Leyendas Manabitas

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LEYENDAS DE LA CAMPIÑA MANABITA

EL PUENTE DE ALAMBRE Y CAÑA Hace pocos días ley un artículo que me lleno de alegría. El cual decía que el Cantón Santa Ana de mi querida Provincia estaría libre de analfabetismo. Analfabetismo hijo de la ignorancia capas en ella de esconder todo mal instinto del hombre es un afán de ensalzar su ego, bien por Santa Ana y Manabí. Permítanme entonces dar vida al puente de alambre y caña, espero que sirva para que ninguna mujer pase por lo que a continuación les contare. Han pasado veinte años desde aquella vez Alfredo se ausentaba de su casa. El regreso al sitio tardo su niñez y juventud paso la tierra de sus padres y abuelos. No regresaba como aquel joven juguetón y despreocupado volvía a venir a su pueblo. El título de médico le daba el toque especial, era el primer médico en su familia y como tal el orgullo de sus padres. Su padre humilde campesino labrador de madera y su madre ama de casa. Alfredo se entera de los problemas de salud del sitio donde el nació, comenzó a hacer las visitas por el recinto poniéndose a las órdenes. Ciertodía, llego a contemplar una casa de caña al otro lado del rio. Pero para cruzar el rio había un puente colgando hecho de alambre y caña sujetado en sus extremos por dos grandes palos de mango con raíces enormes que sobresalían del suelo templado por gruesos cables de acero. Al pasar por él se meneaba como hamaca .rotos sus escalones y viejos sus alambres a medida que Alfredo se acercaba a la orilla del rio donde comenzaba el puerto , donde estaba la casa vieja con paredes partidas por los años contemplo rápido como la puerta de la casa se cerraba. Por las hendijas que dejo la pared de caña varios ojos pequeños lo miraron, perros flacos ladraban casi no se los escuchaban. Con todo eso decidió retirarse no sin antes mirar que en la escalera de la casa muy junto al pequeño corredor dos tiernos niños, con defecto en sus extremidades que arrastrándose sr acomodaron en un rincón. Chorreados, desnudos en cuerpo y alma con barrigas infladas por el viento, lloraban en silencio como no queriendo que nadie les tenga lastima, poco a poco a la casa entraban virando su cuerpo y sujetándose con sus dos manos. Alfredo regresaba su mirada a la otra orilla donde el comenzara a preguntarse ¡que pasaba! ¡Queguardaban! De quien o porque se ocultaban si solo él quería


ponerse a la disposición del servicio médico que lebrindaba. Caminando y hablando en silencio se alejaba con seriedad y una misión que el mismo se encomendaba, investigaría lo que en esa casa pasaba quien más que sus padres fue así como Alfredo se entera de una canallada que en complicidad de todos hasta de sus padres, un ser hacía gala de su bravura y salvajada. Alfredo se enteraba de la boca de sus padres que en aquella casa vivía el negro Simplón un viejo chofer de carros, hombre despierto y vivas pero que nunca la ignorancia la dejaba atrás. Se dice que con el convivían su mujer, una de tantas que se le escucho tener y sus dos hijas, otros dicen que solo eran hijastras, eso no llego a saber porque las personas del recinto le tenían miedo al negro Simplón ya que sabían de lo que era capaz. Lo malo que con aquellas tres mujeres en la pequeña casa de caña y palo convivía al punto de tener hijas con todas ellas. Criaturas deformes sus pequeñas manos golpeaban el suelo su panza a punto de explotar, elo preguntaba a sus padres porque se permitió tremenda canallada. Donde está la policía. Donde están los médicos. Donde están las políticas. Donde está el cura. ¿Por qué calló tremenda infamia? El Dr.: Alfredo había encontrado la respuesta y el porqué las mujeres del negro simplóncallan, y del miedo se ocultaban sus ojos atreves de las hendijas hablaban, gritaban como pidiéndole ayuda. Alfredo conociendo ya lo que en la casa del negro Simplón pasaba regreso con un cartón lleno de palabras, medicinas, alimentos y unos cuadernos con lápices de colores para los niños, esperando que ellos dibujen sus alamas inocentes, ellos no sabían, que sus madres eran hermanas. Como diferenciar la paz de la calma, como diferenciar la guerra de la batalla, que le reclamaría la sociedad si de grande sus almas se vuelven malas. Los perros flacos callaban, las ventanas abiertas estaban, uno de los hijos del negro simplón llega hasta el puente de alambre y caña ayudándole para que el Dr. Alfredo pasara .el negro simplón no estaba por eso las mujeres abrieron su casa. El negro simplón por la rivera del rio arriba avanzaba a visitar a otra dama lejos de su casa, otra mujer lo esperaba. Paro Alfredo era momento de darle atención médica a los niños y a sus madres, entregándole las medicinas a todo ser que el recetaba. En eso se escuchó una palabra que mujeres y niños coreaban ¡GRACIAS DR Y QUE DIOS LE PAQUE! En un banco hecho de caña Alfredo con las mujeres dialogaba,miraba y contemplaba la dulzura con que ella los miraba. Él se sorprendió ya que la edad que las mujeres tenían de veinte años no pasaban eran criaturas que no reclamaban nada. El Dr. Alfredo no quería que le tiempo pasara. Pero el nerviosismo de las mujeres en sus manos se notaba, fue entonces que sin llevarse nada Alfredo emprendió la retirada, ya no pasó por el puente hecho de caña y alambre sino que atravesó el rio,remangándose el pantalón. Cuando llego a su casa unas palabras le salieron del alma porque la gente calla. El padre de Dr. Alfredo le contesto con unas palabras, el negro simplón es malo. Alfredo siguió a los vecinos del sitio atendiéndolos sin cobrarles un solo centavo pero se sentía importante. Los meses pasaron y fue entonces que decidió poner un consultorio en la ciudad. Él había estudiado para tener un hogar y sacar a sus padres de la montaña. Con un silencio viendo que nadie haría nada comprendió que el negro es negro y el blanco es blanco. Dejo que vivan como estaban, estando en la ciudad recaudaba a aquellas personas, y como la voz del silencio en su mente retumbaba y su alma calla. Ya pasaban varios años que Alfredo salió de su casa, su esposa e hijos y sus padres que con el vivieron en la ciudad y jamásregresaron, a su tierra santa. Suspadres le tienen una última voluntad que cuando se muera eran apoyado hay en su pueblo natal. El doctor Alfredo esa voluntad la respeto y así se realizó hasta que el día llego hasta el cementerio de su pueblo llegaba. De regreso pasaban por donde sus padres Vivian, su mirada se perdía en lo más profundo del rio hay donde estaba el puente de alambre y caña, morada de los niños y el negro simplón con sus


