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SUPLEMENTO LI 138 - junio 2015

En estos últimos meses, los homenajes al fin de la II Guerra Mundial han llenado los medios de comunicación con las ceremonias gubernamentales que se han realizado. Sin embargo, lo que fue en realidad, como cierre sangriento a la disputa de cómo y qué capital resurgía de la crisis del 29 y la depresión de los 30; lo que fue el fascismo como una de las opciones del capital financiero para aplastar al movimiento de masas; lo que fue el punto de inflexión en una guerra en que el vuelco se da en la resistencia de Leningrado -rebautizado Stalingrado- y se acompaña del reguero de movimientos de resistencia europeos, poniendo en el centro del aplastamiento nazi a las masas obreras y populares; la que fue la bochornosa traición de los PCs al servicio del Kremlin de Stalin, por arrancar esos triunfos de sus manos para negociar la continuidad del capitalismo en los tratados de Y alta y Postdam.... todo eso, ha pasado despar ecibido. Yalta desparecibido. A todo ello y a los debates y lecciones que se desprenden, dedicamos este suplemento que toma un carácter eminentemente recopilatorio de viejos y nuevos textos. 1

Sección de la Unión Internacional de Trabajadores - Cuarta Internacional (UIT-CI)


El fin de la Segunda Guer ra Mundial Guerra

Hace 70 años el Ejército Rojo tomó Berlín El 2 de mayo de 1945 capitulaban los nazis en la capital de Alemania. Luego de casi seis años de horrores, con inmensos sacrificios, fue aplastada la maquinaria de destrucción del T e rrc Te cer Reich. La derrota del nazismo es el más grande triunfo revolucionario y democrático en toda la historia de la humanidad La segunda guerra mundial comenzó en setiembre de 1939, a partir de que los ejércitos de Hitler invadieron Checoslovaquia. Italia y Japón se sumaron a los nazis. Francia fue ocupada en 1940 e Inglaterra comenzó a ser duramente bombardeada. En junio de 1941 comenzó la invasión a la URSS. En diciembre del mismo año bombardearon Pearl Harbor, obligando a EE.UU. a entrar en la guerra. El Tercer Reich encabezaba el intento de imponer regímenes de brutal superexplotación en los países conquistados y borrar del mapa a la Unión Soviética, donde, a pesar de la dictadura burocrática de Stalin, se mantenían las bases socialistas del gran triunfo revolucionario de 1917.

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De Stalingrado hacia Alemania En 1940-1942, el mapa de casi toda Europa y de buena parte de la antigua URSS era negro, si identifi-

cito Rojo permitió ir cambiando la situación. La URSS (que tuvo 22 millones

camos ese color con la expansión de los ejércitos de Hitler y el fascismo. La maquinaria bélica de Hitler era imparable. La conducción burocrática de Stalin le había facilitado el avance cuando en agosto de 1939 hizo un pacto de “no agresión” con Hitler y se repartieron Polonia. Menos de un año después, los ejércitos alemanes comenzaron la invasión a la URSS. Arrasaron Kiev, Minsk y otras ciudades, y llegaron a las puertas de Moscú, ocupando Stalingrado al sur y sitiando por hambre a Leningrado sobre el mar Báltico. Casi un tercio del territorio de la URSS fue invadido, y las penurias sufridas por el pueblo soviético ante el ensañamiento y la crueldad de los alemanes eran infinitas. Sin embargo, se fueron recuperando fuerzas. La reacción de las masas rusas y del Ejér-

de muertos) jugó un papel de primera magnitud en la derrota de Hitler, que es minimizado o directamente ocultado entre muchos historiadores y por los sucesivos gobiernos de los “aliados”. En febrero de 1943 se produjo la primera gran victoria: la rendición de los nazis que ocupaban Stalingrado. Fue el punto de inflexión. Con feroces combates, enormes sufrimientos y los desastres propios de la dictadura de Stalin, el Ejército Rojo fue recuperando terreno, haciendo retroceder a los nazis palmo a palmo. Las masas de Europa central y occidental desde febrero de 1943 comenzaron a recuperarse y a re-


