Akids aprende a leer

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Aprender a leer: primeras lecturas infantiles “A partir de los tres años los niños se interesan por las historias y los cuentos y pueden aprender a leer si reciben los estímulos apropiados. Pero lo más importante en este proceso es conseguir que aprecien la lectura, que descubran el placer de leer por voluntad propia”. Si tu hijo se siente obligado a leer, acabará por asociar la lectura a algo forzoso; así, si por haber logrado que lea a los cuatro años, el pequeño aborrece la lectura, no habrá resultado un gran aprendizaje, puesto que en el futuro siempre será para él una actividad tediosa que intentará esquivar. Por lo tanto, recuerda que lo más importante no es lo rápido que aprenda, sino que le guste leer.

¿A qué edad empiezan a leer los niños?

Aprender a leer: primeras lecturas infantiles Álvaro Saiz, Psicopedagogo y maestro de educación infantil

En el segundo ciclo de Educación Infantil –que en España abarca de los tres a los seis años– los niños se acercan significativamente a la lecto-escritura, y empiezan a interesarse por los cuentos y los libros, ya que encuentran agradable y motivadora esta nueva actividad. En algunos casos, incluso aprenden a leer a estas edades, aunque por lo general este aprendizaje no se imparte en las escuelas hasta la etapa de Educación Primaria (a partir de los seis años). El hecho de que un niño aprenda antes o después a leer depende de que reciba una correcta estimulación; si se trabaja con él adecuadamente podrá acelerar este proceso, es decir, podemos adelantar significativamente su aprendizaje si dedicamos tiempo a enseñarle. Con tres años ya puede ir entendiendo palabras escritas, y con cuatro puede leer si nos esforzamos para que lo consiga trabajando con diferentes procedimientos, como el método Doman


Lo más habitual, sin embargo, es que este aprendizaje siga unos pasos concretos, que como hemos explicado se pueden adelantar, pero que suelen ser el estándar de aprendizaje normal: Alrededor de los dos años ya muestran interés por los dibujos de los cuentos y por escuchar sus historias. A los tres años se observa en ellos un mayor interés por la literatura infantil, puesto que son capaces de captar el sentido y significado de las narraciones adaptadas a su corta edad. Además, el contacto continuado con los cuentos en la escuela les resulta estimulante. Con cuatro años ya han comenzado a trabajar la lecto-escritura en los centros educativos, y se evidencia su interés creciente por leer y entender ese “lenguaje adulto”. Con cinco años y con la estimulación adecuada, tanto en el colegio como en casa, los niños están plenamente capacitados para aprender a leer. Sin embargo, no debes preocuparte si a esta edad tu hijo todavía no lee, porque en su desarrollo final no se apreciará ninguna diferencia por haber aprendido a leer a los seis años en vez de a los cinco. ¿Qué aportan los cuentos a los niños? Al igual que ocurre con los adultos, a los niños las lecturas les aportan disfrute y entretenimiento, sobre todo porque suele ser una forma de contacto con sus iguales o con un adulto cercano, y se convierte en un momento de socialización para ellos. Por otro lado, los cuentos potencian la imaginación y la creatividad infantil, ya que narran una serie de historias que les permiten ampliar sus horizontes mentales y aprender a jugar con su propia fantasía. Además, en los cuentos se describen también sucesos de la vida real que le proporcionan un conocimiento más exacto de su entorno y le muestran una serie de pautas de actuación en diversas situaciones, lo que ayuda al desarrollo de la personalidad infantil.

A nivel del desarrollo del lenguaje, la lectura resulta muy útil para los niños, porque les permite ampliar su vocabulario y adquirir las estructuras gramaticales de la lengua. En lo que se refiere a la escritura, gracias a los cuentos aprecian dos rasgos necesarios para aprender a escribir: la linealidad y la direccionalidad. Las historias, al ser una sucesión de acciones, facilitan al pequeño la tarea de fortalecer su estructuración espacio-temporal porque aprende, a través de una tercera persona con la que muchas veces se identifica (el protagonista), que el transcurso de las actividades tiene una lógica secuencial. La memoria es uno de los aspectos que se trabajan con la lectura y que quizá pasa más desapercibido para los adultos, a los que les puede parecer algo relativamente insignificante. Sin embargo, la capacidad de recordar diferentes personajes e historias provoca un avance significativo en la memoria infantil, ya que así empiezan a crear sus primeros recuerdos.


