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de Paso Peruano a la conquista de una guapa criolla Pág. 17
En el Reino de la Muerte Sinaí, cuando el mundo mira hacia otro lado Pág. 29
Fotohólica Nº 07
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Editor: Carlos García Granthon Colaboradores: Luis Monzón Suzuki Luis Gutarra Pamela Girano Eduardo Vásquez Relyz Michael Obert Contacto: Limafreelance@hotmail.com http://issuu.com/limafreelance
Portada: Marinera a Caballo Mamacona, Lima, Perú 2009 Foto: Carlos García Granthon
Recepción de Artículos Se reciben y publican imágenes y textos, llámese portafolios, reportajes, entrevistas, crónicas y cuanto material esté relacionado, de una u otra forma, con la fotografía en todos sus géneros, la ecología , el folklore y el patrimonio histórico, cultural de los pueblos. Sólo se reciben imágenes y textos originales de manos del propio autor. Las imágenes no deben estar excesivamente retocadas o dar una percepción falsa de la realidad. Toda colaboración debe ser enviada a: limafreelance@hotmail.com Más información al e-mail de la referencia.. 2
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Contenido
Editorial Cuento Chino
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Fotografiando como un profesional Capítulo VII .– Manejo de cámara, (S) prioridad la velocidad
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Artículos El año del caballo de madera
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Portafolios de Paso Peruano
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Crónicas En el reino de la muerte
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Cámaras que registraron la historia Mamiya Pistol
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Editorial
Cuento Chino
El 17 de enero último, El Daily Mail, de UK, en un artículo de James Nye, publicó una foto y un titular que dieron la vuelta al mundo:
“China empieza a transmitir el amanecer en pantallas de TV gigantes porque Beijing está demasiado nublado por la contaminación”. (China starts televising the sunrise on giant TV screens because Beijing is so clouded in smog) Si bien el artículo, en su contenido menudo, se aleja un tanto de su propio titular y deja a medias tintas una duda amarillista sobre la exactitud del mismo; inmediatamente todos los portales, redes sociales, páginas y movimientos ecologistas, así como muchos diarios supuestamente serios y profesionales, se rasgaron sus verdes vestiduras, hechas en China, y sentados en sillas chinas, detrás de sus escritorios chinos, publicaron mil y una notas de alarma cataclísmica desde sus laptops chinas (y lo siguen haciendo) a pesar de ser sólo, y literalmente hablando; un cuento chino. No, en realidad el gobierno Chino no implementó ninguna medida Kafkiana, como transmitir por aparatos de TV gigantescos, ubicados en plazas públicas, los amaneceres y puestas de sol a sus ciudadanos, privados de este espectáculo natural por estar condenados a vivir bajo una impenetrable y negra cúpula de contaminación que les impide ver la luz del sol. Mientras son esclavizados hasta morir en fábricas apocalípticas para satisfacer las patologías consumistas del resto del mundo. No, no es así.
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Foto: China Foto Press
La fotografía, tomada por la agencia ChinaFotoPress y distribuida por Getty Images, es en realidad parte de una serie de fotografías editorialistas, tomadas el 16 de enero del presente año, y que, efectivamente, hablan sobre los altos y peligrosos niveles de contaminación alcanzados en Beijing ese día en particular; pero lo que muestra en realidad la imagen es una pantalla gigante de TV Led en la plaza Tiananmen, en un día muy nublado, puesta allí para emitir propaganda a la población. La foto, en una muy acertada conjunción de composición e instante decisivo, para reafirmar el argumento, fue tomada en el momento preciso en que se emitían imágenes de una puesta de sol como parte de un
documental de promoción turística de la provincia de Shandong (nótese el logo de la ciudad al extremo inferior derecho de la pantalla). Si alguien hubiese repetido mil veces el titular del artículo sin la imagen, nadie le hubiese creído, bastó sólo una foto, bien compuesta, con argumento, para validar en un instante, más allá de toda duda, un titular falso y alarmista. Como mencioné en el editorial de la edición de Noviembre pasado; nada es verdad, nada es mentira, todo es según la intensión de quien lo fotografía. CGG 5
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Fotografiando como un profesional (VII) Por Carlos García Granthon
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Modos De Operación de la Cámara (Auto, P, A, S, M) S (Velocidad) En este modo el fotógrafo puede seleccionar la velocidad de obturación y, a la inversa del caso anterior, será la cámara la que determine la apertura del diafragma complementaria correspondiente. La Velocidad, es el tiempo que permanece expuesta la película/sensor a la luz. Los números con que se identifica en una cámara son generalmente: B, 1, 2, 4, 8, 15, 30, 60, 125, 250, 500, 1000, 2000 Al igual que los números del diafragma, éstas son fracciones (de segundo), es decir el # 2 indica una exposición de (1/2) medio segundo, el 125 indica 1/125 de segundo, el # 1000 indica (1/1000) un milésimo de segundo, etc. En otras palabras; a mayor número, más rápida la velocidad de obturación y menor tiempo de exposición. Salvo el caso de la “B” (Bulb) en la que el obturador permanece abierto por todo el tiempo que mantengamos presionado el disparador, y se cierra al soltarlo. En las cámaras analógicas este tiempo podía ser indefinido, en las cámaras digitales hay límites de tiempo que están en función del recalentamiento del sensor y/o de la batería. El modo “B” resulta de gran utilidad para la astrografía.
