Dale! #00
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a帽o 0 | octubre 2013
_ La ley y sus fisuras
_ Dossier / Le贸n Ferrari
_ El almuerzo desnudo
_ Agenda cultural
Una revista para leer quietos y atentos, o no.
Dale! #00 Una revista inquieta para gente inquieta. Pero para leer quietos y atentos, o no.
a単o 0 | octubre 2013
manifiesto /
¡Dale! es una revista inquieta para gente inquieta. Pero para leer quietos y atentos, o no. En realidad nosotros podemos diseñar una revista, pero no podemos preveer cómo va a ser leída. A veces nos esmeramos en secuencias espectaculares que son perfectamente ignoradas por los lectores que –como yo– empiezan una revista por el final o por el medio. Y para colmo puede ser leída en un cómodo sillón acariciando al perro, o en el baño. Probablemente a ¡Dale! no la podamos leer en la peluquería, o salas de espera, por suerte será para otros ámbitos y nos dejará en paz disfrutando sin culpas de la última Gente o Caras mientras nos cortan el pelo, aunque no conozcamos muy bien a los personajes que son retratados allí. Podría agregar que ¡Dale! es una revista que no existe (aunque hace poco ha salido una con ese nombre de la que somos ajenos), y si existiera tendría -como la mayoría de las cosas valiosas- una limitada vida útil de unos pocos años. Circularon revistas con intenciones similares o ideales nobles que han desaparecido sistemáticamente por falta de recursos o censura: Latido, El Murciélago, Crisis –ahora reaparecida–, Página 30, y centenares de incunables que olvido y que han marcado caminos, han sido disparadoras de ideas, o sabias consejeras, y han tratado de sobrevivir en un país poco amable para las innovaciones. Han existido revistas literarias donde han publicado escritores nóveles luego consagrados como El grillo de papel, El escarabajo de oro, o la antológica Sur que dió a conocer por vez primera textos de Sartre, Tagore, Greene, Malraux, Faulkner, y se ha hablado de Stravinsky y Le Corbusier, en épocas impensadas. Dicen que leyendo devotamente a Sur, García Márquez lee a Faulkner en castellano, y empieza su viaje hacia Cien años de soledad. Esa misma gente editaba Lettres Françaises, dirigida por Roger Callois, la revista literaria más importante de Francia, que se editaba e imprimía en Argentina y se tiraba desde aviones de la resistencia francesa, cuando Francia estaba invadida por los nazis. Se han editado revistas de cine como El Amante, o rarezas como Esculpiendo Milagros que marcaba caminos en la música y que ahora está en red, Fierro cuna de la historieta, y Mutantia que ahora reaparece como libro su número 25 o la ya legendaria e indispensable Tipográfica que era una de las 4 revistas de diseño mas importantes del mundo, hecha con amor y a pulmón. Y son incontables las revistas de poesía, de psicoanálisis, de diseños, de cultura, de ciencias, de humor que han sido importantes generándonos nuevas preguntas. Quizás imaginemos a ¡Dale! como un refrito –ahora remix– de todo eso junto: opinión, actualidad, mucha cultura, música, literatura, cine, artes visuales, viajes hacia adentro y hacia afuera, ciencias, innovación, diversidad, dinamismo. Poco o nada de contenidos de diseño (un alivio), poco o nada de Sushi, de cómo reconocer el sabor a fresas en un vino tinto, o de botox. Más “casa FEA”, que casa FOA. Es decir: una revista realista que no ama a la realeza. ¡Dale! pretende ser una revista sincera, mensual A4, de 64 páginas mas una agenda de actividades, 4 colores. Una revista pensada y pensante, lo que exige de nosotros las mismas aptitudes. Saludos! Sergio Manela
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_ Dossier / León Ferrari
staff /
PROPIETARIO Guadalupe Fleitas DIRECCIÓN Cátedra Manela FADU - UBA, 2013
_ Chile
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_ Chomsky / La entrevista
EDITORES Ezequiel Caffaro Verónica Romero Juan Martín Ayerbe REDACTORES Alethia Arya Pablo L. Vales Perla Marinelli
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_ La ley y sus fisuras _14 _ Un Bestseller jamas
COLABORADORES Violeta Bettice ARTE Y DISEÑO Guadalupe Fleitas Dale! Bmé. Mitre 2050, 3º piso CABA, Argentina www.dalerevista.com.ar dale@dalerevista.com.ar
_ Laiseca _20
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_ Ciudad Estudiantil
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_ Arboles de Buenos Aires
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_ David Toop _48
_ El almuerzo desnudo
_ El garante
_ Rese単as Musica Libros
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_ La Gran Bestia Pop
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_ Dossier
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_ Receta
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octubre /
_ Agenda cultural
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ideas |
Chile Al rescate de una cultura quemada, 40 años después del Golpe Una exposición recupera libros salvados de las llamas y otros que sobrevivieron ocultos tras la dictadura de Pinochet. Sin una lista negra definida, los militares hasta quemaron textos del cubismo pensando que era una tendencia de Cuba. Una historia de miedo y censura que se puede rastrear hasta hoy.
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os sacaron al patio a formarnos y lavarnos con agua en toneles, en otros artefactos había parafina o bencina, montones de libros, nos hicieron prenderles fuego, recuerdo ediciones de la revista cubana Bohemia, libros de artes sobre le cubismo, publicaciones de la editorial Quimantú, libros de Marta Harnecker y todo lo de Marx, Engels y Lenin. Libros que llegaban en camiones militares y en varios kilos, la orden era de quemarlos todos (...)Al medio día fuimos subidos a unos buses y agachados en el piso con las manos entrelazadas en la nuca fuimos trasladados- más tarde reconocimos el lugar- era el Estadio Nacional”, dice el testimonio de un militante comunista detenido en la Escuela Militar. Este crudo relato es parte de una investigación de Karin Ballesteros, bibliotecóloga y parte del equipo de investigación y exposición de “Biblioteca recuperada: Libros quemados y escondidos a 40 años del golpe” que exhibe la Universidad Diego Portales en la sala Nicanor Parra y que tiene como curador a Ramón Castillo, director de Escuela de Arte de la UDP. Ballesteros ya había indagado en el tema y encontró escasa documentación sobre la quema y destrucción de libros durante la dictadura. Pero los chilenos sabían de vecinos, familiares y padres que los ocultaban. Paredes ahuecadas, hoyos en los patios traseros de las casas, depósitos en entretechos o simplemente un cambio de tapas eran camuflajes válidos. Entre muchos de los autores prohibidos estaban Pablo Neruda, Hernán Valdés, Guillermo Atías, de Armando Uribe y textos de la editorial Quimantú y del cantautor Patricio Manns. Con la excusa del 11 de septiembre, a 40 años del golpe de Estado, Ballesteros y equipo salieron a buscar esos libros. Los que se salvaron de las
llamas, los que siguen apareciendo en escondites olvidados y otros tantos dejados en herencia por quienes tuvieron que partir al exilio o la clandestinidad con lo puesto. También se reunieron testimonios, brutales. Historias tras la hazaña de esconder un libro corriendo el riesgo de ser asesinado, por ejemplo. Fueron bibliotecas enteras las saqueadas por completo luego que las familias eran detenidas en sus casas. Una estrecha relación entre la destrucción de libros y la muerte. “Donde se queman libros, se queman personas”, grafica Karin, parafraseando a Heinrich Heine. Y como no, si las noticias mostraban los allanamientos a departamentos y casas donde hombres y mujeres eran arrastrados del brazo, mientras que un segundo militar se encargaba de desgarrar las hojas de los libros para luego quemarlas. Rostros altivos, bestiales, como una imagen sacada de la Alemania de 1933, barbarie que se siguió replicando en otros países y en otros momentos. Para Castillo la quema de libros es una metáfora de la destrucción de las palabras, de la imposibilidad de los chilenos de conservar sus estanterías, de dejar a un país sin nada hasta despojarlos por completo hasta de sus palabras. “Nos quedamos con un país que carece de libros (...) cuando se destruye un libro, también se destruye a las personas que los poseen y llega el temor, la rabia y el absurdo” Castillo relata que en medio de la investigación, se dieron cuenta que no había una lista de libros prohibidos muy precisa. A diferencia de lo que ocurrió en la Argentina, en Chile la destrucción fue indiscriminada y hasta pueril. Tan sólo un ejemplar de un libro de Neruda calificaba para que la biblioteca fuera a las llamas en su to-
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talidad. “Uno piensa que el primer objetivo tras el golpe de Estado fue toda la literatura marxista pero los militares quemaban libros de cubismo porque los asociaban una tendencia de Cuba. Son anécdotas reales, también ocurrió con La serie roja, un libro de medicina, es decir había mucha ignorancia, una instrucción tan básica, que cuando los soldados tenían que llevar a cabo esto, ni ellos mismos sabían lo que estaban haciendo”, comenta Castillo. Otro claro ejemplo fue el allanamiento y cierre de la editorial Quimantú durante el golpe. Esta se originó como iniciativa del gobierno de la Unidad Popular y del presidente Salvador Allende, con colecciones de libros y revistas de bajo costo para acercar la cultura a la gente. Los textos y revistas se vendían en quioscos y librerías. La editorial operó entre el año 70 y 73 y en 38 meses editó 11 millones de libros. El 12 de septiembre fue allanada, cerrada y sus libros también fueron quemados. “Comparado con todo eso, la recuperación es mínima, claro, pero son 800 textos y 300 de ellos fueron donados, una forma más profunda de conmemorar esta fecha”, dice Castillo. Para el curador, el acto de llevar los libros a la hoguera impactó en la ausencia de libros en las casas. Un trabajo eficaz de la dictadura que decantó en un que evolucionó hasta hoy. Se perdió la cercanía con la literatura y eso se traduce en los escasos hábitos de lectura de la población. (Según datos de la UNESCO sólo un 7% de los chilenos lee por placer). “Sumado a eso en diciembre 1976 se constituye el IVA del 19% a los libros, ese fue el último golpe a los libros, en ese momento pasaron de ser un objeto personal a un bien de lujo, de consumo”, remata.
