Sample Translations
WonSeok Kim SI QUIERES SER RICO S p a ni s h
Book Information
SI QUIERES SER RICO (부자가 되려면) Jaram Publishing corp. / 2009 / 8 p. For further information, please visit: http://library.klti.or.kr/node/772 This sample translation was produced with support from LTI Korea. Please contact the LTI Korea Library for further information. library@klti.or.kr
SI QUIERES SER RICO Written by Kim Wonseak, Illustrated by Park Yo Han
Prólogo
1
Aprendamos la sabiduría de nuestros ancestros
Nuestro país tiene cinco mil años de historia. Sí, cinco mil años, no hay muchos países en el mundo con tanto pasado. Por eso también es muy antigua la historia de nuestros “relatos antiguos”. Los relatos antiguos que han llegado hasta nosotros fueron transmitidos de boca en boca y tratan únicamente temas harto necesarios para nosotros. Por mucho tiempo han recibido el cariño de la gente y se mantienen vigentes hasta el día de hoy. Entonces, ¿sabéis cuán educativos e interesantes son? La literatura oral, es decir, los cuentos infantiles tradicionales, son la forma escrita de estos relatos que fueron transmitidos verbalmente. Los cuentos tradicionales nos hacen reír hasta reventar, son interesantes y emocionantes. Al mismo tiempo poseen un gran valor educativo. Primero, los cuentos tradicionales contienen el modo de vida, la imaginación, los valores, la risa y la sabiduría de nuestros antepasados. Por esta razón, si se los leemos a nuestros niños, les inculcaremos amor e interés por lo nuestro. Segundo, ya que los cuentos infantiles repiten hechos y frases de diversas maneras, educan a los niños con un saber correcto del idioma y con poder de reflexión. Tercero, estos cuentos abordan temas sobre la ética, la sabiduría, el valor y el
esfuerzo. Por eso quienes los leen luego se convierten en personas que llevan vidas positivas y establecen relaciones amistosas con los demás. Este libro compila ocho relatos antiguos llenos de sabiduría, entre los que se encuentran varios para los niños, que son divertidos y didácticos. Niños, leyendo este libro podréis saber cómo nuestros antepasados enfrentaban las situaciones difíciles y cuáles eran para ellos los valores más importantes en la vida. Además, podréis aprender una verdad: que ante una situación difícil, no debéis caer en la frustración y debéis vivir con sabiduría y amor hacia los demás. Bien, entonces comencemos ya el viaje en busca de las enseñanzas y la sabiduría de nuestros antepasados.
Prólogo escrito en El árbol verde, en junio de 2000. Corregido nuevamente en el blog El cuartito, en Mes del Santo Rosario de 2009. Kim Wonseak.
----
Índice
Prólogo
4
1. Las zarzamoras en invierno
8
2. El alumno que le dio una lección a su maestro
22
3. Si quieres ser rico
30
4. ¡Padre! Debería traer el cargador
40
5. El extraño examen para ser nuera
56
2
6. ¿Cuál será la verdadera?
70
7. En busca del dueño del caballo
84
8. Debes cumplir las promesas
98
---3 Las zarzamoras en invierno
Había una vez un pueblo donde habitaban personas muy amables y de buen corazón. Esta comarca era un excelente lugar para vivir, en el que abundaba la comida en primavera, verano, otoño e invierno. Sin embargo, un día llegó al pueblo un nuevo alcalde malvado. A su arribo, comenzó a acumular dinero y tesoros con gran avaricia. Cargó con enormes impuestos a los pobladores y todo aquel que era incapaz de pagarlos terminaba en la prisión. Además, en el edificio de la alcaldía todas las cosas se hacían según los deseos del alcalde. Por eso, las personas que estaban bajo sus órdenes y los pobladores en general sufrían actos espantosos. Un día de invierno, el alcalde codicioso tuvo una idea muy absurda. “Si pudiera comer zarzamoras en este frío invierno, sería la envidia de todos”. Al pensar esto, de verdad tuvo ganas de comerlas. Hoy en día, incluso en pleno invierno, podemos comer zarzamoras que se cultivan en invernaderos, pero en el pasado hacerlo era algo inimaginable. No obstante, el alcalde, que consideraba que era posible hacer todo lo que quisiera, esta vez también estaba convencido de que debería poder comer las zarzamoras. El alcalde llamó a su mano derecha (su secretario) y le dijo:
–Tengo ganas de comer zarzamoras. Tráeme algunas. El secretario pensó que era una broma y le preguntó: –¿Zarzamoras en invierno, señor? –Claro, zarzamoras. ¿Acaso no sabes lo que son las zarzamoras? –Sí, sé lo que son. El trabajo de secretario del alcalde era extenuante, ya que como funcionario público, debía acatar las órdenes y no podía negarse. El secretario tenía que cumplir esa orden sin decir palabra. É l se preguntaba: “¿Cómo quiere que encuentre zarzamoras en invierno?”. Pero en caso de que le dijera eso al alcalde, nadie podía saber qué castigo le cabría inmediatamente. “Vaya, ¿dónde podré encontrar zarzamoras en este invierno todo nevado?”, se atormentaba. Sentía que la visión se le nublaba. El secretario seguía en silencio y el alcalde le exigió una respuesta: –¿Y bien? ¿Qué me contestas? Sin más remedio, respondió: –Sí, cumpliré sus órdenes. El secretario regresó a su casa y se desplomó sobre la cama. Su preocupación era descomunal. Estaba asustado. Si no le llevaba las zarzamoras, con seguridad el alcalde lo castigaría. Intentó pensar una buena idea, pero nada se le ocurría. Sin idea alguna, su preocupación iba creciendo a medida que recordaba el temible rostro del alcalde. Como había llegado la hora de la cena y el secretario no podía salir de la habitación, llamó a su hijo mayor, que su esposa había dado a luz diez años atrás. –Hijo mío, tráeme aquí la cena. He regresado de la alcaldía y no puedo levantarme de la cama.