sistir. En Polonia se dio el levantamiento del gueto en abril de 1943 y de toda la ciudad en agosto de 1944 (dejada en el abandono por orden directa de Stalin, que retuvo a sus tropas en las afueras). Los maquis en Francia, los partisanos en Italia, la guerrilla antinazi en Grecia y Yugoslavia se fueron fortaleciendo. Ingleses y norteamericanos en junio de 1944 finalmente desembarcaron en Normandía. La resistencia liberó Paris en agosto de ese año. La batalla de Berlín El 14 de abril de 1945 el Ejército Rojo llegó a Berlín y empezó la batalla final. Hubo un intento encarnizado pero inútil de resistir. Mientras tanto, en Italia, el 28 de abril, Benito Mussolini fue capturado y fusilado por los partisanos del partido comunista. Por su parte, Hitler, que había intentado seguir dando órdenes irrealizables, se suicidó en su bunker, junto a Eva Braun, el 30 de abril, ordenando que sus restos fueran incinerados de inmediato. El 2 de mayo el comandante a cargo de la defensa de la ciudad firmó la rendición ante los generales soviéticos. El horror había sido aplastado. Con un costo altísimo para los soviéticos: en esa última batalla tuvieron casi 80.000 muertos y más de 270.000 heridos. Distintos historiadores señalan que la conducción burocrática de Stalin y sus generales eran un factor importante para acrecentar las víctimas de los soldados rojos. El 8 de mayo se realizó una ceremonia con la presencia de generales ingleses, franceses y yanquis, que junto al mariscal soviético Zhukov firmaron un acta con la definitiva capitulación del alto mando alemán. La guerra había terminado. Mercedes Petit www.uit-ci.org

I - Carácter de la guerra Cuando comenzó la Segunda Guerra Mundial, la gran mayoría de la izquierda mundial la interpretó, desde un punto de vista “democrática” burgués, como una agresión del fascismo contra la democracia. Sin embargo, fue el producto de la contradicción entre los países imperialistas en su afán de buscar el dominio capitalista en el mundo, como explica Trotsky. Por otra parte Nahuel Moreno, continuador del trotskismo ortodoxo internacional, hizo una importante observación sobre el carácter de la guerra, que según él, era una contrarrevolución fascista imperialista para derrotar el entonces único estado obrero (Unión Soviética), pero también a los regímenes democrático-burgueses europeos y norteamericano. Aquí están las posiciones.

Trotsky: ¿Quién es el culpable de haber comenzado la segunda guerra mundial? Ayer hablé del tema de la responsabilidad inmediata por la guerra. Hitler comenzó las sangrientas operaciones militares que Stalin le ayudó a comenzar. Esta vez la responsabilidad inmediata, por así decirlo jurídica, del comienzo de las acciones militares se muestra más claramente que en la guerra pasada. Es sabido que el problema de la responsabilidad juega un gran papel en la propaganda internacional de ambos bandos combatientes. Cada uno de los estados que participan en la guerra trata de atribuirle la responsabilidad al enemigo. Desde el punto de vista histórico y político, sin embargo, este criterio jurídico (o diplomático) es de importancia completamente secundaria. Hay guerras progresivas, justas, y hay guerras reaccionarias, injustas, independientemente de quién las “comien-

ce”. Desde una perspectiva histórico-científica son guerras progresivas, justas, las que sirven a la liberación de las clases y naciones oprimidas y hacen avanzar así a la humanidad. Por el contrario, son reaccionarias las guerras que sirven para preservar un orden social perimido o para esclavizar a las clases trabajadoras y a las naciones atrasadas o débiles. En consecuencia, lo que reviste una importancia decisiva no es quién “comenzó”, quién aparece como “agresor”, sino qué clase dirige la guerra y en función de qué objetivos históricos lo hace. Si la clase oprimida o una nación oprimida aparecen como “agresores” en pro de su liberación, siempre aplaudiremos esa agresión. El intento de presentar la próxima guerra como una guerra entre las democracias y el fascismo se estrelló contra el curso real de los acontecimientos. La guerra actual, que sus protagonistas comenzaron antes de firmar el Tratado de Versalles, surgió como producto de las contradicciones imperialistas. Era tan inevitable como el choque de dos trenes que se dejan sueltos andando en direcciones contrarias por la misma vía. Los antagonistas principales en el continente europeo son Alemania y Francia. En la lucha por la hegemonía en Europa y sus posesiones coloniales, Francia intentó mantener dividida y debilitada a Alemania (a la Alemania democrática, no a la fascista). En este sentido el imperialismo francés fue la partera del nacional-socialismo alemán. Por el contrario, Inglaterra, que tenía interés en romper la hegemonía de Francia en Europa y sus pretensiones internacionales, comenzó enseguida después de Versalles a apoyar a Berlín contra