hijos y amantes nunca más quiso de aquellos hablan porque él sabía que también fue parte donde muchos callaron y nunca hicieron nada…. FIN Agosto/03/1998 Publicado por Ruben Dario en 15:06 Sin comentarios:

EL HILO DEL AMOR Contemplando la madrugada quieta y serena veo como el amanecer llega; con remolinos de locura y arrebato. Para comenzar un día de trabajo. Pero este amanecer me trae un amargo regalo mi esposa ese día me traía unos exámenes que ella se había realizado, confirmando lo que ya era esperado un cáncer al cerebro y le daban de plazo dos años de vida, renegar de Dios y de la vida porque a mí me había castigado. Yo tenía veinticuatro años de vida y cinco de casado mi esposa andaba en los veintidós, era una niña a mi lado, las lágrimas en su rostro sabían a un trago amargo ¿Por qué a nosotros? Pasamos por este calvario. En la esquina de nuestro cuarto estaba el fruto que con amor habíamos engendrado un numen traído del cielo, responsabilidad de ambos. Como ocultar las lágrimas, como pedirle al alma fuerzas, al cuerpo coraje para que no quiebren las lágrimas. Abrazados con mi esposa dándonos valor y mucha calma, se suma al abrazo nuestra tierna hija del alma con sus cuatro añitos se junta en nuestra cama, nido de amor al llegar ve que de nuestras mejillas se escapan unas cuantas lagrimas ¡ella pregunta! ¡El porqué de las lágrimas! Mi esposa le contesta ¡de felicidad, porque Dios nos eligió para que ella con nosotros morara! Los días y los meses pasaban, la enfermedad avanzaba poco a poco mi esposa a nuestra la preparaba del viaje que ella con Dios pactara, pero que ella jamás la olvidara a esa edad no sabía lo que el mundo le arrebataba. Mi esposa y yo cada vez que con nuestra hija hablábamos nunca tristeza demostrábamos, reíamos,cantábamos, con ella bailábamos, los años que le iba a faltar a su hija, trataba de llenarlo con los pocos días que de vida le quedaba por eso las dos siempre reían, se prometían que siempre juntas estarían. Ese numen, criatura divina traída desde las estancias celestiales para ver lo grande de lo divino, a esa altura el cabello de mi esposa y el mío ya no estaban en su cabellera, ella por las constantes quimioterapias y yo por hacerle juego a su desdicha. A mi niña un familiar la llevaba a la escuela ya que yo no podía tenía que estar con mi esposa atendiéndola todo el día; día a día veía como mi esposa la vida se le iba que dolor, que coraje de ambos. Todos los días hablábamos de nuestra niña, me recomendaba que nunca la dejara que ella desde el cielo a los dos nos vigilaría. Hablaba desde muy dentro del alma por su hija que era lo que más amaba, el dolor que sentía saber que de ella para siempre se alejaría y que nunca más a su tierna hija la abrasaría en sus brazos con augura en la cama. Yo veía el dolor y el valor con que mi esposa hablaba. Un día la niña con una sonrisa a nuestra morada llegaba, ajena al dolor que en nuestra casa moraba ,con su inocencia a nosotros anunciaba que era la reina de la escuela donde estudiaba y eso a ella le gustaba con sus palabras a su madre y a mí nos comprometía a estar en su velada cuando a ella reina de la escuela proclamaran, tanto su madre como yo nos reímos de lo que esta inocente criatura anunciaba. Pero a mi esposa ya de vida no le quedaba nada, su cara demostraba que la muerte con ironía llegaba. La seriedad de mi hija fuerzas me daba sabiendo lo que yo esperaba dentro de mi alma fuerzas


