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SUPLEMENTO LI 128 - diciembre 13 IX Conferencia de Lucha Internacionalista Noviembre 2013

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Por la rreconstr econstr ucci贸n de la IV Inter nacional econstrucci贸n Internacional


1 . El centro de la lucha de clases. Hace casi tres años la chispa de la revolución prendió en Túnez y desencadenó un proceso internacional en el Norte de África y Oriente Medio. Desde entonces, la región ocupa un lugar central en la lucha de clases mundial. Desde Marruecos hasta Siria, desde monarquías islámicas a repúblicas laicas, el movimiento de masas se echó a las calles para pedir: pan, trabajo y libertad. Se derrocaron cuatro dictadores (Ben Ali, Mubarak, Gaddafi, Saleh), con distintos grados de ruptura del régimen y conquista de libertades democráticas… pero la juventud sigue sin encontrar trabajo. Las masas han hecho una rápida experiencia con el islamismo, que se desgastó como alternativa de dirección. Pero no han desarrollado una fuerza política de izquierdas capaz de impulsar la ruptura completa con los regímenes opresivos y tomar medidas anticapitalistas que abran una perspectiva de trabajo para la juventud. Es ante esa situación que se suceden gobiernos que niegan la continuidad de la revolución y finalmente el golpe de estado en Egipto y los avances militares de Al-Asad en Siria suponen una ofensiva feroz de la contrarrevolución. Pero la suerte de la revolución aun está por escribirse, no sólo en estos dos países sino también en Túnez, la cuna del proceso.

2. Egipto: el golpe militar y la contrarrevolución. La revolución en Egipto que derrocó al dictador Hosni Mubarak desestabilizó el equilibrio forjado por el imperialismo en la zona. Se trata de un país de más de 90 millones de habitantes, estratégico por su posición con el canal de Suez, imprescindible para la seguridad de la frontera de Israel. No es casual que por todo ello Estados Unidos pague anualmente 1.200 millones de dólares al ejército egipcio desde el acuerdo de Camp David. Sólo Israel recibe más dinero norte americano (3.000 millones anuales). El ejército egipcio es uno de los principales cordones de seguridad del sionismo.

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El movimiento de masas derrotó el intento del ejército de imponer un gobierno militar tras la caída de Mubarak. En las elecciones, los Hermanos Musulmanes vencieron

por un escaso margen frente al candidato del antiguo régimen, sin que hubiera una alternativa a la izquierda. El presidente Mohamed Mursi llegó al Gobierno pero ni profundizó la ruptura democrática con el viejo régimen ni empezó a resolver la situación de paro y miseria creciente entre las masas. Al contrario, impuso una agenda económica neoliberal y buscó una componenda con los militares a quienes aseguró los privilegios que mantienen (controlan entre el 40 y 60% del PIB). Así se cavó su propia tumba y su caída fue otro ejemplo histórico del fracaso del reformismo. Fue creciendo la resistencia contra el gobierno y éste respondía con creciente represión. El movimiento de masas prosiguió la lucha contra Mursi, millones de firmas y manifestaciones masivas para pedir el cese del Gobierno y elecciones anticipadas. Con Taksim y la lucha en Turquia contra Erdogán, se resquebrajó el modelo “islamista moderado” neoliberal que parecía la salida del imperialismo para reestabilizar la zona. En esta situación de ascenso del movimiento de masas los militares aprovecharon la acción popular contra el gobierno para imponer un golpe de estado contra Mursi y hundir Egipto en una espiral de sangre y persecución contra los Hermanos Musulmanes que polarizara al extremo toda la sociedad y no diera ningún espacio a una alternativa al ejército y al islamismo. El ejército impuso el caos para volver a recuperar el poder. Lo más grave es que la mayor parte de la izquierda egipcia cayó en esa política de bloques

