Historia de la piedra de la costilla

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Luis Hernรกn Espinoza Olivares

HUALQUI: EL MISTERIO DE LOS PETROGLIFOS DEL CERRO DE LA COSTILLA, UN PATRIMONIO EN PELIGRO

Fondo Nacional de Desarrollo de las Artes y la Cultura - FONDART

2017


EL AUTOR

Luis Hernán Espinoza Olivares (Rere, 1963). Profesor de Historia y Geografía (U. de Concepción). Desde 1985 se desempeña como docente en el Liceo San Juan Bautista de Hualqui. Escritor e investigador, ha sido distinguido en diversos premios literarios. Recientemente obtuvo el primer lugar en el concurso internacional “Cuentos en movimiento” organizado por empresas Denham, una Mención Especial en el Concurso Nacional de Cuentos Policiales organizado por la PDI y el Premio Especial del Consejo Nacional de la Cultura por su obra “La ruta del oro en la antigua frontera

Durante siglos, desafiando las inclemencias del tiempo y la avaricia del hombre, unos misteriosos petroglifos ubicados en la alta meseta del Cerro o Piedra de la Costilla en la comuna de Hualqui, han permanecido como mudos testigos de una cultura que en un tiempo remoto se asentó en este territorio.

del Biobío”. Sus creaciones han sido divulgadas en diversas antologías a nivel nacional. Obras publicadas: “Leyendas y tradiciones de la República de Hualqui” (1995), “Rere, Antigua Grandeza”, Serie Cuadernos del Biobío - Universidad de Concepción (1996), “Motel Caribe”, autoedición de cuentos premiados, (2000) y “La ruta del oro en la antigua frontera del Biobío”, Fondo del Libro (2011). El presente trabajo de investigación ha sido financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes, FONDART convocatoria 2017.-


INTRODUCCIÓN

Existe la percepción de que la historia de Chile se inicia formalmente con la llegada de los conquistadores al territorio hace apenas cinco siglos. Esta errada apreciación se funda de algún modo en la menor disponibilidad de estudios del extenso período prehispánico en comparación con aquellos realizados en etapas posteriores, lo que se explica por las escasas fuentes existentes, la mayoría de las cuales dependió en gran medida del registro que hicieron desde un comienzo los cronistas españoles y la subjetividad consabida que caracterizó a estas crónicas. Dentro de ese contexto, la revalorización de los elementos culturales del período prehispánico ubicados en el Cerro o Piedra de la Costilla, constituyen una oportunidad para contribuir al conocimiento de una etapa remota de nuestro pasado y asimismo descubrir algunos aspectos desconocidos de la historia de los pueblos originarios, constituyéndose en un aporte significativo para la reconstrucción de la prehistoria chilena. Algunos investigadores atribuyen estos grabados a los incas peruanos que habrían llegado a la zona de Hualqui algunas décadas antes del arribo de los primeros conquistadores estableciendo un centro ceremonial destinado a realizar sacrificios en honor a su rey. ¿Efectivamente los incas llegaron hasta las orillas del río Biobío mucho antes que los españoles?. De ser así: ¿ Cuánto tiempo permanecieron y qué vestigios dejaron?. ¿Podemos atribuirles los petroglifos del Cerro de la Costilla o efectivamente estos corresponderían a otros pueblos pre-incaicos o chilenos?. ¿Con qué objetivo

fueron hechos y cuál sería su significado?. Sin duda estas son algunas de las interrogantes que pretendemos dilucidar a través de este viaje por el pasado prehispánico de la zona del Biobío con el fin de establecer la real importancia de un sitio arqueológico que, lamentablemente, no hemos sabido proteger y valorar. Innumerables aventureros, y últimamente una empresa generadora de energía, han ocasionado serios daños a este patrimonio en su afán de encontrar ocultos tesoros o simples beneficios económicos, sin saber que la verdadera riqueza que se oculta allí es la historia de nuestros antepasados.-


LOS PRIMEROS HABITANTES No existe una fecha definida para determinar la presencia de los primeros habitantes de nuestro territorio. Podría ser entre 12.000 a 18.000 años. Si consideramos que la llegada de los conquistadores españoles ocurrió hace menos de 500 años, tenemos entonces un enorme período de nuestra historia en la que sólo habitaron nuestros antepasados aborígenes. Sin embargo, muy poco sabemos de ellos. La mayoría de estas culturas eran ágrafas, es decir, no tenían un sistema de escritura que les permitiese trasmitir lo que hacían. Por lo tanto, para saber de ellos sólo contamos con algunos restos arqueológicos que nos dejaron tales como los petroglifos, los que para el caso de nuestro país son muy escasos. Uno de los más

Detalle de uno de los petroglifos del Cerro de la Costilla

importantes centros donde se encuentra este tipo de vestigios en la zona sur de Chile es precisamente en el denominado Cerro o Piedra de La Costilla en la comuna de Hualqui, un lugar de gran belleza natural y que pese a su importancia arqueológica, aún no ha sido estudiado detenidamente. Pero ¿qué es un petroglifo?. De manera simple son “grabados sobre piedras” (del griego petro: piedra y glyphos: grabados) y corresponden a diversas figuras o símbolos que nuestros antepasados indígenas tallaron sobre las rocas por diversos motivos y que hoy han permanecido como mudos testigos de su cultura. ¿Quienes hicieron los petroglifos del Cerro de La Costilla y qué significado o mensaje nos quisieron transmitir?.


¿POR QUÉ EL NOMBRE DE “LA COSTILLA”? El lugar se ha denominado indistintamente como “Cerro de la Costilla”, “Cerro de la Piedra de la Costilla”, “Cerro de la Piedra con Costilla” o simplemente como “La Costilla”. Es una de las mayores elevaciones existentes en la comuna de Hualqui, provincia de Concepción, conformándose como un interesante mirador o divisadero desde el cual se puede observar el valle de Hualqui junto a la sinuosa trayectoria que hace el Biobío en medio de la Cordillera de la Costa a lo largo de unos 30 kilómetros de extensión. Sin embargo, el apelativo de “Piedra de La Costilla” pareciera ser muy posterior

por cuanto las crónicas más antiguas no hacen referencia a esa denominación, la cual sólo aparece a partir del siglo XX a través del registro realizado por algunas personas que han visitado el lugar. Sobre el particular, existe la creencia generalizada de que dicho calificativo tendría su asidero en la forma de costilla humana que presentan las piedras diseminadas en el lugar, apariencia que ha sido fruto de la constante acción de los agentes erosivos sobre las rocas graníticas, principalmente la lluvia y el viento, más aún sobre un relieve tan expuesto como el señalado.

Las sugerentes formaciones de rocas en forma de costillas humanas, según la tradición oral, le han dado el nombre al lugar

La acción de los agentes erosivos también ha modelado otras formas muy peculiares sobre este conjunto megalítico, añadiéndole una atmósfera mágica y misteriosa a los petrogliflos grabados en las rocas. Estos elementos naturales han hecho del lugar un destino preferido por aventureros y todo tipo de visitantes, la mayoría de los cuales ha ignorado por décadas su real valor patrimonial, provocando una progresiva destrucción que pone en serio peligro la conservación y estudio de este sitio arqueológico.

