Hace más de doscientos años, los españoles se vieron obligados a luchar por su independencia y sus libertades. Napoleón, el emperador de los franceses, había introducido sus tropas en España para invadir Portugal. Pero poco después, arrebató la corona a Fernando VII y vino a reinar a España su hermano, José I. Los españoles, decididos a defender la legitimidad de su rey, rechazaron someterse a los franceses. Comenzaba así, en 1808, la Guerra de la Independencia.
La poblaci贸n civil, padeci贸 los efectos de una guerra total, en la que tanto franceses como los aliados se cebaron con la poblaci贸n y objetivos civiles, saqueando y devastando, por ejemplo, la industria espa帽ola, considerada una amenaza para sus respectivos intereses.
UN CUENTO GOYESCO Texto: Niños y niñas de 6º B del Colegio Lope de Vega de Almonte/ Huelva
Ilustraciones y dibujos: Niños y niñas de 3º y 4º del Colegio Profesor Tierno Galván
de Vícar- Almería.
Érase una vez un pueblo en el que los habitantes estaban muy avanzados. Junto a ese pueblo, había otro en el que sus gentes estaban muy atrasadas Este pueblo atrasado tenía un Rey que era muy poderoso y rico
Defendía a los nobles que no pagaban impuestos, a la vez que obligaban a los campesinos a que les dieran una parte de sus cosechas a los ricos nobles, que eran dueños de las tierras donde ellos trabajaban El rey vivía en palacios, igual que la nobleza; en cambio, los campesinos vivían en chozas. Era una situación muy injusta
Unos soldados del pueblo avanzado se rebelaron contra las injusticias que sufría el pueblo atrasado. Los soldados se fueron al pueblo atrasado a ayudarles. Pero el rey, los nobles y los monjes no querían que ayudaran a la gente pobre porque así perderían sus privilegios.
Para conseguir que el pueblo rechazara la ayuda de los soldados se inventaron muchas historias y decía a la gente: ¡Vienen a robarnos!, ¡Vienen a exterminarnos!, ¡Nos han invadido!, ¡Son herejes! El pueblo no sabía bien lo que ocurría, pero estaban seguros que si desobedecían al rey, les podrían encarcelar y hasta matar, y tenían mucho miedo. Esa confusión hizo que el pueblo se dividiera. Unos defendían al rey y otros defendían a los soldados que venían a ayudarles. Esa situación hizo que se produjera una guerra y que los ciudadanos se pelearan entre sí. La gente estaba asustada, murieron animales domésticos y salvajes, los niños lloraban porque se habían quedado huérfanos, sin padre o sin madre. Fue todo un desastre, una masacre; fue horroroso, catastrófico. Ocurrió una tragedia.
Una noche oscura, sin estrellas y sin luna, junto a la Gran Roca donde estaban un grupo de ni単os y ni単as jugando al escondite, se oyeron unos disparos a las afueras del pueblo.
Los ni単os se asustaron y corrieron a esconderse y vieron una fila de vecinos y vecinas tristes y con miedo, que obligados, se dirig鱈an hacia la Gran Roca donde los soldados disparaban a las personas.
Los niños veían desde su escondite un faro amarillo con el que alumbraban a las personas que iban a matar. Escuchaban gritos de dolor, llantos, el rezo de algunas personas, voces de auxilio: ¡¡socorro!!, ¡¡socorro!!... Había mucha sangre que salía de los cuerpos de las personas muertas. La sangre, iluminada por el faro, era de un rojo vivo que se mezclaba con la tierra y corría chorreando desde la ropa de los muertos. Los cadáveres estaban tendidos boca abajo, otros boca arriba, unos encima de otros, bocas abiertas y ojos cerrados, tenían un aspecto pálido y de horror.
Detrás de las personas que estaban de pie, a punto de que las mataran, había una mujer protegiendo a su hijo pequeño, lo abrazaba contra su pecho fuertemente.