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París. El rearme de la Alemania nazi hubiera sido imposible sin la ayuda directa de Inglaterra. Así, los antagonismos disimulados pero profundos entre las democracias fueron el trampolín de Hitler…

Las maquinaciones diplomáticas, los malabarismos con la fórmula “democracia versus fascismo”, los sofismas respecto a quién le cabe la responsabilidad, no nos pueden hacer olvidar que la lucha se libra entre esclavistas imperialistas de bandos opuestos por una nueva división del mundo. Por sus fines y sus métodos la guerra actual es la prolongación directa de la anterior, sólo que la putrefacción de la economía capitalista es mucho mayor y los métodos de destrucción y exterminio son mucho más terribles… La tarea de los auténticos representantes de la clase obrera y las naciones oprimidas no consiste en ayudar a un sector imperialista en contra del otro, sino en hacer comprender a las masas trabajadoras de todos los países el sentido reaccionario de la guerra presente, en elevar su programa (federación socialista mundial de naciones) y en prepararse para sustituir el régimen del saqueo por el de la cooperación internacional. Extractos del artículo “¿Quién es el culpable de haber comenzado la segunda guerra mundial?”, 1939.

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Nahuel Moreno: Sobre la contrarrevolución fascista imperialista La Segunda Guerra Mundial presenta, como mínimo, elementos similares [a los de la guerra civil española y el antagonismo entre el régimen democrático burgués con el fascismo]. Sin desarrollar el tema, creemos que hay que estudiar seriamente si no fue el intento de extender la contrarrevolución fascista imperialista a todo el mundo, derrotando principalmente a la Unión Soviética, pero también a los regímenes democráticoburgueses europeos y norteamericano. Esto no quiere decir que la Segunda Guerra Mundial no haya tenido también un profundo contenido de lucha interimperialista. Lo que decimos es que hay que precisar bien, al igual que en la Guerra Civil Española, cuál fue el factor determinante. ¿Fue la lucha del régimen fascista esencialmente contra la URSS pero también contra la democracia burguesa? ¿O fue el factor económico, la pelea entre imperialismos por el control del mercado mundial? La Guerra Civil Española fue nada más que la expresión más espectacular de un fenómeno que se generalizaba: la resistencia armada, la guerra civil contra los regímenes fascistas. En China, en 1928, después de la traición estalinista que permitió a Chian Kai Shek dar su golpe contrarrevolucionario, se abrió un proceso guerrillero de lucha armada del PC Chino -e inclusive en determinados momentos de otras corrientes del ejército nacionalistacontra el régimen fascista de Chian Kai Shek, y después contra la invasión japonesa… Algo parecido ocurrió tras el triunfo militar de Alemania y Japón. Estallaron movimientos de resistencia armada y de guerrilla en Europa del Este y del Oeste, especialmente en Francia e Italia. Este movimiento antinazi en las naciones ocupadas fue apoyado por los marxistas revolucionarios… Por la misma razón consideramos como una de las grandes gestas del proletariado mundial la lucha del gueto de Varsovia contra los nazis [en 1943]. Extractos de “Las revoluciones del Siglo XX”, 1984

II - ¿Qué es Cuando en las décadas 1920 y 30 el fascismo -y en Alemania nazismo- estaba en auge, la socialdemocracia lo tomaba como una fuerza a la que habría que contener dentro de la democracia burguesa. Mientras, los partidos comunistas estalinistas, con su política de la “tercera etapa” lo veía como “gemelo de la socialdemocracia”, hasta colaborar en Alemania con el partido nazi contra los socialistas. Luego cambiarían la política para formar “frentes populares” con los partidos burgueses y pequeño burgueses -e incluyendo la socialdemocracia- contra el fascismo. Por su parte Trotsky durante toda la época revelaba el carácter real del fascismo y contraponía al concepto de frente popular con la burguesía, el del "frente único" entre los partidos obreros.