/ La muerte de las ideas En los días del golpe, la poeta y cronista Carmen Berenguer se preparaba para volver a Chile desde los Estados Unidos. Ella y su marido planeaban finalizar su beca en la Universidad de Iowa,
y volar a Santiago el 17 de septiembre. Dudaron. “El día anterior había hablado en un colegio secundario sobre el alto nivel cultural que había alcanzado Chile, su nivel de lectura. Ahora se nos presentaba la disyuntiva de volver o no. Finalmente regresamos en octubre de 1973”, comenta. Tras su retorno a Chile, se instaló en la casa de un amigo que viajó fuera del país. Lo primero que la escritora encontró fue una gran cantidad de revistas escondidas en el entretecho, y ocultos bajo tablas despegadas del piso. “Mi madre me dijo que algunos de mis libros habían sido quemados, también vi mucha gente que trataba desesperadamente de deshacerse de ellos quemándolos en chimeneas, enterrándolos en la tierra... Eso produjo mucha angustia en la sociedad chilena”, evalúa. Berenguer recuerda haber hojeado a escondidas libros de Roque Dalton y Otto René Castillo, textos que le regaló un profesor que dictaba un curso acerca del Testimonio en América Latina. “Leí Confieso que he vivido a escondidas en 1983. También recuerdo que para publicar un libro tenías que pedir autorización al Ministerio del Interior, en mi caso publiqué Bobby Sand desfallece en el muro, sin permiso” Para la historiadora de la UDP Solene Bergot, la censura fue tan bien impuesta, que el temor al libro como material subversivo y peligroso caló hondo en la población. El impacto fue tal, que las personas optaron por destruir y esconder sus libros. Para Bergot, no sólo hubo censura, sino también auto-censura. “Esto es un logro de la exhibición presentada en la Universidad, haber rescatado testimonios de estas quemas que dan cuenta de un fenómeno generalizado y a veces sin fundamento real, es decir que por rumores que circulaban, las personas empezaron a botar, quemar, enterrar y esconder los libros que ellos consideraron que les podrían traer problemas. El régimen militar, en este sentido, fue capaz de alterar la percepción racional de los ciudadanos y reemplazarla por el miedo...”. \
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entrevista |
Noam Chomsky ''El lavado de cerebros en libertad es más eficaz que en las dictaduras' _
Por Daniel Mermet(*)
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l escritor Noam Chomsky de los EEUU habla de los mecanismos detrás de la comunicación moderna, un instrumento esencial de gobierno en los países democráticos, tan importantes para nuestros gobiernos como la propaganda es a una dictadura. - Empecemos por el asunto de los medios de comunicación. En Francia, en mayo del 2005, con ocasión del referéndum sobre el tratado de la Constitución Europea, la mayor parte de órganos de prensa eran partidarios del ''sí'', y sin embargo 55% de los franceses votaron por el ''no''. Luego, la potencia de manipulación de los medios no parece absoluta. ¿Ese voto de los ciudadanos representaría también un ''no'' a los medios? - El trabajo sobre la manipulación mediática o la manufactura del consentimiento hecho por Edgard Herman y yo no aborda la cuestión de los efectos de los medios en el público. Es un asunto complicado, pero las pocas investigaciones que profundizan en el tema sugieren que, en realidad, la influencia de los medios es más importante en la fracción de la población más educada. La masa de la opinión pública parece menos tributaria del discurso de los medios. Tomemos, por ejemplo, la eventualidad de una guerra contra Irán: 75% de los norteamericanos estiman que Estados Unidos debería poner fin a sus amenazas militares y privilegiar la búsqueda de un acuerdo por vías diplomáticas. Encuestas llevadas a cabo por institutos occidentales sugieren que la opinión pública iraní y la de Estados Unidos convergen también en algunos aspectos de la cuestión nuclear: la aplastante mayoría de la población de los dos países estima que la zona que se extiende de Israel a Irán debería estar completamente despejada de artefactos de guerra nuclear, comprendidos los que poseen las tropas norteamericanas de la región. Ahora bien, para encontrar este tipo de información en los medios, es necesario buscar mucho tiempo. En cuanto a los principales partidos políticos de los dos países, ninguno defiende este punto
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de vista. Si Irán y Estados Unidos fueran auténticas democracias en cuyo interior la mayoría determinara realmente las políticas públicas, el diferendo actual sobre lo nuclear ya estaría sin duda resuelto. Hay otros casos así. En lo que se refiere, por ejemplo, al presupuesto federal de Estados Unidos, la mayoría de norteamericanos desean una reducción de los gastos militares y un aumento, por el contrario, en los gastos sociales, créditos otorgados a las Naciones Unidas, ayuda económica y humanitaria internacional, y por último, la anulación de las bajas de impuestos decididas por el presidente George W. Bush a favor de los contribuyentes más ricos. En todos estos asuntos la política de la Casa Blanca es totalmente contraria a los reclamos de la opinión pública. Pero las encuestas que revelan esta oposición pública persistente raramente son publicadas en los medios. Es decir, a los ciudadanos se les tiene no solamente apartados de los centros de decisión política, sino también se les mantiene en la ignorancia del estado real de esta misma opinión pública. Existe una inquietud internacional relativa al abismal ''doble déficit'' de Estados Unidos: el déficit comercial y el déficit presupuestal. Ahora bien, estos solo existen en estrecha relación con un tercer déficit: el déficit democrático, que no deja de ahondarse, no solamente en Estados Unidos, sino de modo más general en el conjunto del mundo occidental. - Cada vez que se le pregunta a un periodista estrella o a un presentador de un gran noticiero televisivo si sufre de presiones, si le ha pasado que lo censuren, él contesta que es completamente libre, que expresa sus propias convicciones. ¿Cómo funciona el control del pensamiento en una sociedad democrática? En lo que respecta a las dictaduras lo sabemos. - Cuando se les pregunta a los periodistas, responden inmediatamente: ''Nadie me ha presionado, yo escribo lo que quiero.'' Es cierto. Solamente, que si tomaran posiciones contrarias a
la norma dominante, ya no escribirían sus editoriales. La regla no es absoluta, desde luego; a mí mismo me sucede que me publiquen en la prensa norteamericana, Estados Unidos no es un país totalitario tampoco. Pero cualquiera que no satisfaga ciertas exigencias mínimas no tiene oportunidad alguna de alcanzar el nivel de comentador con casa propia. Es por otra parte una de las grandes diferencias entre el sistema de propaganda de un Estado totalitario y la manera de proceder en las sociedades democráticas. Exagerando un poco, en los países totalitarios, el Estado decide la línea que se debe seguir y luego todos deben ajustarse a esta. Las sociedades democráticas operan de otro modo. La ''línea'' jamás es enunciada como tal, se sobreentiende. Se procede, de alguna manera, al ''lavado de cerebros en libertad''. E incluso los debates ''apasionados'' en los grandes medios se sitúan en el marco de los parámetros implícitos consentidos, los cuales tienen en sus márgenes numerosos puntos de vista contrarios. El sistema de control de las sociedades democráticas es muy eficaz; instila la línea directriz como el aire que respira. Uno ni se percata, y se imagina a veces estar frente a un debate particularmente vigoroso. En el fondo, es mucho más rendidor que los sistemas totalitarios. Tomemos por ejemplo el caso de Alemania a comienzos de los años 30. Tenemos tendencia a olvidarlo, pero era entonces el país más avanzado de Europa, estaba a la cabeza en materia de arte, de ciencias, de técnicas, de literatura, de filosofía. Después, en muy poco tiempo hubo un retroceso completo, y Alemania se volvió el Estado más mortífero, el más bárbaro de la historia humana. Todo aquello se realizó destilando temor: de los bolcheviques, de los judíos, de los norteamericanos, de los gitanos, en síntesis, de todos aquellos que, según los nazis, amenazaban el corazón de la civilización europea, es decir los ''herederos directos de la civilización griega''. En todo caso era lo que escribía el filósofo Martin Heidegger en 1935. Ahora bien, la mayoría de
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medios de comunicación alemanes que bombardearon a la población con mensajes de este género usaron las técnicas de marketing puestas a punto por los publicistas norteamericanos. No olvidemos cómo se impone siempre una ideología. Para dominar, la violencia no basta, se necesita una justificación de otra naturaleza. Así, cuando una persona ejerce su poder sobre otra -trátese de un dictador, un colono, un burócrata, un marido o un patrón-, requiere de una ideología que la justifique, siempre la misma: esta dominación se hace ''por el bien'' del dominado. En otras palabras, el poder se presenta siempre como altruista, desinteresado, generoso.
