Indios en jagua en los siglos xviii y xix

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Indios en Jagua en los siglos XVIII y XIX

MsC Marcos Evelio Rodríguez Matamoros Cátedra de Antropología ¨Samuel Feijóo¨ Universidad de Cienfuegos Asociación de Escritores, UNEAC

La desaparición total de los indígenas en Cuba durante los dos primeros siglos de la colonización europea va siendo cada vez más un mito en desuso. Hace apenas unas décadas se reconocía la presencia de descendientes de nuestros tainos solamente en algunos sitios de la geografía oriental, como reductos de las concentraciones artificiales a modo de ¨reservas¨ que las autoridades colonialistas designaron para ubicarlos en las afueras de las poblaciones. Las investigaciones interdisciplinarias más recientes demuestran que el legado indígena está aún fresco en la vida cotidiana y en la memoria genética de nuestra población. Recientes investigaciones realizadas en los archivos de la iglesia parroquial ¨Nuestra Señora de Candelaria¨ en San Fernando de Camarones, dieron como resultado el hallazgo de referencias a indios en los libros de bautismo y defunciones fechados entre 1714 y 1844. Como se recordará, este centro poblado fue fundado precisamente en 1714, siendo el más longevo de los asentamientos humanos establecidos por los españoles en las proximidades de la bahía de Jagua, más de cien años antes de la fundación de la colonia Fernandina de Jagua en 1819. Ya antes de estos ¨descubrimientos¨ en dichos documentos eclesiásticos, sabíamos que algunos indígenas de Jagua sobrevivieron hasta tiempos bien recientes históricamente hablando, como son los casos del indio Yana y la india Francisca Mendoza, personajes mencionados en las crónicas históricas de la comarca de Jagua hacia 1819; y recogidos por los historiadores cienfuegueros


Pablo L. Rousseau y Pablo Díaz de Villegas en su ya clásica obra ¨Memoria descriptiva, histórica y biográfica de Cienfuegos¨1 Luego las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo por los miembros del grupo de aficionados a la arqueología ¨Jagua¨ de nuestra provincia, permitieron localizar y reportar por primera vez en Cuba, útiles de trabajo indígenas elaborados en fragmentos de vidrio artificial procedentes de botellas de licor cuya fecha de fabricación no es anterior a 1750, según criterios de especialistas que las analizaron en 19862. Estas primeras evidencias de técnicas de tallado en dichos fragmentos de vidrio industrial, las mismas que tradicionalmente aplicaron los indígenas de Cuba desde varios milenios antes en la piedra como materia prima, nos pusieron ante la realidad material de que algunos grupos indígenas consiguieron sobrevivir a la etapa violenta del proceso de la conquista y colonización europea en nuestro territorio, y se mantuvieron habitando en pequeños caseríos en los alrededores de la bahía de Jagua hasta tiempos bien tardíos3 . En las ilustraciones que siguen se muestran varios utensilios de factura indígena ejecutados en fragmentos de vidrio artificial, encontrados en un antiguo emplazamiento de aldea aborigen localizado en la localidad La vega, en la margen izquierda del río Jabacoa, en el municipio de Rodas. Para este trabajo se seleccionaron dos de las numerosas evidencias recuperadas en la superficie del sitio arqueológico, muy degradado por la acción reiterada de los arados y otros aperos de labranza. Lo bien significativo es que también abundan los artefactos en piedra que presentan similar tecno tipología en su factura, lo cual es un indicio de que ambos materiales fueron empleados indistintamente como materia prima por los talladores indígenas. En el sitio se han colectado numerosas evidencias de otra naturaleza como la cerámica de 1

Rousseau y Díaz de Villegas: Memoria descriptiva, histórica y biográfica de Cienfuegos¨, La Habana, Imprenta El Siglo XX, 1919. 2

Lourdes Domínguez González y Jorge Febles Dueñas, arqueólogos del Departamento de Arqueología del Instituto de Ciencias Sociales de la Academia de Ciencias de Cuba en aquella fecha. 3

Las evidencias en cuestión proceden de colectas superficiales realizadas en residuarios arqueológicos localizados en el área conocida con el nombre de Lagunillas, área agrícola cercana al barrio cienfueguero de Caunao, donde como ya vimos debió existir un asentamiento indígena en fecha bien tardía.


factura indígena, piedra en volumen, artefactos de concha y abundantes restos de la dieta consumida por el grupo humano que allí se asentó.