Trotsky: ¿Por qué triunfó el fascismo? En la época de la declinación del imperialismo un bonapartismo puramente bonapartista es completamente inadecuado; al imperialismo se le hace indispensable movilizar a la pequeña burguesía y aplastar al proletariado con su peso. El imperialismo es capaz de cumplir esta tarea sólo en caso de que el propio proletariado revele su incapacidad para conquistar el poder, mientras que la crisis social llevó al paroxismo a la pequeña burguesía. La agudeza de la crisis social surge del hecho de que con la concentración de los medios de producción, es decir, el monopolio de los trusts, la ley del valor, el mercado ya no es capaz de regular las relaciones económicas. La intervención


el fascismo/nazismo? estatal se convierte en una necesidad absoluta… En la medida en que el proletariado se muestre incapaz, en un momento determinado, de conquistar el poder, el imperialismo comienza a regular la vida económica con sus propios métodos; es el mecanismo político, el partido fascista que se convierte en el poder estatal. Las fuerzas productivas se hallan en irreconciliable contradicción no sólo con la propiedad privada sino también con los límites estatales nacionales. El imperialismo es la expresión de esta contradicción. El capitalismo imperialista busca solucionar esta contradicción a través de la extensión de las fronteras, la conquista de nuevos territorios, etcétera. El estado totalitario, subordinando todos los aspectos de la vida económica, política y cultural al capital financiero, es el instrumento para crear un estado supranacionalista, un imperio imperialista, el dominio de los continentes, el dominio del mundo entero… Tanto el análisis teórico como la rica experiencia histórica del último cuarto de siglo demostraron con igual fuerza que el fascismo es en cada oportunidad el eslabón final de un ciclo político específico que se compone de lo siguiente: la crisis más grave de la sociedad capitalista; el aumento de la radicalización de la clase obrera; el aumento de la simpatía hacia la clase trabajadora y un anhelo de cambio de parte de la pequeña burguesía urbana y rural; la extrema confusión de la gran burguesía; sus cobardes y traicioneras maniobras tendientes a evitar el clímax revolucionario; el agotamiento del proletariado; confusión e indiferencia crecientes; el agravamiento de la crisis social; la desesperación de la pequeña burguesía, su anhelo de cambio; la neurosis colectiva de la pequeña burguesía, su rapidez para creer en milagros; su disposición para las medidas violentas; el aumento de la hostilidad hacia el proletariado que ha defraudado sus expectativas. Estas son las premisas para la formación de un partido fascista y su victoria…

Es precisamente esta condición de la sociedad la que estamos observando ahora. El fascismo no vino en absoluto “en vez” del socialismo. El fascismo es la continuación del capitalismo, un intento de perpetuar su existencia utilizando las medidas más bestiales y monstruosas. El capitalismo tuvo la oportunidad de recurrir al fascismo sólo porque el proletariado no llevó a cabo en su momento la revolución socialista. El proletariado se paralizó en el cumplimiento de esta tarea por la actitud de los partidos oportunistas. Lo único que se puede decir es que resultó que había más obstáculos, más dificultades, más etapas en el camino del proceso revolucionario del proletariado que lo que preveían los fundadores del socialismo científico. El fascismo y la serie de guerras imperialistas constituyen la terrible escuela en la que el proletariado tiene que liberarse de las tradiciones y supersticiones pequeño-burguesas, de los partidos oportunistas, democráticos y aventureros, tiene que trabajar con ahínco y adiestrar a la vanguardia revolucionaria y de esta manera prepararse para cumplir la tarea sin la cual no hay ni puede haber salvación para la humanidad… La socialización de los medios de producción es la única solución al problema económico en una etapa determinada del desarrollo de la humanidad. La demora en solucionar este problema conduce a la barbarie fascista. Todas las soluciones intermedias emprendidas por la burguesía con ayuda de la pequeña burguesía sufrieron un fracaso miserable y vergonzoso. Extractos del artículo “Bonapartismo, fascismo, y guerra”, 1940

