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SUPLEMENTO LI 129 - enero 14

EURO PA IX Conferencia de Lucha Internacionalista Noviembre 2013

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Por la rreconstr econstr ucci贸n de la IV Inter nacional econstrucci贸n Internacional


I. EUROP A EN EL EUROPA CENTRO DE LA CRISIS CAPIT ALIST A CAPITALIST ALISTA MUNDIAL. ¿La salida del túnel? La economía de la zona euro crecía un 0’5% en el segundo trimestre del 2013, y las autoridades de la UE anuncian ya el final de la fase recesiva de la economía. Pero ese repunte de la economía no modifica el resultado general para 2013, que para el Banco Central Europeo (BCE) seguirá siendo de caída del PIB del 0’6%. El mismo estudio del BCE reconoce que sigue creciendo el paro: respecto a mayo de 2012, el desempleo aumentó en 1.324.000 en la UE-27 y en 1.344.000 en la zona euro, con lo que la cifra de parados alcanza los 26’4 millones en la UE (12’1% zona euro, 10’9% en la UE) y sigue creciendo la tasa de desempleo juvenil. El BCE estima que “el desempleo subirá en 2014 más de lo esperado, hasta el 12,4%” (prevé cerrar el 2013 con el 12’3%). Si uno de los motores de ese 0’5% de crecimiento del PIB es el consumo interno, ¿cuánto puede aumentar éste con una tasa de paro que sigue creciendo? El otro factor que podría tirar de la producción es el consumo público, pero tras años de austeridad no solo la economía ha retrocedido, sino que la deuda pública no ha dejado de crecer.

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Los Estados de la UE hundidos bajo el peso de la deuda. En la Unión Europea, la deuda saltó del 83,3% del PIB al 85,9%, equivalente a 10’94 billones de euros. En la zona euro llegó al 92,2% del PIB en el primer trimestre, su máximo histórico, superando el 88,2% del mismo período del año pasado. Los estados de la zona euro acumulan deudas por valor de 8’62 billones de euros. A esta realidad hay que añadir una segunda: las diferencias entre el centro europeo y la periferia, lejos de reducirse y confluir, se agrandan. La deuda sigue creciendo: en Grecia el 24’1% en un año (160,5% del PIB), Portugal 14’9% respecto al 2012 (127,2 %), Irlanda 18’3% más (125,1%), España 15’2% (88’2% del PIB); mientras que Alemania, por ejemplo, aumentaba un leve 0’1% en un año (81’2% del PIB). Las tijeras en

la zona euro no han dejado de abrirse a lo largo de estos 4 años de crisis, entre las potencias centrales –particularmente Alemania- y la periferia, cada vez más pobre y dependiente. Una ofensiva sin precedentes obrera. Bajo el diccontra la clase obrera tado de la banca y las instituciones europeas todos los gobiernos europeos y la patronal han lanzado una ofensiva sin precedentes para cargar la crisis sobre los trabajadores/as. Las empresas han aplicado a discreción recortes de plantillas y salarios, con la complicidad de los gobiernos y la pasividad de las direcciones sindicales. Los Gobiernos recortan los salarios de los trabajadores/as públicos, las pensiones, la enseñanza y la sanidad pública. Se profundizan las anteriores y se planean nuevas privatizaciones de infraestructuras y servicios bajo control de las multinacionales. Los gobiernos recortan los recursos destinados a la protección social, que cada vez está más lejos de responder a las situaciones de necesidad provocadas por la crisis y el desempleo creciente. Conquistas de decenios de lucha se funden en un instante. Las condiciones de vida de la clase obrera retroceden. Se disparan los desahucios y la pobreza en Europa. Se extienden moda-

lidades de trabajo precario y el “contrato sin horas” que obliga a permanecer disponible siempre y a cobrar sólo el trabajo efectivo (lo que ya provocó una gran movilización en Gran Bretaña). Formas de trabajo esclavo se instalan en Alemania, como en las cárnicas de la Baja Sajonia con trabajadores en barracones atestados, horarios interminables y míseros salarios. Europa versus Estados Unidos. El hecho de que la crisis que se inicie en Estados Unidos pero golpee especialmente a Europa, tiene que ver con el lugar privilegiado que ocupa el gendarme mundial. Estados Unidos tiene la hegemonía militar y financiera. El dólar se mantiene como moneda de intercambio internacional desde finales de la II Guerra Mundial (Bretton Woods), y esa posición le permite exportar parte de su crisis. El principal sostén del dólar son los marines. Ante la necesidad del imperialismo de recurrir a la intervención militar, los otros imperialismos europeos siguen a gran distancia de la capacidad del patrón yanqui. La quiebra de éste en 1971, cuando a raíz de la guerra del Vietnam EEUU decretó abandonar la convertibilidad del dólar en oro, aunque reflejaba el golpe recibido por el imperialismo yanqui, no cambió su carácter he-


gemónico, ni tampoco el que su moneda siguiera siendo la base del intercambio mundial. Los demás países siguieron comprando dólares para sus reservas, y por tanto el valor del dólar no era sólo el de la riqueza norteamericana sino también el de las demás. Sin embargo, el único que dictamina su valor, emitiendo más billetes o devaluándolo, es la Reserva Federal norteamericana, con lo que cada medida inflacionaria en EEUU es exportada al resto de países. Tentativas de zafarse de esa dependencia fueron el intento de pasar las reservas a euros (como Venezuela), o el de crear un mercado de petróleo en esa moneda impulsado por Irán, pero fracasaron y llegamos a la crisis con 2/3 del intercambio mundial realizado en dólares. Sólo la suma de las reservas en dólares de Alemania, Italia y Francia (603 billones en 2011), los situaría como el 3er poseedor de dólares, tras China y Japón. Así pues, llegada la crisis a EEUU, este la exportó rápidamente a los demás devaluando sus reservas. Moneda y estado estado: La otra gran debilidad de la UE en su competencia con EEUU por el mercado mundial, está en la construcción de un mercado único y una moneda sin un estado atrás que la proteja e imponga. La imposición del euro fue la del marco, podríamos decir una “deuchmarkización” de las demás monedas, o haciendo un símil con el proceso de algunos países latinoamericanos, una “dolarización a la europea”. La consecuencia para la población de los estados más débiles fue un encarecimiento directo de los productos a través del cambio al euro. Pero, en ausencia de un estado que proteja la moneda –pudiendo devaluarla o revaluarla según convenga-, el euro es un gigante con pies de barro, un conglomerado de relaciones económicas y políticas desiguales, jerarquizadas e inestables, que estallan bajo los efectos de la crisis capitalista y los movimientos de especulación que juegan con esas diferencias para sacar altas rentabilidades. Esta relación desigual se ha puesto nuevamente en evidencia ante la protesta de perfil bajo que Europa le da a Obama ante el espionaje en las comunicaciones de sus socios denunciado por Snowden, y también en que cada estado europeo ha tomado la ini-

ciativa de negociar con EEUU por separado. Entre la austeridad y el crecimiento. La falsa disyuntiva La discusión entre austeridad y crecimiento no deja de ser una discusión falsa. Unos afirman que la clave de la salida de la crisis está en la necesidad de recuperar “la confianza” de los inversores, y defienden, en consecuencia, un ajuste presupuestario. Para los partidarios del crecimiento, el tema es que el estado invierta para generar puestos de trabajo y reactivar la economía, aunque esto haga crecer el déficit; a esta opción se apuntan la socialdemocracia y las direcciones de los mayores sindicatos. Pero no hay que engañarse: ambas políticas son las dos caras de la misma moneda con la que el imperialismo intenta hacer pagar la crisis a los trabajadores y trabajadoras. La realidad impone una sola política y esto está dictado por la necesidad de los grandes capitales de absorber todo

el dinero disponible. Hollande llegó al Eliseo prometiendo acabar con la política de austeridad para volver a invertir en crecimiento. Como describe el editorialista de Le Monde, Fressoz, “Desde que fue elegido, Hollande sueña con ser el Señor Crecimiento de Europa. Se bate contra la austeridad sin fin, se pone del lado de los países sufridores, resiste como puede en la escena europea la liza con Angela Merkel y David Cameron. Pero los hechos son testarudos. Y a medida que pasan los meses, más aprieta las tuercas el Gobierno, recortando los gastos, reduciendo el tren de vida de los organismos locales, atacan-

do al Estado del bienestar. Pensiones, prestación de paro, exenciones a las familias, todo pasa, y detrás, está la mano invisible de Bruselas”. ¿Hay alguna duda sobre a quién harán pagar las facturas por los estímulos a la producción que piden los sectores burgueses cuando hablan de crecimiento? En nombre del crecimiento veremos nuevos proyectos de reforma laboral que empeorarán aún más las condiciones de vida de los trabajadores y trabajadoras. Pero la economía capitalista entró en esta crisis de sobreproducción precisamente porque la capacidad de consumo de una mayoría de la población se redujo tras años de neoliberalismo. Y ese desequilibrio inevitable en el desarrollo del capitalismo, es el resultado de la presión para aumentar la tasa de explotación, es decir, producto de la reacción de la burguesía y sus estados ante la tendencia a la caída de la tasa de beneficio, motor de la economía capitalista.