Sin embargo, el origen de este particular nombre que se le ha dado a este cerro se deriva del hallazgo de una “costilla” presumiblemente humana que formó parte de uno de los petroglifos grabados originalmente hace siglos y que posteriormente, como muchos otros vestigios, desapareció de manera misteriosa. En el registro realizado el año 1935 por el Doctor Luis de la Cerda Schuyler con motivo de una visita que hizo al lugar y que fuera publicado en la Revista Universitaria de ese entonces se señalaba que esta piedra “... era una especie de tórax, burdamente dibujado y que la


gente del lugar denomina la piedra con costillas… la que ha sido desprendida a golpes de barreta, a lo que parece por los fragmentos que faltan en sus orillas…” (Cerda, Luis de: Comunicación sobre los

Registro fotográfico de la famosa “piedra con costillas” realizado por el Dr. Luis de la Cerda en su visita al lugar en 1935. Este grabado, que fue parte de uno de los tantos petroglifos y que hoy se encuentra perdido, le dio el nombre a este sitio arqueológico.

Supuestas cabezas humanas, aparentes monumentos y solitarias rocas que parecen haber caído del cielo son otros de los tantos aspectos que la naturaleza ha configurado sobre la extensa formación megalítica del Cerro de La Costilla, otorgándole una atmósfera muy particular que terminó por seducir a los pueblos prehispánicos que en algún momento habitaron el lugar.

restos arqueológicos de la Cordillera de Millahue, Revista de la Universidad Católica de Chile, Núm. 3, julio de 1935, p. 283)


LOS PETROGLIFOS A TRAVÉS DE LOS SIGLOS Ya hemos señalado que la existencia de este tipo de grabados en la zona del Biobío es muy escasa, lo cual le otorga mayor significación a los existentes en el Cerro de La Costilla. El testimonio más remoto que encontramos, y por tanto el más valioso como fuente histórica, es la relación que hace el Padre Diego de Rosales a mediados del siglo XVII en su “Historia General del Reyno de Chile” quien en aquella época atribuía a los incas la construcción de este sitio: “Pasaron adelante (los incas) y en Quilacoya tuvieron otra fortaleza, y allí hay siete piedras a manera de pirámides labradas que fueron puestas por los indios del Perú para hacer la ceremonia llamada Calpa Inca, que se hacía para la salud del rey inca cada año…y así escogían dos niños de edad de 6 años, varón y mujer, y los vestían en traje de inca

y los embriagaban y ligaban juntos, y así ligados y vivos los enterraban, diciendo que el pecado que su rey hubiese hecho lo pagaban aquellos inocentes en aquel sacrificio.” (Rosales, Diego de, “Historia General del Reyno de Chile”, tomo. 2, pág. 339). Lo más probable es que el padre Rosales se apoyó en algunos informes de cronistas peruanos, además de los testimonios que supuestamente recogió de la tradición oral de los indios considerando su condición de sacerdote y el conocimiento de la lengua nativa que adquirió a los pocos años de llegar a Chile. Sin embargo, no existe la certeza de que haya visitado el lugar, no obstante realizar gran parte de su labor misionera en la zona.

Portada de la “Historia General del Reyno de Chile” escrita por el Padre Rosales hacia 1670 y en donde plantea la llegada de los Incas hasta el Biobío, donde tuvieron una fortaleza en lo que es hoy el Cerro de La Costilla. Fue publicada en Valparaíso en 1877


La tradición de sacrificios humanos en la Cordillera de los Andes como en otras zonas elevadas se remonta a mucho antes de que existieran los incas. Para las culturas precolombinas las montañas eran dioses que protegían a los pueblos y según la creencia, los niños ofrendados no morían, sino que se reunían con sus antepasados quienes observaban

las aldeas desde las alturas. También existe una explicación militar: las tumbas eran advertencias pues se hacían para inspirar temor y miedo en los pueblos conquistados como medio de control social. Como quiera que sea, los niños eran enterrados vivos después de un largo período de consumo de alcohol y de coca.

“Pasaron adelante(los incas) y en Quilacoya tuvieron otra fortaleza, y allí hay siete piedras a manera de pirámides labradas que fueron puestas por los indios del Perú para hacer la ceremonia llamada Calpa Inca..”(Diego de Rosales) (Detalle mural “Historia de Hualqui” de Kemel Nasr (2015) basado en el libro “Leyendas y Tradiciones de la República de Hualqui”).

Sin embargo, tampoco existe certeza de que en el Cerro de la Costilla se hubiese realizado este tipo de sacrificios, aunque tampoco se puede descartar aquella posibilidad. No obstante, a diferencia de los rituales realizados en los Andes, en donde las temperaturas son bajísimas (lo que posibilita la preservación de los cuerpos), la probabilidad de que se conserve algún vestigio de los niños que supuestamente fueron sacrificados es La Costilla sería casi nula, a pesar de que en muchas ocasiones los cuerpos se hacían acompañar de algunos utensilios de valor, incluso oro, motivo por el cual el lugar ha sido tan intervenido a lo largo de los años por codiciosos forasteros. Los registros posteriores se concentran en el siglo XX, lo que indicaría que durante el largo período colonial y republicano no existió ningún interés por visitar y documentar este misterioso sitio,

o al menos no se han encontrado dichos registros. Por lo demás, los informes parecieran proceder del mismo testimonio de Rosales y de algunas crónicas que avalan la invasión inca hasta las orillas del Biobío. Es lo que sucede con el historiador Carlos Oliver Schneider quien señalaba hacia 1950 que: “En los alrededores de Hualqui se encuentra el Cerro de la Piedra de La Costilla. La piedra y el sitio en referencia no ocultan ningún tesoro y sin embargo significan un tesoro. Constituyen el jalón, el sitio más austral hasta donde llegaron un día la invasión incásica: las huestes de Tupac Yupanqui. Contrariamente a lo que dicen muchos historiadores, las investigaciones arqueológicas de los últimos años han probado con rigurosa exactitud que la segunda invasión incásica llegó hasta el Biobío... donde encontraron la feroz resistencia de los Mapuches”. “Tiahuanaco... extendió su influencia


posiblemente hasta la bahía de Concepción y el golfo de Arauco. Esta influencia llegó a estas regiones a través de las sucesivas invasiones étnicas” (Oliver S., Carlos / Zapata, Fco.: “Libro de oro de Concepción”, año 1950, pág. 22) Algo similar señala Fernando Campos Harriet en su “Historia de Concepción” publicada en 1979, aun cuando no se refiere específicamente a la existencia de los petroglifos del Cerro de La Costilla. En su obra indica que “Dos emperadores incas incursionaron sobre Chile a mediados del siglo XV: en 1460 bajo el reinado del inca Tupac Yupanqui, expedición que sólo alcanzó hasta Coquimbo, y hacia 1485 bajo el inca Huaina Capac que llega hasta Talcamávida, a orillas del Biobío, un poco al sur del actual Concepción, siendo derrotada al tratar de traspasar el gran río”. (Campos Harriet, Fco.: “Historia de Concepción”, p. 27). Evidencias más interesantes, por cuanto proceden de visitas realizadas al lugar y el consiguiente registro fotográfico del mismo, lo entregan el mismo Carlos Oliver Schneider y el Dr. Carlos de la Cerda, ambos miembros de la Academia

Transcripción de la figura de tres picos realizada por Luis Villalón hacia 1962 y que describiera Oliver Schneider hacia 1930 en una de sus visitas al lugar y que correspondería a un curaca (jefe de las tierras conquistadas por los incas). Este petroglifo aún permanece en el lugar, pero requiere de una urgente protección.

Chilena de Ciencias quienes realizaron algunas expediciones y observaciones sobre el estado de este sitio arqueológico en la década de 1930. He aquí lo que nos refiere Oliver Schneider en aquel entonces: “Mi primer conocimiento sobre este importante campo arqueológico lo obtuve hace unos veinte años atrás de mi maestro y profesor Edmundo Larenas Guzmán, en cuya compañía lo visité entonces y quien había identificado esos lugares como un antiguo divisadero incásico que coincidía con el lugar precisado por el Padre Diego de Rosales…En el otoño de 1928 iniciamos las investigaciones… y pudimos precisar que en el Cerro de la Costilla, situado en el límite del fundo Santa Rosa con el fundo Calabozo, a 253 metros sobre el nivel del mar, en una meseta natural que domina el río Biobío y todos los alrededores existe la piedra de la Costilla, que actualmente no se encuentra en su posición natural, pues fue trozada por un infeliz que buscaba un tesoro.” Continúa señalando Oliver Schneider que había “una figura de una cabeza tocada con un capacete de tres picos, semejante tal vez a un curaca; una cara semejante a una lechuza... y una figura estilizada...”


