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Luis Miguel Herrera Sanchez
Pauta aquí
Regresamos luego de una corta pausa que tomó la producción para mejorar la calidad de la revista, replantear algunos detalles y regresar de nuevo con más fuerza y el ánimo renovado para seguir abriendo las puertas a talentos que quieran darse a conocer o a aquellos que ya han iniciado un camino con nosotros. Pero sobre
todos estos aspectos, nuestro principal interés siempre fue retornar a ustedes los lectores, que han seguido la trayectoria de esta publicación desde sus comienzos, y poco a poco han visto su evolución. Dedico esta producción a todos ustedes, y espero continuar llegando a sus corazones a partir de ahora y en adelante.
cordialmente Luis Miguel Herrera Sanchez
Editorial
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Hermanos Amador
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Diego Ardila
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Brayan Monroy
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El despegue de la animación Española
Garabateando La Orden Origen Noticias
Garabateando
Hermanos Amador
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La Orden
Diego Ardila
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Noticias
El despegue de la animación española Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/08/11/eps/1439291773_132337.html
Enrique Gato solo era un fan de Superlópez, apasionado del dibujo y del diseño 3D, con ganas de ayudar a armar una película sobre el personaje español del cómic. La parodia de Superman nunca cobró vida y ahora Gato dirige un estudio de animación llamado Lightbox, con casi 200 personas a su cargo. El lugar, a pleno rendimiento, recuerda a un taller de costura clandestino. Situado en la tercera planta de un
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edificio sin rótulos. En un polígono del extrarradio de Madrid. Por todas partes se extienden hileras de empleados encorvados sobre sus herramientas de trabajo: dos pantallas por cabeza. Repartidos en tres estancias a media luz y con las ventanas cubiertas por cartones, hay en el ambiente un silencio acolchado, acompañado por el crepitar de punteros y teclados. Nicolás Matji, uno de los fundadores y productor
de las películas de Gato, lo define: “Esto es como una galera romana”. Suena a broma. Quizá no lo sea. “Este es el que toca los timbales”, insiste señalando al jefe de producción, Pedro Solís. El equipo, sudoroso, desarrolla dos largometrajes de forma simultánea. Un hito en España. Casi se podría decir: un milagro. Muy al estilo estadounidense, donde un proyecto suele solaparse con otro de forma que pueda sobrevivir una empresa
muy costosa. Pero en el sur de Europa. Y a precio local. “Con el presupuesto de una de Pixar hacemos nosotros diez. ¡O doce!”, calcula Matji. Nunca habían coincicidotantos proyectos gordos en España Enrique Gato Lightbox se
encuentra en un “pico de producción”. El mayor en sus siete años de historia.El 90% del tiempo lo ocupa Atrapa la bandera, la historia de un hijo y nieto de astronautas que se embarca en una odisea para llegar a la Luna.
Se estrena el 28 de agosto en España y la tensión se palpa: el cierre se encuentra a la vuelta de la esquina. En paralelo, han ido arrancando la secuela de Las aventuras de Tadeo Jones (prevista para 2016). La caricatura
En el casco del astronauta, un fotograma de la película ‘Atrapa la bandera’.
del famoso arqueólogo; el héroe que catapultó el estudio en 2012. Gato, su creador, omnipresente y sin un minuto, va de la sala de edición a una entrevista para el making of. En su puesto de mando, vacío la mayor parte del tiempo y ubicado entre medio centenar de animadores, descansan dos figurillas de Star Wars. Un Darth Maul. Y un maestro Yoda La primera vez que encuentra un hueco y se sienta ante la grabadora, le desco-
loca una de las preguntas: ¿Qué tipo de decisiones suele tomar un director de animación? “Ja, ja, ja”, se echa a reír. Luego, se pone mucho más serio y añade: “Todas”. Es viernes. Mediodía.Y en el interior de la sala hay siete personas. Una mesa de reuniones. Y una estantería con todo tipo de adminículos de Tadeo. Una inscripción en la pizarra de la esquina reza: “19 junio. Danger zone”. El tiempo se agota y un
proyector despliega un haz de luz sobre la tela. Muestra a una familia fundiéndose en un abrazo. El abuelo, los padres, el nieto. Animaciones recién sali-das del horno. Una de las últimas secuencias de Atrapa la bandera. El plano dura dos segundos y en él se nota algo raro. Una voz en la sala aventura: “Creo que se os han reventado los constraints [los mecanismos que controlan las articulaciones de los personajes]”.
