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EL MUNDO ESTÁ LLENO DE ENERGÍA

Todo sobre la fuerza que nos impulsa

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Esta es una frase que los adultos dicen mucho a los niños. En realidad es como decir: ¡No paráis quietos!

Pero eso no es todo. Además de este uso coloquial, la palabra energía se refiere a muchas más cosas.

¿Qué aspecto tiene la energía?

En realidad, la energía es invisible. No se puede «atrapar» en una foto, solo podemos percibir sus efectos. La energía no surge de la nada, siempre ha estado ahí de formas distintas.

Lo que caracteriza a la energía es que no puede desaparecer así como así, sino que se transforma una y otra vez.

Por eso la energía nunca permanece, sino que cambia constantemente: cualquier tipo de energía se puede convertir en otra distinta, por ejemplo, la energía producida por el movimiento, también llamada energía cinética, se puede transformar en energía térmica , producida por el calor.

También la energía que hay en tu cuerpo tuvo antes otra forma: está en todo lo que comemos. Comer es una actividad esencial, pues los alimentos nos aportan la energía necesaria para vivir y constan de tres elementos: hidratos de carbono (pan, pasta, patatas, azúcar), grasas (aceite, mantequilla, margarina) y proteínas (carne, pescado, huevos, cereales y legumbres). Además están los minerales y las vitaminas, que también son necesarios para nuestro cuerpo aunque no son portadores de energía.

Todo lo que comemos entra por la boca, llega al estómago a través del esófago y luego se transporta hasta el intestino.

La mezcla de alimentos y jugos gástricos, el quimo, se digiere hasta que los nutrientes llegan a la sangre…

…la cual, a su vez, los lleva hasta donde los necesitemos, por ejemplo, a los músculos para que podamos correr y saltar.

Nuestro cuerpo almacena energía. Esto es importante porque la necesitamos para hacer cualquier movimiento.

Incluso cuando estamos en reposo, nuestro cuerpo está consumiendo energía. Por eso, siempre que alguien nos dice «Duérmete y así recuperas energía» tiene razón, pero solo en parte.

Es cierto que el sueño es reparador, pero mientras dormimos seguimos consumiendo energía todo el tiempo. El corazón sigue latiendo, los pulmones siguen respirando, las células siguen trabajando y el cerebro no se detiene. Todo esto es posible porque el cuerpo obtiene energía de los alimentos y la almacena para usarla más adelante.

Las plantas son esenciales para nuestra supervivencia: nos sirven como alimento y producen el oxígeno que los seres humanos (y los animales) necesitamos para respirar. Todas las plantas obtienen la energía directamente del Sol mediante un proceso llamado fotosíntesis. En química se utiliza la letra O mayúscula como abreviatura para representar el oxígeno.

Como los animales nos alimentamos de plantas (o bien de animales que, a su vez, comen plantas), casi toda nuestra energía proviene del Sol.

Por medio de las raíces, el árbol absorbe el agua junto con los minerales disueltos en ella.

Durante la fotosíntesis, las hojas de los árboles captan la luz solar. Así es como absorben un poco de energía y también el CO2 , que penetra a través de pequeños orificios.

Esta mezcla de agua, luz y CO2 llega a las hojas, donde todos esos ingredientes se transforman en azúcar por medio de la fotosíntesis. Así, el árbol puede trasladar ese azúcar y almacenarlo en otro lugar o usarlo de inmediato para crecer.

Los seres humanos y los animales obtienen la energía de los alimentos. Con el paso del tiempo, los seres humanos supieron sacarle provecho. Para lograrlo, fue necesario un descubrimiento fundamental: nuestros antepasados aprendieron a hacer fuego.

Gracias al fuego, pudieron cocinar los alimentos, lo cual les permitió absorber mejor los nutrientes. De este modo, el cuerpo obtiene más energía que de los alimentos crudos. Esto facilitó el crecimiento del cerebro humano, que consume muchísima energía.

Además, si nuestros antepasados lograron sobrevivir al frío nocturno, fue porque podían calentarse junto al fuego.

Para moler más cantidad de cereales y hacer harina, los seres humanos empezaron a impulsar los molinos con la fuerza del agua y del viento.

La electricidad, tal y como la conocemos hoy, antes no existía. Por eso, fue muy útil que los seres humanos descubrieran el fuego, no solo para calentarse o para cocinar, sino también para forjar herramientas que les permitiesen cultivar y cosechar alimentos. Asimismo lograron fabricar armas que les ayudaban a cazar y a luchar.

El aceite pronto comenzó a usarse como combustible, y después vino el gas, que también es un fluido portador de energía. Todavía hoy hay calles en las que podemos ver farolas que funcionan con gas.

También mejoró la movilidad de los seres humanos gracias a las locomotoras de vapor que propulsaban los trenes y funcionaban con carbón. Eso ocurrió en el siglo XIX.

Hace aproximadamente 140 años, los seres humanos empezaron a producir energía eléctrica para sus propios fines. En las ciudades hubo primero farolas eléctricas y, poco después, comenzaron a circular los primeros tranvías. Hace unos cien años que la electricidad llegó a las casas particulares.

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