musica de angeles

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Autora: Liliana Castillo Girona

Mテコsica de テ]geles Segunda Parte

2013


Me despertó un golpe en la puerta, pero, al estar todavía cansada de aquel increíble viaje, no hice caso; los párpados me pesaban y cerré nuevamente los ojos. El golpe en la puerta volvió a sonar y esta vez más fuerte, así que me incorporé y fui a ver quién era. Menuda sorpresa tuve cuando la abrí, pues alguien me había dejado una bolsa de magdalenas al lado, sin manías de ninguna clase, las cogí, y como tenía hambre me preparé una infusión para acompañar estos dulces, que tan amablemente alguien me regaló. Al cabo de un rato decidí salir a pasear, eran cerca de las 9 de la noche, fuera hacia frio y era ya muy oscuro, no habría casi nadie por las calles del pueblo, pero, estaba descansada y me apetecía. Anduve mucho rato y curiosamente no me crucé con nadie, era como si todos hubiesen desaparecido. Cuando me acercaba a la plaza del pueblo, una extraña niebla apareció de repente, era tan espesa y blanca que no se veía nada, solamente se oían unos pasos lentos, cautelosos, cada vez más próximos a mí. Un extraño escalofrío me recorrió la espina dorsal, pero era tal mi curiosidad que seguí adelante, adentrándome en aquella fantasmal niebla. Al llegar al centro de la plaza, solo el vacío y el silencio me acompañaban, sorprendida pensé que la imaginación me había jugado una mala pasada, y aquellos misteriosos pasos, fueron fruto de una mente cansada. Ya convencida de mi fatiga, decidí volver a casa, cuando de repente vi lo que quedaba de una larga y negra capa, desapareciendo entre aquella espesura blanca. Desorientada y confusa por toda aquella situación, en cuanto crucé la puerta de mi casa fui directa a la cama, dejándome vencer por un sueño reparador o al menos es lo que yo deseaba. .../. -

¡No puedes pasar, vives en sueños, no estás muerta, lo siento, no te puedo dejar pasar!

Abrí los ojos al oír aquella extraña voz, y me encontré de repente en una tierra extraña que me recordaba a los mundos fantásticos descritos por Dante Alighieri en su Divina Comedia. Todo era gris, el mar agitado se confundía con el cielo tormentoso, no conseguía ver la línea del horizonte, no existía la separación entre cielo y mar, y en el centro de aquella inmensidad una embarcación sencilla, no muy grande, parecida a un antiguo bote de madera, flotaba esperándome. Sobre ella iba un hombre cubierto únicamente por una sábana blanca, la cual ocultaba sus partes más íntimas. Su pelo y su barba eran blancos y rizados, extremadamente largos, le llegaban ambos hasta la cintura. El resto de su cuerpo era muy atlético, fuerte, de brillante piel ceniza. -

¿Dónde estoy?: pregunté al extraño hombre. Estas en la entrada del infierno, solo es para los que han muerto, tú no puedes pasar. Estaba en mi casa durmiendo, no sé cómo he llegado hasta aquí. Por favor quiero regresar: le rogué.


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Lo siento, pero solo regresan aquellos que atraviesan estas tierras malditas enfrentándose a sus propios demonios. Solo aquellos dignos del respeto de Satanás, logran saltar por encima de él, liberándose de su yugo. Pero tú no puedes pasar, antes debes morir.

Desesperada por no saber qué hacer, busque el violín, pero no estaba conmigo y mi invisible amigo tampoco, estaba sola, y pensé durante un largo rato. -

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Si muero y consigo atravesar el infierno llegando hasta Satanás, ¿podré regresar a mi sueño? Sí, pero corres un grave riesgo, si sucumbes a los vicios y depravaciones eternas y la tristeza de las ciénagas grises se instala en tu corazón rompiéndolo, nunca regresaras a tu mundo: respondió el barquero. Debo morir para regresar, yo no quería esto, no lo quería, no sé quien me ha traído hasta aquí, deseo morir para regresar a mi sueño, por favor, mátame: le supliqué. Que así sea: afirmó el barquero.

El dolor invadió mi cuerpo, un horrible dolor, el fuego ardía dentro de mí, el corazón me golpeaba violentamente el pecho y no podía respirar, la asfixia llegó al máximo de mi resistencia hasta que de repente todo desapareció sintiendo un agradable alivio. .../. -

Ahora ya puedes entrar en mi barca, te conduciré hasta la primera puerta del infierno, y que Dios se apiade de tu alma: me habló el barquero.

