Año 1 | #4 | Abril / Mayo 2011
Miradas que cuentan “Para lograr lo que quiero, tengo que seguir superándome” Charla con Claudio “Pumita” Olmedo
Por la esencia Por Lic. Marina Eguren
Abril / Mayo de 2011
Página 3
Índice
Lugares
Editorial: Lugares por Patricia Bargero
3
“Para lograr lo que quiero tengo que seguir superándome”: charla con Claudio Olmedo
5
Por la esencia
12
La gloriosa noche del 25 de marzo de 2011 por Pedro Satragno
13
Malvinas… esas dos espinas enclavadas en los mares del sur que miran desencontradas por María Emilia de la Iglesia
14
Una historia para contar: a solas con Ruben Leyton por Lucy Gutiérrez Giraudo
15
Las Malvinas y mi trinchera
19
Villegas Cine: tres minutos con Gonzalo Tobal
21
El “Pumita” en las escuelas
22
La importancia del control de peso en los boxeadores profesionales: charla con Valeria Pennacino
23
Muro de invenciones: Rubín “Huracán” Carter. 1ª parte
24
Diario de una estudiante recién llegada a Buenos Aires
26
por Ariel Quiñones por Marina Eguren
por Kaíto Valdebenito
por Sofía Pontiggia
por Cecilia Gonella
por Valeria de los Ángeles Lascuraíñ
por Albertina Peralta Moreno
SI DESEA PUBLICITAR...
Tel: (03388) – 15670351 / 42-0327 E-mail: entrelascuerdas.revista@gmail.com San Martín Nº 492 - General Villegas - Bs. As.
DATOS IMPORTANTES
Tirada: 400 ejemplares.. Frecuencia: mensual, en lo posible . Valor: $10, de los cuales $9 son para los chicos de la Escuela de Box que venden la revista.
Editorial
¿En qué lugar estábamos cuando supimos del desembarco en Malvinas? Ante noticias demasiado conmovedoras, con el correr del tiempo, construimos un recuerdo del que forman parte: esos hechos, el lugar en el que estábamos y qué estábamos haciendo. En este número de Entre las cuerdas compartimos el testimonio de Rubén Leyton y Kaíto Valdebenito, que se encontraban en un lugar diferente al de la mayoría de nosotros. En las islas o en el continente, ellos estuvieron involucrados en esa guerra que nosotros escuchamos como noticia desde lugares más cómodos. Sin embargo, no es acerca de los espacios físicos de lo que queremos hablar aquí.
Esos otros lugares…
El lugar que nos dan. El lugar que nos toca. El lugar que construimos en el espacio que nos toca. De algunas de esas cosas hablan Rubén y Kaíto. De algunas de estas cosas hablamos con Claudio Olmedo cuando nos reunimos para tener la larga charla que podrán disfrutar aquí. El lugar que mencionaba Claudio fue cambiando a lo largo de la tarde: el lugar en la familia, en la escuela, ante el grupo de compañeros, su lugar en el ring, en la comunidad, frente a su hija. El lugar que fuimos desmenuzando nunca fue un lugar físico determinado; fue un espacio subjetivo, emocional. El lugar en el que se encontraba respecto de los demás. El lugar que sigue construyéndose a sí mismo. Claudio contó, entre otras cosas, que era muy tímido. Generalmente, en la escuela los tímidos sufren los maltratos de los más osados y ese, veía Claudio, era el lugar que parecía tocarle. Como no sabía qué hacer con su timidez, se doblaba sobre el banco y se ponía a dibujar. Pronto descubrió que no lo hacía mal, y que sus dibujos lo ponían en un lugar diferente; porque los chicos que se acercaban a “bardearlo” terminaban haciendo una rueda a su alrededor para ver el resultado final. Coincidentemente, durante los días previos al encuentro, mientras buscábamos los temas del mes, Ariel había hablado de sus alumnos. De los alumnos que, en las horas de clase, se aíslan concentrados en los dibujos que hacen en sus carpetas. Son dibujos que merecen un espacio en la revista, y que desde el próximo número empezarán a formar parte de ella. Ahora bien ¿qué tienen que ver esos dibujos con la guerra de Malvinas? Rubén Leyton habla por primera vez de su experiencia en aquel lugar. Eligió como interlocutora a Lucy, una poetisa de 15 años. Como si quisiera reconvertir todo aquel horror en una pieza poética. En algún punto Rubén hizo lo que en otra medida también hicieron Claudio y los alumnos de Ariel con sus dibujos. No se aisló. No quedó encerrado, mudo, en su dolor. Como aquellos chicos no lo quedaron en la timidez o el aislamiento al que a veces condena el sistema escolar. Hicieron algo. Dieron a luz. Crearon. Reconvirtieron el lugar al que habían sido condenados. Creemos en eso. En que todo espacio se puede transformar. Que no hay silencio u horror que no pueda modificarse, reelaborarse, transmutar en otra cosa. Generar algo capaz de trascender. Transformar a quien lo hace. Modificar a otros. Patricia Bargero
Pรกgina 4
Abril / Mayo de 2011
Abril / Mayo de 2011
Página 5
NOTA DE TAPA
Diseño
“Para lograr lo que quiero, tengo que seguir superándome”
Lucas Jaymez - Algo Amarillo
Charla con Claudio “Pumita” Olmedo
STAFF Consejo Directivo Pedro Satragno Ariel Quiñones Patricia Bargero
Por Ariel Quiñones
Fotografía Germán Garat Marcos Salega María Cecilia Gonella Sofía Pontiggia
Ilustraciones Albertina Peralta Moreno
Textos Albertina Peralta Moreno Ariel Quiñones María Cecilia Gonella María Emilia de la Iglesia Patricia Bargero Pedro Satragno Valeria Lascuraíñ
Cultura Marianela Arfenoni Sofía Pontiggia
Colaboraciones Kaíto Valdebenito Lucy Gutiérrez Giraudo Marina Eguren
Lugar de venta fijo: Club Sportivo, San Martín 350, General Villegas. Ante los pedidos de un lugar fijo donde comprar la revista Gonzalo Villalba se sumó.Vende la revista en la cantina y colabora con los chicos.
Impresión: Lorenzo Benedetto España 472 - Rufino - Santa Fe. (03382) 42-1035
Recuperó su corona y le agregó un título más, hizo vibrar el cemento impecable del salón de Bomberos Voluntarios despertando una euforia popular pocas veces vista por estos pagos, se llevó dos tapas de nuestras tres primeras revistas, pero ahora nos toca escucharlo. Señoras y señores: Claudio Olmedo, en sus palabras, para todos ustedes… ¿Te gustan las notas? Digo, esa cosa de los medios cerca: ¿va con tu estilo?
No… No sé, yo creo que no soy de muchas notas en los medios. No es que me dé vergüenza ni nada, es mi forma de ser, que no va por ahí…
Pero con el público te manejás, pareciera que lo disfrutás mucho… Claro… Todos tienen una forma diferente de llamar la atención. A mí me gusta vivir esa relación con la gente ahí,
el espectáculo. Pero es ese momento y listo. Yo no voy a ir, como algunos, a cualquier lado a golpear una mesa, así nomás, para que me miren y les llame la atención. Prefiero esa cosa de misterio. Yo voy, me siento y, qué sé yo, soy así como soy, en cualquier parte. La idea mía es llamar la atención por algo que no conocen de mí, por provocar una intriga permanente. Yo sé que hay otros que, por ahí, hacen alboroto para llamar la atención; o que hablan con todo el mundo, se sacan fotos todo el tiempo, se hacen algún peinado raro. No sé si son más hábiles para llamar la atención, a mí eso no…, no es lo que sale de mí.
Qué bueno eso, sos más observador…
Claro, yo trato de mirar así y veo cuando es el momento que puedo meter un bocado, tranquilo.
¿Sentís que aprendés de lo que te va pasando?
Un poco eso, claro, la idea es esa… y hace bien. Es lo que me hace seguir boxeando. Por ejemplo: la presión, que
Página 6
me esté yendo bien; me encanta que pase todo eso, me gusta aprender con todo lo que va pasando.
Y esa presión: ¿puede volverse en contra a veces? Digo, la derrota en el Luna Park por ejemplo… Después de esa pelea me sentí mal, pero…
¿Sentiste que la gente se volvió más crítica en ese momento?
Hubo gente que habló mal, sí, pero eran dos o tres gatos locos que los conocen todos, y que todos saben que son así. Yo me sentí mal porque perdí, eso solo era, que perdí. Cuando yo gano, gano yo. Entreno y trato de que me vaya bien siempre, pero no por la gente, lo hago por mí, por mí mismo; y junto con los que me guían. Para mí es buscar la superación a través de una meta que me pongo. Superarme día a día. No puedo pensar más que en eso, imaginate que si no es imposible, qué sé yo, cómo te concentrás.
Abril / Mayo de 2011
por qué había perdido. Y a eso llegás porque pensás, consciente. Yo, por ahí, con todo esto anduve buscando una mejor forma de vida. Siempre está todo en la cabeza. Cuando arranqué con todo era: ¿hasta dónde puedo llegar, eh?; pero pensando en dedicarme verdaderamente. Entonces me dije: ¿hasta dónde puedo llegar con todo esto? Y eso te lleva a la superación, siempre con la misma fuerza, como cuando recién arranqué. Vas sintiendo que cada vez podés llegar más lejos, es una fuerza que te lleva a autosuperarte y a saber que podés llegar siempre un poco más lejos.
Vos me contaste que esa caída (la pelea anterior con Paz en el Luna Park) al fin de cuentas, te hizo bien
No claro, pero la experiencia de perder y pensar en cómo pasó ¿sirvieron?
¿Hay una conciencia en ese trabajo de superación?
Sí… Mirá, después de esa pelea que perdí…. A ver; primero tuve una semana mala. Me sentía mal porque…, viste, no por haber perdido, no era eso, sino mal conmigo, mal por saber bien
Me llama la atención lo claro que tenés eso de observar, aprender y apuntar todo a tu propia autosuperación; es profunda esa pelea con vos mismo para sacar siempre lo máximo… Es que…, sin darme cuenta le di tan duro al boxeo, y lo disfruté tanto. Y cuando vos disfrutás eso siempre te deja algo, una enseñanza. Entonces yo ya desde amateur descubrí mucho a través del boxeo. Me enseñó tantas cosas, casi sin darme cuenta… Bueno, cuando realmente me decidí, cuando realmente me quise poner entero y proponerme cosas en serio; me di cuenta de que sabía muchas más cosas de lo que suponía. Me di cuenta de que había aprendido muchas cosas en el camino y que estaban todas ahí, para dedicarme de lleno, para llegar a algo lo más cercano a triunfar, a poder triunfar, y sobre todo para conseguir lo que quiero para mi hija.
¿Cómo te recordás de chico?
Me hizo bien, o sea… Sí, me hizo bien darme cuenta, pero no tiene que ver con lo de la gente….
Sí, lo que pasa es que quiero aclarar que a mí la gente no me afecta en nada. No es que quiero ponerme a hablar mal de la gente, al contrario, está bueno todo eso, pero ni cuando gano ni cuando pierdo la gente influye en lo que hago. Me encanta cuando gano que la gente esté, está buenísimo y disfrutémoslo, pero no influye, no tiene que influir… Para lograr lo que yo quiero lograr tengo que pensar en entrenar y superarme, siempre.
yendo muy bien en el boxeo porque me gusta aprender, con esa idea crezco. También quiero lo mejor para mi hija, eso también me dá la fuerza. Quisiera poder darle todo lo mejor a ella, pero no solamente lo material.
Entonces la pelea más importante es con vos mismo…
Sí, eso es verdad. Con todas las cosas que encares en la vida creo que es así. Para superarte no tenés que tener a alguien enfrente, tenés que superarte dentro de vos mismo, enfrentarte y exigirte siempre más. Y el día que sepa hasta dónde puedo llegar, que sienta el límite…, capaz que ahí dejo el boxeo.
El tema es no sentir un techo
Claro, mientras no vea un techo sigo buscando superarme. A mí me encanta aprender con todo. Yo creo que me está
Bueno, en la escuela era un chico muy tranquilo. Era una cosa también, muy poco social, no me relacionaba con casi nada. Yo pienso que mis problemas venían de mi casa, y entonces iba a la escuela llevando todo eso ¿no? No me llevaba muy bien con nadie, no participaba de nada, vivía en mi propio mundo. Ahora que pienso había varios en la escuela como yo. Y bueno, después estaban todos esos chicos, digamos, más vivos, más rápidos; que eran más y se juntaban. Esos agarraban a pibes como yo y los molestaban, los gastaban con todas esas boludeces.
Ese maltrato típico de los que son más sueltos ¿no?
Sí, maltrataban un poco a los tímidos. Pero a mí no me afectaba, no me importaba tanto lo que dijeran. Era diferente, nada, y por ahí los pibes se acercaban para ver qué hacía. Yo dibujaba mucho y se acercaban a mirar lo que estaba dibujando, entonces algunos se quedaban viendo y ahí no jodían tanto.