/ Cuando la violencia de Estado no basta En los años 30, las reglas de la propaganda nazi consistían, por ejemplo, en escoger palabras simples, repetirlas sin descanso, y asociarlas a emociones, sentimientos, temores. Cuando Hitler invadió los Sudetes (en 1938), fue invocando los objetivos más nobles y caritativos, la necesidad de una ''intervención humanitaria'' para impedir la ''limpieza étnica'' sufrida por los germanófonos y para permitir que todos pudieran vivir bajo el ''ala protectora'' de Alemania, con el apoyo de la potencia de más avanzada del mundo en el campo de las artes y de la cultura. En materia de propaganda, si de cierta manera nada ha cambiado desde Atenas, ha habido por lo menos cantidad de perfeccionamientos. Los instrumentos se han afinado mucho, en particular y paradojalmente en los países más libres del mundo: el Reino Unido y Estados Unidos. Es allí, y no en otro lado, donde la industria moderna de relaciones públicas, es decir la fábrica de la opinión, o la propaganda, nació en los años 1920. Efectivamente, esos dos países habían progresado en materia de derechos democráticos (voto de las mujeres, libertad de expresión, etcétera) a tal punto que la aspiración a la libertad ya no podía ser contenida solo por la violencia del Estado. Viraron, pues, hacia las tecnologías de la
''manufactura del consentimiento''. La industria de las relaciones públicas produce, en sentido literal, consentimiento, aceptación, sumisión. Controla las ideas, los pensamientos, los espíritus. En relación al totalitarismo es un gran progreso: es mucho más agradable sufrir una publicidad que encontrarse en un cuarto de torturas. En Estados Unidos la libertad de expresión está protegida hasta un grado que me parece desconocido en cualquier país del mundo. Es muy reciente. En los años 1960 la Corte Suprema alzó la barra muy alto en materia de respeto de la libertad de palabra, lo que expresaba, según mi opinión, un principio fundamental establecido desde el siglo XVIII por los valores de la Ilustración. La posición de la Corte fue que la palabra era libre, teniendo por única limitación la participación en un acto criminal. Si, por ejemplo, cuando entro a una tienda para desvalijarla, uno de mis cómplices tiene un arma y yo le digo ''¡Dispara!'', ese fin no está protegido por la Constitución. Por lo demás, el motivo debe ser particularmente grave para que se cuestione la libertad de expresión. La Corte Suprema reafirmó este principio a favor del Ku Klux Klan. En Francia, en el Reino Unido y me parece que en el resto de Europa, la libertad de expresión es definida de manera más restrictiva. Para mí, la cuestión esencial es: ¿el Estado tiene el derecho de determinar lo que es la verdad histórica y el de penar a quien se aparta de ella? Pensar en ello termina ajustándose a una práctica propiamente estalinista. A los intelectuales franceses les cuesta admitir que esa es su inclinación. Sin embargo, en el rechazo de una aproximación así no deben haber excepciones. El Estado no debería tener medio alguno de castigar a cualquiera que pretendiese que el sol gira alrededor de la Tierra. El principio de la libertad de expresión tiene algo muy elemental: o se le defiende en el caso de opiniones que se detesta, o no se le defiende para nada. Incluso Hitler y Stalin admitían la libertad de expresión de los que compartían su punto de vista.
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PARA DOMINAR, LA VIOLENCIA NO BASTA, SE NECESITA UNA JUSTIFICACIÓN DE OTRA NATURALEZA. SE HACE "POR EL BIEN" DEL DOMINADO.
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Yo agrego que hay algo preocupante e incluso escandaloso en discutir estos temas dos siglos después de Voltaire, quien, como se sabe, declaraba: ''Yo defendería mis opiniones hasta la muerte, pero daría mi vida para que ustedes pudieran defender las suyas.'' Adoptar una de las doctrinas fundamentales de sus verdugos, es hacerle un triste favor a la memoria de las víctimas del holocausto. - En uno de sus libros, usted comentaba la frase de Milton Friedman: ''Producir ganancias es la esencia misma de la democracia'' - A decir verdad, las dos cosas son de tal modo contrarias que ni siquiera hay comentario posible. La finalidad de la democracia es que la gente pueda decidir su propia vida y hacer las elecciones políticas que le atañen. La realización de ganancias es una patología de nuestras sociedades, adosada a estructuras particulares. En una sociedad decente, ética, esta preocupación por la ganancia sería marginal. Tomemos mi departamento universitario (en el Instituto Técnico de Massachussets MIT): algunos científicos trabajan duro para ganar mucho dinero, pero se les considera un poco como marginales, gente perturbada, casi casos patológicos. El espíritu que anima a la comunidad académica es más bien el de tratar de hacer descubrimientos por interés intelectual pero también para el bienestar de todos. - En la obra que se le dedica en las Éditions de L'Herne, Jean Ziegler escribe: ''Ha habido tres totalitarismos: el totalitarismo estaliniano, nazi y ahora es Tina (iniciales de There is no alternative, no hay alternativa), propuesto por Margaret Thatcher planteando el carácter ineluctable del capitalismo neoliberal, que no es otra cosa que un posible forma de globalización). ¿Compararía usted esos tres totalitarismos? - Yo no los pondría en el mismo plano. Enfrentarse contra ''Tina'' es afrontar una empresa intelectual que no se puede asimilar a los campos de concentración ni al gulag. Y, de hecho, la política de Estados Unidos suscita una oposición masiva a escala planetaria. Argentina y Venezuela han ex-
pulsado al Fondo Monetario Internacional (FMI). Estados Unidos debió renunciar a lo que era la norma todavía hace veinte o treinta años: el golpe militar en América Latina. El programa económico neoliberal que se ha impuesto a la fuerza a toda América Latina en los años 1980 y 1990, hoy día es rechazado en el conjunto del continente. Se encuentra esta misma oposición contra la globalización económica a escala mundial. - El movimiento por la justicia, que está bajo los fuegos de los proyectores mediáticos durante cada Forum Social Mundial, trabaja en realidad todo el año. Es un fenómeno muy nuevo en la historia, que marca quizás el comienzo de una verdadera Internacional. Su principal caballo de batalla está en la existencia de una solución alternativa. Por otro lado, ¿qué mejor ejemplo de globalización diferente que el Forum Social Mundial? Los medios hostiles llaman a los que se oponen a la globalización neoliberal los ''antimundialistas'', cuando en realidad ellos combaten por otra globalización, la globalización de los pueblos. - Se puede observar el contraste entre unos y otros porque en el mismo momento, tiene lugar en Davos, el Forum Económico Mundial, que trabaja para la integración económica planetaria, pero en el único interés de los financistas, de los bancos y de los fondos de pensión. Potencias que controlan también los medios de comunicación. Es su concepción de la integración global, pero al servicio de los inversores. Los medios dominantes consideran que esta integración es la única que merece, de algún modo, la denominación oficial de globalización. He aquí un buen ejemplo del funcionamiento de la propaganda ideológica en las sociedades democráticas. Es eficaz hasta tal punto que incluso los participantes en el Forum Social Mundial aceptan a veces el calificativo malintencionado de ''antimundialistas'' (o ''antiglobalistas''). En Porto Alegre, intervine en el marco del Forum, y participé en la Conferencia Mundial de los Campesinos. Ellos solos representan la mayoría de la población del planeta.
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- A usted se le ubica en la categoría de los anarquistas o de los socialistas libertarios. En la democracia tal como usted la concibe, ¿cuál sería el lugar del Estado? - Vivimos en este mundo, no en un universo imaginario. En este mundo existen instituciones tiránicas, esas son las grandes empresas. Es lo que hay más cercano a las instituciones totalitarias. Estas no tienen, por decirlo así que rendirle cuentas al público, a la sociedad; actúan a la manera de depredadoras cuyas presas serían otras empresas. Para defenderse de ellas, las poblaciones sólo tienen un instrumento: el Estado. Ahora bien, este no es un escudo muy eficaz, pues, en general, está estrechamente ligado a los depredadores. Con una diferencia no desdeñable: mientras que, por ejemplo, General Electric no tiene que rendir cuentas, el Estado debe a veces explicarse ante la población. Cuando la democracia se haya ensanchado al punto que los ciudadanos controlen los medios de producción y de intercambio, participen en el funcionamiento y en la dirección del marco general en el cual viven, entonces el Estado podría desaparecer poco a poco. Será reemplazado por asociaciones voluntarias situadas en los lugares de trabajo y donde vive la gente. - ¿Los soviets? - Eran los soviets. Pero la primera cosa que Lenin y Trotski destruyeron inmediatamente después de la revolución de Octubre, fueron los soviets, los consejos obreros y todas las instituciones democráticas. Lenin y Trotski a este respecto fueron los peores enemigos del socialismo en el siglo XX. En tanto que marxistas ortodoxos, estimaron que una sociedad retardataria como la Rusia de su época no podía pasar directamente al socialismo antes de ser precipitada a la fuerza en la industrialización. En 1989, al momento del hundimiento del sistema comunista, yo pensé que este hundimiento, paradójicamente, representaba una victoria par el socialismo. Pues el socialismo tal
como yo lo concibo, o por lo menos lo respeto, implica el control democrático de la producción, de los intercambios y de las otras dimensiones de la existencia humana. De todas maneras, los dos principales sistemas de propaganda se han puesto de acuerdo para decir que el sistema tiránico instituido por Lenin y Trotski, después transformado en monstruosidad política por Stalin, era el ''socialismo''. Los dirigentes occidentales no podían sino estar encantados por este uso absurdo y escandaloso del término que les ha permitido durante décadas difamar el socialismo auténtico. Con idéntico entusiasmo, pero de sentido contrario, el sistema de propaganda soviético ha intentado explotar en su provecho la simpatía y el compromiso que suscitaban para muchos trabajadores los ideales socialistas auténticos. - ¿No es cierto que todas las formas de autoorganización según los principios anarquistas han terminado hundiéndose? - No hay ''principios anarquistas'' fijos, una suerte de catecismo libertario al se le debería prestar fidelidad. El anarquismo, por lo menos como yo lo entiendo, es un movimiento del pensamiento y de la acción humanas que busca identificar las estructuras de autoridad y de dominación, pedirles que se justifiquen y, dado que son incapaces, lo que sucede con frecuencia, intentar superarlas. Lejos de haberse ''hundido'' el anarquismo, el pensamiento libertario, está floreciendo. Está en la fuente de numerosos progresos reales. Formas de opresión y de injusticia que casi no se reconocían, y menos aun combatían, ya no se admiten. Es un logro, un avance para el conjunto del género humano, no un fracaso. \
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www.chomsky.info chomsky@mit.edu _ (*) Periodista de Le Monde Diplomatique, Francia.