Había otra mujer que sentía mucho miedo Y se tapaba la cara con sus manos para no ver como morían sus amigos
Delante de la mujer estaba el monje rezando, con las manos apretadas, pidiendo no ser fusilado… Junto al cura estaban unos hombres que le habían ayudado, porque eran sus amigos, a luchar contra los soldados que habían venido a defender al pueblo
Uno de aquellos hombres tenĂa la cara descompuesta y los ojos tan abiertos que parecĂa que se les iban a salir; Estaba mirando a los que les iban a fusilar, a los soldados, con mucha rabia y con un puĂąo cerrado les amenazaba.
Otro hombre vestido con camisa blanca y pantalones amarillos, que era el más alumbrado por el farol, estaba de rodillas sobre la roca ensangrentada y con las manos y brazos abiertos hacia arriba, como dando la cara por los demás, gritaba a los soldados; estaba como dando la cara con valentía y parecía que amenazaba, que les retaba, que les decía a los soldados que no les tenía miedo.
Los soldados estaban quietos, de espalda a los niños y niñas que les miraban. Sin ningún movimiento, apuntaban con las escopetas y disparaban contra las personas indefensas. Cada disparo era un sobresalto para todos y… todas las personas iban a morir
Los niños y niñas escondidos sintieron miedo, mucho miedo y, atemorizados lloraban desconsoladamente al comprobar que estaban matando a Pepe, el padre de Joselito, a González “El Panadero”, a Benito “El Sastre”, a María “La Aceitunera”, al Padre Damián que daba la misa en la Ermita del pueblo…En el suelo estaban ya muertos Antonio “El Pescadero”, Amador “El Afilador”, Enrique “El Herrero”.
A lo lejos se veía el pueblo y la iglesia con una torre muy alta. Los niños corrieron hacia sus casas y comprobaron asustados como la fila de gente, llegaba casi al pueblo, ¡todos iban a ser fusilados!. Al día siguiente todo el pueblo comentaba la tragedia y decían que aquellos soldados que vinieron para liberarlos de los privilegios del Rey y de los nobles, se convirtieron en verdugos de una parte de ese pueblo. Todos estaban en contra de esta violencia.
Aquel día nadie fue a trabajar, y los niños y niñas tampoco. Normalmente todos ellos iban a trabajar al campo ya que no había escuela en el pueblo; todos se iban con sus padres y madres a trabajar a las tierras de los nobles. Hasta el otro día no fueron al campo, y allí estaba Prudencio, “Seño Prudencio” como se le conocía en el pueblo.
Los niños y niñas le contaron lo que habían visto la noche anterior. El Seño Prudencio les dijo muy despacito, como para que nadie les oyera:
¡Ssss!. Mirad, escucharme. La violencia trae más violencia. La violencia no puede ser justificada ni con buenas intenciones, al final se ha producido una tragedia. Aquí seguimos en el campo del Señorío de la Gran Roca. Ahora, solo nos queda esperar y rezar para que los amos de estas tierras nos dejen ser más libres y abran una escuela en el pueblo para que vosotros y vosotras os preparéis, estudiéis y aprendáis a leer y escribir. Solamente así seremos más libres. Así aprenderéis a dialogar, a ser justos. Porque sabemos que los problemas hay que resolverlos hablando, dialogando pacíficamente y no matando a la gente.
EL CUENTO TERMINA ASÍ: A partir de aquellos sucesos, en el pueblo se hizo una Constitución en la que se escribieron todos los derechos y deberes de los ciudadanos de aquel Señorío, por fin la ley reconocía que todos tenían los mismos derechos y deberes. Esta Constitución se conoció con el nombre de “LA PEPA”, porque el día que la firmaron en el Ayuntamiento, fue el 19 de marzo, que es el día de todos los Pepes y las Pepas (Jose y Josefas)
Cuento basado en la descripción del cuadro titulado “LOS FUSILAMIENTOS DEL TRES DE MAYO”, pintado por Francisco de Goya y Lucientes en la actividad “Miro un cuadro”.
Texto del cuento: Niños y niñas de 6º B, del Colegio Lope de Vega de Almonte, Huelva Voces, ilustraciones y dibujos, niños y niñas de 3º y 4º del Colegio Profesor Tierno Galván de Vícar- Almería.