Nahuel Moreno: ¿Qué fue el nazismo? Nuestra expresión, socialismo o barbarie, parece una consigna, pero en realidad es un concepto teórico muy profundo. Significa que la crisis capitalista no conduce inexorablemente al socialismo sino que puede dar lugar a una nueva sociedad de clases mucho peor que el capitalismo, basada en formas de trabajo semiesclavistas. En ese sentido es apasionante el estudio del nazismo. El fenómeno de Hitler no ha sido estudiado a fondo por los marxistas. En el racismo hitleriano tenemos el embrión de una nueva sociedad esclavista, con los campos de exterminio y de trabajo adonde Hitler enviaba a los judíos, los polacos y también a los izquierdistas. Es el comienzo de

una nueva relación de producción con nuevas formas de esclavitud… En primer lugar, Hitler sometió a ese principio de esclavitud a los judíos y a los izquierdistas alemanes antes de la guerra. Después lo extendió a los pueblos conquistados, principalmente a los eslavos. Por otra parte, en la historia moderna no se había visto nada parecido a la barbarie nazi. En la Primera Guerra Mundial no existían campos de concentración donde se empleara mano de obra esclava. Los únicos precedentes se remontan al surgimiento del capitalismo, y la conquista de América por

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los españoles y los portugueses, principalmente aquellos…

Creo que es evidente el paralelismo entre el genocidio de los indígenas por los españoles, en los comienzos del capitalismo, y el de los judíos y los eslavos por Hitler, ya en la época de decadencia del sistema. Pero Hitler retoma también otro elemento de la etapa inaugural del capitalismo: la tendencia de los países más desarrollados a transformar el mundo en colonias suyas. Hitler convierte esa tendencia en una política consciente de transformar en colonias a las naciones, las nacionalidades y los pueblos europeos… El nazismo retoma esos métodos [esclavitud, genocidio, super-explotación brutal de razas “inferiores”] empleados por el capitalismo en su primera etapa y luego abandonados en su apogeo: es la tendencia más profunda del capitalismo en su decadencia. Hitler representa el primer balbuceo de lo que vendrá si subsiste el sistema capitalista. Extractos de Nahuel Moreno, “Conversaciones”, 1985

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III - El pacto entre Hitler El 23 de agosto de 1939 se firmó en Moscú, llamado de no agresión. También hubo otro pacto (Tratado germano-soviético de amistad y de fronteras) firmado un mes después en el que había unas cláusulas secretas que hablaban de reordenamiento territorial y político del centro y este de Europa. El pacto de no agresión, llamado también pacto MolotovRibbentrop, suscrito por un período de 10 años, supuso una puñalada trapera en el corazón de los comunistas europeos que se habían visto obligados a exiliarse de España, Italia y Alemania.

¿Qué hay detrás de la oferta de Stalin de llegar a un acuerdo con Hitler? En los últimos meses, los diarios han publicado bastante acerca de negociaciones secretas entre Berlín y Moscú. Se ha rumoreado que, bajo el disfraz de un tratado económico se halla en preparación un acuerdo político e incluso militar. Es difícil determinar todavía qué hay de cierto en estas informaciones. De cualquier manera, existen síntomas inconfundibles que certifican con elocuencia que se ha desarrollado y se desarrolla algún tipo de negociaciones… Pero aun antes que se haya efectivizado, el acercamiento entre Moscú y Berlín, ya se ha convertido en un factor de la política interna-cional, pues todos los centros diplomáticos de Europa y del mundo entero están considerando ahora esta posibilidad… Sin embargo, si entre un estado obrero y uno imperialista, incluyendo a uno fascista, se pueden permitir acuerdos, y si es así bajo qué condiciones, es una cuestión que en su forma abstracta ha perdido todo sentido en la actualidad. No se trata de un estado obrero en general, sino de un estado obrero degenerado y putrefacto. La naturaleza de un acuerdo, sus límites y objetivos, depende directamente de los que lo firman. El go-