¿Cómo deben ser las primeras lecturas infantiles? Un error habitual a la hora de elegir qué cuentos queremos que sean las primeras lecturas de nuestros hijos es optar por aquellos que nos dejaron un buen recuerdo en nuestra infancia, o aquellos que nos parecen más bonitos y entrañables, sin prestar atención a sus necesidades, intereses y características psicoevolutivas. Sin embargo, el cuento que es adecuado para un niño de tres años, no lo es para uno de cinco, y debemos también tener en cuenta si al destinatario del cuento le gustan los deportes, o si es un amante de los dinosaurios; por ello, las lecturas deben adaptarse siempre a las características y los gustos del pequeño si queremos fomentar en él el hábito de la lectura. Cuando acudimos a la sección infantil de una librería, podemos ver que los libros están clasificados por edades, lo que facilita la elección. Se puede comprobar así la evolución en el tipo de cuento con el que disfrutan los pequeños según su edad: Durante los dos primeros años de vida los cuentos son sólo otro juguete más, y no tienen ningún interés para el niño como lectura, sino que únicamente observará sus dibujos, o interaccionará con el libro si por ejemplo este contiene dispositivos sonoros. Este tipo de libros deben ser fáciles de manipular, con colores llamativos y llenos de dibujos sencillos. Además, es preferible que no sean de papel y sí de tela o cartón duro, puesto que aún no entienden que las cosas se rompen. A partir de los dos años, con el gran desarrollo lingüístico que experimenta a esta edad, ya comprenderá qué son los cuentos y, por tanto, podrás ofrecerle libros con historias sencillas, aunque todavía deban estar ilustradas con muchos dibujos. No importa que todavía no sepa leer, él puede ver los dibujos mientras tú le cuentas la historia. Según vaya evolucionando en la lectura o comprensión de las historias, podrás elegir cuentos con más texto, y los dibujos irán perdiendo importancia. No obstante, en toda la etapa de Educación Infantil y en el primer ciclo de Educación Primaria, la imagen prevalecerá sobre el texto, porque a estas edades los menores procesan mejor la información visual que la auditiva.

SAdemás de los cuentos, existen otros textos ideales para los niños, las fábulas, que resultan muy útiles por su brevedad y sencillez. Estas historias resultan adecuadas para inculcarles una serie de valores gracias a sus moralejas. Cómo evolucionan los cuentos para niños Los cuentos infantiles incrementan paulatinamente su dificultad, tanto en vocabulario y gramática como en la complejidad del argumento, a medida que sus destinatarios crecen. Así, el pequeño se inicia en la lectura con historias sencillas en las que hay muy pocos personajes, que generalmente aparecen en un momento dado y no suelen volver a la historia, salvo en el caso del protagonista del relato. Poco a poco, el número de personajes se amplía, y ganan mayor protagonismo con diversas apariciones, hasta que el niño alcanza el nivel adecuado para asimilar la existencia de varios personajes y es capaz de relacionar las diferentes situaciones que viven.


La continuidad temporal de las historias sirve al pequeño para interiorizar una serie de rutinas; de acuerdo con esta continuidad, la historia avanza y no se vuelve a hablar sobre algo que ya ha sucedido. Los argumentos también se van complicando progresivamente y se producen más saltos en el tiempo; así, mientras se narra un acontecimiento que sucede en el momento presente, se evoca un suceso ya pasado. Este proceso exige la capacidad de entender los saltos en el tiempo que se describen en el libro.

Después de leer un cuento se pueden realizar muchas actividades relacionadas con él. Por ejemplo, puedes comentar la historia con tus hijos, preguntarles su opinión sobre el argumento o la forma de comportarse de los diversos personajes, averiguar qué es lo que les ha gustado más, o incluso pedirles que aporten ideas para un final alternativo del cuento. Esto te ayudará a conocer mejor a tus retoños, y también descubrirás qué tipo de libros prefieren para así poder adquirirlos de acuerdo a sus intereses.

En cuanto a la temática, también debe haber una evolución para ajustarla a los gustos y necesidades de los pequeños lectores. Por eso, al principio es conveniente que manejen libros que refieran acciones habituales que ellos puedan realizar en su vida diaria, para después “vivir” historias imaginarias; finalmente, ambos tipos de argumentos se pueden mezclar en libros que traten temas específicos que les interesen

Una actividad relacionada con la lectura que suele resultar muy atractiva en el aula (y también se puede realizar en casa) son las dramatizaciones, para las que puedes utilizar un teatro de marionetas, o incluso interpretar junto a los niños los diversos personajes. Se trata de una forma sencilla de involucrar más a los pequeños en la historia que acaban de leer y ofrecerles un incentivo para que sigan leyendo.