Una velocidad de obturación lenta (mayor tiempo de exposición) lenta nos permite usar diafragmas muy cerrados aún con poca luz y números ISO bajos para lograr una mayor calidad de imagen, pero se corre el riesgo de obtener fotos movidas. Aunque en algunos casos incluir sujetos “movidos” le da un efecto y sensación dinámica a la foto muy interesante. El caso de corrientes y masas de agua en movimiento con velocidades lentas producen un efecto etéreo en la imagen. Una exposición muy rápida nos permite congelar objetos en movimiento, pero se requiere utilizar diafragmas abiertos, ISOS altos o condiciones ambientales de mucha luz. Este es el caso generalmente en las fotos de deportes, safaris fotográficos, y acción en general. Cuando utilizamos teleobjetivos, la velocidad de obturación también juega un papel importante pues a mayor longitud focal mayor riesgo de obtener una foto movida si no se utiliza trípode. Como regla práctica para evitar fotos movidas, cuando se dispara la cámara sin más apoyo que las propias manos, la velocidad de obturación debe ser igual o superior a la longitud focal, es decir; si estamos utilizando un teleobjetivo de 120 mm, la velocidad de obturación debe fijarse en 1/125 o superior (1/250, 1/500, etc.). Si utilizamos un teleobjetivo de 300 mm deberíamos usar 1/300 seg como mínimo, por el contrario si utilizamos un angular de 28 mm, con una velocidad de 1/30 estará bien. En ningún caso deben utilizarse velocidades inferiores a 1/30 sin apoyo de un trípode. CGG 7
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Foto: Carlos García Granthon 8
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El Año del Caballo de Madera
Festejando el Año Nuevo Chino en la calle Capón en Lima
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Foto: Carlos García Granthon
31 de enero de 2014, la luna nueva anuncia el inicio del Año del Caballo de Madera, y los muchachos de la sociedad de danza Chung Shan, recorren Capón, el barrio chino de la ciudad de Lima, ejecutando las danzas del León y del Dragón. Van realizando vertiginosas evoluciones por las antiguas calles de los Barrios Altos. 10
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Foto: Carlos García Granthon
El suelo vibra con tambores, el corazón de los espectadores danza con los leones y su espíritu vuela con los dragones, hasta el antiguo Templo Tong Sen, en el Nº 962 del Jr. Huanta. Fotos: Carlos García Granthon 12
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Luego de efectuar los rituales tradicionales, salen nuevamente los danzantes a las calles para la ceremonia del Choy Chiang y asĂ traer prosperidad a todos en el aĂąo nuevo que inicia. 13
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Foto: Carlos García Granthon 14
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Portafolios
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Foto: Carlos García Granthon 16
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De Paso Peruano Por Carlos García Granthon
De andar elegante y orgulloso, a ritmo norteño, con su paso apretado y pequeño; el caballo de paso peruano danza sobre el suelo, y sus cascos levantan vuelo, al compás de una marinera. Fina montura de plata, la talabartería una joya, van caballo y jinete a la conquista de una linda criolla. 17
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Fotos: Carlos García Granthon 18
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Foto: Carlos GarcĂa Granthon 19
MARINERA
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Fotos: Carlos GarcĂa Granthon 21
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NORTEÑA 23
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Cr贸nicas
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Ilustraci贸n: Carlos Garc铆a Granthon 28
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En el Reino de la Muerte Mientras la violencia en Egipto produce titulares, en la Península del Sinaí los beduinos torturan a miles de inmigrantes africanos, exigiendo millones en rescates. El mundo observa sin hacer nada. Por Michael Obert
Sus muñecas están extrañamente curvadas hacia adentro, las mangas de su suéter blanco de lana lucen muy largas. Mientras Selomón se apoya en la mesa, los vendajes sucios alrededor de sus manos se hacen visibles. Se desenvuelve su mano izquierda, dejando al descubierto una garra - sólo el pulgar y la mitad de su dedo índice se mantienen - un gancho de hueso y piel. "Ellos me colgaron con una cadena de hierro del techo", dice Selomón en voz baja. "Cuatro días. En una cadena. Al igual que un animal sacrificado”. Estamos sentados en un pequeño café cerca a Levinsky Park, una franja de hierba descuidada en el sur de Tel Aviv. La vista por la ventana difícilmente lo lleva a uno a creer que estamos en una ciudad israelí en el Mediterráneo. La mayoría de los transeúntes son de color negro. La escritura en las ventanas de las peluquerías y restaurantes no es hebreo, sino Tigrinya, la lengua de África Oriental. Muchas compañías aquí están a cargo de Eritreos. “Ha'ir Hakvusha” - ciudad ocupada – así llaman a esta zona las personas de Tel Aviv, en la que viven los inmigrantes, principalmente africanos. “Nunca quise ir a Israel", dice Selomón y deja caer el muñón de una mano sobre la mesa. "Ni siquiera si me hubieran enviado un jet privado". En diciembre de 2011, el especialista en informática de 28 años de edad, huyó de la dictadura en su país natal de Eritrea al vecino país de Sudán. "Con mi educación, yo podría haber vivido como un rey en Angola, Uganda o Sudáfrica". Pero entonces fue secuestrado en el este de Sudán, por una banda local de secuestradores que lo vendieron a una red internacional de traficantes de seres humanos. Llevaron a Selomón a través de la frontera de Egipto y luego a la península del Sinaí - a un campo de tortura dirigido por beduinos, antiguamente pastores nómadas árabes. "Ellos no son humanos", dice Selomón, "son animales feroces". A la sombra de los titulares sobre el golpe de Estado en El Cairo, en el que el ejército derrocó recientemente al presidente de Egipto, Mohammed Mursi, los beduinos mantienen como 29