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La ley y sus fisuras El libro La producción de la sexualidad, políticas y regulaciones sexuales en Argentina analiza la relación del sexo y el poder después del matrimonio igualitario, donde todavía falta legalizar el aborto, con el poder creciente del papa Francisco, pero también el rol de las iglesias evangélicas, y con los vaivenes de leyes que cuesta aplicar. Los logros, los retrocesos y los desafíos pendientes. _
Por Luciana Peker
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omosexualidad, lesbianismo, iglesias evangélicas, conyugalidad, parentalidades, reproducción asistida, universidad, prostitución, violencia laboral: todo eso y mucho más puede leerse en un combo de sexo & poder en La producción de la sexualidad, políticas y regulaciones sexuales en Argentina, de Editorial Biblos. Entre el otro gran factor de poder y del placer –un bar donde reina el chocolate– Las/12 entrevistó a dos de sus coordinadores, Sara Barrón López, doctora en Sociología, integrante del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) del Instituto Gino Germani de la UBA y autora del capítulo “Entre calzas y propinas, sexualización y violencia laboral” y a Daniel Jones, doctor en Ciencias Sociales, miembro del GES y autor de Las iglesias evangélicas y la regulación de la homosexualidad en la Argentina contemporánea. El chocolate acarrea un debate sobre el placer, el cuerpo y la comida. Daniel cuenta que corre y acarrea envidias –al menos de la cronista– y polémicas sobre los nuevos pecados que demonizan los cuerpos. Ni hablar si al chocolate se le agrega dulce de leche o nuez. La metáfora gourmet sirve para disparar que nunca el pecado –ni con la ley de matrimonio igualitario o la de salud sexual y reproductiva– está acabado y que siempre hay una nueva prohibición o problemas de aplicación para atravesar con culpa el goce corporal. La Argentina viene, en esta última década, desde la ley de salud sexual y reproductiva hasta el matrimonio igualitario, de una revolución normativa. Más allá del gran desafío pendiente: la le-
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galización del aborto en la Argentina, que ahora encuentra un nuevo obstáculo: la elección de un nuevo –y carismático– papa argentino. Pero, aunque en principio implique una traba, Jones apuesta a que implique un desafío: “Creo que 2013 es un mal año para discutir aborto por ser un año electoral y porque fue electo Francisco. Pero en el 2014 ya habrá pasado la espuma de Bergoglio. Además en el interior de distintas coaliciones políticas del oficialismo y la oposición hay aliados. Es un desafío ante el que hay que ser más creativos”, apuesta.
Daniel:
Sara:
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Sara:
Si una chica se tiene que poner calzas para ir a trabajar está tan pendiente de no engordar como una top model internacional, aunque ella esté precarizada y no gane fortunas... La regulación está en nuestra cotidianidad. La identidad implica cuerpos modelados o lo que te tiene que gustar en tanto eres hombre o mujer. Y ese eje regula cada orden de nuestra cotidianidad.
Este es un trabajo colectivo con miradas muy distintas. En el último decenio hubo cambios muy importantes, pero el poder se expresa con grises, con fisuras. Y el poder lo tenemos todos nosotros. La regulación de la sexualidad no es sólo el Estado.
Ese es otro eje común: ver esta dimensión productiva del poder en relación con los cuerpos, las sexualidades y el género saliendo de estudiar exclusivamente las identidades gays, lésbicas, trans, que es lo que más atención ha llamado últimamente, producto de la sanción de una normativa, por eso el libro arranca con los discursos médicos y jurídicos en relación con la figura de la homosexualidad femenina y masculina, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX en los artículos de Carlos Figari y Florencia Gemetro, para pasar a regulaciones más recientes como las de las instituciones religiosas en el debate del matrimonio igualitario. Pero también trabajar sobre otros elementos: cómo el Estado se ha encargado de trabajar sobre modelos de parejas deseables. Pensar cómo las familias, las iglesias, el discurso médico, el discurso jurídico, la institución universitaria (como en el capítulo de Rafael Blanco) vienen a moldear.
Sara, ¿cuál es tu teoría sobre el sexo y el mercado laboral? La sexualidad no está exenta del mercado y de una lógica capitalista. La heteronormatividad, que es el orden que regula la sexualidad, tiene implicancias en todos los órdenes de nuestra vida y construye demandas laborales. Que unas chicas se tengan que poner unas calzas en una estación de servicio cagadas de frío es convertir una ocupación, como sería cargar nafta en los autos, en una sexualización absoluta de competencias, y ahí estamos hablando de regulaciones de la sexualidad que, en definitiva, produce ocupaciones laborales y beneficios y tiene una lógica económica, y sobre esa base se construye un mercado.
El libro reconoce que hay menos historia sobre el lesbianismo que sobre los gays. ¿Esto sigue siendo así en la actualidad? La que estudia el tema es Florencia Gemetro. Pareciera que en la visibilidad pública siempre ha tenido preeminencia el homosexual masculino, pero yo creo que la visibilidad lésbica ha avanzado mucho. Antes era más común ver parejas de varones y no tanto de mujeres saliendo de barrios que se pretenden más diversos, y no sólo como San Telmo o Palermo. El libro pretende lidiar con esto. ¿Qué pasa el día después de la sanción de las leyes? Estamos en un país que sancionó una ley de educación sexual en el 2006, una ley de matrimonio igualitario en el 2010, una
Daniel:
¿Cuál era la idea del libro? La idea principal es pensar que el poder antes que cercenar o reprimir la sexualidad tiene la capacidad de producir sexualidad. El entramado de poder cuenta con la capacidad de generar identidades sexuales, modificar valores, y no hay una sexualidad natural a ser moldeada externamente. La idea más política es que a partir de una serie de cambios legales, políticos, médicos se produjo una serie de transformaciones sociopolíticas.
Daniel:
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rabinos o las religiones de matriz africanista que han tenido posiciones de apertura. Hay que darse cuenta de que hay un pluralismo religioso, con posiciones progresistas e, incluso, con mayor contemplación con relación al aborto, pero que esto se desconoce porque la voz oficial de la jerarquía católica viene a pretender que es la única voz religiosa sobre estas temáticas. Yo creo que en este sentido la asunción de Jorge Bergoglio como papa es una noticia negativa, porque posiblemente no reforme en temáticas de sexualidad y reproducción las posiciones históricas del Vaticano y a su vez los aliados de Bergoglio en Argentina van a sentirse con nuevos bríos para intentar detener cualquier nueva legislación que amplíe derechos o las políticas públicas que ya deberían estar siendo implementadas. Creo que hay que estar atentos no tanto a que Bergoglio se ocupe personalmente de estas temáticas –que tiene problemas más graves que resolver en el interior del Vaticano– sino a muchos de sus aliados religiosos y políticos, que van a invocar sus posiciones y palabras para frenar avances.
ley de identidad de género en el 2012. ¿Qué pasa con la post visibilidad? ¿Qué nuevas exclusiones se producen? Por ejemplo todo lo que tiene que ver con la fertilización asistida...
Sara:
Daniel:
Bueno, ahora en la ley de fertilización asistida se incluyó a las parejas del mismo sexo y a las mujeres solas, algo que era resistido por los sectores más conservadores y que se abstuvieron a la hora de votar el proyecto. Por ahora, las leyes parecen seguir en la misma línea.... Sí, pero nosotros proponemos ver la historia y los cambios no en términos absolutos. Siempre hay varias velocidades. Yo creo que sería una necedad no reconocer que el panorama ha cambiado, que a veces hay un reconocimiento genuino, a veces una tolerancia hipócrita y también hay resistencias. Pero la heteronormatividad está entroncada con una profunda noción del género en cada rincón de lo social y sigue excluyendo todo esto a pesar de las importantes transformaciones. Esas dos realidades coexisten. Tampoco podemos hablar hoy del lesbianismo en términos generales. ¿Qué tiene que ver hoy una lesbiana de clase media, que tiene la posibilidad de optar y elegir y construirse a sí misma, con alguien que tiene condicionamientos económicos y sufre muchas dificultades para que la validen? Daniel, ¿qué pasa con la homosexualidad en la Iglesia Evangélica? En la Iglesia Católica hay posiciones diversas. A su vez no es la única institución religiosa. En la Argentina cerca del nueve por ciento de la población se declara evangélica. Y dentro de la Iglesia Evangélica hay un sector más conservador que ha trabajado más cerca de la Iglesia Católica en los debates sobre derechos sexuales y reproductivos como educación sexual, aborto. Y ha habido muchas iglesias del protestantismo histórico como la luterana, la luterana danesa, la metodista, que han tenido una postura de reconocimiento de derechos y a su vez hay algunos
Daniel:
Sara:
¿Estamos ante un retroceso en el debate de la legalización del aborto por el efecto Francisco? Creo que 2013 es un mal año para discutir aborto por ser un año electoral y porque fue electo Francisco. Pero en el 2014 ya habrá pasado la espuma de Bergoglio. Además en el interior de distintas coaliciones políticas del oficialismo y la oposición hay aliados. Es un desafío ante el que hay que ser más creativos. ¿Qué opinan de la frase “Quién soy yo para juzgar a un gay?” del Papa? Hoy podemos escuchar a un Papa replicando cierta corrección política de lo gay, pero la autonomía de los cuerpos de las mujeres no se convirtió para nada en “correcto”. En cuestiones de género falta mucho por fisurar. El movimiento de diversidad sexual le dio a lo masculino mayor poder de poner una agenda en la política, de discurso, de agenda.
