Reflexiones acerca de La Comunicación Popular La Educomunicación y la Producción Radial Comunitaria… (Borrador en construcción)
Luis Alberto Ochoa Facilitador de procesos de aprendizaje lúdico-amorosos con énfasis en la animación sociocultural.
"Definir qué entendemos por comunicación, equivale a decir en qué clase de sociedad queremos vivir". Mario Kaplún
El propósito de este texto es compartir un conjunto de reflexiones surgidas de la sistematización de–parte de- mis experiencias en diferentes procesos de Comunicación Popular. Como corresponde en esta modalidad investigativa, la fundamentación teórica se macera en el relato y reconstrucción crítica de la práctica, donde ésta es analizada, reflexionada, confrontada, llevada a dialogar con otros (as) autores (as), indagada a la luz de procedimientos y técnicas metodológicas; todo un proceso dinámico e integrador que favorece reconocer los aprendizajes previstos, más otros que subyacen en ella. Aquí abordo básicamente elementos de la Comunicación Popular, La Educomunicación, y una variedad de aspectos relacionados con la Producción Radial Comunitaria, que deseo puedan constituir un modesto aporte. No son, para nada, ideas concluyentes, pretenden en todo caso incorporarse a la discusión necesaria que en el seno de –algunos- colectivos comunitarios se viene desarrollando en torno a éstas temáticas. Valga decir, que las mencionadas experiencias aquí expuestas, no las he tenido aislado de los procesos colectivos que las producen… Lo Popular Sé que existen múltiples visiones de lo popular, algunas de ellas con la evidente finalidad de estigmatizar su sentido más profundo, para que los que hacemos posible la existencia de lo popular nos avergoncemos de nuestra condición, para que el autoestima de un colectivo inmensamente mayoritario permanezca sepultado. Quienes se esfuerzan en deshonrar el sentido de lo popular, son los que pretenden perpetuar las calamidades
que padecemos los hombres y las mujeres que integramos esa categoría conocida como pueblo, hombres y mujeres que –sufrimos y- construimos historia, que atesoramos y rehacemos constantemente una diversa y sabrosa cultura, en la que se distinguen nuestros rasgos de pueblo. No hablo de lo popular como producto para el consumo que ha sido masificado por las empresas mediáticas. Lo popular -que me interesa- es lo que es relativo -y le pertenece- al pueblo, y al pueblo que me refiero es la clase desposeída, los excluidos y despojadas por el sistema de opresión y explotación capitalista. Ese pueblo que esparcido por la geografía de un país hace la cultura –relevante y característica - de toda una nación, ese pueblo que levanta casas y construye caminos, que trabaja en fábricas y escuelas, que vende arepas o helados caseros a la entrada de esas fábricas y de esas escuelas, pueblo que escribe poesía en forma de décimas octosílabas y se organiza de tantas maneras como sea necesario. Pueblo que han pretendido callar los que manejan el poder político, económico y religioso. Pueblo que históricamente ha escrito su nombre en las paredes, cuando sudoroso y decidido escribe la palabra Libertad. Me refiero al pueblo que en estos tiempos de globalización y de un altísimo desarrollo científicotecnológico, no percibe que ese desarrollo esté en función de resolver sus necesidades básicas, sino que hace más amplia y profunda las diferencias entre los que viven con comodidad y lujos y los que apenas consiguen para comer. Marco Raúl Mejía y Myriam Inés Awad (2007) nos amplían y aportan una visión de lo popular: “(…) los educadores populares latinoamericanos (…) recogemos de la tradición marxista su caracterización de clase y de los anarquistas su noción de pueblo, sin perder de vista que en América Latina, producto de un desarrollo muy particular del capitalismo y del surgimiento de nuevos actores sociales, esas perspectivas se amplían a todos aquellos excluidos para quienes estos tiempos de globalización han construido nuevas maneras de desigualdad. Así, entendemos lo popular en un contexto en el cual amplios sectores de la población se caracterizan por su no participación social, su exclusión y subordinación, tanto en los procesos particulares de la vida social como en los más globales de la universalidad y la modernidad. Esta exclusión particular y global se da en diferentes proyectos (económico, político, cultural, social, de género, étnico) y adquiere concreción hoy –ampliando la concepción de “clase”- en los fenómenos comunicativos gestados por la globalización tecnológica de fin de siglo. De tal manera, no podemos reducir lo popular a los procesos de producción sino también a los del consumo”… (Mejía Marco y Myriam Awad 2007: 27,28)
Cuando factores organizados (estudiantes, obreros (as), trabajadores (as) comunitarios, movimientos políticos de izquierda, cristianos (as) de base) de algunos sectores populares -imbuidos por la dialéctica de la lucha de clases- precisaron la necesidad de reivindicar el auténtico sentido de la comunicación, desplegaron todo un potencial creativo entorno a variadas herramientas que hacen posible generar procesos de comunicación en sus localidades: periódicos, murales, teatro, radios parlantes y/o comunitarias, carteles, afiches, pintas, proyecciones de cineclub, el cantar de los cantores, entre otras experiencias de comunicación alternativa y comunitaria. En esas experiencias, el pueblo manifiesta su existencia a través de su cultura, de sus sueños, de sus esperanzas. La Comunicación Popular La Comunicación Popular está entrañablemente relacionada con las acciones que realizan excluidas y excluidos por liberar su palabra, desde procesos de participación y organización comunitaria en los que la cultura de estos sectores es insumo fundamental. Esa palabra liberada adquiere criticidad, conciencia social e histórica, se organiza y se relaciona para transformar la cotidianidad, en un proceso de auténtico diálogo que permite que los interlocutores se aproximen a la construcción de su destino en autonomía y en condiciones de igualdad. Para mi vida fue relevante haberme involucrado –aun siendo un niño- en la experiencia de animación sociocultural desarrollada en el Bloque 10 de las Lomas de Urdaneta, Caracas, a principios de los años ochenta. Una experiencia que apuntó en el sentido de lo que expreso en el anterior párrafo. Con la iniciativa y el esfuerzo de la
Directiva Juvenil Bloque 10 de las Lomas de Urdaneta, como expresión organizada de la comunidad, se logró motivar a una proporción importante de los (as) vecinos (as) para resolver mancomunadamente parte de las problemáticas que la afectaban: recuperación de espacios, tanto lugares físicos, como escenarios para la formación y el encuentro sociocultural. Con la participación entusiasta de la gente, fueron pintados del mismo color los pasillos de las letras F, E, D y parte de la C (permanecían en la discordancia de los colores que cada familia le colocaba a “su parcela”, como reflejo de la desunión que se vivía), se le colocó cerámica al piso de la planta baja, los ascensores dañados por años se
recuperaron, el sistema de iluminación cobró vida, el tráfico y consumo de drogas fue desterrado. Así mismo se conformaron los grupos “Matiguá” (de proyección folclórica afrovenezolana) con su respetivo cuerpo de danzas, el T.I.P Teatro Infantil Polillas y el T.A.P. Teatro Actualizado Popular; grupos que respectivamente estrenaron en el propio Bloque, las obras "La Historia de un número" escrita por el director de los grupos, y "Barco de Piedra" de Andrés Eloy Blanco; y luego, siguieron presentándose en comunidades populares. Por ese tiempo se celebró en el auditorio de la CANTV el Primer Festival de Teatro Popular, evento en el que el T.A.P. alcanzó el primer lugar. Las actividades deportivas se propagaron (voleibol femenino y masculino, futbolito y pelota de goma para niños y adultos). Se elaboró un periódico del Bloque que luego parió a “Informacito”, el periodiquito infantil- juvenil del que formé parte, se hicieron excursiones y encuentros deportivo culturales con –y hacia- otras regiones del país. También se establecieron eventos de realización anual, como las verbenas en el día de las madres y en el día de los padres, las patinatas decembrinas, y una de las actividades que aún se mantiene, sin la misma efervescencia y alegría del inicio, pero se mantiene, ya como un patrimonio cultural de Catia: El Encuentro o Velorio de San Juan, más conocido como el San Juan de las Lomas. Sintetizo en este párrafo lo que sin duda fue una experiencia extraordinaria, un proceso de auto-dignificación colectiva que tuvo en el diálogo un elemento vital.