bierno de Lenin se vio obligado en Brest-Litovsk a llegar a un acuerdo temporario con los Hohenzollern con el fin de salvar la revolución. El gobierno de Stalin es capaz de llegar a acuerdos sólo en función de los intereses de la camarilla gobernante del Kremlin y en detrimento de los intereses de la clase obrera internacional… El rasgo fundamental de la política internacional de Stalin en los últimos años ha sido éste: negocia con el movimiento obrero lo mismo que con petróleo, manganeso y otros bienes. No hay ni una pizca de exageración en lo que afirmo. Stalin considera las secciones de la Comintern de los distintos países y la lucha de liberación nacional de las naciones oprimidas como cambio menudo en sus tratos con las potencias imperialistas. Cuando necesita la ayuda de Francia, somete el proletariado francés a la burguesía radical. Cuando tiene que apoyar a China contra Japón, somete el proletariado chino al Kuomintang. ¿Que haría en el caso de un acuerdo con Hitler? Evidentemente, Hitler no necesita específicamente la ayuda de Stalin para estrangular al Partido Comunista Alemán. Además, toda la política precedente de éste lo llevó a la situación a la que se encuentra reducido. Pero es muy probable que Stalin esté de acuerdo en cortarle todos los subsi-dios al trabajo ilegal en Alemania. Esta es una de las concesiones menores que tendría que hacer, y estaría bien dispuesto a ello. Trotsky, 6 de marzo de 1939 Stalin, el comisario de Hitler Durante veinte años la expansión del imperialismo alemán estuvo estrechamente reprimida. Cuando comenzó a romper los diques, las cancillerías diplomáticas se desconcertaron. Las prolongadas y estériles negociaciones entre Londres-París y Moscú, posteriores a Munich, cons-


y Stalin tituyeron la segunda etapa de su desconcierto. Desde 1933 en adelante declaré continuamente en la prensa mundial que el objetivo de la política exterior de Stalin era llegar a un acuerdo con Hitler. Pero mi voz era demasiado modesta para convencer a los amos del destino. Stalin montó su vil comedia, “la lucha por la democracia”, y al menos parcialmente le creyeron. Casi hasta el último día, Augur, corresponsal semioficial del New York Times de Londres, repetía que estaba seguro de que se llegaría a un acuerdo con Moscú. Resulta penosamente aleccionador que el parlamento stalinista ratificara el pacto germano-soviético ¡el mismo día en que Alemania invadió Polonia!

La causa general de la guerra reside en las contradicciones irreconciliables del imperialismo mundial. Sin embargo, el eco específico de estas contradicciones que hizo comenzar las operaciones militares fue el pacto germano-soviético. Durante los meses anteriores, Goebbels, Foerster y los demás políticos alemanes repetían insistentemente que pronto llegaría el “día” de la acción decisiva. Ahora resulta indudablemente claro que fue el día en que Molotov puso su firma en el pacto germano-soviético. ¡Ningún poder podrá borrar este hecho de los anales de la historia! No se trata en absoluto de que el Kremlin se sienta más próximo a los estados totalitarios que a los democráticos. Esto no es lo que determina su orientación en los asuntos internacionales. Pese a su aversión por el régimen soviético, el parlamentario conservador Chamberlain hizo todo lo posible por llegar a una alianza con Stalin. No se concretó porque Stalin le teme a Hitler. Y no es por casualidad que le teme. El Ejército Rojo está descabezado; no es simple palabrerío sino una trágica verdad. Voroshilov es un invento. Se le creó artificialmente, a través de la propaganda totalitaria, un halo de eficiencia…El Kremlin teme al ejército y teme a Hitler. Stalin exige la paz a cualquier precio… En la guerra anterior la derrota de Alemania se produ-jo fundamentalmente porque no recibía materias primas de la URSS. No por casualidad la firma del pacto político fue precedida por un acuerdo comercial. Moscú ni piensa renunciar a él. Por el contrario, en su discurso de ayer ante el Consejo Supremo, Molotov remarcó sobre todo las excepcionales ventajas económicas de la amis-