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Gato (izq) da instrucciones en el departamento de iluminación. / FEDE SERRA
Lo pasan de nuevo. La mano de la madre atraviesa el traje de astronauta del abuelo, como si fueran fantasmas. Gato emite su veredicto: “Fixeo de familia”. Es decir, devuelve el plano al taller. El jefe de producción suspira: “Coño, no me dais más que disgustos”. Y la coordinadora de producción, Ana Jardón, asoma la cabeza por la puerta: “¡Cinco minutos!”. Tiempo para revisar dos o tres planos más. La reunión de shot checking, así la llaman, se disuelve. Gato queda a solas un instante. El realizador, de 38 años, viste de negro a pesar de que hoy, como suele ocurrir los viernes, es día de la camisa hawaiana en la empresa.
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Fibroso y alargado, luce el pelo castaño y disparado, y una nuez prominente bajo la barba recortada. Las gafas de montura rectangular lo sitúan cerca de la carrera de Informática que comenzó en los noventa. No hay rastro de ojeras. Pero lleva un tiempo enganchando jornadas de hasta 16 horas; durmiendo no más de 6. Cada vez que enciende el teléfono encuentra 50 o 60 correos nuevos. Y, de pronto, a las cuatro de la tarde, suele darse cuenta de que aún no ha comido. En boca de Solís, el que toca los timbales, la presión suena acu-ciante cuando jalea: “Estamos a dos semanas de entregar la película. ¡Pero todo está
bien! ¡No pasa nada!”. Gato nació en Valladolid, pero la familia se mudó a Madrid enseguida. Dice que en el colegio, “uno normalito”, no tuvo contacto con ese “mundo artístico”. Tampoco en el hogar: su padre trabajaba de administrativo y su madre era ama de casa. En 1995 se matriculó en Ingeniería Informática. Aquel año se estrenó Toy Story, el primer largometraje en 3D animado por ordenador. La ópera prima de Pixar cambió las reglas del juego para siempre. Abrió la puerta a un nuevo lenguaje. Y a una generación de chavales bregados en programación con ganas de contar historias.
En la Facultad de Informática, prosigue en el coche, se formó en 1997 una asociación dedicada a crear gráficos por ordenador. “Fue como encontrar la piedra filosofal. Logré juntar los dos mundos: el artístico y el tecnológico”. Comenzó a experimentar con los primeros programas de 3D. Un día apareció en el tablón de anuncios una oferta de trabajo de la compañía de videojuegos Pyro Studios. “Me lancé de cabeza y abandoné la carrera”. Pyro, fundada por los hermanos Pérez Dolset, editó en 1998 Commandos, uno de los juegos de mayor éxito jamás desarrollados en España. Gato entró en el siguiente proyecto, Heart of Stone, que no llegó a terminarse. Luego dio el salto a otra compañía, Virtual Toys, donde trabajó en varios títulos, como el de Torrente. Había encontrado su territorio, pero le faltaba algo. “Diseñaba personajes corriendo,
saltando, arrastrándose… Era muy repetitivo. La animación está genial si consigues narrar algo con ella. Pero no lograba contar nada llamativo. Así que empecé a hacer cortometrajes. A buscar por mi cuenta la pata que me faltaba”. Una de esas primeras piezas, Bicho (2001), cuenta la historia de un extraterrestre que vaga por el espacio hasta llegar a la Tierra. Lo hizo en casa, solo. Programó hasta la música. Y los ojos de la criatura ya se empiezan a parecer mucho a los de Tadeo.
cabecera. Pensé: tengo que entrar en esta película como sea”. Contactó demasiado tarde, cuando Matji estaba a punto de perder los derechos. Pero se conocieron, se cayeron bien, y el productor tuvo una revelación cuando vio Bicho: “La animación no tiene límites para contar historias”. Luego Enrique le mostró un clip de un personaje que había creado a modo de “experimento”: un Indiana Jones a la española. “Me quedé flipado”, reconoce Matji.
El primer corto de Tadeo, de Nicolás Matji, el productor 2004, se parece mucho a de sus películas, se cruzó un videojuego: se desarrolla con Gato poco después. Hijo en un solo escenario (una del cineasta Manolo Matji pirámide) y el personaje entra (coguionista, entre otras, en él por una puerta y va de Los santos inocentes), superando enemigos (momias) adquirió en 1999 los derechos y resolviendo enigmas hasta para adaptar al cine las escapar a la carrera con viñetas de Superlópez. Gato un botín. Ganó más de 60 le escribió en cuanto supo premios, incluido el goya al del proyecto: “Superlópez y mejor corto animado. Se Mortadelo eran mis libros de dieron cuenta de que había un filón. Incluso un posible largo. Prepararon un segundo corto con la intención de ordenar los procesos de animación para una futura película. “Fue el entrenamiento”, según Gato. “Si nos hubieran dado el dinero
Nunca habían coincicido tantos proyectos gordos en España Enrique Gato
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tras el primer corto, nos habríamos pegado un tortazo de espanto. ¡La dimensión es tan distinta!”. Con el segundo Tadeo, de 2006, Gato volvió a recoger el goya y otras tres decenas de premios. En los títulos de crédito de ambas piezas ya figuran algunas de las personas que le han acompañado desde el principio. Pedro Solís, por ejemplo. El de los timbales. Un tipo de 46 años que antes de dedicarse al modelado de personajes y a la producción ejerció, entre otras cosas, como técnico de tragaperras y monitor de protección radiológica en la central nuclear de Trillo (Guadalajara). Hoy, Solís atesora también dos goyas por sendos cortometrajes
animados, La bruxa en 2011 y Cuerdas en 2013. Desde su hueco en el estudio, frente a la pradera sembrada de animadores en Lightbox, dice: “Somos todos autodidactas. En aquella época era muy difícil aprender. Al principio no había ni Internet. Pero la selección natural era rápida”. Para muchos de los que hoy encabezan los estudios de 3D, se trataba de una pasión oculta. No había escuelas. Hoy comienzan a proliferar. Y son ellos los profesores. Se fueron encontrando poco a poco. Gato y Solís, por ejemplo, coincidieron creando videojuegos en Pyro. Según Gato: “Venimos todos del mismo sitio”.