Un poquito después, en una época en la que era sumamente difícil y hasta riesgoso difundir por radio aspectos significativos de los procesos socioculturales que el movimiento popular realizaba en Caracas (por las implicaciones políticas que ante los ojos de los cuerpos de inteligencia del estado, conllevaba aquel trabajo), el Instituto Radiofónico “Fe y alegría” llevó a cabo el programa de formación de “voceros populares”. Una experiencia que me permitió divulgar, por medio de reportes radiales, parte del trabajo que realizaban diferentes colectivos de trabajo sociocultural en Catia, entre ellos: la Organización Deportivo Cultural “Indios Caribe” (de la que formé parte), el Equipo de Trabajo Carbonell (del que fui co-fundador), la Asociación de vecinos del Amparo 1, el Grupo Juvenil “Conciencia y Liberación” de Propatria, la Asociación Civil Grupo “Cañón” de Propatria, el Grupo “Negro Primero” del Bloque 2 de las Lomas de Urdaneta, entre varios otros colectivos con los que mantuve vínculos de amistad y trabajo sociocultural. Estas experiencias no están desconectadas entre sí, forman parte de un mismo e integrado movimiento. Cuando al inicio del párrafo digo “un poquito después” me refiero a mi edad cronológica, pues al momento de iniciarse el proceso que llevó a la conformación de la Directiva Juvenil Bloque 10 de las Lomas de Urdaneta, yo tenía 13 años; luego, cuando participo como vocero popular con radio “Fe y alegría”, ya había cumplido 24 años. En esos espacios actúa la comunicación popular, y se mueve como un componente fundamental que parte de la cultura que hace el pueblo, en esas comunidades. Según Jorge Merino (1988), Comunicación Popular es el proceso: “…que partiendo de la cultura y necesidades de los grupos, transforma las características de la comunicación dominante; donde emisores y receptores intercambian continuamente sus posiciones; aquella que está definida prioritariamente para la participación de todos los sujetos que en ella intervienen, sobre todo aquellos a los que más directamente les atañe el proceso en el que están incluidos”. (educacionnohegemonica.wordpress.com)
Por su parte Jesús Martín Barbero aporta la siguiente definición de comunicación alternativa: “…la comunicación será alternativa en la medida en que asuma la complejidad de esos procesos, si junto al lenguaje del medio se investigan los códigos de percepción y reconocimiento, los dispositivos de enunciación de lo popular, códigos y dispositivos en los que se materializan y expresan confundidos ya la memoria popular y el imaginario del pueblo.” (educaciónnohegemonica.wordpresscom)
Comunicación Popular - Comunicación -Educación. Al inicio, cuando el hombre y la mujer necesitaron expresar sus emociones y relacionarse entre ellos, ellas, y el ambiente en que vivían; la comunicación, por ser innata al ser humano, fue simplemente comunicación. Hasta pudiera decir que era comunicación popular, en tanto les concernía a todos (as), y todos (as) eran pueblo que convivía en las mismas condiciones. Con el avance de la historia y con la profundización de las contradicciones que conlleva esa evolución, aparece la propiedad privada, y con ella la división social en clases: una clase rica que es dueña de los medios de producción, que vive de explotar la fuerza de trabajo de la –otra- clase, la obrera. Con el transcurso del tiempo, aunado al surgimiento y desarrollo tecnológico que esa clase poderosa también controla, se apropiaron de la comunicación, e impusieron a través de un conjunto de especialistas al servicio de esa clase, una manera de entenderla. A esa manera de entender y vender la comunicación, le dieron un nuevo significado acorde a sus intereses, apropiándose ya no solamente del término, sino que apoyados en el trabajo de esos especialistas e investigadores se adueñaron de la categoría comunicación, y la aplicaron como una verdad. Si existe una Comunicación Popular –que además pretende ser una alternativa- es porque existe una forma dominante de concebir e imponer la comunicación. En la comunicación dominante el pueblo no existe, su cultura es desconocida, sus manifestaciones tradicionales tergiversadas, y la historia es presentada desde la óptica e intereses de la opresión. Los medios al servicio de las clases dominantes generalmente manipulan la información en función de sus beneficios económicos e ideológicos, niegan la pluralidad de puntos de vista e imponen sus criterios como verdades. En la Comunicación Popular el acento está colocado en los intereses de los sectores desposeídos. Ante el despojo que los sectores dominantes han hecho de la “comunicación”, apropiándose de los medios, del término, e imponiendo como modelo una práctica que niega la esencia dialógica y humana de la comunicación, parte del pueblo que ha sido invisibilizado por esta práctica, insurge con una propuesta que retoma el sentido verdadero de la comunicación. Un proceso que es inherente al ser humano, que alcanza su plenitud en el diálogo sostenido entre interlocutores que tienen
por principio el respeto. Diálogo que mínimamente se da entre A y B, pero que también puede ser multidireccional. Toda práctica comunicacional y educativa está orientada –conscientemente o nopor una concepción pedagógica, por una intencionalidad política. Esta sociedad excluyente está diseñada para que predomine un tipo de comunicación que coloca al emisor en primer lugar del proceso: emisor-mensaje-receptor. El emisor es dueño del saber, de las ideas, y por lo tanto del mensaje, que ordena, que dispone. El receptor un ser pasivo, que consume y acata ese mensaje. Ese modelo –impositivo y nada dialógicoha servido para domesticar a nuestro pueblo, y en la manufactura de esa alienante pasividad que hemos sufrido, la escuela –por medio de docentes que no favorecen procesos de comunicación ni espacios de intercambio educativo- actúa como una gran industria, como un lugar para fabricar seres indiferentes que –generalmente- obedecen órdenes sin atreverse a cuestionarlas. El propio ejercicio de hacer Comunicación Popular –al procurar orientar sus prácticas por el enfoque pedagógico que hace énfasis en los procesos- contribuye a desmontar el modelo que ha impuesto la comunicación dominante, y que se corresponde con la concepción bancaria de la educación. El modelo que ellos aplican, es idéntico al proceso que se hace en la información, no en la comunicación. Ricardo Noseda (citado en Kaplún 1998), nos dice, Información: <<…es cualquier trasmisión
unilateral de mensajes de un emisor a un receptor. >>. Un mensaje que va de A, hasta B, sin que B tenga lo posibilidad de intercambiar pareceres. Ese es el modelo que la dominación ha impuesto como comunicación, el que equivale a la concepción tradicional de la educación y que se grafica en: El (la) docente que “sabe”, que monopoliza la posibilidad de hablar, y que deposita conocimientos, a un estudiantado que escucha y repite lo que se le dicta (generalmente al momento de las evaluaciones, como demostración de haber “aprendido”). De ahí la estrecha relación entre educación y comunicación. Francisco Gutiérrez lo plantea así “…la educación es intercambio, es trans-formación, es com-unión, por lo que se da y por lo que se recibe. Es inter-acción, como también lo es la co-municación. Tanto en educación como en comunicación el que recibe y da (el que aprende, y se aprende tanto al dar como al recibir), cambia en la transformación que es implícita a ese proceso de interacción y comunicación. El aprendizaje, que
siempre es cambio, es la contraprueba que nos demuestra si nos estamos o no comunicando, es decir, si en la comunicación, nos estamos educando unos a otros. Esto supone, que aprende tanto el comunicador, al codificar la realidad, como el receptor al decodificar esa misma realidad comunicada. Educación y comunicación son un mismo y único proceso de co-participación, de coproducción, de co-entendimiento y co-munión” (Gutiérrez: s/a: 76)
Simón Rodríguez dijo “Todo aprendizaje es un interaprendizaje”, porque estamos en el mundo para “entreayudarnos” no para “entredestruirnos”, aprendemos compartiendo y reconociendo los saberes de cada cual. El viejo maestro estaba convencido de que el aprendizaje es continuo, que implica a todas y a todos los (as) que –desde cualquier rol- participamos en procesos educativos, entendidos como instancias propicias para la relación, la reciprocidad, la construcción, la comunicación. En los talleres referentes a la “Comunicación Popular” que he compartido en comunidades, concebidos como espacios de inter-aprendizaje, incluyo una discusión semántica del término comunicación, analizamos su acepción más antigua, y su relación con la palabra comunidad. Ambos vocablos derivan de la misma raíz: común. Lo común es lo que es de todos. La comunicación entonces es propia de todos los hombres y de todas las mujeres, pero con el paso del tiempo los dueños de las empresas comerciales de difusión fueron apropiándose del término y sobre todo de la categoría, categoría hasta hacernos creer que la comunicación les pertenece y que es un asunto exclusivo de periodistas y locutores profesionales. Mario Kaplún (1998) analiza lo que para él fue el principal motivo de ese desplazamiento de sentido: la aparición de los llamados “medios de comunicación social” “en un comienzo, cuando empezó su expansión, no se les llamaba así. Los norteamericanos —sus grandes propulsores— los denominaron simplemente mass media: medios masivos o de masas. Pero después, para legitimarse y afirmar su prestigio, ellos mismos comenzaron a llamarse «medios de comunicación social». Se apropiaron del término «comunicación». Y ahí probablemente nació el equívoco. La forma de operar de estos medios se convirtió en modelo referencial, en paradigma de comunicación. Para estudiarlos, se construyó toda una «teoría de la comunicación» que se centraba exclusivamente en la transmisión de señales y mensajes. Lo que ellos hacían — transmitir—: eso era la comunicación. Así, en lugar de partir de las relaciones humanas, fueron la técnica, la ingeniería, la electrónica —y las poderosas empresas propietarias de los medios— los que impulsaron la forma de concebir la comunicación…” (Kaplún, 1998:61,62)
Los auto-nombrados “medios de comunicación social” (que deberían llamarse corporaciones mediáticas, o empresas de difusión) forzaron una forma de entender la comunicación estrechamente ligada a sus intereses, a una manera que les garantizara apropiársela y controlarla, deslegitimándola de su esencia dialógica y humana. Un “modelo” en el que nada más hablan los que controlan esos medios. El profesor Antonio Pasquali (1978), (el mismo que hoy aboga por globovisión) cuando comulgaba con ideas libertarias, hizo aportes tan interesantes como la siguiente descripción: “debe comprenderse con toda claridad que por razones técnicas y de uso político-económico, muchos “medios de comunicación” modernos impiden de hecho una auténtica “acción recíproca entre agente y paciente”. Si el teléfono sólo resta al diálogo la presencia gestual del interlocutor y algo de la calidad acústica de los mensajes (siempre y cuando no esté bajo control), la Radio y la Televisión, en cambio, funcionan de hecho como diodos, esto es, como aquellos elementos electrónicos que sólo permiten el paso de los electrones en un solo sentido, y no a la inversa. Radio y TV son “interlocutores” en un “diálogo” espurio en que sólo habla quien controla los medios, a una masa de “interlocutores” mudos que sólo reciben mensajes, sin contrarréplica.” (Pasquali, 1978: 48)