Abril / Mayo de 2011
O sea que te empezaron a respetar por verte concentrado en algo…
Claro, por ahí, por ese lugar entraba yo en el grupo. O sea, yo no me interesaba en nada del grupo que mandaba, pero así, sin dar bola, me metía un poco. En todos los salones estaban los que hacían buenos dibujos. Yo no terminé la escuela (secundaria) pero tampoco repetí. Me llevaba materias, pero no era un burro. Mi problema era ese que te dije: que era poco social. Yo creo que vivía en otro mundo, y en ese mundo me encantaba dibujar.
Hablando de esa faceta artística tuya: ¿con la ropa para boxear metés mano?
Sí, también, me la diseño toda yo. Estoy pensando ahora en el próximo pantalón, la próxima bata y todo eso. Cuando llega el momento voy a ver a mi tía y me lo hace justo como quiero. Lo mismo con la música, también elijo la música para entrar.
¿Cómo componés el tema de los colores o las combinaciones?
Viste que arranco con el color del Club Sportivo Villegas, yo uso esos colores. Es así porque se fue dando y nunca más cambié los colores, siento que ya son colores que me caracterizan un poco. Guarda, si fuera por mí capaz que cambiaría el color, había veces que preguntaba si me podía hacer un pantalón rosa, un pantalón verde. Ja!, una vez vi una tela con flores, toda colorinche así, y me lo quería hacer con esa tela… Pero claro, hay que ir viendo la personalidad y el estilo que es uno. El amarillo y negro pega bastante bien con la idea de Puma. Un Puma con un pantalón todo floreado…, ja!, capaz que no pega mucho ¿no?
O sea que queda todo medio en casa, artesanal, nada de grandes nombres de Bs. As. Mi tía es modista ¿viste?, y…siempre desde que arranqué, siempre me hizo todo. Mirá, desde el primer pantalón de boxeo amateur. Y también les hace a muchos pibes de la escuelita de boxeo.
¿Qué pasó cuando empezaste con el boxeo? ¿qué cosas cam-
Página 7
biaron?
Muy rápido empecé a sentir algo de la gente, de la gente de afuera de mi vida, que mucho no me conocía. Cualquiera que iba por la calle por ahí me alentaba; y esto que te digo fue cuando apenas arranqué con el boxeo. No solamente de la escuelita sino, por ahí, gente que me había visto las primeras veces, acá en Villegas. La gente de la calle vio que yo podía y yo sentí eso: que le gustó lo que vio de mí y que sintió que podía andar bien. Era como un aliento en la calle, como que les caí bien desde un principio; y eso me empezó a despertar algo muy bueno. Qué bueno, pensaba, estoy haciendo las cosas bien, entonces debo tener un poquito de talento con esto. Pero eso que sentía no pasaba con mi familia, no lo compartía ahí. Por ahí la cosa venía más de: qué vago de mierda, no querés trabajar, o que por culpa del boxeo no quería estudiar; me tiraban abajo…
¿Cómo fue que empezaste con esta historia de boxear?
Arranqué ni bien empezó la escuela del gimnasio. Apenas arrancó, empecé yo. Soy de la primera camada, y en esa época tendría 16 o 17 años. Hoy no queda ninguno de los chicos de esos comienzos, soy el único. El último que quedaba conmigo era Marcelo “bum bum” Lucero, pero ya no, ahora son todos chicos más nuevos.
¿Se fue dando de a poco o…?
Sí, fue de a poco, no es que enseguida empecé a pensarlo como lo pienso hoy. Lo hacía porque me gustaba, me gustaba ir y estar ahí. No sé si el deporte o más bien el espacio, el lugar con ese ambiente.
La onda…
Sí, en realidad siempre fue eso lo importante. Hasta el día de hoy la esencia del gimnasio es esa: el grupo, las relaciones, el ambiente. A cada chico que va no se le enseña a boxear enseguida, primero que conozca y se integre al grupo, que aprenda a compartir todo eso antes de boxear.
Entonces eso que viste ahí te gustó, esa forma de estar era diferente a otros clubes ¿no?
Claro, cuando era chico a mí me en-
cantaba el fútbol. Fui arquero, fui todo, el tema era jugar, qué sé yo, era chico… Yo no sé si era bueno o era malo, ni sé si tendría alguna vez futuro o algo con eso. Pero me gustaba y quería entrar en alguno de los clubes. Y bueno, éramos muy pobres, así que la cuota nunca la pudimos pagar. Había veces que tenía un solo par de zapatillas y no podía ir a jugar fútbol y después a la escuela con un solo par. Cuando iba por fútbol se notaba una diferencia con los chicos que ya estaban hacía un tiempo. Vos tenías que luchar para que te pongan en algún partido, tenías que competir contra esos pibes, ¿entendés? En cambio acá en el gimnasio es diferente, no tenés que competir con nada. Acá a cada chico que viene no le pedimos que demuestre lo que sabe ni le decimos: ¿haber cómo pegas de fuerte?, ¿haber si sos bueno? No, nada. Vienen y se suman como estén. Entonces, cuando arranqué, a mí me gustó eso. El ambiente del lugar. Pero de a poco, yo no me daba cuenta que estaba empezando algo que iba a ser tan importante en mi vida. En mi cabeza tenía otras cosas en ese momento ¿no? Qué sé yo, mujeres, joda, todas esas cosas…
¿Pensabas en el boxeo para conseguir más popularidad con las chicas?
No, no. Hoy capaz que sea diferente, pero en esa época la escuela de boxeo todavía no te daba esa fama. Mucho menos si lo conocían a Kaíto, no le daban ni dos pesos como entrenador, pobre (ja, ja). Pero una cosa: si con las mujeres no funcionaba todavía, con los chicos sí. Quiero decir: todos, todos te querían cagar a trompadas. A mí me pasaba eso. Enseguida me querían probar o buscar algo para provocarme.
¿La cosa era sacarse las ganas de pelear entonces?
Sí, eran chicos que empezaban para cruzarse. Todos se querían probar con alguno ahí, pasaba todo el tiempo, ahora ya no. Me acuerdo que por ahí iban chicos que se presentaban y le decían a Kaíto: “che acá tenemos un problema con ellos, nos quisieron cagar a palos”. Entonces Kaíto les ponía los guantes, se subían al ring, y se cagaban a palos. Por ahí algunos de los vagos se iban pero alguno quedaba ahí y al otro
Página 8
día iba a entrenar, se entusiasmaba y entraba en el grupo. Entonces después capaz que le tocaba ser referí de otros vagos que venían con algo por el estilo. Sí, pasaba mucho eso, y se disfrutaba, algo estaba empezando.
Qué bueno eso, los comienzos son más artesanales, más salvajes
Sí, más salvaje, más inocente. Por ahí no me daba cuenta pero lo estaba disfrutando; y las cosas que pasaban eran más fuertes. Después fue pasando el tiempo y empecé a sobresalir un poco, yo no me daba cuenta pero Kaíto sí. Claro, yo no pensaba mucho, no me fijaba tanto si aprendía bien o más o menos; el tema era que yo lo disfrutaba.
Alguna vez me dijeron que desde un principio fuiste muy prolijo en el aprendizaje y muy disciplinado con el sistema de entrenamiento; y que por eso a veces a Kaíto le costaba darte indicaciones Hay una anécdota muy linda. Cuando arranqué, hice mi primera pelea recién a los 8 meses, creo que debo ser uno de los que más tardó en debutar. Pero bueno, yo iba a entrenar y punto, todavía no sabía bien si pensaba en pelear en serio o no. Y él (Kaíto) se daba cuenta de esas cosas, que yo iba porque me gustaba, porque me sentía bien. Pero bueno, en un momento de esa etapa iba a entrenar con todo y Kaíto nada, no se me arrimaba, nunca una indicación o un: “bien cabezón”. Para esto yo veía que a los demás les tiraba indicaciones: “levantá más
Abril / Mayo de 2011
la mano”, “la cintura así”, “caminá un poquito más”. Entonces pensé: bueno, este no me quiere enseñar nada, qué sé yo, no me presta atención… Y no fui más: agarré y dejé enseguida. Pero al tiempo mis compañeros me empezaron a decir: “che negrito ¿por qué no vas más, qué pasó?” y cosas por el estilo. Así que arranqué de vuelta. Llego a entrenar y Kaíto me dice: “¿qué pasa cabezón que no venís hace dos semanas?”. “Nada”, le digo, “pasa que por ahí vos no me decís nada y yo no sé si estoy haciendo las cosas bien o mal”. Imaginate, yo realmente no sabía qué pensar de cómo me manejaba. Pero él agarra y me empieza a explicar que no era que no me estaba enseñando, si no que yo agarraba todo muy rápidamente y lo hacía muy bien; por eso se ocupaba más de los que tenían dificultades. Me dice: “es que no sé qué decirte, que te voy a decir si todo lo que te acerco lo hacés bien o mejor”. Me acuerdo que esa vez me fui re contento del entrenamiento. Eso fue al principio, antes de empezar a pelear.
¿Hubo algún corte en todo este camino que iniciaste? Digo, en algún momento: una duda grosa, una crisis o un descanso para pensar… Cuando nació mi hija dejé el boxeo, quise dedicarme a trabajar. Nada, ponerme las pilas, tratar de hacer algo para conseguir plata.
¿Estabas convencido o fue una prueba?
No, no estaba convencido, de nada. Yo al boxeo lo tomaba como un pasa-
tiempo, como algo que me hacía bien a mí.
¿Y cómo fue esa época sin boxear?
Fue duro, duro… Me fui a trabajar al campo y ahí, nada, pensaba: ¿cómo estarán los chicos entrenando? Por ahí había veces que me levantaba y necesitaba entrenar, cagarle una trompada a algo o alguien. No sé, salía a correr y tirar unas trompadas por ahí. Trabajaba con eso de hacer silos, era como un campamento y a veces estábamos lejísimos en el medio del campo. Extrañaba, todo.
¿Y cómo se dio el corte ahí?
Me acuerdo que estaba terminando un laburo y metí una escusa, no sé qué, cualquier boludés: que quería buscar otro trabajo, que no me gustaba como me trataban. Era mentira, no tenía ningún problema con nadie, yo para no trabajar más porque quería volver a boxear. Pero claro, el tema era que por ahí se me complicaba porque era un trabajo más o menos bien. Yo vivía en la casa de mi novia, cuando se lo dije no le cayó bien, a nadie le cayó bien.
Una hija bebé, las responsabilidades, las presiones, ¿había que manejar todo eso, no?
Sí, recién había nacido. Agarré y dije: “no voy a trabajar más en el campo, voy a dedicarme a entrenar y voy a ser profesional”. Entonces: “no, este chico está re loco!” Nada, fue muy duro todo eso. Los padres de mi novia, que tenía en ese momento, me apoyaron igual, no les gustó pero me apoyaron igual.
Abril / Mayo de 2011
Los comienzos fueron muy duros, yo hablé con todos, expliqué, pero igual tenía que seguir trabajando, algo tenía que hacer.
Hace…
Cuatro años
¿Ahí fue el relanzamiento definitivo? Claro, ahí arranqué con todo y no paré nunca más
Pero tuviste que laburar igual: ¿cómo te arreglaste?
Me metí de albañil. Entraba a las ocho a laburar, pero antes de ir a trabajar salía a correr. Llegaba, comía, me acostaba a dormir la siesta, iba a trabajar de vuelta, salía de trabajar, me bañaba, me sacaba toda la cal y me iba a entrenar de vuelta. Fue un año de mucho sacrificio. Me acuerdo que ni salía: no iba al boliche ni nada, los fines de semana trataba de descansar y nada más. Entonces apareció Sebastián Blanco, me subsidió con un sueldo por mes para que yo solo pueda entrenar, era poco pero me alcanzaba; me permitía, por lo menos, que a mi hija no le faltara…
Lo principal…
Claro. Pero ahí ya pude entrenar con todo, pude estar un poco más seguro y cada dos sábados ir y pelear, ir y pelear, y así. Y ganaba casi siempre por nocaut. Me sentía re bien, era una cosa de entrenamiento y pelea todo el tiempo. Kaíto me decía: “ey, cabezón, peleás el sábado”; y por ahí era jueves o viernes ¿viste? Ah, le digo, bueno. Nada, yo no le daba pelota, o sea, peleaba el sábado, el viernes, o el mismo día. Y al otro día me levantaba a correr a la mañana como cualquier día. Iba a la noche, peleaba, y al otro día a entrenar. Lo tomaba como una parte del entrenamiento ya, los mismos días de la pelea entrenaba igual. Esa creo que es una de las cosas que más disfruto… Entonces en las zonas y alrededor, en la región, andaba bien, ya me iba haciendo muy conocido y sabía lo que era ganar. Me tocaba pelear con alguien y los boxeadores siempre se animaban a pelear, siempre, pero los que tenían temor eran los entrenadores. Los entrenadores le decían a Kaíto que trate de pegar despacio, me pedían hasta de qué forma tratara de
Página 9
noquearlos. No sé, eso lo disfrutaba ¿viste?
Claro, sentías que te estabas construyendo un respeto con nombre propio
Claro. Esa cosa de: “Kaíto, decile a tu pibe que no le pegue en el hígado porque por ahí el próximo fin de semana este pibe pelea y no se va a poder recuperar”, qué se yo.
¿Hubo peleas bravas en esa etapa amateur?
