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Corazón, dolor

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Corazón, dolor

Corazón, dolor

Con ilustraciones de Lena Ellermann

Un lunes

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Se llama Britta y Britta es el nombre más bonito del mundo. Hoy he descubierto que la amo. Y me he dado cuenta de que en realidad siempre la he amado. En el jardín de infancia estábamos en el mismo grupo. Ya entonces la amaba, pero no me daba cuenta. Con una corona de velas encendidas, ha representado a santa Lucía. (Había otras diez reinas de la luz, pero Britta era la más guapa.) Por desgracia, yo no he sido más que un duendecillo. En realidad, debería haber sido un chico estrella, pero el capirote que yo tenía que llevar se había chafado porque Bengt me lo había cogido y lo había utilizado como guante de boxeo.

Así que he tenido que hacer de duende. A mí me han colocado en el fondo, con una pelambrera de lana roja y una cola larguísima. Bengt ha estado delante del todo, casi al lado de Britta, con su capirote. ¡Ese no lo ha chafado!

Cuando hemos terminado de cantar, me he acercado a Britta y he movido de un lado a otro la cola de duende (una cuerda con un nudo). Le he dado con ella algún golpecito.

Britta estaba muy guapa, se había cortado el pelo.

Pero ella no ha notado que le daba golpecitos. A un duendecillo no le hacía ni caso. Desde entonces siempre la he amado. Aunque antes no lo tenía claro.

Ahora estoy acostado en la cama y pienso en ella. Justo ahora estoy pensando en ella. Como cada noche antes de dormirme.

Tiene la cara más dulce del mundo. Una nariz muy pequeña, que con solo verla ya sientes unas ganas incontenibles de besarla. Su cabello, muy liso, con flequillo por delante y muy largo en la nuca. Sus ojos son alegres. No es extraño que se llame Britta, al fin y al cabo, Britta es el nombre más bonito del mundo.

Habría que inventar un aparato para que los demás supieran lo que piensas. Britta no sabe que la amo. No es extraño que no se atreva a decir que ella me ama. A lo mejor está acostada ahora mismo pen- sando en mí. A lo mejor piensa que habría que inventar un aparato que leyera los pensamientos…

El aparato debería consistir en una cajita que pudieras llevar colgada del cuello. Y que cuando te acercaras a Britta, enviara unas señales que solo ella fuera capaz de oír. Y entonces se enteraría de todo y se pondría muy contenta.

Se acercaría a mí y me diría: «Sí, ¡yo también te amo!».

De ese modo no tendrías que hacer un esfuerzo y decir las palabras difíciles.

Si se inventaran dos aparatos de este tipo, ella también podría tener uno. Entonces bastaría con que me mirase, sin decir nada, y yo comprendería al instante sus pensamientos.

Yo no tendría que decir: «Britta es el nombre más bonito del mundo».

Y ella no tendría que decir: «Tu nombre es el más bonito del mundo».

«Venga ya», no tendría que responderle yo. Mañana la observaré.

Más tarde

Ahora no puedo dormirme. Normalmente me tranquilizo mucho cuando pienso en Britta. Me duermo como un conejito satisfecho. Cuando pienso en Britta me entra sueño. (Por suerte no hay aparatos para leer los pensamientos. Britta podría malinterpretar que me entre sueño).

Pero ahora que sé que voy a observarla, me he puesto muy nervioso. Estoy hecho un flan. Tendré que acercarme a ella sin que lo note. Es como si hubiera hormigas paseándose por mi cama. No puedo quedarme quieto, no hago más que dar vueltas de un lado a otro.

Tengo también hormigas en la cabeza. Vive en la calle Verano. En el primer piso de un edificio de viviendas de alquiler. Desde la calle puedes ver lo que hace en su habitación.

Si esperas a que oscurezca.

Si la luz está encendida.

Si tienes suerte. Antes, Bengt y yo siempre jugábamos en la calle Verano. En realidad, para no perder de vista a Britta. A lo mejor, Bengt también estaba enamorado de ella.

¡Claro! ¡Ahora lo entiendo! Por eso jugaba conmigo en un lugar tan aburrido como la acera de enfrente de la casa de Britta.

Bengt tiene una suerte enorme porque vive en la casa vecina a la de Britta. ¡Tan cerca! Yo vivo muy lejos. Dos calles más allá. Cada mañana puede esperar en el portal. Esperar y esperar. Hasta que Britta pasa. Y entonces la acompaña a la escuela. Incluso puede hablar con ella si se atreve.

Ahora lo tengo claro. Bengt está enamorado de Britta. Por eso tampoco quiso preguntar en mi nombre si Britta quería salir conmigo.

«¿Podrías preguntarle a Britta si quiere salir conmigo?».

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