sacaba por mi mujer y mi hija que era lo que más amaba. Pero el día llego y la muerte la puerta toco, como un foco que alumbra los barcos para que no naufraguen. En una costa lejana mi esposa dejaba una inmensa luz que los años no nublaran jamás a mí y a mi tierna hija. La tarde quitaba y la voz de mi esposa callaba mi hija lloraba. Cogiéndome de mis manos mi tierna hija callaba y con unas pocas palabras me pedía que no llorara ¡Está bien que Diosito se lleve a mi mami pero no a mi padre! Porque yo no quiero quedarme sola, si mucho lloras te enfermaras igual que mi mami ¡por favor no llores! Eran esas las palabras que ese Ángel pronunciaba. El hilo del amor con su muerte no se cortaba, hoy más que nunca, hay estaba. Hermanos, familiares, amigos todos en ese momento conmigo un pésame pronunciaban una noche faltaba, para el ultimo adiós de mi amada mi hija y yo le llevamos a su nueva casa. Algo en mi hija admiraba era su fortaleza y su calma, quizás no entendía que nos habíamos separado de ella para siempre, no sabía cómo llenar ese vacío que dejaba en casa, a mi niña al tercer día la mande a clase. Esperaba que con sus compañeritos compartiera un rato mientras que yo ordeno las cosas y la casa. Esa tarde cuando fui a retirar a mi ángel muchos pésames recibí, pero en mi silencio algo comprendí que el hilo del amor con que une a mi esposa y a mi hija era tan fuerte que su presencia la sentí sentía que la vida me había dado dos númenes mi hija y aquel ser que acompaña a mi hija algo tenía que pasar para la presencia de su madre confirmar, y ese instante llego mi niña escuchaba en su aula a la profesora y en la parte de afuera un columpio con tres asientos ,hay a dos metros una pared que cierra el local , y algo mágico paso uno de los asientos hacia delante y hacia tras se movió por un buen rato que muchos niños y profesores lo vieron al momento a ellos un viento les llego , pero todo paso. ¡Como si no corre viento y el asiento se movió! ¡Y es que está a la misma dirección del pupitre de la niña! Todo esto en un instante se murmuro, el mismo asiento que mi esposa se sentaba en vida, a esperar a su hija. El día llego que a mi pequeño Ángel reina de la escuela se proclamó, pero los profesores de lo que aquel día paso. Que esperaban volver a ver el columpio moverse. La velada comenzó cuando a mi pequeño ángel le entonaron una canción, ella luciendo como una bella flor con un vestido de encaje blanco y su sonrisa desprendía, amor caminaba rumbo a la silla donde se sentaría como la soberana de este centro de educación. De repente asimismo al son de una bella canción el mismo columpio y el mismo asiento de un lado para el otro se movió, que las lágrimas se me salían al contemplar esa bella función. El hilo del amor otra vez se notó. Conque mi hija con su madre estaban unidas con un grande amor que ni la distancia, ni la misma muerte pudo romper esta unión. Los meses y los años iban pasando, el recuerdo de mi amada sigo recordando .junto a mi hija la estamos nombrando no sé si sea mal. El tenerla en mi mente junto a mi hija pronunciamos siempre su nombre, pero como poder gritar que le extraño, que me hace falta a mí y más a mi hija; no sé hasta cuando, quizás hasta siempre. FIN 11/17/08 Publicado por Ruben Dario en 15:04 1 comentario:

EL DESCONFIADO Cierto día andaba por dentro de nuestra tierra manaba. A un anciano montubio de las montañas de Flavio Alfaro le pregunte, si el confiaba en las mujeres y en su querer. Montado en su chúcaro burro, muy cordialmente contesto ¡mire mi señor ya en estos tiempos ni en las velas de los santos hay que creer mi compadre Teo lindo Quijije con su


mujer hijos no podían tener y dice que hizo una manda al santo de su devoción, colocarle una velita todos los días hasta que se haga la realidad su petición y así fue, al cabo poco tiempo la mujer de mi compadre quedo preñada. Pero mi compadre que no era tan pendejón, cierto día se fue al pueblo y se hizo ver de un médico para que le ayude en esta cuestión y se comprobó que él no podía tener hijos. Y que él mi compadre recién se enteraba que no podía cuajar. Lo que pasaba era que su mujer lo corneaba en su mismito cojal. Óigame él siempre decía que en las velas hay confianza, je, je, je, es que las mujeres son unas condenadas, después de este relato jocoso voy a contarles un cuento que se escribe casi igual porque es el decir que en las mujeres no hay que confiar, cierta vez un par de amigos se pusieron a conversar y uno de ellos contaba lo hermoso y bello que de su hogar, solo hablaba de su mujer y lo bien que pasaba en su hogar, solo hablaba de su mujer y lo bien que pasaba en su edén, no tenía nada malo que contar, pero su amigo comentaba que el a su mujer no le contaba nada porque el en mujeres no confiaba y para comprobarle lo que el aseguraba, una formula le enseño que coja un burro viejo, lo mate y lo descuartice colocando en cuatro sacos para después sepultarlo en cuatro huecos que estaban hechos en el patio de su casa, percatándose que su esposa lo vea y cuando le pregunte le diga que fue por venganza que a un hombre mato. Este sería el último día que en su casa habitaría el amor y así lo hizo, a partir de ese día su mujer lo miraba con recelo y rencor. El cuarto día cuando el querido amigo se despertó en su casa la policía la puerta tocó, era que su mejer lo había denunciado a la policía le señalo los cuatro huecos que su marido cabo y en ellos un cuerpo descuartizado enterró. El hombre sorprendido se quedó viendo a su gran amor que en un momento lo delató. Cogiendo una pala a los policías les mostró sacando el cuerpo del burro que fue lo que enterró y que todo era una apuesta para comprobar que en las mujeres no hay que confiar, a partir de ese momento el amor en ese hogar desapareció, porque nuestro amigo nunca más con su mujer secretos compartió. MORALEJA SOLO SE GUARAD UN SECRETO CUANDO NI A TU AMIGO, PEOR A TU MUJER, TU BOCA NADA LES DA HA SABER PORQUE SECRETO ENTRE DOS YA NO ES SECRETO, SINO UNA CONFECION. Publicado por Ruben Dario en 15:04 Sin comentarios:

EL CANTAR DEL AZULEJO Aquel invierno comenzaba un poco bravo, siempre se decía que los inviernos no eran como tiempos atrás. La nostalgia embriagaba con recuerdos a los hombres maduros de aquellos días, si mal no recuerdo, eran los años cincuenta, todavía en la inmensa montaña manabita había tierras vírgenes, sin dueños, libres de la mano del hombre, muchos se adentraban a tomar posición de ellas. Yo me pregunto, cómo habrían sido esos inviernos?, que la gente contaba increíbles leyendas de apariciones y ver cuando llegaban las corrientes del río y en medio del cauce grandes palizadas y sobre ellas culebras de siete cabezas, grandes y colosales que de noche se veían sus ojos brillar en medio del cauce, donde la luna brillaba y dejaba ver el moviendo de sus figuras que parecían medusas en la noche. Era el tiempo en que los ríos de Manabí traían vida y servían de carreteras para transportar los productos que nuestros hermanos cultivaban muy adentro de nuestra campiña, en majestuosas balsas navegaban surcando remolinos y recodos que se formaban en el cauce de los ríos; cierta ocasión embarcado en una de esas esplendorosas balsas, llegó entre unos sacos de yucas y naranjas unos seres muy especiales, dentro de una jaula, eran un par de azulejos que