Sí, hubo peleas bravas, cada tanto me tocaba uno que se la aguantaba, eh. Bueno, de hecho, la última pelea amateur la hice en San Juan y pasó que, nada, yo peleaba con cualquiera. Llegué a pelear con tipos de 80 kg porque no podía ir Chíman, por ejemplo. Kaíto ya se había comprometido en llevar a alguien y, bueno, voy yo. Nos decían que el vago pesaba 70 kg. Entonces yo estaba entrenando así viste, estaba pensando 67 kg, y bueno, 4 kg más. Íbamos allá y el otro estaba pesando como 78 kg. Bueno, lo peleamos igual, le ganábamos y salían redondas las cosas, porque estábamos entrenando bien, estábamos haciendo las cosas realmente bien. Entonces, te contaba, la última fui a pelear a San Juan con un vago que fue en el verano. El año anterior él había salido campeón Argentino en un campeonato en Buenos Aires. Era de mi categoría creo, 69 kg. Esa pelea fue brutal, nos dimos con todo.
¿Se hizo profesional el flaco ese?
Sí, se hizo profesional y creo que ya abandonó. No me acuerdo bien pero creo que hizo 5 peleas y hasta donde yo sé había ganado 4 por nocaut.
Ah bueh… Con todo!
No, era bueno el loco también.
¿Cambia mucho todo este mundo del boxeo cuando pasás a ser profesional?
Sí, cuando sos profesional cambian muchas cosas. Por ejemplo, que un round no son más 2 minutos, son 3. Y si no vas a pelear arriba de 4 round, no vas a pelear. Los guantes son más chicos y el cabezal…
Desaparece
Sí, algo te protegía el cabezal, un poco. Pero desaparece, no está más. Y cuando te pegan en la cabeza duele más y distinto. Aparte los roces de las trompadas, ya tiran un poco los pelos.
Debe haber algo de sentirte distinto también ¿no? Digo, cuando ya sos un boxeador profesional estás dentro de ese mundo mucho más comprometidamente
Claro, lo que cambia es cómo te sentís en todo esto, que sabés que estás peleando peleas verdaderas. No importa con quién estés peleando, pero estás peleando realmente, estás empezando a hacer una carrera concreta porque cada pelea que hacés te la anotan. Estás empezando a construir tu verdadera historia con el boxeo, y cada pelea marca algo, un paso en tu carrera.
En relación al personaje que vos construís como boxeador: ¿te gusta más pelear de visitante o de local?
Las dos formas me gustan. Me gusta la gente y el calor que tiene ser local, pero siempre me gustó mucho pelear afuera. Porque vos ahí ponés a prueba tu personaje, ¿viste?, estás más expuesto. Yo me entreno para ganar donde sea, pero cuando vas afuera hay una cosa especial. Sobre todo cuando vas de visitante a pelear con uno que es de ahí. Te bajás y todos ya saben que sos vos el que peleás con su ídolo local; y todos te están mirando, tensos ¿no?, y vos tenés que trabajar sobre esa presión.
Me ha tocado ir a muchos lados, el boxeo amateur tiene eso, y yo siempre me hacía odiar, me hacía el asqueroso y enseguida me agarraban bronca. Encima, lo peor de todo, era que ganaba, por ahí noqueaba y todos me querían matar.
Vos tenés que demostrar que aunque estés ahí solo sos vos el que va a ganar, eso es lo primero que tenés que demostrar; y ahí aparece lo que decís del personaje, trabajando todo ese espectáculo y el tema de la presión. Estoy arriba en la pelea y si tengo el control,
Página 10
con más razón todavía, demostrar más fuerte que tengo el control de la pelea, remarcarlo en el espectáculo. Guarda, nunca quedó bronca con ninguno, es así esto y todos lo entienden. Yo pienso que la gente que en ese momento me putea…, qué sé yo, me putean y me dicen de todo pero porque la pasaban bien así, es una descarga. Una vez fui a pelear y un boxeador, que era de ahí, local, a mitad de la pelea tiró una piña fuerte. En ese momento yo me agaché y el tipo quedó enganchado en las cuerdas; entonces me di vuelta y le pegué una patada en el culo… ¿entendés? Es así, algunos me re-puteaban mal, pero a otros no les quedó otra que aplaudir el show, o se cagaban de risa y me aplaudían porque los hice reír. Me bajé del ring y mientras unos no paraban de decirme de todo, otros decían “muy bien”, “ja, yo también hubiese hecho lo mismo”…
¿Qué tipo de cosas despierta el boxeo? Esa cosa de pelear mano a mano contra otro esas batallas. Me refiero a ese instinto primitivo y salvaje. Uh, eso da para charlarlo mucho. Está bueno porque por ahí no solamente pasa en el boxeo. Creo que el boxeo despierta eso de sacar y desarrollar esa fiera de adentro de cada persona. Todos tenemos un animal, algo salvaje, que bueno el boxeo te lo despierta. Después uno debe aprender, como persona, a empujar y manejar ese animal que despertás. El boxeo te invita a sacarlo pero también te tiene que enseñar a manejarlo, ese es el arte.
¿Sentís o sentiste miedo con respecto a algo de todo esto?
Miedo…, y…, hay de todo… Siempre, en todas las peleas hay algo, pero no sé, qué sé yo. No siempre es lo mismo, algunos le tienen miedo al rival, a la situación o a la presión. Otros le tienen miedo a la exposición, a que los hagan quedar mal… No todos tienen los mismos miedos, hay un cierto miedo a que te peguen y te hagan mal en serio,
Abril / Mayo de 2011
¿viste? Yo me acuerdo que una vez, cuando recién empezamos, había un pibe que tenía condiciones para andar bien, pero no quería pelear. ¿Sabés qué era? Era que tenía vergüenza, no era que tuviera miedo y quedara medio quieto. No, nada de eso: “me da vergüenza pelear”, me dice.
Eso puede ser más un mecanismo de defensa ¿no?… porque a veces el miedo dicen que surge cuando te enfrentás con lo desconocido. Puede ser, yo sentí algo que nunca había sentido, me ahogaba, y pensaba: ¿qué es esto que me pasa? ¿me estaré por morir? Capaz que fue miedo mientras era desconocido y después salió esa cosa de: ¡me voy a desmayar, pero a vos también te voy a desmayar!, y lo encaré así.
Otra vez la superación, y en segundos…
Claro, ahí me di cuenta de que a las palizas no les tengo miedo. Pasé la prueba, comprobé que tengo los huevos para esto, para encarar todo.
Entonces por ese lado no te paraliza nada, pero pueden ser otras cosas…
Y tu miedo: ¿dónde lo ubicarías?
Mi miedo es a muchas cosas distintas, se mezcla. Pero miedo a recibir alguna paliza y que me maten ahí arriba no tengo. Esa sensación no la tengo. A todos nos duelen los golpes, pasa que por ahí cuando te los están dando hay que tratar de no demostrarlo. O al revés, hay que hacer como que lo estás disfrutando. Y es que, realmente, a veces lo disfrutás eso de que te meten una piña y te duele demasiado. A mí me ha pasado. Me acuerdo una vez entrenando en Bs. As. con el “Chino” Maidana. No va que me pega una piña fuerte en la garganta, y yo pensé que me iba a morir ahogado ahí, que me iba a desmayar al toque ¿viste? Todo eso en unos segundos, y me dije: está bien, si me tengo que morir acá me voy a morir pero no se las va a llevar de arriba. Así que encaré con todo y le empecé a tirar piñas sin parar. Entonces, mientras me veía tirándole las piñas, vi que no me moría una mierda, y le seguí tirando nomás…
¿Sabes qué pasa? Mis miedos son otros, esos que te decía, los de las peleas, no están. Pero el miedo mío es defraudar a mi hija. Eso es lo que realmente me daría miedo, defraudarla a ella. Las tres veces que perdí me sentí muy mal por eso. Ella no se da cuenta de las cosas. Tiene cuatro años, no entiende nada, pero sabe que perdí. Pero yo no perdí porque el rival fue superior, perdí porque no entrené como tenía que entrenar y eso es defraudar a mi hija. Para mí, uno puede perder por un montón de motivos, pero no puedo perder por no entrenar, teniendo todas las condiciones para ganar. Si un día mi hija se dedica a hacer algo, me gustaría tener la autoridad para aconsejarla, y la mejor forma es dándole el mejor ejemplo que yo pueda…
Hablemos un poco de tus peleas con Paz. La pelea anterior que le ganaste acá en Villegas fue más pareja, ¿no? Me acuerdo que como espectador sufrí mucho más que en esta última. Digo, en esa cuestión de la lucha por imponer una actitud…
Abril / Mayo de 2011
Todo boxeador llega a un punto, o mejor, tiene que llegar a un punto, en el que desarrolla los pasos percibiendo cómo se va dando la pelea; sucede en el momento. Paz lo tiene muy desarrollado a eso, a ese olfato, y en algún momento lo pudo aprovechar más. Esa vez que decís, que yo le gané acá en Villegas, él sabía que yo era superior. Y como no había otra forma, él se tenía que fijar en algo, aumentar ese olfato y sacarme de la mente, de la concentración. Tiene muy desarrollado ese instinto Paz, por eso llegó lejos, y no es buen boxeador.
¿Y cómo te parece que él explotó eso en el Luna cuando te ganó?
Claro, yo estaba débil, y él olfateó eso: por ejemplo agarrándome en la pelea, a veces no peleaba pero trataba de cansarme. Y justo coincidió esto de que yo no me había entrenado bien, que estaba cansado, que había hecho un esfuerzo grande para llegar con el peso. Con más razón todavía, todas esas cosas se dieron para él, pero ese fue su mérito, que lo aprovechó porque lo supo olfatear.
¿Se fue mal de acá en esta última pelea?
No, no, para nada. Vino acá sabiendo que había muchas posibilidades de que perdiera. Era mucho peor que la primera vez y, como te decía, esas cosas siempre se olfatean. Después de la pelea en el Luna Park me dijo que me daba otra oportunidad de pelear por el título, cosa que otros boxeadores no hacen.
Un caballero el tipo ¿no?, mucho código, porque a vos te dio la revancha enseguida y sabía que era muy difícil ganarte, aparte acá…
Sí, claro. Vos mirás las campañas de Paz y con casi todos los boxeadores que se enfrentó peleó dos veces. Con muchos tres, como conmigo… Pedro (Satragno) comenta en ese momento lo siguiente: “El día de la pelea (25 de marzo del corriente) estaba Kaíto haciendo una entrevista con José Luis Méndez y le digo a Paz: “che, no te asustes”. Y él enseguida me dijo: “no, yo
Página 11
sé cómo ganarle a este, estoy seguro de que le vuelvo a ganar (como en la anterior pelea en el Luna Park)”. Después hizo todo un discurso con un periodista de Bueno Aires, estaba muy seguro el tipo. Después va, se sube al ring y empieza a moverse así. De repente se da vuelta y se tira contra el piso, ¿viste?, y no sé quién le dice: “¿estás entrenando cómo caer?”. Y él le contesta, medio como descubierto in fragantti: “como caer sí, pero no por una piña”. Bueno, hasta ahí estaba seguro, pero mirá cómo sigue. Ya estaba todo listo y dicen: “bueno, todos a las ocho en el estadio para la pelea, que es temprano”. A las ocho y veinte llegué yo y estaban todos enojados, como locos, no lo podían encontrar a Paz, no atendían los teléfonos. Entonces el entrenador, que estaba como loco, me dice: “mirá que lo tengo que vendar, ya empieza la primera pelea y yo todavía no lo tengo acá ¿qué hago?” Bueno, por ahí, Morresi logra enganchar el teléfono de Paz y le dicen que ahí estaban llegando, nueve de la noche, una hora tarde. El productor de TyC Sports me dice que Paz quería salir último. Son cosas, no sé si de temorcito o qué, pero se fue dando así: el tipo llegó sobre la hora, una hora tarde, si llegaba más de las nueve no alcanzaba a pelear; tenían que vendarlo, hacer entrada en calor y, claro, ahí no quería salir primero. Eso demostró que fue perdiendo la batalla en la cabeza…”
En este momento, en Argentina: ¿quiénes son los puntales en tu categoría?
Acá hay dos muy buenos boxeadores de mi peso, uno es campeón del mundo, el “Chino” Maidana, y el otro es Lucas Matthysse, que también está peleando ahí arriba.
Se te van a presentar oportunidades Sí, qué sé yo, el tema es así, dentro de uno o dos años ellos ya van a tener 29 años. Hay que tener en cuenta que los años empiezan a pasar y los golpes empiezan a doler más, y uno va a querer pelear con los mejores.
No tiene sentido pensar solamente en el título, hay que pensar en la salud, ir regulando la carrera para llegar a donde querés llegar. Las peleas en el alto nivel son bravas, realmente una pelea de ese tipo te puede dejar jodido si no vas regulando, tenés que saber
parar un poco. Cuando va pasando el tiempo todos esos detalles hacen a la carrera, un boxeador no puede tener demasiadas peleas de ese nivel, tenés que parar porque es peligroso, te lastimás en serio y con el tiempo se siente. Aparte el físico después no te responde por más que entrenes y entrenes.
Vos me decías del personaje que va creando el boxeador para dar el show, ahí donde está el estilo personal y todo eso. A ver si entiendo: entonces, la persona humana que está detrás del personaje boxeador tiene que saber parar a ese personaje para no terminar mal Y claro, ahí tenés que elegir… Seguir con el personaje y morir con él, o saber parar, cuidar la persona regulando la carrera…
Ese tema de manejar los límites no debe ser fácil, aparte se da cuando empezás a ver guita ¿no?
