7 de julio El cielo abierto "No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió" (Juan 5:30). Cuando, ya en la orilla del río, Jesús se arrodilló para orar, "vio abrirse los cielos y al Espíritu como paloma que descendía sobre él" (Mar. 1:10). Era como si Dios mismo hubiera separado el cielo y se hubiera inclinado para escuchar a su Hijo. Jesús levantó la mirada hacia ese espacio abierto y pronunció una de las oraciones más conmovedoras de su vida. Lástima que no hubiera discípulos presentes que pudieran escucharla y escribirla. Sin embargo, el Espíritu de Profecía nos explica que vertió su alma a Dios. Sabía hasta qué punto el pecado había endurecido el corazón humano y lo difícil que para ellos sería entender su misión y aceptar el don de la salvación. Suplicó al Padre que le diera el poder para vencer su incredulidad, para romper las cadenas con que Satanás los había encadenado y, en su nombre, aniquilar al destructor. Pidió una señal de que Dios aceptaba a la humanidad en la persona de su Hijo. No oró como nosotros solemos. No pidió poder para sanar, ni que no lo alcanzaran el dolor o los peligros; tampoco reclamó llegar sano y salvo de regreso a Nazaret, o que todos lo amaran; y, aún menos, ser popular. Oró por la misión de su vida. Pidió la ayuda del cielo en la tarea de salvar las almas. "Nunca antes habían escuchado los ángeles semejante oración. Ellos anhelaban llevar a su amado Comandante un mensaje de seguridad y consuelo. Pero no; el Padre mismo contestará la petición de su Hijo. Salen directamente del trono los rayos de su gloria. Los cielos se abren, y sobre la cabeza del Salvador desciende una forma de paloma de la luz más pura, emblema adecuado del Manso y Humilde" (El Deseado de todas las gentes, p. 89). Nosotros podemos desear que todas nuestras oraciones sean respondidas con la apertura del cielo y un baño de luz procedente del trono, pero probablemente esta no sea la voluntad de Dios para nosotros en este momento. Sin embargo, sabemos que Dios nos escucha y que nos contestará según su voluntad. Señor, ayúdame a orar más por mi misión en la tierra y para que, así como el ministerio de Jesús te glorificó, mi misión también te glorifique.
8 de julio Dios está más cerca de lo que pensamos Basado en Marcos 1:9 al 11 "En mi angustia invoqué a Jehová y clamé a mi Dios. Él oyó mi voz desde su templo y mi clamor llegó hasta sus oídos" (Salmo 18:6). Cuando a Nazaret llegó la noticia de que el predicador del desierto bautizaba cerca, en el Jordán, Jesús colgó su ropa de carpintero por última vez y se unió a la multitud que se dirigía apresurada para verlo. Cuando tengo presente que, como hombre, Jesús aprendió quién era y cuál era su misión por el estudio de las Escrituras, no puedo menos que conmoverme. Él había leído las profecías y ahora reconocía su misión. Seguía al pie de la letra, y con todo esmero, un plan que había sido dispuesto para nosotros antes de la creación del mundo. No podía saltarse ni un paso.Tenía que cumplir todas y cada una de las profecías. Decir que Jesús vivió por fe no es ningún disparate. Él mismo dijo que hacía lo que su Padre le había dicho que hiciera. Su preocupación diaria era procurar que nada de lo que hiciera fuese su propia iniciativa. Jamás entenderemos del todo cómo es posible que Dios y el hombre estuvieran unidos en una Persona. Pero Jesús vivió el día a día como un hombre cuya misión era revelar el carácter del Padre al cumplir su voluntad. Su vida cotidiana no estaba programada; de otro modo, no habría pasado noches enteras en oración. La oración era el medio que Jesús tenía para estar en contacto con su Padre. La oración le proporcionó fuerzas para cumplir la misión profetizada para el Mesías. Con frecuencia nos preguntamos por qué fallamos tan a menudo y, en consecuencia, estamos destituidos de la gloria de Dios. Esto se debe a dos cosas, indispensables para Jesús. Una de ellas es que a menudo no conocemos la voluntad de nuestro Padre celestial; no acudimos a su Palabra, a través de la cual, por medio del Espíritu Santo, habla con nosotros. La otra razón es que no oramos, no hablamos con él, como debiéramos. Estoy seguro de que a veces Jesús pudo haber tenido la sensación de que su Padre estaba muy lejos. A veces nos sucede lo mismo. La vida de Jesús nos enseña que, aunque pueda parecer que Dios está lejos, en realidad está cerca. Está tan cerca como lo están su Palabra y nuestras oraciones.
