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Rayuela
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Cartas del editor
Colón: “El Mito”
DIRECTORIO Noé Farrera Morales
DIRECTOR GENERAL PÉNDULO DE CHIAPAS
Noé Juan Farrera Garzón DIRECTOR EDITORIAL PÉNDULO DE CHIAPAS
Ángel Yuing Sánchez
COORDINADOR Y EDITOR RAYUELA
Misael Palma, César Trujillo, Ornán Gómez, Marcelino Champo, Pascual Yuing, Chary Gumeta, Gely Pacheco, Gamaliel Sánchez Salinas, Juan Carlos Recinos. CONSEJO EDITORIAL
Paolo Renato López
EDITOR FOTOGRÁFICO
Inocencio Hernández - Enrique Ríos Aguilar DISEÑO EDITORIAL
Javier Ríos Jonapá
PRODUCCIÓN E IMPRESIÓN
LEGALES Rayuela, suplemento de arte, literatura y sociedad del periódico Péndulo de Chiapas, No. 186. Año III, sábado 13 de octubre de 2012. Impreso en 13 Poniente Norte Núm. 639, colonia Magueyito. Código Postal 29000, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México. Teléfono (961) 61 24529. Se prohíbe la reproducción total o parcial de los contenidos sin el consentimiento expreso de sus autores. La redacción no responde por originales no solicitados. Los contenidos, así como parte de los títulos y subtítulos son responsabilidad exclusiva de quien los firma y no representan necesariamente el punto de vista del periódico Péndulo de Chiapas. Correspondencia: angelyuing@hotmail.com
186 SÁBADO 13 DE OCTUBRE DE 2012. AÑO III.
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e cumplieron 520 años de la llegada de Cristóbal Colón a tierras americanas. Léase con atención: 520 años de su llegada mas no de su descubrimiento, esa es otra historia. Parafraseando al historiador Manuel Taibo, no puede hablarse del “descubrimiento” de América, en singular, sino que hay que hablar de los “descubrimientos” de América, aunque el de Colón fuese el definitivo. Si no se acepta la tesis poligenista, hoy completamente desacreditada, que pretendía la pluralidad de orígenes de la especie humana, y si se niega del mismo modo el origen americano de la humanidad, tesis sostenida por algunos americanistas, pero que no ha resistido la más pequeña crítica, hay que deducir forzosamente que el primer descubrimiento de América tuvo lugar con la llegada de las primeras poblaciones al Nuevo Continente. Estos “descubridores” del Nuevo Mundo debieron arribar durante el cuarto Período Glaciar, es decir, hace unos quince o veinte mil años, y todos los historiadores, etnógrafos y antropólogos están de acuerdo en que su llegada debió de realizarse a través del entonces istmo de Bering o del actual arco de las Aleutianas, en aquel tiempo también puente continental. Pero hoy se admite la posibilidad de que otros des-
cubridores llegaran por el Pacifico a las costas occidentales de América del Sur, contribuyendo así al poblamiento del Nuevo Mundo. El segundo “descubrimiento” de América tuvo lugar a finales del siglo X, unos quinientos años antes de que Cristóbal Colón encaminara sus carabelas hacia las islas de las Antillas. Fue un vikingo, Erik Torvaldsson, llamado el Rojo, el primer europeo que avistaba una tierra americana, la costa sudoeste de Groenlandia, en el año 981. Erik estableció su residencia en la “Isla verde”, como la llamó quizá irónicamente o acaso para atraer colonos, con sus cuatro hijos y con sus compañeros de expedición. Manuel Taibo nos dice que Colón era excesivamente farsante, codicioso y manipulador -así lo demuestra hasta la saciedad la historia ignorada por la mayoría- como para que sus compañeros y coetáneos, al igual que muchos historiadores, rindan tributo a su memoria. En la historia, sin embargo, al igual que en los vacíos de poder que llenan los dictadores, hay que rellenar con mitos y falsedades ciertas circunstancias para darle color y coherencia al pasado. Pero ni América fue descubierta el 12 de octubre de 1492..., ni Cristóbal Colón fue el autor de esa epopeya. Qué manera de blasfemar ante la santa historia.
12 de Octubre (Fragmento)
Eduardo Galeano
¿Cristóbal Colón descubrió América en 1492? ¿O antes que él la descubrieron los vikingos? ¿Y antes que los vikingos? Los que allí vivían, ¿no existían? Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio, desde una cumbre de Panamá, los dos océanos. Los que allí vivían, ¿eran ciegos? ¿Quiénes pusieron sus primeros nombres al maíz y a la papa y al tomate y al chocolate y a las montañas y a los ríos de América? ¿Hernán Cortés, Francisco Pizarro? Los que allí vivían, ¿eran mudos? Nos han dicho, y nos siguen diciendo, que los peregrinos del Mayflower fueron a poblar América. ¿América estaba vacía? Como Colón no entendía lo que decían, creyó que no sabían hablar. Como andaban desnudos, eran mansos y daban todo a cambio de nada, creyó que no eran gentes de razón. Y como estaba seguro de haber entrado al Oriente por la puerta de atrás, creyó que eran indios de la India.
