrarse en el «panteón» de las divinidades, junto con el halcón, el cocodrilo, la serpiente y el escarabajo pelotero. Adoptó forma de diosa, y la llamaron Bastet; a veces aparece representada como una de las hijas de Ra, el dios del sol cenital. A pesar de su condición divina, después de haberse atiborrado de ratones en los graneros, los gatos salvajes volvían a las copas de los árboles de los bosques y a las estepas. Pasaron los años, y el amor de los habitantes de los valles del Nilo por estos animales no disminuía. Al final, algunos gatos decidieron abandonar los apartados parajes y trasladarse a las cómodas casas de los seres humanos, llegando a ser oficialmente el más elegante de los animales domésticos. A partir de ese momento, el gato comienza una auténtica aventura que lo llevará a recorrer el mundo: en Grecia conoció a los grandes filósofos, en Egipto estuvo presente en el encuentro entre César y Cleopatra y fue testigo de las más importantes conquistas del Imperio romano. Sin embargo, a los romanos no les gustaban mucho los gatos, aun sabiendo lo bien que cumplían la función de ahuyentar a los ratones; preferían el orgulloso caballo y el fiel perro. Los griegos, en cambio, amantes de la filosofía, aprendieron muy pronto a querer a este felino de carácter independiente.

En la Edad Media: ¡peligro, gatos!

El tiempo pasaba, y el gato continuaba ayudando a los seres humanos a librarse de las plagas de ratas y ratones. Aparentemente, todo iba bien, pero, como hemos visto, la historia es complicada y rica en encrucijadas y carreteras secundarias. Durante la Baja Edad Media, la pacífica vida del gato se vio sacudida por los prejuicios humanos. Los habitantes de aquellos siglos oscuros, obsesionados por el miedo al fin del mundo, tenían la cabeza llena de extrañas creencias. Una de ellas estaba relacionada con el gato: teniendo en cuenta que en el Antiguo Egipto este felino era sagrado, la Iglesia católica decretó —quién sabe por qué extraño motivo— que el gato era hijo del demonio y, por tanto, le declararon la guerra. Incluso en 1233, el papa Gregorio IX promulgó, entre otras, la bulas Licet ad capiendos, que dio comienzo a la Inquisición, o sea, al temible tribunal de la Iglesia católica que juzgaba y castigaba a todo aquel que cometía delitos contra la fe; y la bula Vox in Rama, en la que se involucraba a gatos en supuestos ritos satánicos. Así que cualquier cristiano que quisiera hacer «la voluntad de Dios» tenía permiso para torturar y matar todo gato que se cruzara en su camino. Pero no quedaba ahí la cosa: si se descubría a una mujer dando de comer a un gato, esta sería acusada de brujería y ambos, tanto la mujer como el gato, se verían abocados a un terrible final. Parte de aquellas extrañas leyendas permanecen hasta hoy: por ejemplo, la creencia de que el gato negro trae mala suerte. En resumen, en las ciudades

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De cometas, mares y pulpos inteligentes Actualmente, la Tierra está cubierta por una capa gaseosa profunda y transparente: la atmósfera. Sin embargo, hace millones y millones de años, esta «bolsa protectora de aire» no existía y una de las hipótesis más aceptadas sostiene que cometas ricos en H2O se precipitaron directamente sobre el planeta, creando enormes cráteres. Tantos impactos durante millones de años provocaron que la superficie terrestre se cubriera de agua, la misma que hoy bebemos, con la que nos duchamos y en la que nos zambullimos cuando vamos a la playa de vacaciones. Y con ella se formaron los lagos, los ríos, los mares y los océanos. Fue en medio de esas masas de agua cristalina donde, en un mágico y misterioso momento, prendió la primera llama de vida. Uno de los indicios más antiguos de vida en la Tierra son los estromatolitos, los restos de la actividad de las cianobacterias, un grupo de células procariotas que continúa viviendo entre nosotros.

Los primeros habitantes marinos

Una de las características de los seres vivos es su capacidad para replicarse y adaptarse a las condiciones cambiantes y, al mismo tiempo, conquistar nuevos territorios. Por eso, las primeras formas de vida evolucionaron dando lugar a muchísimas otras especies, tanto animales como vegetales, y el mundo se cubrió de una bulliciosa masa de organismos. Muchos de esos seres o formas de vida que habitaban el planeta ya no existen: se extinguieron o han cambiado tanto que es imposible reconocerlos. Y, sin embargo, aún podemos encontrar entre las olas a algunos de los primeros pobladores del mar que convivieron con los dinosaurios: uno de ellos es el protagonista de esta historia, un molusco que no ha cambiado sus hábitos desde tiempo inmemorial. Se trata de un animal de aspecto, como poco, curioso: el pulpo. Sigamos el hilo de su historia partiendo de su guarida, oculta en alguna oquedad entre las rocas. El pulpo se alimenta de pequeños cangrejos, moluscos y crustáceos. Las hembras, dependiendo de la especie, pueden poner entre quinientos y quinientos mil huevos de los que salen muchos pequeños pulpitos que, al crecer, repiten el mismo ciclo vital iniciado hace millones de años y que perdurará durante quién sabe cuánto tiempo más. La existencia de este animal de cuerpo blando, de ocho brazos o tentáculos y un pico

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A Bianca

Título original: Il fili invisibili della natura © 2016, del proyecto: Tipress Deutschland GmbH © 2016, del texto: Gianumberto Accinelli © 2016, de las ilustraciones: Serena Viola © 2018, de esta edición: Libros del Zorro Rojo Barcelona - Buenos Aires - Ciudad de México www.librosdelzorrorojo.com Dirección editorial: Fernando Diego García Dirección de arte: Sebastián García Schnetzer Edición: Estrella Borrego Traducción: Elena del Amo Corrección: José María Sotillos Asesoría científica: José Luis Villanueva Cañas I S B N: 97 8 -8 4 -9 4 7284-7-1

Depósito legal: B - 25 5 7 5 - 2017

I S B N Argentina: 9 7 8- 9 87- 4429- 03- 2 Accinelli, Gianumberto El hilo invisible de la naturaleza / Gianumberto Accinelli ilustrado por Serena Viola. - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires Libros del Zorro Rojo, 2018. 136 p. : il. ; 18 x 22 cm. I S B N 9 7 8 - 9 8 7- 4 4 2 9 - 0 3 - 2 1. Narrativa Infantil y Juvenil Italiana. I. Viola, Serena, ilus. II. Título. C D D 8 5 3. 92 8 2

Primera edición: marzo de 2018 Impreso en Letonia por Livonia Print s. i. a. No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual. El derecho a utilizar la marca «Libros del Zorro Rojo» corresponde exclusivamente a las siguientes empresas: albur producciones editoriales s.l. y LZR Ediciones s.r.l.


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IN EL HILO

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ALEZA

Gianumberto Accinelli

NATUR A L E D VISIBLE

LA E D E L B I S I V N I a Viola n e r O e L S I : s e n H EL Ilustracio i l l e n i c c to A

A Z E L A R U T A N

Gianumber


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