Adiós

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UL ZINE °11 ADIÓS


UL ZINE °11 ADIÓS


CARTA EDITORIAL

H

emos escrito un montón de cartas editoriales acerca de nosotros. A punto de que nos sentimos mal al respecto. Egocéntricos. Pero es que en este proyecto no solo cargamos orgullo de nuestro trabajo en equipo e individual, cargamos orgullo en nuestra amistad, que, aunque estamos a la distancia, no sé nos olvida que crecimos años importantes juntos, y en vernos de nuevo encontramos cariño. Hemos ido a nuestros cumpleaños, bodas y funerales. Esto último, es lo que hace difícil decir adiós. Estábamos pensando en cerrar el proyecto para enfocarnos en una sola cosa, dar un giro a nuestras ideas y forma de trabajo. Buscar una forma nueva de volver a trabajar juntos y aprovechar más nuestro talento y el de nuestros amigos. Pensamos en mantener nuestro logo y nombre vivo en honor a nuestra amistad. No estábamos seguros de hacerlo hasta que agregamos a nuestra lista un funeral. Es difícil decir adiós cuando se trata de despedidas que no cuentan con un regreso de la vacación. Con un encuentro casual en la calle, o con un like por accidente. Es difícil cerrar el proyecto con el que te conocimos, antes de que tu nombre fuera tan conocido por las paredes de la ciudad, por otros pintores, instituciones y revistas. Es tan difícil, como juntarnos de nuevo y comprar cerveza de más, sabiendo que no vas a llegar. Pero ha llegado la hora. No para olvidarte ni olvidarnos. Si no para celebrar quienes somos y vivir en tu honor. Este fanzine es para ti.





EL BANQUETE

A

l apagar el interruptor del comedor principal, con sus sillas en sutil desorden, sin esa necedad de distancia formal de una cena, logré entender la vorágine producida por los comensales. El cotilleo, el cortejo y el desprecio se habían acumulado discretamente en las copas con vino, en la ensalada de betabel asado con trufas y en el tenue aroma a romero de la crema de setas. Hoy acababa todo. Las voces que resonaron debajo del techo de cristal, de tintineantes candelabros de vidrio soplado, se esfumaban conforme la luz se extinguía; el silencio de las blancas paredes de mármol cedieron, desde el principio, a la fuerza bruta de las frases que desgarran y enaltecen, al choque de cuerpos que es ajeno a las proporciones exactas, a las medidas predeterminadas, a las reglas de cortesía. Risas y lágrimas se escondieron entre los dobleces de las servilletas, debajo de las piernas de las mesas. Las huellas moribundas de un banquete: el último, son lo único que me queda.

por: Julio Gastelum



SOLTAR

S

iempre lo hiciste fácil de ver, como podías cortar lazos físicos e interneteables. Te vi arrastrandote en el lodo, comer tierra y aun asÍ decir “es lo mejor” Hoy quisiera estuvieras aquí y me ayudaras a soltarme de algunas cosas, incluidas tu adiós inesperado, esta carga emocional y un poco de la rutina. Pero sabes que siempre me fue/ es difícil, no se lidiar con lo incierto y dejar la normalidad. Pero soltar dentro de todas las alegrías y lagrimas compartidas fue lo mejor que pudiste dejarme. ¡Adiós!

por: Ricardo Rodríguez



GOODBYE!

I

grew up in the Pine Barrens of New Jersey. It’s mostly trees and sand and deer and bugs, along with blueberry fields and cranberry bogs, and beautiful little cedar ponds. I went back, seven years ago, to be with my mother when she died.

last time she’d say she loved me, her son, shifted the way I thought of “goodbye”.

She lived deep in the woods off a dirt road, and was losing her battle with pancreatic cancer. Before she passed on, she asked me to help her outside so she could watch me feed her horses and chickens. I carried her down the stairs in silence.

Five weeks after my mother passed, my first son, Henry, was born. I said hello to a new life, and my life changed in ways I’d never thought possible. I went from grieving son, to doting father, and I’d tell Henry about his grandmother as I rocked him to sleep at night.

Her final moments were silent. She woke up from a dream, closed her eyes slowly, and we never saw each other again.

When you’re young, you don’t necessarily think about the fact that the people you love will someday die. Or, if you do, it feels blurry and vague, another childhood fantasy.

When Henry was older, and he knew words, he asked me when my mother would “be done b e i n g d e a d ” s o h e c o u l d m e et finally her.

Spending those days with my mother, and realizing that this was the last time I’d see her smile, the last time she’d taste an apple, the

It’s a couple years later now, and he still doesn’t understand “goodbye”, really. I’m thankful for this.

por: Brandon Stosuy







EL ADIÓS DEFINITIVO

M

irar hacia atrás es un ejercicio d e m a s i a d o complicado, sobre todo si se hace para hacer cuenta de las veces que las personas que más has amado en la vida han dicho adiós. Adiós definitivo. Parece mentira que mi padre lleve poco más de dieciocho años bajo suelo, que las cenizas de su sucesor –mi abuelo- no cambien tras un lustro, o que mi mejor amigo esté a punto de cumplir tres años en el agujero de tierra en el que se encuentra. ¿Qué ha pasado desde entonces? Muchas cosas: los problemas se han hecho más severos, la mente es cada vez más difícil de controlar y el recuerdo se desvanece cada vez más. El tiempo es el único verdugo real de los que nos quedamos. A veces los días son más optimistas y las lecciones de Vonnegut sobre la muerte son reconfortantes, pero a veces también el vacío es insoportable. No importa cuántas crisis de ansiedad sean mitigados o cuántos llantos nocturnos sean extinguidos, la amenaza del adiós estará latente siempre que haya alguien a quien amar. No es romanticismo barato, sino una cruel realidad que mientras más se piensa, menos sentido tiene para un cerebro que ha resentido casi de todo.