A la izquierda, perforador; al centro punta de proyectil, ambas piezas en vidrio industrial procedentes del sitio arqueológico La vega 2, cercano al río Jabacoa. A la derecha modo de empuñar el perforador.

Botella de vidrio para contener vino fechada entre 1808 y 1821, similar a las que pertenecieron los fragmentos de vidrio tallados por los indígenas en Jagua4

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Imagen tomada del artículo ¨El comercio en el puerto de La Habana durante el siglo XIX y el naufragio de la goleta inglesa Arrow¨ de Ovidio Ortega, Yamilé Lugera y César Alonso en: Gabinete de Arqueología; Boletín nº 6, año 6, La Habana, 2007, p.76.


De izquierda a derecha: pendientes sonajeros en conchas del género Oliva spp; fragmentos de recipientes de cerámica y valvas del molusco marino conocido por ostión

Dicen también nuestros historiadores que persistía todavía en la época de la fundación de la colonia Fernandina de Jagua en 1819, la referencia a un éxodo masivo de los indígenas naturales de Jagua hacia la Ciénaga de Zapata5 , como táctica para evitar el contacto con los europeos, cuando estos arribaron a estas tierras en 1514 con el propósito de someterlos y repartirlos luego en encomiendas., a la sazón al frente de las huestes conquistadoras. Si hacemos una lectura entre líneas del texto de la primera Carta de Relación al Rey escrita por Diego Velázquez en su campamento de Cayo Ocampo, con fecha primero de abril de 1514, veremos que nos informa acerca de los efectos tal éxodo, al expresarle a aquel su decisión de fundar la villa Santísima Trinidad unas treinta leguas al este de la bahía de Jagua ¨…por ser tierra de más indios…¨.

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Este

dato entra en franca contradicción con las evidencias arqueológicas que demuestran una mayor población indígena en Jagua, asentada en buen número de aldeas de diferentes dimensiones ubicadas en las riberas y cayos interiores de la bahía, así como en las costas aledañas situadas al este y al oeste de su canal de entrada, antes del arribo de los conquistadores españoles.

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Juan A. Cosculluela recogió también información sobre este éxodo vigente en la memoria histórica de los lugareños a principios del siglo XX durante sus trabajos de campo en la ciénaga oriental de Zapata, la cual forma parte de su libro ¨Cuatro años en la Ciénaga de Zapata. Memorias de un ingeniero¨. 6

Diego Velásquez de Cuéllar, primera Carta de Relación, puerto de Jagua, 1º de abril de 1514; según Hortensia Pichardo en Documentos para la historia de Cuba; tomo 1; editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1971.


Los historiadores locales Pablo Rousseau y Pablo Díaz de Villegas recogen en su obra añejas referencias a la ubicación de aquellos pequeños caseríos o aldeas. Según ellos había núcleos de población en los siguientes sitios de nuestra geografía: Caunao, donde supuestamente residía un importante cacique; en el lugar conocido por Las Auras; en las márgenes del arroyo Calabazas; en las orillas del arroyo La Palma; a orillas del arroyo Saladito; en las márgenes del río Salado (Sabao para los indígenas); en Cayo Ocampo y en la confluencia de los ríos Damují (Mabují para los indígenas) y Jabacoa, donde después se fundó el pueblo de Rodas.7 Las evidencias arqueológicas demuestran la realidad de estos datos en algunos casos y la existencia de otros centros poblados tardíos que no son mencionados por los historiadores. A las referencias históricas y las evidencias arqueológicas ya referidas, se suman ahora documentos encontrados en los libros de asientos de bautismo y de defunciones pertenecientes al archivo de la iglesia parroquial ¨Nuestra Señora de Candelaria¨, en San Fernando de Camarones, municipio de Palmira, que hacen alusión clara a la existencia de indígenas en la zona a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Desde años antes conocíamos de la referencia a un asiento de defunción de un negro esclavo cuyo cadáver apareció en el campo luego de que fuera muerto por ¨un indio¨, ahora hemos tenido la oportunidad de apreciar personalmente dicha referencia la cual dice textualmente: ¨En la Iglesia… (ilegible)… de Nuestra Señora de Candelaria del Partido de Camarones en veynte y nueve de mayo de mil ochocientos ad se le dio sepultura al cuerpo difunto de Jose Juan pardo adulto esclavo de Maria de Leon vecina de este Partido no recibió los santos sacramentos porque fue muerto por los indios y hallado a las doce horas de su muerte en el campo distante de la Hacienda Ciego Montero como legua y media y para que conste lo firme Pedro Joset Fernandez de Velazco¨ 8

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Rousseau y Díaz de Villegas; ob. cit.