de islamistas y laicos, pues el movimiento de juventud Tamarrud que había impulsado la lucha contra Mursi, los sindicatos y la mayoría de la izquierda (socialdemocracia y PC) apoyaron el golpe y, con ello, impidieron una salida política conforme a los intereses de la población trabajadora. El nuevo ministro de trabajo era el principal dirigente sindical y llamó a los trabajadores “que fueron los campeones de las huelgas a ser los campeones de la producción”. Sólo han denunciado el golpe el movimiento 6 de abril y los Socialistas Revolucionarios, la organización egipcia de Socialismo Internacional (En Lucha). En estas condiciones Mubarak salía de la cárcel y pasaba a arresto domiciliario sin respuesta. Israel ha presionado en todo el proceso para que no cesara la ayuda militar al ejército, su aliado egipcio. El Gobierno de Obama se negó a hablar de golpe de estado, mientras el general colpista Al-Sissi, reunía a la vez el apoyo (y financiación) de Arabia Saudí y del dictador sirio Al-Assad. Nuestra política no puede ser otra que enfrentar al Ejército, exigir el cese de la represión sobre los Hermanos Musulmanes: es el pueblo y no los militares quien debe pasar cuentas por la represión ejercida por Mursi y el Gobierno reaccionario de los Hermanos Musulmanes. Prisión incondicional para Mubarak. Exigir de los sindicatos la ruptura con el régimen militar y que encabecen un llamado a constituir un gobierno

Tanques en El Cairo

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de las organizaciones que participaron la revolución que derrocó al dictador dictador.. Acabar con los privilegios económicos y políticos del ejército, aprobar un plan de urgencia para la creación de trabajo.

Milicias de Al Nushra

3.- Siria. El pueblo sirio contra todos A dos años y medio del inicio de la revolución, el aislamiento y una feroz represión se han cobrado más de 120.000 muertos. La revolución siria nace de las mismas demandas que la hacen estallar en Túnez. Como en Libia o Barhein el pueblo se rebela contra el empobrecimiento y la opresión del régimen. AlAssad que no ha disparado una sola bomba contra Israel que ocupa los Altos de Golán, sí dispara con bombardeos masivos y artillería contra su pueblo. Los Comités locales dan paso a la defensa y la lucha armada contra el régimen. El imperialismo a través de Turquía potencia la creación del Consejo Nacional Sirio dominado por los Hermanos Musulmanes para controlar la revolución, pero sin éxito. Arabia Saudí, Catar y Turquía inciden políticamente con el envío de armamento ligero a organizaciones del islamismo suní reaccionarias como Al Nusra y el Estado Islámico de Irak y Levante, que introducen la división sectaria y provocan el choque con los comités locales y con el Ejército Sirio Libre. Especial importancia han tenido los choques contra los kurdos que pretenden proclamar su autonomía. El desangre de la revolución y el alto coste de vidas es consecuencia directa de la supremacía militar indiscutible del régimen, que además recibe armamento directo y asesores de Rusia e Irán. Tras la ofensiva rebelde del pasado otoño, el régimen retomó la iniciativa militar con la intervención directa de Hezbollah en la lucha por la ciudad estratégica ciudad de Qusair, y los bombardeos con armas químicas en barrios de Damasco que parecería que responden a su decisión de una ofensiva final. Pero las fuerzas rebeldes resisten y ello sería imposible sin un apoyo masivo de la población. El acuerdo de Estados Unidos y Rusia ha paralizado un ataque imperialista que buscaba tomar la iniciativa para forzar una negociación con un régimen asesino y controlar a la oposición. El nuevo diálogo con Iran refuerza este frente de to-

dos contra la revolución siria. La responsabilidad de la izquierda internacional es enorme: La ausencia de una campaña permanente de apoyo a la revolución y a la izquierda siria que está participando en ella, ha facilitado el aislamiento de las fuerzas revolucionarias en la lucha contra Al-Assad. Hay que levantar una campaña con los siguientes ejes: Todo el apoyo a la revolución siria. Armas para Siria. Fuera Rusia e Irán de Siria, No al ataque imperialista. T odo el apoTodo yo a los organismos rebeldes y las fuerzas de la izquierda revolucionaria siria.

4. La dinámica de la revolución y la contrarrevolución. Muchos análisis se basan en los bloques políticos cambiantes que se van formando en las superestructuras (Rusia e Irán contra Estados Unidos y Francia, Islamismo contra laicismo, chiíes contra sunnís, monarquías petroleras con-

tra repúblicas laicas, pugna entre Qatar y Arabia Saudí y entre Arabia Saudí y Turquía), pero estos conflictos, aunque existen, no sirven para comprender la dinámica del proceso. El choque esencial es entre el movimiento de masas que busca trabajo y libertad, y el imperialismo gendarme del capitalismo que genera miseria creciente y que ha sostenido regímenes dictatoriales en esta región estratégica tégica. Es dentro de esta confrontación irreconciliable que hay que situar otros enfrentamientos. El movimiento de masas en el Norte de África y Oriente Medio nació como respuesta a la creciente miseria y contra dictaduras que llevan años en el poder enriqueciéndose de los acuerdos con las grandes multinacionales imperialistas y de una década larga de privatizaciones. Una situación común a toda la región. El objetivo inicial del movimiento de masas es acabar con la dictadura con la ilu-