Subí a la barca gobernada por ese extraño ser. Cruzamos el mar bajo una violenta tormenta, la barca se agitaba sin cesar, yo me sujetaba a los lados, resbalaba, las olas implacables chocaban con furia contra nosotros. Cerca estuve de hundirme en ese océano gris, pero el barquero consiguió sujetarme. Estaba desesperada, quería salir de ahí. Cuando ya todo lo daba por perdido, se alzó ante mí la puerta más grande que jamás había visto, era impresionante y parecía no tener principio ni fin. El barquero me dejó en la orilla, ante aquella majestuosa obra del Diablo. Tras descansar un rato y recuperarme, entré. El paisaje que se abría ante mí no tenía nada que ver con el infierno. Dominado por un extenso valle de frescos y verdes prados con un castillo dorado, fue lo primero que captaron mis ojos, aquello era el paraíso. A medida que avanzaba en su interior me daba cuenta de las extrañas personas que allí había, algunos estaban retorcidos físicamente pero no sufrían dolor, otros hablaban un lenguaje incomprensible, otros reían, otros lloraban, otros se mutilaban, pero ninguno gritaba de dolor, miraban hacia arriba con los brazos extendidos y las palmas de las manos abiertas, rezaban o imploraban, pero no había dolor.


Me fije en un señor, elegante, y formal, tranquilo, estaba sentado leyendo y me acerque a él. -

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Creía que esto era el infierno: le dije. Y lo es: respondió Pero, si parece el paraíso, ¿dónde está el fuego y el azufre?, ¿dónde está el diablo? Aquí no hay sufrimiento, ¿qué hacen entonces estas gentes? Estas en el limbo, es un lugar neutral, donde los que no aceptaron a Cristo sin ser pecadores se les separa de Dios condenándolos a una vida eterna sin felicidad. No pueden sentir, aunque parezca que sí. Ellos ríen, lloran pero no sienten nada, están vacios. ¿Y tu quien eres?: pregunté En mis tiempos fui un gran sabio que desafió a Dios, y ahora permanezco aquí solo, con mis pensamientos y frustraciones sin poder hacer nada al respecto. ¿Qué debo hacer para salir de aquí?: pregunté Si consigues intercambiar tus reflexiones e ideas con todas las almas perdidas del limbo sin que éstos influyan en tus pensamientos, podrás abrir la segunda puerta.

Y así lo hice, me despedí de aquel sabio, y fui hablando con unos y con otros, las dudas atacaban mi mente, y la debilidad hacía lentamente su aparición. Intentaba mantenerme firme y fiel a mis ideas, pero, ellos me confundían, las contradicciones me perdían cada vez más y la desorientación se apoderó de mí. No sé el tiempo que permanecí dando vueltas por aquellos prados hasta que me encontré ante las puertas del castillo dorado. Llamé, pero nadie respondió, me acerqué y empujé la puerta. Grata fue mi sorpresa cuando cedió a mi mano rebelando su majestuoso interior. Me quedé atónita contemplando aquella estancia, era enorme, las paredes estaban decoradas con inmensos tapices mostrando diferentes pasajes de antiguos hechos históricos, el suelo estaba formado por perfectas baldosas cuadradas de oro, y los muebles eran de cristal, que al igual que los diamantes cegaban con sus brillantes destellos. En el fondo de aquella estancia había una chimenea de mármol, tan blanco que con solo una diminuta mota de polvo, ya rompería su equilibrio celestial. Por más que me esforzaba en encontrar a alguien, estaba sola, en aquel castillo no vivía nadie o al menos eso era lo que creía, cuando de repente una voz salió a mi encuentro. -

-

¿A dónde crees que vas?: dijo la voz Busco la salida, tengo que cruzar la segunda puerta, pero no sé cómo debo hacerlo, ¿me puedes ayudar? Lo haré si has comprendido el significado de la dolencia de todos estos seres, obligados y condenados a vivir en un eterno vacío: respondió la voz. Creo que sí. Bien, pues explícame que hay en sus almas: insistió la voz. En sus almas siempre ha reinado la falsedad y la mentira, ellos han creído en un mundo superficial, engañando y engañándose a sí mismos


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para obtener satisfacción personal, pero nunca han sido sinceros por temor a mostrarse tal cual son, y eso les ha hecho desdichados e infelices. Han vivido un mundo de mentiras y frustraciones, quizá todos ellos hayan conseguido ser amados alguna vez, pero ese amor nunca ha sido verdadero, y por ello sus espíritus vagan vacíos entre estos verdes prados: le respondí. Veo que has sabido mantenerte fiel a tus pensamientos y creencias. No te han fracturado, sigues entera. Tu mente es fuerte y tu honestidad hacia los demás y hacia ti te han hecho aun más resistente, creo que estas preparada para cruzar la segunda puerta: dijo la voz.