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Daniel:
Sara:
Daniel:
Sara:
El gran desafío es, después de la sanción de una serie de leyes, después de poner a la Argentina en la vanguardia del mundo en derechos sexuales y reproductivos, mostrar nuevas complejidades. Ninguna producción académica puede ser totalmente optimista y celebratoria. Hay que mostrar las partes oscuras de la habitación y seguir viendo cómo opera la cotidianidad. En la Argentina existe un gran debate sobre si existe o no el trabajo sexual. ¿Cuál es su postura? En un acto de honestidad profunda, en nuestro grupo tampoco es una cuestión resuelta políticamente, tenemos respeto por los colegas que vienen trabajando con líneas distintas, pero hay un punto en común y es no victimizar. Las personas tienen una capacidad de decir y ver dónde están paradas sin negar los condicionamientos. Muchas veces la academia ha revictimizado las realidades que pretendían comprender. Uno de los grandes debates ha sido no ser paternalistas. Pero hay diversidad de pareceres.
Daniel:
Yo creo que hay que partir de que el plexo normativo es inédito en su calidad y cantidad en un período tan corto de tiempo y fue una verdadera revolución legislativa. Hay algunos derechos que son de fácil acceso, como el matrimonio igualitario o la identidad de género, y hay otros de más difícil implementación, como la ley de educación sexual, que no hay que fetichizar la ley y que hay que militarlos. Pero no es menor que exista una ley que los respalde. En este momento la deuda normativa es sin duda la legalización del aborto. Pero fuera de la legalización del aborto uno tiene herramientas para casi todos los derechos sexuales y reproductivos. Yo no creo que el matrimonio igualitario sólo genere corrección política en el discurso de Bergoglio, sino que hay una generación de niños y niñas que van a ser criados con la realidad de que una pareja de varones o de mujeres puedan casarse y ellos van a gobernar la Argentina en no demasiado tiempo. Ese es el horizonte que no hay que perder de vista. \
El libro es pluralista y no concluyente para poder suscitar debate. ¿En la Argentina actual la legislación es mejor que la realidad? Estamos en un contexto en que es favorable hablar de los derechos, pero luego hay fisuras en la práctica cotidiana, en donde no ves que ese paradigma se implemente en el día a día. No hay que minimizar la oportunidad política de que algo esté en la agenda, pero eso no quiere decir que las leyes por sí mismas cambien comportamientos. Ese es un trabajo mucho más lento. Hubo un contexto fantástico que todavía nos estamos rompiendo la cabeza para explicarlo. Se dio esa magia en ese momento determinado. Pero luego ves en el día a día crímenes homofóbicos o la vivencia de ser lesbiana en Venado Tuerto y te das cuenta de que hay otras reglas de juego.
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Año de 1 edición: 2012 224 pág. | 16 x 23 cm _ www.editorialbiblos.com.ar
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Un best seller nunca jamás Tiene una librería en la que sólo vende los textos que le gustan a él. Y en la puerta promociona menús literarios para indigestarse. _
Por: Hernán Firpo
¿Para que sirve ser librero si después el libro más vendido es Cincuenta sombras de Grey? Cuánto mejor, cuánto más barato es poner un empleado del mes de Mc Donald’s que no sepa si Carver va con be larga o ve corta y sospeche de que Kafka sea un autor kirchnerista. “Una librería no es un comercio cualquiera – nos interrumpe Néstor Andersen, Andy de ahora en más –, así como tampoco lo son las peluquerías, las conozco muy poco, je, o las disquerías, cada cual tiene su supuesto tesoro, su piedra filosofal. En este barrio tan afecto a la gastronomía, yo suelo hacer menúes literarios cuya ontología consiste en la indigestión. En realidad, los libros no tienen por qué ser digestivos. Si lees La parte maldita, de Bataille, no hay posibilidad de decir: me lo devoré . Un buen libro, como un buen vino, se demora, debe dejarte una cicatriz... Vos me preguntabas para qué sirve un librero: hay un proceso de transferencia entre librero y lector que implica poder vincular escritores como Faulkner y Carson McCullers, y después hay libros, muchísimos, para la monumental aglomeración no lectora de nuestro país. Pero así como el lector de best sellers no discrimina, mi trabajo es cada vez más importante. Yo soy el que tengo que contrapesar el trabajo del reseñista y la furia de las editoriales con la búsqueda de calidad. Ese es mi capital, es la manera en la que puedo lograr fidelidad”. Librópata : dícese de la persona que padece adicción patológica al libro. Librómano: dícese de la persona que actúa apasionadamente delante de lo que para muchos es un sánguche de hojas. Librero: dícese de la persona que pudiendo ser librómano o un librópata corre el riesgo de convertirse en despachante de esos sánguches de hojas. Existen pirómanos, cleptómanos, megalómanos y Andy es, según como amanezca, librómano o librópata. Nunca librero, a menos que “a la gente que trabaja en las cadenas pueda llamárselas de otro modo”, se ilumina. “Hablando en serio, las librerías de cadena tienen gente valiosa que fue malgastada por la utilidad y las recomendaciones obligatorias. Yo solamente opino y lo demuestro en lo que sugiero”. En lo de Andy no se vende cualquier libro aunque, ojo, Andy no quiere tener nada que ver con los nichos. Andy, simple como un tema de Calamaro, repudia poner otro ladrillo en la pared de la cultura de las diferencias. El vende lo que le gusta. Hay autores que directamente no pasan por la puerta de su local y hasta disfruta de su lista negra de 100 escritores que nunca jamás entrarán a Lilith Libros, en Palermo (a guglear la dirección, chicos, siempre hay algún cretino que puede confundir esto con un chivo). Dice: “Todavía quedan esas librerías donde se va a charlar y donde el lector da libre curso a sus fantasías y expresa sus búsquedas. Creo que las cadenas tampoco saben cumplir esta función”. El librópata se parece al librómano. Andy se muerde la lengua. Sabe quién es Paulo Coelho y sabe quien es Dan Brown, pero se hace el zonzo. Cuenta que con Nik todo bien, “el problema es con el gato. No me gusta nada”. Y si no le gusta, no lo vende. “El de la distribuidora me quiere matar, me dice que Gaturro puede salvarme el mes... Y bué, allá él, yo no me lo banco”. El librómano arma la vidriera con sus propias manos, va detrás de un libro hasta las últimas consecuencias (“Ando rastreando a Josefina Vicens, ¿te suena esa
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escritora?”) y tiene una mesa de novedades, novedades para él, cosas que lo estimulan, lecturas que le cambiaron la vida. Hace años que entre sus “novedades” está La Intemperie, de Gabriela Massuh. “Un libro fundamental”, asegura. Nótese que estamos hablando de un vendedor arbitrario, un hombre con intereses más teóricos que reales. “Los best sellers siempre se apilan, nunca van acomodados en estantes”, dice. ¿Serán las columnas de un negocio que se derrumba? El acto de aislamiento, parece – esto tiene categoría de leyenda urbana – habría empezado cuando un libro de Deleuze empujó a otro de Wayne Dyer, autor de Tus zonas erróneas. Dyer rodó por el piso y sus hojas se volaron. Esto habría ocurrido en una sucursal de Barnes & Noble, en los Estados Unidos. La fábula cruzó fronteras y océanos: desde ese día, un día impreciso entre 1993 y 1998, el best seller perdió el espacio simbólico de la biblioteca para convertirse en un ¿cimiento? “Hoy entró una mujer de unos 50, muy bella, jamás la había visto. Le dije si necesitaba ayuda y se quedó revolviendo alrededor de media hora. En un momento quiso saber el precio de un libro y noté un raro acento en su voz. Le pregunté de donde era y me dijo Rusia, con un tono muy imponente. Luego siguió mirando hasta que se acercó con otro libro y le pregunté acerca de sus autores rusos preferidos, a lo que me respondió ¡¡Bukowsky!!... Le dije que era alemán y nos quedamos charlando más sobre su trabajo, la Argentina, pavadas... En las cadenas tampoco tenés tiempo para estas cosas”. \
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LILITH LIBROS Paraguay 4399 menulilith.blogspot.com facebook.com/lilithlibros
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Laiseca / La imaginación tiránica del maestro zen El autor de la novela más larga de la literatura argentina suele definirse como actor. Así, Alberto Laiseca ratifica su extraño lugar dentro del campo literario: escribió sus primeras obras junto a autores como Piglia, Aira y Fogwill pero en el canon ocupa un lugar desconcertante. Trabajador rural, peón de limpieza, empleado de Entel, corrector de La Razón, hoy es consejero sentimental en un programa para adolescentes y puede jactarse de haber logrado que su taller trascienda lo literario. Sus discípulos forman a su alrededor una red de contención y promoción. “Sin ellos sería la soledad más absoluta”, dice. Perfil del autor que escribe con disciplina militar y piensa que la literatura jamás podrá cambiar nada.