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rehenes a inmigrantes africanos en el desierto del Sinaí. Miles de personas han sido torturadas en los últimos años. La península egipcia del Mar Rojo limita al oeste por el Canal de Suez y al norte con Israel y la Franja de Gaza. Cerca de 300.000 beduinos habitan en el desierto poco poblado y algunos grupos entre ellos se han especializado en la compra y venta de seres humanos. Durante meses, mantienen de rehenes a los africanos en el desierto - principalmente eritreos, pero también sudaneses, etíopes y somalíes. Los golpean con palos, cadenas y barras de hierro hasta que revelan los números de teléfono de sus familiares. Tan pronto como se haya establecido la comunicación, comienza la tortura. Los secuestradores apagan cigarrillos en sus rostros, los marcan con hierros al rojo vivo, o vierten agua hirviendo sobre ellos. Envuelven sus dedos con cables y los conectan a tomas de corriente eléctrica hasta que la carne se carboniza. O les rocían la cabeza con diesel y los prenden en llamas. Sus familiares se ven obligados a escuchar a través del teléfono celular los gritos de sus seres queridos. "Treinta mil dólares", dice Selomón, con la mirada perdida en el vacío. "Querían 30.000 dólares de mi hermana en Eritrea". Si los métodos de tortura de los secuestradores no producen un rescate, matan a sus rehenes. "O le cortan los riñones, el hígado, el corazón y los ojos y los venden a los comerciantes de órganos". De acuerdo con estimaciones de la organización de Médicos para los Derechos Humanos con sede en Tel Aviv, de alrededor de 60.000 inmigrantes africanos que cruzaron ilegalmente la frontera con Egipto a Israel, unos 7.000 han ido a parar a campos de tortura de los beduinos. Más de 4000 no sobrevivió a la tortura. Sus cuerpos se descomponen en el desierto. Actualmente, se cree que cerca de 1.000 personas están en manos de los secuestradores. 30
Desde la caída de Hosni Mubarak, la península del Sinaí, un área de aproximadamente dos veces el tamaño de Bélgica, ha caído en la anarquía. Mientras que los turistas toman el sol en las playas de los hoteles en el sur de la península, las bandas armadas de delincuentes y los militantes islámicos propagan el miedo y el terror en el norte. Ellos bombardean las líneas de gas y abren fuego contra las comisarías y puestos de control, con ametralladoras, morteros y cohetes antitanque. Una y otra vez, hay muertos y heridos. Los expertos temen que una nueva base de operaciones de al-Qaeda podría surgir en la península de Sinaí. Justo en la frontera con Israel. En este caos, que se ha incrementado desde el golpe de Estado en El Cairo, los secuestradores y torturadores, que comprenden lo que las Naciones Unidas considera que es una de las redes más bárbaras de trata de personas en el mundo, continúan su horripilante negocio sin oposición. "Si usted entra en el Sinaí, lo matarán", dice Selomón, extendiendo el muñón de una mano hacia nosotros, con un trozo de papel sujeto entre el dedo índice y el pulgar. "Mi hermana se aferró a él. Tal vez aún funciona". Es el número de teléfono de su campo de tortura. El rastro de los traficantes conduce a El Arish, capital de la provincia egipcia de Sinaí del Norte. A cuatro horas por carretera al noreste de El Cairo y a unos 70 kilómetros de las fronteras de la Franja de Gaza e Israel, miles de casas de ladrillo crudo se extienden hacia el desierto. Detrás de una larga playa a lo largo de las aguas turquesas del Mediterráneo, el Estado Egipcio se encuentra bajo fuego casi a diario. La fachada de la estación de policía está llena de agujeros de bala. Militantes Islamistas atacan con rifles automáticos desde la parte posterior de vehículos todoterreno. Rodeados de sacos de arena y alambre de púas, soldados con ametralladoras están ahí para proteger a los policías, que supuestamente llevan a cabo un control permanente de día y de noche en los puntos de toda la ciudad. Poco después de nuestra llegada, un tiroteo sobre vehículos motorizados estalla entre pandillas rivales beduinas. Salvas de fusil. Ruido de
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neumáticos. Rotura de cristales. En la intersección, un perro se retuerce en un charco de su propia sangre. ¿Qué está pasando? "En el Sinaí, no nos hablamos el uno al otro", dice Hamdi Azazy más tarde en su pequeña oficina en una parte posterior de la calle de El Arish. "Solucionamos los problemas con armas de fuego". En el "comando central" de los activistas de derechos humanos, Azazy – de bigote gris, camisa azul y pantalones con pliegues - deja las persianas cerradas día y noche. La puerta está reforzada con barras de acero. La oficina está iluminada por una luz de neón. El ventilador zumba. "En los últimos dos años, hemos encontrado cientos de africanos mutilados en el desierto", Azazy narra y nos señala las fotos de cuerpos en la pantalla de su ordenador: golpeados hasta la muerte, muertos de hambre, quemados. Algunos todavía encadenados entre sí, incluso en la muerte. Cuerpos sin cabeza. Un bebé con su cráneo abierto. Una mujer joven, rociada con gasolina y prendida. "Antes de que ella estuviera muerta", explica Azazy. En la pared cuelga el cartel de su organización: Nueva Fundación para los Derechos Humanos. A los africanos que escapan de los campos de tortura o son puestos en libertad después de pagar su rescate, los activistas locales les proveen alimentos, ropa y medicinas. En la pantalla de su ordenador, Azazy nos muestra imágenes más horribles aún: torsos eviscerados, abiertos con sierra, algunos cosidos con grandes puntadas en el centro o en los laterales. "Los riñones, el hígado, el corazón, los ojos", Azazy nos menciona la lista completa. Supuestamente, el trabajo de los ladrones de órganos. Azazy le mostró las fotos al ex jefe de medicina forense en El Cairo, quien considera los puntos de sutura como "de calidad profesional". Un informe completo de la Unión Europea nos pinta el cuadro de una verdadera industria en el tráfico de órganos en el Sinaí. Un beduino anónimo informó a la agencia de noticias estadounidense CNN, "los médicos en El Cairo me llaman y me dicen, tenemos un paciente privado aquí y necesitamos este u otro órgano. Es como ordenar piezas de repuesto para un automóvil”.