Hezbollah junto a Bashar

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sión de que bastará con la democracia, con derrocar el régimen y permitir elecciones libres para que se resuelvan los graves problemas de paro y miseria. Pero con las elecciones, al contrario, se agravó la situación económica y las masas trabajadoras volvieron a levantarse ahora contra los gobiernos de signo islamista neoliberal surgidos de ellas. Porque no basta con un cambio de régimen (que en la mayoría de países no se completó), hay que proceder a un cambio de sistema para permitir que los recursos económicos se pongan al lado de las necesidades del pueblo trabajador bajador.. Y para ello es necesario un partido y un Gobierno de trabajadores/as y de los pueblos oprimidos. Por su parte, el imperialismo nunca se quedó parado a la espera de los acontecimientos y desde el primer momento puso en marcha distintas respuestas para cortar el ascenso revolucionario revolucionario. Primero apoyó los regímenes dictatoriales (Túnez, ofrecimiento de Francia de material militar), pero las masas derribaron Ben Ali y apuntaron a Mubarak. Este fiel aliado de Israel y de Estados Unidos, no perdió el apoyo del imperialismo hasta que su caída se hizo irreversible, intentando preservar al máximo el régimen, y el poder en manos de los militares. Este plan, que funcionó en Yemen, no acabó con las movilizaciones en Egipto, puesto que continuaron contra el gobierno de transición de los militares y tuvo que dejar paso a la convocatoria de elecciones. Más tarde -tras los procesos electorales- el imperialismo acordó con los gobiernos neoliberales de Ennahda en Túnez y de los Hermanos Musulmanes en Egipto, y dio protagonismo a Erdogán, como modelo de “domesticación” del islamismo. Pero esta carta también caducó tras el creciente movimiento de masas contra estos gobiernos (Egipto de Mursi y Túnez de Enhada) y las movilizaciones del parque Gezi en Turquía.

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En Libia, donde había que defender los intereses de las petroleras europeas, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos deciden no repetir la experiencia de Túnez y encabezan una alianza imperialista para intervenir militarmente contra su aliado Gaddafi (el amigo de Aznar, que financió la campaña electoral de

Sarkozy, mantenía estrechos acuerdos con Berlusconi y colaboró con la CIA de Guantánamo), para recuperar la iniciativa en la zona e intentar condicionar el Gobierno saliente. Pero el aparato militar del régimen había quedado destruido y el resultado es que el imperialismo no consigue estabilizar un Gobierno a su servicio. Esa misma experiencia le hace ser mucho más cauto en el caso sirio, porque no quiere jugarse a una situación de inestabilidad en la frontera con Israel: para el estado sionista basta con deshacerse del arsenal químico de AlAssad y dejar que la prolongación de la guerra desgaste a la revolución hasta que se pueda imponer una salida negociada con un sector del régimen que controle la situación. Todas esas tácticas -y las distintas alianzas que generan- son las que enfrentan el movimiento de masas por hacer avanzar la revolución y la consecución de sus objetivos. Los bloques y los apoyos son coyunturales, están al servicio de la política contrarrevolucionaria del imperialismo y el aliado de hoy mañana se convierte en un estorbo.

5. Democracia y revolución. La contrarrevolución democrática. A menudo hemos utilizado el término “reacción democrática” para explicar cómo el imperialismo en retroceso buscaba utilizar unas

elecciones para abortar el proceso revolucionario y retomar la iniciativa política. Esta situación se dio en la caída de las dictaduras en América Latina a manos de un potente movimiento de masas y ha ocurrido en los procesos revolucionarios en el Norte de África. Normalmente se tiende a identificar dos cosas que tienen un contenido distinto cuando se habla de democracia. De un lado, las liber liber-tades democráticas: derecho de reunión, organización de partidos y sindicatos, huelga, manifestación… que niegan las dictaduras y son imprescindibles para la clase obrera. Del otro la celebración de unas elecciones, cómo si estas fueran el objetivo de las libertades democráticas. ¿Cómo era posible que en las elecciones egipcias los dos candidatos que pasaron a la segunda vuelta fueran Mursi, de los Hermanos Musulmanes, que no habían tenido protagonismo en las movilizaciones que provocaron la caída de Mubarak y Ahmed Shafik, el candidato oficialista del régimen/ ejército? ¿Dónde estaban las fuerzas revolucionarias? Lo mismo ocurrió en Túnez. Hubo quien habló de “de la primavera árabe al invierno islamista”. Fue un intenso debate con compañeros tunecino a revolución había generado sus propios organismos de dirección, los comités revolucionarios que luego tomaron el nombre de comités de defensa de la revolución.