La traición de los par tidos comunistas partidos Los gobiernos y ejércitos de las potencias imperialistas y la burocracia soviética que enfrentaron al nazismo iban tejiendo distintos pactos a medida que avanzaban sobre las fuerzas alemanas. Todos coincidían en garantizar la reconstrucción capitalista-imperialista de Europa, repartiéndose entre ellos “esferas de influencia”, es decir, territorios donde predominaran unos y otros.La figura de Stalin surgió inmensamente fortalecida a partir de aquel tremendo e histórico triunfo. Su objetivo era liquidar todo atisbo de avance de nuevos triunfos revolucionarios y socialistas. Así podría consolidar y extender el dominio de la burocracia soviética, imponiendo otras dictaduras en países ocupados por el Ejército Rojo en Europa del este (parte de Alemania, Polonia, Checoslovaquia, Hungría, Rumania y Bulgaria). En Francia e Italia se consumó una colosal traición. Allí la masiva resistencia antinazi (maquis y partisanos) estaba armada y dirigida por los partidos comunistas. Estos estaban en condiciones de impulsar el triunfo de nuevas revoluciones e imponer gobiernos obreros y socialistas en esos países clave. La orden del todopoderoso Partido Comunista de la URSS fue entregar las armas y sumarse a la reconstrucción capitalista, formando gobiernos de unidad con los principales partidos políticos de la burguesía, como la democracia cristiana en Italia o apoyando al gaullismo en Francia. En Grecia permitieron que las tropas británicas aplastaran a los guerrilleros que habían sido decisivos en la expulsión de los ocupantes alemanes.En las conferencias de Yalta (en la península de Crimea) en 1943 y de Potsdam (en Berlín) en 1945, Stalin se reunió con el británico Churchill y el yanqui Roosevelt primero, y luego con Truman, para firmar esos acuerdos contrarrevolucionarios. Mercedes Petit

tad con Hitler. El pacto de no agresión, es decir, la actitud pasiva hacia la agresión alemana, se ve coronado así por un tratado de colaboración económica en beneficio de la agresión. El pacto garantiza a Hitler la posibilidad de utilizar las materias primas soviéticas del mismo modo en que Italia, en su ataque a Etiopía, utilizó el petróleo ruso… La ocupación de Polonia asegurará la contigüidad de las fronteras con la Unión Soviética y el desarrollo ulterior de las relaciones económicas. Tal la esencia del pacto… Trotsky, 11 de septiembre de 1939

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Nahuel Moreno sobre Yalta y sus consecuencias Moreno señaló tres aspectos fundamentales de aquellos acuerdos. Primero: la instalación del liderazgo norteamericano, no solo a nivel económico, sino como potencia hegemónica imperialista en lo político y militar. Segundo: la unidad contrarrevolucionaria entre la conducción del PCUS -llamada periodísticamente el Kremlin- y el imperialismo, que se repartieron las “esferas de influencia”. Tercero: el agravamiento de la crisis de dirección revolucionaria, como consecuencia del fortalecimiento del poderío estalinista, como gobierno burocrático en la URSS y de sus partidos en el resto del mundo. Recordemos algunos fragmentos de sus textos: ”A partir de esta posguerra, […] se establece un frente único contrarrevolucionario entre el imperialismo y la burocracia del Kremlin, sobre la base de la coexistencia pacífica, concretado en Yalta -febrero 1945-, Postdam julio-agosto 1945- y el nuevo ordenamiento mundial: la ONU , el reparto de zonas de influencia, etcétera. Aunque se produce “la guerra fría” y profundos roces entre Washington y Moscú, aunque se dan varias guerras calientes contrarrevolucionarias, como las de Corea e Indochina –Vietnam-, tanto Washington como Moscú actúan en general de acuerdo y defendiendo ese nuevo orden mundial organizado en Yalta y Postdam. Stalin y Roosevelt se dividen el mundo en dos bloques controlados por el imperialismo norteamericano y el Kremlin, con el objetivo de frenar, desviar, aplastar o controlar la revolución de los trabajadores en el mundo.”Gracias a este acuerdo contrarrevolucionario y a la colaboración indispensable del estalinismo, el imperialismo estadounidense puede implementar el “plan Marshall” que lleva al establecimiento y estabilización de la economía capitalista en el occidente de Europa y en Japón, y la división de Alemania y su proletariado. Este apoyo a la contrarrevolución en Japón y en Europa por parte del Kremlin le permitió al imperialismo lograr el boom económico de cerca de veinte años. […] Gracias al Kremlin el imperialismo pudo compensar su crisis a nivel imperialista con su estabilización como capitalismo metropolitano, es decir, compensar la expropiación del capitalismo en países relativamente periféricos -limítrofes de la URSS-, lo que le permitió mantener su hegemonía sobre la economía mundial y lograr un proceso de acumulación y desarrollo capitalista inigualado en los países metropolitanos.”