Supuestamente, los médicos viajan a los desiertos del Sinaí en grandes camiones. En tiendas de campaña convertidas en las salas de operaciones, roban órganos de los refugiados africanos. Entonces ponen los órganos en cajas refrigeradas y los traen de vuelta a El Cairo, donde realizan la implantación. Sin embargo, Hamdi Azazy es la única persona que afirma haber visto una de estas clínicas móviles. Él recibe amenazas de muerte casi a diario. Le han disparado dos veces. Cuando su hijo Abdul de once años de edad, estaba tratando de comprar una barra de chocolate en una tienda al otro lado de la calle, fue atropellado por un todoterreno. Azazy está convencido: "Fue un ataque de los traficantes". Su hijo sobrevivió, pero sus manos y piernas están fracturadas. Su rostro siempre llevará una cicatriz. "Sus amenazas sólo me hacen estar más decidido", dice Azazy en el camino hacia el cementerio. Mientras conducimos por edificios en ruinas y los puestos de control de alta seguridad, habla incesantemente sobre su religión, el Islam. "Me prohíbe mirar hacia otro lado cuando otros están sufriendo", nos dice. "No importa si son musulmanes o no". Gente de toda la zona lo llama cuando encuentran los cuerpos de los africanos torturados en el desierto. Azazy los recoge, los lava, los envuelve en una tela blanca y los embalsama según la tradición musulmana. Luego los entierra con sus propias manos. "Más de 500", dice, mientras nos acercamos a las puertas del cementerio, cerca de los límites de la ciudad de El Arish. La fosa común parece un vertedero. "Aquí siete", dice Azazy, caminando sobre sandalias rotas, restos de ropa, botellas de plástico. Mientras camina, lee las marcas que ha grabado en la pared del cementerio. "Aquí cuatro, aquí nueve, aquí un bebé". El acaba de enterrar a las últimas víctimas de la tortura hace dos días. Dos hombres y una mujer joven con los ojos muy abiertos, ojos que ya no podían ser cerrados. Ellos lo han perseguido en sus sueños desde entonces. Foto: Carlos García Granthon 31
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Por la noche, tratamos de llamar al número que Selomón nos había dado en Tel Aviv. Pero el número de su campo de tortura está ocupado durante horas. La historia de Selomón comienza en una mañana fría en diciembre de 2011 en la Universidad de Asmara, capital de Eritrea, donde está a un semestre de obtener un título en ciencias de la computación. La policía irrumpe en medio de una conferencia, y arrestan a varios de sus amigos. Ellos habían escrito un blog en el que habían criticado la falta de libertad de expresión en el país. Eritrea está situada en la costa del Mar Rojo, al norte del Cuerno de África. Hace veinte años, el país obtuvo su independencia de la vecina Etiopía. Desde entonces, Eritrea ha sido controlada por una dictadura brutal. En el Estado de partido único con una estricta economía planificada, los disidentes son torturados y los periodistas encarcelados. Amnistía Internacional ha denunciado el régimen de la opresión sistemática de sus ciudadanos: servicio militar forzado, sin límites para hombres y mujeres, persecución religiosa, ejecuciones. Doscientas cincuenta mil personas han huido de Eritrea en los últimos años. Selomón intenta presentar una petición para la liberación de sus amigos, pero es él quien resulta interrogado y huye a la frontera con el vecino Sudán antes que los matones del gobierno puedan arrestarlo. Él logra llegar hasta el campo de refugiados Shagarab, creyéndose a salvo. En el camino a la tienda de distribución de alimentos, seis hombres armados con AK 47s bajan de una camioneta - todo esto ante los ojos de los soldados sudaneses pagados por las Naciones Unidas para proteger a los refugiados. Los individuos son cazadores de hombres de la Rashaida, una alianza de tribus nómadas. Lo golpearon con las culatas de sus armas y lo tiraron a la plataforma de la camioneta. Así comienza una odisea hacia el norte que duró un mes. Al final, le costaría a la familia de Selomon 30.000 dólares y a él sus dos manos.
