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Prefacio: Estamos en peligro de olvidar por lo que estos hombres vivieron y murieron

Prefacio: Estamos en peligro de olvidar por lo que estos hombres vivieron y murieron

Esta historia necesita ser contada otra vez. Y Michael Reeves nos ha hecho un servicio importante al hacerlo.

Hace 500 años, la Iglesia Católica Romana advirtió a los reformadores Protestantes, y a los que estuvieron tentados a seguirles, que su movimiento se dividiría y disolvería en innu‑ merables facciones si rechazaban la autoridad del Obispo de Roma. Los años de conflicto se convirtieron en décadas, y esas primeras décadas se han convertido en siglos de separación de Roma. Y ahora, con medio milenio de evidencias, puede decirse de manera concluyente que las acusaciones de Roma de inestabilidad infinita y división eran infundadas. No se han cumplido.

La autoridad de la Biblia ha sido suficiente como para asegu‑ rar que millones y millones de protestantes han creído y com‑ partido el mismo evangelio por siglos. Se podrán recolectar fondos para apoyar a misioneros en miles de lugares diferentes. Y falsos profetas – lobos vestidos de ovejas que Jesús advirtió vendrían – puede que aún estén entre nosotros. Hay liberales que rechazan la Biblia, legalistas y moralistas que ignoran su mensaje, y maestros de prosperidad que tuercen el mensaje, pero hay millones que han leído la Palabra y han entendido y creído el evangelio.

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El evangelio bíblico traído por Jesucristo, enseñado a Pablo y enseñado por innumerables maestros desde entonces ‑entre ellos Lutero, Zuinglio y Calvino‑ todavía es enseñado hoy por hom‑ bres y mujeres alrededor del mundo que no tienen un vínculo organizado con ningún obispo terrenal en Roma o en ningún otro lugar. Una Asamblea de Dios misionera en Filipinas, un ministro anglicano en Sydney o Tanzania, un pastor bautista en Brasil, un ministro luterano en St. Louis, un ministro Pres‑ biteriano en Escocia, un misionero coreano en Estocolmo y un pastor interdenominacional en Dubai puede que nunca se hayan conocido. Puede que nunca formen parte de la misma organiza‑ ción terrenal. Pero contrario a lo que Roma advirtió que sucede‑ ría, ahora están unidos y permanecerán unidos en el evangelio de Jesucristo. Todos están trabajando para el crecimiento del evangelio, del reino, de la Iglesia alrededor del mundo. Y todos están predicando el evangelio que la Iglesia Católica Romana ofi‑ cialmente rechazó en la trágica y heroica historia del siglo XVI.

Aunque este evangelio bíblico ciertamente fue enseñado antes del siglo XVI (ver el fascinante estudio de Marvin Anderson La Batalla por el Evangelio [Baker, 1978]), el conflicto llegó a un punto crítico a principios del siglo XVI en una serie de eventos lleno de personajes descomunales y escenas conmovedoras. Los estudios, por supuesto, se llevan a cabo en lugares silenciosos. Pero sus frutos pueden tener implicaciones importantes. Y ninguno ha sido más estrepitoso que las historias de los descubrimientos realizados por este monje alemán, este humanista Francés, este sacerdote Suizo y cientos de otros.

La justificación solo por fe, solo en Cristo, fue predicada más allá de los confines de Wittenberg, Zurich y Ginebra. Inglaterra, Escocia, Noruega, Suecia, Dinamarca, muchos de los estados alemanes y cantones suizos, los Países Bajos —todos fueron arrastrados por esta marea de reforma. Lo que muchos no ven hoy día es el gran impacto que influyó otras grandes partes de Francia, Hungría, Polonia, Italia y otras mil ciudades y pueblos pequeños de toda Europa. En la medida en que los países de

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Europa occidental enviaban poblaciones hacia el Oeste, el Caribe y el continente americano, los sacerdotes católicos romanos y los predicadores protestantes iban con ellos. Y así, el conflicto de la Reforma también se extendió a el Nuevo Mundo. Aún vivimos con ello.

Este libro se centra en las primeras décadas de esta extra‑ ordinaria historia. Con historias, anécdotas y explicaciones que captan algo del destello y lucidez de las percepciones y conflic‑ tos de la época, este libro nos cuenta la historia del intento de la reforma de la Iglesia universal y su rechazo por muchos de aquellos que estaban en posiciones de poder y autoridad.