Me gusta pensar que escuchando

Strawberry Jam tengo a mi mejor

amigo más cerca, que al repasar la colección de pósters de películas de mi cajón hago que la cinefilia de mi padre sea más palpable y que descubrir puestos de tacos hace al legado glotón de mi abuelo algo más vivo. Me doy cuenta de que por muchas cosas que escriba en la computadora, no he juntado el valor que se necesita para decir adiós. El adiós definitivo. Parece extraño. Veo y escucho a muchas personas que me brindan su experiencia con el adiós y los siento tan bien que me pregunto si existe un secreto que me pueda hacer sentir igual. Y cuando me pregunto eso al mismo tiempo mi cerebro activa un mecanismo de defensa que solo me defiende del exterior, pues en el interior siento un temor que no puedo explicar, una sensación de ahogo y paranoia que seguro ni Henry Hill sintió cerca del final de Godfellas. Un ataque de pánico más, una visita recurrente. Tal vez la única cosa a la que desearía decirle adiós más que a nada en el mundo. Aprender a vivir así no es fácil. El internet dice que muchas personas más se sienten igual que yo, pero yo no puedo pensar en ninguna de ellas. Yo solamente puedo pensar en que en cualquier momento puede faltar alguien más en mi vida, en que estoy más solo de lo que pensaba y en que mi cerebro no es lo que solía ser antes. NI los


consejos de McDonagh sirven, ni las pastillas que ya me dejé de tomar hace tiempo. De pronto despierto un viernes y me doy cuenta de que los años de compañía con el alcohol han hecho estragos y no puedo salir de mi casa. Eso que Bradford Cox describió alguna vez en Microcastle me tiene amenazado y ahora me siento mucho más pequeño e inservible que nunca. Es un ciclo del que no puedo escapar, del que no quiero escapar. Puede parecer sadomasoquismo aceptado pero es mucho más que eso, es una resignación con dolo, un recordatorio de que todavía tengo un poco de fuerzas para no decirme adiós a mi mismo. Me siento orgulloso. ¿Qué está pasando con mi cabeza? A veces pienso que se ha ido desgastando por partes: un 10% en mi niñez, un 40% en la adolescencia y constantemente en la vida adulta. No sé. Nunca imaginé pensar estas cosas y sentir todo esto cuando era más joven. No sé cómo llegué a convertirme en esto. El psiquiatra dijo una suma de factores que ni siquiera puedo recordar, pero yo a veces pienso que es por todas esas

veces que he escuchado Kaputt cerca de la inconsciencia. Da igual porque siempre termino escribiendo o hablando de lo mismo. No importa si me encierro solo en mi casa a perder la cabeza o si lo hago rodeado de personas a las que amo, el miedo por decir adiós siempre está ahí latente. Y sin embargo parece que puedo seguir viviendo así. Mirar hacia atrás es un ejercicio demasiado complicado. Mirar atrás es recordar cuando mi padre convertía los lunes en el mejor día de la semana. Mirar atrás es recordar cuando manejaba el coche del abuelo por carretera o cuando escuchábamos discos por horas y mi mejor amigo terminaba llorando por alguna decepción amorosa que Turn On The Bright Lights le recordó. Mirar hacia atrás es traer la luz del recuerdo y opacarla de inmediato con la oscuridad del olvido. Esa es una enseñanza que uno tiene que aprender a la mala, a base de madrazos. Y sin embargo lo más duro no es el pasado ni la incertidumbre del futuro, si no, como dijo alguna vez Zambra, “la frágil armadura del presente”. Vivir está cabrón y cada vez que uno dice el adiós definitivo, todo se pone un poco peor.

por: Joan Escutia



TE VAS Y PIENSO

T

e vas y pienso, en todos aquellos ayeres en los que la pasamos a toda madre. Te vas y pienso, en todos las experiencias que me enseñaste. Te vas y pienso, en que es la última vez que me despido de ti, aun que me duela hasta las entrañas, por que así fue como tenía que ser, te vas. Tus cabellos de plata, ese pañuelo rojo que usabas para limpiar tus lagrimas (porque eras rechillon) cada que contabas una historias de la juventud, el dinero que me dabas para mis cigarros, los tequilas, y cuando preguntabas la edad de las enfermeras y si eran guapas, eso y más, seguirá siempre extrañándote en mis ojos, mi corazón y ser.

Te vas y pienso, en tus ojos azules como la laguna Hanson, tan bonitos y profundos, que en los años 40s enloquecían a todas las muchachas del Indiviso. Dicen que le hiciste la vida imposible a Pina, que por andar de cabron, y Pina decía que ojala te murieras después que ella porque quería que te enterraran arriba de ella para darte patadas en el trasero durante toda la eternidad, y así fue. Te vas y me dejas una sonrisa por todas las aventuras que tuviste y compartiste conmigo esas tardes en las que jugábamos cartas, mientras yo “te cuidaba” pero terminabas cuidándome a mí. Te extraño mucho, pero te quiero

por: Hola Yols




(CDMX/MX)


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