Respecto de la línea de puntos que hay debajo de esta figura, indica que da “...la impresión de ser un trabajo reciente pues no existía en 1915 y tienen todas las características de las perforaciones que se hacen para usar cartuchos de dinamita”. En esa oportunidad el investigador realizó algunas excavaciones en las que encontró tres puntas de flecha muy pequeñas y de forma acorazonada. Señala además que en aquella ocasión “...un vecino nos obsequió un hermoso tumi de bronce (cuchillo que usaban las culturas andinas para sus sacrificios) encontrado en un derrumbe de la ladera, hallazgo que ha sido la causa determinante de las versiones muy numerosas que existen en el pueblo de Gualqui o en Quilacoya, de que en esa meseta hay enterrado un tesoro que atribuyen a Pedro de Valdivia” (Oliver Schneider, Carlos: “El campo arqueológico de Millahue”, Revista de la Universidad Católica,

Figura 1

agosto-septiembre de 1935, número 4 y 5, pp.597 a 599). Por su parte el Dr. Luis de la Cerda, quien también visitó el lugar en esa misma época dejando un interesante registro fotográfico, señalaba que en las rocas de esa meseta que miran hacia el sur “...existen originales dibujos labrados por quizás qué desconocidos artífices hace cientos de años y cuyo aspecto es fácilmente visible”. Uno de ellos “…es una cara de rasgos fácilmente reconocibles a la simple observación (figura 1), representando un cráneo de grandes cuencas, nariz corta y hundida, boca chica. La región del mentón ha sido destruida evidentemente por la mano del hombre” (De la Cerda, Carlos: Ob. cit, pp. 282 y 283)


Otra de las figuras a que hace alusión De la Cerda corresponde a una especie de tórax o costilla que le da el nombre al lugar y de la cual nos hemos referido en las páginas anteriores. Por último, una tercera fotografía (figura 2) muestra un grabado que según el investigador es “...semejante a un Buda con las piernas cruzadas y con los brazos levantados que

está situada a unos doce metros de la anterior y que se encuentra cruzada en sentido horizontal por una línea de puntos en número de 22, teniendo sobre ella dos puntos aislados y más arriba cuatro a otra pequeña distancia.” (De la Cerda, Carlos: Ob. cit, p. 284)

Figura 2

Algunas décadas después, el investigador Luis Villalón Wells visitó el lugar en 1961 acompañado del arqueólogo francés Gérard Fayolle guiados por los datos entregados por Carlos Oliver Schneider en su “Libro de Oro de Concepción” quien lo señalaba como un adoratorio solar. En esa oportunidad

Dibujos de los petroglifos del Cerro de La Costilla realizados por el investigador Luis Villalón Wells en agosto de 1962. Como se observa, además de las figuras señaladas por Oliver Schneider y el Dr. de la Cerda a comienzos del siglo XX, Villalón registró además otros grabados como por ejemplo el ave en la roca 1, el camélido en la roca 2 y la inscripción de la roca 4. En una inspección realizada en septiembre de 2017 estos tres elementos no eran visibles a simple vista. Sin embargo, pudimos encontrar un nuevo rostro en la parte superior de la roca 1 que no fue advertido por Villalón. La presencia de musgo dificulta la apreciación de los petroglifos, requiriendo la labor de un especialista para su estudio y evitar así un mayor deterioro de los mismos.

tomaron algunas fotografías, las cuales no ha sido posible ubicar. Sin embargo, al año siguiente, en agosto de 1962, Villalón regresó al sitio para realizar las fichas y dibujos correspondientes, los que se muestran a continuación:


En la ficha levantada por Villalón sobre el sitio señala que los petroglifos están en cuatro bloques de granito grueso y la técnica usada para su grabado sería la del rayado que consistía en usar el filo de una piedra para marcar la superficie de otra, y la técnica de percusión que consistía en golpear una piedra contra otra para crear surcos en la superficie. Los diseños de los grabados corresponden a figuras antropo (humanos) y zoomorfos (animales), además de puntos. Según Villalón no se advierte superposición, y se trataría de los primeros petroglifos registrados en la zona, los que ya en ese entonces mostraban destrucción vandálica y natural. En el proceso de registro de imágenes del sitio en los últimos años, hemos encontrado una serie de fotografías que dan cuenta del estado actual de los

petroglifos y el impacto de la intervención humana. Ha sido necesario complementar estos registros con nuevas visitas con el fin identificar otros elementos que permitan enriquecer esta investigación. De estas visitas se ha podido determinar que a diferencia de lo señalado por Luis Villalón en 1962, algunos petroglifos ya no son visibles o se han perdido, lo que posiblemente se debería a la intervención de terceros. Además se constató la existencia de otros grabados sobre las piedras, como un nuevo rostro de iguales características al conjunto pero poco visible. Sin embargo, otros corresponderían a una época reciente, tales como una flecha, algunas letras y fechas que no han sido registrados, los que sin duda han provocado un evidente daño a este importante sitio arqueológico.

IMÁGENES DEL ESTADO ACTUAL DE LOS PETROGLIFOS A PARTIR DE LOS REGISTROS DE LUIS VILLALÓN REALIZADOS EN 1962 Regidtro de 1962

Estado Actual

Detalle


ORIGEN, ANTIGÜEDAD Y SIGNIFICADO DE ESTE SITIO ARQUEOLÓGICO Determinar el origen, antigüedad y significado de los petroglifos del Cerro de la Costilla es una tarea muy compleja. No obstante que su registro entre cronistas e investigadores es relativamente evidente, no ocurre lo mismo con las investigaciones realizadas con acuciosidad, las que prácticamente no existen o sólo se remiten a vagas hipótesis que están supeditadas a las escasas evidencias disponibles. En efecto, los petroglifos en sí mismos no han sido suficientes para fundamentar dichas investigaciones y por otro lado la intervención del hombre en el lugar en distintas épocas, como asimismo la acción de los agentes climáticos, ha terminado por destruir o contaminar muchas de estas evidencias, lo que hace mucho más difícil develar sus secretos.

Una cosa es la que todos los investigadores concuerdan es en la pruralidad étnica que caracterizó al período prehispánico en la actual zona del Biobío, es decir, la existencia de una gran gama de pueblos originarios que dejaron su impronta cultural en distintas etapas, lo cual no excluye la posibilidad de que arribaran al territorio pueblos procedentes del Perú o de otras zonas lejanas, tanto incas o preincásicos. Sin embargo, tampoco podemos atribuirle la responsabilidad de haber realizado dichos petroglifos. ¿Fueron efectivamente los incas quienes construyeron este supuesto centro ceremonial, fortaleza o divisadero dejando plasmados en las rocas esos misteriosos petroglifos?