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Mo Yan, el nobel y la forma literaria del “no hables” LETICIA SÁNCHEZ
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l escritor chino Mo Yan fue ha sido designado por la Academia Sueca ganador del Premio Nobel de Literatura 2012. La razón para otorgarle este reconocimiento es que con su “realismo alucinatorio”, uno de los principales escritores chinos vivos une en su obra el cuento, la historia y lo contemporáneo. La mezcla de fantasía y de realidad, de perspectiva histórica y social, ha originado un mundo literario de gran complejidad que la Academia Sueca compara con el de narradores de gran fuste, como Gabriel García Márquez y William Faulkner, “y lo ha hecho partiendo de la tradición literaria china y de la cultura narrativa popular, sin olvidar la crítica social”, dice el fallo sobre Mo Yan, que en realidad se llama Guan Moye, pero adoptó su seudónimo (“No hables”, en mandarín) en su primera novela. Mo Yan, Nobel se llama en realidad Guan Moye, pero adoptó su seudónimo (“No hables”, en mandarín) en su primera novela. Mo, que se hizo adulto durante la Revolución Cultural china, cuando el afán intelectual se convirtió en algo sospechoso, explica que eligió su
seudónimo porque tenía fama de ser directo al hablar y quería recordarse a sí mismo que no debía decir demasiado. Otros, como el también escritor chino Ma Jian, le critican precisamente por no defender a otros autores o intelectuales que se han visto perseguidos. Pero sí es cierto que goza de enorme fama en su país, además de ser uno de los autores chinos más conocidos y traducidos, también lo es que en ocasiones ha sido víctima de la censura. A raíz de su novela “Fengru feitun” (“Pechos grandes y caderas amplias”), de 1995, que causó polémica en China por su contenido sexual, el Ejército chino le forzó a escribir una autocrítica y Mo tuvo que retirar su obra de la circulación. El flamante premio Nobel asegura que nunca se preocupa de la censura cuando decide los argumentos de sus novelas. “Siempre hay ciertas restricciones a la escritura en cada país”, declaraba en 2010 a la revista Time, antes de agregar que esos límites podían representar en realidad una ventaja al forzar al autor a “ceñirse a la estética de la literatura”.
En su caso, Mo opta por recrear un mundo rural -el de Gaomi, la localidad en la provincia de Shangdong que le vio nacer- anclado en el tiempo y salpicado de más de un toque del realismo mágico que popularizó Gabriel García Márquez, el humanismo de William Faulkner o la sátira de Lu Xun (el padre de la literatura moderna china), algunas de sus grandes influencias. Versátil y prolífico -escribió su novela “Shensi pilao” (“La vida y la muerte me están desgastando”) en solo 43 días-, su registro alcanza desde la novela romántica histórica (“Sorgo Rojo”) a la sátira de “Pechos Grandes y Amplias Caderas”. Nacido en 1955 en una familia de granjeros, abandonó los estudios en quinto grado debido a la Revolución Cultural. Tras trabajar en el campo y después en una fábrica durante sus años de adolescencia y primera juventud, en 1976 se enroló en el Ejército chino. Comenzó a escribir cuentos en 1981 y en 1984 se matriculó en la Academia de Arte del Ejército. Un año después de graduarse, en 1987, publicó “Sorgo Rojo”, que le lanzó a la fama. Dos años
más tarde vendría “Tiantang suantai zhi ge” (“Las baladas del ajo”). La que él considera su obra más conseguida, “Pechos Grandes y Amplias Caderas”, se publicaría en 1995. Dos años más tarde abandonó las Fuerzas Armadas y comenzó a trabajar como editor de periódico, aunque ha seguido escribiendo novelas, como “Tanxiang xing” (“La tortura del sándalo”, 2001) o “Wa” (“Rana”), de 2009. En los últimos días se habían sucedido en China los rumores sobre la posibilidad del galardón, el primer Nobel a un escritor chino radicado en su país, ya que Gao Xijian lo obtuvo en 2000 pero entonces residía en Francia y tenía nacionalidad francesa. Seguidor del consejo que se dio a sí mismo al elegir su seudónimo, Mo ha optado por el silencio estos días. En ocasiones anteriores ya había advertido que no diría nada en un caso así. “Una vez que dijera algo, me atacarían, como muchos han criticado a los escritores chinos por la ansiedad en torno al Nobel”.