Ninguna de las dos políticas (crecimiento o mayor austeridad) está dispuesta a repartir la enorme masa de beneficios generados en estos años entre la población trabajadora para equilibrar la capacidad de producción con la de consumo. La salida de la crisis es un propolítico, que sólo se resuelblema político ve con la lucha de clases: el capitalismo precisa una brutal destrucción de capitales en todas sus formas (fábricas, productos, monedas, títulos y acciones, puestos de trabajo) para recuperar la tasa de beneficio y volver a la senda del crecimiento. En la crisis de los años 30

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la salida sólo se dio con la II Guerra Mundial: Europa destruida, 60 millones de muertos… Los trabajadores y los pueblos ¿van a soportar la destrucción a la que conduce la crisis capitalista? ¿Hasta cuándo? Por lo pronto, la primera salida del imperialismo son nuevas guerras, al mismo tiempo que lanza planes masivos de destrucción de salarios, empleo y servicios públicos. Pero es precisamente ese proceso el que se empantanó en Irak y Afganistán; y en el segundo aspecto empieza una reacción obrera para detener los planes, especialmente en Europa, con Grecia a la cabeza. Y también, como una respuesta combinada ante las consecuencias de la crisis y la opresión de las viejas dictaduras, estallan las revoluciones en el Norte de África y Oriente Medio, desestabilizando el control imperialista de esta zona estratégica. En periodos de crisis no son descartables pequeños paréntesis de crecimiento, ya sean temporales o que afecten sólo a determinadas zonas o sectores, pero estos periodos no alteran la dinámica general. Y lo que es más importante, el problema de la crisis no es “económico” sino político, y las sucesivas políticas de austeridad han agravado la crisis política de los estados periféricos. Por eso, porque la crisis sólo tiene salida en la lucha de clases, en la política, pr eser preser eser-var a los y las trabajadoras y los pueblos, es orientar una política de consignas transicionales, de ruptura con el capitalismo, para avanzar hacia el socialismo.

II LA UNIÓN EUROPEA. II a. La UE, la Europa del capital.

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El carácter de la UE como instrumento al servicio del gran capital, particularmente financiero, ha quedado de manifiesto nítidamente con la crisis. Es un acuerdo entre estados para lanzar una ofensiva sin cuartel contra las condiciones de vida de la clase trabajadora. La Unión Europea defiende los beneficios empresariales, no los intereses de los trabajadores/as: el paro, la precariedad… Pero a diferencia de lo que explica la propaganda según la cual los estados europeos se irían debilitando para dar a luz a un es-

tado europeo, la realidad es que la Unión Europea refuerza el papel de los estados en lo que les es esencial como instrumentos de clase: la defensa de los intereses de cada burguesía. Las multinacionales no han dejado de tener patria, ante la necesidad de recurrir al poder político para abrir mercado o defenderse de otros competidores. Hay grietas entre sectores burgueses de los países intervenidos, respondiendo a la parte del pastel que les toca, per o hay un acuer pero acuer-do de clase para impulsar todo el paquete de medidas contra los trabajadores/as, que les une por encima de sus diferencias. La intervención de los organismos de la Unión Europea puede generar falsas expectativas en algunos sectores. Casos como el aplazamiento de los desahucios de los dos bloques de Salt-Girona en Catalunya o la anulación de las “cláusulas suelo” de las hipotecas españolas, ambos casos por intervención del tribunal europeo, la crítica a la política de recortes del ministro Wert sobre las becas ‘Erasmus’ -que el portavoz comunitario de educación Dennise Abbot calificó de “rubbish” (basura)-, la invalidación de la “doctrina Parot”, (aunque termina teniendo un carácter “doble”, mientras libera a presos políticos de ETA, también deja en libertad a violadores, pederastas, etc.); o el impulso mediático de los diarios progresistas a la alternativa de centro izquierda para las elecciones europeas, (el alemán Martin Schultz, o el griego Alexis Tsipras) pueden generar falsas ilusiones sobre la UE. Posiblemente sea necesario un seguimiento de estas trampas para desenmascarar cada caso y poner en evidencia la verdadera cara de la UE y su función al servicio de la burguesía y la banca. El BCE garante de los beneficios financieros. El euro fue un paso decisivo en la formación del mercado de la Unión Europea. La mayor parte de la financiación de la deuda de los estados se hace en un lucrativo proceso. El Banco Central Europeo presta dinero a los grandes bancos con una tasa de interés por debajo del 1% mientras los movimientos especulativos permiten colocar ese dinero en forma de préstamos a los estados a un interés de alrededor del 6% (en noviembre se llegó a alcanzar el 14%

a diez años y el 20% a 3 años, para el bono griego). Para obtener los enormes beneficios de los bancos, se ahogan las economías de los países que reciben los préstamos al punto que hacen impagables los plazos de la deuda. Es en esta situación en la que Alemania, y tras ella los grandes bancos alemanes, seguidos a distancia por los franceses, exigen a sus gobiernos garantías para el cobro de esos suculentos beneficios. El llamado Pacto Fiscal intenta dar esas garantías, exigiendo reformas constitucionales para obligar a todos los gobiernos a pagar, en primer lugar, la factura de la deuda, imponiendo a los estados drásticas restricciones en los gastos y un ataque por ley a salarios, pensiones y gastos sociales. La UE, un acuerdo entre estajerarquizado. No existe dos, bien jerarquizado un imperialismo europeo, sino imperialismos, alemán, inglés o francés… claramente jerarquizados entre ellos por su potencial económico y su papel político. Lejos de ser un instrumento de homogenización en Europa, la UE aumenta las diferencias y facilita instrumentos a los poderosos para aumentar su supremacía. Así se construía un mercado europeo entre una periferia cada vez más dependiente y endeudada con un centro (Alemania) que absorbía la producción y construía un poderoso sistema financiero que actuaba de


prestamista a la periferia. Alemania utiliza los instrumentos de la UE (BCE, Comisión…) para imponer condiciones draconianas, por ejemplo a Grecia, pero la burguesía griega que en parte sufre estas medidas, necesita también del poder de la Unión Europea para imponer a la clase obrera griega retrocesos sin precedentes. Del eje franco-alemán se ha pasado a una jerarquía incuestionable en la que el imperialismo alemán se impone al resto de imperialismos europeos.

II b. El papel hegemónico de Alemania La caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana. La caída del Muro de Berlín en el 89 pone fin a la Europa de postguerra basada en Yalta y Postdam, es decir, en el reparto de Europa entre el imperialismo y la burocracia estalinista, que tenía como nexo y clave de bóveda la división de Alemania y, con ella, la del proletariado más numeroso y potente de Europa. La reunificación de Alemania fue el resultado del ascenso del movimiento de masas en el Este contra la dictadura estalinista de la RDA y el Kremlin. Permitía reunificar de nuevo a la clase obrera alemana, pero el drama del levantamiento de masas fue el rechazo de ese proceso por parte de las organizaciones de la izquierda y los sindicatos: el SPD alemán tomó la posición del imperialismo norteamericano contrario a la reunificación; por descontado, el nefasto papel del odiado SED (Partido Socialista Unificado de Alemania), como el de Alianza 90, que negaron ninguna referencia de izquierda a las aspiraciones de las masas, dejó en bandeja de plata a la derecha de Helmut Kolh la dirección del proceso. Y esa contradicción entre una reivindicación impuesta por las masas pero concretada por la burguesía, marcará el carácter burgués de la reunificación. E l “ m i l a g r o ” a l e m á n . En la reunificación, la burguesía alemana tuvo que pagar un alto precio económico para integrar un movimiento de masas en alza: el ejemplo más claro fue el cambio político del marco 1:1 (2:1 para cantidades mayores) y tardó casi diez años en digerirlo. Con Kohl en el gobierno, la