Muchos autores sostienen que la invasión Inca llegó hasta las orillas del Biobío, en Hualqui, pero no existe la certeza de que hubieran realizado los petroglifos del Cerro de La Costilla. (Dibujo de Jorge Zurita Pastén basado en el libro “Leyendas y tradiciones de la República de Hualqui”)

Antes de intentar dar una respuesta a esta interrogante es necesario precisar la extensión de la conquista inca en nuestro territorio. En este sentido, hay concordancia en que lograron cierto dominio hasta el río Maule durante el reinado de Tupac Inca Yupanqui (1478-1488). Pero algunos datos aportados por crónicas españolas como las de Miguel de Olavarría, Fray Martín de Murúa y el

Padre Anello Oliva en su “Historia del Perú” indican que la expansión habría llegado hasta el río Biobío e incluso hasta el valle de Arauco. Otro historiador, José Antonio del Busto postula que los incas llegaron más allá del Maule y el Biobío, alcanzando incluso hasta el Canal de Chacao. Por último, como ya hemos señalado, el Padre Diego de Rosales le atribuye la conquista a Huaina Capac, indicando


que llegaron hasta el Biobío donde erigieron el centro ceremonial entre Quilacoya y Hualqui. Un elemento importante a considerar en este proceso de expansión es el interés de los incas por el oro. El afán por buscar este preciado metal “...en cada rincón de sus dominios en Chile obedecía a juntar el que necesitaban para completar el tributo al monarca del Cuzco.” (Guevara, Tomás: “Historia de Chile prehispánico”, p. 165). Este inusitado interés por acumular esta riqueza nos permite vincular la llegada de los incas hasta el Biobío con la gran

cantidad de oro que existió (y aún existe en menor cantidad) a lo largo del río Quilacoya, el mismo río que coincidentemente explotó don Pedro de Valdivia años después y que se encuentra a corta distancia del Cerro de la Costilla. Es muy probable que los incas hayan explotado durante un tiempo las ricas arenas auríferas de este curso de agua utilizando a los naturales de la zona para tal trabajo, los cuales más tarde le habrían informado a los conquistadores acerca de su existencia.

(Dibujo de Jorge Zurita Pastén basado en el libro “Leyendas y tradiciones de la República de Hualqui”)

Sin embargo, el problema no termina allí. Si asumimos como tal la expansión del imperio inca hasta el Biobío, no existe la certeza de que hubieran sido ellos quienes dejaron grabados los petroglifos del Cerro de La Costilla. En la búsqueda de algunas explicaciones, acudimos entonces a una serie de expertos en el tema a quienes les enviamos antecedentes y fotografías para que pudieran darnos ciertas luces sobre el particular a partir de las evidencias existentes hasta la fecha. Una de las primeras tareas fue buscar similitudes entre los

petroglifos de la Costilla con sus similares incas o de otras culturas peruanas, y si bien existen algunas coincidencias, estas son vagas y lejanas, como ocurre con los existentes en Ecuador (Pedro Pablo Gómez) y Perú (Pusharo). Estos últimos fueron descubiertos en 1921 y hoy son un patrimonio arqueológico que está en proceso de estudio. La principal hipótesis apunta a que pertenecieron a un pueblo preincaico amazónico y que fueron hechos hace unos mil o dos mil años atrás.


Petroglifos de Pedro Pablo Gómez en Ecuador (izquierda), Pusharo en Perú (centro) y petroglifos del Cerro de la Costilla” (derecha) representando rostros acorazonados. Cabe preguntarse si la similitud entre estos petroglifos es sólo coincidencia o efectivamente demuestran que una antigua cultura andina llegó hasta la zona del Biobío antes de la llegada de los conquistadores españoles y que luego fue expulsada por los aborígenes.

Raúl Carreño Collatupa, consultor en patrimonio arqueológico radicado en el Cusco señala que no se pueden establecer relaciones forzadas basadas solamente en un parecido, los que pueden encontrarse en cualquier lugar del mundo. Si hay alguna similitud entre los petroglifos del Cerro de La Costilla en Hualqui y los existentes en el Perú son simples coincidencias. “Con toda sinceridad, pienso que se debe descartar cualquier asociación con lo inca, y lo más probable es que fuera el resultado de una ocupación continua desde tiempos pre-incas”. Una opinión similar la entrega Maritza Rodríguez Cerrón, experta en arte rupestre del Perú quien sostiene que los petroglifos existentes en el Cerro de La Costilla no corresponderían a la cultura inca sino a una etapa pre-inca y se asemejan a

(Dibujo de Jorge Zurita Pastén basado en el libro “Leyendas y tradiciones de la República de Hualqui”)

algunos existentes en el Perú por la forma de cabezas trofeo, pero que sólo se trataría de una coincidencia pues también se presentan en otros sitios. Según Gloria Cabello Baettig, Arqueóloga y Licenciada en Antropología de la U. de Chile, para los petroglifos de La Costilla como de otros de la región “...falta mucha investigación. Pero mi experiencia me hace vincularlos a épocas pre-incas, además de que no existe evidencia de que el incanato haya llegado más allá del Maule”. En cuanto a su antigüedad, el hecho de que los petroglifos de La Costilla sean de surco profundo indica que “...serían de data más antigua que otros de la región, se surco superficial”.


Andrés Troncoso Meléndez, Doctor en Arqueología de la U. de Santiago de Compostela y Licenciado en Antropología de la U. de Chile sostiene que los petroglifos de La Costilla son poco conocidos, tal vez porque efectivamente son raros dentro del arte rupestre y son pocos los estudios orientados al tema. “Sobre la cronología es difícil de definir. Eso sí, es poco probable que sean incaicos porque el Tawantisuyo casi no hizo arte rupestre y el que hizo, no corresponde al tipo acá presentado” en Hualqui. Para este investigador es probable que hayan sido realizados por poblaciones locales como producto de mantener una tradición al respecto. En conversación con Daniel Quiroz Ferrada, Licenciado en Antropología Social de la U. de Chile y Doctor en Historia señala que es muy difícil determinar su origen y data, y lo más probable es que correspondan a la cultura del Vergel que se desarrolló entre el 1.100 y 1.500 d. C. Lo interesante es que los petroglifos no se parecen a ningunos otros de la zona sur del país. Una hipótesis a considerar en la posibilidad de que los propios indios que trabajaron lo lavaderos de oro del río Quilacoya durante el gobierno de Valdivia hayan realizado dichos petroglifos debido a la cercanía del lugar y la enorme visibilidad que ofrecía. Para Roberto Campbell, Doctor en Antropología y Académico de la U. Católica de Chile, quien actualmente realiza un catastro de todo el arte rupestre entre el Maule y Chiloé, existen muy pocos lugares como los del Cerro de la Costilla, el cual no ha tenido la oportunidad de visitar. Como experto en la materia sostiene que a la fecha hay muy pocas evidencias de arte rupestre para el sur de Chile y “...lo más seguro es que hayan sido realizados por alguno de los grupos indígenas locales (en sencillo, ancestros de los Mapuches) que habitaron durante la larga prehistoria esa zona, y no por los incas”.

En cuanto al significado de estos petroglifos,

el asunto es mucho más complejo, pues faltan investigaciones arqueológicas. De hecho, según este investigador, existen menos de 25 lugares como estos en la zona sur y los de La Costilla tienen el valor de ser los más cercanos a la costa, pues la mayoría se encuentra en la cordillera o pre-cordillera andina.

Para el investigador peruano Raúl Carreño no corresponderían a rostros humanos; “Estoy casi convencido de que son caras de animales; la primera parece un felino y la otra tiene todos los rasgos de un ave, mientras que la última se aproxima a un batracio aunque podría ser un felino más estilizado”. Plantea que por su posición debió de tener importancia ceremonial desde tiempos muy antiguos, por lo que fue un lugar de culto para diversas culturas a lo largo del tiempo. Coincidentemente con lo anterior Maritza Rodríguez Cerrón, experta en arte rupestre del Perú, sostiene que “los petroglifos eran además de sitios ceremoniales, hitos de demarcación territorial que eran usados por los mismos grupos de un área”. En cuanto a las formas, difiere en su significado al sostener que podrían tratarse de “cabezas trofeo” obtenidos por los cazadores de cabezas quienes pensaban que de esa forma de apropiaban del alma y el espíritu de su adversario y que ello les traería suerte a él como a su grupo social. En cuanto a los 22 puntos o hendiduras existentes en una de las piedras sostiene que es probable que se trate de una referencia al cielo estrellado.