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Dan-Auta
José Ortega y Gasset
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REPRODUCCIÓN de un retrato de José Ortega y Gasset por Joaquín Sorolla.
na vez, hace mucho tiempo, en un tiempo que está en la espalda del tiempo, se casó un hombre con una mujer. Solos se fueron al bosque, cultivaron la tierra y se hicieron cuanto necesitaban. Tuvieron una hija que llamaron Sarra. Pasaron soles y soles, y cuando Sarra era ya moza, tuvieron otro hijo, tan pequeño, que le llamaron Dan-Auta. Poco después el padre enfermó. “Me muero” -se dijo el padre, y llamó a Sarra-; “Me muero” -le dijo el padre-. “Dan-Auta queda junto a ti. No le abandones y, sobre todo, cuida de que Dan-Auta no llore nunca”. El padre dijo esto y se murió. Poco después la madre enfermó. “Me muero” -se dijo la madre, y llamó a Sarra-: “Me muero” -dijo a Sarra la madre-. “Dan-Auta queda junto a ti. No le abandones y, sobre todo, cuida de que Dan-Auta no llore jamás”. La madre dijo esto y se murió. Permanecieron solos en el bosque Sarra y Dan-Auta. Pero les quedaba un granero lleno de harina del árbol del pan, y un granero lleno de habichuelas, y un granero lleno de sargo. Sarra dijo: “Con esto tendremos bastante para alimentarnos hasta que Dan-Auta sea hombre y pueda cultivar la tierra”. Sarra se puso a moler maíz para hacer comida. Cuando
tuvo la harina delgada, la puso en una calabaza y la llevó a la choza para cocerla. Luego salió a buscar leña, dejando solo a Dan-Auta que, menudillo, se arrastraba por el suelo y apenas podía tenerse sobre los pies. Dan-Auta se aburría, y acercándose a la calabaza, la volcó; luego tomó ceniza del hogar y la mezcló con el maíz. Cuando Sarra volvió, al ver lo que DanAuta había hecho, exclamó: “¡Ay, Dan-Auta mío! ¿Qué has hecho? ¿Has tirado la harina que íbamos a comer? Dan-Auta comenzó a sollozar. Pero Sarra dijo en seguida: “¡No llores, no llores, Dan-Auta! Tu Baba (padre) y tu Inna (madre) dijeron que no llorases nunca”. Sarra volvió a salir y DanAuta a aburrirse. En el hogar llameaba un tizón. Dan-Auta lo tomó, y, arrastrándose fuera de la choza, puso fuego al granero de maíz, y al granero de harina del árbol del pan, y al granero de habichuelas, y al granero de sargo. En esto llegó Sarra, y, viendo todas las despensas consumidas por el fuego, gritó: “¡Ay, Dan-Auta mío! ¿Qué has hecho? ¿Has quemado todo lo que teníamos para comer? ¿Cómo viviremos ahora?” Dan-Auta, al oírla, comenzó a sollozar; pero Sarra se apresuró a decirle: “¡Dan Auta mío, no llores! Tu padre y tu madre me dijeron que no llorases nunca. Has quemado cuanto teníamos;
pero ven, ya buscaremos qué comer”. Sarra colocó a Dan-Auta en su espalda y, sujetándolo con su vestido, echó a andar por el bosque. Sarra encontró un camino y por él caminó hasta llegar a una ciudad. Acertó a pasar por el barrio del rey. La primer mujer del rey los recibió y se quedaron a vivir con ella. Cada día les daba de comer. Sarra llevaba siempre a DanAuta atado a su espalda. Las otras mujeres le decían: “Sarra, ¿por qué llevas siempre a DanAuta sobre tu espalda? ¿Por qué no le pones en el suelo y le dejas jugar como los otros chicos?” Y Sarra respondía: “Dejadme hacer mi hacer. El padre y la madre de Dan-Auta han dicho que no llorase nunca. Mientras lleve a Dan-Auta sobre mí, no llorará. Tengo que cuidar de que DanAuta no llore”. Un día dijo Dan-Auta: “Sarra, yo quiero jugar con el hijo del rey”. Sarra entonces lo puso en tierra, y Dan-Auta jugó con el hijo del rey. Sarra tomó un cántaro y salió por agua. En tanto, el hijo del rey cogió un palo y Dan-Auta cogió otro palo. Ambos jugaron con los palos. El hijo del rey y Dan-Auta se pusieron a darse de palos. Dan-Auta, de un palo, le sacó un ojo al hijo del rey, y el hijo del rey quedó tendido. En esto Sarra llegó. Vio que Dan-Auta había sacado un ojo
