CNI: El tiempo de los pueblos

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El tiempo de los pueblos

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El tiempo de los pueblos

El 14 de octubre del 2016, el Consejo Nacional Indígena (CNI) y el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), anunciaron que llevarían a cabo consultas al interior de sus comunidades para conformar un Concejo Indígena de Gobierno. Después de un largo proceso, el domingo 28 de mayo del 2017, se anunció aquí en el CIDECI de San Cristobal, Chiapas, la conformación de dicho concejo integrado, a la fecha, por 71 concejales de distintas etnias de México y el nombramiento de su vocera María de Jesús Patricio Martínez del pueblo nahua. Marichuy, como es conocida entre los compañeros , es una mujer clara, pequeña, sonriente, lacónica y con una mirada de vía garantizada al corazón. Su política, como la de todos los pueblos, recupera el habla poética, la mirada aguda, la escucha meticulosa y paciente; la necesaria certeza de que la salida a la crueldad es siempre una salida conjunta. Los pueblos originarios buscan que el nombre de Marichuy esté en las boletas de la elección presidencial del 2018. El mensaje de estos pueblos, en boca de su vocera, nos convoca a todos. No es sólo para los pueblos originarios. Nos convoca a todos. Nos convoca a trabajar, no por votos ni por ganar una elección. El objetivo no puede ser tomar el poder terrible de una “silla maliciada” como dice ella, sino inventar la organización necesaria para transformar el país desde abajo y a la izquierda: Marichuy: “Mi nombre es María de Jesús Patricio, soy nahua del sur de Jalisco. El participar, el aceptar participar como propuesta por parte del Congreso Nacional Indígena, y hermanos del EZLN que también dieron su palabra, es con el fin de, no tanto de trabajar en la cuestión de llevar votos, de ir a sentarnos allá en la ‘silla maliciada’. Más bien, nuestra participación es por la vida; es por la organización, es por esa reconstrucción de nuestros pueblos que han sido golpeados por años y años, y creo que ahorita tenemos que buscar una forma para seguir existiendo. Creo que no solamente los pueblos y el hecho de participar en este proceso es para invitar a todos aquellos sectores de la sociedad civil, organizada, no organizada, a que también unamos los esfuerzos y podamos destruir este sistema que nos está acabando a todos en general. Pero nosotros como pueblos hemos analizado que vamos peleando por la vida. Y la vida incluye la tierra, el territorio, el agua, los árboles…todo. Y se lo están acabando. Y queremos guardar, cuidar, recuperar eso que es nuestro y que nos ha sido heredado. Y creemos dar este paso. Es difícil para nosotros, pero creemos que es necesario darlo si queremos que nuestros pueblos sigan existiendo”.

El contexto en que se da este anuncio es el de un México asolado por la tragedia. El gobierno mexicano desató desde hace unos 15 años una guerra contra toda la sociedad que a la fecha ha asesinado a centenas de miles de personas. Bajo el discurso hipócrita de la defensa del Estado de Derecho, de la guerra contra el narcotráfico, y de la lucha contra la delincuencia, el narcoestado mexicano ha llenado el territorio nacional de borbotones de sangre. El aire que respiran los mexicanos desde hace años, viene cargado con un tufo de cadáver recién acribillado.

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Bajo la complacencia y participación de todos los partidos políticos, las montañas de muchas regiones de nuestro país se han convertido en fosas clandestinas repletas de restos de seres humanos. Pero los nombres de la destrucción tienen muchas caras en México. Por ejemplo: las decenas de miles de mexicanos que viajan horas para acudir a un trabajo explotador y mal pagado; los médicos de los institutos de salud acostumbrados a ver morir a pacientes por falta de recursos para atenderlos; el despojo de las tierras y bienes de las comunidades originarias; la precariedad del sector educativo, los maestros satanizados y perseguidos; las mujeres violadas o asesinadas a todo lo largo del país; los adolescentes, las decenas de miles de adolescentes, perdidos en la boca feroz del crimen. Todas, todas esas y muchas más, son las cabezas de la hidra mortífera que no cesa de devorar mexicanos. Ante el tamaño de la debacle, los pueblos originarios –lejos de asumirse como simples víctimas de una cruenta realidad– abren horizontes inéditos de participación política y se defienden de un sistema cuya voracidad destruye por igual ecosistemas, pueblos, culturas y seres humanos. La legitimidad de los pueblos originarios está fuera de duda. Son muchísimas las veces en que estas comunidades han enarbolado la resistencia a la destrucción y ello les ha costado muertos y sangre. Por supuesto, también son muchas las veces en que han puesto el ejemplo de la organización, la autonomía y el empeño para no dejarse arrastrar por este río de desesperación que parece querer llevarse a todos los mexicanos. No está de más reiterarlo: Los pueblos originarios proponen una política muy otra, una política en radical contraste con las estrategias de los partidos políticos cuyo principal objetivo es conseguir más votos para sus tribus, puestos de gobierno para sus dirigentes y que, normalmente, se ponen al servicio de quienes buscan mantener los beneficios de empresas multimillonarias y sus clubes de rapiña. Todos los partidos en México, todos, sin excepción, terminan manchados por alianzas pragmáticas que, en el mejor de los casos, justifican bajo la promesa dudosa de que todo será distinto,

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El tiempo de los pueblos de que todo cambiará una vez que lleguen al poder. Para ellos, esos pactos, esos pactos con las hegemonías, con los centros de poder, son la democracia. La democracia, en contraste, en las comunidades originarias tiene un significado muy distinto como nos explica Mario Luna Romero, secretario de la autoridad tradicional del pueblo Yaqui de Vicam, Sonora.