Tenés que encontrar equilibrio, como te decía. Es como un ahorro que cosechás año a año, y por ahí nunca ves una ganancia…Pero una vez que llegaste y tenés la oportunidad de pelear con esos tipos…, claro, ahí te cae toda la plata del mundo; y tenés que ver qué mierda hacés con la plata. Saber aprovechar oportunidades tiene que ver con todo eso junto. Los tipos grosos que pelean en alto nivel tienen que parar después de cuatro o cinco peleas. Vos llegás a ser campeón del mundo y bueno, llegaste ahí, el título y todo eso que es ser un campeón del mundo. Pero después hay otra cosa más linda todavía, que es hacer historia; formar parte de la historia y las leyendas del boxeo. Monzón fue eso acá, muy grande, y quedó. Pero tenés tipos como “Ringo” Bonavena, que no llegó a campeón del mundo, pero seguirá siendo parte de la historia porque hizo guantes y peleas terribles. La historia, la leyenda, llegar a ser uno de los grandes, eso vale mucho más…
Página 12
Abril / Mayo de 2011
Por la esencia... Escribo esta nota hoy, sábado 12 de marzo, faltando catorce días para la pelea de Claudio “Pumita” Olmedo. Digo esto porque podría escribirla el día después, con el resultado conocido, pero quiero que quede claro y establecido que la escribo cuando todavía están en los prolegómenos e independientemente de cuál sea el resultado de ese momento tan esperado… No es fácil para nadie ser un deportista profesional. En Argentina, en una comunidad pequeña como la nuestra, y mucho menos si de boxeo se trata. Requiere y demanda compromiso, sacrificio, esfuerzo, mucha pasión, algunos contratiempos, y por qué no, también significa satisfacciones. No creo que Claudio pueda ubicar exactamente cuándo decidió ser boxeador, es más, supongo que ni siquiera fue una elección pensada. Más bien la vida lo llevó por esos rumbos. Una vida difícil, con algunas circunstancias que marcaron su estilo: luchador, ensimismado, vehemente, desconfiado, un poco introvertido, muy creativo, ágil, intuitivo, aguerrido, con ganas de crecer, en síntesis: un sobreviviente. Y encontró en la escuela de box, y en todo lo que ella representa, un lugar: su lugar. Y en esto Caito que seguramente requeriría un capítulo especial. Y así, a lo guapo, “el Pumita” fue creciendo. Y fue madurando, y fue avanzando y se fue haciendo grande. Con todo lo que eso trae aparejado, de bueno y de malo.
Conocí a Claudio profesionalmente en octubre de 2010. Nos conectó Choli Álvarez. Después de casi haber tocado el cielo con las manos, habiendo peleado y ganado de local en Villegas y en el Luna, y habiendo sido recibido como un héroe en Villegas, le llegó un duro golpe de realidad. Sin mucha anestesia había recibido un balde de agua fría en su última presentación en el Luna. Cuando todo parecía venir de maravillas, esa maravilla se esfumó. Con todo lo que eso significa también. Frustración, reproches, culpa, angustia… hasta desazón. De repente todo parecía derrumbarse. Me encontré con un Puma herido, pero con un Claudio que necesitaba renacer, necesitaba aprender de esta experiencia para fortalecerse. Y necesitábamos trabajar arduamente en eso. Lo primero que hacía falta descubrir es que el Puma es un personaje que Claudio necesita desplegar en el ring, pero que él es mucho más que eso. Y fundamentalmente necesitaba descubrir también que en la vida para triunfar hace falta ser mucho más que un sobreviviente. Hace falta, en algún momento, desear y hacerse cargo de ese deseo, como para poner toda la pasión en ese proceso. Y trabajó intensa y comprometidamente en esto. En reencontrarse con el fuego, en acercarse a Caíto y disfrutar ese vínculo privilegiado que los une, en
Por Marina Eguren*
sostenerse en un grupo de trabajo y de apoyo incondicional que todo resuelve, simplifica y vehiculiza (con Pedro y Choli a la cabeza), en comunicarse y confiar en “los chicos” del box que son, para él, sus hermanos de la vida. Trabajó duro con Gerardo Chichiri y en el gimnasio, se cuidó en las comidas de la mano de Valeria Pennacino y en el descanso en la compañía de sus afectos, con su Sofía especialmente. Es un gran agradecido de todo esto. Y ese reconocimiento es un excelente punto de partida. Pero sobre todo, Claudio encontró su esencia. Decidió que ya no necesita pelear para sobrevivir, que boxea porque esta es la forma que buscó y eligió para desplegar su potencial. Que es mucho y necesita desplegarlo todo si quiere triunfar. Y que para eso necesita un “Pumita” afiladísimo. Y en esa tarea estamos. En descubrir que el Pumita puede ganar o perder arriba del ring, que por supuesto él y todo su equipo han puesto todo de sí para ganar (y muchos podemos dar fe de esto) pero aún así, si no se dan las circunstancias, y aunque el 26 “el Pumita” pierda esa pelea, en la batalla de la vida, Claudio es un ganador. Porque se encontró a sí mismo, y se animó a soñar. Lo cual no es poca cosa. *Lic. en Psicología
Abril / Mayo de 2011
Página 13
La gloriosa noche del 25 de marzo de 2011
Luego de la noche del 25 de marzo no hay nubes en el cielo. Todo se ha disipado, todo se ve más claro. Es como si de pronto se pudiera respirar con la tranquilidad de la pesadilla superada. Mientras veía la pelea de Claudio “Pumita” Olmedo con Guillermo de Jesús Paz pensaba en que en el boxeo todo puede transformarse en un momento. La pelea más complicada, el rival que más había enredado al villeguense, se había transformado en uno de los combates más sencillos de su carrera. El campeón se lució como en sus mejores combates, demostrando que está para más, para mucho más. Golpes netos, claros y contundentes fueron destruyendo a Paz en su humanidad y en su espíritu. Y los golpes de Guillermo de Jesús, aún acertando, no le hacían nada a Claudio, por lo que la resignación e impotencia fueron invadiendo al visitante. Con un control absoluto del combate por parte del boxeador local sólo quedaba saber cuándo y cómo llegaría el final de la pelea. Cuando Paz salió para disputar el sexto round –que sería el último- lo
miré y su cara me pareció distinta. Tenía la mirada del perdedor, esa mirada inconfundible que encerraba resignación. En el quinto round había recibido una paliza casi a mansalva, que incluyó dos caídas. Palizas de esas que obligan a mirar al rincón para esperar la toalla. Y cuando terminó el sexto round, en el que Paz volvió a caer, llegó al rincón, tomó la toalla y la arrojó sobre el ring. En boxeo es abandono, también llamado nocaut técnico. Es que todavía faltaba media pelea, para qué seguir sufriendo ese maltrato a esa altura casi irresistible. Lucas Carranza también se lució y mostró su mejor repertorio. Superó claramente al bueno de Mario Narváez y ahora sueña con combatir por algún título, luego de dos victorias consecutivas con buenos rivales, que le permitieron ingresar al ranking argentino por primera vez, ocupando el noveno lugar entre los supergallos. La escuela de box llegó más arriba que nunca. Nuevamente tenemos un campeón (un bicampeón), ahora dos boxeadores rankeados, tres boxeadores profesionales combatiendo en una misma programación. Organizamos un evento en General
Por Pedro Satragno
Villegas con televisación nacional en directo para todo el país, peleas con boxeadores prestigiosos, estadio colmado (a pesar de que tres días antes del evento nos avisaron que se adelantaba al viernes o caso contario no sería televisado), el productor de TyC Sports que elogió lo que armamos, que ponderó nuestro trabajo y que así lo hizo saber en el informe que elaboró para las autoridades del canal. Es mucho, muchísimo. Un sueño cumplido y que demuestra que todo se puede. Aún cuando a priori parezca inalcanzable, aún cuando seamos poquitos, aún cuando las cosas se compliquen como siempre pasa. Organizador, entrenador, preparador físico, boxeadores, podemos equivocarnos, de hecho lo hacemos; debemos seguir aprendiendo, de hecho constantemente estamos en esa búsqueda, pero como todos ponemos y dejamos el alma, el peso del alma sumado al aprendizaje de los errores cometidos, inclinaron la balanza para que se produjeran ese cúmulo de hechos exitosos acontecidos en LA GLORIOSA NOCHE DEL 25 DE MARZO DE 2011.
Página 14
Abril / Mayo de 2011
MIRADA 1
Malvinas: Esas dos espinas enclavadas en los mares del sur que miran desencontradas
Ese hecho histórico que implicó ir a una guerra en el año 1982 tiene interpretaciones que en diferentes momentos se han escuchado, leído o vivenciado y que circulan juntas, cruzadas y mezcladas en nuestro imaginario colectivo sobre Malvinas. Una de las principales está relacionada con el carácter estratégico, comercial y económico de las islas: la potencia invasora del Reino Unido de Gran Bretaña usurpó un archipiélago de gran valor, por sus bienes naturales, su explotación minera y petrolera y buscó llevar adelante sus fines mercantiles por todos los medios. Por ello desde 1833 hasta la actualidad tienen su posesión. El reclamo por la soberanía argentina sobre las islas en términos de reparación histórica ha sido una constante de todos los gobiernos, asentados en fundamentos que desde la escuela primaria hemos repetido: se encuentran en el océano Atlántico Sur, en la plataforma continental de América del Sur, rodeadas por el llamado mar Argentino, a una distancia mínima de 480 km de la Patagonia, es decir que “las Malvinas son argentinas”. Esto se avala con tratados internacionales que plantean los límites de ultramar y que se oponen al colonialismo. Pese a ello, estas islas son colonia británica desde principios del siglo 19. Desde los sectores más conservadores se ha realizado una lectura belicista, en términos de defensa de la soberanía nacional y otras tantas organizaciones apoyaron la guerra basadas en una postura antimperialista. En este sentido es importante destacar el vaivén de la sociedad en el
apoyo de la guerra de Malvinas, que se sintetiza en la paradoja de las “dos plazas” que tuvo el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Leopoldo Fortunato Galtieri: el 30 de marzo de 1982 una plaza llena en contra de la dictadura, convocada por la CGT en reclamo de salarios y una rectificación de la economía, movilización que fue reprimida brutalmente; y el 2 de abril una plaza colmada de banderas celestes y blancas que se movían al ritmo del discurso del beodo dictador, vivándolo mientras anunciaba el desembarco en las islas y el enfrentamiento bélico con el gobierno de Margaret Thatcher: “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla”. Todas estos sentidos que circulan también son atravesados por una fuerte cuestión afectiva, relacionada con todas las familias que se nuclearon a rezar por los combatientes, a enviar cartas, a donar alimentos y a la catarata de propaganda oficial de entonces que coreaba por los medios de comunicación “Argentinos a vencer”, haciendo creer que se iba ganando la guerra. Esto sumado a la falta de interés y de apoyo en la pos-guerra para sostener a los ex combatientes y sus familias desmembradas. Sin embargo muy pocas veces se enmarcan los 74 días que duró la guerra de Malvinas en una política de la dictadura militar para continuar con el amedrentamiento, adoctrinamiento y disciplinamiento de la sociedad civil. Es decir, la perpetuación de ese plan sistemático iniciado en 1976, esta vez con el trauma, el dolor y la muerte de los pibes de 18 años que fueron con un fusil a obedecer y a “cumplir con la Patria” y se encontraron en un contexto de torturas, trincheras de miedo, estaqueos, falta de alimento, de ropa y con armas obsoletas, peleando con la fuerza naval más preparada del planeta. Fuerza que desembarcó seis semanas más tarde y después de 33 días de duros combates forzaron la rendición argentina el 14 de junio de 1982, restableciendo la administración británica sobre las Malvinas. Una voz minoritaria, la de Néstor Perlonguer, escribía en pleno conflicto armado “[…] antes que defender la ocupación de las Malvinas, habría que postular la
Por María Emilia de la Iglesia desocupación de la Argentina por parte del autodenominado Ejército Argentino. El solo hecho de que guapos adolescentes, en la flor de la edad, sean sacrificados (o aún sometidos a las torturas de la disciplina militar) en nombre de unos islotes insalubres, es una razón de sobra para denunciar este triste sainete, que obra mediante el casamiento de los muchachos con la muerte” . ¿Los ex combatientes fueron héroes de guerra o víctimas de crímenes de lesa humanidad? Malvinas nos pone de manifiesto el cruce de un sentimiento nacionalista por “las hermanitas perdidas”, como decía Atahualpa Yupanqui, y no permite ver que el territorio siempre ha sido consecuencia de diferentes acciones humanas a lo largo del tiempo. Esto nos obliga a preguntarnos si valió la pena el derramamiento de sangre y la conducta belicista por unas islas que habían dejado de ser patrimonio nacional 149 años antes, debido a la ocupación británica. Es evidente que las fuerzas armadas en el poder, lideradas por la dictadura de Galtieri, debilitadas por las reiteradas denuncias de organismos internacionales de DDHH y organismos locales, sumado a sus conflictos de poder internos, buscaron en la recuperación de Malvinas la posibilidad de continuidad en el gobierno y en el manejo de los hilos del país. Los estados-nación se cimientan en sus territorios, en la demarcación de su territorio. El pueblo argentino ¿es menos argentino por no tener esas islas? ¿Cómo bucear en el sentimiento de un ex combatiente para encontrar en él no un héroe que fue a luchar por lo que creía justo, sino una víctima de un Estado terrorista que le puso un casco y quepis y lo mandó al frente, violando todos sus derechos humanos? Gran Malvina y Soledad, ustedes siempre nos desgarran… ¿será porque les debemos la democracia a las 746 cruces que se esparcen en sus tierras heladas y a las 454 que se multiplicaron en territorio argentino eligiendo como salvación el suicidio?