Cómo fomentar la lectura en los niños Desde el momento en que todavía no es capaz de distinguir las letras hasta que aprende a leer se suceden una serie de progresos a los que debes estar atento para evitar que tu hijo se estanque en un momento del proceso. El hecho de ser capaces de descifrar el código escrito, algo que les hace sentirse mayores, les proporciona una motivación especial que debemos aprovechar para fomentar el hábito de la lectura en los niños y enseñarles a disfrutar con la experiencia. Tanto en el aula como en casa es necesario crear un clima cálido en torno a la lectura. Por ello, es importante acondicionar un espacio agradable para realizar esta actividad, una zona tranquila donde el pequeño no reciba estímulos ajenos a la lectura (como, por ejemplo, la televisión). Además, es adecuado que siempre haya un tiempo estipulado para leer, y no permitir que se convierta en una actividad improvisada, porque con esta actitud se puede transmitir el mensaje de que no es lo suficientemente importante.


Algunas historias son más propicias que otras para esta actividad, porque estimulan la imaginación de los menores y les hacen ponerse en el lugar de los protagonistas; por ejemplo, un relato sobre un caballero medieval hará que deseen actuar como tal, igual que si se trata de un futbolista, un detective, e incluso un superhéroe, aunque aquí ya entremos en el terreno de la fantasía total… Es importante, pues, que dediques tiempo a jugar con él aprovechando el tema de la historia para que sienta que lo que lee tiene una repercusión positiva en su entorno, y así facilitar que sienta el placer de la lectura. Por último, no debemos olvidar nunca la importancia que tenemos como modelo y fuente de estímulos para nuestros hijos, porque ellos imitarán nuestra forma de actuar y nuestro comportamiento. Si mostramos desinterés y desapego por la lectura, el mensaje que transmitimos es que no es importante y, por tanto, los niños no se esforzarán por aprender a leer y mejorar. Leer a los niños pequeños favorece a mejorar su capacidad de lectura Leer cuentos a los bebés desde que nacen favorece el aprendizaje y la creación de conexiones en el cerebro que promueven el desarrollo del lenguaje y, ahora, un nuevo estudio ha revelado que leer a los niños durante la etapa preescolar también moldea su actividad cerebral y mejora su habilidad de lectura temprana. Se observó una significativa asociación entre la exposición a la lectura en el hogar y la activación de zonas específicas del cerebro claves en el desarrollo del lenguaje oral y la capacidad de lectura

Los investigadores estudiaron a 19 preescolares con edades comprendidas entre los tres y los cinco años, evaluando mediante un cuestionario que cumplimentaron sus padres o cuidadores la estimulación cognitiva que recibían en casa. Se comprobó si los progenitores leían a los pequeños, con qué frecuencia lo hacían, y de qué tipo de libros se trataba, además de la interacción entre padres e hijos, y si estos enseñaban a los niños ciertas habilidades como contar. Se midió la actividad cerebral de los niños mediante imágenes por resonancia magnética mientras escuchaban historias adecuadas a su edad, y los resultados demostraron que existía una significativa asociación entre la exposición a la lectura en el hogar y la activación de zonas específicas del cerebro que intervienen en el procesamiento semántico (comprensión del


significado del lenguaje), y que son claves en el desarrollo del lenguaje oral y la capacidad de lectura. Como ha explicado John Hutton, del Cincinnati Children’s Hospital Medical Center (EE.UU.), y uno de los autores del trabajo, las áreas del cerebro que apoyan las imágenes mentales y ayudan al niño a ver la historia son especialmente importantes para entienda la narración y se prepare para la lectura, sobre todo cuando los libros con dibujos dejan paso a libros que solo tienen texto y en los que el pequeño debe imaginar lo que está sucediendo.

Álvaro Saiz Psicopedagogo y maestro de educación infantil “Enseñar es un ejercicio de inmortalidad. De alguna forma seguimos viviendo en aquellos cuyos ojos aprendieron a ver el mundo a través de la magia de nuestra palabra. Así, el profesor no muere nunca…”

ProEdit P R OY E CC I O N E D I TO R I A L

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