aleteaban de un lado para otro, como queriendo salir de su prisión, sus pequeñas alas marchitas por los constantes esfuerzos que hacían por querer salir y escapar, pero sus ímpetus decayeron, el notar que un hombre colocaba encima de la jaula sus manos y los llevaba tierra adentro. Los dos azulejos escuchaban que le decían al señor que los cargaba su nombre, Manabí; ellos miraban y entre los dos comentaban ¿adónde vamos?, pero la azulejita toda temerosa en un palito que estaba colocado dentro de la jaula de madera, de un lado para otro se movía. Hasta que llegaron a una casa, ve que una bella señora, no tan alta que se les acerca y les comienza a conversar, con mirada dulce y brillo de bondad; los azulejitos la miraron, ella no entendía los trinos que daban, pero escuchaba que ella les decía Angelina, Angelina; otras personas en la casa también como querían que les llamemos Angelina, decía el azulejo. Así los azulejitos, aprendieron a decir su nombre, todos los días le cantaban su nombre a la bella señora de mirada hermosa. Pero mientras pasaba el tiempo, la azuleja más triste estaba, Angelina cierto día se puso fijamente a contemplar a sus animalitos y les decía -¿Qué te pasa, por qué están tan tristes?... Ellos la miraban con sus ojitos todos pegajosos, pero no dejaban de pronunciar su nombre Angelina, Angelina. Cierto día, otra vez Angelina vio muy triste a sus pajaritos y acercándose junto a su esposo Guillermo, él le sugiere a su esposa que suelte a los animalitos, que a él no le gusta verlos en cautiverio. Ella con pena abrió la puerta de la jaula y dijo a su esposo que buscaría una excusa cuando llegue su hermano Manabí, que con tanto cariño se los había regalado; le diría que los azulejos se escaparon para que no se resienta. Suavemente Angelina con su esposo Guillermo abren la jaula, pero, cuán sorpresa se llevaron, los azulejos no querían salir, ellos dejaron la puerta abierta y se alejaron del lugar. Esa noche los azulejos durmieron en la jaula, no querían volar de noche por miedo a la lechuza; muy de mañana tomaron el sol como brújula y partieron, pero antes se colocaron en la ventana de la señora y cantaron en coro su nombre y luego volaron. -Nunca más volveré a ver a los azulejos-, decía la señora Angelina; pero a ellos todavía le tocaba volar bien alto y buscar su casa; cogiendo árboles de refugios pasaban la noche, de día comían frutas y tomaban agua en el río; pero a una lechuza ya le habían dicho de los viajantes, un ratón de monte estaba en las patas de la lechuza, éste para que no lo matara le dijo que él vio a un par de azulejos bien gorditos que viajaban sin rumbo buscando su casa. El ratón creía que en agradecimiento la lechuza no se lo iba a comer, cosa que no pasó, así que al buche de la lechuza fue a parar. La lechuza buscaba a los azulejos de noche, pero de día pidió ayuda a su compadre el gavilán pollero. Este no le dio importancia, los azulejos eran muy chicos para él, no le llenaría su panza, pero como le debía favores a la lechuza no podía decir que no, …esta bien, yo de día te ayudaré a encontrar a los azulejos y te los guardo para la cena, -le dijo a su comadre la lechuza. En el transcurso del viaje los otros pájaros ayudaron a encontrar el camino de regreso a los azulejos, les daban comida y nido donde dormir. De repente llego una guacharaca y les dijo que el gavilán también los andaba buscando, es decir de noche y de día tenían enemigos, hasta que en el camino se hicieron amigos de la perdiz, esta les sugirió que a ras de suelo estarían fuera de peligro del gavilán. Y así seguían y seguían avanzando, sus alas estaban rotas y sus patitas todas cansadas, esa noche se quedaron a dormir con el garrapatero, no pudieron cerrar los ojos en toda la noche porque el garrapatero roncaba como el perezoso, y al amanecer, escuchan un canto armonioso en la copa de un árbol… era un azulejo que daba gracias por el nuevo día. Enseguida volaron con todas sus fuerzas hasta donde estaba el azulejo, este se alegró, que comenzó a llamar al resto de la pandilla, era una felicidad, habían regresado a su hogar, ellos comenzaron a contar todo lo que les había pasado, desde el día que los cogieron en el