burguesía alemana procedió a la destrucción de todo el aparato productivo del Este: en 1994, de las 8500 empresas públicas controladas por la Treuhand, quedaban 400, y el 60% de sus trabajadores, unos 2,5 millones, habían sido empujados al paro. Ese enorme ejército de reserva fue utilizado como presión interna para empujar salarios y condiciones laborales a la baja, multiplicando la rentabilidad del capital. Entre 1997 y 2010 los salarios reales bajaron el 10% y la productividad/hora aumentó alrededor del 8%, lo que resultó en una reducción general del 25% en el costo unitario del trabajo, con una mayor “flexibilidad del trabajo”. En 2004, el Gobierno del SPD de Schröder introdujo las leyes «Hartz IV», que limitaban el subsidio de paro a un año, pasando después a una ayuda social con el objetivo de obligar a los parados a aceptar cualquier empleo, ya sea peor pagado (hasta a 1euro/h), sin relación con la cualificación, a distancia del domicilio,… En la fase más profunda de la crisis (-4,7% del PIB en el 2009) las empresas industriales no redujeron el número de empleados, sino las horas trabajadas, subsidiadas por la Agencia Pública de Empleo: fue un acicate al incremento de contratos parciales. Así en 2011, mientras caía el número de contratos indefinidos, había más de un millón de trabajadores en jornadas parciales y temporales (despidos sin coste): los “trabajos a 400 euros” o “minijobs”. Aproximadamente 7 millones de trabajadores malviven con un minijob, también muchos de los 800.000 jubilados a quienes no alcanza la jubilación. De hecho, según datos de la Agencia Públic a

de Empleo, el número de minijobs creció tres veces más rápido que el resto de empleos entre los años 2005 y 2010. En 2012 la brecha salarial entre hombres y mujeres aumenta, llegando al 23% menos para ellas (en el estado español, es del 16%, como la media europea). Así el minijob es una trampa, sobre todo para la mujer. La situación de los pobres –un 15% de la población- es desesperada. Siete millones de alemanes, entre ellos tres millones de desempleados, viven con algún tipo de subsidio. A finales de 2010 Merkel lo situó en 364 euros. Esos siete millones son el nuevo “ejército de reserva” que permite seguir empujando hacia abajo las condiciones laborales. En 2011 el PIB creció un 3’9% pero a su vez el número de pobres creció un 4’1%. Ese panorama, al que se llegó con el silencio cómplice de las cúpulas sindicales, es el que sirve de modelo a las actuales reformas laborales en todos los países. En algunos, con niveles de paro altísimos –más del 26% en el estado español-, y en todos con unas víctimas preferentes: los inmigrantes –por ejemplo, en el estado español su paro es del 30,4%y los jóvenes –tasas del 21% en promedio europeo, y en el estado español más del doble. La burguesía alemana pasa a la UE. En los casi diez ofensiva en la UE años que tardó en digerir la reunificación, Alemania fue una receptora de capitales y créditos. Sin embargo, las brutales condiciones laborales impuestas

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en ese periodo, comportaron entre 2000 y 2007 beneficios añadidos de 99.000 millones de euros, y los ingresos empresariales y patrimoniales aumentaron un 7,7% anual frente al 1,1% de crecimiento salarial medio. Esa acumulación de capital se convirtió, a partir de 2001, en una exportación neta de capital de 270.000 millones de euros de media anual, lo que empujó a impulsar un endeudamiento en el resto de países de la UE, en el que buena parte del capital sirvió para facilitar la financiación de las burbujas inmobiliarias. Pero además, con sus créditos permitían a los países periféricos comprar los productos alemanes en un círculo sin fin, y generaban la enorme deuda privada –de los bancos en gran medidaque luego nacionalizaron los estados. La consecuencia es que ahora los bancos alemanes están al borde del abismo y, para tratar de recuperar el capital que prestaron fuera, imponen un saqueo criminal a las naciones de las que han obtenido en estos últimos años beneficios incalculables.

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Alemania y la supremacía en la UE. Eso provocó un cambio drástico de la correlación de fuerzas entre Francia y Alemania con repercusiones directas en la estabilidad política francesa. Un elemento central del pacto que da lugar a la UE es la Política Agraria Común (la PAC) que llegó a absorber más del 80% del presupuesto comunitario, y suponía la financiación a la burguesía agraria francesa con dinero de la Alemania industrial derrotada militarmente en la Guerra. A partir de la reunificación de Alemania, que redimensiona el potencial alemán, y de los enormes costes derivados, Alemania exige y empieza a recortar las subvenciones a través de la PAC. Las consecuencias del empobrecimiento de la pequeña burguesía tienen una relación directa con el proceso de construcción de la extrema derecha en Francia, aunque tenga también incidencia en otras clases sociales. El binomio franco-alemán cada vez se decanta más decididamente del lado germano. A día de hoy, los países europeos concentran más de la mitad de la facturación del comercio exterior alemán, así como son el origen de la mayoría de importaciones, con Francia como el primer socio co-

mercial en uno y otro sentido. Pero también, y principalmente, Alemania es la primera acreedora de los países periféricos (568.600 millones de euros), seguida de Francia (440.000 millones), Italia (96.400) y, a su vez España acreedora por 127.600 millones (99.800 de Portugal). O sea que lo que se está “rescatando” es el capital ficticio de los grandes bancos europeos, mayormente alemanes y en segundo lugar franceses. Y refleja también, no sólo la jerarquía en la UE en términos de PIB, sino la correlación de fuerzas entre las clases en cada uno de los dos países en los últimos años -más combativa la clase obrera francesa, a la que no se han podido aplicar planes tan brutales como a la alemana. Desde esta posición dominante y usando su relación privilegiada con el Este (a través de los vínculos de la exRDA), Alemania impulsó la expansión de la UE al Este, hasta la Europa de los 28. Las multinacionales alemanas buscaban aprovechar las ofertas de la privatización en masa a precio de ganga y elegían los mejores sectores para deslocalizar sus industrias, pudiendo utilizar la mano de obra cualificada y barata y proceder a una reducción de costos de producción de sus empresas.

III UNIÓN EUROPEA Y DEMOCRACIA III.a. Hacia estados policiales La cesión de soberanía no debilita la esencia de los estados, los refuerza. El Pacto de Estabilidad y Crecimiento, el Pacto de la Reforma Estructural y el Pacto del Euro, con la voluntad por parte de la Comisión y el Consejo de imponerlos a la ciudadanía europea a través de sus estados, volvieron a poner sobre la mesa el debate de la cesión de soberanía. Algunos hablan de que la llamada Gobernanza Económica Europea (la concreción de los tres pactos) es “un verdadero golpe de Estado silencioso” contra las soberanías nacionales, que

se contrapondría “al verdadero Gobierno Democrático de la Economía, imprescindible en la reconducción de la construcción europea”. Es la posición de IU –e IC-EUiA- que les llevan a reivindicar la reforma de la UE. Un razonamiento aparentemente opuesto fue el de Negri, cuando llamaba al voto afirmativo en el referéndum francés sobre la Constitución europea, valorándola como “positiva para disminuir el peso de los Estados-nación y aumentar el peso de Europa”. Ambas posiciones parten del hecho de que las cesiones de soberanía a la UE tienen un carácter cualitativo que debilita a los estados nacionales. No es así, todas ellas los atan a los mandatos de las grandes multinacionales, alejándolos todo lo posible de los vaivenes de la lucha de clases de su país – limitándolos incluso para poner paliativos sociales como cuando constitucionalmente acuerdan anteponer el pago de la deuda a las necesidades sociales-, pero no son cambios cualitativos en el papel del estado. No sólo les permiten mantener la esencia del estado-nación (el batallón de hombres armados encargados de mantener la dominación de clase, que decía Engels), sino que la refuerzan en sus rasgos más represivos y antidemocráticos para aplastar a los y las trabajadoras en cada país. Más UE no significa menos estados, sino estados con más rasgos bonapartistas, y más brutales


contra sus pueblos para jugar el papel que les es esencial, el de garantes del capital. La UE es un frente de estados contra la clase obrera. Y ese frente no es reformable, sino que es imprescindible derrotarlo –en cada estado, y como UE, como totalidad- para construir una Europa de los trabajadores y los pueblos pueblos.