Las reflexiones teóricas que en un momento dado un investigador puede plasmar, son producto de la lectura de una realidad en la que todos y todas participamos, y ayudamos a construir. Esos aportes no salen de la caja mágica de sus autores, no los inventan, tienen el mérito sí; de disponer de tiempo, de recursos, y de un desarrollo intelectual que desde una perspectiva ideológica, y apegado a la aplicación del método científico, posibilita traducir esas ideas que están en la realidad. Cuando cito a Pasquali, no estoy citando al que aparece ahora defendiendo los intereses de la comunicación burguesa, cito las ideas aun vigentes, que la realidad socio histórica que construimos todos y todas en aquel momento, le pronunció. Llevan su firma, si, pero la esencia liberadora de esas reflexiones nos pertenecen, y a ellas no debemos renunciar. Para continuar hilando esta disertación, considero preciso incorporar algunas definiciones de Comunicación, en ese sentido, el propio Antonio Pasquali (1978) nos dice: <<Comunicación es la relación comunitaria humana consistente en la
emisión/recepción de mensajes entre interlocutores en estado de total reciprocidad…>> Este concepto permite desmontar la falsa idea de que, por ejemplo, la televisión –sin incorporar en sus mensajes el sentir de las mayorías- sea un medio de comunicación. Ese cuestionamiento lo podemos hacer con mayor claridad si analizamos el concepto de
Pasquali junto a las siguientes reflexiones de Paulo Freire (1969) <<…sólo el diálogo
comunica. Y cuando los polos del diálogo se ligan así, con amor, esperanza y fe uno con el otro, se hacen críticos en la búsqueda de algo. Se crea, entonces, una relación de simpatía entre ambos. Sólo ahí hay comunicación. >> La televisión, la radio y los periódicos de la dominación no dialogan con nadie. Emiten informaciones, disparan puntos de vista, publicitan y difunden ideas de la misma manera que hacen con sus productos, generando falsas necesidades en los usuarios y usuarias. ¿Quién se sienta a hablar con un televisor? ¿Cuál es el amor, la fe y la esperanza que unen a los dueños de las empresas de difusión con la mayoría de los receptores? ¿Cómo hacernos críticos en la búsqueda de algo si tenemos intereses de clases dialécticamente opuestos? Parafraseo al proceso de comunicación propuesto por Kaplún La Comunicación Popular tiene objetivos radicalmente contrarios. Por eso Mario Kaplún nos enseñó que para propiciar un proceso de comunicación verdadero y eficaz se deben manejar varios componentes, entre ellos la prealimentación: un esfuerzo inicial por reflejar en el mensaje a los destinatarios del mismo, partiendo de sus necesidades, esperanzas y expectativas. De esa manera, antes de lograr que la comunidad se incorpore a la radio o al periódico -entendiendo además que no toda la comunidad va a producir programas, ni a escribir reportes- ya está incorporada al mensaje. Esto genera cercanía, identificación, sentido de pertenencia. Al comenzar por ahí, poniendo en primer lugar al receptor, también estamos cambiando el modelo de comunicación, pues partiendo del receptor que origina ese mensaje avanzamos hacia un real proceso de comunicación. Por desconocer o no valorar la prealimentación, entre otras razones, es que en muchas de nuestras emisoras comunitarias se hacen programas que no tienen que ver con el contexto de los (as) supuestos (as) destinatarios (as); pues la realidad que muestran es la misma que aparece en los medios privados, una realidad que no les dice nada sobre ellos (as). Basta un solo ejemplo para ilustrar esa situación: algunos programas deportivos que se realizan en las emisoras comunitarias no consideran las actividades de deporte y recreación que se generan en su propio ambiente. Frecuentemente escuchamos
programas que repiten las informaciones que ofrecen los medios privados sobre ciertas disciplinas del deporte profesional venezolano, de las ligas de fútbol profesional de España, Italia e Inglaterra, o sobre el béisbol y baloncesto de los Estados Unidos. El campeonato de fútbol sala que se celebra en el Barrio vecino, los juegos inter-escolares donde participan las sobrinas o nietos de los que hacen esos programas deportivos, las partidas de pelota de goma donde ellos mismos juegan, el torneo de chapita, y toda la infinidad de deporte comunitario es “desconocida” por estos productores que prefieren decir lo que ya está dicho. En nuestras comunidades, donde no hay una cancha deportiva se le inventa, cualquier terreno baldío es bueno para improvisar un campo de pelota, en ese escenario se produce un intercambio que tiene mucho que ver con los valores de la amistad, la solidaridad, el encuentro, la comunión, y, se produce también, mucha información que es insumo esencial para producir programas deportivos. No puede ser más importante –al menos desde el punto de vista de información y comunicación comunitaria- el contrato de no sé cuantos millones de dólares que consiguió el lanzador venezolano Johan Santana, con los Mets de Nueva York, que el desenvolvimiento del taller de recreadoras y recreadores comunitarios que organiza el Consejo Comunal de su localidad. Resulta fundamental entonces que la comunidad se reconozca en los mensajes que se le proponen, que los sientan suyos. Ese es un paso primordial para que comience a sentir correspondencia con la comunicación, para incentivarse a participar. Con esta propuesta no se les quita relevancia a los productores comunitarios. De asumirla ya no serán los emisores exclusivos de “sus” mensajes, ya no se tratará de decir únicamente lo que “yo” quiero, pero ganarán en audiencia, en credibilidad, y su responsabilidad al momento de elaborar los mensajes que saldrán en sus producciones, será mayor, pues trabajar con la palabra y aspiraciones de un colectivo, es un compromiso enorme. Otro de los componentes vitales de la Comunicación Popular es la empatía, cuestión que pasa por colocarnos en la posición del otro, por tratar de comprender a nuestros (as) interlocutores (as). Para lograr colocarnos en el sentir de los (as) demás, el primer paso que tenemos que dar es estar dispuestos a escuchar con absoluta apertura mental, así lo refiere Ezequiel Ander-Egg:
“La escucha activa es, en primer lugar, escuchar sin tamizar o seleccionar lo que el otro dice de acuerdo con su propia perspectiva o manera de pensar. Para ello hay que escuchar con la mayor apertura mental posible; saber ponerse en la perspectiva del otro y vivenciar lo que el otro dice y cómo lo dice (ser sensible a la tonalidad psicológica/afectiva del que habla). Hay que aprender a escuchar y a desarrollar la capacidad empática, ambas capacidades están ligadas y son inseparables. Ninguna puede ser plena sin la otra. En lo más profundo, la capacidad de escucha activa y de empatía, más que de técnicas, se trata de actitudes vitales frente a los otros, no sólo cuando se coordina un grupo, sino cuando se actúa cotidianamente en relación con los demás.” (Ander Egg: 2002:60)
Otro componente importante que debemos tener presente los comunicadores populares, es el uso de –al menos- dos dimensiones del lenguaje. lenguaje La cognitiva que tiene que ver con el saber, y la relacionada con la afectuosidad. A través del lenguaje expresamos ideas, conocimientos que van surgiendo de los mismos procesos que compartimos y procuramos hacer comunicar, pero si a ese saber le agregamos la dimensión afectiva, el pronunciarnos y relacionarnos con cariño, esos componentes harán más cercana y posible la comunicación. Un elemento cardinal es el que tiene que ver con el manejo de un código común con los (as) posibles destinatarios (as) de nuestros mensajes. Elemental utilizar un lenguaje entendible por todos y todas, no aprovechar el poder que supone estar frente a un micrófono, para exhibir un impresionante conocimiento verbal que no comunica. Me pareció interesante analizar los componentes del proceso de comunicación propuestos por Mario Kaplún: la prealimentación, la empatía, las dimensiones del lenguaje y el uso de un lenguaje común, desde el trabajo realizado por el cantor venezolano Alí Primera, en quien reconozco un extraordinario comunicador y educador popular. Me atrevo a afirmar que su gran habilidad para comunicar surgió de su disposición para comunicarse, que empieza por el desarrollo de su capacidad de escucha activa, por interpretar el sentir de un pueblo, por enterarse de lo que sucede en la vida cotidiana de la gente, y saberse parte de esa gente. Un cantor dialógico que hablaba con sus interlocutores, puesto tenía en sus labios las palabras de ellas y de ellos, ejercitando un tipo de comunicación que empieza por el destinatario del mensaje: receptor-emisormensaje-receptor. Otro elemento presente en el canto de Alí, es el uso de dos dimensiones del lenguaje, la –cognitiva- que tiene que ver con el saber y la relacionada con la afectuosidad. De la primera aprendimos entre muchas cosas: el amor por la patria
y la ecología, los personajes que luchan por la liberación de Nuestra América, la necesidad de luchar contra la explotación que padece nuestro pueblo. La segunda, aún subjetiva, está corroborada entre muchos otros y otras, por mi amigo Carlos “Charango” Figueroa; quien siempre habla de la ternura en la voz firme de Alí. Asevera “Charango”, que ese cariño expresado por el cantor en muchos pasajes de su obra, es un elemento que genera cercanía y querencia, en una expresión permanentemente abierta a la poesía, a la crítica, al humor punzante, a la belleza. Un componente más, de tanta relevancia como los anteriores, el desarrollo de una empatía natural. La Comunicación Popular, consciente de su intencionalidad educativa, asume un modelo pedagógico que pone el énfasis en el diálogo, en el respeto, en la empatía, en la disposición de escuchar y comprender al otro (a), ejercitando entonces un tipo de comunicación que empieza por el destinatario del mensaje: receptor-emisor-mensajereceptor, asumiendo el principio de que “La verdadera comunicación no empieza
hablando, sino escuchando. La principal condición del buen comunicador es saber escuchar” de Mario Kaplún (1998). Aspecto que –sin duda- guarda relación con el hecho de la facilitación, por ello, los (as) facilitadores (as) de procesos de aprendizaje sociocomunitarios, en gran medida ejercemos funciones de comunicadores y comunicadoras populares. La Comunicación Popular busca que todas y todos dialoguemos en absoluta correspondencia y corresponsabilidad social. En ese proceso aporta elementos que acompañan las iniciativas de formación que las comunidades asumen en sus búsquedas de encuentro y liberación. Es decir, que las propias experiencias de comunicación que las comunidades adelantan –en muchas ocasiones- se convierten en esfuerzos de una educación que, además de cooperar en el entendimiento de la realidad que los convoca, contribuye a transformarla. En ese accionar reconozco y propongo potenciar la función educativa de la comunicación, y planteo a los colectivos de comunicación comunitaria asumir esa responsabilidad desde la propuesta de la educomunicación. educomunicación
La Educomunicación.