Mario Luna: “Nosotros no buscamos un cargo político, no buscamos puestos, no buscamos sueldos. Nosotros, obedecemos, como autoridades tradicionales (aquí está mi gobernador, mi pueblo mayor), nosotros obedecemos a los mandatos de las asambleas, donde escuchamos, de viva voz de la comunidad, los problemas, si les parece o no les parece nuestra forma de trabajar, o los problemas que estamos enfrentando en el momento, cómo los estamos enfrentando. Eso es algo muy diferente a lo que los partidos políticos hacen para su toma de decisiones. Y obviamente, al momento de nosotros elegir comisiones o concejeros, pues nosotros consultamos a la comunidad primeramente, para poder entonces respaldar cualquier acción y escoger a las personas que precisamente respalden lo que la comunidad quiere. En ese sentido, los partidos políticos lo que hacen es, en sus cúpulas, nombrar ciertas personas que los aparecen como candidatos y entonces ya le dan al pueblo la oportunidad de votar por quien no eligió en su momento, ¿verdad? Por el menos peor, pues. Eso no sucede en este proceso, a nivel nacional, que está proponiendo el Congreso Nacional Indígena, sino que aquí, cada concejero que va a integrar el Concejo Indígena Nacional está saliendo de una asamblea de su comunidad. Eso es algo totalmente diferente”.

No hay forma de exagerar la importancia de esta convocatoria. Si algo nos han enseñado el pueblo de Cherán, los zapatistas, el pueblo huichol, el pueblo Yaqui y el resto de las comunidades, es que la democracia real es un proceso continuo de transformación y organización que no resiste camisas de fuerza ni planes preconcebidos. La historia de la liberación de los pueblos no ha estado atada nunca, ni está atada, a ningún triunfo electoral perdido en la fe de los fanáticos de las urnas; sino que se despliega, se despliega todo el tiempo a partir de las propuestas colectivas de pensamiento y acción. Lejos de las verdades únicas impuestas por un candidato, un partido, los calendarios electorales, las instituciones de gobierno, la política en realidad se reinventa en cada situación: se rehace todos los días en múltiples caminos. Eso es lo importante: el

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El tiempo de los pueblos encuentro de los caminos. Más que una candidatura en sí misma, la iniciativa del Concejo Indígena de Gobierno pretende articular las luchas de los de abajo sean indígenas o no. Esta articulación es absolutamente necesaria. Así lo defienden ellos y así lo defiende Omar García Velásquez, sobreviviente de Ayotzinapa, que no pertenece a ningún grupo indígena.

Omar García Velázquez: “… que si no se articula, pues nos vamos a quedar solos. Cada quien gritando por su lado, viendo morir a los nuestros y viendo desaparecer a los nuestros. Y nadie nos va a escuchar y nadie nos va a atender. De la misma manera como muchos empatizaron por Ayotzinapa, aun sin coincidir con sus formas organizativas ni ideológicas. Así como vimos a gente de otras clases sociales o de otros sectores como… en Chicago tuvimos reunidos a católicos y a musulmanes ahí juntos. Y hablaron los líderes de ambas fuerzas religiosas y dijeron: ‘en este momento no nos interesan nuestras posturas en cuestión de religión; lo que interesa es que estamos por Ayotzinapa”. Fíjate, en Chicago cabrón. Yo creo que sí puede empatizar, y empatiza en gran manera, en gran medida, esta propuesta de los zapatistas. [pregunta: ¿Es decir, distintas identidades pueden unirse para luchar?] Sí. La unidad de lo diverso…”

Ante un país en crisis humanitaria mucho más injusto y asesino que el que vio emerger al Congreso Nacional indígena, hará unos 20 años, ésta es una esperanza a nivel nacional insoslayable. De lograrse la articulación entre las distintas luchas del país, los hermanos del color de la tierra estarían abriendo las puertas para una política sin precedentes en México. Habrían llevado la potencia de su creatividad política a una profundidad no vista hasta ahora. Sin recetas, pero siempre desde abajo, siempre desde la izquierda. Este texto forma parte de Homo Vespa: un proyecto de autonomía editorial que publica y difunde textos inéditos de política, filosofía, literatura y crítica social. Para adherirte al proyecto paga una tarifa por el texto o suscríbete y recibe todas las publicaciones a tu correo en formato de libro electrónico y distintos beneficios por tarifa. Hay suscripciones desde 50 pesos mensuales. ¿Prefieres no hacer pagos por Internet? Escribe en nuestra página de seguidores o a ometeotlram@yahoo.com.mx y pregunta por las opciones de pago en OXXO o por transferencia bancaria.

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Dirección, realización y guión: Luis Ramírez Trejo (Homo Vespa) Cámara, foto, edición y diseño: Javier Clériga (Xavoténcatl)

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