La democracia es incompatible crisis. La sola con el capitalismo en crisis mención de la palabra referéndum en Grecia hizo saltar la alarma en el BCE, en los gobiernos y en todas las instituciones de la UE. Se levantaron acusaciones contra Papandreu por insolidario, irresponsable, incendiario... todo ello por el simple hecho de que un Gobierno pusiera sobre la mesa la posibilidad de que el pueblo decida sobre el acontecimiento que iba a ser el más determinante en sus vidas: la respuesta a la crisis. ¿Cómo era posible -bramaban los dirigentes europeos- que se preguntara a los y las griegas sobre si se aceptaba o no un segundo plan de rescate? En la cuna de la democracia era un escándalo dar la palabra al pueblo. Los que dan lecciones de democracia en el mundo, se aterrorizaron con la posibilidad de que el pueblo decidiera sobre si primero van los mer-

cados o los trabajadores/as. ¿Y si esa exigencia se extendía por la Unión Europea? Papandreu fue obligado a desdecirse del referéndum y se intervino desde la troika para imponer el gobierno “tecnócrata” de Papademos con la exigencia del apoyo de los dos grandes partidos. El sistema tampoco garantizó su continuidad en un gobierno que diera garantías al capital financiero. En las elecciones siguientes, Bruselas tuvo que intervenir directamente en la campaña para garantizar el triunfo de Samaras amenazando ante el ascenso de Siriza. El capitalismo y todas las instituciones temen la voz del pueblo. ¡Defendemos el derecho del pueblo a decidir sobre su futuro! Un nuevo bonapartismo y la política de “unidad nacional”. Tras Grecia, Italia también fue sometida al control y vigilancia de la troika. La crisis política fue abordada aislando al cavaglieri de sus aliados y fue debilitando al gobierno mientras crecían las movilizaciones de rechazo. Este panorama fue perfecto para sacar suculentos réditos con ataques especulativos a la deuda pública italiana. Finalmente, y tras varias intervenciones del BCE comprando deuda italiana, Berlusconi fue sustituido por el también “tecnócrata” Mario Monti. Por primera vez desde Mussolini, ni un solo ministro del gobierno había sido elegido en unas elecciones. Sin embargo, t r a s M o n t i , c o m o t r a s Papademos, se impuso la unidad nacional que se refrendó en el Parlamento. El objetivo de estos dos gobiernos presididos por ex empleados de Goldman Sachs, fue aplicar sin dilaciones los planes decididos por la troika. Los gobiernos “tecnócratas” intentan elevarse por encima del enfrentamiento político en-

tre los partidos y los cálculos electorales de estos, para servir al gran capital, incluido el italiano o el griego respectivamente. Como en el caso griego, tampoco Monti pudo tener continuidad tras las elecciones, y eso llevó a tomar más precauciones ante la crisis del gobierno español, con un PP atenazado por la corrupción. La UE se ha esforzado en su apoyo, incluida la reunión de Draghi a puerta cerrada en las Cortes españolas. Se trata de un bonapartismo que actúa bajo la presión del capital financiero internacional y con la aceptación de la burguesía. La soberanía nacional se pone en cuestión, como lo estaba en América Latina bajo la deuda externa, pero no se cuestiona el régimen jurídico en que se asientan el estado nacional y sus instituciones, lo que daría lugar a un bonapartismo más clásico. Un gobierno que, ante la agudización de la lucha de clases, reforzará su contenido policial.

III.b. La cuestión nacional La cuestión nacional en Europa está en la raíz de muchas de las tensiones internas de los actuales estados y es un componente esencial de la lucha de clases clases. Hay que volver a los análisis históricos del marxismo para identificar las diferencias entre restos de enclaves coloniales, fenómenos de segregación y problemas nacionales no resueltos que suponen opresión, pues la política revolucionaria es diferente. En relación a casos de legados del régimen colonial como Irlanda del Norte, la lucha por la reunificación de Irlanda excluye el derecho de autodeterminación (uno de los centros del Acuerdo de Viernes Santo), porque con él estamos reconociendo la legalidad del proceso de ocupación colonial del que fue objeto. Estamos por la retirada británica y la reunificación de Irlanda. Y, del mismo modo que lo plateamos para las Malvinas, o haríamos para Ceuta o Melilla, enclaves coloniales del Estado español o el Gibraltar británico, donde en modo alguno puede aceptarse la autodeterminación, sino que hay que exigir la devolución al país en el que se encuentran. O, en los casos de las colonias francesas de ultramar, donde corresponde la independencia.

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En relación a las políticas de la burguesía para provocar el enfrentamiento y la división entre los trabajadores como en el caso de la Liga Norte italiana -un movimiento reaccionario burgués que intenta profundizar las diferencias con el sur más empobrecido-, la denuncia debe ser permanente. Otro caso son naciones oprimidas como Euskadi, Catalunya, Escocia, Kurdistán,… Es el problema nacional que aborda el marxismo. En tanto que problema democrático irresuelto bajo el capitalismo, genera la posibilidad de su transcrecimiento en consigna transicional ya que atenta contra las fronteras de los estados exis-

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tentes y por tanto, objetivamente, cuestiona los regímenes que las sustentan, por lo que estamos del lado de la nación oprimida ante la opresora y defendemos el derecho de autodeterminación autodeterminación. Las direcciones de estos movimientos, pequeño burguesas o burguesas, o no tienen ese objetivo o no van a defender consecuentemente el movimiento que cabalgan. Al contrario, van a tratar de compaginarlo con el mayor servilismo al bonapartismo creciente, sea tratando de encontrar un hueco en la Europa de las Regiones sin cuestionar los estados, sea llegando a pactos con éstos (referéndum escocés pactado con Gran Bretaña) a fin de mantener su espacio en la UE. Pero no definimos nuestra posición según unas u otras direcciones, sino en relación a las necesi-

dades de la clase obrera, que precisa dirigir la lucha y arrastrar tras de sí y dar alternativa a los sectores pequeñoburgueses. Por eso nuestra política es poner la lucha de la nación oprimida bajo la dirección del proletariado e impulsar la lucha consecuente que aúna derecho de autodeterminación con enfrentamientos de clase con los estados y sus regímenes regímenes. Llevar la defensa del problema nacional a los trabajadores/as y sus organizaciones –en general proclives al nacionalismo opresor-, en defensa del derecho de autodeterminación de un lado, mientras del otro combatimos las posiciones no-clasistas y las direcciones nacionalistas pequeñoburguesas y burguesas

–por lo demás siempre inconsecuentes-, para empujar al conjunto a una sola lucha contra el estado y el régimen dominante, es nadar contra corriente. En cambio no lo es negar el problema como niegan los estados basándose en el nacionalismo opresor, el dominante. Ese problema es central en los programas revolucionarios de los países en que está presente, tal como afirmaba Trotsky en el 36 refiriéndose a España. No estamos por la posición del joven Marx y de Rosa Luxemburgo que llegaron a apoyar anexiones que derribaban postes fronterizos en nombre del internacionalismo. Nuestra posición es la de Lenin, que no sólo no supedita la cuestión nacional a la unidad de la clase, sino que las conecta dialécticamente y no para después de la revolución sino para

el aquí y el ahora, aún cuando sea un proceso “pacífico” de separación (posición de Lenin ante la separación de Noruega de Suecia). Ratificando el inicio de este apartado, las masivas movilizaciones en Catalunya en los últimos años, con la exigencia de un referéndum de autodeterminación, son objetivamente una carga de profundidad contra las bases del régimen monárquico español; así como los reiterados intentos de buscar una salida pactada, son otros tantos intentos de la burguesía para preservar su estado.

III.c. La opresión de la mujer La mujer mujer.. La Iglesia. El laicismo laicismo. Ya hemos señalado la situación específica de las trabajadoras en el marco económico descrito que sufre la clase obrera. A ello faltaría añadir, como consecuencia del mismo y de la estructura patriarcal de la sociedad, la violencia de género. En la UE, aproximadamente el 25% de las mujeres sufren violencia física durante la edad adulta –y mueren entre 700 y 900 al año según Eurostat del 2012- y más del 10% es víctima de violencia sexual. Sin embargo, las mayores cifras porcentuales de violencia de género, no se dan sólo producto de situaciones de crisis –datos de 2007-, ni tampoco por modelos educativos sexistas: las encontramos en Finlandia, Suecia y Alemania, donde entre el 40 y el 50% de las mujeres la han sufrido, por lo que es un fenómeno que tiene sus raíces en la dependencia de las mujeres en una sociedad basada en la estructura patriarcal con un papel de subordinación al hombre. Aquí vamos a ahondar en los recortes a las libertades de las mujeres, que los estados están profundizando cuando incrementan sus rasgos antidemocráticos y crece la influencia de la extrema derecha en los gobiernos. Esos retrocesos se fundamentan en elementos ideológicos que, habitualmente, se asientan en el carácter reaccionario y misógino de la religión dominante. Tuvimos buena prueba de ello en el redactado de la Constitución europea, en la que diversos países católicos defendieron se explicitara la “herencia cristiana” de Europa. Quedó en “herencia religiosa”, pero


nombre del laicismo frente al islamismo, es en Turquía: es legal – desde el 36 en caso de riesgo para la madre o malformación del feto, y bajo supuestos parecidos a los de otros países europeos a partir de 1983-, pero con consentimiento del marido si están casadas. La defensa del derecho de la mujer a su cuerpo, así como la exigencia de ruptura de los lazos entre el estado y las religiones –especialmente en Europa los concordatos como el español con la Santa Sede-, y la lucha contra el patriarcado serán constantes de nuestra política.