Abril / Mayo de 2011
Página 15
MIRADA 2
Una historia para contar
Por Lucy Gutiérrez Giraudo
A solas con Ruben Leyton
Desde el 2 de abril hasta el 14 de junio de 1982 la Argentina disputó a Gran Bretaña, por la vía de las armas, la soberanía de las islas Malvinas. El conflicto provocó centenares de muertos en ambos bandos. Por lo cual esta fecha, señores, me van a tener que disculpar, hace aflorar una infinidad de sentimientos que no se pueden callar. Agradezco a Ruben Leyton “el Palomo” (un luchador imprescindible), por haberme dejado escuchar su experiencia en la guerra de Malvinas, una historia no antes contada. La entrevista fue realizada en su hogar, en Emilio V. Bunge, el día viernes 25/03/2011. A continuación algunos de sus relatos. Al final, unos versos que escribí, que saldrán dentro de un tiempo, más ampliados.
Cuenta Ruben:
“Me toca Marina, me mandan a Punta Alta. Estuve 45 días haciendo preparación. Te matan ahí. Estábamos en un pabellón grande, éramos 1300 milicos. Yo estaba en la división Charly. Empezaron a dar los pases, se iban todos y quedaba yo. De
pronto viene un cabo:
diques).
-Leyton, al CEAT-. Yo venía del campo y decía ¿dónde será eso? no me sonaba que fuera ninguna ciudad. Pero aparece un cabo y: -Los que van al CEAT formen fila (el bolso es de lona blanco y tiene el escudo de la armada y argollas, por donde pasás el candado y lo cerrás). Cargamos todo, éramos como 15 o 20. Le pregunto: - Cabo ¿qué es el CEAT? - Ustedes van a estudiar - ¿A estudiar? - Sí, ustedes van a estudiar comunicaciones. (La comunicación que estudiás es operación de radio y estaban también los que iban al radar)”
A los pocos días recibo una orden: que tengo que estudiar inglés. Porque el Cabo estaba involucrado en el PRE-UNITA, que en su momento compartía con una flota de otro país. Me tocó, gracias a Dios, con una parte de la 7ª flota de Estados Unidos. Me mandaron a estudiar para poder hablar con ellos. ¿Qué puedo aprender en 15 días de inglés?
“Estudio operaciones. Estoy 15 días con un capitán y me dan el destino: Cabo San Antonio (un buque de desembarco que tiene una cuadra de largo y 23 m de ancho. Era una cosa tremenda. Jugábamos al fútbol adentro. Un barco sin quilla, agarraba la playa, se subía con la marea alta, la marea se retiraba y quedaba parado, tenía un ancla atrás, de cola, que quedaba 1.000 m abajo del agua. Cuando venía la marea, lo sacaba, era un BDT buque de desembarco tanque. Están los BDD eran los que tenían los norteamericanos, son
El primer contacto que tenemos con ellos fue la nave Plemon Roy. Palabras típicas que te quedan grabadas, decía: Plemon Roy, Plemon Roy, this is the Cabo San Antonio. Ellos eran soldados, la mayoría negros, de cuerpos corpulentos, corrían armados, cantando. Esa experiencia me pareció maravillosa, se daba cada 4 o 5 años. Anteriormente fue con Brasil”.
Llega el día “D”
“Estaba en la radio, me mandan con otro colimba a quemar los papeles que habían codificado. (Nosotros le decíamos la máquina de los tallarines, metíamos por la punta y salían todos cortados finitos). Empiezan a llegar camiones del Ejército. (Si bien pertenecías a una misma fuerza con los de Infantería no se daban bolilla, tenían un dicho “donde pisa un bicho verde no crece el pasto”)
Página 16
Bueno, empezamos a ver esa movida: camiones con carne, verdura, ejércitos tras ejércitos. Y decíamos ¿y estos qué hacen acá? Subieron 1.300 soldados, todos con la mochilita. ¿A dónde vamos? ¿Qué pasó? nadie sabía nada... Nadie decía nada. Salen los avisos, los barra mina (barcos que van delante de la flota, preparados para detectar minas de agua) el porta avión 25 de Mayo, salen las corbetas, salimos nosotros a navegar. Estábamos en el medio, porque llevábamos los vehículos. Se me ocurrió abrir la lona de un camión y estaba lleno de bombas. Cuando me enteré lo que pasaba pensaba: se prende un fósforo acá y no queda nada (la cantidad de combustible que echamos fue de un millón de litros de gasoil. De la línea muerta del barco íbamos enterrados 1m más abajo, estaban todos los anfibios y llevamos 107 unidades, camiones, jeeps de lo que se te ocurra. Empezamos a navegar y le digo a Carlitos Salvoni, un amigo:
- Titín, vos que estás mirando el continente… - Ruben, nos estamos separando del continente. -¿Y para dónde vamos? Pasaron cuatro días. Llegó la noche. Nos reúne el teniente y nos dice que íbamos a ir a la guerra, que por primera vez el Cabo San Antonio iba a izar la bandera de guerra, que íbamos a tomar las Malvinas: -Si quieren acordarse de sus familiares acuérdense ahora, porque mañana puede llegar a ser muy tarde. La persona que haga pánico adentro del barco va a desaparecer. Por una persona no se puede perder un grupo”.
Abril / Mayo de 2011
“Al otro día a la mañana entrego la guardia, y me voy al sollado (dormitorio), nadie dormía. Sonó la alarma de combate. (Es parecida a la sirena de los bomberos, te aterra). Voy al sollado a cambiarme. Estaba tan lleno de colimbas que dormían en el piso, que iba levantando los pies para no pisarlos. Miraba que dormían con el fusil en la mano, con su propia muerte, y pensaba: ¿cuál será el futuro mañana? ¿qué pasará con ellos? Eran los primeros que iban a ir al frente. Me voy a mi puesto de combate, mi jefe me llama (era un sub oficial, Nicolás Toledo, con quien gracias a Dios todavía nos seguimos comunicando. Fue mi padre ahí adentro):
-Mirá Ruben, la historia es así: vos vas a tener que ir a la radio de Infantería, porque tenés más experiencia. Cuando voy, tengo 5 equipos de radio, los auriculares puestos... miro hacia un costado y veo un chiquito llorando, ¿te imaginás? Pensaba: si éste llora me va hacer llorar a mí también. Yo no era un tipo de 40 años. Le digo:
-¿Qué te pasa? - Nos van a matar a todos. - Y sí, el riesgo está, pero no lo pienses, no pienses así. - Y sí, pero si me ve el jefe así, llorando... Había un papelero muy chiquito donde tirábamos los papeles. Lo metí ahí adentro.
- Metete adentro, llorá todo lo que
quieras. Cuando estés bien… -¿Pero si preguntan por mí? - No van a preguntar por vos. Llamo al jefe: -Jefe, el chico está llorando, lo encerré en el papelero -Bueno, bueno. Quedate tranquilo”. Rubén calla, piensa, recuerda. A lo largo del encuentro irá diciendo:
“Era como una película” “Todavía no era consciente” “Nos buscaba la muerte por todos lados” “Placer de que se terminó la guerra” “Yo revivía la Segunda Guerra Mundial” “En una guerra vale todo” “Lucy, vos vas a mover más cosas con una lapicera, que yo con una topadora” “PUTA, ESTUVE EN LA GUERRA”
Desembarco en Puerto Argentino:
“Entramos al canal de Puerto Argentino. Nadie hablaba. Me dice mi jefe:
- Hacé prueba de ligazón con los anfibios, (comunicarte con un anfibio y saber que te contesta, que te esté recibiendo). Todos me contestaban, mi jefe dice: -Da la orden de desembarco. Si hay algo escrito de lo que sucedió en el desembarco, lo escribí yo. Todo lo que
Abril / Mayo de 2011
hablé yo en el barco, lo escribí. Yo tenía el reloj 5:00 de la mañana: pato uno al agua y 5:02 lo que me respondía él. Llega un momento en que los bao empezaron a agarrar piedra (tienen una turbina como una lancha, pero las cadenas de las orugas siguen girando cuando tocan piedra y empiezan a gatear la costa).
-Señor las cadenas están tocando piedra. -Siga avanzando. Están todos afuera y llega un comunicado: zona Charly liberada (zona del aeropuerto). Ellos esperaban un ataque aéreo, nunca se pensaron que íbamos a ir por el mar. El jefe me dice que bajen los Aguiluchos (son Hércules, los aviones grandes, que bajan los soldados y vehículos). Doy la orden: zona Charly tomada, que aterricen los aguiluchos. En ese momento el Capitán Giachino dice en el mensaje: zona Delta tomada, dos rollas marinas escapan hacia la colina (dos soldados se habían escapado, los vieron que se estaban subiendo a la playa). Mi jefe dice: -Ruben, llevá el despacho al Comandante Acuña. Subo dos escaleras para llegar al puente de comando. Le leo el mensaje, y me dice:
-¡Al piso! - Miro para el costado y veo lucecitas que venían (ya nos estaban tirando, eran balas transantes). ¿Al piso? Me di media vuelta y salté el piso completo. No me quebré una pata de pedo. Me mandé a la radio (las balas pegan en el costado del barco, pero no alcanzan a agarrar el casco, la onda expansiva del agua movió todo). Llaman a una corbeta de la misilística (hacía poquito las habían traído de Francia, una era la Santísima Trinidad. Ya eran computarizadas en esa época). Voy a la radio y le digo al jefe: -Ya tomé posición. Y empecé a escuchar los disparos por los auriculares, y uno le decía:
-Señor, no puedo avanzar, estoy recibiendo mucha artillería -Siga avanzando, siga avanzando”. “En un momento se para toda la comunicación. Empecé a dudar, ¿se rompieron todos los aparatos? ¿Qué pasó acá? Recibo un despacho en el que piden sangre para Giachino (era teniente en ese momento) ¿Sabés cómo me acuerdo de
Página 17
Giachino? Estuvo atrás mío, en radio de Infantería, con todos los jefes de Infante. Estaba vestido como “Rambo”. La cara pintada, granadas en el pecho, mucho armamento. Un tipo distinto. ¿Qué hizo el tipo este? Fue a la Casa de Gobierno, se sacó todo lo que tenía, todas las armas y agarrar una granada. Abrió la puerta de Gobierno, le sacó la traba:
-Si no se entregan morimos todos. Esas fueron sus palabras. (¿Qué hace si le pegás un tiro? cuando cae muerto abre la mano). Un tipo se asustó, agarró una ametralladora y le tiró al estomago. Después agarraron la granada y se entregaron. Pero lo reventaron”. “Pasaban las horas y no escuchaba nada en la radio.
-Jefe se rompió todo, ¡no anda nada! -No, quedate tranquilo que anda todo, ahora hay un corte de comunicación. Esperá porque debe estar pasando algo allá. (Habían bajado los Hércules, había milicos por todos lados). Salta el Himno Nacional y una voz en el parlante: -A partir de este momento las Malvinas vuelven a ser argentinas. Yo me sentía San Martín, ¡una alegría! Pienso: estoy haciendo historia.
