2 minute read
El paraíso de los errantes
Por Erzengel
Sinopsis:
Advertisement
A diario, la vida nos presenta un sinnúmero de situaciones diversas y extraordinarias. Sin saberlo, somos testigos accidentales de eventos aleatorios que nos provocan risas, asombro y, en el mejor de los casos, hasta pueden dejarnos una anécdota. En nuestro ir y venir cohabitamos con personajes maravillosos que usualmente pasamos por alto, aunque ellos siempre están ahí, esperando a que los veamos.
El paraíso de los errantes trata sobre eso, y nos propone intentar ir más allá de nuestro derrotero diario y permitirnos soñar a medida que avanzamos en sus páginas. Sus relatos parten de hechos comunes, pero navegan entre lo mágico y lo real, persiguiendo el costado asombroso detrás de cada situación e intentando retratar lo extraordinario que convive con lo habitual.
En este universo hay poetas, tarotistas, fantasmas y hasta un adivinador de penales. No faltan los filántropos, los oráculos ni los detectives. Conviven soñadores con fundamentalistas, goleadores y sirenas. Hay intrépidos comerciantes árabes y misteriosos hacedores de quimeras; pero, sobre todas las cosas, hay un intento de agregar una pizca de magia a nuestras vidas.
Opinión:
Este año, sin proponérmelo, regresé a los libros de relatos y, para mi grata sorpresa, encontré obras que me enamoraron desde la primera página. “El paraíso de los errantes” captó mi atención desde la sinopsis y fue un viaje sin retorno.
Leer a Pablo Velazquez significó conocer un autor nuevo, pero sintiendo que lo había leído de toda la vida. Su manera de narrar es sencilla, cotidiana, pero con analogías y metáforas que cautivan. Habla desde lo cotidiano y logra hacerte sentir que eso que les sucede a sus personajes le podría estar ocurriendo a un vecino o familiar cercano, incluso a vos mismo.
Por momentos, encontré la lectura con sabor a anécdota, recordándome los relatos que hacía mi abuela de alguien que había conocido, en donde lo fantástico o irreal, por muy fantástico e irreal que fuera, te hacía dudar y hasta preguntarte si acaso no era posible que en verdad pasara algo así.
Pablo me hizo sentir así, y hasta se me figuró como una suerte de Leopolgo Lugones actual, haciendo desfilar toda una variedad de personajes y situaciones presentados con simpleza y peso suficiente como para motivarnos a conocer sus historias y a querer seguir avanzando al siguiente relato para ver de cuántas maneras posibles la magia podía colarse en la narración.
Qué lindo se siente cuando encontramos autores así, que pueden crear tanto desde lo sencillo y sin rellenos ni rebusques innecesarios. En estas historias, el autor no necesita recurrir a florituras o recargar su manera de expresarse. Su habilidad al presentar hechos cotidianos (sucesos varios que pueden ocurrir en el día a día) y dotarlos de protagonistas que te compran con su personalidad, anhelos o experiencias vividas que rayan los bizarro, se mantiene a lo largo de todo el libro.
Puede suceder que un relato resulte increíble y los demás no le lleguen ni a los talones y uno asume que el libro tiene solo las páginas de esa historia que nos gustó, dejando de lado los demás. Lo reconozco, porque me ha sucedido muchas veces en los últimos treinta años. Este no es el caso. Cada cuento es único a su manera y tiene su propio brillo, lo que hace que la obra resultante se quede entre mis mejores lecturas en lo que va del año.