al hijo del rey. Nadie estaba presente. El hijo del rey comenzó a gritar. Sarra dejó el cántaro y tomando a Dan-Auta, salió de la casa, salió del barrio del rey, salió de la ciudad todo lo de prisa que pudo. Nadie estaba presente cuando Dan-Auta sacó el ojo al hijo del rey: pero el niño gritó. El rey, al oírlo, preguntó: “¿Por qué llora mi hijo?” Sus mujeres fueron a ver lo que ocurría, y al notar la desgracia, comenzaron a gritar. Oyó el rey los gritos de sus cuarenta mujeres y acudió presuroso. “¿Qué es esto? ¿Quién ha hecho esto?” -preguntó el rey-. Y el hijo del rey repuso: “Dan-Auta”. “¡Salid! -dijo entonces a sus guardianes-. ¡Id por toda la ciudad! ¡Buscad por toda la ciudad a Sarra y Dan-Auta!” Los guardias salieron y miraron casa por casa, pero en ninguna hallaron lo que buscaban. En vista de ello, el rey llamó a sus gentes; llamó a todos sus soldados, llamó a los de a pie y a los de a caballo, y les dijo: “Sarra y DanAuta han huido de la ciudad. Busquémoslos en el bosque. Yo mismo iré con los de a caballo para buscar a Sarra y Dan-Auta. Dos días seguidos había corrido Sarra con Dan-Auta al lomo. Al cabo de ellos no podía más y justamente entonces oyó que el rey y sus caballeros llegaban en su busca. Había allí un árbol muy grande, y Sarra dijo:
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“Subiré al árbol y así podré ocultarme entre las hojas con Dan-Auta”. Subió, en efecto, al árbol, con Dan-Auta a su espalda, y se ocultó en la tupida fronda. Poco después llegaba junto al árbol el rey con los caballeros. “He cabalgado dos días -dijo- y estoy cansado; poned mi silla de cañas bajo el árbol, que quiero descansar”. Así lo hicieron sus hombres, y el rey se tendió en su silla, bajo la rama donde Sarra y Dan-Auta reposaban. Dan-Auta se aburría, pero vio al rey allá abajo, y dijo a Sarra: “¡Sarra!” Sarra dijo: “¡Calla, Dan Auta, calla!” DanAuta comenzó a sollozar. Sarra se apresuró a decirle: “¡No llores, Dan-Auta, no llores! Tu padre y tu madre me dijeron que no llorases nunca. Di lo que quieras”. Dan-Auta dijo “Sarra, quiero hacer pis. Quiero hacer pis encima de la cabeza del rey”. Sarra exclamó: “¡Ay, Dan-Auta, nos matarán si haces eso; pero no llores y haz lo que quieras!” El rey miró entonces a la pompa del árbol. Vio a Sarra, vio a Dan-Auta, y gritó: “Traed hachas y echemos abajo el árbol”. Sus gentes corrieron y trajeron hachas. Comenzaron a batir el árbol. El árbol tembló. Luego dieron golpes más profundos en el tronco. El árbol vaciló. Luego llegaron a la mitad del tronco y el árbol empezó a inclinarse. Sarra dijo: “Ahora nos prenderán y nos matarán”. Un gran churua -un gavilán gigante- voló entonces sobre el bosque, y vino a pasar cerca del árbol donde Sarra y Dan-Auta reposaban. Sarra vio al churua. El árbol se inclinaba, se inclinaba. Sarra dijo al churua: “!Churua mío! Las gentes del rey van a matarnos, a Dan-Auta y a mí, si tú no nos salvas”. Oyó el churua a Sarra y acercándose puso a Sarra y a Dan-Auta sobre su espalda. El árbol cayó y el pájaro voló con Sarra y Dan-Auta. Voló muy alto sobre el bosque, siguió volando hacia arriba, siempre hacia arriba. Dan-Auta miraba al pájaro; vio que movía la cola como un timón, y se entretuvo observándola bien. Pero luego Dan-Auta se aburría, y dijo: “!Sarra!” Sarra repuso: “¿Qué más quieres, Dan-Auta?” Y como Dan-Auta sollozase, añadió: “No llores, no llores, que padre y madre dijeron que no lloraras. Di lo que quieres”. Dan-Auta dijo: “Quiero meter el dedo en el agujero que el pájaro lleva bajo la cola”. Dijo Sarra: “Si haces eso, el pájaro nos dejará caer y moriremos; pero no llores, no llores, y haz lo que quieras”.