Extractos de "Actualización del Programa de Transición”, 1980 88

IV- Yalta, febrero del 45 Stalin, Churchill y Roosevelt se rrepar epar tier on el mundo tieron Hace 70 años se realizó la Conferencia de Yalta. Ante la inminente liquidación de Hitler y el nazi-fascismo, los “Tres Grandes” -como se los llamaba periodísticamente acordaron un “nuevo orden mundial” capitalista, dominado por Estados Unidos, y se repartieron “zonas de influencia” con los burócratas que gobernaban la URSS. Yalta es una ciudad situada en la zona montañosa de la península de Crimea, en el Mar Negro. Está cercana al puerto de Sebastopol, en el sur de Ucrania. En 1945 era parte del territorio de la ex URSS, y el anfitrión fue Stalin. Los ejércitos de Hitler venían de derrota en derrota. Era arrollador el avance del Ejército Rojo en su ofensiva de invierno, que hacia crecer el colosal ascenso de las masas europeas contra el nazismo. En Grecia las tropas británicas combatieron a la guerrilla antifascista para evitar que tomaran el poder. En Yugoslavia las fuerzas guerrilleras de Tito prácticamente dominaban todo el territorio.

Un pacto para salvar el dominio imperialista mundial Como dice Nahuel Moreno (ver recuadro), Roosevelt, Churchill y Stalin se reunen con un objetivo muy claro: frenar o aplastar la revolución socialista de los trabajadores en Europa y en el mundo. Las negociaciones y acuerdos se venían tejiendo desde 1943, luego de que la victoria soviética en Stalingrado inició la caída del nazismo. Como lo recordaba en 1946 el hijo de Roosevelt, “en Yalta se logró la unanimidad y se le puso carne al esqueleto del mundo de la posguerra” (Así lo veía mi padre. Sudamericana, 1946). Algunos de sus puntos principales fueron: -La división de Alemania, en cuatro zonas, con tropas de ocupa-

ción rusas, yanquis, inglesas y francesas. Más que la pretendida “desnazificación” del país, querían desmembrar al poderoso proletariado alemán, para no correr el riesgo de que recuperara su tradición de ser el más organizado y de mayor tradición marxista del mundo. -La fundación de las Naciones Unidas, organización mundial dominada por las potencias imperialistas que dio un foro institucional a los acuerdos con la burocracia estalinista. -Una serie de acuerdos sobre nuevas fronteras (en particular Polonia) y anexiones (por ejemplo, las repúblicas bálticas). En síntesis, los aliados acordaron con Stalin dividir Europa en dos esferas de influencia. La parte occidental sería reconstruida económicamente con la ayuda yanqui. Stalin se comprometía a que los partidos comunistas de Italia y Francia, que codirigían o dirigían la resistencia, abandonarían las armas y se volcarían a la reconstrucción capitalista. Así ordenó que se frenara por completo un proceso que se podía encaminar al triunfo de la revolución obrera y socialista en esos países. En Europa del Este, dominada por el Ejército Rojo, Stalin se comprometía a mantener el capitalismo e instalar gobiernos “de unidad nacional” con las respectivas burguesías, sin avanzar en su expropiación. Los aliados respetarían esos territorios como parte de la influencia soviética. La colosal traición que practicaron Stalin y los partidos comunistas ante el fin de la segunda guerra mundial permitió la salvación del capitalismo en la devastada Europa y de su dominio mundial. Mercedes Petit


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