En el actual proceso político que vivimos los venezolanos y las venezolanas, se abre una nueva etapa que tiene un sustento legal en el Reglamento de Radiodifusión Sonora y Televisión Abierta Comunitarias de Servicio Público sin fines de lucro, decretado por el presidente de la República en Noviembre de 2001. Lo cual propició mayores posibilidades y retos para los colectivos de comunicación comunitaria en radio y televisión. En ese contexto me ha tocado intentar aportar en el proceso de formación de productores (as) radiales comunitarios de aquellos medios que han participado en los diferentes talleres que he facilitado en el área metropolitana de Caracas, y en la visión de Comunicación Popular de productores (as) audiovisuales comunitarios (as) de Catia TVe (en sus primeros tiempos), y de los Consejos Populares de Comunicación (promovidos por Vive Tv durante el año 2009). A partir de las habilitaciones y concesiones asignadas por la Comisión Nacional de Telecomunicaciones (CONATEL) desde el año 2002, a muchas emisoras radiales comunitarias se les planteó el compromiso de cubrir la programación de sus estaciones con producciones elaboradas por los (as) vecinos (as) de las localidades donde funcionan sus medios. En distintas experiencias de comunicación alternativa, libre y comunitaria – así como en instituciones del estado-, surgió la necesidad de promover espacios de formación de productores (as) radiales, lo que a su vez sería un incentivo para emprender la democratización de estos medios, al impulsar procesos de comunicación popular. En esa experiencia, además de propiciar criticidad integral sobre la responsabilidad que implica producir programas radiales de índole comunitario, comunitario he acentuado la intención educativa de la producción radial en profundizar la dimensión expresiva que posibilita ese medio. Esto pasa por insistir en: que los (as) productores (as) conozcan los géneros radiales, que adapten sus propuestas al formato que mejor les corresponda de acuerdo a sus características y objetivos, que hagan uso consciente y creativo del lenguaje radiofónico, que utilicen un vocabulario acorde con los (as) destinatarios (as) de los mensajes que elaboran, que incorporen la empatía a sus actitudes, un manejo responsable de la información, una selección adecuada y organizada de los contenidos. Todo un conjunto de consideraciones que han de facilitar
que los (as) receptores (as) asimilen los mensajes, en tanto la mayoría de éstos, parten de ellos (as) mismos (as). A la vez que he facilitado el apropiarse de herramientas técnico-metodológicas para la producción radial con sentido comunitario, he intentado aportar en la construcción de un criterio que apunta a reconocer el trabajo realizado en el campo de la educomunicación. educomunicación Una propuesta que implica múltiples responsabilidades en el ejercicio de educomunicar, que no se limita al aprovechamiento de la radio, la televisión y las nuevas tecnologías para generar procesos comunicativos más democráticos y accesibles, sino que perfila su inquietud en generar criticidad en quienes decodifican un mensaje (así como en quien tiene la responsabilidad de codificarlo). Por ello la insistencia en ser cuidadosos en la elaboración de los mensajes a compartir, e igualmente, en estar atentos (as) a todos los aspectos que pueden envolver los mensajes que recibimos, vengan de donde vengan. Quien formula un mensaje, antes ha recibido miles, múltiples informaciones y estímulos que consciente e inconscientemente giran dentro de sí y que ocasionalmente pueden penetrar sus propias ideas, de allí la prudencia que se requiere para elaborar un mensaje. Uno de los principios de la Educomunicación está en evitar la reproducción de la ideología dominante, y además en contribuir a que la ciudadanía tenga elementos de análisis para desmontar la alienación e incitación al consumo que hacen las empresas de difusión, bien sea por radio, televisión, prensa escrita, cine, internet, vallas publicitarias y otros medios. “Si aspiramos a potenciar emisores creativos, comencemos por formar receptores críticos. Si bien a la inversa es igualmente válida. Tras esa etapa de desarrollo del sentido crítico, es preciso no quedarse allí, sino pasar a la acción, a la expresión de los propios participantes y la elaboración de mensajes alternativos asumida por ellos mismos.” (Kaplún, 2001: 212)
En esa práctica de contribuir en la formación de receptores críticos que -después de atender y procesar las expresiones de la comunidad- se convertirán en emisores, visualizo el accionar de las radios comunitarias en la educomunicación, tal como expresé antes; entendiendo la comunicación como elemento sustancial del proceso educativo liberador, y viceversa, es decir; que concibo y resalto la afinidad de ambos procesos como parte de un fenómeno con similares intencionalidades. Para profundizar el trabajo
de decodificación, resistencia, y ofensiva comunicacional realizado en -y por- nuestras emisoras y otros medios de la comunidad, los (as) productores (as) radiales comunitarios (as) junto a quienes dirigen esas emisoras, deben mantener un programa de formación constante que propicie la observación crítica de las transmisiones que se hacen desde los medios de cualquier signo y, muy particularmente, desde las corporaciones mediáticas. Según Ismar de Oliveira Soares (citado por Checa, 2007) la educomunicación es “…el conjunto de procesos formativos integrados por la educación para la recepción de los mensajes masivos; la educación para la comprensión, evaluación y revisión de procesos comunicacionales; y la capacitación para el uso democrático y participativo de los recursos comunicacionales en la escuela y por personas y grupos organizados de la sociedad.” (http://chasqui.comunica.org/chas-ed-58.htm).
En los espacios educativos que me ha correspondido facilitar en algunas comunidades e instituciones (Radio Rebelde de Catia, Radio San Diego, Las Brisas de Petare, El Amparo de Catia, El Cementerio, Suata en el estado Aragua, Camunare Rojo en el estado Yaracuy, Charallave estado Miranda, Fundacomún, Biblioteca Nacional, Vive TV, entre otras) en torno a los temas aquí presentados, el trabajo realizado en lo que entiendo como una aproximación a la educomunicación, ha sido muy básico. Un trabajo incipiente que ha quedado por profundizar. La dinámica, y las necesidades de formación –que expresa el hacer- de la mayoría de los medios comunitarios que conozco, permanecen en el terreno del manejo práctico del medio. Aún así, en el mismo desarrollo de los talleres contemplamos: análisis de comerciales de radio y televisión, de contenidos y formas de determinados programas, de enfoques de imágenes en prensa y televisión, de formas de titular en la prensa escrita, de la intención oculta en ciertos encuadres televisivos, de maneras de expresarse en radio y televisión, de particulares acentuaciones que en algunas palabras hacen los (as) locutores (as) en radio, o los (as) narradores de noticias en la televisión, de maneras de presentar hechos noticiosos. Todas esas actividades son propias de la educomunicación, aunque en medio de los encuentros de inter-aprendizaje no mencionemos el término. Los (as) participantes de los talleres espontáneamente traen a las sesiones de trabajo elementos que han encontrado entre semana, y que sirven para el análisis colectivo: artículos de periódicos, fotografías, anécdotas de sucesos que se presentan en
las comunidades, análisis de programas de radio y televisión que han escuchado o visto en esos días, recuerdos de situaciones vividas en otras épocas. Con estos ejercicios se afinan la vista y el oído, dándole un sentido crítico relevante a sus apreciaciones, tanto que en varias ocasiones hemos discutido sobre las consecuencias y el porqué en Venezuela existen empresas que concentran medios radiales, televisivos y de telefonía. Cuando el productor comunitario adquiere el hábito de realizar este tipo de ejercicios, el sentido crítico desarrollado estará presente en el trabajo que propone como educomunicador. Esto se logra, como en muchos otros oficios, por medio de la combinación de práctica y estudio, preferentemente de manera grupal. Se desarrolla así una actitud analítica ante los medios y se hace reflexivo de los procesos que envuelve la comunicación. Otro ejercicio de educomunicación que promuevo en el transcurso de los talleres es el relativo a los códigos y sus diferentes manifestaciones. Para estructurar un mensaje es necesario utilizar un código común a los destinatarios de ese mensaje, y este es un asunto que va más allá de hablar un mismo idioma, pues dentro de un mismo idioma existen códigos culturales que no todos (as) entendemos. Todo lenguaje tiene su código, Kaplún (1998) nos dice “Un código es un sistema
de signos y reglas que utilizamos para transmitir mensajes; un conjunto organizado de signos”. La música, por ejemplo, tiene un sistema de símbolos y pautas, todos (as) seguramente hemos visto una partitura llena de notas, pero quienes no manejamos ese código, no podemos actuar como decodificadores de los mensajes que contienen dichas partituras. Cada idioma en sí es un código, pero dentro de un mismo idioma existen otro tipo de códigos que no necesariamente entendemos todos (as) los (as) que hablamos ese idioma. En cada lenguaje, sea deportivo, político, jurídico o religioso, hay un conjunto de gestos y actitudes que forman parte de esos códigos, muchas veces no escritos o reconocidos como tal. Quienes somos ajenos a esos ámbitos, aunque compartamos el idioma, si no entendemos los códigos relacionados a gestos y actitudes, o los propios de la terminología particular, quedamos fuera de la comunicación.