9 de julio El cielo abierto "No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió" (Juan 5:30). Cuando, ya en la orilla del río, Jesús se arrodilló para orar, "vio abrirse los cielos y al Espíritu como paloma que descendía sobre él" (Mar. 1:10). Era como si Dios mismo hubiera separado el cielo y se hubiera inclinado para escuchar a su Hijo. Jesús levantó la mirada hacia ese espacio abierto y pronunció una de las oraciones más conmovedoras de su vida. Lástima que no hubiera discípulos presentes que pudieran escucharla y escribirla. Sin embargo, el Espíritu de Profecía nos explica que vertió su alma a Dios. Sabía hasta qué punto el pecado había endurecido el corazón humano y lo difícil que para ellos sería entender su misión y aceptar el don de la salvación. Suplicó al Padre que le diera el poder para vencer su incredulidad, para romper las cadenas con que Satanás los había encadenado y, en su nombre, aniquilar al destructor. Pidió una señal de que Dios aceptaba a la humanidad en la persona de su Hijo. No oró como nosotros solemos. No pidió poder para sanar, ni que no lo alcanzaran el dolor o los peligros; tampoco reclamó llegar sano y salvo de regreso a Nazaret, o que todos lo amaran; y, aún menos, ser popular. Oró por la misión de su vida. Pidió la ayuda del cielo en la tarea de salvar las almas. "Nunca antes habían escuchado los ángeles semejante oración. Ellos anhelaban llevar a su amado Comandante un mensaje de seguridad y consuelo. Pero no; el Padre mismo contestará la petición de su Hijo. Salen directamente del trono los rayos de su gloria. Los cielos se abren, y sobre la cabeza del Salvador desciende una forma de paloma de la luz más pura, emblema adecuado del Manso y Humilde" (El Deseado de todas las gentes, p. 89). Nosotros podemos desear que todas nuestras oraciones sean respondidas con la apertura del cielo y un baño de luz procedente del trono, pero probablemente esta no sea la voluntad de Dios para nosotros en este momento. Sin embargo, sabemos que Dios nos escucha y que nos contestará según su voluntad. Señor, ayúdame a orar más por mi misión en la tierra y para que, así como el ministerio de Jesús te glorificó, mi misión también te glorifique.
10 de julio Precisa tiempo Basado en Marcos 4:28,29 "Porque de por sí lleva fruto la tierra: primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la espiga" (Marcos 4:28). Mi esposa y yo vivimos en el centro de Florida, donde es fácil tener un jardín. Aunque yo plante flores, no soy yo quien las hace crecer, sino Dios. Sin embargo, el modo en que me ocupo de ellas es un factor determinante en su crecimiento y su supervivencia. Algunos dicen que cuando entregamos el corazón a Jesús ya no tenemos que preocuparnos por nada más. Sin embargo, eso sería como decir que si queremos que las petunias crezcan, basta con que las clavemos en el suelo y no hagamos nada más. Eso no es así... Mientras el Espíritu Santo obra en nuestra vida nosotros tenemos que cooperar con él. No obstante, hay quienes quieren ir más deprisa que el Espíritu Santo. En cierta ocasión, un hombre que se había convertido al cristianismo hacía apenas seis meses me llamó por teléfono. Estaba lleno de celo. Por fortuna, en aquella experiencia de nuevo nacimiento, gozaba del apoyo de su familia. Había oído decir que es mejor vivir en el campo, por lo que su pregunta era si era conveniente que renunciara a su trabajo para abandonar la ciudad. Estaba completamente inmerso en su nueva fe y ansiaba vivirla hasta sus últimas consecuencias. Quizá usted no esté de acuerdo con mi consejo, pero le sugerí que levantara el pie del acelerador y permitiera que su nueva vida en Cristo alcanzara a su corazón y sus pensamientos. No debemos olvidar que es preciso alimentar la nueva vida en Cristo. Para que crezca sana, una planta debe disponer de unas buenas raíces. No es extraño que los nuevos cristianos no hayan desarrollado todavía unas raíces espirituales sanas porque para ello se precisa tiempo. Un bebé nace en un día, pero necesita muchos más para madurar. La Palabra de Dios nos dice que debemos crecer en la gracia (2 Ped. 3:18). En la parte de atrás de mi casa cultivo un pequeño huerto. Planté espinacas. La semilla es muy pequeña y cuando las plantas brotan del suelo son como cabellos. Tengo que asegurarme de que disponen de agua y abono suficientes. Al cabo de seis semanas, si me ocupo de ellas, ya estarán maduras. Del mismo modo, si cooperamos con el Espíritu Santo, nuestra vida espiritual crecerá y se desarrollará.