nido. Pero siempre la azulejita se alejaba de la pandilla y llegaba hasta la casa de aquel señor llamado Manabí, a cantar Angelina, Angelina. Cierto día don Manabí escuchó ese melodioso canto y se asomó a la ventana, ve como un azulejo en la copa del árbol trinaba el nombre de su hermana Angelina; asombrado se quedó con ese canto tan precioso, con que una pasión tan grande trinaba aquel azulejo. Así que preparó un viaje y se encaminó con tan mágica noticia, hasta la casa de su hermana allá en Portoviejo. Al llegar donde su hermana, le preguntó por los azulejos que le habían regalado. La señora Angelina le contó, como había quedado con su esposo Guillermo, que en un descuido la puerta se quedó abierta y se escaparon, pero que antes de irse fueron hasta su cuarto a cantarle su nombre… Doña Angelina le agradeció a su hermano su generosidad, pero que ella no quería tener más pájaros en cautiverio. Don Manabí le contó lo que había escuchado en su casa de la montaña, y comentaban que era imposible que fueran los mismos pajaritos, pues desde su casa en la montaña hasta la casa de su hermana en Portoviejo hay mucho camino y era absurdo que un par de azulejos hubieran regresado. La señora Angelina se quedó maravillada y hablando con su esposo prepararon un paseo hasta la casa de campo de su hermano Manabí. Los días pasaban y en la mente de Angelina siempre estaba la mirada triste de la azulejita y en sus tiempos sonaban la melodía de aquellos pajaritos; recordaba con nostalgia el día que se acercaron por su ventana a despedirse. Llegó el día en que viajaron hasta la casa de campo de su hermano Manabí; cuando llegaron ya estaba oscureciendo, conversaron un buen rato con su hermana y su esposo, pero el cansancio y el sueño por el viaje les llegaron, se retiraron a sus cuartos; aquella noche estaba llena de luciérnagas, como recibiendo a los visitantes de la casa de campo de Manabí; hasta que llegó el amanecer… un sonido grato, un canto, un trinar de pájaros, se escuchaban en los árboles que habían cerca de la casa, como dándole la bienvenida a doña Angelina, que al abrir la ventana escuchó su nombre, “Angelina, Angelina” cantaban y trinaban varios azulejos. Eran varios, las lágrimas le salían de sus ojos, pero tal sorpresa para ella, cuando de entre los árboles vuelan hacia ella dos azulejos, ella colocando sus brazos los recibe, pero los azulejos no plantaban de canta Angelina. Angelina; mirándolos fijamente ella reconoce a sus pajaritos, ¡ellos eran! –decía con emoción... Ese día juró frente a los azulejitos, nunca más en su vida tener enjaulados ningún pajarito. Tras de ella estaba su hermano y su esposo contemplando ese bello cuadro. Voló el azulejo y la azulejita seguían cantando su nombre, como no queriendo irse de sus manos, sus patitas agarraban fuertemente su tez. Ella alzó su brazo y la azulejita se fue, al poco rato los pájaros que estaban en los árboles volaron lejos. Un silencio lleno la casa y Angelina, poco a poco fue alejándose de la ventana, con un pañuelo que le dio su esposo se secó las lágrimas. Don Manabí contaba que ese día fue la última vez que se escuchó en los árboles a los azulejos pronunciando el nombre de su hermana. **Este cuento va en memoria de un ser que guardo un especial cariño y mi mas grande recuerdo, en especial porque me permitió llamarla en vida “ mamita Angelina” RD. Agosto/14/2009 Publicado por Ruben Dario en 15:03 Sin comentarios:

EL BURRO CHAFALOTE DE DOÑA ROSA En el sitio El Limón de Mejía, muy cerca de Portoviejo esta historia pasó. Rosa de Solórzano lo cuenta con mucho placer, su sonrisa y los gestos de su cara así lo dejan ver. Es que el burro de doña Rosa era flojo y orejón, ni una carga de agua quería cargar; al piso se


aventaba cuando en su lomo sentía la montura, que nadie lo podía levantar. Por eso el burro de doña Rosa anduvo de boca en boca por flojo y orejón. Pero algo especial este tenía que tener, es que era cháfalo y a todas las burras quería atender, nunca su tolete lo tenía guardado, siempre estaba preparado y listo para cualquier burra trepar y hacer el mandado. Por eso la gente lo conocía al burro cháfalo de doña Rosa, porque siempre tenía su tolete preparado, y para todos los del sector era risa, contemplar al burro con su barra lista para atacar. Doña Rosa, meticulosa al árbol y con cadena su burro lo amarraba para que este no se escapara, pero las maldades de los muchachos llegaban a tal extremo, que el burro cháfalo de doña Rosa con una fuerza extrema partía la cadena y a toda prisa huía, buscando a las burras, que al final a todas rengas las dejaba. Este burro tan recargado nunca guardaba su tolete, ni después de estar con varias burras se sentía impotente. Tiempo después el burro cháfalo de doña Rosa murió, .pero algo insólito con ese burro pasó, porque dicen que ni muerto su tolete lo tenía guardo, sino que aún este lo seguía teniendo parado. Publicado por Ruben Dario en 15:02 Sin comentarios:

