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Queridos amigos de Israel
La muerte y resurrección de Jesucristo son los sucesos más importantes del Nuevo Testamento y constituyen la base de la fe cristiana. Cada uno de los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) dedican tres capítulos a lo sucedido en aquel entonces, mientras que en el evangelio de Juan estos acontecimientos ocupan ocho capítulos. En cinco de ellos podemos encontrar las últimas enseñanzas de Jesús a sus discípulos, en donde, una vez más, el Señor magnifica la profundidad, amplitud, distancia y altitud de la fe en Él, por la cual entramos al “lugar santísimo” de la fe cristiana.
En la Última Cena, los discípulos abrieron su corazón a las revelaciones de Jesús respecto a Su muerte y partida de este mundo. Pese a esto, Jesús les dijo: “Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar” (Jn. 16:12). No fue sino hasta la resurrección de Cristo que sus ojos se abrieron para comprender las verdades que sobrepasaban el entendimiento del hombre natural.
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Después de la cena, y antes de seguir su discurso, el Señor dijo: “…vámonos de aquí” (Jn. 14:31). ¿De qué lugar?, ¿cuál fue el sitio exacto en que Jesús reveló a Sus discípulos estas profundas verdades? Algunos creen que el Señor siguió sus enseñanzas ( Juan 15 al 17) mientras transitaba el camino desde el monte Sion al valle de Cedrón. Sin embargo, es poco probable que esto sucediese entre los angostos callejones de la ciudad y el odio de las autoridades que intentaban apresarlo. Contrario a esto, podemos presumir que abandonó rápidamente la ciudad en compañía de Sus discípulos.
Aunque es secundario, este pensamiento resulta interesante. De seguro alguna vez, de visita en alguna casa, te has levantado luego de mirar la hora y has dicho: “¡Me tengo que ir!”, no obstante, te volviste a sentar y te quedaste un tiempo más, pues, ante las nuevas conversaciones, perdiste la noción del tiempo. Tal vez esto ocurrió con Jesús y sus discípulos, pues es difícil imaginar que el Señor pronunciara estos profundos discursos mientras transitaba por la oscura ciudad. Es más lógico pensar que todo tuvo lugar en el aposento alto, en un ambiente confidencial y protegido, donde celebraban la cena pascual. Sumado a esto, luego de la íntima, personal y conmovedora oración de Jesús a Su Padre celestial en el capítulo 17, leemos: “Habiendo dicho Jesús estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos” (18:1). El hecho de que hayan salido tal vez se refiera a abandonar la ciudad o la casa donde se encontraban.
Claro que estas circunstancias externas no son las más importantes, sino el mensaje espiritual que estos capítulos quieren transmitirnos.
En Israel tenemos el privilegio de poder visitar los sitios donde se desarrollaron los acontecimientos bíblicos. Después de dos años de pandemia hemos vuelto a la normalidad, por lo que podemos recibir a los turistas y mostrarles todos estos lugares tan significativos –¡Damos gracias al Señor por esto!
Con un cordial Shalom, los saluda desde Haifa,