Lobxs Lumbre Muay Thai Fanzine No. 2

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o t u A a s n e f e d

Y A MUAI TH



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intro intro 2


3 MIROS


KARINA

Primer dia de clases

Me levanté con las ganas de sentirme segura, fuerte y valiente, y, como todos los días, busqué las respuestas de mis dudas existenciales en Facebook. Quizá ver la vida de otros me haría seguir buenos ejemplos. Hacía tiempo que buscaba un espacio de mujeres que practicaran algún deporte de defensa y ese día lo encontré. Nunca he sido tímida para preguntar por las cosas que me importan, así que me decidí a escribir a esa página que prometía un curso de defensa para mujeres, personas trans y disidencias. La palabra disidencia me gustó, me identificó. Al escribir un mensaje a esa página, me respondió alguien muy amable, lo cual me dio confianza. Después supe que sería mi profesora entre un grupo de fuertes amazonas. Tardaría un poco en incorporarme, pero el primer día llegó y la primera presentación es la más importante, dice mi mamá, por lo que yo traté de hacer amigas desde el primer día. Recuerdo haber estado nerviosa, pero al mismo tiempo me dio gusto conocer a mis compañeras que me inspiraban a ser fuerte. Yo atravesaba un largo periodo de vulnerabilidad. Eso, combinado con la amabilidad de la maestra, me haría volver. Ser fuerte y conservar la ternura es una cualidad que valoro.

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Debo decir que el final de la clase fue lo mejor — ¡aguanté! Pensé inmediatamente. En el cierre de ese día compartimos en grupo nuestras motivaciones para asistir al curso y aprender a defendernos con nuestro cuerpo. Pensar en la idea de todas las cosas que puede hacer nuestro cuerpo me sedujo, debo confesarlo. Una compañera diría que es como bailar, pero que prefería las artes marciales. Nunca lo había pensado así. Ese primer día de encuentro, a la salida, recuerdo haber puesto mi playlist feminista y regresar a casa “bailando”.


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COLAB


La autodefensa como lucha contra el temor feminicida y la pandemia

Durante muchas noches, me he despertado con el corazón palpitando a mil por hora. Sueño que alguien entra a violarme, a matarme y a descuartizarme como a Sol, a Lesvy, a Mara, a Allison, a Fátima y a tantas otras compañeras que nos faltarían páginas y páginas para nombrarlas a cada una de ellas. Cuando estoy en la calle, siento lo mismo. No puedo caminar con audífonos por temor a que alguien me quiera levantar en un carro, como ya ha tratado de ocurrir. No puedo disfrutar de la noche sin temer por mi vida. Ese terror se ha vuelto parte de mi cotidianeidad. Cuando empecé a entrenar, sentía que mi cuerpo se había vuelto rígido, como un árbol torcido que lleva años encorvado. Sentada más de ocho horas diarias en la computadora, trabajando desde casa a causa de la pandemia y enseñando a distancia. Mi espalda me dolía, mis ojos se irritaban y había muchos días en los que no quería saber del mundo. Empezar a entrenar ha sido un proceso duro. No sólo he desencorvado muchos de mis músculos, sino que he resignificado la potencia de mi cuerpo. Me di cuenta de que no sabía ni como patear ni como golpear. A pesar de que no he vivido con una visión normativa de la femineidad, nunca había notado que no sabía las partes básicas de la autodefensa en mis 27 años de vida. La piel de mis nudillos se ha abierto, he tenido más moretones en los últimos meses que en todos estos años desde mi infancia, los recordatorios del entrene duran varios días y me he quedado sin aire en varias

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ocasiones. Una vez, en sparring, me puse a llorar. No me di cuenta que estaba llorando hasta que sentí las lágrimas empapando mi cubrebocas. Muchas cosas siguen igual; el caos y la pandemia no han acabado, pero ya no me siento indefensa; siempre que despierto en la noche, recuerdo qué he aprendido y cuánto puede hacer mi cuerpo. Cuando camino, camino más erguida, más segura, más desafiante, ya que sé que no me iré de este mundo sin pelear. Gracias a la autodefensa, poco a poco mi miedo ha cambiado de bando.