Con frecuencia notamos un uso inadecuado de los códigos, lo que conlleva a que en cualquiera de los medios habituales, sean abundantes los casos en que se afecta la comunicación. Existen personas que por prejuicio, o como una forma de manifestar su poder ante otros (as), se resisten a emplear códigos que resulten comunes a los destinatarios de sus mensajes. Lo común también tiene que ver con las experiencias, con las cosas conocidas, vivenciadas por cada cual. Tendemos a procesar más y mejor las cosas que guardan relación con nuestro campo experiencial, en ese sentido, al momento de elaborar un mensaje es necesario partir de aquellas experiencias que a nuestros interlocutores (as) les resulten comunes, y puedan vincular su experiencia con una nueva información. Es una manera de relacionar el conocimiento que tienen, con un nuevo conocimiento, lo que le hará más fácil incorporar ese nuevo conocimiento. En este asunto de los códigos, y el hecho de emplearlos de manera adecuada si lo que procuramos es generar comunicación, es necesario insistir en tener cuidado con el tipo de lenguaje que se utiliza. Existe la llamada lengua culta, y la manera que tiene el pueblo de expresarse, la lengua popular, cada una con sus características. Entre ellas existen notables diferencias en las terminologías y en las formas de construir las oraciones, el habla popular es de naturaleza oral, y les son propios el cuento, la anécdota, la narración; en la lengua “culta” se aprecia una tendencia hacia la expresión escrita, en la que son frecuentes, las abstracciones, los conceptos, los discursos. Si lo que buscamos es hacer comunicación popular, parece claro cuál es el lenguaje que tenemos que ensayar. Estos elementos tienen que ver con los aspectos que considera la educación en el uso de los medios, la formación para una relación crítica y dialógica con los medios, la educomunicación. Como Coordinador por la región central del proyecto Consejos Populares de Comunicación, llevado a cabo a través de Vive Tv durante el año 2009, compartí en varias comunidades la promoción de dichas instancias organizativas. En esa experiencia, luego de haber facilitado el proceso inicial de formación, que duró –en algunos casos-
más de cinco meses e implicó en la mayoría de ellos: reuniones y asambleas, acompañamiento para la conformación del Consejo Popular de Comunicación (C.P.C.) y talleres sobre la Comunicación Popular y el Periódico Popular (este último facilitado por el amigo Ernesto Sánchez), los compañeros y compañeras, se dedicaron a la edición de sus respectivos periódicos. Por ejemplo, en el C.P.C. “Comandanta Jacinta” del Barrio Las Brisas de Petare, en el municipio Sucre del estado Miranda; después del mencionado proceso –y como continuación en una nueva fase del misno- se entregaron a la publicación del periódico de “De cara al río”. Con la intención de revisar algunos aspectos del periódico y del proceso de comunicación, después que estuvo en circulación el segundo número, propuse que nos volviéramos a encontrar los (as) integrantes del Consejo Popular de Comunicación (en el que lógicamente está el equipo que produce y edita el periódico) y quienes asumimos la facilitación del proceso. En el ejercicio compartido tuvimos como base de la discusión la acción desarrollada hasta ese momento por el órgano informativo del –aun insipienteC.P.C., reflexionamos y analizamos sobre cómo estaban entendiendo y aplicando diversos elementos de la comunicación, e incorporamos otros, que lógicamente suman en el impulso de profundizar el trabajo. Promover ese proceso continuo de acciónreflexión-acción, es materia de la educomunicación, sólo progresivamente se deben incorporar elementos a la práctica de los medios alternativos. La educomunicación debe ser pausada y constante, un eje transversal en el hacer de nuestros medios. En el mencionado caso del C.P.C. “Comandanta Jacinta” es de resaltar que aún cuando la comunidad de las Brisas de Petare tiene una larga historia de organización, para el momento en que iniciamos el proceso se encontraba en un estado de inacción que guardaba relación con la división interna de los integrantes del Consejo Comunal. A partir de las actividades del grupo que motivó la conformación del C.P.C., se inició –a cuentagotas- un período de motivación que contribuyó –poco a poco- al logro de espacios organizativos; en los que se involucraron jóvenes del sector, estudiantes de la Misión Cultura, activistas comunitarios, personas vinculadas laboralmente a instituciones del estado que funcionan en los alrededores de la comunidad; consiguiendo realizar actividades conjuntas que por la vía de los hechos y los resultados –y sin proponérselodesplazaron la figura del Consejo Comunal. De alguna manera el C.P.C. entendió que
su función no se limitaba a definir la línea editorial del periódico “De cara al río”, sino que para generar procesos de comunicación comunitaria es fundamental fortalecer los vínculos que nos unen a al lugar que pertenecemos, y que los problemas de la salud, las inquietudes de los jóvenes, los personajes del Barrio, son la fuerza que le da sustento a nuestras intenciones. Lamentablemente el proceso que con tanto esfuerzo alcanzamos animar en esa comunidad, fue abortado cuando otra institución del estado ambicionó acelerarlo para buscar beneficios político-partidistas, evidenciando además de irrespeto, un total desconocimiento del trabajo comunitario. Paradójicamente la mayoría de los integrantes de este –malogrado- C.P.C. son militantes del partido de gobierno. La conciencia político-social ni se decreta, ni se impone desde la comodidad –e intereses- de un ministerio. Se construye –y/o reafirma- en el análisis metódico y constante de la realidad, cuando los (as) sujetos (as) reconocen su necesidad y capacidad de transformarla.
Cuando participé en la experiencia de la Junta Interventora de Radio Rebelde en Catia, junto a las hermanas Rosaura y Laura Funes insistimos en convertir la emisora en un centro de animación sociocultural, entendiendo que lo comunicacional en un medio que pertenece a la comunidad no se limita a la emisión de mensajes, sino que ineludiblemente debe extender sus acciones a las necesidades culturales que demanda el contexto en que se desenvuelve. Un taller de elaboración de la cruz de mayo, un curso de cuatro, una presentación de teatro de títeres, un encuentro alrededor del sancocho popular, son espacios para propiciar la organización cultural de la comunidad, y son momentos dentro del proceso integral y continuo para el estudio de la comunicación. Según Agustín García Mantilla (2001) la educomunicación: “aspira a dotar a toda persona de las competencias expresivas imprescindibles para su normal desenvolvimiento comunicativo y para el desarrollo de su creatividad. Asimismo, ofrece los instrumentos para: comprender la producción social de comunicación, saber valorar cómo funcionan las estructuras de poder, cuáles son las técnicas y los elementos expresivos que los medios manejan y poder apreciar los mensajes con suficiente distanciamiento crítico, minimizando (http://didacticaeducomunicación. los riesgos de manipulación”. wordpress.com)
La educomunicación tiene que ver con educar para generar participación comunitaria en los procesos de comunicación, para entender y apropiarse colectivamente de la dinámica, la responsabilidad y las posibilidades de la comunicación, y es también educación a través de los diferentes medios que empleamos para comunicarnos. Por ello la importancia de formar educomunicadores (as) que manejen integralmente el oficio, en ese sentido avanza el trabajo que he realizado –y procuro continuar realizando- en la Comunicación Popular, en
la Producción Radial
Comunitaria y en cualquier espacio de Animación Sociocultural que comparta. Tal como
plantea
Roberto
Aparici
(2003),
quien
dice
que
la
formación
de
educomunicadores (as) no puede dejar de lado el desarrollo de competencias fundamentales como: “ser gestores de acciones comunicativas, organizadores de grupos, animadores, etc. Actividades que pueden tener cabida en la escuela, en asociaciones de vecinos así como en el ciberespacio. La actividad en la red suele convertirse en un juego, pero también puede ser un canal para desarrollar movimientos cooperativos y solidarios en el ciberespacio que sean algo más que un intercambio, un trueque o una ayuda para una duda puntual.” (http://www.uned.es/ntedu/asignatu/1_Roberto2.htm)
De esta manera los educomunicadores (as) se convierten en agentes para la organización social, en activadores de la Animación Sociocultural, en propulsores de la transformación del hecho comunicacional, como vía indispensable para seguir soñando una sociedad en justicia e igualdad. En los procesos de comunicación que llevan adelante muchas de nuestras comunidades, la educomunicación tiene que brindar pistas para que se profundicen esos trabajos, para que su conocimiento se expanda a otros (as) sujetos (as), siempre procurando adecuarse a la realidad de cada experiencia. La educomunicación no puede ser una disciplina exclusivamente para el disfrute y dominio de los (as) intelectuales de la comunicación, debe ser una herramienta teórico-práctica accesible a toda la ciudadanía.