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Dan-Auta introdujo su dedo donde había dicho. El pájaro cerró las alas. Sarra y Dan-Auta cayeron, cayeron de lo alto. Cuando Sarra y DanAuta estaban ya cerca de la tierra, comenzó a soplar un gran gugua, un torbellino. Sarra lo vio y dijo: “¡Gugua mío! Vamos a caer en seguida contra la tierra, y moriremos si tú no nos salvas”. El gugua llegó, arrebató a Sarra y Dan-Auta, y transportándolos a larga distancia, los puso suavemente en el suelo. Era aquel sitio un bosque de una comarca lejana. Sarra avanzó por el bosque con Dan-Auta y encontró un camino. Caminando el camino llegaron a una gran ciudad, a una ciudad más grande que todas las ciudades. Un fuerte y alto muro la rodeaba. En el muro había una gran puerta de hierro que era cerrada todas las noches, porque todas las noches, apenas moría la ciudad, aparecía un terrible monstruo: un Dodo. Este Dodo era alto como un asno, pero no era un asno. Este Dodo era largo como una serpiente gigante, pero no era una serpiente gigante. Este Dodo era fuerte como un elefante, pero no era un elefante. Este Dodo tenía unos ojos que dominaban en la noche como el sol en el día. Este Dodo tenía una cola. Todas las noches el Dodo se arrastraba hasta la ciudad. Por esta razón se había construido el muro contra la gran puerta de hierro. Por ella entraron Sarra y Dan-Auta. Tras el muro, junto a la puerta, vivía una vieja. Sarra les pidió que los amparase. La vieja dijo:
“Yo os ampararé. Pero todas las noches viene un terrible Dodo ante la ciudad y canta con una voz muy fuerte. Si alguien le responde, el Dodo entrará en la ciudad y nos matará a todos. Cuida, pues, de que Dan-Auta no grite. Con esta condición, yo os ampararé. Dan-Auta oía todo esto. Al día siguiente fue Sarra al interior de la ciudad para traer comida. Entre tanto, Dan-Auta buscó ramas secas y pequeños trozos de madera, que encontró junto al muro. Luego corrió por la ciudad y donde veía un makodi, piedra redonda con que se machacaba el grano sobre una losa, lo cogía. Así reunió cien makodis. Luego se dijo: “Sólo necesito unas tenazas”. Y andando por la ciudad vio unas abandonadas. Junto al muro donde había amontonado la leña, colocó los makodis y ocultas bajo ellos, las tenazas. Nadie advirtió la faena del pequeño Dan-Auta. A la vuelta, Sarra le dijo: “Entra en seguida en la casa, Dan-Auta, porque pronto vendrá el terrible Dodo y puede matarnos”. Dan-Auta repuso: “Yo quiero quedarme hoy fuera”. Sarra dijo: “Entra en casa”. Dan-Auta comenzó a sollozar: pero Sarra le dijo inmediatamente: “Dan_Auta mío, no llores. Tu padre y tu madre dijeron que no llorases nunca. Si quieres quedarte fuera, quédate fuera”. Sarra entró en la casa donde estaba la vieja. Dan-Auta permaneció fuera, sentado ante la casa de la vieja. Todas las gentes de la ciudad estaban en sus casas y habían cerrado tras de sí las puertas. Sólo Dan-
Auta quedaba a la intemperie. Corrió al lugar donde había puesto la leña y le prendió fuego. Los makodis en el fuego se pusieron ardientes como ascuas. En esto se sintió que llegaba el Dodo. Subió al muro Dan-Auta, y vio al monstruo que venía a lo lejos. Sus pupilas brillaban como el sol y como incendios. Dan-Auta oyó al Dodo que con una voz terrible, cantaba: -¡Vuayanni agarinana ni Dodo! ¡Quién es en esta ciudad como yo, Dodo? Cuando Dan-Auta oyó esto, cantó a su vez desde el muro con todas sus fuerzas hacia el Dodo: “¡Naiyakay agarinana naiyakay ni Auta! Yo soy como tú en esta ciudad; yo soy como tú; yo, Auta”. Cuando oyó esto el Dodo, se acercó a la ciudad. Llegó muy cerca, muy cerca, y cantó: “¡Vuayanni agarinana ni Dodo!” Al cantar esto el Dodo, los árboles se estremecían en el aire, y la hierba seca empezó a arder. Pero DanAuta contestó: “¡Naiyakay agarinana naiyakay ni Auta!” Al oír esto el Dodo, se alzó sobre el muro. DanAuta bajó corriendo y se fue junto al fuego, donde relumbraban como ascuas los makodis ardientes. El Dodo entonces cantó de nuevo con voz más terrible que nunca, y Dan-Auta una vez más le contestó. Todos los hombres en la ciudad temblaron dentro de sus casas al oír tan cerca la horrible voz del monstruo. Más fiero que nunca, el Dodo comenzó a repetir su canto: “¡Vuayanni!...”