Por su parte los investigadores chilenos Grete Mostny y Hans Niemeyer sostienen que estos petroglifos corresponden al estilo de rostros del área araucana con surcos profundos. “La temática se orienta a producir rostros o figuras... probablemente de búhos o lechuzas. Aparecen sobre todo con las cejas muy tupidas y unidas sobre grandes círculos a manera de ojos”. Corresponderían a este estilo los petroglifos encontrados en Chan Chan a orillas del río Bueno en la X región de Los Lagos... y la llamada Piedra con Costillas del Cerro Quilacoya, en Concepción” (Mostny, G/ Niemeyer, H: “Arte Rupestre Chileno”, Dpto. Extensión Cultural Ministerio de Educación, p. 77).

Petroglifos de Chan Chan en Rio Bueno que presentan el mismo tipo de surco profundo que los de La Costilla bajo el estilo de rostros del área araucana. Foto tomada por el investigador Maurice Van de Maele en 1966.

El búho y la lechuza han sido aves míticas para culturas muy antiguas y fueron significativas para los grupos prehispánicos, lo que explicaría su presencia en los grabados. Las aves representaban para los Mapuches la encarnación de antepasados muertos recientemente que anuncian los buenos y malos augurios. Para el caso de las aves nocturnas, como los son el búho y la lechuza que supuestamente están representados en La Costilla, tenían un simbolismo particular pues eran consideradas anunciadoras de malos agüeros. Para la arqueóloga Gloria Cabello, en la zona del Choapa también son comunes este tipo de rostros vinculados a estas aves. Para el también arqueólogo Andrés Troncoso, resulta muy difícil conocer el significado de estas figuras. La representación de rostros, sean humanos o de animales, están presentes en los petroglifos de múltiples culturas andinas porque en el fondo es un elemento importante del cuerpo humano, pero el hecho de que hayan sido grabados en distintas partes no significa necesariamente que haya una relación entre ellos.


CREENCIAS Y RELATOS POPULARES El desconocimiento que se tiene del real valor histórico de este sitio y la necesidad de protegerlo, ha dado lugar en distintas épocas a la aparición de diversas historias casi siempre asociadas a la existencia de entierros y tesoros ocultos. Esto ha provocado reiteradas intervenciones de algunos forasteros que, tentados por esa supuesta riqueza, no han trepidado en realizar excavaciones y todo tipo de perjuicios sobre este conjunto megalítico. Ya hacia 1928 en el informe dado por Calos Oliver Schneider se señalaba que el hallazgo de un hermoso tumi de bronce en una de las laderas del cerro “...ha sido la causa determinante de las versiones muy numerosas que existen en el pueblo de Gualqui o en Quilacoya, de que en esa meseta hay enterrado un tesoro que atribuyen a Pedro de Valdivia”. (Ob. Cit. p. 599). La creencia de que allí estaría el tesoro de Pedro de Valdivia es coincidente con lo señalado por Vicuña Mackenna en su libro “La Edad del oro en Chile” al sostener que “...después de la muerte de Valdivia, las opulentísimas minas de Quilacoya, que en un día natural rendían hasta dos quintales de oro, según lo afirma quien lo viera y lo pesara, fueron precipitadamente desamparadas y no quedó de ellas más memoria que la de dos botijas que junto a unos perales enterró uno de los mayordomos de Valdivia al huir, y que más tarde misterio de encantadores transmutaron de lugar y de sepultura para hacer perder la huella a los ávidos cristianos”. (Vicuña Mackenna, Benjamín: “La Edad del oro en Chile”, pág.101) Por su parte, en el informe entregado por el doctor Carlos de la Cerda con motivo de su visita al lugar hacia 1935 se expresaba que “...estas particularidades han hecho que los pobladores de la región hablen de tesoros escondidos en las concavidades de las piedras por lo cual a golpe de picota han destruido quizás cuántas cosas interesantes que deben tener una manifiesta antigüedad.” (Ob cit, p. 284)

EN BUSCA DEL TESORO DE “LA PIEDRA DE LA COSTILLA”

Entre quienes han visitado el Cerro de la Costilla con el fin de encontrar el oro que los incas habrían enterrado bajo aquellas piedras dimos con el paradero de don José Lermanda, un lugareño que vive en Talcamávida, localidad situada a unos 25 kilómetros de Hualqui. Cuando aún era un muchacho fue contratado junto a otros amigos por dos hombres que venían de Santiago y que le ofrecieron una buena paga con el fin de que los condujera a la Piedra de La Costilla. Según relata, traían en su equipaje una serie de mapas y planos que parecían muy antiguos. En sus conversaciones mencionaban la existencia de una gran cantidad de oro sepultado bajo las piedras. Cada mañana se levantaban muy de madrugada con la intención de seguir las sombras que se desprendían de esas formaciones rocosas al recibir los primeros rayos del sol. Marcaban los pasos en distintas direcciones y luego indicaban el lugar donde debían excavar o mover las piedras. Según señala Lermanda, estuvieron trabajando cerca de una semana siguiendo cada una de las indicaciones de aquellos hombres, pero no obtuvieron nada. Lo curioso es que todo el lugar retumbaba al caminar, como si hubiese algo oculto bajo tierra. Amparado en sus años de experiencia, asegura que el cerro está maldito y que posee una fuerza misteriosa difícil de entender.


Por su parte, Depolinares Altamirano Soto, más conocido como Don polo, un avezado historiador autodidacta de la zona, sostiene que una leyenda confirma la existencia de un tesoro, pero que no tendrían relación con los incas sino que serían precisamente las siete cargas de oro que Pedro de

Valdivia sacó del río Quilacoya y que enterró antes de morir, las que no estarían ubicada allí, sino en un lugar intermedio entre el Cerro de la Costilla y el Cerro Alto.

Por su parte, don Luis Alberto Peña, más conocido como Don Chundo, señala que ha pasado toda su vida en Quilacoya o en sectores cercanos viviendo de la agricultura. Tiene 87 años y desde muy joven escuchó hablar del Cerro de La Costilla, siempre asociado a la existencia de entierros y tesoros ocultos entre las piedras. Cuenta que una vez acompañó a un amigo que andaba en busca

del tesoro que estaba escondido allí, pero al llegar se dieron cuenta que alguien había lanzado las enormes piedras risco abajo rodando hacia un gran precipicio. La relación que hace don Chundo confirma la tesis de que en algún momento existió la pirámide de piedras aludida por el cronista Rosales, pero que lamentablemente algún aventurero dinamitó con el afán de encontrar algún tesoro.

“Fui con un amigo a ese cerro pero alguien había lanzado las enormes rocas hacia el precipicio que hay allí.”