Producción Radial Comunitaria
Desde niño me gustó escuchar radio, aprender canciones, e imitar las voces engoladas de los locutores. Ya de adulto, al vincularme a Radio “Fe y alegría”, me hice vocero popular y pude aprender a redactar noticias, y así, difundir radialmente parte del trabajo sociocultural que se hacía en Catia a principios de los años noventa. Empezando el nuevo siglo me relacioné a varias experiencias radiales, tanto institucionales como comunitarias: Radio Alternativa de Caracas, Radio Educativa (Ministerio de Educación), Radio Rebelde, Radio San Diego, Colectivo Radiofónico de Petare, entre otras. En esas relaciones –por medio de talleres y de la propia práctica- aprendí a elaborar libretos radiales, a musicalizar programas, técnicas básicas de locución; un conjunto de conocimientos que he ido ampliando al leer y vivenciar otras experiencias, ya sean escritas en libros, o cultivadas en las comunidades. Mantenerme en disposición de dialogar con la gente que de diversas maneras impulsa esas experiencias, me ha permitido ir organizando progresivamente los saberes –teórico-prácticos- logrados, en formato de taller educativo. Un taller de producción radial que pone su acento en el valor de lo comunitario, y está orientado por la comunicación popular. Ese recorrido de casi diez años, es el que posibilita que desarrolle las siguientes ideas… Entiendo y propongo como producción radiofónica, al conjunto de actividades intelectuales y creativas que realizamos para abordar y construir el mensaje a ser transmitido en un espacio radial, el mismo contempla desde pensar el tema del programa hasta la emisión del mismo. Es decir, que el concepto de producción está presente en todo el proceso. Producir tiene que ver con inventar, hacer, elaborar, trabajar, imaginar, crear, engendrar ¿y qué implica ese hacer, ese elaborar, y ese engendrar un programa de radio, siendo creativas, imaginativos, inventivas e inventadores? Una acción que envuelve investigación, respeto, ingenio, y constancia. Hacer radio supone mucho trabajo, investigar para compartir de manera creativa la información que conseguimos como resultado de esa investigación. La gente que escucha radio valora cuando encuentra en el dial una producción que los considera y
respeta. Respetar a la audiencia pasa por ser imaginativas e inventivos, por tomar en cuenta todos los elementos que hacen posible una producción, por no ser escasos en creatividad y ser muy responsables con la información. Es preciso asumir la condición de productoras y productores radiales comunitarios (as) en toda su dimensión. En ese sentido, si tenemos claros los objetivos y bien definidos los criterios de cada fase de ese proceso, estaremos en vía de lograr una producción interesante. Sobre los (as) productores (as) radiales comunitarios reposa, una partecita de la responsabilidad histórica -que tenemos todos los creadores populares- de derribar ese estigma -que la comunicación dominante ha impuesto- de que lo popular es de mal gusto y mal hecho. Nos corresponde también el doble compromiso de aprender haciendo, crear estilos propios mientras olvidamos los modismos y estereotipos de la radio comercial. El objetivo principal de las radios comunitarias es buscar la democratización de la palabra, el acceso a la comunicación de aquellos sectores que históricamente han sido silenciados por los medios privados, y, a la vez, generar procesos de educación popular que viabilicen el sueño de una sociedad en justicia e igualdad. Tal como dicen Curuchet, E., Girola, M., y Orcajo, O. (2006): “Las Radios Comunitarias se definen por su finalidad social y su programación altamente participativa. Estas emisoras tienen como misión democratizar la palabra para democratizar la sociedad. Las Radios Comunitarias se pueden caracterizar como empresas sociales no gubernamentales y no lucrativas.” (Curuchet, E., Girola, M., y Orcajo, O.2006:41)
Para contribuir en ese proceso de democratizar la comunicación es vital formarse. Valoro la formación como la búsqueda del necesario equilibrio entre los aprendizajes logrados en espacios convencionales –o no- junto a los que alcanzamos a través de la experiencia, y que complementan el entendimiento de una disciplina. En ese encuentro de saberes se da una simbiosis entre lo teórico, lo metodológico, y lo actitudinal, que debería ser característico de cualquier proceso de aprendizaje. Por ello, cuando trabajo en las comunidades dejo claro mi deseo de contribuir en sus procesos, de estimularlas y motivarlos para que continúen investigando y desarrollando la experiencia que les dará un conocimiento más cabal.
La Producción Radiofónica implica varias etapas de trabajo que procuraré sintetizar y definir operativamente en tres fases: El Proyecto, La Planeación y El Libreto (Guión ó Libre-guión). El proyecto de programa radial: radial Para pensar ese proyecto y que el mismo responda a criterios comunitarios, tener en cuenta lo establecido en el marco legal puede servir como elemento orientador, en ese sentido, el numeral 2 del artículo 26 correspondiente al Capítulo IV del Reglamento de Radiodifusión Sonora y Televisión Abierta Comunitarias, indica que la programación debe: “Garantizar la transmisión de programas de contenido educativo, cultural e informativo que beneficien el desarrollo de la comunidad, así como coadyuvar en la solución de la problemática de la comunidad. “
Así mismo el artículo 16 de la Ley de Responsabilidad Social en Radio y Televisión precisa que: “Los prestadores de servicios de radio y televisión comunitarios de servicio público, sin fines de lucro, deberán difundir entre otros: 1.- Mensajes dirigidos a contribuir con el desarrollo, la educación para la percepción crítica de los mensajes, el bienestar y la solución de problemas de la comunidad de la cual formen parte. 2.- Mensajes que promuevan la conservación, mantenimiento, preservación, sustentabilidad y equilibrio del ambiente en la comunidad de la cual formen parte. 3.- Programas que permitan la participación de la comunidad; a fin de hacer posible el ejercicio de su derecho a la comunicación libre y plural…”
Es el momento de hacer un ejercicio que considero fundamental: Diagnosticar la pertinencia de la realización de los programas, pensar y definir sus objetivos. Un objetivo general, con sus respectivos objetivos específicos. Precisar los objetivos que queremos lograr permitirá darle sentido y razón al programa, y marcará las acciones a seguir para cumplirlos. Ellos delimitan y establecen el alcance de cada propuesta, dejan claro el qué buscan (qué promuevo, de qué hablo y hasta dónde puedo hablar de eso), cómo y porqué lo hago (importancia de eso que ofrezco y de cuáles recursos me voy a valer para hacerlo).
Por no tener claro este punto, es que muchas veces oímos programas que resulta difícil descubrir a quién va dirigido, cuál es su intención, qué es lo que ofrece, si es de opinión o de entrevistas, si es para la tercera edad o para todo público. Son abundantes los programas que ofrecen una cosa y entregan otra, lo que significa una falta de respeto a la audiencia, que espera cachapa de maíz tierno y le dan vapor de chinchurrias. Ha sucedido que en un programa que se dice de música afrocaribeña, escuchamos a la cantante española Rocío Durcal interpretando una balada, porque al locutor se le ocurrió dedicársela a su tía que está de cumpleaños. O en un programa supuestamente infantil, terminan hablando de la reina de belleza venezolana que ganó el concurso Miss Universo ó del congestionamiento en la autopista Valle-Coche. No pensar en la importancia de proyectar un programa hace que sucedan cosas como esas, o como esta: En un taller compartido durante un mes de septiembre con un colectivo del oeste caraqueño, un participante, debido a la proximidad de la época decembrina, estaba muy entusiasmado en realizar un programa sobre el género musical gaita. Varios de los presentes le pedimos que revisara con calma su propuesta, el compañero insistió en que ya estaba decidido, puesto había pre-convenido algunas cuñas con varios comerciantes y que además, a él le gustaba mucho la gaita. De octubre a diciembre el productor disfrutó bastante su programa, según decía le estaba haciendo una seria competencia a las emisoras privadas puesto su estilo no tenía nada que envidiarle a los locutores comerciales, lo que le aseguraba una alta audiencia. A mediados de enero nos encontramos al susodicho productor todo contrariado puesto la finalización de la etapa navideña había acabado también con su programa, que qué podía hacer, que necesitaba mantener al aire su programa y las gaitas volverían a ser moda en unos nueve meses. ¿Por qué le pasó lo que le pasó? Entre varias razones por no escuchar, por no saber proyectar integralmente su programa y verlo en el tiempo. Elaborar un sencillo proyecto de programa radial, es la herramienta que va a orientar integralmente el avance de cada experiencia. Ese proyecto breve y sintetizado, lo vamos a resumir más en la sinopsis del programa, un instrumento que recoge la propuesta esencial de cada producción y que debería ser archivada por las coordinaciones de programación (o producción) de cada emisora. Esa sinopsis, permite
que la asamblea de productores y productoras junto al equipo coordinador de las emisoras, evalúe y le haga seguimiento a cada producción. La planeación del programa: Para iniciar la planeación es necesario tener definido el qué, para qué, cómo y para quién del proyecto que nos proponemos, luego podemos pasar a revisar y prever varios aspectos más concretos que –bien planteados- le darán singularidad y personalidad al programa radial. Empezamos por el título, por el nombre del programa, José Ignacio López Vigil nos dice que: “Los programas de radio, como las personas, salen a la luz pública con un nombre propio. Este nombre o título los identifica y marca su personalidad. Si el nombre es inapropiado, confundirá a la audiencia. Si el nombre carece de gracia, desgraciará al programa.” (www.radialistasapasionadosyapasionadas.com)