Incluso estuvimos presentes en su coordinación 15 días después de la caída de Ben Alí. Más tarde se formó la asamblea en defensa de la revolución que integraba representantes de los comités, todas las fuerzas de la izquierda y de asociaciones de derechos humanos... y la UGTT, esas eran las fuerzas que la revolución había legitimado. En estos comités las principales fuerzas eran las organizaciones de la izquierda. La organización mayoritaria era el PCOT de tradición maoísta, actualmente el Partido de los Trabajadores que dirige Hamami. Ellos teorizaban la revolución por etapas, primero la democrática y más adelante -una vez consolidada la democracia formal- ya avanzarían en medidas sociales anticapitalistas. De esta forma la Asamblea de la revolución quedó simplemente para vigilar el proceso electoral y los partidos políticos se volcaron a priorizar las elecciones. El centro se puso en unas elecciones para constituir una asamblea constituyente y todas las fuerzas se volcaron a la carrera electoral dejando de lado la situación que se agravaba por momentos entre el pueblo y que estallaba en innumerables huelgas. Y, ¿qué ocurre cuando vamos a unas elecciones sin que hayan cambiado los centros de poder real en el país, cuando el régimen sólo está descabezado, pero continua el cuerpo vivo, cuando los medios de comunicación siguen como antes, cuando el dinero está en manos de los mismos, cuando desde el exterior el imperialismo y sus estados cercanos también juegan, cuando se desmoviliza “porque ahora tocan elecciones”... es decir cuando se quiere creer en la quimera que las elecciones son libres e iguales? Lo que ocurre es que las fuerzas del poder se recomponen bajo otros nombres, aparato y medios no le faltan, y lo mismo pudo hacer los Hermanos Musulmanes que habían tejido una red asistencial en barrios pobres, que eran la principal fuerza política organizada no comprometida con la dictadura y que también tenían un importante apoyo exterior. Las fuerzas revolucionarias quedaron aisladas en el terreno electoral. ¿El otro camino? En Túnez es donde se constituyeron organismos de base de la revolución. Estos,

elegidos por localidades y más tarde coordinados, dirigían la lucha y atendían las necesidades más urgentes de la población. Pero no había interés en desarrollarlos como expresión de la democracia revolucionaria, porque se impuso una concepción etapista propia del estalinismo. El otro camino era constituir los organismos que genera la revolución en verdaderos organismos de poder revolucionario, que asuman la gestión a niveles locales y provinciales, que impulsen una democracia de control

dictadura. Es la dinámica de la revolución permanente.

directo de la población sobre estas instituciones, que las centralicen, que sea la asamblea de defensa de la revolución quien empieza el debate sobre una nueva constitución, con un gobierno provisional responsable ante ella, que empiece a tomar medidas de urgencia en favor de la población trabajadora, que disuelva la policía y las instituciones del viejo régimen. Esta es la disyuntiva. Pero aquí el gran problema, es la falta de un partido revolucionario que exprese en consignas y en pr opuestas de movilización y or propuestas or-ganización estas necesidades de las masas. No hay espacio para una revolución por etapas que se consolidan para dar lugar a una nueva. Si no se avanza en la satisfacción de las necesidades de las masas, en un proceso de revolución permanente, también se retrocederá en la consolidación de las libertades y volverá a aparecer la

islamistas de Enahda; Nidé Tunis, un conglomerado de fuerzas del antiguo régimen junto a otras liberales; y el Frente Popular, agrupación de la izquierda nacionalista y revolucionaria a la que las encuestas daban cercana al 30% de los votos. Pero tras esos partidos políticos hay dos grandes poderes: el ejército (omnipresente, siempre al acecho aunque hasta ahora se ha limitado a intervenir muy puntualmente en el proceso político, como en el levantamiento de la acampada de la Kasba) y la UGTT el poderoso sindicato, referencia en la revolución.