EL BAUL Todo comenzó en una casa de caña, con ventanas abiertas y techo de cady , donde vivía una señora de unos ochenta y tantos años ,sola triste y abandonada, por sus más de catorce hijos que en su vida procreó; su casa era muy vieja de vez en cuando uno que otro hijo le apuntalaba una caña para que no se caiga, con una escalera hecha de palo y caña que daba terror subirla, un fogón con poco uso, que desde la sala se divisaba, la casa parecía hamaca se movía cuando el viento soplaba; tres sillas de tijeras más viejas que la misma casa, un altar en una esquina de la sala con varios santos desteñidos y con patas carcomidas; junto a ellos unas cuantas ramas de uno que otro monte medicinal. En un tumbado amarrado con cabos estaba un ataúd colgado, como esperando ser usado; desde arriba se alcanzaba a ver un pozo de agua, junto a él un viejo balde con soga que sirve para subir agua; la azotea mucho tiempo atrás se había venido abajo , ese día uno por uno de los hijos fueron llegando al llamado de su señora madre, era lo último que les quedaba, ya su padre años atrás había partido al descanso eterno. La viejita quería repartir lo poco, o nada que tenía, menos aquel baúl que tenía junto a la cama, eso no estaba como parte de la herencia a pesar que adentro no tenía nada, mas ella pidió que cuando se muera su casa y el baúl sean quemados. Todos menos unos de sus hijos no estuvo de acuerdo, los demás respetaron la última voluntad de su madre, pero la muchacha más joven, la menor de todos ellos, la mataba la curiosidad por saber que de malo tenía el baúl. Al mayor de sus hermanos, le preguntó por el baúl, a lo que este le respondió: -Mira querida hermana ese baúl le perteneció a mis abuelos y se dice que así de mano en mano pasó en nuestros familiares. …Contaba mi padre cuando nosotros éramos muchachos, que su abuelo cierto día fue a cortar un árbol de pechiche, pero a dar el hachazo, del árbol bajó un duende y este le pidió que por favor no lo corte, porque el pechiche era morada de sus hijos… …En verdad, el abuelo de nuestro padre, al mirar hacia arriba contempló en la rama del pechiche a varios duendes, pero como era un poco arrogante el abuelo, no hizo caso al duende y comenzó a darle hachazo al árbol de pechiche; el duende otra vez se dirigió al abuelo de nuestro padre y le dijo: has de saber que nosotros los duendes estamos ligados por vida con el árbol donde nacimos, si tu cortas el árbol nosotros moriremos con él… Pero el abuelo, siguió dando hachazos, y mientras más cortaba, más duendes caían, como frutos muertos de pechiche. Antes de caer el pechiche, el


duende mayor; que estaba con el abuelo de nuestro padre lanzó una maldición: …todo lo que labres con este árbol estará maldito y cada vez que alguien lo use, algo malo pasará en tu familia… La muchacha, hermana menor de ellos en su cara se notaba una risa sarcástica, ella no creía en esas cosas, se creía muy moderna, peor dar fe a lo que escuchada y le dijo a su hermano, que estaba bien que quemaran la casa y el baúl, después que su madre falleciera, así todo quedaba en paz. Los hermanos ni bien caía la tarde uno por uno fueron dejando sola a aquella anciana, que si se moría era más por soledad que por enfermedad. Pasaron algunos años, aquella muchacha, la que preguntara por el origen del baúl, ya se había comprometido y tenía un bello hogar junto a su esposo, dos niñas, una de cinco y la otra de tres añitos. Cierto día llego a cada uno de los hermanos la noticia que su madre estaba agonizando, uno por uno a la casa de su madre llegaron, aquellos hijos a las pocas horas y con la ayuda de los vecinos del sitio prepararon en los bajos de la casa la mortuoria. Esa noche fue eterna, velas encendidas y poca calma, y para colmo un torrencial aguacero; pero en medio de la noche, la madre comenzó a dar su última voluntad y otra vez pidió que quemaran el baúl, era lo que ella más suplicaba en la agonía en la que se encontraba; minutos después dejaba de existir. Cogiendo el frágil cuerpo, el mayor de los hijos y una hija de la finada prepararon el cuerpo, vistiéndola con su ropa negra, que ella en vida había confeccionado para ese especial día. La caja negra, hecha de antemano por el carpintero del sitio y muy celosamente guardada por la propia difunta. Dos de sus hijos la bajaron del tumbado, sacándole el polvo, colocando su vieja y desteñida almohada que por muchos años fue su cabecera y confidente, acostaron a la anciana, uno que otro hijo se preocupó en ponerle una que otra pintura en su tez marchita por el tiempo y los años. Todos los del sitio brindaron posada a los deudos, nadie se quedó en la intemperie; .por la tarde llevaron el cuerpo de la anciana, cansado por lo largo de la existencia hasta el cementerio; aquel cuerpo no pesaba nada, porque no había tanta gente que la cargara, así decía la creencia. Esa noche lo poco que tenían que llevar sus hijos, se lo repartieron y así uno de sus hijos, el mayor de ellos el más aparente, prendió candela a la casa, varias horas estuvieron contemplando como las llamas borraron todo presencia del recuerdo. Esa casa que los arrulló a todos ellos y donde tuvieron sus primeros pasos, sus primeros juegos y sus más lindos recuerdos se caían por los años y por las llamas que con un abrazo mandaba al suelo todos los sueños. Uno por uno se fueron alejando; al otro día tenían que partir, sus obligaciones los esperaban; pero antes de marcharse fueron uno que otro hijo fueron a caminar entre la ceniza que quedó de la casa de sus padres. Entre ellos la muchacha, una de las hijas de la finada, la menor, la incrédula, ve asombrada que el baúl, entre la ceniza estaba intacto, no se había quemado, a lo lejos dos de sus hermanos se le acerca a ella y le sugiere que lo ayude, para aventarlo al río; pero ella quería el baúl; no les quedó otra cosa que contarle la desgracia que pasó con los tíos de nuestro padre, ellos le contaron a su hermana, que después que su abuelo corto el árbol del pechiche y haber escuchado la maldición del duende, con la madera, elaboró el Baúl, pero que a los años, cuando jugaban en el cuarto dos de los tíos de nuestro padre, de tierna edad, se metieron en el baúl, jugando al escondido y quedaron encerrados en el baúl, al pasar los minutos y al darse cuenta que los niños estaban dentro quisieron abrir el baúl, pero no se podía, ni con una hacha, aquella con la que habían cortado el árbol de pechiche, le dio al baúl, pero éste no se dañaba; al cabo de una hora, como por algo mágico, o maligno, .solito se abrió; pero en el interior algo marcado se encontró, dos criaturas inertes, estaban muertos. El abuelo los sacó. En el fondo del baúl se escuchaba una risa, dicen que al baúl, ni el agua, ni el fuego lo pueden dañar. Pero nada más hablaron y todos se alejaron, su hermana menor, esperó un buen rato, se