Reunión de parte del equipo de ‘Atrapa la bandera’. / F. S. Pyro, de hecho, es el germen de Ilion, el otro gran estudio español, los creadores de Planet 51. Muchos de los que hoy se encuentran a las órdenes de Gato se curtieron antes en aquella película. Y al terminarla, se sumaron al proyecto de Tadeo. El salto del pseudoarqueólogo al cine no fue fácil. La primera oficina de Lightbox surgió en un huequito en la redacción de Intereconomía, en Madrid. Julio Ariza, el presidente del grupo mediático, prestó su sede y desembolsó el dinero para comenzar la producción. Le habían mostrado los cortometrajes. Y un cómic escrito a modo
Diseño de algunos personajes de ‘Atrapa la bandera’.
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de storyboard (dibujado por Jan, creador de Superlópez) con la intención de que un productor entendiera en un vistazo que había material para una película. Ariza, tras analizarlo, sentenció: “Quiero hacer esto”, recuerda Gato. “Y nosotros nos quedamos un poco cruzados, diciendo ¡madre mía! Porque fue el primero de todos. La primera piedra la puso él [a través de la productora El Toro Pictures]. No teníamos ni la
más remota idea de cómo iba a ser la relación con ellos. Era gente que no venía del mundo del cine. Pero no les vimos en toda la producción. Ni nos enteramos de que estaban. Es lo más maravilloso que te puede pasar. Éramos como extraterrestres para ellos. No sabían ni de dónde veníamos, ni cómo se hacía nada de lo nuestro, nos veían todo el día delante de los ordenadores y actuando como monos, grabándonos
las referencias para las animaciones. Y decían: ‘¡Estos son marcianos!”. Maxi Díaz prefiere comparar su trabajo con el de un actor: “La diferencia es que usamos un personaje, pero es exactamente lo mismo”. Díaz, de 48 años, dirige a los 45 artistas que encienden la mecha interior en los protagonistas de Atrapa la bandera. Los animadores, sentados
Un vehículo y algunos personajes de ‘Planet 51’. / F. S.
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Reunión de parte del equipo de ‘Atrapa la bandera’. / F. S.
frente a él, gesticulan y ponen muecas. La mayoría ha colocado un espejo de sobremesa junto al monitor, para trasladar esos matices al puppet, la marioneta, así llaman al volumen virtual en tres dimensiones con el que operan. Tal y como explica su labor Christian Dan, un colega en Ilion: “No se trata de mover, sino de animar. Tiene que notarse una vida dentro. Somos psicólogos además de actores”. No solo usan el espejo. En un extremo del estudio queda una sala reservada para grabar en vídeo distintas opciones de actuación. A menudo, mientras las registran,
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se oyen gritos, golpes y carcajadas. “Es la parte más divertida”, según Gato. Una marcianada, como es lógico, en una redacción de corte conservador. Su hueco en Intereconomía enseguida se les quedó pequeño: se vieron obligados a mudarse, y el puesto lo ocupó La Gaceta de los Negocios. Tadeo comenzaba a crecer. A calentar motores. Entró Telefónica Studios en la producción. Y finalmente Mediaset. En ese momento, probablemente, la órbita de Tadeo alcanzó otra dimensión. En la división de cine de Telecinco son responsables de
cerca de 80 películas y de un buen puñado de taquillazos. De Lo imposible a Ocho apellidos vascos. En un despacho cubierto con afiches de estos éxitos en varios idiomas, Ghislain Barrois y Álvaro Agustín, al mando de Telecinco Cinema, explican por qué nunca antes habían producido una de dibujos: “Es un género muy cabrón”. Un caso como el de Tadeo, añaden, no ocurre “casi nunca”. En España, de hecho, lo más probable es echar el cierre después de un mal estreno. La última en caer fue Kandor Graphics después de años desarrollando Justin y la espada del valor (2014). “Son películas caras”,