Un testimonio similar encontramos en una antigua entrevista realizada por don Andrés Muñoz en su obra “Las villas olvidadas” a un destacado vecino de la ciudad de Hualqui: don Baudilio Cruz (1907-1983). “Don Baudilio contaba que cuando niño pasó varias veces por ese lugar ya que su madre tenía terrenos en Quilacoya y veía numerosas inscripciones que se encontraban en la parte superior del afloramiento rocoso. Él no entendió lo que significaban esas inscripciones, pero según

la tradición serían las indicaciones para encontrar el tesoro que los jesuitas escondieron en su huida. Muchos supusieron que el tesoro estaría escondido en este roquerío, por lo que de tanto dinamitarlo las inscripciones desaparecieron. Estudiosos postulan que allí pudiese estar el oro que los españoles del siglo XVI sacaron de Quilacoya e incluso podría ser el lugar más al sur donde llegó el imperio Inca. Hipótesis hay para tirar y abrazarse”. (Muñoz, Andrés: “Las villas olvidadas”, p. 533)


ESTADO DE CONSERVACIÓN Y LA NECESIDAD DE PROTEGER NUESTRO PATRIMONIO Si partimos del supuesto que los petroglifos del Cerro de La Costilla fueron realizados por pueblos pre-hispánicos, sean incas o pre-incas, podemos señalar entonces que su origen se remonta a más de cinco siglos. A lo largo de ese tiempo el sitio ha sufrido incontables transformaciones, ya sea por efectos naturales o por la acción del hombre. Esto último se ha hecho más evidente a partir del siglo XX, época en que se extendieron profusas historias relacionadas con misteriosos tesoros que llevaron a muchos aventureros a explorar e intervenir el lugar. De los siglos anteriores no existen evidencias de intervención humana plausible El primer registro que da cuenta de la acción del hombre sobre el lugar lo encontramos en el informe que entrega el profesor Carlos Oliver Schneider en una visita que realizó hacia 1928 junto a don Edmundo Larenas y en el cual manifestaba que “la piedra de la Costilla actualmente no se

Debajo del rostro que aparece en la parte superior, se advierte la concavidad ocasionada por el desprendimiento de la roca en lo que correspondía al tórax de aquella figura en forma de costilla.

encuentra en su posición original, pues fue trozada por un infeliz que buscaba un tesoro”, y en relación a los 22 puntos que aparecen debajo de uno de los petroglifos “...tienen todas las características de las perforaciones que se hacen para usar cartuchos de dinamita”. (Ob.cit. p. 598) Un informe similar lo entrega el doctor Luis de La Cerda cuando visitó el lugar en 1935. Al describir uno de los petroglifos señalaba que “...la región del mentón ha sido destruida evidentemente por la mano del hombre que también desprendió de la roca lo que era una especie de tórax ...esta piedra ha sido desprendida a golpes de barreta”. Al concluir su visita entrega la siguiente impresión: “...lamento de que la incultura de nuestras poblaciones borren lo poco que nos queda de estos recuerdos de otros tiempos”. (ob cit, pp. 284, 285)


Los informes de Oliver Schneider y De la Cerda coinciden en que la devastación realizada por el hombre es muy antigua, y ya en ese entonces, es decir hacia 1928, reclamaban la urgente protección de este sitio arqueológico: “Sería de interés nacional que los restos arqueológicos de la meseta del Cerro de la Costilla quedaran bajo la protección de nuestra legislación de monumentos nacionales, evitándose así que el día menos pensado sea volado por la codiciosa ignorancia de algún infeliz lugareño” (Oliver Schneider, Carlos: Ob cit. p. 599)

En la obra “La ruta del oro en la antigua frontera del Biobío” se destaca a la Piedra de La Costilla como uno de los hitos más antiguos y relevantes de lo que fue el proceso de explotación aurífera en esta zona. Extraemos de la obra una excursión realizada por el autor al lugar en 2011: “Diseminados en un campo de unos 150 metros y a orillas de un profundo acantilado, fuimos descubriendo cada uno de los inmensos bloques de piedra sobre los cuales, bajo una delgada capa de musgo, se encontraban los misteriosos petroglifos. Se distinguían tres supuestos rostros con formas acorazonadas y de ojos profundos, como asimismo una línea de puntos que intentaban dar alguna pista sobre el lugar. Dos fechas grabadas sobre las piedras, 1845 y 1919, como asimismo una

En una de las tantas visitas realizadas al lugar en los últimos años y en función de lo señalado por Oliver Schneider y algunos relatos de lugareños que dan cuenta que en algún momento alguien dinamitó una supuesta pirámide que habrían construido los pueblos prehispánicos, se advierte que muchos bloques de piedra fueron removidos de su lugar original, aun cuando no es posible asegurar sus proporciones.

flecha tallada cerca de unos de los petroglifos daban fe del inusitado interés que ha provocado el lugar en distintas épocas y de las graves intervenciones al sitio arqueológico. El guía nos señaló el punto preciso donde supuestamente estuvo la pirámide de piedras construida por los incas para sus ceremonias y que ahora se encontraba destruida. Nos sorprendió la enorme cantidad de fosos y excavaciones realizadas por antiguos visitantes, seguramente atraídos por el oro que habrían enterrado los indios junto a sus sacrificios. La riqueza que supuestamente lograron extraer ha sido la excusa para que innumerables aventureros alteren el sitio destruyendo un legado patrimonial que es urgente rescatar”. (Espinoza, Luis: “La ruta del oro en la antigua frontera del Biobío”, p.22)


La flecha a que se alude en el párrafo anterior y que fue grabada muy cerca de uno de los petroglifos es de surcos superficiales, lo que indica que fue realizada en época muy posterior. Esta apunta directamente hacia el suelo, lo que hace presumir que correspondería a una señal hecha

por un aventurero para indicar la posición de algún supuesto tesoro. Es probable que sea contemporánea a una de las fechas indicativas “R1918” o “1946” que encontramos en otras rocas y que corresponderían a un simple registro cronológico de algún visitante, agregando nuevos elementos foráneos al sitio.

A lo largo del siglo XX las visitas esporádicas al lugar han contaminado aún más este preciado patrimonio arqueológico ubicado en la comuna de Hualqui.

Algo similar ocurre con las múltiples excavaciones diseminadas a lo largo del conjunto megalítico, algunas de las cuales han desaparecido debido a

Excavaciones como estas se encuentran diseminadas por la meseta y dan cuenta de la ambición de algunos aventureros por encontrar un tesoro, provocando un daño irreparable a la verdadera riqueza que se encuentra allí: la historia de nuestros antepasados

la acumulación de vegetación, la explotación de los bosques aledaños y los continuos incendios forestales.


En una de las visitas realizadas el año 2009 por Depolinares Altamirano Soto, investigador autodidacta, se hizo un registro en video de al menos cuatro antiguas excavaciones, como asimismo la presencia de nombres grabados en la corteza de los árboles. Ya en esa época como en exploraciones posteriores se ha evidenciado un progresivo deterioro del lugar como producto de

visitas periódicas realizadas por distintas personas, la mayoría de las cuales ha llegado en bicicleta, moto o en un vehículo todo terreno para aprovechar la vista privilegiada que ofrece la meseta. Producto de ello se ha acumulado gran cantidad de basura como plásticos y latas, y se han rayado con pintura spray muchos roqueríos, incluyendo aquellos en que están grabados los petroglifos.

Rayados sobre los petroglifos, plásticos, latas y todo tipo de basura son el reflejo de la falta de conciencia de algunos chilenos por valorar y proteger nuestro patrimonio natural y cultural.

Sin embargo, el principal daño ocasionado en los últimos años a este importante sitio arqueológico provino del proyecto “Línea de Alta Tensión CoronelCharrúa” de propiedad de la empresa Colbún S.A. quienes a partir del año 2009 iniciaron el trazado de una línea de alta tensión con la finalidad de evacuar la energía generada en la Termoeléctrica Santa María ubicada en Coronel a través de una conexión directa al SIC (Sistema Interconectado Central) vía Charrúa, comuna de Cabrero. El trazado, de aproximadamente 70 kilómetros, cruzó gran parte de la comuna de Hualqui. De acuerdo a la legislación vigente, dicho proyecto debió contar con el Estudio de Impacto Ambiental respectivo. Sin embargo,

al hacer un análisis del mismo se advierten serias falencias en los estudios e informes arqueológicos realizados, lo que provocó la instalación de una antena prácticamente encima de las piedras que contienen los principales petroglifos del Cerro de La Costilla, provocando asimismo la remoción de gran parte del sitio. ¿ Desconocimiento del tema?. En absoluto. Si bien es cierto los grabados del Cerro de la Costilla no han sido investigados con acuciosidad por expertos, son ampliamente conocidos por la comunidad local y, como se desprende de este estudio, existen registros de los mismos desde el siglo XVII, siendo más abundantes en el siglo XX.


