Parabolas y naufragios de Robinson Crusoe por Juan Pimentel

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Parábolas y naufragios de

Robinson Crusoe Juan Pimentel

COLECCIÓN: CH #4. CUADERNOS DE HORIZONTES Serie:Azimut

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Título de esta edición: Parábolas y naufragios de Robinson Crusoe © de esta edición LA LÍNEA DEL HORIZONTE Ediciones, 2014 www.lalineadelhorizonte.com / info@lalineadelhorizonte.com Tel: +00 34 912940024 © del texto: Juan Pimentel © del diseño de portada y colección: Víctor Montalbán/Montalbán Estudio Gráfico © de la imagen de portada: USFWS, Pacific Region, Flickr © de la maquetación digital: Valentín Pérez Venzalá ISBN epub: 978-84-15958-12-3 IBIC: WTLC (Literatura de viajes clásicos); DNF (Ensayos literarios); DSB (Estudios literarios); FJ (Aventura)

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

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Parábolas y naufragios de Robinson Crusoe Juan Pimentel

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Índice ÍNDICE SOBRE ESTE LIBRO Introducción El ventrílocuo y la nueva ciencia El sacrilegio náutico El nuevo Adán Distopía e ironía Una historia falsificada NOTA DEL AUTOR NOTAS SOBRE EL AUTOR SOBRE ROBINSON CRUSOE DE DANIEL DEFOE SOBRE LA COLECCIÓN

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SOBRE ESTE LIBRO Como alegoría, como metáfora del viaje, el naufragio y la supervivencia, el relato que Daniel Defoe construyó alrededor de la figura de Robinson Crusoe ha alcanzado la categoría de mito. Es el náufrago que siempre regresa a nuestra memoria legitimado en su fuerza simbólica por su extraordinario esfuerzo afrontado en soledad y por el desafío a la supervivencia en un entorno aislado y radical. La peripecia vital de Robinson es un referente deontológico desde el cual analizar, aún hoy, la naturaleza y el destino de la sociedad. Sigue siendo, por ello, un mito revisitado de una y mil maneras; a veces desde la literatura, empezando por el propio Defoe que escribió nuevas versiones, o los relatos de Julio Cortázar, J. M. Coetzee o Michel Tournier; otras desde la economía, o hasta de los estudios postcoloniales, Robinson Crusoe siempre aporta nuevos mensajes lanzados a la inmensidad del mar. Juan Pimentel desgrana en este breve pero atractivo ensayo, algunas de las analogías que su figura literaria hace planear sobre la literatura, y la literatura de viajes en particular, relacionándola con la ciencia y su proyección sobre nuestro mundo actual, a la vez que revisita las aportaciones con las que escritores como Coetzee y Cortázar han contribuido a la mitología robinsoniana.

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Introducción Como otros héroes de las letras, Robinson Crusoe es un personaje tan escrito como leído. La fascinación por él arranca en la crítica del siglo XVIII (Samuel Johnson), surca la poesía romántica (Coleridge, Wordsworth, Poe) y llega desde James Joyce y Virginia Woolf hasta nuestros días. Recrearlo y comentarlo ha sido una práctica común. Una práctica iniciada por el propio Daniel Defoe que, en poco menos de un año, lanzó sus dos primeras secuelas: las Nuevas aventuras de Robinson Crusoe (1719) y las Serias reflexiones a lo largo de la vida y las extrañas y sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe (1720). Su reinado se prolonga desde entonces. Fascinó a los padres de la economía clásica y gobernó la juventud victoriana. Sirvió a las tesis weberianas sobre el ascetismo laico y la ética protestante; hoy acapara el interés de los estudios postcoloniales. En los años setenta, Julio Cortázar escribió Adiós, Robinson, un guión radiofónico que recreaba el improbable regreso de Robinson a su isla cientos de años después. Y luego, en los ochenta, el Nobel sudafricano, J.M. Coetzee, publicó Foe, la enésima recreación del mito.[1] Sin duda, Robinson es el náufrago que siempre regresa. ¿Qué hay detrás de esta historia que ha cautivado a generaciones de lectores, ensayistas y escritores? ¿Cuál es la relación entre esta primera novela, la literatura de viajes y la 8