acercó hasta el baúl, pasándole un trapo sucio, de entre la ceniza lo sacó., y a su casa se lo llevo. Esta, no vivía en la ciudad , ella tenía su compromiso, muy dentro de las montañas, no hizo caso a todo lo hablado y hasta faltando a la memoria de su madre y se lo llevó, y colocó el baúl junto a su cama, dentro de el colocó ropa que en ese momento no usaba. Quizás su pobreza le haría ver al baúl como algo útil para su hogar. Los días pasaron, cuando cierto día preparó la comida para su marido que estaba trabajando el cafetal ,les pide a sus dos tiernas criaturas que no hagan travesura y que la esperen porque ella iba a dejarle la comida a su padre, para más seguridad las dejó con candado por fuera de la casa. Una hora se demoró, despidiéndose de su esposo, se alejó rumbo a su casa, Mientras tanto, en casa las niñas querían jugar con su madre y decidieron esconderse en el baúl, para que cuando llegara darle un susto; que busque por toda la pequeña casa y solo encuentre el baúl, sacaron toda la ropa que tenía dentro y se metieron en el baúl, así esperaron. Al rato, la puerta sonaba, era la señora madre sacando el candado, gran sorpresa se llevó, sus tiernos hijas no estaban, buscó y buscó; en eso se acuerda del baúl, ve que la ropa que tenía dentro estaba afuera y trato de abrir el baúl pero no pudo, comenzó a gritar, a lo lejos dos campesinos escucharon el llanto de una mujer, se acercan a ella y tratan de abrir el baúl pero fue inútil; uno de ellos corre a buscar al marido de la señora, una muchedumbre se aglomeró en la casa, la angustiada madre en su mente recordaba las palabras de su madre y los consejos de su hermano mayor,… ¡Porque no hice caso! …Decía en su interior ya habían pasado algunos minutos y como si fuera algo macabro, se abre el baúl. Dentro se contemplaba los dos tiernos cuerpos inertes, parecían dormidos, en un sueño. Recién el esposo de la señora se enteraba del baúl y su maldición. Unos y otros vecinos trajeron bastante palo santo e hicieron una fogata colocaron el baúl en medio de las llamas y por fin el baúl poco a poco se fue quemando hasta que solo cenizas quedaban; al poco rato como traído del cielo un fuerte aguacero lavó todas aquellas huellas de el baúl. Los padres, familiares y vecinos al otro día sepultaron a sus tiernas hijas, así terminaba con esta tragedia “EL MISTERIO DEL BAUL”. FIN Santa Ana, Agosto/14/09


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