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Por: Yamila Bêgné Ilustraciones: Laura Ojeda Bar
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esde arriba de los postes de teléfono se pueden hacer llamadas gratis. Y para subirse hay que tener una excusa. Por ejemplo, una reparación que hacer. Alberto Laiseca trabajó en Entel como operario. Sus dos metros, habrán pensado los jefes, le servirían para medirse con la altura. Escalera y arriba, entonces. Abre la cajita. Descuelga el teléfono. Disca. Del otro lado atiende la poeta y crítica literaria Tamara Kamenszain. Después del saludo de rutina, desde lo alto y astilloso del poste de teléfono, Laiseca saca unos papeles de su bolso y empieza a leerle fragmentos de Los sorias, su novela que también es la novela más larga de la literatura argentina. Largo también el pasillo para llegar al departamento de Laiseca, en Flores. Él lo recorre despacio, cuidadoso, las dos veces en ojotas, con un polar y un jogging manchados. Es una planta baja. La puerta de entrada ya está abierta. Adentro, el escritorio y la cama, dispuestos casi tocándose en la misma habitación, forman una suerte de nave que Laiseca comanda desde su silla frente al escritorio. A la izquierda, un cristalero. Y hacia el fondo, un mueble tipo barra. Los objetos se agrupan en poco espacio. Sobre la cama está el gato y en los estantes, libros y videos. Recostados sobre el aparador, su bastón y su andador. Laiseca los usa para salir a la calle. Adentro, yendo con cuidado, no los necesita. Detrás del cristal del aparador, varios figurines en miniatura están dispuestos como para un combate. Son mujercitas, súper héroes y siluetas orientales. Una pieza de cerámica se suma a la formación: una pareja de jóvenes pastores que se abrazan; los pechos de ella quedan al descubierto, con todo su brillo de porcelana. Cerca, un viejo televisor Sony, de rayos catódicos, apoyado sobre libros. En esa pantalla Laiseca ve películas por cable, documentales, noticieros y su imagen misma, ayudando corazones en Cupido, el programa de TBS donde opera como consejero sentimental. “Me hace gracia”, dice solamente.
Sobre su escritorio, en una hoja A4 doblada a la mitad, sobre el resto de los papeles, están escritos, en letra grande de imprenta, varios nombres seguidos de números de teléfono: Selva, Sebastián, Juan, tres de sus discípulos. Para Laiseca, el escritorio es su Mesa Vaticana: allí también, dice, las cosas pueden permanecer perdidas durante tres siglos, como una carta extraviada en la santa sede. El departamento donde vivía antes quedaba en Caballito y era casi igual al de ahora: él se aseguró de que el cambio fuera mínimo. Cuando se mudó, llegó a discutir con sus discípulos, que querían convencerlo de distribuir los muebles para armar un living y una habitación por separado. Pero no hubo caso: todo quedó apretado en un mismo cuarto. “Al lado hay una habitación vacía, al pedo, sólo con una pila de discos.” Sebastián Pandolfelli, escritor, alumno y su “lugarteniente”, como le dice Laiseca, habla un poco para adentro pero entusiasmado. Llega a la confitería La Orquídea después de haber grabado una entrevista sobre su propia novela para la tele. Con su padre fletero fueron a buscar a Laiseca para mudar todo, cuenta. Laiseca no quería canastos; había metido todos sus libros, tres mil libros, en bolsas de consorcio. Cada bolsa tenía un número. Pandolfelli intentaba levantarlas. Las bolsas quedaban desfondadas y los libros, en el piso. -¡No, que después no sé qué hay en cada bolsa! Desde hace dos años vive sobre la calle Bogotá, muy cerca de Selva Almada, también escritora y discípula. Hace trece años ella misma se mudó a Buenos Aires desde Entre Ríos. Antes de ir a dictar su propio taller literario, habla con el tono suave y las palabras conscientes, ajustadas, en un movido café de la Avenida Corrientes. Cuenta que cuando murió la última mujer de Laiseca, él tuvo que cambiar de casa. -Mirando el diario vi que alquilaban un departamento como él quería. Al final no fue ese, pero la misma inmobiliaria le consiguió otro. Y él desde ahí se quedó con la idea de que yo le había conseguido el departamento.
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x x x “Yo lo quiero a mi pueblo”, dice sobre Camilo Aldao, que ocupa cuatrocientas hectáreas y queda en el Departamento de Marcos Juárez, a 340 kilómetros de Córdoba. Fue diagramado con la forma de un cuadrado perfecto; en el centro tiene su plaza de cuatro hectáreas y en el centro de la plaza, una pirámide. Esa es la primer pirámide importante entre otras de la vida de Laiseca, que a los nueve años se fascina con Egipto. Y que, más tarde, les dirá a sus discípulos que todo escritor cumple con la fórmula geométrica de los poliedros piramidales: vale más la base –sólida –que la altura. En Aldao hizo la primaria; en Corral de Bustos, a treinta kilómetros, la secundaria. Iba y volvía todos los días con los compañeros de clase. -Después papá me hizo estudiar ingeniería. Nacer en Rosario –el 11 de febrero de 1941 –también fue decisión de su padre cirujano, “el médico del pueblo”, que quiso que el parto fuera en la ciudad, donde hay mejores hospitales. Antes de Alberto, habían tenido una hija que murió poco después del parto. El padre tenía miedo de que algo pudiera pasar. Pero todo salió bien. Tres años más tarde, sin embargo, muere la madre. -Yo la recuerdo pintando un mueble, con un vestido acampanado de los que se usaban antes, un vestido muy lindo, amarrillo con florcitas chiquititas. Laiseca se cansó de la plaza con pirámide, de las exigencias paternas y de la ingeniería. Deja Camilo Aldao y va pasando de provincia en provincia, haciendo distintas tareas del campo, para “purificarse”, dice. ¿La purificación estaba relacionada con el esfuerzo físico? -Sí. Yo era un tipo muy fuerte. Podía. Y tenía que hacerlo. Aunque escribía desde chico, fue entonces, dice, que empezó a escribir mejor. Antes, cuenta que nadie le cree, escribía muy mal. Terminado el día de trabajo en el campo, encendía un fogoncito para hacerse de comer. Mientras se hacía la comida, las llamas le dejaban ver la hoja y él empezaba a escribir, a escribir mejor.
-Eran unos pucheretes que vos hubieras preferido morirte de hambre antes que compartir esa vaina conmigo. Pero bueno, era lo que había. Laiseca pronuncia de a poco las palabras; salvo cuando son puteadas, que salen rápido y enfáticas. Mezcla jergas, dialectos, acentos. Todo queda unido detrás del bigote amarillo. Alguna vez conoció a un catalán: cuentan que le hablaba de tú y de tío. Y que, cuando va a al restaurant japonés Gaijin, les habla a los mozos en un español lleno de eles.
x x x “Me cagaba de hambre”, cuenta sobre su llegada a Buenos Aires en 1965. Durante cuatro años trabajó como peón de limpieza en distintos lugares: suficiente purificación. Hasta que una tía que lo quería mucho le consiguió el puesto en Entel. A la tía Ada le daba vergüenza tener que pedirle algo a un jefe, tanto que se puso a llorar. Laiseca asume las voces del encuentro. -¡Señora Ada, por favor, quédese tranquila! Lo que sea, todo bien conmigo. ¡Por favor, qué le pasa! -Un sobrino mío… -Sí, dígame. ¡Lo que quiera! ¡Lo que quiera! -Necesita trabajo. -¡Pero perfecto! ¡Se lo consigo! ¡Se lo consigo! En los setenta, más tranquilo con su trabajo estable, empieza a conocer gente. -Era un ingenuo yo. Vi a un barbudo por la calle y dije: tiene que ser intelectual. ¡Y le acerté! Perdóneme, le dije, ¿usted conoce algún lugar donde vayan escritores? Y el de barba lo mandó al Bar Moderno. Donde estaba el bar, sobre la calle Maipú, ahora hay un pozo con la intrincada geografía de un estacionamiento subterráneo para autos. -Me gustaría entrar ahora. Nadie te conoce, te tomás una cerveza. Los mozos ya serían otros. La mayoría de mis amigos que conocí allí han muerto. Los extraño a ellos y al Moderno. A Tamara Kamenszain la conoció ahí. Por estos días, ella está ocupada en el dictado de un seminario y sólo puede responder por mail. Re
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cuerda aquel escenario como el centro de cruce entre la bohemia trasnochada que venía del existencialismo, y los nuevos vanguardistas que coqueteaban con los rockeros. -Me pareció un espécimen un poco más excéntrico que los otros personajes que pululaban por el Moderno –dice. Ricardo Piglia también prefiere hablar por correo electrónico. Acaba de publicarse su novela El camino de Ida; abundan entrevistas al autor y reseñas de la obra en los medios. El reconocido prologuista de Los sorias se alejó de Laiseca hace años. Dice que lo admira; dice que lo quiso. Lo había conocido por medio de Kamenszain y de Héctor Libertella. -Lo heredé, digamos: los amigos se cansaban, la verdad, se lo pasaban de uno a otro, se lo sacaban de encima. En aquel entonces Laiseca había publicado Su turno, “que es sensacional”, opina Piglia, y estaba escribiendo Los sorias; se paseaba con los kilos de manuscrito por la ciudad. El ex profesor de la Universidad de Princeton le presentó sus novelas Aventuras de un novelista atonal y La mujer en la muralla. -Hice lo que pude para que se editara Los sorias –recuerda. Y repite hoy lo que escribió hace quince años en el prólogo: “Esa novela tiene el nivel de Los siete locos. Y también está a esa altura El jardín de las máquinas parlantes, una obra maestra”.
x x x Diez años después de haber encontrado al desconocido barbudo en la calle, Laiseca publica su primera novela, Su turno, por el sello Corregidor. Osvaldo Soriano, a quien algunos han tildado de impiadoso y mezquino, lo ayuda en el proceso; se encariña con él y lo apadrina. -Cómo era el gordo, era increíble, era de fierro. Lo llamabas: “Mirá gordo, estoy para la mierda”. Y él te decía “voy para allá.” Y venía. Un mes antes de su muerte, Laiseca y su mujer de entonces lo invitaron a comer.