Vendido de una banda criminal a otra, fue comprado por una red bien organizada de la frontera con Egipto. Hacinados en un camión con remolque, disfrazado como un camión de reparto de aves de corral, con cerca de 150 eritreos secuestrados, son llevados por el puente del Canal de Suez en la península del Sinaí. El único aire fresco llega a través de ranuras detrás del motor. Para el momento en que los beduinos fuertemente armados abren la puerta trasera del remolque, siete africanos se habían asfixiado, entre ellos dos niños y un bebé. Durante días, hemos estado buscando en El Arish a los 1.000 rehenes africanos que se cree que están sufriendo un destino similar al de Selomón en los campos de tortura de los beduinos. Pero a quien sea que preguntamos acerca de ellos - el gobernador de Sinaí del Norte, el comando militar local, el general de la patrulla fronteriza - las puertas se cierran, las conversaciones telefónicas se interrumpen y las caras amigas se convierten en mascaras pétreas. Es como si estuviéramos buscando fantasmas... En el hospital, sólo encontramos las esposas con las que se escaparon o fueron rescatados y con las que las víctimas de tortura, a menudo gravemente heridos, han sido encadenadas a las camas. "Trasladado a la cárcel", nos informa un médico en una manchada bata blanca, cuando indagamos sobre el paradero de los africanos. "O transportado a El Cairo. Pero si quieren ir a lo seguro, prueben en la morgue”. Si los rehenes sobreviven los campos de tortura y son puestos en libertad, su sufrimiento está lejos de terminar. Muchos vagan en el desierto por días. El gobierno israelí ha construido la mayor parte de los 240 kilómetros de longitud y casi cinco metros de altura, de la cerca de acero que corre desde Eilat, el punto más al norte del Mar Rojo hasta Gaza, a lo largo de la frontera con Egipto. Tiene el propósito de mantener a los refugiados africanos fuera del Sinaí. La designación oficial de Israel para ellos es mistanenim o "intrusos", un término que ha sido 33
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utilizado largamente para los palestinos no deseados y que parece poner a los inmigrantes africanos en el mismo saco que a los terroristas. Los políticos de la derecha los describen como "un cáncer en nuestro cuerpo", y el primer ministro Netanyahu ve el carácter judío de Israel amenazados por ellos. La "Ley de Prevención de la Infiltración", que recientemente se ha hecho más estricta, permite detener a los refugiados africanos hasta por tres años sin juicio, incluyendo a sus hijos. Actualmente, el gobierno israelí tiene construidas cárceles en las que pueden internarse más de 10.000 inmigrantes. "Israel, una nación que a su vez fue fundada por refugiados, está violando la Convención de Ginebra sobre los Refugiados", dice Sigal Rozen desde la organización de derechos humanos; línea abierta para los trabajadores migrantes en Tel Aviv. En el lado egipcio, a los que han sobrevivido a los campos de tortura de los beduinos no les va mejor. En lugar de lidiar con los perpetradores, las autoridades egipcias persiguen a las víctimas. En la valla fronteriza, se corre el riesgo de recibir un disparo. El herido de gravedad sólo recibe la atención más básica, pero con sus grilletes encadenados a las camas. "Así no se escapan", dice el doctor en la bata manchada. "Estas personas son criminales". El que no muestra ningún signo exterior de la tortura, va directamente a las cárceles, donde los africanos son a menudo hacinados por meses en diminutas celdas con una alimentación y agua insuficiente. El gobierno egipcio tampoco permite el acceso a las prisiones a La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, el ACNUR. La razón: consideran a los ex-rehenes de los beduinos como refugiados por motivos económicos, por lo tanto, están de manera ilegal en el país y sin ninguna pretensión de asilo político. Y así, los eritreos son enviados de vuelta a su país. A pesar de que están en peligro de ser Foto: Carlos García Granthon 34
encarcelados y torturados de nuevo o simplemente ejecutados como "traidores", ya que abandonaron el país ilegalmente. "Los egipcios están violando la Convención de Ginebra sobre los Refugiados", dice Mohammed Dairi de la oficina de ACNUR en El Cairo. En El Arish casi hemos perdido la esperanza de poder encontrar a alguno de los africanos, cuando un informante, que desea permanecer en el anonimato, nos contacta. Se nos informa de que en las cárceles de la ciudad, se encuentran detenidos 122 ex-rehenes. Con el fin de llegar a ellos, primero tendríamos que hablar con el jefe de la policía de la provincia de Sinaí del Norte. También queremos preguntarle por qué la autoridad estatal no hace nada para oponerse a los secuestradores y torturadores. El General Sameh Beshady nos extiende una invitación para que lo visitemos en su oficina. El café se sirve con cardamomo. "El general estará a su servicio en cinco minutos", se nos dice. Después de esperar dos horas, se nos informa de que ya no será posible que nos reciba. Al parecer, tenemos que conseguir un permiso especial para poder hacerle las preguntas. Una solicitud, se nos dice, se debe presentar en El Cairo. "El acceso a los detenidos africanos está prohibido", dice el joven oficial que nos escolta fuera de la sede de alta seguridad. "Es una medida de precaución para evitar la mala propaganda". Luego baja la voz. Él nos dice que la visita a las áreas tribales en el desierto, donde se encuentran los campos de tortura, es equivalente al suicidio. Incluso para la policía. "Los beduinos simplemente nos dispararían", susurra. "Yo no pondría un pie por ahí aunque me pagaran un millón de dólares". Nos llevó días hasta que pudimos encontrar a alguien que esté dispuesto a acompañarnos en las áreas tribales. "Si las bandas ven un coche desconocido con blancos en el asiento trasero", explica Abdel, un beduino con una puntiaguda cara de comadreja, "tendríamos dos opciones: ser secuestrados o una bala en la cabeza".
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Entramos en contacto con Adbel a través de los activistas asociados con Hamdy Azazy. El pequeño y nervudo beduino con amplios espacios entre sus amarillos dientes nos llevará a Sheikh Ibrahim Al-Manei. El poderoso líder beduino posee una serie de túneles para contrabandistas que llevan a la Franja de Gaza, cerca de donde se encuentran los campos de tortura. Se dice que su tribu Sawarka tiene una milicia de 1000 hombres fuertemente armados a su disposición. Pasamos por los puestos de control en los límites de la ciudad de El Arish en un taxi beduino y seguimos los senderos del desierto, hacia la frontera israelí. Pastores de cabras, arbustos espinosos, rocas - muchas de las sencillas casas en forma de caja están medio en ruinas. Las mujeres llevan pesados botes de agua del pozo a sus casas. A la sombra de una acacia, los jóvenes pulen sus armas de fuego. "No hay trabajo, no hay dinero, no hay futuro", dice Abdel desde el asiento del pasajero. "No es de extrañar que muchos de nosotros se conviertan en criminales”. La dictadura de Hosni Mubarak fue particularmente despreciable para los beduinos musulmanes conservadores. El procedió con políticas despiadadas e indiscriminadas hacia las tribus, la distribución de sus tierras a sus partidarios y la exclusión de los beduinos en conjunto del sistema político. En el sur de la península - en las mecas turísticas alrededor de Sharm El Sheik - los amigos del gobierno han acumulado fabulosas cantidades de riqueza. El norte, por otro lado, se mantuvo sin desarrollar. El desempleo es alto, la tasa de mortalidad infantil del mismo modo. Hay varios miles de habitantes por cada médico. Más de la mitad de los beduinos no saben leer ni escribir. Como Abdel nos dice, la desoladora situación económica crea un terreno fértil para el desarrollo de la trata de personas. Alrededor de una hora al este de El Arish, vemos las primeras casas de ladrillo de Al Mehdia esparcidas por el desierto. Está a sólo unos pocos kilómetros de la frontera israelí: una concentración de islamistas, bandas de beduinos y los clanes de contrabandistas, armados hasta los dientes.