El nombre es tan importante como cualquier otro elemento, al momento de concebir el programa de una manera integral. Resulta clave para iniciar la proyección del espacio en la imaginación de la audiencia, pero no se logra estimular la imaginación de la gente con nombres sin chispa, no se puede enganchar a nadie con títulos colocados a la ligera, sin pensarlos debidamente, sin darnos el tiempo de madurarlos. Para lograr un título que insinúe autenticidad y sea atractivo en su identidad, se sugiere una combinación de creatividad y paciencia. José Ignacio López Vigil (2005) nos dice “La
primera originalidad de una emisora, su inmediata popularidad, se descubre revisando los nombres de sus programas”. Géneros y formatos radiales: La posibilidad expresiva de la radio se sostiene básicamente en la información (noticiarios, voceros populares, programas de opinión, encuestas, entrevistas), la dramatización (radioteatros, programas infantiles y narraciones varias) y la música. Sobre esos tres grandes géneros se arma y distribuye la programación de las emisoras estableciendo la pauta para los diferentes -y más específicos- géneros radiales. Los géneros se clasifican de acuerdo al propósito del emisor:
Género
Informativo Educativo Participativo Cultural De entretenimiento Religioso De movilización movilización social
En este cuadro aparecerán tantos géneros como objetivos se planteen los (as) productores (as), lo que posibilita a cada cual “crear” un género que se aproxime a sus búsquedas. De hecho, los géneros que aparecen en el cuadro –y tal vez los que podamos “crear”- no son excluyentes, o sea que un mismo programa puede tener un propósito cultural y ser participativo a la vez. Según el público al que se dirige el programa:
Género
Infantil Juvenil Femenino De tercera edad Campesino Urbano Sindical
Existen muchos y variados formatos radiales, cada cual con sus particularidades. A las productoras y a los productores radiales comunitarios les corresponde investigar, oír, conocer, los diferentes géneros y formatos para incentivar su conocimiento sobre el medio y para ver en cuál de ellos se adapta mejor la propuesta que se plantean. “Un formato es un producto completo. Tiene sentido por sí mismo. Aunque pequeño debe ser autónomo. Una cuña de pocos segundos es un formato en la medida que se explica sola, no depende de otros elementos para alcanzar su significado. Por el contrario, la presentación de un disco que hace el disc-jockey necesita de la canción que suena después. Y la canción, a su vez, se estructura en un programa musical. El formato, entonces, es ese programa musical, no la presentación del animador ni un disco suelto” (López, 2005: 22)
La entrevista es un producto completo, y también uno de los formatos más usados. Un formato que a veces es empleado en formatos más extensos como el
reportaje, o en la radio revista que –como buen híbrido- además de incorporar entrevistas, incluye música, comentarios, debates, noticieros, entre otros. El formato más adecuado es el que responde a la intencionalidad de la producción. “No todo molde sirve para comunicar cualquier mensaje. Para comprender ese paquetazo económico, ayudaría una mesa de debate y para enfrentar el prejuicio machista de que el varón se afemina si lava la ropa y los platos, resultaría más útil una batería de cuñas humorísticas. Para opinar sobre la privatización del seguro social, buscaré a un buen comentarista. Y para investigar sobre la corrupción del concejal, a un buen reportero. En cada caso hay que evaluar la mayor o menor oportunidad de un formato en función de los objetivos planteados en un programa. El formato es para el tema, no el tema para el formato” (López, 2005: 23)
La imagen del programa: La imagen de un programa está conformada por la presentación grabada, las identificaciones de los segmentos que integran ese programa, la cortina y el cierre. Forma parte de esa imagen las promociones sobre el mismo que se difunden cuando el programa no está al aire. Para la organización y distribución del tiempo de cada emisión es preciso considerar las cuñas, cortes, o promociones diversas que la emisora tiene pautadas en el transcurso de cada programa, particularmente aquellas que exige la Ley de Responsabilidad en Radio y Televisión en su artículo 4: “Los prestadores de servicios de radio se identificarán durante la difusión de su programación anunciando la frecuencia y el nombre comercial de la estación, por lo menos cada treinta minutos. (…) Los prestadores de radio y televisión comunitarios de servicio público sin fines de lucro, adicionalmente deberán anunciar su carácter comunitario.”
Sumar el tiempo de duración de los espacios mencionados, nos facilita calcular el espacio que disponemos para ordenar y precisar la extensión que abarcará cada segmento. Lógicamente este ejercicio también nos dará una idea de cómo manejar y distribuir el tiempo total del programa que estamos planeando. La presentación o identificación grabada de un programa, es lo que sale al aire inmediatamente después de la clasificación –también grabada- que hace la emisora de acuerdo a lo establecido en la Ley de Responsabilidad en Radio y Televisión, en el artículo 7 del Capítulo II referido a los tipos, bloques de horarios y clasificaciones de horarios. Para la confección de la presentación –así como para los demás elementos de la imagen- se requiere activar la sutileza creativa de todo ser humano, y así, conectados con esa creatividad; seleccionar la música que servirá de enganche –a los oídos de la
audiencia- y permitirá fluir un texto que debe delimitar el contenido del espacio de una manera sintetizada. No hay una norma para crear la presentación, no obstante, su función nos indica que esa condensación de palabras debe deslizarse sobre una música que no obstruya su entendimiento, para lograr eso es aconsejable que la parte hablada de la presentación, se haga encima de una melodía instrumental, o sobre un fragmento de un tema que no tenga parte cantada. En las experiencias vividas con algunas emisoras comunitarias de la zona metropolitana de Caracas, he observado una confusión conceptual y de uso de los recursos “música de fondo” y “cortina”. Como en el uso doméstico, la cortina musical sirve para separar un espacio de otro, en el lenguaje radiofónico nos sirve como punto y aparte. Si hemos terminado de desarrollar un tema y necesitamos pasar a otro, le indicamos al operador que haga aparecer brevemente la cortina en primer plano y que la desaparezca inmediatamente, como cuando con la mano apartamos una cortina y pasamos a otra habitación. Después que todos (locutoras, locutores y usuarios y usuarias) hemos pasado a ese otro escenario –gracias a la cortina- ya podemos empezar a comentar el otro tema. De esa forma la audiencia comprende que hay una transición grata y equilibrada entre un tema y otro, reconoce el punto y aparte que sonoramente le hemos colocado y se le hace más cómodo seguir la secuencia del programa. Otros elementos a considerar en la planeación del programa son los referidos a: 1) La conformación de equipos de trabajo radial, productores, libretistas, animadores y locutoras. En este caso se debe procurar que las voces armonicen entre sí, y que se adapten al género escogido. En la radio comunitaria no debería haber discriminación de voces, todas las voces deben ser permitidas, en lo que hay que tener cuidado es en la selección adecuada de voces. Cuando por ejemplo se trata de un programa infantil, el oído no recomienda voces gruesas ni semidormidas, o en un noticiario una voz muy aniñada. 2) Al archivo de materiales que todo equipo de producción debe tener para ayudarse en la construcción de sus creaciones. Discos, libros, revistas, entrevistas grabadas, casetes, son de gran utilidad en la producción. El libreto y el guión radiofónicos: Si bien estamos trabajando sobre un medio radiofónico y este llega a la audiencia a través de las ondas electromagnéticas, la sustancia
del mensaje reposa en papel. Ese papel o papeles escritos componen el libreto. A ese respecto Zavarce (1996) precisa: “Un libreto es la guía para armar, en el aire, un programa de radio. Da las entradas y el parlamento de los locutores; indica las cortinas, efectos y temas musicales que debe colocar así como el momento exacto de hacerlo; pauta las cuñas e indica si son grabadas o si hay que hacerlas en vivo y trae el texto de las mismas.” (Zavarce, 1996: 33)
En las experiencia que he compartido con las emisoras comunitarias he apreciado que en muchos casos no se usan ni el guión ni el libreto radial, y en varios de aquellos lugares que procuran usarlos; no diferencian entre uno y otro, ni entre las finalidades de cada cual. Gustavo Villamizar Durán (2005) hace un análisis que nos ayuda a entender donde puede estar la raíz de esa confusión, que en muchos casos conlleva a una mala práctica del ejercicio radial: “El guión radiofónico y el libreto son materiales de uso cotidiano en la radio de buena producción. En ellos se fijan los pasos de un programa radial pensado, proyectado y presentado conforme a las condiciones y exigencias del medio. Sin embargo, en lo últimos años se ha venido obviando su elaboración, no porque resulten innecesarios, sino por la permanente búsqueda de disminuir costos operativos. Con esta excusa se ha instaurado una radio mecánica, repetitiva y sin mayor atractivo. Además, se ha ingresado a la automatización a partir de una emisión exclusivamente musical matizada con tips y publicidad.” (Villamizar, 2005: 71)
Esa mala práctica que niega la producción radial al subestimar estas herramientas tan importantes como lo son el guión y el libreto radial, está matando a la radio. Un crimen con muchos autores y actoras que, en el caso de muchas emisoras comunitarias, contribuyen en dicha falta más por desconocimiento que por intencionalidad. Ya hemos precisado cual es la función y características del libreto, ahora nuevamente apoyado en Gustavo Villamizar, incorporo la función del guión: “El guión es un boceto general del programa cuya contribución se ubica básicamente en la organización de los contenidos dentro de un espacio radial. En el guión no aparecen detalles o parlamentos del programa, sino segmentos, apartes o secciones con sus respectivos tiempos. Su función consiste en ayudarnos a delinear un programa en términos generales y administrar el tiempo disponible, dejando a la condición profesional de los participantes los detalles de la emisión”. (Villamizar, 2005: 72)