Pero al abrir sus fauces para este grito, Dan-Auta le lanzó con las tenazas diez makodis ardientes, que le abrasaron la garganta. Enronquecido gritó el Dodo: “¡Agarinana!... Pero Dan-Auta le hizo tragar otros diez makodis incendiados, que le hicieron prorrumpir un gran quejido. Entonces, con voz débil, siguió: “Ni Dodo” Y Dan-Auta, aprovechando la abertura de las fauces, le envió el resto de los makodis. El Dodo se retorció y murió, mientras Dan-Auta, subiendo al muro, cantó: “Naiyakay agarinana naiyakay ni Auta”. Luego con un cuchillo que había dejado fuera de la casa, cortó al Dodo la cola y, ocultándola en un morralillo, entró con ella en la habitación de la vieja; se deslizó junto a Sarra y se durmió. A la mañana siguiente salían de sus casas cautelosamente los habitantes de la ciudad. Los más decididos fueron a ver al rey. Él preguntó: “¿Qué ha sido lo que esta noche ha pasado?” Ellos respondieron: “No lo sabemos. Por poco no nos morimos de miedo. La cosa ha debido ocurrir junto a la puerta de hierro”. Entonces el rey dijo a su Ministro de Cazas: “Ve allá y mira lo que hay”. El Ministro de Cazas fue allá, y, subiendo, medroso, al muro, vio al Dodo muerto. Corriendo volvió al rey y dijo: “Un hombre poderoso ha matado al Dodo”. Entonces el rey quiso ver-
lo, y cabalgó hasta el muro. Vio al monstruo tendido y sin vida. El rey exclamó: “En efecto, el Dodo ha sido muerto y le han cortado la cola. ¡Busquemos al valiente que lo ha matado!” Un hombre que tenía una yegua, la mató y le cortó la cola. Otro hombre que tenía una vaca, la mató y le cortó la cola. Otro que tenía un camello, lo mató y le cortó la cola. Cada uno de ellos fue al rey y mostró la cola de su animal como si fuese la del Dodo. Pero el rey conoció el engaño, y dijo: “Todos sois unos embusteros. Vosotros no habéis muerto al Dodo. Yo y todos hemos oído en la noche la voz de un niño. ¿Vive por aquí cerca, junto a la puerta de hierro, algún niño extranjero?” Los soldados fueron a casa de la vieja y preguntaron: “¿Vive aquí algún niño forastero?” La vieja respondió: “Conmigo viven Sarra y Dan-Auta”. Los soldados fueron a Sarra y preguntaron: “Sarra, ¿ha matado al Dodo el pequeño Auta?” Sarra respondió: “Yo no sé nada; pregúntenselo a él”. Entonces fueron los soldados a Dan-Auta y le preguntaron: “Dan-Auta, ¿has matado tú al Dodo? El rey quiere verte”. Dan-Auta no respondió. Tomó su morralillo y fue con los soldados ante el rey. Abrió el morralillo y, sacando la cola del Dodo, la mostró al Rey. Entonces el Rey dijo: “Sí, Dan-Auta ha matado al terrible Dodo”. El Rey dio a Dan-Auta cien mujeres, cien camellos, cien caballos, cien esclavos, cien casas, cien vestidos, cien ovejas y la mitad de la ciudad.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET
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no de los filósofos españoles de la primera mitad del siglo XX que más influencia han ejercido en España y fuera de ella. Con un estilo literario, lleno de metáforas y frases ingeniosas, pretendió hacer filosofía en un lenguaje próximo al del Quijote, lo que le permitió llegar al público en general (a un «público culto», suele decirse). Nació en Madrid en 1883 en el seno de una familia acomodada de la alta burguesía madrileña
vinculada al periodismo y a la política (un burgués, no obstante, con afanes y tendencias aristocráticas, como puede comprobarse a lo largo de su vida y obra). Su padre, José Ortega Munilla, fue director de El Imparcial, periódico fundado por su abuelo materno, Eduardo Gasset y Artime, y en el que Ortega colaboró intensamente. Su vida está profundamente ligada al periodismo, a la política, a las actividades editoriales, y ocupó un lugar muy destacado en la
vida intelectual española durante la primera mitad del siglo XX. Estudió en el Colegio Jesuita de San Estanislao en Miraflores del Palo (Málaga); inició sus estudios superiores en la jesuita Universidad de Deusto (Bilbao), y los continuó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central (Madrid), donde se licenció en 1902. Falleció un 18 de octubre de 1955.