6. Túnez, la cuna de la revolución En Túnez nació el proceso revolucionario y en Túnez se va a jugar probablemente su próxima capítulo, posiblemente decisivo para el conjunto del proceso a escala de la región. ¿Seguirá el camino egipcio? Las movilizaciones contra Ennahda eran réplicas al proceso egipcio contra Mursi. Tres fuerzas disputan la dirección del país: los

Con la complicidad directa –o al menos pasividad cómplice- del Gobierno de Ennahda grupos de acción paramilitares han asesinado a dos dirigentes del frente popular Choukri Belaid y Mohamed Brhami. La huelga general y las movilizaciones exigiendo responsa-

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bilidades y castigo a los culpables y la dimisión del Gobierno fueron mayores a las que acabaron con Ben Alí. Antes, importantes movilizaciones reclamando trabajo se desarrollaban en Siliana y eran violentamente reprimidas por el Gobierno. Sin embargo quien puede levantar una alternativa de izquierdas, el Frente Popular, se niega a hacerlo. Entra –como en Egipto- en la disputa entre islamismo y laicidad y propone un frente común contra Enhada con Nidé Tunis, donde se albergan restos del RCD de Ben Alí. A diferencia de Mursi, Enhada retrocede y busca un gobierno de concentración nacional, pero de nuevo el movimiento de masas queda en punto muerto a la espera de nuevas elecciones. La UGTT conserva una influencia importante y es referencia para los trabajadores/as. Este es el punto de partida para formular lo único que puede empezar a abrir un camino ante el actual callejón sin salida en que se encuentra la revolución. Avanzar hacia un gobierno de los trabajadores, un Gobierno de transición alrededor de la UGTT y de las fuerzas de la izquierda que fueron protagonistas en la revolución. La recomposición de los comités de defensa de la revolución. Pero esto solo es posible si el FP rompe con la política de colaboración de clases y de alianza con Nidé T unis, de Tunis, unidad nacional, para abordar una salida conforme a las nece-

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sidades de las masas trabajadoras de la ciudad y del campo, apoyando la movilización de las masas empobrecidas.

7.- La izquierda internacional ante las revoluciones en el Norte de África y Oriente Medio. La mayor parte de la izquierda sigue analizando las cuestiones según supuestos bloques políticos. La teoría transitiva del amigo de mi amigo es mi amigo y que el enemigo de mi enemigo es mi amigo ha causado estragos. Desde que todo era un complot imperialista, a la que intentaba separar el proceso: Túnez, Egipto, Barhein sí, pero Libia y Siria no… a los que pedían garantías del resultado de la revolución para tomar posición y una gran parte que “no lo ve claro”, el caso ha sido que la mayor parte de la izquierda ha estado de espaldas a las revoluciones. Una parte, siguiendo al castrochavismo da apoyo directo a AlAssad como supuesto antiimperialista, un antiimperialista que apoyó la invasión de Irak. Son los intereses económicos petroleros del chavismo los que lo ligan al régimen reaccionario de los Ayatolás y pasan por el apoyo a Siria. Esto tiene un efecto desastroso entre muchos trabajadores y jóvenes que buscan un referente de lucha antiimperialista y a quienes se les ofrece la reacción. También aquí las contradicciones son numerosas, pero el castro chavismo simplemen-

te las obvia. Irán apoyó la caída de Gaddafi en nombre de la defensa del islamismo, Gaddafi amenazó con hacer en Trípoli lo que las tropas franquistas en Madrid... Pero para el castro-chavismo no importa, los acuerdos en materia de petróleo prevalecen y, aunque no lo quisiera Gadhafi…era antiimperialista. Cuando el imperialismo decide deshacerse de su aliado Gaddafi –como antes hizo con Sadam o con Noriega- entonces exigen que se tenga la misma política que cuando el ataque imperialista a Irak. Pero Libia (ni Siria) no son Iraq: hay una diferencia sustancial y es una revolución en curso. El imperialismo interviene, siempre, en forma política o militar, para impedir que la revolución se profundice y de ella surja un Gobierno independiente. Hoy en Siria se repite la historia. Quedaría una izquierda que si se posicionó a favor de la revolución siria, las corrientes del trotskismo. Buena parte de estas corrientes estuvimos presentes en una reunión en Túnez, con las principales organizaciones de la izquierda revolucionaria siria y la dirección de los kurdos: era posible, si teníamos la voluntad de unir las fuerzas, tener una audiencia importante y sobretodo dar la palabra a las organizaciones de la izquierda siria. Pero en un caso la LIT-ci (Corriente Roja) ni siquiera respondió al llamado, del Secretariado Unificado de la IV Internacional (Izquierda AnticapitalistaRevolta Global) firmaron algunas de sus organizaciones pero la dirección


internacional no impulsó la campaña, mientras algunos de los firmantes no hicieron actividad alguna. En el caso de Socialismo Internacional (En Lucha), que cuenta con importante presencia en Egipto fue informada pero no respondió. El resultado fue muy limitado.