Y en unos instantes aquella obra del Diablo apareció de nuevo ante mí. Me acerqué temerosa de lo que pudiera encontrar al otro lado y con cautela giré su pomo. . . El paisaje era atroz, el viento azotaba con una violencia extrema las gentes que se encontraban en aquel espacio, siendo empujados y lanzados brutalmente contra las paredes, suelo y entre ellos mismos, algunos se partían por la mitad, otros solo perdían alguna extremidad y los más desafortunados eran los que se aplastaban, reventándose desde dentro y vomitando sangre sin cesar. El viento los levantaba y lanzaba continuamente sin piedad. No morían, se rompían con gran dolor y luego volvían a juntar sus miembros para nuevamente volver a chocar y quebrarse, y así, sucesivamente. Aquellas almas estaban condenadas a un sufrimiento extremo y eterno. Andando entre ellos intentaba esquivar sus "impredecibles vuelos", pero, a veces me resultaba casi imposible, y cuando ya todo lo daba por perdido, vi una cueva a lo lejos. Con mucho cuidado me dirigí hacia ella sólo para protegerme. Cuando conseguí llegar me encontré con un hombre pequeño, más bien era un enano de frente muy prominente. Estaba sentado junto al fuego comiendo, me acerqué. . . -

-

¿Qué les sucede a estas gentes?: pregunté Por sus pecados carnales, llevados al extremo de la locura, son eternamente castigados. Son seres depravados y malvados que han reflejado su rabia y su odio a través de la lujuria y el sadismo. Han violado, mutilado y descuartizado, solo con el fin de satisfacer su más que hastiado placer. ¿Eres tú como ellos? No: respondí. Si quieres que te crea, tendrás que superar una prueba. Coloca las manos sobre este fuego; si mientes se quemarán y serás eternamente embestida por la fuerza del viento, si no te quemas, te ayudaré a cruzar la tercera puerta.

Obedecí, yo decía la verdad por tanto no tenía nada que temer. Coloqué las manos sobre el fuego y solo sentí calidez. El enano sonrió, y cogiéndome de la mano me llevó hacia la tercera entrada de aquel extraordinario infierno.


En cuanto crucé la puerta unos terribles ladridos casi ensordecen mis oídos, pero no solamente fue esto lo que me sorprendió, sino también el olor a putrefacción que provenía de aquel espacio. Había poca luz y parecía tan lejana que casi no conseguía ver nada. Tenía miedo de avanzar. El suelo que pisaba parecía blando y resbaladizo, sucio, pero seguí avanzando bajo una inclemente lluvia de granizo. No tardé mucho tiempo en darme cuenta que pisaba barro y en él yacían atrapados nuevas almas de condenados, quienes además eran despedazados y desgarrados por un gigantesco perro. Siendo mutilados continuamente, el círculo del castigo se repetía para aquellas desdichadas almas. Intentando no pisarlos, y con las manos en los oídos para no oír los gritos de dolor y los ensordecedores ladridos de aquel perro, me abrí camino, hacia la cuarta puerta. No encontraba a nadie para preguntar sobre aquellas gentes, así que me acerque a uno de los condenados y le pregunté: -

¿Quiénes sois? Somos los glotones. Nosotros solo hemos vivido para gozar de los placeres de la comida y la bebida, no nos ha importado nada más que comer y beber y por culpa de estos vicios ahora somos almas condenadas. Hemos robado, engañado y matado, solo para comer y beber y no hemos sabido amar ni respetar a los que nos han querido, pues para nosotros la comida y la bebida estaban en primer lugar. Hemos vivido ciegos a todo lo que nos rodeaba, solo queríamos saciar nuestro estomago y sin importarnos aquellos que necesitaban alimentos. Nunca hemos compartido nada, hemos sido egoístas y fríos, y hemos dejado morir de hambre a niños, solo para saciar nuestro voraz apetito.

-

Ahora nosotros somos la comida de Cerbero (el perro maldito), y estamos condenados a lamer este sucio barro bajo la incesante lluvia de granizo. ¿Eres tu una de nosotros? No Bien, si dices la verdad conseguirás entrar en la antesala de Satanás sin hundirte en los barros eternos de esta maloliente ciénaga, pero si mientes tu alma compartirá nuestra desgracia y condenación eternas.