Durante las últimas décadas, el contar la historia de la Reforma desde el punto de vista de Roma ha sido la práctica aceptada. El amplio contrarianismo de la década de 1960 unido a un cuerpo de investigación importante, real y nuevo enfocado en el siglo XVI, el cual ha examinado gran parte de las orto‑ doxias históricas aceptadas sobre el estado de la iglesia cristiana en Europa occidental y de las prácticas populares de piedad a principios del siglo. J. J. Scarisbricke, Christopher Haigh, Eamon Duffy, John Bossy, y muchos otros han refinado la lectura más protestante de principios del siglo XVI como un tiempo única‑ mente de corrupción y desesperación. Ellos han explicado los intereses políticos y económicos de los gobernantes al respaldar las enseñanzas luteranas y rechazar las afirmaciones políticas de la Iglesia Romana. El Libro de Mártires de John Foxe ha sido evaluado, desmitificado y corregido. Las lecturas tradicionales de la Reforma, desde Merle d’Aubigne hasta A. G. Dickens han sido desestimadas. Para muchos «la Reforma Protestante» ha sido eliminada de la historia por completo como poco más que una propaganda piadosa, más hagiografía que historia.

La propia Iglesia Católica Romana ha trabajado oficialmente para provocar un acercamiento con los protestantes a través de la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación (1999). El autor de este volumen no está satisfecho con la decla‑ ración. Afirma que la definición de justificación contenida en la

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declaración «no es nada como la definición de justificación de la Reforma. Declaración conjunta puede ser, pero no es el telón de la Reforma» (180).

De manera popoular en Norteamérica, Evangélicos y Católicos Juntos (1994) ha publicado declaraciones conjuntas de líderes eru‑ ditos o portavoces de ambos lados. Incluso un Ministro Ortodoxo Presbiteriano ha publicado un libro a través de la casa editorial establecida por el protestante conservador Herman Baker, sugi‑ riendo que el trabajo de la Reforma ha terminado. Según Mark Noll y Carolyn Nystrom en su libro Is the Reformation Over? (Baker, 2005), la Reforma ha terminado y su labor está completa.

La marea ha subido para los defensores de la unidad. Parece ser el tiempo correcto para que nuestro mundo multicultural disminuya todos los conflictos. Y los cristianos, con un gran deseo de unidad interior y evangelismo exterior, ciertamente están en primera línea, deseando paz y armonía entre todos. Y sin embargo, tal llamado no es nuevo. Los argumentos más contundentes en contra de la verdad a menudo son falsedades contradictorias, vientos cruzados de otras verdades mal interpre‑ tadas y mal aplicadas. La confusión a menudo ocurre cuando el llamado a la verdad no se rechaza, sino que se intenta ahogar por el llamado a la unidad.

En ese sentido, hay quienes no quieren que leas este libro. Hay quienes no ven ninguna conexión entre los conflictos de ayer y la misión de hoy. Hay quienes, como Peter James Lee, el Obispo Episcopal de Virginia, quien dijo en 2004: «Si debes elegir entre herejía y cisma, siempre elige herejía». Este libro cuenta la historia de aquellos que, como el Arzobispo Thomas Cranmer, no podrían estar más en desacuerdo. Cranmer junto con los Obispos Latimer y Ridley, aprendieron en Cambridge y fueron quemados en Oxford por el evangelio que Roma declaró herejía. Estos, como los que están descritos en Apocalipsis 12:11, «no amaron sus vidas frente a la muerte». Carreras fueron des‑ truidas y las vidas puestas en juego sobre el hecho de que en la Reforma, el mismo evangelio estaba en juego.

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Con la habilidad de un erudito y el arte de un narrador, Michael Reeves ha escrito lo que es, simplemente, el mejor resumen introductorio a la Reforma que he leído. Si has estado buscando un libro que te ayude a entender la Reforma, o solo para comenzar a estudiar la historia de la Iglesia, este pequeño libro trae la historia a la vida. Después de leer este manuscrito, el único libro en que podría pensar para compararlo es otro volumen que tal vez desees leer después de este, de Roland Bain‑ ton, Here I Stand (Abingdon, 1950; repr. Hendrickson, 2009). Al igual que Bainton, Reeves le da al lector una seria erudición en prosa animada. Las escenas son cuidadosamente seleccionadas y las controversias teológicas juiciosamente sopesadas y relatadas.

Los personajes y su teología se relatan con precisión histórica y teológica, incluso mientras se cuenta la historia con claridad, audacia, humor y una seriedad cautivadora. Con la seguridad de que estarás informado, orando que seas edificado, te invito a leer y conocer el resto de esta historia.

Mark Dever Washington, D.C. Agosto 2009

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