Después de las primeras casas, aparecen camionetas con ametralladoras montadas. De pie detrás de ellas, los jóvenes beduinos, sus rostros envueltos en paños rojos y blancos, los dedos en el gatillo. Abdel asoma la cabeza por la ventana lo reconocen y lo saludan. "Si usted no pertenece aquí", nos dice, "está muerto". Al Mehdia es considerado uno de los lugares más peligrosos en el Sinaí. Sentado con las piernas cruzadas en el duro piso de cemento el Sheik Ibrahim Al-Manei nos recibe entre las columnas de hormigón visto y el cristal teñido de su sala de recepción. El hombre pequeño pero imponente está más o menos en sus 60 años. Viste una túnica blanca y un pañuelo de cabeza blanca con un cordón negro. Al-Manei está entre los líderes beduinos que se niegan a la trata de seres humanos. Él da cobijo a los africanos que huyen, los alimenta, los viste y les da la atención médica. Él nos dice que el grupo más reciente de ellos lo tuvo hace apenas una semana, los llevó de forma segura a El Cairo, donde los entregó a una organización de ayuda... Con el fin de aislar a los traficantes, se reúne con los jefes de las familias beduinas. Les pide que los torturadores no sean atendidos en sus supermercados, farmacias y talleres de reparación, y que no se les permita casarse con sus hijas. "Algunas de las primeras mujeres están empezando a divorciarse de los traficantes", nos dice triunfalmente Al-Manei. El diminuto vaso de té parece frágil en su poderosa mano. "Vuelvan en un año, y habremos agotado el tráfico de seres humanos desde adentro". Los expertos estiman que más de 10.000 africanos han pasado por los campos de tortura. A un promedio de 30.000 dólares por rescate, los traficantes han obtenido aproximadamente 300 millones de dólares. Si usted está un poco bajo de fondos en este momento, puede canjear a tres rehenes por un Toyota Land Cruiser. Por siete africanos, se puede conseguir un tracto-remolque. ¿Los traficantes realmente van a renunciar a este tipo de beneficios a causa de un poco de presión social? Foto: Carlos García Granthon 35
Fotohólica Nº 07 Ilustración: Carlos García Granthon
"Ellos me colgaron con una
cadena de hierro del techo. Cuatro días, en una cadena, al igual que un animal sacrificado”. 36
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"El dinero sucio se va en cosas sucias", dice AlManei. "Villas, armas, fiestas, prostitución". Innumerables historias circulan en las áreas tribales, en las que los torturadores son castigados con accidentes de tránsito mortales, enfermedades misteriosas y la ruina súbita. "Ellos hacen millones", dice Al-Manei. "Pero Allah exige sus vidas a cambio". Si realmente el jefe de la tribu quiere poner fin a la trata de personas, o si sólo quiere mejorar la mala reputación de los beduinos, sigue sin estar claro. Lo que sí es seguro es que él sabe exactamente dónde están detenidos los africanos. ¿Por qué no levanta en armas a su milicia, irrumpe en los campos de tortura y pone fin a la mutilación, la violación y el asesinato? "Los beduinos no interfieren en los asuntos de otras familias", dice Al-Manei. "Eso llevaría a venganzas familiares y un sinnúmero de muertes". ¿Y el tráfico de órganos? "¡Mierda!" ruge. "El polvo, el calor, la distancia a El Cairo - ¿cómo se supone que funcionaría?" Él no cree que haya clínicas móviles que operan en el desierto, invisibles incluso para los beduinos. Pero los sobrevivientes de los campos de tortura reportan haber visto a un hombre con bata blanca y kit de médico que los secuestradores llevan delante de los rehenes. "Si las familias no pagan, "amenazan", el médico cortará sus riñones". Pero nadie ha visto realmente que se realice un robo de órganos. Tal vez la amenaza es una forma perversa de psico-tortura diseñada para acelerar el pago del rescate. Sin embargo, queda planteada la pregunta: ¿De dónde proceden las fotos de los cuerpos cosidos profesionalmente? El tráfico organizado de órganos en el Sinaí sigue siendo nebuloso. El Sheikh Ibrahim Al-Manei nos ofrece una taza más de té. ¿Quiénes son los responsables de la red de los traficantes? "En casi todas las familias de la zona, hay individuos que están involucrados", dice Al-Manei, evadiendo hábilmente la pregunta, pero él finalmente menciona un nombre: Ouda Abu Ouda de la tribu Jalouf. Hasta hace unos años, Saad era un pastor de cabras. Entonces, de repente, un fantástico palacio con techos en forma de pagoda con valor de millones de dólares se levantó de la arena del desierto.