Cerré los ojos, pues había visto suficiente. Deseaba escuchar la voz de mi invisible amigo y volver a tocar aquel violín mágico. Era tan fuerte el deseo que me precipité a través de los barros malditos sin pensar. No podía respirar, aquel aire maloliente y pesado me asfixiaba, no podía correr, los pies eran enormes cargas a levantar, las piernas me dolían y a ratos no respondían, no se movían, no obedecían las órdenes dadas por mi cerebro. Tropezaba y caía, una y otra vez. Las fuerzas me abandonaban, el cansancio y la desesperación se apoderaron de mi debilitado cuerpo. Hundida en el nauseabundo barro, lloré.


Derrotada permanecí un rato esperando que las fuerzas volvieran a mí. Todo intento fue en vano. Lentamente aquel infierno fue apoderándose de mi alma y allí estaba yo, aparentemente derrotada por aquel inmundo barro, compartiendo la misma desgracia y condenación eternas que aquellas desoladas almas. Las lágrimas de pasados tristes recuerdos era lo único que me quedaba, gracias a ellas sabia que aún albergaba esperanza de ser liberada, pues seguía siendo humana. Cuando ya todo lo daba por perdido, oí la extraña voz que me susurraba al oído y recordé a mi invisible amigo: -

Levántate, no tienes nada de lo que arrepentirte, no eres culpable de nada. Sal de este barro y cruza la antesala de este infiero. No permitas que la inmundicia humana que habita este barro ensucie tu alma, recuerda, estás conmigo.

Cuando la voz de mi amigo calló, escuche el violín y con gran esfuerzo me incorporé. Fue él quien me dio la fuerza necesaria para mi liberación. Aún me hundía en aquel barro, pero los pies no me pensaban, eran más ligeros, y el aire dejó de molestarme. No respiraba bien pero tampoco me asfixiada, así que, caminé hacia la última puerta. Estaba cada vez más cerca, ya faltaba muy poco y cuando la tuve cerca, salté hacia ella. Entré y estaba vacía, curiosamente no había nada, era una sala normal. Busqué la forma de llegar al final pero todo intento fue en vano, el vació era el único protagonista de aquella estancia. Observándola detenidamente y pensando la forma de llegar hasta Satanás un espantoso rugido golpeó las paredes de la vacía sala. Los rugidos eran cada vez más fuertes y un intenso calor inundó la estancia. Era abrasador, la piel enrojecida me dolía por ese fuego invisible que me quemaba. Cuando creía que moriría abrasada, un gélido aire empezó a congelar paredes y suelo, mientras que unas enfurecidas carcajadas anularon aquel espantoso rugido. De repente todo cesó y del centro de la vacía sala surgió la criatura más horrible que jamás han visto ojos humanos. Era un gigante, una espantosa bestia roja. De su cabeza surgían dos largos cuernos anchos y afilados en sus puntas, sus ojos eran amarillos, muy brillantes y penetrantes, su boca entreabierta permitió exhibir cuatro enormes colmillos blancos como el marfil. Atentamente me observaba, inclinó su cuerpo rojo como la sangre, y acercó una de sus garras, mostrando uñas extremadamente largas y afiladas. -

¿Quién eres tú?: preguntó el Diablo. Soy un alma que quiere volver a su sueño. Ja,ja,ja. Y, ¿quién te crees que eres para que yo el Diablo te permita salir de aquí? Aunque eres el Diablo, sabes quién debe o no debe ser castigado Razón tienes y además eres diferente al resto de las almas que se han presentado ante mí, dime que has visto a lo largo de tu camino hacia aquí.


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Desesperación, tristeza y sobretodo miseria humana: Respondí ¿Crees que merecen mi compasión?: preguntó No soy yo quien debe juzgar los pecados de los humanos, Señor. Yo soy solo un alma más de entre todas aquellas, que, sin pecar en exceso casi se ha visto corrompida por males mayores: respondí. Una respuesta inteligente, verdaderamente no consigo ver pecados que justifiquen tu condenación eterna, pero escondes un poder en tu interior y algún día, quizá quiera que vengas nuevamente a mí, hasta entonces, sal de mi vista.

Mis oídos no alcanzaban a creer aquellas palabras, (- salta por encima de su cabeza), recordé, pero era imposible, aquel ser era gigantesco, cómo iba yo a superar aquel obstáculo. Fijándome en todos los puntos posibles para efectuar el salto sin encontrar forma alguna, el Diablo se agachó. Aún así seguía siendo imposible, cerré los ojos dispuesta a saltar, fui corriendo hacia él, y salté. No toqué suelo durante unos segundos y al abrir los ojos me encontré volando, sujetada por manos invisibles, volé. Suspendida en el aire oí la voz de mi extraño amigo. -

Estoy a tu lado, soy yo quien te eleva, pues el Diablo no es muy diferente a mí. Cruza la puerta de la libertad y despierta.

(Continuará)


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