ciencia? Pero, también, ¿qué nos dice o nos puede decir sobre nuestro mundo actual y sobre las formas con que hemos llegado a convertir aquel mundo prehistórico de distancias insalvables e islas desiertas en este otro, globalizado, hiperconectado y masificado? ¿Quién es en realidad Robinson Crusoe? ¿Por qué le seguimos contemplando con la misma expresión de extrañeza, con la misma desolación con que nos miramos unos a otros en los vagones del metro, en los ascensores, o incluso a nosotros mismos, frente al espejo? Ensayemos algunas respuestas. Primero comentaremos algún aspecto sobre su autor y el significado de la novela en el contexto de la ciencia y los viajes de su tiempo. Después diremos algo sobre esas dos recreaciones de Cortázar y Coetzee para extraer algunas lecturas actuales de la novela. Se trata de interrogarle a Robinson, una tarea incómoda, la verdad, pues Robinson es un personaje esquivo, un tipo bastante taciturno. De natural discreto, su parquedad es proverbial. Nada extraño. Ya lo advierte la novela: es un hombre condenado al silencio.

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El ventrílocuo y la nueva ciencia Más escondido incluso que el propio Robinson, permanece Daniel Defoe (1660-1731). Es el clásico ejemplo de autor eclipsado por su personaje. Defoe es un suplantador, un falsificador, como señaló Coetzee, un ventrílocuo.[2] La novela es una autobiografía fingida, cuyo verdadero autor se refugia tras su creación, oculto, a salvo en su peculiar isla del anonimato y la ficción. Hijo de un comerciante puritano, Defoe se formó durante diez años en una academia disidente en los alrededores de Londres, una institución dirigida por Charles Morton, un personaje que acabó emigrando a las colonias americanas, donde fue uno de los fundadores de Harvard. Pues bien, Morton se había educado en el Wadham College de Oxford, el embrión de la Royal Society. Allí Morton había coincidido con Robert Boyle, William Petty, John Wilkins, Robert Hooke y Christopher Wren, todos ellos figuras prominentes en distintos campos de la nueva ciencia y las prácticas experimentales. En la academia había un laboratorio con bombas de aire, termómetros e instrumentos matemáticos. Desde muy joven, Defoe fue adiestrado en las formas de representación de la ciencia experimental. Esto es visible en muchos aspectos de su obra. En su predilección por retratar el mundo de los artesanos, los 10


humildes héroes de la primera industrialización y la nueva ciencia. En su canto a la transformación de la naturaleza, a las artes y el comercio. En la propia noción de crédito, uno de esos términos que atraviesa todo el pensamiento moderno (y sus crisis, podríamos añadir en los tiempos que corren). El crédito y la confianza son básicos no sólo en el mundo de la banca (y en el de la piratería: que se lo digan a Bernard Madoff); también lo son en la representación de hechos ficticios o naturales. Es la confusión entre lo uno y lo otro, el juego de la primera persona fingida, la autopresentación de la novela como un relato histórico, lo que alimenta desde su primera página Robinson Crusoe. Defoe emplea las mismas técnicas narrativas que los pioneros del lenguaje experimental. La novela moderna y la ciencia moderna nacen de la mano. Se trata de una nueva epistemología realista. Nos referimos a las grandes reformas del lenguaje y el conocimiento que estaban teniendo lugar en esas fechas, cuyo exponente más conocido quizás sea el Ensayo del Entendimiento humano de John Locke, pero visible en muchos campos.[3] Hay una depuración de la prosa, una cruzada antirretórica, antiescolástica (nullius in verba, rezaba el lema de la Royal Society), la búsqueda del lenguaje perfecto —como quería Umberto Eco—. Ese lenguaje adámico debía ser el de los artesanos, los matemáticos y los navegantes. Desde entonces, tanto en la novela como en el relato experimental, la sencillez, el 11


testimonio directo, el relato desapasionado, la ficción de la transparencia, la minuciosidad de los detalles y el concurso de los sentidos —entre otros muchos recursos— garantizan la credibilidad de lo que se describe y narra. El lenguaje que proponía Robert Boyle como modelo de escritura científica debía ser modesto, funcional, aséptico: “Como un diamante, tan claro como perfectamente sólido”.

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NOTA DEL AUTOR Una versión de este trabajo, más académica y centrada en el siglo XVIII, aunque desprovista de las lecturas de Cortázar y Coetzee, constituyó el capítulo 7 de nuestro libro Juan Pimentel, Testigos del mundo. Ciencia, literatura y viajes en la Ilustración, Madrid: Marcial Pons, 2003, pp. 251-290. El presente texto procede de una conferencia en La Residencia de Estudiantes, a la que fui invitado por la Fundación de Ciencias de la Salud en 2009, que lo incluyó en una publicación conjunta de difícil localización hoy día. Agradezco a Pilar Rubio Remiro su interés por rescatarlo.