-Y no nos dijo una sola palabra de que se estaba muriendo, de que tenía cáncer. Nos enteramos por la televisión. Laiseca dice que César Aira, Ricardo Piglia y Fogwill también lo ayudaron muchísimo. Fueron los primeros en leer el manuscrito de Los sorias. Lo leen ellos y el mito en torno a la novela se va formando de a poco, casi de boca en boca; habla Aira, habla Piglia, habla Fogwill y aquel bodoque magnánimo se convierte en una novela legendaria estando todavía inédita: recién en 1998 llegaría la primera edición. Antes de eso, publica Aventuras de un novelista atonal, en 1982, La mujer en la muralla, en 1990, y El jardín de las máquinas parlantes, en 1993, entre otras novelas. También el ensayo Por favor, ¡plágienme!, de 1991. Y gana la Beca Guggenheim.
x x x En el Centro Cultural Ricardo Rojas algunos escritores dan talleres que luego continúan en sus casas. En el año 2000, Selva Almada era una de las tantas que, sentada sobre esos banquitos incómodos que tienen una tabla a modo de mesa atornillada desde el respaldo, escuchaba las clases de Alberto Laiseca. Y quería que el escritor notara su presencia; “¡Que me toque leer; que se dé cuenta de que estoy!”, rogaba en silencio. Trece años después, y a pesar de tener ya su propia carrera literaria en marcha, Almada sigue yendo todos los lunes a sus clases. También le hace mandados, como acercar el monto del alquiler hasta la inmobiliaria. -Con la edad él fue cambiando, se puso más vulnerable y se entrega a que uno lo ayude en ciertas cosas. Hace poco, él le confesó que se había equivocado con la primera impresión que tuvo de ella. “Qué dura que es esta chica”, había pensado, y Almada no sabe si por su aspecto, su modo de hablar o su manera de escribir. A Laiseca le parecía que ella, hoy casi una hija adoptiva, era una persona impenetrable, de una frialdad soviética.
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CUANDO ESA MAÑANA PERSONAJE ISEKA ABRIÓ LOS OJOS, LO PRIMERO QUE VIO FUE UN SORIA. PERO NO A LUIS, EL QUE TENÍA CERCA, SINO AL MÁS ALEJADO: JUAN CARLOS SORIA. ESTE SORIA CUANDO SE LEVANTA POR LA MAÑANA –PENSÓ ISEKA-, LO HACE EN FORMA DE CLASE MAGISTRAL, SIN COLOQUIO, DE ESAS QUE SE USABAN EN LAS FACULTADES EN EL PASADO. OPTIMISTA, DE UN SOLO SALTO. YO NO. DEMORO CUANTOS MINUTOS PUEDO: HARAGANÍSIMO EN LA CAMA…
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La primera novela de Almada, El viento que arrasa, se publicó el año pasado, fue votada como libro del año por Revista Ñ y ya tiene tres ediciones. Almada la trabajó en el taller, junto a otros discípulos que también iban tejiendo sus propios textos en el espacio reducido de la casa de Caballito, primero, y en Flores, más tarde. Leandro Ávalos Blacha leía capítulos de su premiada Berazachussetts y Pandolfelli le hacía frente con Choripán social, ahora también editada en Chile. “La piba es una genia”, dice Laiseca de Almada. -Cuánto le agradezco que no me abandone. El otro día les decía a unos alumnos: si ustedes no me dieran bola yo no sería nadie. Es la pura verdad. Eso sí que sería la soledad más absoluta.
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-Si Poe hubiera tenido internet, se la hubiera pasado mirando porno en vez de escribir “Berenice”. Y a él le pasaría lo mismo –dice Pandolfelli. Es que Laiseca reniega de las computadoras por “el mal uso que se les da”. Dice que los chicos ya no leen por estar todo el día frente a la pantalla y que, aunque espera equivocarse, “el fin de la historia no es la caída de la Unión Soviética; sino no leer más.” Por eso no tiene computadora. Por eso escribe a mano. Por eso después el doble trabajo: pasar todo a máquina. Gastón Gallo, el editor de Simurg, se encargó de tipear las mil trescientas páginas de Los sorias. Él digitalizó la mitad, un poco a la tarde y otro poco a la noche, todos los días durante varios meses. Con el resto lo ayudaron sus colaboradores. Laiseca le fue llevando la novela de a cuatro o cinco tomos del tamaño de guías telefónicas. Esos originales dactilográficos ya estaban amarillos porque el papel se había oxidado. Además tenían otro problema: la cinta de la máquina de escribir estaba muy gastada. De muchas líneas se leía sólo la mitad de arriba o sólo la de abajo. -Era una tarea de desciframiento, dice Gallo. Los sorias salió en 1998, con una tirada de 350 ejemplares en papel Chambril, importado de
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Brasil, numerados y firmados por el autor que se empecinaba en poner un breve “Lai”. La novela arranca así: Cuando esa mañana Personaje Iseka abrió los ojos, lo primero que vio fue un Soria. Pero no a Luis, el que tenía cerca, sino al más alejado: Juan Carlos Soria. Este Soria cuando se levanta por la mañana –pensó Iseka-, lo hace en forma de clase magistral, sin coloquio, de esas que se usaban en las facultades en el pasado. Optimista, de un solo salto. Yo no. Demoro cuantos minutos puedo: haraganísimo en la cama… -Creo que Gallo llegó a odiarme por el laburo – dice el autor. El prólogo, aunque en principio lo iba a escribir Beatriz Sarlo fue, entonces, de Piglia. Gallo lo recibió por fax e iba leyéndolo, ansioso, mientras salía de la máquina. Cuando vio que decía “Es la mejor novela que se ha escrito en Argentina desde Los siete locos” se quedó tranquilo. La tapa estuvo a cargo de Guillermo Kuitca: un mapa intervenido digitalmente. Y la presentación en la Librería Hernández, a cargo de Fogwill. Drogado, poco dijo sobre la novela. Laiseca se iba poniendo cada vez más colorado e incómodo; Fogwill seguía divagando; Laiseca intentaba esquivar la bala y cerrar la presentación. “Fue lamentable”, recuerda Gallo. Cuando pasa las manos sobre el escritorio, Laiseca no desarma las pilas rotas de papel que se apoyan junto a bolsas con cigarrillos fumados y sus cenizas; botellas de Heineken, JB, Terma y un López tinto; un mate con yerba de uso reciente; un paquete de sal sin sodio, una radio con su antena desplegada y medicamentos: Nexium Esomeprazole, Lotrial 5, Lactulón. -Los sorias trata la humanización del poder, del dictador. ¿Se puede dar eso en el mundo real? -La mía es una propuesta. No sé si se puede dar. En general la gente tiende a deshumanizarse. Esa historia está sacada de mí. Yo era un tipo completamente inhumano. No me importaba nada.
Y un día me di cuenta de que así no podían ser las cosas. Y entonces empecé una larga elaboración para modificarme y volverme un buen tipo, que es lo que soy, ya hace algunos años. -¿Y cuáles fueron todos los pasos en esa humanización? -Larguísimos. Como escribir una novela más larga que Los sorias. Muy poquito a poco. Laiseca no disimula ni el malhumor ni la alegría. No le interesa aparentar estados anímicos. A los demás se los adivina. Dicen que tiene algo muy perceptivo, como de brujo. En la primera visita, las frases le salen pausadas pero continuas; lo mismo las carcajadas. Cuando el día no va bien, Laiseca lo anuncia con una pregunta: “¿Cómo voy a hacer para salir de esta lluvia?”, se repite. La frase está en “La larga lluvia”, un cuento de Ray Bradbury sobre un planeta en el que el agua nunca deja de caer. En otros encuentros, entonces, Laiseca puede ser un Zeus contenido o un semidiós frustrado que no puede evitar que empiece a lloviznar. Casi en silencio, sin haber dormido bien, a veces sólo parece desear volver rápido al comando de su nave solitaria. \
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LOS SORIAS, 2004 Editorial: Cuatro vientos Género: Ficción y Literatura Páginas: 1326 (la novela más larga argentina)
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La Ciudad Estudiantil _
Por Jorge Tartarini
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La vasta obra social desarrollada por el gobierno de Juan D. Perón durante el decenio 1945-1955 nos ha legado un patrimonio rico en programas y tipologías edilicias, muchas inéditas en nuestro país. Barrios de viviendas, hospitales, escuelas, asilos, conjuntos recreativos, estudiantiles, asistenciales... son sólo algunos de los cientos de ejemplos que hoy encontramos distribuidos en todo el territorio nacional. Un patrimonio que, hasta no hace mucho, no encontraba un merecido reconocimiento en las declaratorias de protección locales, provinciales y nacionales. Un caso excepcional es la República de los Niños en Gonnet, partido de La Plata, declarada Monumento Histórico Nacional en 2001 y considerada el mayor emprendimiento infantil de Latinoamérica y el primer parque temático del continente. Había sido fundada con un doble propósito: el de esparcimiento y el de aprendizaje de derechos y obligaciones cívicos. Otro ejemplo emblemático de esa intensa labor social fue la Ciudad Estudiantil Presidente Perón, inaugurada el 27 de octubre de 1951. Abarcaba un predio de cuatro hectáreas y se encontraba comunicada por un túnel con otra de las instituciones creadas por la Fundación Eva Perón, como la Ciudad Infantil, inaugurada poco antes. En el mismo año que iniciaba su labor la Ciudad Estudiantil comenzaba la construcción de edificios escolares en el marco del Plan 1000 Escuelas. De las cuatro manzanas que ocupaba esta Ciudad, dos eran destinadas a instalaciones deportivas (fútbol, básquet, carreras pedestres, esgrima, equitación, etc.) y en ella se desarrollaban múltiples actividades como grupos de teatro, bibliotecas, peluquerías, salones de recreación y servicio médico. Su finalidad era capacitar a los hijos de los obreros para llegar a futuros dirigentes, y en ella se realizaba una formación teórico-práctica, con énfasis en temas relacionados con las ciencias sociales y la tecnología. El conjunto de construcciones comparten en su estética un estilo predominante utilizado por el peronismo para estos emprendimientos: un pintoresquismo de