III.d. La Europa fortaleza

el objetivo común era su valor como fuente de segregación y marginación del Islam mayoritario de los inmigrantes. Pero sea una u otra, la mujer es moneda de cambio de religiones fundamentadas en diversos grados y variantes de opresión y nuestra política deberá delimitar en cada caso la defensa del laicismo de lo que, en su nombre, puedan ser agresiones a mujeres de grupos minoritarios –caso del decreto contra el burka en localidades del estado español-. De entre las religiones cristianas europeas, cobra especial importancia la católica, con su estado Vaticano y los acuerdos y concordatos con otros estados, como el español o el italiano. Así por ejemplo, las políticas relativas al aborto difieren de un estado a otro, pero está legalizado en la mayoría de los países de la UE. Las políticas más restrictivas están en países católicos, como Irlanda. En Portugal y España, se legalizó bajo algunos supuestos en los últimos años, pero el retorno del PP al poder en esta última, plantea el recorte de los derechos que recogía una ley de por sí insuficiente, pues no garantizaba la atención en el sistema de salud pública. También desde una perspectiva católica, se ilegalizó el aborto en Polonia después de 40 años de legalidad. En todos los casos es obvia la negación del derecho de la mujer al propio cuerpo y a la maternidad con el consecuente control de la procreación. Pero si hay un lugar donde este hecho se hace evidente, incluso autorizándolo en

El naufragio de una patera en Lampedusa el pasado 3 de octubre, con un balance de al menos 359 muertos, nos ha recordado un drama tan cotidiano, que normalmente pasa desapercibido. En su blog Fortress Europe, el periodista italiano Gabriele del Grande recoge el macabro recuento de muertos en el Mediterráneo, a partir (sólo) de las noticias publicadas en la prensa: desde 1998, al menos 19.372 personas se han ahogado en pateras intentando llegar a Europa. La única política migratoria de la UE es el control de fronteras que deriva de Schengen, que mantiene y justifica los CIEs (Centros de Internamiento de Extranjeros) en diferentes países, “prisiones preventivas” en las que los derechos democráticos no existen, y que en muchos casos son auténticos campos de concentración para inmigrantes. Y para esta política no hay recortes: el presupuesto de Frontex, la agencia europea que vigila el mar y las fronteras terrestres, ha pasado de 6 millones de euros en 2005 a 84 millones el año pasado. Las puertas de entrada a Europa se hacen más pequeñas y más peligrosas y, como ocurre con

el tráfico de drogas, los contrabandistas de jóvenes y trabajadores, de familias enteras que huyen del hambre o la guerra, hacen su agosto con los que no tienen alternativa. Cada muro que se levanta en Europa abre un nuevo negocio para las mafias, que se lucran de la desesperación. En la misma espiral de persecución hay que incluir la reciente reintroducción de las cuchillas –eliminadas en 2007 por las brutales heridas que causaban- en los muros de Ceuta y Melilla. Se profundiza la aplicación del acuerdo de Schengen: cuando llegaban los inmigrantes de Túnez a las costas italianas, se cerraron las fronteras al norte del país para que no pudieran salir de Italia; los ciudadanos de la Comunidad Europea tienen libre circulación en el espacio Schengen, pero los gitanos de Rumania, que está dentro de la Unión Europea desde el 1 de enero del 2007 y es el séptimo país en densidad de población, son deportados hacia Rumania desde Italia, Francia, España, Grecia, etc. También son víctimas de las mafias que los reclutan para la mendicidad. Dependiendo de la necesidad de mano de obra en según qué sector se relajan o se endurecen los convenios internacionales para la concesión de visas de trabajo. Por ejemplo, antes de estallar el boom de la burbuja inmobiliaria, cuando el

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servicio doméstico era llevado a cabo en gran medida por trabajadoras latinoamericanas, el presidente de Ecuador llegó a España para pedir al gobierno que rebajara los requisitos para otorgar visas de trabajo a las trabajadoras ecuatorianas y que las sin-papeles de su país no fueran detenidas en las redadas policiales; ya que las inmigrantes ecuatorianas llegaron a constituir el sostén más fuerte de la economía ecuatoriana con las transferencias de dinero para las familias en el país de origen. El año pasado, el presidente Correa de Ecuador llegó a España para interceder por los ciudadanos ecuatorianos víctimas de desahucios y del paro; estos trabajadores y trabajadoras fueron particularmente afectados por el estallido de la burbuja inmobiliaria porque mayormente los hombres se dedicaban al resentido sector de la construcción y las mujeres al invisibilizado del servicio doméstico, en el que la tasa de desempleo no puede ser cuantificada por realizarse, en gran medida, en la economía sumergida. Otro de los cambios legales fue que las trabajadoras domésticas debían pagarse ellas mismas la seguridad social. El rey Juan Carlos estuvo de gira por Latinoamérica para reclutar soldados para las invasiones de la ONU, a cambio de otorgar la ciudadanía española a los voluntarios. Mientras tanto los trabajadores y trabajadoras marroquíes, cuyo país de origen queda a dieciocho kilómetros de España, tienen que esperar un mínimo de 10 años para obtener la ciudadanía española y la posibilidad de reagrupación familiar es tan complicada que a veces se vuelve imposible, muchas veces los menores alcanzan la edad adulta antes de poder reunirse con sus padres. Cada país tiene un perfil de trabajador, así por ejemplo, cuando se necesitaba personal sanitario se establecían acuerdos con Argentina, lo mismo para personal gastronómico. El falseamiento de los datos sobre las ayudas para inmigrantes difundidos entre la población, sobre el supuesto abuso por parte de estos de los servicios sociales y la sanidad, o sobre las facilidades para abrir comercios u obtener créditos bancarios, sirvieron como base a la inmovilidad de la población ante la exclusión de la Sanidad para inmigrantes sin papeles. Las acciones y reacciones ante esta medida

son casi invisibles y secretas, reducidas a algunas redes de solidaridad de personal sanitario y usuarios, casi desconocidas para los afectados. La exclusión de la sanidad pública a inmigrantes no sólo perjudica a quienes no tienen ninguna posibilidad de pagar tratamientos; también afecta al resto de la población que se ve expuesta a enfermedades que ya habían sido erradicadas de Europa y que vuelven a surgir porque una parte de la población no puede ser atendida ni diagnosticada. Esta política no frena la inmigración, pero atiza la xenofobia: el discurso que habla de pateras llenas de inmigrantes ilegales que vienen a aprovecharse de nuestros derechos es el mismo que justifica las evacuaciones de los campamentos gitanos, la detención de una estudiante de 15 años en una excursión del instituto francés para deportarla a Kosovo, los 58.000 mensajes que ha enviado el gobierno británico para decir a sus destinatarios que deben abandonar el país ... Para competir electoralmente con la extrema derecha (que se hace fuerte en los miedos de las clases medias y populares) Hollande, Cameron, Letta o Samaras le siguen el juego. Pero además de las oleadas de trabajadores y trabajadoras buscando ganarse la vida, recientemente se ha ido introduciendo un cambio. Ya no son sólo inmigrantes por razones exclusivamente económicas, sino también refugiados que huyen de la guerra o de la persecución política o étnica. Muchos de los ocupantes de las pateras son candidatos a recibir la protección

internacional de una Europa que va por el mundo presumiendo de garantías democráticas. Entre las 31.000 personas que han llegado entre enero y septiembre a las costas italianas hay 7.500 eritreos que huyen de la dictadura, 3.000 somalíes que escapan de la violencia... y 7.500 sirios refugiados de guerra. La Europa democrática no da visados a los demandantes de asilo: sólo tienen la alternativa de jugarse la vida en una patera que les lleve hasta una frontera de la fortaleza. Los que llegan vivos no pueden pedir protección porque se encuentran con las leyes de extranjería y la deportación automática a cualquier país del norte de África que esté lo suficientemente untado para hacer de policía de las fronteras de Europa. Por eso son tan importantes, frente a los brotes de racismo y xenofobia, actitudes como la de los pescadores de Lampedusa volcados a la solidaridad a pesar de la ley Bossi-Fini (de la época en que Berlusconi gobernaba con la ultraderecha) que amenaza con penas de prisión a los pescadores que les encuentren y los salven de una muerte segura en el mar. «Si no queréis muertos, poned un barco Trípoli-Roma», decía una pancarta en la protesta de los vecinos de Lampedusa durante la visita a la isla del presidente europeo de turno, Durâo Barroso, y el primer ministro italiano Enrico Letta. Esa es la respuesta de clase, la imprescindible, para enfrentar una UE que niega hasta los más elementales derechos democráticos, incluidos los derechos humanos.