4
El hijo del secretario era un niño muy astuto y de un gran ingenio. Había estado observando a su padre desde su arribo, porque creía que algo le ocurría. El niño preguntó con cautela: –Padre, ¿qué sucede? –Nada… –Entonces, ¿por qué todavía no ha cenado? ¿Por qué está aquí suspirando? Algo le preocupa, dígamelo por favor. El secretario dio un largo suspiro y dijo: –¿Preocuparme? No es nada… –Padre, me cuesta creer que no pase nada mientras lo veo suspirar así. Pronto, dígamelo. El secretario se dio vuelta en la cama, como si estuviera molesto. –No es nada que tú debas saber. –¿Así que los asuntos de mi padre nada tienen que ver conmigo? Entonces desde ahora, yo también haré lo mismo, cuando algo me suceda no le pediré consejo a mi padre. Después de escuchar eso, aun cuando el secretario pensaba que no era un tema para tratar con su hijo, al final le contó todo lo sucedido ese día. Entonces el niño sonrió. –Hijo, ¿estás sonriendo? –Sí –se limitó a responder el niño. –¿No estás preocupado? –Padre, ¿usted se preocupa por algo así? El secretario se incorporó de un salto y le dijo: –Me han pedido que encuentre zarzamoras en pleno invierno, si eso no es para preocuparse, ¿qué lo es entonces?
5
El niño respondió con seguridad: –Padre, no debe preocuparse un ápice por algo así. Mañana iré a ver al alcalde y aunque no le lleve las zarzamoras, regresaré sano y salvo. –No, no lo permitiré. Tú eres sólo un niño y si vas con el alcalde, ¿qué solución podrías ofrecer? –Padre, descanse aquí. Yo sé qué hacer y lo solucionaré todo. Al día siguiente por la mañana, el hijo del secretario se presentó ante el alcalde y le dedicó una gran reverencia. Cuando el alcalde vio el saludo del niño, creyó que algo raro ocurría y le preguntó: –¿Qué te trae por aquí? ¿Quién eres tú, viniendo aquí tan temprano? El niño respondió con elocuencia: –Señor Alcalde, soy el hijo de su secretario. He venido ante Usted por un asunto relacionado con mi padre. –Jo, jo. Qué muchacho tan listo. Pero, ¿por qué no me ha traído tu padre las zarzamoras que le encargué y te ha enviado a ti en su lugar? El hijo del secretario ya tenía preparada una respuesta para el alcalde, por lo que no titubeó y dijo: –Mi padre ha encontrado las zarzamoras. ¿Cómo se atrevería a desobedecer esa orden? El alcalde tragó saliva y preguntó: –¿Dices que las ha encontrado? Entonces, ¿por qué no las ha traído? –Señor, mi padre ha sufrido un percance. De no ser así, ¿por qué cree que he venido yo en su lugar? El alcalde pensó que algo extraño estaba ocurriendo. Cuando el niño le dijo que el padre había encontrado las zarzamoras, quiso tenerlas
6
de inmediato y dijo: –Pues bien, ¿dónde demonios están? –Señor Alcalde, mi padre estuvo ayer en la montaña buscando las zarzamoras, pero fue mordido en el pie por una víbora venenosa. Anoche tenía hinchado únicamente el pie, por eso se fue a dormir sin preocuparse. Sin embargo, esta mañana al levantarse, no solamente el pie sino todo el cuerpo se había hinchado. Mi padre ahora no puede moverse y es incapaz de dejar la cama. Por eso no pudo traer las zarzamoras y en su lugar me envió a mí. Al escuchar el relato del niño, el alcalde de repente montó en cólera y le gritó: –¡Pequeñajo! ¿Dices que tu padre está en cama porque lo mordió una víbora en pleno invierno? Eres un pequeñuelo y sabes hablar muy bien, pero ¿qué charlatanería es esta? ¿Crees que puedes presentarte ante mí y decir toda esta increíble patraña? ¡Vaya muchacho! El niño respondió con solemnidad: –Señor Alcalde, no es una mentira. Es la verdad. El alcalde estaba tan enfadado que lo reprendió severamente: –¡No puedo creerlo! ¿Dices que no es mentira? Muchacho, ¿cómo podría alguien ser mordido por una víbora en este frío invierno? ¿Ante quién te crees que estás? Entonces, el hijo del secretario hizo nuevamente una amable reverencia y se sentó en el suelo con la espalda bien recta. –Señor Alcalde, ¿dice usted que ahora estamos en un frío invierno? –Niño, si tienes algo de cerebro sabrás que ahora es invierno. –Sí, no hay duda de que estamos en invierno. Cuando mi padre recibió su orden no supo qué hacer y se preocupó mucho, al punto de no poder levantarse de la cama. ¿Cuál es la diferencia entre usted, que le pidió a mi padre que encontrara zarzamoras en el frío invierno, y yo, que dije que lo mordió una víbora venenosa en invierno? Cuando el alcalde escuchó eso, no supo qué decir y permaneció en silencio.
7
El niño le pidió amablemente que no sancionara a su padre: –Señor Alcalde, por favor deje atrás su ira y no castigue a mi padre. La cara del malvado alcalde enrojeció de repente. Y entonces se arrepintió de todas las cosas malas que había hecho hasta ese momento por su codicia. Por supuesto, el secretario resultó sano y salvo. 8