8. Palestina: la referencia histórica. La correlación de fuerzas entre las clases y entre los pueblos y el imperialismo, en el caso de Oriente Medio tiene una referencia histórica y fundamental: Israel su portaviones en la zona y la resistencia del pueblo palestino ante la ocupación sionista. A pesar del escepticismo con el que se acogió la ola revolucionaria en Palestina, la respuesta al ataque israelí sobre Gaza del pasado otoño demostró que se ha abierto una nueva situación, también para el pueblo palestino. Mursi escenificó la mediación que paró el ataque terrestre: el ascenso revolucionario había debilitado y aislado Israel. Pero que nadie se lleve a engaño, Mursi no rompió con el papel que Estados Unidos otorga a Egipto desde los acuerdos de Camp David y por los que paga anualmente 1200 millones de dólares en ayuda al ejército. Ratificó los acuerdos, mantuvo cerrada la frontera de Gaza y profundizó el bloqueo con la destrucción sistemática de los túneles de contrabando. Ahora la dictadura que tratan de imponer los militares egipcios se ha traducido en agresivas ofensivas “antiterroristas” en el Sinaí y en la frontera de Gaza, sin olvidar que el principal cargo por el que pretenden procesar a Mursi es la connivencia con Hamás. Por otro lado las revoluciones también han debilitado a la Autoridad Palestina y le han obligado a tomar partido, como con el apoyo de Abu Mazen al golpe de estado en Egipto. La crisis de la AP, que no tiene la más mínima base democrática sigue profundizándose, y la negativa de Israel a detener la colonización, lo deja sin argumentos. A 20 años de los acuerdos de Oslo, un aniversario que nadie puede reivindicar y por ello pasó desapercibido, es obvio que la opción de los dos estados en que se basaba la existencia del aparato pseudo-gubernamental palestino está totalmente fuera de lugar.

9. Las mujeres en el mundo árabe. Partimos de una situación para las mujeres, tanto social como laboral, diferente a la de occidente, pero la opresión que padecen se diferencia más en la forma que en el contenido de ésta. El retraso en el desarrollo de las fuerzas productivas, las pésimas condiciones de vida de las grandes masas oprimidas y explotadas por gobiernos burgueses autoritarios, reproducen las concepciones patriarcales más retrógradas. Entre las discriminaciones se mezclan la religión, el género, la nacionalidad, los clanes, las castas … Algunos indicadores sobre la precaria situación laboral de las mujeres en estos países nos muestran que son entre el 25-30% de la fuerza de trabajo asalariada en la región (28’6% en Túnez y 20’1% en Egipto), frente a una media mundial del 45%. Sólo un 6’5% de los empleados del sector público son mujeres (31% en el caso egipcio), bastante menos del 15’7% mundial. Reciben unos salarios sensiblemente inferiores a los de los hombres: la ratio salarial hombre-mujer es, por ejemplo, de un 3’5 en Túnez o 4’3 en Egipto. La presencia de la mujer en la vida política es también sensiblemente débil. Por ejemplo, el porcentaje de mujeres diputadas va del 0% en Arabia Saudí (donde no tienen derecho a voto) o el 0’3 del Yemen, al 22’8% en Túnez, pasando por un 10’8% en Marruecos o un 2% en Egipto. Hay diferencias destacables entre estos países en lo que respecta a una legislación previa favorable a la emancipación de las mujeres y eso se reflejó en su participación en las revueltas y manifestaciones donde en muchas de ellas las encabezaron, como también

sus protestas en los procesos contrarrevolucionarios que intentan rebajar sus derechos y donde se ha utilizado de nuevo la agresión sexual como arma de guerra. En Egipto el nuevo gobierno replanteó menos derechos para las mujeres y en Túnez no ha habido avances destacables. En Síria las mujeres se ven obligadas a prostituirse en los campos de refugiados para poder sobrevivir. La lucha por la liberación de las mujeres no es individual, ni sólo de denuncia contra los usos y costumbres de los pueblos , o la condena a preceptos religiosos, sino que es la lucha de todo el pueblo trabajador y oprimido del mundo, mujeres y hombres para acabar con todo lo que conforman la base económica y social del sistema capitalista que origina ideologías que mantienen la explotación y la opresión de que somos víctimas. El destino de las mujeres en la región está ligado al de los procesos revolucionarios.

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