-Jefe ¡qué grande! tomamos las Malvinas -Ruben, no sabés el error que cometemos. Esto recién empieza”. “Con el pasar de los días te enterás que el presidente (Galtieri) había hablado con el presidente de Estados Unidos y el norteamericano le dijo que no cometiera esa locura. ¿Qué pasa? Atracamos en Puerto Argentino, desembarcamos todos los vehículos, estuvimos una noche. La primera no nos dejaron atracar porque andaban muchos soldados de civil y tenían miedo que pusieran una bomba al barco. Se bajan todas las unidades, atracamos al muelle y aparecen otros barcos para abastecerse de nuestro combustible. Salta la alarma de submarinos en Mar del Plata, tenemos que volver al continente. Soldaron todas las puertas del Cabo San Antonio para que nos hundiéramos y llegamos a Punta Alta de vuelta. Tardamos cinco días para ir y tres para volver”. Ruben se concentra en detalles y vuelve sobre otros momentos:
“En la base de Almirante Storni (base petrolera que se encuentra en el mar) nos atacó un submarino. Ya la cosa se estaba enroscando mal. Ya había empezado la guerra en serio. La flota se había aproximado, un submarino estuvo debajo del Invisible (un porta avión de ellos), le metió dos torpedos y no explotaron. Había cosas buenas, igual que la Fuerza Aérea. Cada misil valía 1.000 millones de pesos. . De regreso, subiendo por el Golfo San Jorge, encontramos el Sobral (un barco de 40m de largo). Ahí me di cuenta lo que era la guerra. Estaba destruido, había 7 tipos muertos, mataron un montón de gente, el comandante muerto, no tenían agua, ni motor y le metieron un misil de Napal (se usó en Vietnam, con esos prendían fuego la selva, es un producto de fósforo que prende fuego todo, el hierro se derrite). Para detener al Sobral nos paramos adelante, vinieron y nos chocaron. Lo amarramos al lado nuestro. Para esto pasa un avión de Aerolíneas y nos comunica que adentro del Golfo se veía la mancha de un submarino. Si seguíamos esa ruta hoy no te estaría contando esto, porque nos estaba esperando a nosotros. Encontramos el Sobral y lo llevamos hacia el sur, a Puerto Deseado. Me llama mi jefe: Ruben, andá al Sobral y traete todos los equipos. Al otro día, cuando estábamos sacando las cosas del Sobral, había un chico que estaba loco, tenía los dos brazos y las piernas quebrados (cuando la onda expansiva pegó en el puente de comando el chico iba subiendo por la parte de atrás. La onda lo levantó, cayó en el piso de hierro y se quebró todo). Se pide un helicóptero. Agarran al chico del guinche. Lo llevaban atado. No tenían más medicinas. Cuando me mandan a ver los equipos de radio que podía rescatar, miro hacia una pared y veo una mano marcada con sangre, corrida hacia abajo. Miro y veo la mano en el piso. La carnicería que vi ahí adentro era una locura. ¿Hasta dónde puede llegar la locura? Lo que yo no entiendo es ¿por qué yo tengo que matar? Si yo a vos no te hice nada, ¿por dos locos que se pelean por un pedazo de territorio? ¿Por qué? Llevé pocos equipos porque era insoportable estar ahí. La sangre humana es terriblemente asquerosa. El equipo de radio no se podía abrir”. “Después de 15 años, en un acto en General Villegas, con el intendente, tuve que llevar la bandera de la Municipalidad
Página 18
al mástil de la plaza. Íbamos los ex combatientes del partido, y me dice Ricardo Celaye:
- Palomo, yo puedo vivir esto gracias a vos, a ustedes… ¿te acordás cuando nos rescataron del Sobral? - ¿Ricardo, vos estabas en el Sobral? - Sí”.
El regreso:
“La última noche veníamos navegando en alta mar. Una noche hermosa. Me fui al fondo, solo. Me prendí un cigarro (en ese tiempo fumaba), me senté en una torta donde se ataba la soga para amarrar el barco. Parecía que lo manejaba Dios. El barco hace una curva y deja la estela en el agua, la luna asomaba por el horizonte y yo recordando todo lo que había pasado. Fue el mejor regalo que me dio el Cabo San Antonio. Llegué. Nos saluda el Jefe Comandante Acuña. Nos pide que después de lo que vivimos fuéramos gente de bien. Cosas fuertes. No encontraba a mi jefe (fue como mi viejo ahí adentro, ahí nos jugábamos por lo mismo, el tiro que me pegaban ahí era para él también, la bala era la misma). No lo encontraba, el Jefe Acuña da la orden de bajada, lo veo abajo. Me quería tirar al agua. No lo podía mirar. El tipo me abraza, me desea suerte. Agarro el bolso y me voy. Me fui llorando. Yo me daba cuenta que el tipo me seguía mirando. Sabía que estaba parado atrás mío. Fui con Carlitos Salvoni, mi amigo. Me hace la misma jugada que el sub oficial me hace en el colectivo. Llega el colectivo de él antes que el mío. Se sube y yo buscándolo para despedirlo. Cuando lo
Abril / Mayo de 2011
veo, yo voy llegando, me cerró la cortina, y me quedé mirando la ventana. ¿Qué iba a hacer? Estaría igual que yo, hecho mierda. Eso es lo que te deja la guerra”. Dejo a Ruben. Pienso. El 2 de abril de 1982 se abrió una herida profunda, golpeando el pecho de cada argentino, dejando una brisa lastimada, moral, física y psicológicamente. El Mundial no dejaba de refugiar a los argentinos. Ciertos ilusionistas anunciaban ”vamos ganando”, pero perdimos la guerra. Nos eliminaron del Mundial. Maradona en el siguiente goleó a los ingleses y eso nos compensó. Ahora, después de unos años, si tuviera que dibujar el mapa de un país tendría que hacer un círculo, un dibujo donde hay gente, pueblo, cultura, historias. Esa es para mí la primera versión de una Nación: lo que está adentro, lo que está afuera, lo que es tuyo, lo que no es tuyo. El círculo de la Argentina parece estar abierto y ese lugar o punto incompleto se llama Malvinas Argentinas, aquel desierto donde jóvenes y hombres adultos fueron los protagonistas y quedaron marcados por una guerra. Una historia… tuya, mía y de todos aquellos que cantamos alguna vez “coronados de gloria vivamos o juremos con gloria a morir”.
CUERPO A TIERRA (fragmento) Soldados que soñaban con el calor de un hogar, Durmieron entre las neblinas del dolor, Cayeron como copos de nieve, Como frutos de un árbol seco …Y no despertaron jamás. Cuando la noche se derrumba sueño despierto, Voces que aturden mis oídos… ¡SOLDADOS! Cuerpo a tierra, saluden, media vuelta, De frente, firmes, alto, descansen, Carguen, apunten, ¡fuego! (…)
Abril / Mayo de 2011
Página 19
MIRADA 3
Las Malvinas y mi trinchera Por suerte o por desgracia a mí me enseñaron que un oficio iba a ser siempre para mí una salida laboral. Yo vine de muy pequeño de Neuquén a una buena familia, la familia Brítez, al cuidado de Benigna, que me decía: “mirá, nosotros no te podemos ayudar a que estudies”, porque a mí me hubiera gustado estudiar en la escuela industrial, “pero sí un oficio, si vos aprendés un oficio te va a ayudar para tu vida”. Mi hermano Juan tenía un taller mecánico y me enseñó. A los 12 años iba a la mañana a la escuela nº 17 y a la tarde a trabajar de mecánico. Cuando terminé seguí trabajando hasta que me sortearon para el servicio militar obligatorio, con un número que no me daba ninguna chance de zafar: 578. Fui convocado un 17 de marzo, me acuerdo de esa fecha, nada más. Tenía 18 años. Yo miro a mi hijo ahora, con 17, una criatura. Un grupo de 300 del regimiento de infantería 101 con asiento en Junín, que es un regimiento de artillería. Los famosos cañones “Sofman”, de 101 cañones que lanzan balas de 155 milímetros a 25 kilómetros, de 12 toneladas de peso, una pieza manejada por 15 chicos. Apenas entré comencé a demostrar mis habilidades mecánicas. Me adoptaron los jefes para arreglar los autos particulares, así que fui zafando de esos días de rigor y entrenamiento que son tan bravos para el recluta. Los primeros que salimos de licencia, 15 días a fin de mes, fuimos los 7 u 8 soldados que, declarada la invasión a las Malvinas, nos tuvimos que quedar: 7
u 8 de los 300 teníamos un oficio: un panadero, un chico que trabajaba de cocinero, un mecánico, un electricista. Y reincorporaron a toda la clase 62 que tenía un año y medio de vida militar y adiestramiento. Eran ya soldaditos con un gran conocimiento en armamentismo. Nosotros no, éramos los chicos de los mandados, el hazmerreír de ahí. No conocíamos ni los cargos. Cuando me preguntaron si quería participar de esta gesta no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba pasando. Entonces dijeron: “vos no llegás ni a soldado, entonces no vas a participar de esto. Artillería 101 va a movilizar nada más que hasta Comodoro Rivadavia”. Todo el mundo me decía “vos en la primer baja sabés cómo te vas a tu casa”. Esos fueron los incentivos. No nos dieron posibilidades ni de avisarles a las familias. No volví, volvieron compañeros míos de acá, del barrio, de Villegas, pero yo no volví. Cuando lo supo mi familia yo ya estaba camino a San Antonio Este. Fuimos en tren. Cargamos toda la unidad, cañones, camiones. Unimos esos camiones de la 2º GM, o de la 1º qué sé yo, hasta San Antonio Este. Ahí fue mi primera experiencia en manejar un camión. Nunca me preguntaron si sabía o si
Por Kaíto Valdebenito
tenía experiencia o no, me subieron como chofer y me tuve que hacer cargo. Así empezó mi maduración, a grandes trancos. Tenía 15 chicos que tenían más ganas que yo de volver. Llegamos a Comodoro Rivadavia, 30 mil soldados de todas las unidades, de todo el país. Entonces dijeron: “ya está asignada nuestra ubicación, vamos a defender el territorio continental. Nuestro lugar de asentamiento es Comandante Luis Piedra Buena”. Así que allá fuimos. Hicimos base mirando hacia el mar y a partir de ahí comenzamos a recibir órdenes y vimos cómo venia la mano. Todo el tiempo toque de queda o toque de alarma, de ataque en preparación. Ahí arrancó la locura, la paranoia. El sargento Carlos Di Martín es la única persona rescatable que yo encontré en toda esa locura, mi ángel quizá. No lo vi nunca más. Un gordo bueno, que me adoptó como hijo, porque sino yo no hubiera soportado la presión. Quizás ahí aprendí las técnicas de la contención. Cómo hablar, cómo animar a las personas. Tenía un coraje terrible, porque fue una de las pocas personas en mi vida que tuvo las pelotas de darme un beso cuando yo lloraba. Eso, esas bolas, no las tiene cualquiera. Porque agarrar una bengala, una ametralladora o castigar a los soldados y gritar ¡viva la patria! de esos está lleno este país, pero de tratar a un soldado, de animarlo… Era un tipo que se hacía querer por todo el mundo. Era el que me cuidaba. Por esa persona es que sigo viviendo, por él vivo.
Página 20
Ese pabellón estaba formado por cuatro baterías: A, B, C y Comando de Servicios. A él le tocó decirme: “Kaíto, ahora vas a pasar a ser comando de servicio porque Comando de Servicio no tiene mecánicos y son muy poquitos: el sargento ayudante Rasteri, vos y yo. Vos nos enseñás a nosotros y te vamos a buscar otro milico, pero acá el que conoce sos vos”. Toda una unidad. Sacábamos adelante todas las unidades que se iban rompiendo. Yo me esmeraba, y entonces me cambiaron de lugar, al parque de automotores: uno de los dos o tres camioneros que tenía que bajar hasta Río Gallegos. Una primera parada era Puerto San Julián, a 120 kilómetros de Río Gallegos, y ya para abajo no hay más país. En ese territorio donde nosotros estábamos se preparaban los aviones que atacaban a la flota. Era un lugar neto, si la guerra perduraba, era posible que fuera atacado.
Abril / Mayo de 2011
Argentino estaba tomando. Bajamos, no sabíamos quién nos esperaba, si la propia tropa o ya estaba tomado. Por suerte era el Ejército argentino. La experiencia de estar ahí 9 días. Volvimos, seguí con mi tarea. Volví con mucho orgullo, con mucho honor, con mucha tristeza. Lo que nosotros nunca íbamos a imaginar era cómo nos trató el resto, post guerra. ¡Qué injusto fue todo! Si la Corona hubiera ordenado un ataque, un bombardeo, estábamos nosotros ahí. Compañeros nuestros, compañeros de acá de Villegas eran los que abastecían los aviones, cargaban el combustible, cargaban los misiles. Pero parece que el ejército, los políticos… Cuando se terminó todo, nos llevó un mes sacarlos de ahí, y volvernos a casa y poner las cosas en su lugar. ¿Cómo no lo sabían los jefes, inteligencia militar...?
Nosotros estábamos en pleno territorio de guerra, recibiendo órdenes de guerra, viviendo la guerra, padeciendo la guerra, sufriendo la guerra. Venían los soldados hechos bolsa, nosotros teníamos que llevarlos, trasladarlos a Comodoro Rivadavia, de ahí a Buenos Aires, para que fueran atendidos.
Lo más triste se fue dando después. Se dictaron leyes que fueron totalmente discriminatorias. ¿Por qué? porque nosotros, los soldados movilizados, fuimos discriminados de todo derecho, del honor de haber participado ahí. Por eso este dolor que llevo hace 35 años.
Llevábamos elementos hospitalarios todo el tiempo a Puerto San Julián y de ahí Río Gallegos. Estábamos prácticamente establecidos ahí.
No sólo fuimos víctimas de la dictadura militar y sus locuras de poder, sino que seguimos siendo víctimas de los sucesivos gobiernos democráticos, que nos piden que nosotros les demostremos que estuvimos donde decimos que estábamos.