Alicia

( Sarnosa )


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o no pude estar mas de tres meses en Lumbre pero contentísima de encontrarles y estar con elles entrenando en el muay thai de una manera tan respetuosa y dedicada. Igual por tan poco tiempo aun tiene mas valor que un lugar, sus formas y su gente puedan acoger, involucrar y marcar tan rapido. Pues de verdad pienso que me han inspirado y dado la base para exigir que se hagan las cosas bien hechas, porque eso marca una gran diferencia en lo que nos llevamos a casa despues de un entrenamiento. Faltan mas espacios repensados de esta forma, con calidad de tiempo, dedicación y voluntad para construir desde el respeto y las realidades de todes. Porque no puede haber aprendizaje sin pasar por los cuidados, por el respeto a les compañeres, instructores y a la misma disciplina, por el autoconocimiento y el conocer en colectivo, por el soporte de y hacia tus companeres y por la dedicación que decidimos meterle todes. Y esta difícil encontrar lugares que crean en ello y apuesten para crear espacios asi. No se, a mi parecer el cuerpo puede ser tan fuerte como delicado y hay que saber verlo, entenderlo y acercarse a él con respeto y seriedad.


-No delegar el cuidadoLa autodefensa feminista es para mí un conjunto de prácticas y saberes de autocuidado, acompañamiento, fortalecimiento del cuerpo y la salud que ayudan a hacerle frente a las violencias que vivimos cotidianamente ya sea por el Estado, el capital o el patriarcado. Mi primer acercamiento a los deportes de combate fue desde muy pequeña, mi padre fue boxeador. Había un costal en la casa y cosas para hacer ejercicio, mancuernas, resortes. Mi relación con mi padre ha sido un poco difícil (supongo que como la de todas), pero siempre me ha repetido que tengo aprender a meter las manos y no dejarme violentar por ningún wey. Cuando hacíamos ejercicio juntos me parecía muy autoritario y sentía que me quería controlar con la rutina para no dejarme salir con mis amigxs. Empecé a sentir

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También mejoró mi de alimentarme de otros animales.

rechazo por la disciplina. Pasaron los años y me mudé a la ciudad, empecé a usar la bici para trasladarme y con ella recuperé mi condición física. salud porque dejé

Mi acercamiento a la autodefensa feminista fue mediante talleres que compartían las compañeras en los eventos anarquistas. Conocí el Wen-Do, una técnica de autodefensa compartida por y para mujeres, que aborda no solo aspectos físicos sino también emocionales, pues si estamos rotas, tenemos miedo o inseguridad no vamos a poder responder a ninguna agresión.

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Luego hubo un boom de las artes marciales en el mundillo anarquista, principalmente de Muay Thai. Surgieron diversos espacios para poder entrenar, la mayoría mixtos. Yo pertenecía a una colectiva de morras anarquistas y nos acercamos a las compas de comando colibrí, nos dieron algunas clases gratuitas. A pesar de que me gustaba bastante me constaba mucho la disciplina y la constancia, soy productora y continuamente ando viajando, además de que no podía solventar una mensualidad. Los otros grupos de entrenamiento se fueron fortaleciendo, pero también empezaron las rupturas, se hicieron públicas las agresiones físicas o sexuales de los integrantes, o incluso de los mismos entrenadores. Acosaban sexualmente a sus


alumnas o agredían físicamente a sus compañeras utilizando técnicas que habían aprendido en esas escuelas. Un montón de historias que no son públicas o no están en redes pero que toda anarcolandia conoce. A pesar de que algunos agresores son expulsados y exiliados, estos al poco tiempo crean sus propias escuelas. Entre tristezas, enojos y desencanto, me invitaron a un grupo de jiu jitsu de mujeres, me gustó mucho y me sentía muy cómoda, aunque este pertenecía a otra escuela mixta, nosotras teníamos nuestro ritmo y nuestro espacio. Pasó el tiempo y la grupa se independizó otra vez por agresiones del sensei. Para esto, ya había entendido que este tipo de rupturas y conflictos eran necesarios, que en los espacios mixtos era muy probable que se presentaran agresiones y que iba a procurar apoyar siempre a las morras. También he entrenado con otras compas, nos organizamos de manera autónoma y nos compartimos lo “poquito” que hemos aprendido. Luego llegó la pandemia y encontré la invitación a este grupo de autodefensa en línea y con beca. Me ha acomodado mucho el horario y me he sentido bien con la grupa. Después de todos estos meses mi disciplina ha mejorado, me siento muy bien de salud y con mucha energía. También volví a entrenar con el papá. Me siento más fuerte y con mejor ánimo. Nuestra cuerpa es una trinchera que debemos cuidar, fortalecer, alimentar adecuadamente, nuestra defensa tiene que estar lista para cualquier ataque (enfermedad, agresión física o psicológica). Apuesto por los grupos de mujeres y disidencias, he visto como cínicamente lo onvres agresores dan talleres de autodefensa para mujeres. Por mucho tiempo estos espacios de acondicionamiento físico han sido dominados por hombres, pero poco a poca las mujeres han ido expropiándolos. Queremos dejar de ser víctimas, dejar de delegar nuestro cuidado, abrazamos la violencia como autodefensa, nos queremos libres pero también valientes. Que vivan todas las prácticas cotidianas de autodefensa para cuidarme a mí misma y a lxs mixs.