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Mo Yan y la tradición china JESÚS FERRERO
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asta el siglo XX la novela en China nunca fue un género prestigioso, actitud que sorprende al lector occidental que haya tenido el placer de adentrarse en las grandes, inconmensurables y prácticamente inabarcables novelas chinas del siglo XVIII como El sueño del pabellón rojo (que Borges calificó de “novela infinita”), El erudito de las carcajadas, Viaje al Oeste, (las tres traducidas al español), Historia de los tres reinos, y A orillas del agua (quizá la mejor novela china de todos los tiempos). Sorprenden en estas novelas sus bifurcaciones en torno a un eje central elástico como el bambú, sus cientos de personajes, y la naturalidad caótica con que se va deslizando la narración. Sin olvidar que fue un siglo del que también surgieron narraciones mucho más comedidas y breves como los admirables Relatos de una vida fugitiva de Shen Fou. En el siglo XIX la narrativa china decae por un efecto de saturación de su propia mecánica inabarcable, que la oponía frontalmente a la poesía, más sinté-
tica, más elíptica, más penetrante, más musical y filosófica. La poesía era considerada, desde la época clásica, el género más elevado y venerado por los chinos, y de hecho algunas de sus obras más universales son poemarios. En el primer cuarto del siglo XX la narrativa china empieza a resucitar mirando a Occidente y modernizándose. El primero que hizo la criba a una forma de narrar fue Lu Xun, que fue para China lo mismo que Mishima para Japón: la occidentalización del discurso narrativo, buscando una forma de argumentar más geométrica y racional y evitando las bifurcaciones desmedidas y los discursos infinitos. Digamos que Lu Xun puso tasa a tanto desvarío. Luego vino el “naturalismo” socialista con novelistas como Mao Dun, sin olvidar que la narrativa socialista era ya un occidentalismo. Por raro que parezca, para China fue una manera de entrar en un movimiento internacional que sobrepasaba su milenaria autarquía cultural. Superado el maoísmo y los excesos de la revolución cultural, apareció una generación puente, que hizo de vínculo
entre el realismo socialista y el presente, a la que pertenece Mo Yan. Se ha dicho hasta la saciedad que en Mo Yan la influencia occidental se hace muy patente. Él mismo lo ha dicho. No lo pongo en duda, pero creo al mismo tiempo que Mo Yan ha sabido aprovechar lo mejor de las grandes novelas chinas (como Murakami ha hecho con la tradición japonesa). En algunas de sus grandes, grandísimas novelas como La república del vino y Grandes tetas, amplias caderas se detectan muchas influencias occidentales, pero también se observa una recuperación de la narrativa tradicional china, y de hecho son obras que por su vastedad, su abundancia de personajes, su invocación al caos y sus bifurcaciones se parecen
más a los grandes clásicos del XVIII que a Joyce, a Proust, a Kafka o al realismo mágico del boom. Hace años conocí en Pekín a Mo Yan, y me pareció un hombre de una ironía ejemplar que sabía sobrellevar con gran paciencia y afabilidad los odios que provocaba entre sus compatriotas, que al igual que los españoles, adoran al dios de la envidia por encima de todas las cosas. Recuerdo que en las dos o tres horas que estuve con él y con otras personas, sus colegas chinos no hicieron más que criticarlo. Prefiero no imaginar lo contentos que deben de estar ahora que le han dado el Nobel. Por descontado que se lo merece. Al fin y al cabo la Academia Sueca no es que haya sido demasiado generosa con los escritores chinos.
SUPERADO el maoísmo y los excesos de la revolución cultural, apareció una generación puente, que hizo de vínculo entre el realismo socialista y el presente, a la que pertenece Mo Yan.
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Mitos y realidades de Colón La leyenda y la verdad Héroe o villano, la figura de Cristóbal Colón está envuelta en un misterio que no solo le acompañó hasta la muerte, sino que a 500 años de su muerte el 20 de mayo de 1506, sigue dando de qué hablar. Estos son los mitos y realidades más importantes que rodean la figura de este famoso navegante. Colón era genovés. Existe una amplia escuela que atribuye el natalicio de Cristóbal Colón a muchos lugares del planeta, pero la ciudad italiana de Génova hasta ahora ha sido la que ha producido un acta de nacimiento: 1451. El mismo explorador dijo en un testamento que había nacido en Génova. Los historiadores se han disputado principalmente la nacionalidad de sus padres, especulando que podían ser de varias regiones de España o Portugal. No viajó a América antes de 1492. Esta es una teoría muy compartida, debido a las muchas pruebas de la presencia europea en este continente. Pero todas las exploraciones por vikingos y balleneros vascos se habían efectuado en el norte del continente. Colón viajó al centro del continente. El inexistente huevo de Colón. Es famosa la leyenda: el futuro almirante “demostró” que la tierra era redonda como un huevo para