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Israel,un pueblo muy especial
La historia suele repetirse:Ya no se tiene como prioridad servir a Dios, sino satisfacer su afán de poder y sus intereses egoístas.
Thomas Lieth
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En el año 166 a. C., después de la abominación desoladora bajo el liderazgo de Antíoco Epífanes, un grupo de judíos fieles se sublevó. El sacerdote Matatías y sus cinco hijos llamaron a la resistencia. Judas, uno de ellos, recibió el sobrenombre de Macabeo (martillo), de donde proviene la expresión “revuelta de los macabeos” . Bajo la oposición macabea se destruyeron los altares paganos en toda la nación y los judíos infieles fueron asesinados. Los macabeos lograron librarse del poder de Antíoco y Jerusalén volvió a ser judía. A finales del 165 y principios del 164 a. C. se llevó a cabo la purificación del Templo y la rededicación al servicio de Dios. Los judíos recuerdan hasta hoy este suceso en la fiesta de Janucá, llamada también Fiesta de la Dedicación, en la cual se suele encender un candelabro de ocho brazos.
Con el correr del tiempo, los judíos alcanzaron la independencia total de Siria y pactaron la paz con un Imperio romano en auge. El idioma hebreo comenzó a cultivarse y el servicio sacerdotal pasó a mano de los asmoneos (sucesores de los macabeos), quienes tenían descendencia levita, aunque también se apoderaron del reinado. Además, sus ministerios fueron sufriendo una completa secularización. Su poder y prestigio eran más importantes que el culto a Dios. Su servicio en el Templo estaba lejos de parecerse a lo establecido en los mandamientos y reglamentos del Antiguo Testamento.
En este sentido no puedo evitar hacer un paralelismo con los cultos de nuestras iglesias. Nada nuevo hay bajo el sol, la historia suele repetirse. ¿Cuántas congregaciones tienen como prioridad satisfacer su afán de poder y sus intereses egoístas antes que servir a Dios?
Los asmoneos se apoderaron de Siquem, la ciudad sagrada de los samaritanos, destruyendo su santuario en el monte Gerizim y obligando a la población a convertirse al judaísmo. En el siglo I a. C., la impiedad y crueldad del líder asmoneo provocó una guerra civil. En esta ocasión fueron los fariseos quienes, cansados de la secularización y la violencia reinante, comenzaron la revuelta. Más tarde y de manera lamentable, estos mismos fariseos fueron criticados con dureza por el Señor Jesucristo a causa de su dogmatismo e hipocresía. ¿Qué diría Jesús de nuestras iglesias? ¿En cuál de los extremos nos encontramos: en un dogmatismo muerto e hipócrita o en la secularización y dilución de la verdad bíblica?