“Después de unos minutos de descanso reanudamos el viaje rumbo al Cerro de la Costilla. Una serie de pendientes cada vez más abruptas hacen presagiar que el camino no será fácil. El guía nos señala que existen otras tres vías alternativas para llegar a nuestro destino, pero cada una de ellas debe enfrentar el desafío de alcanzar la cumbre más alta y sortear las asperezas de una serie de caminos estacionales trazados por las empresas forestales. Es muy

Una torre de alta tensión se había instalado encima del Cerro de la Costilla y a sólo metros de los petroglifos. (octubre de 2011)

común que en gran parte del año una espesa neblina inunde aquel santuario de piedras dándole al paisaje un aspecto único. Casi sin darnos cuenta nos introducimos en un camino secundario que se abría paso por un bosque de pinos de escasos años. De pronto, semejando inmensas panzas grises brotando desde la tierra, aparecieron las primeras piedras de lo que era el conjunto megalítico del Cerro de la Costilla. Sin duda un paisaje atípico y misterioso. De alguna forma los movimientos tectónicos y la incesante erosión producida por el agua y los vientos habían modelado durante millones de años aquel paisaje que terminó por cautivarnos. De inmediato nos bajamos ansiosos por contemplar aquellas formas que se nos presentaban ante nuestra vista, pero de inmediato sentimos la decepción de encontrarnos con una torre de alta tensión procedente de uno de los complejos termoeléctrico de Coronel. Impávidos, sentíamos la impotencia de quienes saben que poco o nada se puede hacer frente a la constante amenaza de los proyectos energéticos sobre sitios patrimoniales que por alguna razón no son considerados en los estudios de impacto” (Espinoza, Luis: Ob. Cit. pág. 22)


En la D.I.A (Declaración de Impacto Ambiental) presentado por el Señor Bernardo Larraín Matte en representación de Colbún S.A. el 24 de mayo de 2008 se declara que “...se han considerado antecedentes técnicos y ambientales para la definición del trazado… evitando zonas de interés patrimonial y turístico…” (pág. 3). En el anexo 12 de la D.I.A. se entregan los antecedentes sobre Patrimonio Cultural realizados por el arqueólogo Sr. Víctor Bustos Santelices para Colbún S.A., quien a partir de una bibliografía de consulta básica y una inspección parcial del terreno que no involucró las torres instaladas en la zona del Cerro de La Costilla, concluyó que la búsqueda bibliográfica dio cuenta de la falta de investigación arqueológica sistemática en el área de emplazamiento del proyecto y al hacer la inspección en terreno “...en las alturas no se observó material cultural subactual de carácter histórico o prehistórico”. (Bustos, V.: Anexo 12 D.I.A. “Antecedentes sobre el Patrimonio Cultural”, pág.7) Producto de esta inexplicable inspección arqueológica parcial, el Consejo de Monumentos Nacionales a través de su secretario ejecutivo don Oscar Acuña Poblete señalaba el 16 de julio de 2008 que al revisar la D.I.A. presentada por Colbún esta no presentaba la información suficiente para ser evaluada correctamente puesto que la inspección arqueológica sólo se remite a algunos sectores (se indican los vértices), entre los cuales no se incluyen los correspondientes a la comuna de Hualqui (vértices 5,6 y 7 donde se ubican los petroglifos del Cerro de La Costilla). Por tal razón solicita la entrega de antecedentes arqueológicos complementarios. En respuesta a esta solicitud, Colbún S.A. indica posteriormente que realizó un informe complementario en el que “...se concluye que en ninguno de los vértices indicados en la observación se registró la presencia de sitios arqueológicos que tengan el potencial de ser afectados por el Proyecto”. (Adenda Nº1 del 05/09/2008, pág. 16). Sin embargo,

al analizar este informe, realizado nuevamente por el arqueólogo Sr. Víctor Bustos Santelices, se advierte que no se reunieron nuevos antecedentes bibliográficos e información relevante de actores y organismos de la comunidad que pudieran entregar antecedentes al respecto. En dicho informe se indica que “...se realizó una nueva inspección visual con el objeto de determinar restos culturales identificables y observables exclusivamente en superficie...” realizándose “...un recorrido exhaustivo de los predios destinados o cercanos a los vértices...”. Para el caso de los vértices que pasan por la comuna de Hualqui y que corresponden al Cerro de La Costilla, este recorrido de hizo a pié y en ninguno de ellos el especialista encontró material de carácter histórico o arqueológico.(Bustos, V. “Informe complementario de línea de base arqueológica” pp. 9 a 12).


A la luz de estos antecedentes, con fecha 26 de febrero de 2009 la Comisión de Medio Ambiente de la región del Biobío califica ambientalmente el proyecto “Línea Alta Tensión Coronel-Charrúa”, permitiendo el inicio de los trabajos con las lamentables consecuencias sobre el patrimonio de la zona del Cerro de La Costilla al instalarse prácticamente encima de los petroglifos una torre con la consiguiente remoción de materiales en las zonas aledañas. ¿ Qué ocurrió entonces?. ¿ Por qué no fue posible advertir la existencia de este valioso patrimonio histórico?. Las explicaciones apuntan a los estudios encargados por Colbún S.A. sobre la materia y que fueron entregados a los organismos pertinentes para su evaluación ambiental. Llama la atención que el primer informe sobre los antecedentes de Patrimonio Cultural de la zona a intervenir se hubiese entregado incompleto por cuanto el especialista no realizó la inspección arqueológica del terreno en su totalidad, y aun cuando en el segundo informe (solicitado a petición del Consejo de Monumentos Nacionales) la inspección visual abarcó las zonas faltantes, inexplicablemente no se advirtieron los vestigios del Cerro de La Costilla. Asimismo, cabe señalar que la base bibliográfica en que se basó dicho informe era a todas luces muy general y no consideró los registros más específicos existentes a la fecha, la mayoría de los cuales fueron aportados por antropólogos y arqueólogos chilenos que son citados en esta investigación y que tenían conocimiento del lugar. Si bien es cierto no existen estudios acabados sobre el sitio en cuestión, las referencias a su importancia como patrimonio prehispánico han existido desde el siglo XVII gracias a las crónicas del Padre Diego de Rosales, las que han sido la base para las exploraciones y registros del siglo XX que realizaron Carlos Oliver Schneider, el Dr. De la Cerda, Campos Harriet, Villalón Wells, Grete Mostny y Hans Niemeyer, todos los cuales se han mencionado en este trabajo. Parece extraño,

entonces, que no se tuviese conocimiento de estos registros bibliográficos. Igualmente inexplicable resulta que los estudios hayan sido evacuados sólo por una persona y no por un equipo de trabajo, lo que habría permitido aportar información más fiable del patrimonio local y en consecuencia advertir la existencia de este sitio arqueológico. Por otro lado, el profesional a cargo de dichos estudios no consideró tampoco algunas fuentes locales que dieran luz sobre la existencia de sitios patrimoniales a proteger. Es cosa sabida que en casi todas las comunas involucradas en el proyecto, y sobre todo en Hualqui, existe una rica tradición oral basada en algunos trabajos de historiadores autodidactas que dan cuenta de estos sitios. Como ejemplo, desde el año 1986 la leyenda del “Cerro o Piedra de la Costilla” es ampliamente conocida por la comunidad hualquina pues ha sido publicada en reiteradas ocasiones en el libro “Leyendas y tradiciones de la República de Hualqui”, y en ella se menciona explícitamente la existencia del lugar. Cabe agregar que como consta en las invitaciones a reunión enviadas por la CONAMA, tanto la I. Municipalidad de Hualqui como el Consejo de Monumentos Nacionales tuvieron la oportunidad de realizar algunas observaciones al proyecto presentado por Colbún S.A. Sin embargo, de acuerdo a los antecedentes que constan en los expedientes de tramitación, ambos organismos confiaron en los informes entregados por la empresa y no presentaron ningún reparo en relación a los petroglifos existentes en el Cerro de La Costilla. En definitiva, una suma de omisiones que bien pudieron haberse evitado en beneficio de un sitio arqueológico que hoy reclama la atención de todos los organismos y personas involucradas en el tema.