Vayolens

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unque parezca irónico, pensar en autodefensa para mi, es pensar en colectivo, en ir armando manadas que nos permitan desarrollar y compartir herramientas para enfrentar (y ójala destruir) el CIStema heteropatriarcal, capitalista, colonialista, racista y capacitista que nos atraviesa e interpela diariamente. Desde mi experiencia como facilitadora de espacios de autodefensa y defensa colectiva para mujeres y disidencias y, también como deportista y competidora, este deseo de colectivizar viene también de una rabia por ver cómo nos han negado el uso de nuestras corporalidades diversas como herramientas de defensa. Nos niegan el aprender a defendernos, nos niegan el enseñarle a

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otres (siempre es mejor que te enseñe un varon hetero cis, porque saben más, porque son “más grandes”, repiten varias voces al momento de hablar de deportes de contacto o artes marciales), nos niegan también la posibilidad de sobrevivir y de contruir otras formas de relacionarnos entre nosotres y con nosotres mismes. Cuando comencé a entrenar lo hice por miedo. En Chile en el año 2012 un grupo de neonazis asesinó a Daniel Zamudio en un parque de la capital. Tuve miedo, recuerdo ir a poner velas fuera de la Posta Central hasta recibir la noticia de


la muerte de Daniel. El miedo se apoderó de mí. Me costaba salir, andar “sola”, comencé a caminar la ciudad de manera distinta, me la arrebataron. Empecé a entrenar el año 2014, me enfrenté al patriarcado de los gimnasios, a ese mundo que todo el tiempo te dice que no debes estar ahí, que no eres fuerte, que no serás “buena”. El año 2016 Nicole Saavedra, una joven lesbiana de Quillota (un sector rural de la V región de Chile), desapareció y a los días fue encontrada muerta, con signos de tortura y violación. Hasta hace dos años no se supo que había pasado, la vida de las lesbianas no es importante para que el Estado mueva sus recursos, aunque sí lo haga para criminalizar a las activistas que exigen justicia (o venganza, como prefiero yo). Seguí entrenando, con más fuerza, con más dedicación, con más ganas de aprender más y más cosas. Comencé a facilitar talleres ese mismo año 2016. Al principio no sabía bien qué enseñar, sabía que era urgente abrir esos espacios, pero no sabía por

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partir, pensaba que un taller de autodefensa debía ser una clase de deporte o de artes marciales. Poco a poco fui entendiendo que no, que así como las violencias son múltiples, las herramientas para enfrentarlas también lo son. Claro que los deportes de contacto y las artes marciales son importantes, ojalá todes supiéramos algo de ellas. Pero no son lo único. Trabajar la confianza, el conocerse como herramienta fundamental, comprender nuestras diversidades y pensarse en colectivo, son para mí, elementos claves. Todas las personas sabemos autodefensa, todes hemos generado distintas estrategias para enfrentar las violencias de este sistema. Encontrarse, hablar, dialogar, colectivizar los saberes es el único camino y hoy, en medio de esta pandemia y del control político sanitario, no podemos perder nuestras ganas y capacidad de encontrarnos y colectivizar. Hoy entiendo que los espacios de autodefensa nos permiten, primero que todo, construir una nueva forma de relacionarnos con


nuestras existencias, corporalidades e identidades. Que nos permiten hacer redes que sostienen nuestras penas, nuestras rabias y miedos, pero

también nuestras alegrías y el goce con el que queremos habitar este mundo o construir Otros Mundos distintos. Hoy creo que la autodefensa debe pensarse desde el colectivo, desde el a(r)mar manadas que nos permitan enfrentar las estructuras de violencias que nos atacan

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a día y, también, enfrentar nuestros propios demonios que nos habitan en lo interno. Creo que conocer el cuerpo y pensarlo desde todas las potencias que nos habitan sin importar el cómo es nuestra corporalidad (porque no hay cuerpos “más aptos” que otros para defenderse), nos permite ir recuperando el amor hacia nuestra existencia, hacia nuestras corporalidades, y esto es fundamental, porque nadie defiende algo que no ama. Así que creo que la Autodefensa y la defensa colectiva son sobre todo una propuesta para relacionarnos de maneras más amorosas con nosotres mismes y desarmar todo el odio que nos han obligado a sentir. Entrenarse, a(r)marse y nunca perder la ternura

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.MACA.