III. e. No pagar la deuda, romper con la Unión Europea. La socialdemocracia aparece como la abanderada del proyecto burgués imperialista de Unión Europea, más pro-UE que sectores de la derecha europea que dudan de la UE, des de Berlusconi a los euroescépticos ingleses. IU como una buena parte de la izquierda europea se sitúa en la reforma de todo, de la ONU y también de la UE. Nos dice que hay que democratizarla para convertirla en una UE de los trabajadores y los pueblos. Pero ¿qué reforma se va a hacer desde unas instituciones creadas para el proyecto del capital? Un sector también nos dice que

del euro hay que salir para volver a soberanías nacionales que permitan otras políticas monetarias, pero no hablan de salir de la UE. Pero de nuevo el problema no está en la moneda, sino en el capitalismo y en las instituciones que se construyeron para imponer el mandato de los grandes capitales. Una salida del euro, sin romper con el capitalismo y la UE, llevaría a las devaluaciones competitivas que algunos economistas burgueses piden, pero esa ganancia en competitividad que se hace a costa de devaluar la moneda es ni más ni menos la miseria para los trabajadores, sus salarios y sus ahorros. No pagar la deuda es una medida imprescindible para parar la sangría de recortes y destrucción económica. No hay reforma posible de la UE, se trata de la Europa del capital en una guerra sin cuartel contra los trabajadores/as. No hay salida de la crisis conforme a los intereses de los trabajadores que no comporte dejar de pagar la deuda, romper con la Unión Europea. Lo

hacemos desde el internacionalismo no para sacralizar la soberanía nacional de los estados, para avanzar hacia unos Estados Unidos Socialistas de Europa.

IV IV.. CRISIS ECONÓMICA Y CRISIS POLÍTICA. Las diferencias económicas también tienen su expresión en diferencias políticas cada vez más notables entre el centro alemán y los estados periféricos: consolidación del Gobierno en Alemania, alternancia en los demás estados centrales y crisis política e institucional en la periferia. Mientras 20 gobiernos de la Unión que han aplicado políticas contra la crisis han caído electoralmente, Angela Merkel se ha consolidado. La conservadora CDU/CSU obtuvo el 41,5% de los votos, 7,7 puntos más que en 2009. Ciertamente que ese ascenso de votos se hace a costa de su socio en el gobierno, el FDP, que pierde (del 9’8% de votos al 4,8%). Pierde también la socialdemocracia el SPD, su segundo peor resultado histórico, y pierden también Die Linke y Los Verdes. Crece el euroescéptico AFL. Angela Merkel mantenía su política de precarización laboral mientras absorbía las consignas estrella de sus adversarios (en relación al salario mínimo del SPD y el cierre de las centrales nucleares de Los Verdes). En Francia el desgaste de la derecha de Sarkozy dio paso a la socialdemocracia con Hollande, pero rápidamente empezó el desgaste y la resistencia de los trabajadores/as. De la anunciada política de reactivación económica ha pasado a más austeridad y empieza ya la batalla contra la decisión del Gobierno de bajar las pensiones. Pero son los estados periféricos los que se ven atravesados por una crisis política e institucional sin precedentes. Los intentos de sustituir gobiernos en crisis por gobiernos tecnocráticos bajo el control de Bruselas, como el de Monti en Italia o el de Papademos en Grecia, acabaron en fracasos electorales cuando se intentó estabilizarlos. En Italia, Monti se hundió en las elecciones y volvieron a surgir con toda su crudeza las dificultades de la burguesía italiana para tener un gobierno propio sin depender de

Berlusconi y sus escándalos, mientras la izquierda sigue diluyendo un proyecto alternativo. Grecia, el eslabón más débil y la crisis más profunda. Probablemente en Grecia se jugará un combate decisivo para el futuro de la lucha de clases en Europa. La situación es de emergencia: paro oficial por encima del 27% (65% entre las mujeres jóvenes), el poder adquisitivo ha caído a la mitad en cinco años, y la deuda griega, de casi 304.000 millones de euros, el 156% del PIB sigue desbocada. El último plan de rescate impone vender el país al mejor postor con un plan sistemático de privatizaciones y el despido de 25.000 funcionarios. Del mismo modo que Grecia ha sido el laboratorio de la troika para la aplicación de los planes de austeridad, la clase obrera helena ha dado muestras de gran combatividad y se ha situado en la vanguardia. El cierre de la radiotelevisión pública ERT, con más de 2.500 despidos, fue respondido con la ocupación y puesta en funcionamiento por los trabajadores, lo que levantó un gran movimiento de apoyo y una nueva huelga general el pasado junio. Al mismo tiempo, los trabajadores públicos (servicios de limpieza, policías locales...) mantenían la huelga contra los despidos. La respuesta del gobierno ha sido más represión, con la militarización de las huelgas de los trabajadores del metro y después de los maestros, amenazados de cárcel si no acudían a sus puestos de trabajo.

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Más de veinte huelgas generales han desgastando el bloque de los partidos que han asentado el régimen, los socialdemócratas del PASOK y los conservadores de Nueva Democracia, ahora solos en el gobierno después de la ruptura de la Izquierda Democrática, DIMAR, que dejó a Samarás con un estrecho margen de 153 diputados en un parlamento de 300. El descalabro de las fuerzas políticas que han implementado la crisis es importante. El Pasok que contaba con el 43’9% de los votos en el 2009 cae en el último sondeo al 4’2%, el peor resultado de su historia. Nueva Democracia que contaba con el 33’48% cae al 21’4% mientas que Syriza que contaba con un 4’6% en el 2009 empataría con ND en los sondeos. Esta transformación del mapa electoral abre una perspectiva política. La atención de la izquierda europea se centra en las expectativas creadas por Syriza. Syriza, Coalición de la Izquierda Radical griega que agrupa a partidos y organizaciones que provienen del eurocomunismo, el maoísmo, el ecologismo y el trotskismo, levantó importantes expectativas en amplios sectores de la izquierda europea tras las elecciones de mayo y junio de 2012. Después de su congreso de junio, continúa pronunciándose formalmente contra los memorándums y las privatizaciones, por la auditoría de la deuda para diferenciar la parte legítima de la ilegítima, a favor de la renta básica y de ayudas a todos los desempleados y por una política de recuperación económica con aumento del gasto social y apoyo a la producción ecológica y sostenible, especialmente la agraria. El programa elude conscientemente la nacionalización de la banca y otros aspectos anticapitalistas, que enuncia como generalidades y solo parcialmente y con ambigüedades como el ‘control social’, que no se concreta, y ciertas penalizaciones a determinadas actividades financieras En el congreso se presenta una Plataforma de Izquierdas, que promueve enmiendas por la no legitimidad y el no pago de la deuda, por la salida del euro, la nacionalización de la banca y la anulación de las privatizaciones. Se define también por un gobierno de izquierdas, sin partidos burgueses. La Plataforma obtuvo el 28% de los votos para el

Comité Central, frente al 65% de la lista de Tsipras. El congreso resuelve la “centralización” como partido (aunque se reconocen las tendencias) y sirve a la preparación del aparato para presentarse como la “alternativa responsable de gobierno”. Se avecina un “otoño caliente”, y es posible que las nuevas huelgas y movilizaciones pongan en cuestión la estabilidad política. Es posible que Syriza se encuentre ante la posibilidad de formar gobierno antes de lo esperado. Pero no hay solución para los trabajadores y trabajadoras que sufren las políticas de ajuste si no es con la aplicación de un programa decididamente anticapitalista que afronte la anulación de los memorándum y privatizaciones, el no pago de la deuda y la ruptura con la UE, la nacionalización de la banca y el control de la actividad económica para orientarla a resolver los problemas de los trabajadores y trabajadoras y de los sectores empobrecidos. El crecimiento de la extrema derecha. En toda Europa se recompone la extrema derecha bajo diversas formas. De un lado los partidos de la ultraderecha, populistas y racistas que aparecen como opciones de poder, con parlamentarios en la mi-