PROYECCIONES Y DESAFÍOS A la luz de todos estos antecedentes, no cabe duda que el Cerro de La Costilla es uno de los pocos sitios arqueológico del período prehispánico que por su ubicación, envergadura y particularidad en cuanto a los vestigios allí presentes, constituye un importante patrimonio nacional que es urgente rescatar y proteger. El evidente daño y deterioro a que se ha visto expuesto a lo largo de su historia por los motivos ya señalados, hacen aún más imperativo este desafío. Para ello es fundamental velar rigurosamente por el cumplimiento de la legislación vigente en cuanto a la protección de nuestro patrimonio y hacer las correcciones pertinentes antes de que sea demasiado tarde. Para llevar a cabo esta tarea, además de asumir los errores y responsabilidades que correspondan a cada cual, los distintos actores están llamados a cumplir un rol fundamental para evitar una pérdida irreparable de uno de los sitios arqueológicos más relevantes de la zona del Biobío y del país. Tanto la Empresa Colbún S.A., el Consejo de Monumentos Nacionales, la Forestal Celco, propietaria del predio, y la I. Municipalidad de Hualqui tienen hoy en día el desafío de trabajar en conjunto para recuperar este valioso patrimonio de la época pre-hispánica. Para ello se hace indispensable la conformación de un equipo de especialistas con el fin de realizar un catastro de todos los grabados existentes para luego iniciar

un estudio que permita dilucidar las interrogantes planteadas en este trabajo e implementar acciones para su protección y conservación definitiva. Los beneficios que conlleva este desafío son múltiples, pues no sólo se trata de un patrimonio histórico sino también natural. En efecto, además de recuperar un sitio arqueológico de primer orden, también es posible apreciar un paisaje de gran belleza dominado por el ancho curso del Biobío en su recorrido a lo largo de la Cordillera de la Costa y el valle de Hualqui, en lo que fuera durante siglos la antigua frontera español-indígena. Incluso se puede admirar la imponente Cordillera de Los Andes asomándose por entre las amplias serranías que se extienden hacia el este. Sin embargo, cualquier iniciativa que involucre poner a disposición de la comunidad este valioso sitio histórico, debe considerar la protección de la flora y fauna existente. De este modo, y en un trabajo en equipo que involucre a toda la comunidad, en la que cada organización y cada individuo tome real conciencia de la necesidad de valorar y proteger nuestro patrimonio, será posible reconstruir y apreciar la historia que nuestros ancestros más remotos dejaron grabadas sobre el impresionante conjunto megalítico del Cerro o Piedra de La Costilla.-


En el Cerro de La Costilla el patrimonio histรณrico y natural se conjugan para crear un sitio de gran belleza. La altura en que se encuentra este lugar ha servido por siglos para que algunas aves como el jote de cabeza negra (Coragyps atratus) se inicien en el arte del vuelo y crezcan hermosas plantas nativas como la Puya alpestri.



Diseño e Impresión: Impresora Icaro Ltda.


BIBLIOGRAFÍA Campos Harriet, Fernando: “Historia de Concepción: 1550 – 1950” Colbún S.A.: Declaración de Impacto Ambiental Línea de Alta Tensión Coronel- Charrúa (año 2008) De la Cerda, Luis: “Comunicación sobre los restos arqueológicos de la Cordillera de Millahue”, Revista de la Universidad Católica de Chile, Núm. 3, julio de 1935. Espinoza Olivares, Luis: “Leyendas y tradiciones de la República de Hualqui” Espinoza Olivares, Luis: “La ruta del oro en la antigua frontera del Biobío” Guevara, Tomas: “Historia de Chile Prehispánico” Muñoz, Andrés: “Las villas olvidadas” Oliver Scnhneider, Carlos / Zapata, Fco: “Libro de oro de Concepción” Oliver Schneider, Carlos: “El campo arqueológico de Millahue”, Revista de la Universidad Católica, agostoseptiembre de 1935, número 4 y 5. Rosales, Diego de: “ Historia General del Reino de Chile”. Vicuña Mackenna, Benjamín: “La Edad del oro en Chile”. Villalón Wells, Luis: “Informe de los petroglifos del Cerro de La Costilla, 1962”

AGRADECIMIENTOS A Andrés Troncoso Meléndez: Doctor en Arqueología, Universidad de Santiago de Compostela, Licenciado en Antropología de la U. de Chile. Depolinares Altamirano Soto, investigador e historiador autodidacta. Daniel Quiroz Ferrada, Licenciado en Antropología Social, Magister en arqueología y Doctor en Historia (U. de Chile), Director del Centro de Documentación de Bienes Patrimoniales de la DIBAM. Gloria Cabello Baettig: Arqueóloga, Licenciada en antropología y Magíster en Historia del Arte, Universidad de Chile. Marcos Sánchez Aguilera, Arqueólogo, Director del Museo de Historia Natural de Concepción. Maritza Rodríguez Cerrón, Licenciada en Historia del Arte, U. de San Marcos, Perú. Especialista en Arte rupestre y prehispánico. Roberto Campbell Toro: Doctor en Antropología, Universidad de Pittsburgh, Académico de la Universidad Católica de Chile. Raúl Carreño Collatupa: Investigador y consultor en Geología, Cusco, Perú.


Hace más de cinco siglos, cuando aún la huella de los conquistadores estaba lejana, nuestros antepasados indígenas conquistaron la cima de uno de los cerros más elevados de la zona de Hualqui y Quilacoya para sentirse más próximos a sus dioses y sus ancestros. En sus deseos de comunicar su cultura, grabaron sobre las rocas unos misteriosos petroglifos cuyas miradas se orientan siempre hacia el sur, probablemente para buscar nuevos territorios más allá del ancho Biobío. Son rostros difusos, tal vez de hombres, animales o aves. Algunos dicen que en algún tiempo remoto los incas llegaron hasta allí y establecieron un centro ceremonial en esas alturas, sacrificando a niños en honor a su rey. Otros señalan que son las expresiones dejadas por las diversas culturas aborígenes que habitaron el lugar a lo largo de los siglos como una forma de simbolizar su presencia, establecer una identidad territorial o tal vez para representar la encarnación de los espíritus de sus antepasados. Como quiera que sea, estos rostros y figuras han sobrevivido estoicamente a lo largo de los siglos, pero lamentablemente no hemos sido capaces de apreciar y respetar el valor patrimonial que ellos representan como parte de nuestra cultura. Rodeados de basura, contaminados con rayados hechos por manos inescrupulosas, y últimamente invadidos por una arrogante torre de alta tensión perteneciente a una termoeléctrica, corren el riesgo de desaparecer para siempre de nuestra memoria histórica.-


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