ahondan Barrois y Agustín. “Para producirlas necesitas tiempo o dinero. Nosotros tenemos que tardar mucho. Y para rentabilizarlas hay que competir en el mercado extranjero. La película se va a encontrar con todos los blockbusters de Hollywood. Y no te van a estar esperando con banderas y trompetas precisamente”. Tadeo no se batió el cobre en Estados Unidos. Pero en Latinoamérica funcionó muy bien después de arrasar en España. Barrois asegura que gran parte de su triunfo se coció en la campaña publicitaria en Telecinco: “Lo colocamos hasta en las putas campanadas”, dice. Literalmente. En el canal de mayor audiencia del país. Y seis meses antes del estreno. “Pero la promoción, si la película no acompaña, nunca funciona”, concluyen los de Mediaset. Eso no fue cosa suya. “Enrique Gato”, aseguran, “es el genio, el arquitecto”. ‘Tadeo’ funcionó muy bien en Latinoamérica después de arrasar en España Aún en el interior de su
Es un género cabrón.Te obliga a estrenar en el extranjero y pelear contra los ‘blockbusters’ vehículo japonés, Gato cuenta que en los orígenes de Lightbox, en 2008, se tuvo que inventar un modelo de la nada: “Hay muy poca documentación sobre cómo se organiza un estudio de animación. Información opaca. Y poco clara. Fui a una charla de Diego García [un español que trabajaba en Blur Studios, en Los Ángeles] y tomé muchísimas notas. Un estudio se sostiene en torno al concepto de pipeline [cañería]: hay un flujo de información, y muchísimos departamentos manejándola”. Tal y como lo explica Pedro Solís, al frente de una cuadrícula Excel con millones de casillas de colores, donde se anota cada secuencia y el tiempo dedicado a cada una: “Por un lado entra el boceto, y por el otro sale el plano terminado. En ese proceso, imprimen su huella cerca de 200 personas”. Gato añade: “Me emperré muchísimo en aplicarlo bien.
Es necesario para que el proyecto no te explote en la cara”. En cambio, si sale bien, se dispara el interés en una secuela. Tras el estreno de Tadeo, todo el mundo les pedía la segunda parte. Pero ellos ya tenían el cohete listo para viajar a la Luna. “Por una vez fuimos la chica guapa de la fiesta”, recuerda Matji, el productor. Con los resultados financieros y artísticos encima de la mesa, Paramount, desde su sede en California, adquirió sobre guion los derechos mundiales de distribución de Atrapa la bandera y de Tadeo 2. Un acuerdo sin precedentes en el cine español. Gato llega a su destino. Aparca. Y camina por el polígono hasta dar con el edificio. Sube en ascensor, y al otro lado de la puerta le reciben dos baños que no distinguen entre hombre o mujer: ambos exhiben la cara de Tadeo. Se adentra en el
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enjambre de animadores. La colmena se encuentra a rebosar. Se sienta dos minutos junto a Darth Maul y Yoda. Pero antes de terminar con el aluvión de correos electrónicos, le llaman para la reunión de shot checking. Dura casi una hora. Habíamos abandonado allí al director en silencio, con sus gafas de ingeniero, vestido de negro. Dice Matji que en las últimas semanas se ha ido quedando pálido y cada vez más flaco. La calma se rompe. Van entrando animadores de dos en dos para mostrarle sus avances. Escenas inacabadas de Atrapa la bandera que Gato revisa con lupa. Va dando todo tipo de indicaciones, desde el encuadre (la cámara se mueve por los escenarios virtuales como un dios omnisciente) a la interpretación: “Esta sonrisa no vale; está mucho más confuso el personaje”; “Para que no quede muy villano ábrele un poquito el párpado inferior”; “Baja el gesto de asentimiento y lo acompañamos con las cejas”; “Se está tomando demasiado tiempo: hay que ganar nervio por todas partes”. Zona de
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peligro, se lee en la pizarra. Al terminar la revisión de “dailies de animación”, quedan 25 planos por aprobar. Ana Jardón, de producción, se marcha resoplando. Y Gato sube de nuevo al coche para regresar al doblaje. El atasco ya es monumental. Quedan 10 días para cerrar la película. Y a la puerta del estudio, el realizador se da cuenta: “Debería comer algo”. Son las cuatro de la tarde. elpaissemanal@elpais.es
La animaciĂłn no tiene lĂmites para contar historias NicolĂĄs Matji
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diseñado por:
Diego Ardila Diseñador, Ilustrador, Animador e-mail: silveramoeba@hotmail.com teléfono: (0571) 3162267645 portafolio: http://issuu.com/diegoardg