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NOTAS [1] Hemos manejado las siguientes versiones: Daniel Defoe (ed. Fernando Galván), Robinson Crusoe, Madrid: Cátedra, 2000; Julio Cortázar, Adiós, Robinson y otras piezas breves, Madrid: Alfaguara, 1995, pp. 147-170; John Maxwell Coetzee, Foe, Barcelona: Mondadori, 2004. [2] J. M. Coetzee , Costas extrañas. Ensayos, 1986-1999, Barcelona: Debate, pp. 30-36. [3] De todo ello nos ocupamos en un capítulo de Juan Pimentel, Testigos del mundo. Ciencia, literatura y viajes en la Ilustración, Madrid: Marcial Pons, 2003. Y antes que nosotros, también Ilse Vickers, Defoe and the New Sciences, Cambridge: Cambridge University Press, 1996. [4] Hans Blumenberg, Naufragio con espectador, Madrid: Antonio Machado, 1995. [5] Marthe Robert, Novela de los orígenes y orígenes de la novela, Madrid: Taurus, 1973, p. 113. En este estudio, ya clásico, sobre la novela moderna desde el psicoanálisis, la autora identificó a Robinson con un rebelde edípico por desafío. Su desobediencia no tiene justificación ni motivo. Robert también lo identificó con Adán y subrayó la importancia del mar, “elemento esencial de esta odisea sin combate ni retorno”. [6] Max Horkheimer y Theodor W. Adorno, Dialéctica de la Ilustración: fragmentos filosóficos, Madrid: Trotta, 1994. [7] Cortázar, Adiós, Robinson, p. 158. [8] Fernando Pessoa, Libro del desasosiego, Barcelona: Seix Barral, 1997, p. 345. [9] Adiós, Robinson, p. 170. [10] J. M. Coetzee, Foe, Barcelona: Mondadori, 2004.

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[10] J. M. Coetzee, Foe, Barcelona: Mondadori, 2004. [11] Julián Jiménez Heffernan, en un artículo en el ABC Cultural (8/05/2004), titulado precisamente “La corrupción de los nombres”, ya señaló la importancia del juego éste nominal: Defoe/Foe, Crusoe/Cruso, Burton/Barton, marcas de la falsificación/alteración de las cosas (y de la propia historia). [12] Foe, p. 117.

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SOBRE EL AUTOR Juan Pimentel es historiador de la ciencia en el Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), de Madrid. Ha sido Visiting Scholar en Cambridge, y desde 2004 es secretario del consejo editorial de Marcial Pons Historia. Autor de numerosos artículos de investigación y varios libros, entre los cuales figuran La física de la Monarquía. Alejandro Malaspina 1754-1810 (Doce Calles, 1998); Viajeros científicos (2001); Testigos del mundo. Ciencia, literatura y viajes en la Ilustración (Marcial Pons, 2003); El Rinoceronte y el Megaterio (2010). Ha editado y traducido a Simon Schaffer, Trabajos de cristal. Ensayos de historia de la ciencia (Marcial Pons, 2011). Con Antonio Lafuente ha editado Momentos y lugares de la ciencia española (http://digital.csic.es/handle/10261/63686 2013). También es autor de un libro de relatos, Corazones sagrados (La Discreta, 2007).

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SOBRE ROBINSON CRUSOE DE DANIEL DEFOE Daniel Defoe (Hacia 1660-1731) fue un escritor, político, comerciante y periodista inglés, al que se considera el padre de la novela como género. Su propia vida fue azarosa y novelesca como pocas. Publicó su Robinson Crusoe en 1719, si bien su título original era algo más largo: La vida e increíbles aventuras de Robinson Crusoe, de York, marinero, quien vivió veintiocho años completamente solo en una isla deshabitada en las costas de América, cerca de la desembocadura del gran río Orinoco; habiendo sido arrastrado a la orilla tras un naufragio, en el cual todos los hombres murieron menos él. Con una explicación de cómo al final fue insólitamente liberado por piratas. Escrito por él mismo. La novela narra la aventura de un naufragio y las peripecias de su personaje en una isla desierta en la que ha de luchar para sobrevivir. Parece que fue inspirada en la historia real de dos marineros de la época, la del escocés Alexander Selkirk y la del español Pedro Serrano. El mismo año, 1719, publicó Nuevas aventuras de Robinson Crusoe y diez años más tarde, Serias reflexiones a lo largo de la vida y las extrañas y sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe. La primera de 30


SOBRE LA COLECCIÓN CUADERNOS DE HORIZONTES. Serie: Azimut. Textos, narraciones y ensayos breves en formato portátil. Lecturas nómadas para llevar siempre contigo. Puedes ver otros títulos de colección AQUÍ

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