Partido del Progreso noruego -en el que había militado Anders Breivik, autor de la masacre de la isla de Utoya contra militantes de las juventudes socialistas- que acaba de entrar en el gobierno. Del otro, los partidos neo-nazis con grupos de choque que actúan en las calles contra el movimiento obrero y de jóvenes, como Alba Dorada en Grecia, Jobbik en Hungría o Ataka en Bulgaria. La extrema derecha hace pie en sectores de clase media y aristocracia obrera que buscan una salida desesperada a su empobrecimiento. Por eso, cuanto más se profundiza la crisis, y menos alternativas sólidas aparecen desde la izquierda ofreciendo salidas a la miseria, más peligro hay de que crezcan estas opciones. Hasta que el capital financiero precise aplastar a la clase obrera y sus organizaciones con métodos de guerra civil y entonces el fascismo entre en escena. La burguesía griega sabe que no podrá aguantar mucho más la situación y un sector ha comenzado ya a preparar su brazo de choque El golpe policial y judicial contra la cúpula de Alba Dorada en Grecia, tras la ola de protestas por el asesinato brutal del cantante antifascista Pavlos Fyssas, levantó expectativas sobre el fin de la complicidad del gobierno y las instituciones con los

tad de los países de la UE y con gobiernos en Bulgaria y Letonia. Es también el caso del Frente Nacional francés renacido con Marine Le Pen, Interés Flamenco de Bélgica, el Partido Popular danés, el Partido de la Libertad holandés o el austríaco que, con el mismo nombre, acaba de quedar en segundo lugar en las recientes elecciones. También del

fascistas. Pero nada se puede esperar de una policía en la que los nazis están fuertemente arraigados (el 50% de la policía de Atenas votó Alba Dorada en las últimas elecciones), ni de un gobierno que insta al odio con su discurso xenófobo y tiene entre sus asesores conocidos ex dirigentes nazis. No cabe ninguna esperanza de que el Estado nos


defienda del fascismo. Tampoco se trata, como pretende Syriza, de un “frente democrático” con la derecha contra los fascistas. Esta alianza debilita el frente obrero que debe existir para derrotarles, porque en primer lugar se trata de impulsar una política con salidas realistas a la crisis y especialmente para los y las trabajadoras que sufren la miseria del sistema; y difícilmente ofreceremos salidas convincentes de la mano de los enemigos de clase que son precisamente quienes aplican y defienden las medidas antisociales y antiobreras de los gobiernos. Porque al fascismo no se le discute, se le destruye, y eso pasa, hoy, por arrebatarle su base social.

V. RESISTENCIAS A LOS PLANES ALIST AS CAPIT CAPITALIST ALISTAS Ante el desmantelamiento de las conquistas básicas de la clase obrera y el retroceso en sus condiciones de trabajo, la reacción obrera y popular se ha producido. No sólo en el caso de Grecia, ya comentado. En Portugal, en Italia en el estado español se han sucedido movilizaciones y huelgas generales contra la política de austeridad de sus gobiernos. En Gran Bretaña dos importantes movilizaciones irrumpieron tras años de relativa quietud, a fines del 2011 con una gran huelga de empleados públicos, y en septiembre de 2013 de maestros. Las luchas obreras tienen un carácter esencialmente defensivo, y en su mayor parte siguen controladas por los aparatos sindicales y políticos contrarrevolucionarios que las aíslan y llevan a menudo a la derrota. Hay hechos objetivos que pesan sobre la capacidad de respuesta de los trabajadores/as: las reformas laborales han dividido profundamente a la clase obrera, en sectores y subsectores con salarios muy distintos (incluso en el mismo sector o empresa), y la unidad es esencial para enfrentar los planes de patronal y gobierno. El alto paro presiona sobre el mercado laboral como amenaza al trabajador en activo. La legislación se ha ido haciendo a la medida del empresario, con abaratamiento de despidos, flexibilidad laboral… Pero sobre todo, la política de las direcciones sindicales mayoritarias implicadas en la gestión capitalista, que ayudan a

hacer creer que no hay salida y que las decisiones patronales y de los gobiernos solo se pueden minimizar con movilizaciones limitadas. La clase obrera llega a la confrontación con toda la desconfianza en sus direcciones sindicales y políticas tradicionales comprometidas en cuerpo y alma en la defensa del sistema, pero con un retraso gravísimo en la conformación de direcciones políticas y sindicales alternativas y con referentes revolucionarios. La CES, una institución de la UE. La Confederación Europea de Sindicatos (CES) reúne sindicatos con más de 80 millones de afiliados en Europa. Su política es la colaboración sistemática con los orga-

nismos de la Unión Europea. Exige un Plan Marshall para Grecia y un ‘New Deal’ para salir de la crisis, compartiendo trabajadores/as y empresarios el peso de la crisis. La CES es una institución de la UE al servicio de los planes que esta decide, y de ella es imposible esperar la coordinación de las luchas que precisa la clase obrera europea. Hay una diferencia cualitativa entre las organizaciones sindicales como CCOO o UGT españolas, o la CGT francesa (organizaciones obreras degeneradas burocráticamente), y la CES, que es, una institución comunitaria que ha colaborado como un instrumento más en los planes de la UE. Bajo el peso de la deuda y los planes de ajuste, la resistencia se concentra en el sector público: el ataque a los servicios públicos como la sanidad o la educación, a las prestaciones sociales como la jubilación y el desmantelamiento y

privatización del sector público están en el punto de mira. En Inglaterra los maestros iniciaban el curso con una importante huelga, en Francia se lucha contra la reforma de las pensiones –que supondrá tanto un aumento de las cotizaciones salariales y patronales, como de los años necesarios para acceder a una pensión completa. En septiembre, 180 marchas han recorrido otras tantas localidades para denunciar el plan antes de que sea presentado en Consejo de ministros el próximo 18 de septiembre. Portugal en junio realizaba la cuarta huelga general de los dos años de gobierno conservador. El 18 de octubre los sindicatos italianos llamaban a la huelga general contra los presupuestos de Letta.

Grecia entra en una situación prerrevolucionaria. Grecia ha sido el puntal del ataque de las burguesías europeas pero sobre todo el referente de la resistencia europea para los trabajadores. La intensa lucha desarrollada ha abierto una crisis política. La probable llegada de Syriza al gobierno abriría una situación de desestabilización no sólo de los planes y medidas de austeridad que impone la troika, contagioso al resto de los países periféricos de la Unión Europea. Construir corrientes sindicales de izquierda y un frente político en ruptura con la UE. Los niveles de agresión, de por sí, no determinan los niveles de movilización. Así, el nivel de paro del Estado español está por encima del griego, el portugués o el irlandés; su SMI sólo supera al portugués y queda por debajo del de los otros países, la prórroga de la edad de jubilación

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sólo la supera Irlanda con 68 años, mientras que Portugal y Grecia lo mantienen en 65… y sin embargo los niveles de movilización no tienen nada que ver. Es fundamental la organización para impulsar la movilización. Es urgente construir corrientes sindicales de izquierda en los sindicatos y empezar a encontrar lazos para coordinar la lucha a escala europea europea. Las fuerzas del capital, gobiernos, instituciones internacionales, gran patronal, golpean unidas y sacan su fuerza de nuestra división. Hay que crear un movimiento hacia una huelga general europea con perspectivas de continuidad. Grecia está a la vanguardia de la lucha contra la troika que dirige la ofensiva del capital FMIUE-BCE. La solidaridad con la lucha de los trabajadores/as griegos/ as debe ser una constante de la acción.

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Explosiones violentas de la juventud en Francia, Gran Bretaña y Suecia, sin conexiones con la clase obrera organizada. El odio y la rabia acumulados durante años de marginación, racismo, discriminación y presión policial estallaron en las cités francesas, auténticos ghettos de marginalidad y exclusión que fueron construidos en los años sesenta, cuando a la burguesía le convenía la mano de obra inmigrante procedente en muchos casos de sus ex colonias. El paro y la precariedad extrema, la especulación inmobiliaria,… golpean a la juventud, pero especialmente a la de origen inmigrante. A las redadas reiteradas en los barrios periféricos se sumaron los dos muertos de Clichysous.Bois, seguidos por los insultos y provocaciones, llamando “chusma” a la juventud de los barrios, de un Sarkozy que desde el Ministerio del Interior unía un discurso populista a políticas de extrema derecha y propaganda xenófoba, en su camino a la presidencia francesa. La rebelión –con más de 6000 vehículos quemados en 15 noches de enfrentamientos-, totalmente espontánea y desorganizada, no tuvo ningún vínculo con las organizaciones obreras y su única consigna era “fuera Sarkozy”. Por su parte, las organizaciones sindicales y políticas de izquierda, solo reaccionaron después de la declaración de estado de sitio por el Gobierno -tres semanas después del estallido-, llamando contra la represión y pidiendo