En un momento hay que llevar material de guerra, teníamos que llevar boletas, y material hospitalario, un camión, arriba de un Hércules, un Unimog, un grupo de soldados más el sargento. Cuando pasamos Malvinas ya Puerto
Nos niegan los compañeros, que saben que nosotros estábamos velando por ellos, y que estábamos al servicio
y a la orden; y si teníamos que pasar para allá nos íbamos a jugar las pelotas igual o más que se la jugaron ellos. Lo muestra el decreto 509/88. Nosotros no tenemos ni rango de veteranos. Nosotros tenemos cicatrices, dolor, y encima escuchar compañeros que no quieren que nosotros nos sumemos. Por eso en estas fechas no puedo estar bien. Han llegado a dudar que yo he estado ahí. Es muy triste. Yo no pienso pasar otros 35 o 40 años más explicando dónde estuve. Decidí no hablar nunca más. De esto saqué lo mejor, con esto me afirmé, y sigo viviendo. Ya está superado, aunque por ahí se me cae algún lagrimón. El único reconocimiento que tuvimos, y que agradecemos, fue a nivel municipal, el año pasado: el Intendente y el Concejo Deliberante por unanimidad votaron darnos la obra social IOMA. Pero nuestro reclamo es a nivel nacional. Queremos ser incorporados. Hay 9 mil soldados en esta situación. Me gustaría que los ex combatientes, para quienes vaya siempre todo mi respeto y mi honor, y toda la gloria, ojalá se pusieran a revisar las listas de los que cobran. Van a encontrar que a las Malvinas fueron 12 mil soldados y en el sistema están cobrando esos beneficios 28 mil. Esto es un dato de la realidad, irrefutable. Sólo tienen que investigarlo y no oponerse a nosotros que queremos ingresar y somos 9 mil. Esa es una de las tantas luchas que yo abandoné. Ahora tengo mis hijos, lucho por ellos. Intenté muchas cosas, siempre nobles. Ahora estoy acá, en mi trinchera, al lado del parque, formando boxeadores y formando conciencia.
Abril / Mayo de 2011
Página 21
VILLEGAS CINE
3 minutos con Gonzalo Tobal Largometraje en puerta, la ciudad de General Villegas se prepara como plataforma del próximo film de Gonzalo Tobal. Dos primos vuelven a Villegas para un velorio, allí con nuestra ciudad como escenario, se rencuentran con varios personajes y viven, entre otras cosas, nuevas experiencias dentro de una historia un tanto familiar. Gonzalo cuenta que la idea de la película surge a partir de un viaje azaroso en el cuál, regresando de Mendoza, llegan a Villegas a la casa de los padres de una de sus amigas.
-Por qué Villegas? Por qué acá?
Estoy acá por un amigo, Nacho Rodríguez, sobrino de Luis Baiguera. Los conozco por Guillermina, hija de Luis… Bueno, en un viaje azaroso volviendo de Mendoza paramos acá unos días. Yo ya estaba pensando ideas y con lo que vi acá se fue juntando con otras cosas, se fue trabajando... La idea era la vuelta para un entierro, dos personajes alrededor de 30 años con una historia familiar. Esto se cruzó con algo que había percibido acá, de una familia que trabajaba del campo, que le venía bien a la película. Algo de acá, de este lugar, que había visto, se empezó a cruzar con otras ideas y bueno, se empezó a desarrollar. No hay una gran explicación más que eso.
-Digamos que la familia Baiguera te inspiró?
-(Risas) Sí, un poco, digamos que todo el universo de acá, haber caído acá es como… raro. Villegas es un poco extraño.
El estilo de vida y la buena predisposición a la hora de recorrer
distintas locaciones ayudó a decidir finalmente que la película trascurriría aquí, en nuestra ciudad. Gonzalo tuvo la oportunidad de recorrer la ciudad y conocer un poco de la gente y las casas que habitaban. De esta forma concluyó por delinear una historia permitiéndole mantener a General Villegas como locación. El casting general se realizó en los últimos meses del año pasado, lo cuál dio como resultado un caudal indiscutible de potenciales actores, según indica Gonzalo. Traían una idea previa pero estaba la posibilidad, tal como finalmente ocurrió, de que los sorprendieran nuevas personalidades que no imaginaban. Los papeles principales se otorgaron, entre otros, a Ana Uriarte, quién representará a la madre de uno de los dos primos. También integrarán el elenco: Cristian Francucci, Horacio Pugnaloni, Raúl Sánchez, Gino Ringa y Soledad Córdoba, entre otros. Actualmente está abierta la convocatoria para aquellos que quieran participar como extras, enviando una foto con datos a peliculavillegas@hotmail.com. De acuerdo con la gran convocatoria que se realizó para el primer casting, y teniendo en cuenta los postulantes, el director de la película Villegas dice que los mismos personajes del film se fueron enriqueciendo a partir de las distintas actuaciones. Gonzalo Tobal es Director de Cine y ha realizado varios cortometrajes. Este es su primer largometraje y entre varias ideas, está presente llevarlo al extranjero y realizar el estreno del mismo en algún festival importante. También tiene presente realizar una gran premier en nuestra ciudad.
Por Sofía Pontiggia
¿Quién es Gonzalo Tobal?
Estudió Dirección en la Universidad del Cine, y cursó materias de Filosofía y Artes en la UBA. Escribió y dirigió los cortometrajes: “Cerrar la Tapa” (2003, 16 mm) y “Álbum Familiar en cuatro entregas” (2005, 16 mm), que participaron en diversos festivales internacionales, entre los que se destaca el Berlinale Talent Campus #3 (2005). Su tercer corto: “Ahora todos parecen contentos” (2007, S16 x 35 mm) obtuvo el Primer Premio de la Cinéfondation del Festival de Cannes 2007, entre otros, y se presentó en más de 30 festivales nacionales e internacionales. Trabajó como asistente de programación en malba.cine, produciendo muestras retrospectivas de la obra de Eric Rohmer, Abbas Kiarostami, Andy Warhol y otras; además de la producción durante dos años de la Colección malba. cine DVD, de la que se destacan las ediciones “Lisando Alonso” e “Invasión- de Hugo Santiago”. Acaba de estrenar un nuevo corto: “Cynthia todavía tiene las llaves”, trabaja en la post-producción del documental “Graceland. Mi propia road movie”, y además de “Villegas” (filme de ficción), desarrolla el proyecto de largometraje “(Apuntes para una película sobre) La Varsovia” (documentalficción).
Página 22
Abril / Mayo de 2011
VISITA ESCOLAR
El “Pumita” en las escuelas Claudio “Pumita” Olmedo visitó a los chicos de distintas escuelas de la ciudad, les dio una charla y participó de algunas actividades. Luego de su triunfo el pasado 25 de marzo, donde se consagró como Campeón Sudamericano y Campeón Latino CMB, el “Pumita” se encontró con los chicos del curso Primero I de la Escuela Secundaria Nº2 y con los alumnos de 4º, 5º y 6º año de la Escuela Primaria Nº 3. Escuelas en las que él cursó sus estudios. Claudio asistió a una clase de Lengua junto a los alumnos de la Escuela Secundaria Nº2, donde le realizaron una exhaustiva entrevista que aplicaron posteriormente en la confección de una nota periodística (ver recuadro). El Pumita les habló de sus triunfos, de su intensivo entrenamiento y de los planes para el futuro como boxeador profesional. También les contó de sus derrotas y de la vida diaria que lleva. Los chicos, muy entusiasmados por la visita, aprovecharon para sacarse fotos con el cinturón y pedirle que les firmara autógrafos en las carpetas. En su encuentro con los alumnos de la Escuela Primaria Nº3 Claudio participó de una nueva propuesta que idearon los profesores de educación física Guillermo Gardoni y Marcos Cusín. La misma consiste en “Encuentros con deportistas”, proyecto a través del cual se
Alumnos periodistas
Siguiendo las pautas vistas en clase, los alumnos de la Escuela Secundaria N° 2 confeccionaron varias notas periodísticas. Compartimos algunas de ellas: PRIMICIA
Nos visito el “Pumita” Olmedo el día miércoles 30 de marzo. En esa visita nos tomamos unas lindas fotos, nos firmó autógrafos y nos contó casi toda su vida. A los 16 años comenzó su carrera y en el día de hoy tiene 25 años. Tiene una hija
busca revalorizar a las personas de nuestra ciudad que se destacan en distintos deportes poniendo todo su esfuerzo y dedicación.
Arriba: Claudio en la Escuela Primaria Nº 3 Abajo: visitando la Secundaria Nº 2
A la hora de contar quiénes eran sus ídolos Claudio fue contundente: Kaíto Valdebenito, su instructor. Los chicos le realizaron varias preguntas y luego lo despidieron con varios obsequios y al ritmo de la Murga Artesanal “Alegría” formada por ellos mismos. Días más tarde la visita fue para los alumnos del Centro Educativo Complementario (CEC) y el programa radial que los chicos de la Escuela Primaria N° 45 ponen al aire desde hace varios años, bajo la coordinación de Ariel Quiñones.
llamada Sofía que tiene 4 años. Tiene dos cinturones ganados, cinco peleas perdidas y más de 60 peleas ganadas. Con respecto a su alimentación tiene que ser liviana y no puede fumar porque le haría mal a su entrenamiento. El “Pumita” se levanta a las 6:30 de la mañana para ir a entrenar, todos los días menos los domingos. Las prevenciones del box son no fumar, no beber alcohol y no acostarse tarde. Nota periodística realizada por: Tamara Álvarez y Mailén Albarracín
El día miércoles 30 nos visitó Claudio “Pumita” Olmedo, nos contó de su
pelea con Jesús Paz que fue muy dura. Nos trajo el cinturón y nos dijo que tenía una hija que se llama Sofía. Contó cómo se cuida y a qué hora se levanta para entrenar. Tiene entrenamiento muy estricto, a la mañana de 7 a 10 y a la tarde de 19 a 21 hs, no puede salir al boliche, se tiene que cuidar en el alcohol y no puede pelear con nadie porque tiene entrenamiento boxístico. Nosotros pensamos que es muy buen boxeador y bueno como persona. Nota periodística confeccionada por: Matías Moreyra, Nazarena Torres y Milagros Rodríguez
Abril / Mayo de 2011
Página 23
LIC. VALERIA PENNACINO
La importancia del control del peso en los boxeadores profesionales La Licenciada en Nutrición Valeria Pennacino nos explicó cómo es la forma de trabajo utilizada con Claudio Olmedo para lograr que llegue al día de la pelea equilibrado tanto psíquica como físicamente. Además nos contó cómo fue la experiencia de dar charlas para los alumnos de la Escuela de Box. ¿Cómo te resultó con los chicos?
Los chicos se interesaron mucho, preguntaron, se sacaron todas las dudas, hablamos de la hidratación, de las bebidas con calorías, sin calorías. Ellos a la tarde entrenan mucho y no comen nada, este hábito debería cambiar porque tienen mucho gasto de energía, el cuerpo va gastando las reservas que tiene y ellos se van debilitando; entendieron eso y también se les aconsejó disminuir el consumo de hidratos de carbono, e ingerir más verduras y frutas y por supuesto prestar mucha atención a la hidratación. Siempre tienen que darle prioridad a los objetivos que ellos quieran lograr. Por supuesto que es más tentador comer una pizza que unas verduritas, pero ellos deben elegir entre darse un gusto o entrenar como se debe para ganar la pelea.
Hablemos de boxeo de elite… hablemos de Claudio Olmedo Para un deportista de elite la alimentación es parte del entrenamiento. Así como tienen que ir todos los días a correr o hacer guantes, también tienen que ocuparse de su alimentación; tienen que ser muy ordenados, meticulosos y prolijos, y la alimentación tiene que ser equilibrada
del boxeo, y más al verlo delgado, porque es más fácil trabajar con una persona obesa. Pero una vez que vi los resultados y pude observar que Claudio estaba y se sentía bien, que no estaba debilitado… Él notó muchísimo la diferencia y se adaptó bien a los nuevos hábitos alimenticios.
¿Cómo influye la estabilidad del peso al momento de la pelea?
esa charla
Muy linda, en la charla estuvieron presentes diez chicos y les expliqué en qué se basa la alimentación, cómo se tenían que ordenar; porque a veces pensamos que bajar de peso o tener una buena alimentación tiene que ser sumamente complicado, y esto no es así, porque hay que saber que tenemos otras opciones pero cuanto más rutinario y ordenado sean los hábitos alimenticios, es mejor.
Por Cecilia Gonella
cumpliendo con todos los nutrientes que se necesitan. En el caso particular de Claudio tuvimos que rever la alimentación que él venía teniendo y en base a sus gustos lo fuimos ordenando. Armamos un buen desayuno, bajamos el consumo de hidratos de carbono y tenemos una continuidad con los controles, porque a las personas genéticamente delgadas les cuesta mucho bajar de peso. Claudio actualmente está con viandas que le prepara el chef Gastón Villalba. De esta forma nos aseguramos que come equilibrado, la preparación de los alimentos no le significa un trabajo extra y a Claudio le facilita su organización diaria.
¿Cómo es Claudio como paciente?
Es muy ordenado y cumplidor. Realmente me sorprendió la primera vez que vino al control porque cumplió con todo y logró llegar a su peso. Entre otras cosas aceptó incorporar verduras que él no consumía en su dieta diaria, con lo cual su predisposición ayudó notablemente para alcanzar los objetivos planteados. Su relación de índice de masa corporal es excelente, pero para la categoría en la que él pelea necesitaba bajar de peso.
¿Cómo fue tu experiencia de trabajar con boxeadores?