¿Conocerlo? El jeque casi se ahoga con su té. Bajo ninguna circunstancia iba a mostrarnos dónde vive Ouda Abu Saad. "Primero él te va a torturar con el fin de averiguar quién te envió", nos dice nuestro anfitrión, "después él te enterrará vivo en el desierto". Ni siquiera el poderoso jeque Ibrahim Al-Manei se atrevería a llamar a su puerta. Luego que Selomón, el joven de Eritrea de la cafetería en Tel Aviv, llegara a el Sinaí, es arrastrado fuera de la camioneta de aves de corral y encerrado en un sótano con otros 25 rehenes africanos. Sin luz, sin baño. Durante días, no se le da nada para comer o beber. Sus nuevos propietarios lo golpean hasta que revele el número de teléfono de su hermana en Asmara. Cuando ella responde, se ve obligada a escuchar a su hermano pidiendo ayuda a gritos. A continuación, un chasquido fuerte. Al igual que el sonido de madera podrida quebrándose. Los beduinos utilizan barras de hierro pesado para romper las muñecas de Selomón. Le informan a su hermana: "Treinta mil dólares o lo matamos!" Eritrea es uno de los países más pobres del mundo. La familia de Selomón, simples campesinos, venden su casa y su ganado y envían el rescate a través de Western Union a uno de los intermediarios de los extorsionadores en Israel. Pero la cantidad que han logrado reunir es en absoluto insuficiente para comprar la libertad de Selomón. Y mientras que su hermana está reuniendo el dinero de amigos y familiares, incluso en las comunidades de exiliados eritreos en Europa y en los EE.UU., los secuestradores no dan tregua. Cada vez que contesta el teléfono, oye los gritos de Selomón. Sus verdugos le sujetan los pies con pesadas cadenas que raspan la carne hasta el hueso. En la celda de al lado, los beduinos se alinean todos los días con el fin de violar a las mujeres. Usando el jebe caliente de mangueras del radiador derretidas, les queman los pezones y les introducen a la fuerza barras de hierro en la vagina. Incluso si una de las mujeres muere por sus heridas, ellos no las desatan. Durante días, los sobrevivientes permanecen encadenados a los muertos.
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Por último, cuelgan a Selomón de las manos desde el techo. "En un gancho, como un animal sacrificado". Cuatro días más tarde, cuando lo bajaron, sus miembros se han entumecido. Él nunca más volverá a sentir sus dedos de nuevo.
tortura, porque Dios les prohíbe mirar a otro lado mientras seres humanos indefensos sufren. Y a continuación, el mismo Dios ordena a radicales de ideas afines a inmolarse en una zona altamente frecuentada en Tel Aviv, Nueva York o Londres.
Salimos de Al Mehdia al desierto, hacia la valla fronteriza israelí. "Los campamentos son difíciles de encontrar", dice Abdel, el beduino, que nos ha estado guiando durante días a través de las áreas tribales. "Siempre están siendo trasladados". En cualquiera de las casas de ladrillo de un solo piso por las que pasamos, exactamente en este momento, la historia de Selomón podría estarse repitiendo. "Si en cualquier parte del Oriente Medio, incluso un único europeo es secuestrado", dice Abdel desde el asiento del pasajero, "entonces hay tal protesta a través de todos los medios, que el cielo y la tierra se mueven con el fin de salvar a ese solo rehén - pero para miles de africanos? el mundo mira para otro lado y los deja morir”.
El sol se acerca al horizonte mientras nos acomodamos en una estera en el desierto para tomar el té con un asesino. Se ha requerido un sinnúmero de llamadas telefónicas y todos los poderes de persuasión que Abdel pudo reunir para conseguir que uno de los torturadores hablara con nosotros. El beduino masivo - 40 años de edad, vestido con pantalones cortos – recoge los espacios entre los dedos mientras nos dice que está a punto de dejar de fumar "por miedo a los islamistas". Sea o no cierto esto, no es importante. Queremos saber lo que pasa por la mente de un beduino cuando tortura a un africano hasta la muerte.
Es una amarga ironía que las personas que están procediendo más decididamente en contra de los secuestradores y torturadores son temidos en todo el mundo como terroristas: los islamistas radicales. En el Sinaí, hay varios de esos grupos militantes, entre ellos Jahafil Al Tawhid walJihad, los "ejércitos del Monoteísmo y Jihad", que pertenecen a la red terrorista al-Qaeda. Para los islamistas, la tortura de seres humanos indefensos es haram - un pecado. "Ellos enviaron mensajes de texto a Abu Saniya durante una semana, advirtiéndole que debe detener los abusos y volver a la senda de Dios", dice Abdel sobre un torturador de la tribu Ermilad, conocido por su crueldad. Cuando quedó claro que él no estaba escuchando, hombres enmascarados dispararon contra la Land Cruiser de su hermano. Él murió en cuestión de segundos. "El mensaje es claro", dice Abdel, "si tú no te detienes, tú serás el próximo”. “Un incontable número de secuaces han abandonado a sus jefes”, nos dice, “por temor a la ira de los yihadistas”. No podría ser más paradójico: los militantes islamistas salvan a los inmigrantes de África de la 38
"Nada", dice sonriendo. "Me pagaban con regularidad". ¿Trabajadores asalariados en un campamento de tortura? Un poco más de 160 dólares al mes. El hombre no muestra signos de remordimiento alguno. Él nos dice con calma como si él estuviera discutiendo la cosecha de melocotón - cómo aventaron a las mujeres en las cercas de paja y les prendieron fuego, la forma en que arrancó a un bebé de pecho de su madre, lo ahogaron, y jugaron al fútbol con él, y cómo llenaron un agujero en el suelo con brazas de carbón, pusieron una reja de metal encima y arrojó a sus víctimas en las barras al rojo vivo; “barbacoa africana", dice el hombre mientras toma un sorbo de su té. "Carne Negra". ¿Cómo puede un ser humano hacerle este tipo de cosas a otro? "Aprendemos nuestro negocio en la cárcel", dice el beduino, “en las cámaras de tortura de Mubarak". Muchos de sus compañeros de trabajo han sido, ellos mismos, torturados durante años en las mazmorras del régimen, con los métodos que ahora están practicando en sus rehenes. Los excesos brutales de la trata de seres humanos en el Sinaí: el legado de la dictadura egipcia. La terrible experiencia de Selomón dura ya ocho meses. Para entonces, su hermana ha logrado
