EL TRIUNFO DE LA VOLUNTAD

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El triunfo de la voluntad







La historia de esta pintura es rara. Aunque corta, su vida ha estado llena de vicisitudes: fue pintada sobre un soporte que antes era otra pintura; surgió con afanes y por encargo a partir de la lectura de un manifiesto antropofágico, de un puñado de citas que fueron puestas sobre esa tabla que poco a poco se convirtió en cuadro, la misma tabla que pudo dar fe de la errata que se coló en medio de una frase y que solo fue advertida cuando la pintura estuvo terminada y ya no se pudo ocultar; fue mostrada en una exposición de cadáveres exquisitos; se modificó en distintas ocasiones; participó en un concurso de arte en el que estuvo cerca de ser premiada; recibió comentarios en la prensa; fue sacada del país por un galerista que pretendía venderla en una feria internacional de arte; fue rota por el descuido de ese galerista; generó una agria discusión entre la mujer que la pintó y el galerista reacio a pagar por el daño; fue pagada a cuotas; fue almacenada por meses en una bodega de la que no tenía esperanzas de salir; fue extrañada por su autora, 7


fue querida por su autora, fue odiada por su autora; fue recuperada a un alto costo por su autora, quien entregó al galerista dos cuadros en perfecto estado a cambio del roto; fue llevada al taller de la artista, en el que ella se quedaba a diario mirando los golpes, los errores, las grietas, las manchas: la imposibilidad de restaurar eso que había pintado, eso que era suyo y que había tenido que rescatar del encierro.

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La autora fantaseó durante meses con el momento en que recuperaría la obra, o más bien los despojos de la obra. Hacía planes de pegarla, de remendarla, de coser los pedazos rotos como una especie de Gran Vidrio duchampiano -de madera, claro- en el que el accidente brillara, en el que el error tuviera sentido, en el que pudiera leerse esa historia llena de situaciones fortuitas que les dan vida a las obras, pero no podía hacerse a una idea clara del modo en que esa reparación sería efectiva, pues el error era resistente a toda idea, a cualquier ejercicio, a la larga lista de posibilidades que la pintora planteó sin éxito, primero, y sin esperanza, al final.

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6L OD SLQWXUD LED D H[LVWLU ăGHFLGLyă GHEtD KDFHUOR desde el comienzo. Tendría que surgir de nuevo y sin errores, sin golpes, con unos materiales que aguantaran el uso y el abuso de galeristas torpes, de montajistas torpes, de transportadores torpes, de coleccionistas torpes, porque la torpeza parece ser una parte constitutiva de la producción, del comercio, del coleccionismo y de la exhibición de piezas de arte. La pintura debería surgir igual, aunque sin erratas: en ella debía leerse lo que debe leerse y no exactamente lo contrario. La pintura debería volver sin golpes, sin magulladuras, sin grietas por las que se cuele la luz. Debería ser sólida para albergar la posibilidad de tener una vida más larga y plena que la de su antecesora. Debería poder garantizar una existencia en la que ya no fuera casi premiada sino premiada, en la que no fuera casi vendida sino vendida, en la que no fuera casi exhibida sino exhibida. Debería tener tiempo, un tiempo largo en el que pudiera atestiguarse ese Triunfo de la Voluntad de una pintora que luchó por devolverle la vida a una obra muerta. 10


Y por supuesto, la versión primera, la imperfecta, la dañada, la maldita, debía desaparecer.

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Debía ser destruida para que los errores fueran destruidos con ella, para que la promesa de perfección no tuviera más impedimentos, para que nada pudiera señalar la debilidad, la desgracia y la pobreza de ese objeto roto y equívoco.

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Para que fuera cristalino ese triunfo de la voluntad.

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El triunfo de la voluntad es, originalmente, el título de un documental de Leni Riefenstahl que muestra el ascenso y consolidación del nacionalsocialismo en Alemania, a partir del registro fílmico del Congreso Nacionalsocialista que tuvo lugar en Nuremberg, en 1934.

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El título, entonces, surgió aquí como el nombre de eso que se alza contra un supuesto estado de corrupción y de decadencia, como una promesa que se consolida por encima del sentido común, de la prudencia, del llamado a dejar que los muertos reposen y que lo fallido tenga lugar. El triunfo de la voluntad es algo nuevo que emerge de la conciencia de que algo está en ruinas, de que un orden de ideas necesita reparación, de la certeza de que la destrucción debe ser operada allí donde la sanación no es posible.

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El triunfo de la voluntad ăOD GH 5LHIHQVWDKO WDQWR FRPR OD GH (VSLWLDă HV XQD REUD HVW~SLGD

Y peligrosa.

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Porque plantea una mirada heroica, mesiánica, justiciera y fascista.

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Aunque esté bien terminada.

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Aunque soporte los golpes mejor que su predecesora.

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Aunque se adapte al sentido original de los textos que le dieron origen.

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Aunque sea un pequeño

ensayo para un mundo perfecto.

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El triunfo de la voluntad es la confianza en la destrucción de lo débil, es la victoria del fuerte, es la alergia al que está roto, es la resurrección de una sustancia muerta aunque intacta, es la violencia del discurso, es una obra decorativa, es un objeto de arte, es una mercancía, es un guiño a esa experiencia totalitaria del día a día, es los sueños de fama y fortuna de una pintora, es el espacio en el que se acomoda una práctica artística para pisar a otras.

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Quizás triunfe el triunfo de la voluntad.

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Quizás nos permita olvidar los pedazos rotos, la pintura cuarteada, las frases erróneas, los errores inconscientes, los espacios en los que salen a flote la ineptitud, la falta de pericia, los trazos flojos, los colores mal combinados.

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Y ojalá así sea.

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Ojalá los pedazos destruidos no vuelvan, no se armen de nuevo, no retornen tras su represión constante, no quieran venganza, no busquen nuestra destrucción, no caminen por las calles como zombies que quieren comerse el cerebro de todos aquellos que quisieron la perfección por encima del error, el éxito por encima del fracaso, la inmutabilidad sobre el accidente, lo premeditado por encima de lo fortuito.

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Ojalá que no.

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Porque estamos ensayando para hacer del mundo algo perfecto, algo sin quiebres ni manchas, algo sin dolor y sin pérdida, en el que solo lo perfecto cabrá y, en consecuencia, ninguno de nosotros estará presente para verlo.

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Agradecimentos especiales Dora Torres Diana Pérez Víctor Albarracín Jimena Andrade Marco Moreno Andrés Moreno de Triana Cindy Triana de Moreno Lina Castañeda Walter Orrego Montón Moro





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