Lo que Villamizar llama “condición profesional de los participantes”, es al resultado de un conjunto de habilidades y destrezas desarrolladas durante una prolongada práctica de locución y producción radial. Tiene que ver con la utilización combinada de varios elementos, me explico, el guión es un recurso que en ciertos formatos radiales –no en todos- permite usar esas pericias que da la experiencia: improvisar con profundidad y soltura, leer sólo lo necesario y sin que se sienta leído, dominar los tiempos y utilizar naturalmente el lenguaje de la radio, entre otros. Así tenemos que el uso del libreto es viable para unos géneros, y el guión para otros (advierto que hablo de experiencia, que ese profesionalismo se logra por vivirlo con pasión y respeto, no exclusivamente por el resultado de una formación universitaria que permite el acceso a medios radiales). Ese profesionalismo se desarrolla con mucho trabajo, con bastante práctica. Lo que propongo para la realidad de nuestras emisoras, es –inicialmente- trabajar con el libreto para cualquier formato, poco a poco y en la medida que la experiencia nos ayude a controlar los nervios, hacer una combinación que se puede llamar Libre-guión. Una mezcla de ambos instrumentos, hasta que cada productor o productora tenga seguridad y pueda manejarse con soltura ante los micrófonos. Advierto que esta propuesta mantiene la idea de profundizar en las investigaciones que debemos hacer para preparar nuestros mensajes, sólo que ya no serán únicamente leídos, sino expresados a partir de la comprensión que hemos hecho producto de repasar los trabajos previamente. Para todo esto, insisto, es adecuado tener preciso cual género radial vamos a trabajar, porque hay varios que exigen el uso del libreto, y todos, el manejo adecuado del lenguaje radiofónico, que para dominarlo exige mucha práctica y creatividad. Manejo responsable de la información: Para elaborar un libreto es fundamental investigar, de manera de no improvisar ni dar la impresión de estar adivinando. Esto tiene que ver con el sentido ético y con la responsabilidad que asumimos como educomunicadores. Son corrientes los casos que desdicen de una práctica radial apegada al respeto por la audiencia, por –mal- ejemplo: en una emisora oficial transmitían un programa de música popular y tradicional venezolana. Colocaron el tema “Cerecita” interpretado por Gualberto Ibarreto y al parecer quisieron desarrollar un comentario para conectarlo con el autor del tema, Luis Mariano Rivera. El locutor dijo algo más o
menos así “Cerecita, uno de los temas emblemáticos del cantor de Canchunchú, don
Luis Mariano Rivera, que hace ya… ¿dos años? ¿Tres? Creo que hace ya tres años y medio que falleció, por cierto que hubo mucho dolor y revuelo cuando lo fueron a enterrar a Cumaná…” Si a los productores ó al locutor del programa les pareció relevante decir cuántos años se cumplían del fallecimiento del viejo Mariano, simplemente tenían que investigarlo y no ponerse a tirar flechas en pleno programa, igualmente necesitaban informarse donde fue sepultado, para no decirle mentiras a la gente. Ejemplos, o más bien mal ejemplos como este, se escuchan todos los días en cualquier punto del dial, sea en Amplitud Modulada o en Frecuencia Modulada. El lenguaje radiofónico: Para redactar un libreto es esencial considerar algunas pautas, así como manejar adecuadamente el lenguaje radiofónico. Para lo primero nos apoyamos en los dos criterios propuestos por Zavarce (1996): 1.-Cada párrafo debe llevar una sola idea y nada más. Una idea se compone de un sujeto y un predicado. El sujeto es quien hace la acción; el predicado es lo que se dice de ese sujeto. Por lo tanto, cada oración debe contener sólo una acción. El usar frases u oraciones subordinadas hace aumentar la complejidad de la idea y por lo tanto que se pierda la ilación (…) Se deben eliminar los adjetivos. Calificar implica establecer un juicio de antemano, por lo tanto también significa que estamos dividiendo automáticamente al público entre los que están de acuerdo con la afirmación y los que se oponen a ella. Se supone que un comunicador que asume con responsabilidad su función en un medio necesita gozar de credibilidad y eso se logra cuando suma, no cuando divide. En lugar de adjetivos calificativos es preferible adicionar pruebas, datos, informaciones que respalden la idea central. De esta forma, al dar pruebas, el oyente puede sacar sus propias conclusiones, hacerlas suyas, digerirlas y, por lo tanto quedar satisfecho. Lo ideal es presentar diversas facetas del problema; los antecedentes; los hechos; y las posibles consecuencias… (Zavarce, 1996: 34,35)
Resulta entonces imprescindible adaptar las expresiones que usamos a toda la gente, si se nos escapa una palabra de esas que sólo comprenden los expertos, debemos aclarar inmediatamente su significado, igualmente si nos sucede eso con una sigla. No olvidemos que se rompe la comunicación cuando las y los radioescuchas no logran percibir una idea, ellas y ellos están escuchando radio, no un reproductor de casetes que pueden parar y devolver para precisar lo que no se digirió.
Es necesario escribir y hablar con frases cortas que sean entendidas por todas y todos. Hemos escuchado y leído en diversas fuentes que es preciso utilizar frases de un máximo de 16 palabras, entre punto y punto. Que si pretendemos mantener la correspondencia con las y los interlocutores, es preferible elaborar varias oraciones notoriamente despegadas, y no conservar escritos extensos que perturben la comprensión y seguimiento a la audiencia. Acerca del excesivo uso (y abuso) de los adjetivos calificativos podemos asegurar que es uno de los males que sufren casi todos nuestros medios (radio, prensa y televisión de cualquier signo y orientación). Permanentemente escuchamos o leemos descalificaciones que hacen periodistas, articulistas, opinadores, locutoras, entrevistadores y conductoras en una pobre batalla por demostrar quien ofende más a los de posiciones contrarias, pero –la mayoría de las veces- sin demostrar con argumentos y pruebas que esas acusaciones sean ciertas. Cualquier comunicador (a) que asume con responsabilidad su función en un medio necesita generar credibilidad, y eso se logra cuando suma, no cuando parte la audiencia entre los que están de acuerdo con sus epítetos, y los que no. Eso no quiere decir, de ninguna manera, que no tengamos posturas ante las cosas, que seamos infieles o indignos ante nuestros principios y para estar bien con todos nos vamos a dedicar a esconder la realidad. Lo que proponemos es ser respetuosos con toda la gente, asumir una comunicación tolerante, empática, y sobre todo responsable. No decir, como solemos escuchar en un programa televisivo que transmiten a altas horas de la noche (y que lamentablemente durante mucho tiempo fue “modelo” para muchos (as) productores (as) radiales comunitarios) “el candidato fulano de tal es un asqueroso ladrón que en su primera gestión como gobernador se robó la plata del pueblo”, sino investigar, conseguir y presentar pruebas que contribuyan a que la gente concluya por sí misma. No pretender que la gente porque –aparentemente- es seguidora del mismo partido que yo, va a asumir lo que digo como una verdad, y por ello va a repetirlo como loro. Invito a las productoras, y a los productores radiales comunitarios, a escudriñar más acerca de las posibilidades que ofrece el medio en que laboran. Aquí he presentado algunas consideraciones –de las tantas- que entiendo como relevantes en el esfuerzo de producir con ingenio, respeto, y conciencia de lo que se hace. El trabajo de educomunicar nos exige coherencia, así como mucho amor y creatividad para favorecer procesos de liberación. Con la puesta en práctica y con la reflexión conceptual de los
temas que aquí abordo, ni se resuelve instantáneamente la ausencia de participación, ni se encuentra la conciencia crítica para orientar una emisora, ni se solucionan repentinamente los vacíos que en materia de producción radial he observado –en la mayoría de - las estaciones comunitarias donde he compartido. Tampoco pretendo eso, en todo caso apunto a que la gente al revisar colectivamente su realidad se confronte con ella, se haga preguntas, se motive y se organice para desarrollar sus procesos. En ese transitar la comunidad avanza poco a poco en la consolidación de experiencias de comunicación popular.
Talleres de Comunicación Popular y Producción radial comunitaria en Catia.
Es necesario reiterar que con las reflexiones aquí expuestas, no pretendo imponer puntos de vista, ni extrapolar conclusiones al universo de experiencias que se producen en nuestro país en torno a la Comunicación Popular, La Educomunicación, y
la
Producción Radial Comunitaria, este esfuerzo constituye un humilde aporte en el desarrollo de una radio para la incesante búsqueda de redención. Porque como nos dice Francisco Gutiérrez: “La comunicación alternativa es dar "la palabra" a las mayorías desposeídas económica y culturalmente, para que puedan "pronunciar" su mundo y su realidad, supone un cambio estructural de contenido político de gran envergadura que debe ser visto como una verdadera revolución.” (GUTIÉRREZ Francisco, NUEVA SOCIEDAD NRO. 42 MAYO-JUNIO 1979, PP. 70-86)
Una radio hecha con el alma, con creatividad, con inmensos deseos de comunicarse. Una radio que fortalece su aprendizaje privilegiando el diálogo de saberes y la construcción colectiva. Comunicación para la vida, para la educación popular.
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