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Queridos amigos de Israel
Según el libro de Hechos 1:4, Jesús habla con Sus discípulos antes de ascender al Cielo ante sus miradas atónitas y les dice que se queden en Jerusalén y esperen allí la promesa del Padre. En el versículo 8 continúa diciendo: “…pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Cuando estas promesas se cumplieron en la fiesta bíblica de Shavuot, Pentecostés, Pedro se sintió responsable de explicar los sucesos extraordinarios a los presentes. El Espíritu de Dios lo capacitó para exponer los acontecimientos con base en los profetas, más exactamente, en Joel 2:28-32. Pero cuando leemos este pasaje, nos damos cuenta de que, en realidad, lo que se cumplió en aquel entonces fue solo el versículo 29: “Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días”. Pedro comienza su explicación con las palabras: “Y en los postreros días, dice Dios…” (Hechos 2:17). No encontramos esta introducción en el libro de Joel, aunque todo el pasaje del profeta sí habla de los postreros días.
En cierto modo habían llegado en aquel entonces los “postreros días” para Israel y Judá. Era inminente la destrucción del Templo y de Jerusalén, y la dispersión de los judíos entre todas las naciones. Pero la profecía de Joel va más allá de la promesa de Jesús cumplida en Pentecostés. Esto nos muestra que la primera y segunda venida de Jesús están entrelazadas y forman una unidad. Lo que no se cumplió todavía en aquel entonces, está aún por venir y se cumplirá con la segunda venida de Jesús. Cuando miramos de más cerca los detalles en el pasaje de Joel, constatamos que Jesús había hablado de estas mismas cosas con Sus discípulos en su sermón profético en el monte de los Olivos, respondiéndoles sus preguntas por las señales de Su venida y el fin del mundo. Les habló, entre otras cosas, de señales en el sol, la luna y las estrellas.
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Los alarmantes sucesos en este mundo nos hacen pensar en la posibilidad de que ya haya llegado lo que dijo Jesús en Su sermón —no nos faltaría el material para hacer las especulaciones más alocadas al respecto. Cuando el ministro del exterior ruso, Lavrov, advierte que la guerra en Ucrania podría llevar a una tercera guerra mundial, sin duda alguna, es un motivo de gran preocupación. La pregunta ahora es: ¿qué provocan las crisis actuales en nosotros?, ¿miedo —o gozo por la cercanía de la venida del Señor? Lo que sucedió en aquel día de Pentecostés debe fortalecer y animarnos de nuevo. Lo que dijo Jesús a sus discípulos se dirigía en primer lugar a ellos como sus apóstoles, pero más allá de esto tiene validez para todos los que creemos en Él.
Cuando Él dice: “…y recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”, esto vale también para nosotros, porque es el mismo Espíritu Santo quien guía, dirige y protege a los creyentes. El poder prometido por el Señor a los suyos es, por supuesto, no fuerza física, sino el poder del Espíritu Santo, que necesitamos más que nunca en este tiempo de creciente oscuridad espiritual, para poder discernir qué es de Dios y qué de los hombres. Aquella época y nuestro tiempo, con la inminente venida del Señor Jesucristo, forman una estrecha unidad. También nosotros necesitamos a Su Espíritu como guía para atravesar estos días cada vez más amenazantes.
Recomendándoles a Él y a Su Espíritu, ¡les saludo con un cordial shalom!