convencer a los reyes de que no era plana y que podía alcanzar el otro extremo navegando en dirección del sol poniente, u oeste. Aparte de que eso nunca ocurrió, nadie argumentaba con Colón que la tierra era plana, si no su tamaño. El navegador estaba convencido de que la tierra era un 70 por ciento del tamaño verdadero, por lo cual Japón estaba más cerca. Si no se hubiera topado con América por accidente, se hubiera ahogado. Se vendió caro. Colón comenzó a flotar sus planes de viaje a Japón (o Cipango como se decía en ese entonces) en 1485. Siete años más tarde, con unas condiciones altísimas, Isabel de Castilla y Fernando de Aragón le concedieron el financiamiento, nombrándole Almirante de la Mar Océana. Su hijo dijo después que le entregaron tantos privilegios porque los reyes en el fondo no creían que regresaría vivo. Por otra parte, tampoco querían jugársela y durante muchos años le tuvieron asalariado para que no se llevara la idea a otra potencia. A toda vela sin los presos. Otra leyenda es que las tres carabelas, la Pinta, la Niña y la Santa María, fueron tripuladas por presos a falta de marineros. Aunque ese fue el temor
de Colón, al final los tripulantes fueron todos avezados lobos de mar. Los hermanos Pinzones eran unos...magnates. Y bastante ricos. Martín Alonso Pinzón aportó mucho dinero a la expedición, y como era propietario de la Pinta y de la Niña, era el capitán de ésta, mientras que su hermano Francisco dirigía la Niña. Las sugerencias de cambio de rumbo de Martín Alonso el 5 de octubre causaron que se encontrara tierra. Los Pinzones partieron por su cuenta y regresaron a España antes que Colón. Una cosa es ver tierra, pero otra la recompensa. A las 2 de la madrugada del 12 de octubre de 1492, el vigía Rodrigo de Triana (Juan Rodrigo Bermejo) gritó el famoso “Tierra a la vista” al divisar la isla de Guanahaní (que sería bautizada San Salvador y luego Watling por los colonizadores ingleses de las Bahamas). El grumete se las hacía felices soñando con la jugosa recompensa prometida al primero en divisar tierra: mil maravedíes. Pero el Almirante dijo que había visto luces antes, y se quedó con el dinero. Rodrigo de Triana hizo numerosos viajes más (llegó hasta las distantes Islas Molucas en 1525) y acabó convirtiéndose al Islam en el norte de África, donde murió. El esclavizador. Durante su segundo viaje al continente en 1493, Colón no tuvo reparo en recomendar a los reyes que se privara de libertad a los indígenas: “creemos que serán mejores que otros ningunos esclavos”. Los reyes no le contestaron, pero al almirante le pareció buena idea y sus capataces la pusieron en práctica. El apresador apresado. Debido al maltrato de los indígenas, Colón fue mandado encarcelar en Santo Do-
mingo en 1500 y regresó a España en cadenas. Pero la reina Isabel todavía guardaba simpatía al explorador y lo liberó. El viaje fracasado. El cuarto y último viaje de Colón al Nuevo Mundo fue todo un desastre. Aquejado de gota y malaria, sus barcos encallaron en la isla de Jamaica, donde en situaciones casi desesperantes pasó un año antes de ser rescatado en 1504. El fin de su vida. En 1504 decidió volver a España para reclamar los privilegios que le habían prometido los reyes. Pero ese mismo año se murió su protectora, Isabel, y el almirante fue despreciado. Colón falleció en un convento de en la ciudad de Valladolid, en España. Tenía 55 años, pero debido a los rigores de sus viajes y a una artritis casi paralizadora, aparentaba muchos más. La penúltima exploración. Colón fue enterrado en Valladolid, donde murió. Antes de recibir sepultura, sus restos fueron descarnados (que es la práctica que implica la palabra: la carne fue apartada de sus huesos y descartada). Pero sus hijos pidieron trasladar su cuerpo a Sevilla, donde fue reenterrado. Casi 40 años después, su hijo Diego insistió en sepultado en la Catedral de Santo Domingo. Pero al entregarse esa isla a los franceses en 1795, los españoles llevaron el cuerpo a La Habana. De ahí fue exhumado en 1898, para acabar en su sepultura final en la Catedral de Sevilla. ¿Quién pintó el cuadro? El retrato que ilustra este artículo es uno de los más famosos del navegador, e inspiró hasta billetes. Pero al parecer no pertenece al estilo de Sebastiano del Piombo, quien lo pintó en 1519. También es el único retrato del almirante con tricornio. La inscripción que afirma que es Colón fue añadida a la obra años después, y algunos piensan que la firma de Del Piombo fue falsificada. Aún así, como la vida misma de Colón, la leyenda es más interesante que la realidad. La obra cuelga en el Museo Metropolitano de Nueva York. El Almirante no descansa. Pero en 1877 se encontró una caja en la catedral de Santo Domingo con el nombre de Colón. Desde entonces ambos países reclaman tener la sepultura del Almirante. República Dominicana construyó un gigantesco mausoleo llamado Faro a Colón, que según algunos exagerados costó millones de dólares. Las pruebas de ADN dan la razón preliminar a ambos reclamos. Parece que ni en la muerte Colón se decide por un continente.