Libro 3 de entierros de negros, 1714 – 1844, asiento nº 197, iglesia parroquial Nuestra Señora de Candelaria, San Fernando de Camarones, municipio Palmira, provincia Cienfuegos. Se ha respetado la grafía de la época.


Lo primero que nos llamó la atención es que en el asiento original se lee ¨muerto por los indios¨ y no muerto por ¨un indio¨, como llegó a nuestras manos la nota anterior cedida por un colega años atrás. De aquí se infiere que en esos años eran relativamente numerosos los indígenas que vivían en las áreas rurales de la zona.

Imágenes del texto original

Pero no solamente en el referido libro encontramos alusiones a indios ya que el libro cuarto de bautismos se puede leer ¨Libro quarto de bautismos de Indios Pardos y Morenos que comprende doscientos Sesenta y Dos hojas¨. A pesar de esta clara evidencia a bautismos de indios en esta iglesia, resulta imposible discriminar a estos en los asientos foliados del libro. Esta aparente contradicción pudiera tener su explicación en que para la fecha en cuestión hacía más de un siglo que los pobladores indígenas sobrevivientes habían sido censados como blancos, al parecer con el propósito de esconder el resultado


final del genocidio provocado por la polĂ­tica rapaz del colonialismo hispano entre los siglos XVI Y XVII.

Primea hoja del libro cuarto de bautismos


Iglesia Parroquial Nuestra Señora de Candelaria, en San Fernando de Camarones, Cienfuegos.

Placa por el 300 aniversario de la fundación de San Fernando de Camarones.

Aunque no fue una sorpresa hallar estas referencias a la presencia física de indios en los libros de la iglesia de San Fernando de Camarones, sí constituyó para quien escribe un inmenso regocijo, ya que tales documentos vienen a confirmar lo que los apuntes históricos y las evidencias arqueológicas nos habían estado indicando. La realidad histórica es pues que los indígenas de Jagua no desaparecieron, sino que el legendario éxodo fue un hecho histórico y que al iniciarse la conquista hispana, el grueso de la población se replegó hacia lugares apartados e inhóspitos, no invadidos por los españoles, permaneciendo en los lugares de origen algunos grupos que, por su corto número de individuos, no calificaron para los duros trabajos en las minas y en las encomiendas. Tal vez sea esta la causa por la cual no hemos encontrado referencias a otras entregas


de tierras e indios en el territorio de Jagua, a excepción de la concedida a Bartolomé de las Casas y Pedro de Rentería en 1514. Luego del reconocimiento de los indígenas como súbditos de la corona española a mediados del siglo XVII y el consecuente cambio que tal decisión real trajo para ellos, pudieron establecerse en pequeños caseríos y conucos en áreas rurales, junto a los cursos de agua que menudeaban en la geografía aledaña a la bahía de Jagua. Estos fueron los artífices de los útiles de trabajo confeccionados en vidrio industrial, procedentes de botellas fabricadas en Europa entre 1750 y 1800, en cuya factura aplicaron su milenaria tradición en la talla de la piedra9. El comercio de contrabando con corsarios y piratas que frecuentaban los mares y costas de la comarca de Jagua, garantizaron el suministro de materia prima para esta novedosa industria del vidrio tallado. Aquel material, cuyas potencialidades eran antes desconocidas por ellos10, significó el dominio de una materia prima comparable a la obsidiana o vidrio volcánico, muy común en centro y Sudamérica y usada por los indígenas continentales para la confección de instrumentos cortantes, pero ausente en Cuba. Se trata de un caso de transculturación muy tardía y un innovador aporte tecnológico para los indígenas de Jagua. Las características somáticas de los indios de Jagua terminaron por ¨disolverse¨ en el proceso de mestizaje racial a partir del incremento de la población blanca y el aumento en número de los esclavos africanos; siendo este mestizaje más intenso y cruzado entre estos últimos y los indígenas, por ser los sectores más discriminados y marginados en la sociedad esclavista del siglo XIX, pero el aporte genético aborigen sigue estando presente en la multiétnica y multirracial fórmula que dio lugar al cubano actual.

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De hecho, en los contextos arqueológicos en los que se han recuperado estas singulares piezas, constituyen mayoría las evidencias de piedra tallada. 10

Hoy, sobre todo nuestros campesinos, suelen emplear fragmentos de vidrio industrial para alisar las empuñaduras de madera de sus instrumentos de labranza.


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