Me encantó!!!, al principio tenía miedo porque no tenía experiencia en el mundo
Tratamos de lograr que se mantenga estable en su peso, básicamente porque le disminuye el estrés psíquico y físico. Lo ideal es que él pueda entrenar y mantener el mismo peso para poder conocerse el cuerpo y llegar lo más entero posible al combate. Tenemos que tener en cuenta que uno de los problemas que más afecta el rendimiento de los boxeadores es el deficiente o irregular control del peso con vista a la pelea, en sus sesiones de entrenamientos. Hay dos cosas que están ligadas al control del peso: la sistematización del entrenamiento y la otra: el binomio alimentación – nutrición; por ese motivo se deben seleccionar los correctos regímenes de alimentación e ingestión de líquidos, sin perder de vista que todo exceso en la alimentación, toda deficiencia nutricional, todo exceso en el consumo de líquidos puede suscitar el aumento del peso a costa del aumento del tejido adiposo y retención de líquidos en el organismo. Además es necesario que el boxeador tenga una alimentación racional con la que cubra totalmente las pérdidas energéticas del organismo para rebajar de peso. El boxeador tiene que alimentarse y nutrirse bien. El grupo de profesionales que está con Claudio le hizo comprender que hay que controlar el valor cuantitativo de la alimentación, vinculándose los datos de la pérdida diaria de energía y el valor calórico del alimento (esto se calcula con ayuda de la composición del menú), por la dinámica del peso del boxeador. Se puede juzgar también acerca del valor energético de los alimentos: si su valor calórico es suficiente, el peso del boxeador oscilará dentro de estrechos límites; si el peso aumenta a costa de excesiva adiposidad y la musculatura no se desarrolla, esto indica que la alimentación es excesiva. La reducción del peso es una muestra de alimentación insuficiente.
Página 24
Abril / Mayo de 2011
MURO DE INVENCIONES
Rubín “HURACAN” Carter - Primera Parte Le faltó la oportunidad de un combate limpio. Un muro de invenciones lo convirtió en un peligro para la sociedad y la cárcel fue su destino. Rubín peleó sin permitir que los golpes lo dejaran nocaut. La diferencia entre resignarse o vencer era revelar la verdad a la que nunca renunció. Le sobró espíritu de boxeador, un boxeador que pelea sin dejarse doblegar con la sabiduría de un hombre que lejos de lamentarse por lo que le pasa, lo afronta y consigue superarlo.
Su infancia:
“No estoy en la cárcel por asesinato. Estoy en la cárcel porque soy un negro en Estados Unidos de América, donde quienes ostentan el poder sólo permitirían a un negro ser un bufón o ser un criminal”. Rubín “HURACÁN” Carter, entrevista en 1975. Rubín “Huracán” Carter nació el 6 de mayo de 1937. Huracán es el nombre profesional que le pusieron en un momento determinado de su carrera como boxeador. Carter era el apellido de esclavo que se le asignó a sus antepasados cuando trabajaban en los campos de algodón. Vivió una niñez marcada por varios hechos desatinados que hicieron de su infancia una pelea por sobrevivir. Nació en Peterson, New Jersey, ciudad que describía como decadente, llena de pobreza y violencia. La única manera de sobrevivir era saber defenderse y Rubín aprendió rápido. El futuro inmediato fue precipitándolo a una pelea de “Dieciséis rounds” por subsistir.
Al principio, bajo el sol de Peterson, podían oírse frágiles y felices las risas de Rubín y sus amigos jugando a orillas del río. Una rutina de diversión que poco a poco empezó a ser cercada. Los pasos amenazantes se iban alborotando como gritos aplastados por las suelas de los zapatos. El hombre se acercó tanto como pudo a los chicos he intentó seducir a uno de ellos. El juego infantil ese día quedó inconcluso para siempre tras la penumbra de la brutalidad. El río se volvió testigo de la insistencia perversa. El hostigamiento que acorrala a la víctima y la hunde en el miedo. En Peterson era común que personas adineradas y prestigiosas cometieran delitos sexuales y los niños afro-americanos eran presa fácil. Cuántas veces el río habrá quedado mudo después de que un criminal se robara el sueño angelical de un niño que nunca más vio regresar. Rubín lanzó una botella de vidrio que fue a dar de lleno en la cabeza del acosador. Peleó para zafar de las garras que lo tironeaban y maltrataban. Peleó contra el
Por Valeria de los Ángeles Lascuraíñ dolor que le provocó el insulto. Peleó hasta clavar una navaja en el brazo del acosador. Venció la fuerza que lo mantenía inmovilizado y amenazaba con arrojarlo al acantilado. Peleó hasta huir del río en busca de protección. Puedo suponer que encontró brazos cruzados, brazos que dejan caer y empujan al vacío. Hombres que hacen o dejan de hacer en relación a otros hombres. Hombres que abusan del poder, como si fuera una forma de actuar que les corresponde por derecho. Puedo suponer que Rubín peleó por hacer saber una verdad en la que nadie creyó.
Una semana después fue arrestado y acusado de querer robar el reloj de un respetado señor de la sociedad. A los 11 años fue interrogado como si se tratara de un criminal. Se lo intimidó haciéndole sentir el rigor humillante del abuso de poder. Fue maltratado y agredido por Delle Pesca, un policía que convertía la ley en un atropello a las libertades de las personas. Della Pesca hizo de la ley un instrumento de manipulación para satisfacer de forma encubierta sus oscuros instintos. Ahí estaba Rubín en la corte de menores, delante de un juez que, dándole la espalda
Abril / Mayo de 2011
a la verdad guiado por los prejuicios, condenó a un negro con una navaja por considerarlo un peligro para sociedad cuando se trataba de un niño con una navaja defendiéndose de un criminal sexual. “Corrí como si una nube me llevara, ignorando hasta donde alcanzaban mis pasos y todo lo que me rodeaba. En mi cabeza solo había espacio para una palabra, un pensamiento, Libertad.”
Sobrevivir tras los muros
Fue llevado a un reformatorio donde debía permanecer hasta cumplir 21 años. Vio cerrarse las puertas tras y delante de él, y a las sombras tragarse las llaves. Conoció el frío de la soledad, se hundió en el rigor de los golpes y el abuso. Resistió. Peleó fiel a su espíritu de boxeador, si permitía que un golpe lo noqueara, si no se ponía de pie antes de que el conteo llegara a diez, la pelea se terminaba y la verdad se hundía con él. Peleó hasta oír crujir los hierros de las rejas abiertas en señal de una provisoria libertad. Rubín Carter huyó del reformatorio dos años antes de cumplir la sentencia. Huyó de las privaciones y los castigos. En sus ojos no podía reconocerse más que furia y amargura. Nada más elocuente que las palabras que usó para describir su sentir: -Corrí como si una nube me llevara, ignorando hasta donde alcanzaban mis pasos y todo lo que me rodeaba. En mi cabeza solo había espacio para una palabra, un pensa-miento, Libertad. Entendió la injusticia que se había hecho con él, comprendió que la injusticia que lo había perseguido era una práctica habitualmente ejercida contra todos los hombres de su raza. Un hombre que seguía siendo esclavo de la agresión y el rechazo. Un hombre que seguía siendo dominado y privado de sus derechos. Peleó pensando en la lucha por la liberación y un pensamiento gran-
Página 25
dioso floreció de sus labios: -Aprendí que el conocimiento propio y el de mi clase era el único medio eficaz para la liberación del hombre negro. No se dejó doblegar, superó la tartamudez. Se enroló en el ejército y se convirtió en paracaidista. Su vida cambió, llegó a boxeador profesional y regresó a su tierra natal como campeón de peso Welter Europeo. “Aprendí que el conocimiento propio y el de mi clase era el único medio eficaz para la liberación del hombre negro.”
Peterson y la injusticia
En Peterson era como si el tiempo se hubiera detenido. Della Pesca convertido en sargento lo persiguió hasta encarcelarlo para que cumpliera los dos años que le faltaban de su condena. En la cárcel Rubín decidió entonces tomar las riendas de su vida y transformar su cuerpo en un arma. Se concentró en el odio, un odio que ocupaba todos los espacios y se extendía aún más, todo lo posible. Ni siquiera hablaba un idioma, el odio era todo lo que conocía y los verbos de su vida eran dos puños cerrados dispuestos a pegar. Sólo pensaba en la libertad o matar a quien intentara encarcelarlo. El 21 de septiembre de 1961 Rubín Carter salió en libertad. Se juró por lo más sagrado nunca más regresar a prisión.
Una joven lo conquistó, la muchacha era del barrio donde él había nacido. El amor creció, se casaron y tuvieron un hijo. La carrera de boxeador fue en ascenso, en muy poco tiempo obtuvo el título de púgil del año.
La pelea por ganar
El ser una persona pública, no lo resguardó de los atropellos que sufrían las personas de raza negra. El 24 de diciembre de 1964, subió al cuadrilátero para pelear contra el entonces campeón mundial de peso medio Joey Giardello. Rubín le dio una golpiza. Cuando todos lo daban por ganador, el jurado protagonizó una escandalosa deliberación que se prolongó en el tiempo. 35 minutos tardó en decidir implícitamente que un hombre negro no podía ganarle a un hombre blanco. El cinturón quedó en manos de Joey Giardello. Rubín “Huracán” Carter no protestó. La sobre exigencia nunca lo destruyó. Su espíritu de boxeador nunca dejó de pelear. Por mucho que se imaginó el ocaso de Rubín, Rubín nunca tuvo en mente un ocaso para su vida. Muchos creyeron ver a Rubín debilitarse en la esquina del cuadrilátero, contra todo pronóstico, Rubín era una máquina de luchar. Un auténtico ganador que siguió peleando por sobrevivir … (continuará…)
Página 26
Abril / Mayo de 2011
Diario de una estudiante recién llegada a Buenos Aires Uno experimenta sensaciones extrañas, pero nunca deja. Yo no dejo de levantarme una hora antes de salir, no dejo de intentar vestirme correctamente, no dejo de intentar llegar a horario. No dejo de pedir permiso para ir al baño, pero “chicos, eso no me lo pregunten, ya dejamos...” ¡Qué vergüenza! Lunes 28: Ya son las nueve… Y acá que escribo, por allá que escucho y por la ventana que miro, pero intento concentrarme. Fundamentos no me va a ganar. Saco las fotocopias y recuerdo el día que me asusté; empiezo a leer. Fuerzo mi vista para que se quede en el lugar; quiero dejar la materia. Avanzo unas páginas más. ¿Está mal si lo hago? No quiero mirar ni el número de página, ni las hojas que pasé. Está mal si es por miedo. Termino el primer block; me convenzo de que puedo y sigo. Me quedan tres más. Fuerzas, ahora tengo. Martes 29: El olor del té por las mañanas me remite a aquellos días en Vallejos… Un camino corto y fresco de la cama al baño, esperando el calor del comedor cerca de la leña. Un camino m á s largo y frío del hogar a la es- cuela, esperando un grupo de amigos al calor del contacto. Por suerte ahora mi camino sigue siendo no tan largo, pero tal vez demasiado helado, y, sin artefactos que acojan, espera un grupo de gente aún por conocer.
Jueves 31: La profesora de cerámica tiene la mitad de su cara paralizada y el ayudante de la clase es homosexual. Nos dan un recreo y descanso en el bar. Pasa un hombre, supongo; no dudo de su sexo, sí de su edad. Tiene una enfermedad que no reconozco, camina de una forma muy extraña y continuamente aparecen gestos en su cara, como quejándose. Pasa y vuelve, se sienta a mi lado; lo observo, así como miro todo. Vi en otra clase un hombre en silla de ruedas, le faltaban las piernas. También a una mujer pequeñita, pequeñita. Ninguno es exótico, ni anormal, sólo diferentes; diferentes a eso que está impuesto como común. Todos ellos son únicos, como cada uno de nosotros. Pero lo que hace que mencione esto es la admiración que siento cada vez que me los cruzo, moviéndose cada día de acá para allá con las dificultades que la vida les impuso y soportando la discriminación y la intolerancia que muchas veces las personas tiene para con ellos, los “enfermos”… aunque acá siento que no es así. Se acepta, se comparte, se acompaña y esa desilusión que en un principio sentí, de no ser nadie, se va opacando y no me quita la esperanza de tener a alguien. Martes 5: Recuerdo con cariño a muchos profesores (esos que dejaban ver su alma a través de sus palabras, con las tizas...), a veces a unos, otras a otros. Pero esta mañana, cuando una profesora me sonrió, creo que los pensé a todos y fue ese el
Por Albertina Peralta Moreno
momento en que dejé vivo su recuerdo sólo en mi memoria. Ahora me sonrío, capaz que lagrimeo, porque estoy feliz. Feliz de lo que pasó y de lo que pasa, de haber tenido la posibilidad de aprender, de conocer, de saber y poder llegar cada mañana con más ganas de cultivar mis conocimientos, mi espíritu. Al margen (no tanto), charla con una compañera durante el taller de pintura. Habla de lo que fue su relación con la gente; piensa, piensa y me dice: “pensaba en si tendría un problema, si existía gente como yo. Pero me propuse no ser tan exigente con los demás.” Ahora hay alguien más que reflexiona, ejem. Jueves 7: Mati llegó de Israel cuando era chico; cambiaron su nombre a Matías. Y ahora, varios años después, es llamado por el nombre que él mismo eligió: Elizabeth. Es la primera mujer transexual del IUNA; pudo cambiar de sexo y la semana próxima hará una performance en la que simbólicamente tendrá su primera menstruación. Abierto al público. Viernes 8: ¡Estoy cansada!!! Qué desgaste este ir y venir. Me aprovecharé de mí misma y de las agujas del reloj: pondré el despertador media hora más tarde y será lo que tenga que ser.
Abril / Mayo de 2011
Pรกgina 27