“políticas sociales”, sin reconocimiento de la juventud como parte de la clase, y sin voluntad de intentar romper la desconfianza que generan entre los y las jóvenes. Eso, junto con la represión policial gubernamental –más de 2000 detenciones y centenares de expulsiones-, abrieron el paso al aplastamiento de la lucha sin cambios sustanciales en la política nefasta del gobierno francés contra la juventud trabajadora (autóctona o inmigrante), en paro o con trabajos precarios, con o sin papeles. Este tipo de explosiones se extendieron en menor medida a Bélgica y Alemania en 2005, se repetirían en el 2010 en Francia, y serían el recuerdo colectivo de las movilizaciones de jóvenes británicos en agosto 2011 tras el asesinato de Duggan a manos de la policía londinense. Pero la respuesta aquí, aunque arrancó en los barrios pobres de mayoría inmigrante, traspasó las comunidades –a diferencia de las explosiones de 1981 y 1985- y aglutinó a jóvenes de distintas etnias, medios y edades –como el menor detenido de 11 años- y, si bien en un principio se centraron en atacar la policía, se extendieron luego a saqueos de comercios en una indiscriminada explosión contra el sistema de una juventud golpeada directa (desempleo, recortes en educación, servicios para jóvenes…)

y violentamente (controlados por la policía y criminalizados por leyes que permiten que sean retenidos en busca de antecedentes), sin perspectiva de futuro. Sin ninguna orientación política ni organizativa, y a golpe de Blackberry, esta vez los disturbios fueron condenados tanto por las organizaciones sindicales como por las políticas, ahondando la ruptura con el NO Future. A la represión policial ordenada por Cameron, le siguieron más de 1400 procesados, de los que la mitad son menores de edad, fueron condenados a penas de cárcel en juicios rápidos. La irrupción del movimiento español, ha te15M en el estado español nido una repercusión importante en la escena política, así como su extensión a otros países –como Occupy Wall Street en EEUU. De entre las respuestas europeas muchas meramente simbólicas, aunque se prolongaran en el tiempo, como la desalojada en febrero 2012 en la catedral de Saint Paul en Londres-, la de Grecia fue la única que, hasta el momento, se convirtió en un fenómeno de masas que se sumó a las huelgas generales y las movilizaciones ya existentes. En Portugal, el equivalente al 15M, la Geração à Rasca, se enlazó con las movilizaciones que enfrentaron a los sucesivos Planes


de Estabilidad y Crecimiento que provocaron la caída de Sócrates. El movimiento cuestionó desde el principio la lógica capitalista, apuntado correctamente a la banca, el capitalismo y los gobiernos que lo gestionan, como principales responsables de los males. Asimismo apuntaron contra el sistema de representación política, cuestionando la democracia formal y su subordinación a los intereses de los poderosos. Quizás en ese sentido el «no nos representan» fue una de sus consignas más coreadas. El movimiento ha empujado al debate político especialmente a decenas de miles de jóvenes, aunque con más dificultad ha entrado en la juventud obrera. Sin embargo ese enorme capital político se ha ido gastando en las dificultades de construir un movimiento de lucha concreto, con continuidad, con consignas y planes de lucha, ligándose a las luchas concretas, con propuestas entre la reforma y la ruptura con el capitalismo y el estado. La misma negación de las organizaciones políticas y sindicales, que ha sido frecuente, apunta a ese individualismo que se esconde como la otra cara de la moneda del «nadie me representa».) La movilización desencadenada ur quía a partir de la respuesta Tur urquía en T a la represión del gobierno contra una reivindicación inicialmente de tipo ecologista, cuenta con elementos comunes con ese tipo de movimientos, pero da un salto cualitativo y se transforma en un potente movimiento popular. Entre sus características, hay que señalar su enfrentamiento al gobierno Erdogan y sus consecuencias internas y externas. Por una parte, abriendo un nuevo periodo en la lucha de clases turca. Por otra, incidiendo internacionalmente tanto en movimientos de masas similares como el brasileño, como generando solidaridad contra la represión y constituyéndose en un importante elemento del deterioro del “modelo turco” (islamismo neoliberal y democrático) que tenía que servir al imperialismo como baza a usar en las revoluciones del Norte de África y Oriente Medio (más desarrollo en los documentos publicados por Frente Obrero de Turquía y LI).

VI. POLÍTICA DE FRENTES Y AGRUP AMIENTOS AGRUPAMIENTOS POLÍTICOS. LA NECESIDAD DE RECONSTRUIR LA IV INTERNACIONAL EN EUROP A. EUROPA. Tener una política de frente, defensiva y unitaria, tanto a nivel sindical como a nivel político, para dar respuesta a la ofensiva del capital, a escala estatal y continental, no sólo no sustituye, sino que acrecienta el mayor drama de la actual situación: que no contamos con organizaciones capaces de orientar la lucha de resistencia y a la vez ayudar a abrir un camino hacia la revolución. Esta es la tarea número uno del momento. Es una tarea en cada estado y también a nivel europeo e internacional. Es la tarea, también a nivel continental, de reconstruir la IV Internacional. Esta tarea no se resolverá por la autoproclamación. La construcción de una Internacional obrera sólo surgirá de la lucha por dar respuesta a las necesidades concretas, por defender cada puesto de trabajo, en la lucha por defender el salario o

las pensiones, la escuela o la sanidad pública, contra las privatizaciones. Rechazar todo sectarismo significa buscar la más amplia unidad en cada uno de esos objetivos. Unidad sindical, unidad para luchar, conseguir que la clase obrera y la juventud recuperen la confianza en la lucha. Una unidad que no se confunde con la confianza en las direcciones actuales; al contrario, estas intentan detener el movimiento cuando este crea su propia dinámica, y amenaza con escapar del control de las direcciones burocráticas. Por eso es imprescindible recuperar la tradición de las asambleas y los comités de huelga elegidos, que integren a los sindicatos junto a representantes directamente elegidos por los trabajadores/as, que se coordinen con otros comités y asambleas a nivel de zona, de sector, etc., con un funcionamiento basado en la democracia obrera. Buscando coordinar los sectores en lucha, porque para ganar es necesaria la extensión de la lucha, convertir la defensa de los intereses de los trabajadores/as en un objetivo del conjunto de la clase, porque si gana uno ganamos todos y todas. Hay que reconstruir la solidaridad obrera. Pero la necesidad de construcción de organización no se pue-

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de limitar al terreno defensivo, sindical. Hoy es más importante que nunca demostrar que sí hay alternativas políticas a los grandes partidos parlamentarios. Una característica de las fuerzas revolucionarias en el continente es su atomización, producto de los años de retroceso de la clase obrera y la ofensiva neoliberal. Por ello no hay tiempo para que una de estas fuerzas se vaya construyendo, es necesario sumar en una política de frente a todas las fuerzas dispuestas a abrir una perspectiva anticapitalista, de defensa de los trabajadores/as y los pueblos. Es urgente la conformación de un gran frente de organizaciones políticas y sindicales en cada país y a escala europea alrededor de la ruptura con los planes de la UE y el FMI. 1.- No pago de la deuda, ese dinero se precisa para mantener los servicios sociales básicos y empezar a crear empleo público. 2.-Nacionalización de la banca y de los sectores vitales de la economía, para ponerlos bajo control de los trabajadores/as. 3.- Plan de inversiones público con salario digno. 4.Reparto del trabajo entre los brazos disponibles sin pérdida de salario. 5.- Garantía para pensiones y salarios. 6.- Defensa de los derechos democráticos. Una política de frente que no suprime las diferencias, pero que permite seguir avanzando en la lucha. Rechazamos tanto el sectarismo

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como el oportunismo, no se trata de unir por unir sin objetivo concreto, se trata de unir para impulsar una perspectiva de lucha y de ruptura con el capitalismo. Por ello esa unidad debe ser compatible con el debate franco y abierto de las diferencias. Pero mientras esa batalla por un frente se desarrolla, no hay que abandonar la tarea de construcción del partido revolucionario y de la IV Internacional. El método no puede ser distinto al que hemos venido siguiendo a nivel general y que, como ejemplo, nos ha acercado a la UITCI. De un lado, sin sectarismos. El pasado y las diferencias que provocaron escisiones y uniones están ahí y no se trata de borrarlas, pero son las nuevas tareas que fija la lucha de clases las que deben establecer los criterios de trabajo para el futuro y la posibilidad de superar viejas divisiones divisiones. Esa misma definición, delimita el camino de los acuerdos. No se trata ni de demagogias ni de aparentes acuerdos programáticos alejados de la realidad de la lucha. Ni se trata de la “unidad de los trotskistas” ni de su imposibilidad porque un día la historia nos dividió. Tampoco se trata de excluir a quienes no se definen así. Se trata de avanzar más allá del programa mínimo que definíamos para los frentes, alrededor de

posiciones que delimitan un perfil de clase y proponen salidas a la actual situación de la lucha de clases europea e internacional. La posición y la decisión de trabajar al lado de la revolución siria, la necesidad de combatir el castro-chavismo y sus concepciones reformistas que se multiplican por Europa, las tareas inmediatas en el proceso europeo y en concreto el apoyo a Grecia... y en base a cómo avanzar en dar respuesta a esos grandes hechos de la lucha de clases hay que arbitrar el debate político para poder sentar unas bases comunes y un régimen de trabajo que permita el debate franco y honesto. Nuestro compromiso es contribuir en esa confluencia de fuerzas para hacer posible una Internacional obrera revolucionaria, para nosotros, reconstruir la IV Internacional.


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