La Maquinita Orellana, activista y deportista lesbodisidente


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.TRINCHE RA DE L UCHA.

o entrenamient feminista

l espacio y la comunidad de entrenamiento es algo que me ha enseñado muchísimo sobre mi cuerpo, regulación de mis emociones y autocuidado. Cuando comencé a interesarme en el deporte como una práctica no artística (como la danza), fue en una comunidad autónoma de deporte no competitivo (slackline) en Sonora. Yo venía del feminismo, y ese era el espacio político donde había encontrado comunidad, entonces conocer otro tipo de espacio que pusiera la práctica corporal en el centro me abrió los ojos hacia distintos potenciales del trabajo colectivo. El espacio de encuentro que invitaba a la práctica disciplinada, al juego, a fortalecer habilidades al mismo tiempo que propiciaba una interacción centrada en el desarrollo de cada una de las personas me parecía súper potente. Pero era claro, un espacio dominado por hombres, y como tal, la entrada y permanencia de mujeres o disidencias en el espacio estaba casi siempre limitada a si había un potencial vínculo sexo afectivo con alguno de los integrantes. Aunque no lo hubiera, las formas de enseñarnos eran paternalistas, se nos anulaba para colaborar en las instalaciones de las líneas y no se nos daban a las

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morras las mismas oportunidades para uso del equipo, en ocasiones teníamos que exigir poder subir a ciertas líneas, cuando a otros hombres se les invitaba y ayudaba voluntariamente. Pronto surgieron situaciones de acoso, violencia verbal y física de parte de los integrantes hombres y parecía que el resolverlo no era tema que figurara en los objetivos “colectivos”.

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No lo era hasta que hubimos quienes no estábamos dispuestas a compartir espacio o aprender de aquellos violentadores. Entonces hubo la iniciativa de formar un espacio de entrenamiento de slackline para mujeres, en ese momento encontré personalmente muchas puertas abriéndose. Me di cuenta de cómo el espacio de entrenamiento entre mujeres invitaba a que se acercaran desconocidas en el parque, cosa que era realmente nueva porque durante los entrenamientos mixtos llegaban casi puros hombres. De pronto en la práctica no teníamos un referente de entrenamiento tan rígido, había más espacio para explorar las capacidades de equilibrio, de fuerza, de elasticidad, y no había alguien evaluándonos ni nos sentíamos inferiores. Comprendimos que nuestra manera de incorporar la técnica era distinta, que nuestros cuerpos eran distintos y podíamos apegarnos a nuestras maneras de aprender. Lo lindo también resultó del espacio político y de apoyo que fuimos formando, se dió un espacio para hablar largo y tendido sobre las experiencias de violencia, se fortalecieron nuestros vínculos de cuidado entre


nosotras, nos convertimos en compañeras. Fue un espacio importante pues antes si eras una morra, andabas con el vato y terminaban, ya no había comunidad para ti. E intentamos activamente combatir ese sentirnos desechadas, y desechado nuestro desarrollo físico y deportivo. Fue un trabajo emocional y físico muy duro, y es difícil mantener una comunidad con tantos obstáculos en el camino. Pero realmente pudimos enfocar nuestra fuerza y capacidad con más certeza del objetivo. Me dejó grandes aprendizajes y motivación por incorporar en mi vida la práctica deportiva, la gratificación de ir trabajando sobre objetivos en mis capacidades y propiciar el compartir los saberes en el lugar que sea posible. Pero también la inseguridad de llegar a espacios desde cero, sabiendo que en todos lados permea el machismo, al menos que activamente se trabaje y se busque combatirlo. Llegar a Lobxs Lumbre ha sido con esta nueva certeza de que la comunidad de entrenamiento debe ser segura y de goce; un espacio de autocuidado. La autodefensa ha significado para mí reconocer en mi fuerza mi potencial para sobrevivir, para enfrentar, y no tener miedo a atacar. Pero también he percibido en esta práctica de artes marciales el respeto que es necesario entre compañeras/xs. Supe de la comunidad porque me invitó una amiga y aunque he estado sólo virtualmente ahora que por la pandemia se manejan así, confío plenamente en la historia de resistencia que significan las comunidades de entrenamiento feminista. Y admiro muchísimo a quienes se plantan desde esta trinchera que también es de lucha. Espero visitarlas/xs en el tatami pronto <3

Dariana Charles Hermosillo, Sonora

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DIBUJATE

DEFENDIENDOTE


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