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reunir los 30.000 dólares y es capaz de transferir el dinero a intermediarios de los beduinos en Israel. En este punto, Selomón, con un poco más de 40 kilos, ha perdido la mitad de su peso corporal. Ya no es capaz de ponerse de pie y casi no puede hablar. El 26 de junio de 2012, los beduinos lo echan fuera, al desierto y lo llevan cerca de la frontera. Otros eritreos, que son puestos en libertad junto con él, arrastran su cuerpo inconsciente hasta Israel. "¡Déjeme morir!", le suplica al cirujano en el hospital de Tel Aviv. Sus manos están muertas de las articulaciones rotas para adelante. Los médicos amputan la mayor parte de todo: siete operaciones, tres meses en el hospital. Desde su puesta en libertad, Selomón ha vivido en un albergue para refugiados no lejos de Levinsky Park. ¿Su futuro? El joven de Eritrea espera por un trasplante de mano. "Doscientos mil dólares", nos dice en voz baja en la cafetería, mirando sus muñones. Entonces él hace una lista de los países que son líderes en este tipo de cirugía muy complicada: "Estados Unidos, Canadá, Dinamarca, Alemania". Los rehenes africanos en el Sinaí permanecen invisibles para nosotros hasta el final. Y mientras estamos en nuestro camino de vuelta de las zonas tribales a El Arish, de repente todo parece como una metáfora: Debido a que el mundo nunca se encuentra cara a cara con esta gente y porque casi nadie los conoce, sus secuestradores pueden seguir torturándolos sin obstáculos. Antes de dejar las áreas tribales, hacemos una última parada en una granja. Abu, un chico de quince años de edad, con bigote y un haz de heno entre los dientes, nos conduce a través de los árboles de durazno que crecen detrás de la casa cuadrada en el desierto. Una pandilla de niños pequeños viene corriendo y se acomodan en la arena al lado de nosotros. Abu nos dice que él está a dos años de graduarse. ¿Qué quiere ser? ¿Un profesor? ¿Un médico? Él nos dice que conoce a alguien que se graduó primero de su clase: "Y él no puede encontrar trabajo en ningún lugar".
Entonces, ¿qué quiere hacer Abu cuando termine la escuela? "Torturar africanos", dice el joven de repente. No reaccionamos. Tal vez ha oído hablar de que estamos interesados en el tema y quiere impresionarnos. Pero Abu entra en el detalle gráfico, sus ojos se encienden: "martillar clavos al rojo vivo a través de sus manos, verter agua hirviendo sobre ellos" los niños chillan de alegría - "hacer 30.000 dólares de rescate y luego venderlos a 5.000 dólares". Quizás sólo una horrible fantasía infantil. Pero en este momento, eso nos dice más sobre el futuro de la península del norte del Sinaí que las promesas optimistas de Sheikh Al-Manei. ¿Qué nos dijo el torturador sentado en la estera en el desierto? "Si algún día nos quedamos sin negros, vamos a conseguir a nuestros rehenes en El Cairo". Estamos de vuelta en la capital egipcia. Suena el teléfono celular. En la pantalla vemos el número que Selomón nos había dado, el número del campo de tortura en el Sinaí. Tomamos una respiración profunda y contestamos el teléfono. "Mi nombre es Tzega", dice en inglés la desesperada voz de una mujer. "¡Tengo 21 años de edad! Vengo de Eritrea. ¡Quieren 40.000 dólares!". En el fondo escuchamos un sonido metálico. De repente Tzega deja escapar un grito que hiela la sangre. "¡Estoy sangrando! ¡Estoy sangrando!". Llora sin cesar en el teléfono. "¡Ayúdame! ¡Dios mío! ¡Están cortando mis dedos!". Entonces la llamada se corta.
Michael Obert Wrangelstr. 5, D – 10997 Berlin 0175 5288699, michael@obert.de Los nombres de las víctimas han sido cambiados.
Traducido al español por Carlos García Granthon 39
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Cámaras que Registraron la Historia
Mamiya Pistol
El 1° de mayo de 1952, conocido como el “Bloody May Day” (“Día Sangriento de Mayo”), un numeroso grupo de manifestantes tomó la Plaza Pública frente al Palacio Imperial de Tokio, protestando por los términos del tratado de paz de San Francisco firmados recientemente. Los manifestantes irrumpieron en los terrenos del palacio y se produjo un violento choque con la policía que utilizó sus armas de fuego contra la población desarmada. El saldo; dos muertos y más de 740 heridos. Algunos agentes de la policía que trataban de tomar fotos de los manifestantes, con cámaras convencionales, en medio de la acción no podían ver más que lo que se mostraba en el visor de éstas y fueron brutalmente golpeados por la multitud que se les acercaba por los flancos. La policía encargó entonces el diseño y la fabricación de una cámara, con forma de pistola, que permitiera al agente apuntar y fotografiar a los vándalos sin descuidar lo
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que sucedía a su alrededor. Dos fabricantes presentaron sus prototipos; la Doryu 2- 16 y la Mamiya Pistol, siendo este último diseño el que ganó la buena pro. La Mamiya, más simple de usar, tomaba fotos de medio formato en rollo de 35mm. Se fabricaron 250 unidades y entraron en servicio el 1° de mayo de 1954, si bien no fueron muy populares y no se usaron por
mucho tiempo, en agosto de ese mismo año ya había una en cada prefectura de Tokio. Hoy en día un ejemplar en buenas condiciones puede pasar fácilmente los US$16,000 entre coleccionistas.
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Fotohólica Nº 07 Febrero 2014 Lima, Perú Todos los derechos reservados Contacto: Limafreelance@hotmail.com http://issuu.com/limafreelance
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