referencia californiana, con techos de tejas a la española, paredes blancas y aberturas y celosías de madera pintada, de difundido uso en chalets del suburbio, localidades balnearias, clubes deportivos, etc. desde décadas precedentes. Una estética que, a pesar del tiempo transcurrido, los cambios de usos, las modificaciones internas y construcciones posteriores descontextualizadas, aún hoy es perceptible y testimonia la visión de conjunto con que fue proyectada íntegramente la pequeña Ciudad. En 1955, tras el golpe militar, la Ciudad Estudiantil fue desalojada y se convirtió en lugar de detención de dirigentes peronistas, políticos y sindicales. Actualmente funcionan en ella dependencias del Servicio Nacional de Rehabilitación, y otras que dicho Servicio fue cediendo a diversas instituciones como el Incucai, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, la Universidad de San Martín y otras. En 1998 la Comisión Nacional de Museos, Monumentos y Lugares Históricos procedió a declarar uno de los edificios de la Ciudad Estudiantil Monumento Histórico Nacional, y dentro de éste, su Salón Espejado, réplica del Salón Blanco, y el Despacho, que reproducen los existentes en la Casa de Gobierno, a escala menor (Ley 24.976/98). Pero esto era a todas luces limitado e insuficiente. A efectos de proteger no sólo estas expresiones sino los distintos edificios e instalaciones que forman parte del proyecto original, que dan sentido de unidad al conjunto, que hablan de su carácter y estética general que favorecen su unidad de lectura y que permiten comprender mejor su origen, la Comisión Nacional decidió impulsar la ampliación de los límites de la citada declaratoria. De esta manera, se encontrarán protegidos un conjunto de edificios vinculados funcional y estilísticamente, y también otro grupo de instalaciones deportivas (estadio, tribuna, mástil, etc.) también integrantes del proyecto original. Pero, particularmente, se preservará la relación de espacios verdes, edificaciones y trazados que favorecen la apreciación del conjunto, es decir, la armonía de las partes y el todo. Y, desde luego, los portales de acceso originales. Tal declaratoria ya es un hecho, y sin duda contribuirá a salvar ausencias y omisiones incomprensibles, si hablamos de una necesaria visión abarcante y plural de nuestro patrimonio cultural. \
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La gran bestia pop Jean-Michel Basquiat fue en sus comienzos el artista callejero por excelencia: frases de corte existencial y militante estampadas en las paredes, obras hechas con objetos recogidos de la basura, postales intervenidas vendidas por él mismo en forma ambulante. Había desembarcado en 1979 en Nueva York y muy pronto se convirtió en la estrella más codiciada
de un mercado del arte en expansión y crisis. Amigo íntimo de Madonna, se hizo más célebre todavía. Y también fue discípulo de Andy Warhol. En 1987, poco después de la muerte de Warhol, en el mes de agosto, Basquiat moría de una sobredosis.Tenía 27 años y había revolucionado el arte. A 25 años de su muerte, Basquiat es una marca, un mito cuyas obras siguen siendo de las mejor cotizadas en el mercado mundial, y su herencia se puede considerar un enigma a discutir. _
Por Pablo Perantuono
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quel viernes el calor prendía fuego Nueva York, pero Jean-Michel Basquiat no se dio por enterado. Ya era la tarde del 12 de agosto y él dormía en su cuarto: por entonces trabajaba de noche y se quedaba pintando hasta la mañana. Sonó el teléfono y su novia, Kelle Inman, que se encontraba en la planta baja del piso que compartían en el 57 de Great Jones Street, lo atendió. Era Kevin Bray, un amigo de Basquiat con quien el artista pensaba ir a un recital de Run DMC a la noche. Kelle creyó que era buena idea despertarlo. Cuando entró al cuarto lo primero que le impresionó fue el calor: el aire acondicionado se había roto. Buscó a Basquiat en la cama pero no lo encontró: estaba en el piso, acurrucado. Un vómito blanco acompañaba su cuerpo. Kelle lo llamó pero su novio no reaccionó. La joven intuyó que algo andaba mal. Bajó corriendo y llamó a la ambulancia. Antes de llegar al hospital, Jean-Michel Basquiat, el tipo que revolucionó el arte en los ’80, el hombre que gracias a su genio conquistó los sentidos y los bolsillos de esa ciudad, el artista ardiente que interpretó con sus pinceladas y su estilo el pulso urgente de una época colosal y desquiciada, estaba muerto. Se había inyectado heroína –las jeringas con sangre se desparramaban en su cuarto–, pero finalmente lo terminó matando, según la autopsia, un cóctel de opio y cocaína. Fue hace un cuarto de siglo. Tenía 27 años. Era el Rimbaud de la pintura.
/ El mesias en la calle Hijo de un padre haitiano y una madre puertorriqueña, en la obra y en el cuerpo de Basquiat se anida –se sintetiza– buena parte de la historia universal reciente, dibujando, con su pirueta vital, una elipsis temeraria que atraviesa, como un disparo, las paredes de la cultura occidental contemporánea. Sus raíces africanas estallan desde sus cuadros: allí hay angustia y opresión. También sus referentes musicales y deportivos: reyes negros de talento inmaculado. Y, cómo no, su ciudad, esa fascinante lengua de edificios que
lo coronó como su nuevo Mesías y que lo llenó de gloria y de basura; de dinero, agobio y adicciones. Alumno desparejo e inquieto, pero dueño de un talento que sólo necesitaba ponerse en movimiento para fluir, Basquiat no tuvo educación formal en el arte. Su madre le despertó la curiosidad llevándolo a museos, pero ya desde muy chico comenzó a dibujar y pintar sin tregua. A los 19, con unos pocos dólares, tomó la decisión de mudarse a Manhattan. En ese momento –1979– Nueva York era Babilonia, el mejor lugar del mundo para ser un artista. La ciudad palpitaba de nuevos deseos. Bandas como Talking Heads o Blondie le ponían sonido e ilustración al post-punk. De los sótanos negros comenzaba a emanar un ritmo que sería himno urbano: el hip hop. Los hijos del baby boom estaban por tomar las calles y los despachos, los escenarios y los corazones. Si bien Basquiat nunca perteneció del todo a la cultura grafitera –nunca pintó en subtes–, sí se hizo conocido por sus intervenciones callejeras. Junto a su amigo Al Díaz estampaba frases de corte existencial, a veces delirantes, y las firmaba con el seudónimo SAMO (“Same Old Shit”: “la misma mierda de siempre”), acompañadas con el logo de marca registrada (c), una sutil crítica al capitalismo que se convertiría en un clásico de su obra. A principios de los ’80, el legado de la cultura punk comenzó a filtrarse entre las grietas de un ambiente, el del arte, inmóvil y desencantado. Al tiempo que una nueva corriente, el neoexpresionismo, empezaba a seducir público y crítica, el nombre de SAMO comenzaba a circular con insistencia. Todos querían saber quién era ese críptico garabateador fantasma. En las fiestas se hablaba de él. El Village Voice, un periódico que retrataba la movida neoyorquina, le hizo su primera entrevista. La leyenda se había echado a andar. Con apenas 20 años, y después de coquetear con la música –junto al actor Vincent Gallo formó un cuarteto llamado Gray en el que tocaba el sintetizador–, Basquiat abandonó a SAMO y comenzó a pintar sin parar, a construir el mito.
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Recogía de la calle puertas, ventanas y cualquier tipo de dispositivo que pudiera servirle como plataforma para su arte. Coloreaba postales y tarjetas y las vendía por la calle. Había alquilado un departamento de un ambiente con su novia y lo utilizaba como atelier. Era un lugar dantesco. Hasta allí llegó una tarde de 1980 Diego Cortez, un curador y amigo que ya admiraba su obra. Lo acompañaba Jeffrey Deitch, crítico y consultor cultural, autor de Art in America, un libro esencial para entender la época. Aun cuando la presencia de Deitch pudiera representar un honor o incluso una responsabilidad, Basquiat lo recibió con una mezcla de ternura y desdén, dos rasgos característicos. En la carrera de Basquiat, Deitch no sería un hombre cualquiera: ocho años después, en una mañana lluviosa de verano, pronunciaría el responso en el funeral del artista. Aquella tarde Deitch se sorprendió al ver las paredes y hasta la heladera plagada de dibujos. Pero más se sorprendió por el estilo salvaje. “Una demoledora combinación de De Kooning con pintadas subterráneas”, escribiría. Deitch le compró cinco dibujos por 250 dólares. Fue la primera venta de Basquiat y Deitch tuvo que recordarle que firmara la obra. Para entonces el neoexpresionismo se consolidaba. Muestras y galerías recibían obras de autores jóvenes que empezaban a cautivar a un público que también se transformaba. El arte ya no era consumido –comprado– sólo por la alta burguesía, sino por una nueva generación de profesionales arrogantes y hedonistas, surgidos de la clase media, que buscaban decorar sus reciclados lofts. En ese contexto, la irrupción de Basquiat tuvo la fuerza de un relámpago que iluminó y resignificó la pintura. Con él volvió el primitivismo, con él nació el estilo Basquiat. Esqueletos, figuras abstractas, calaveras, palabras, colores vivos, cultura negra: todos esos elementos se fusionaban para pergeñar una obra desbordante de pasión y energía primal. Su nombre comenzó a circular por los pliegues del ambiente. Un pintor italiano, Sandro
Chia, factótum del despertar del expresionismo en NY, fue uno de los primeros en reparar en él. “Sus pinturas capturan la espontaneidad y la realidad emocional de la ciudad. Están llenas de elementos disparatados que en apariencia no tienen conexión, pero que por alguna razón, juntos, encajan perfecto”, diría después. Chia recomendó a Basquiat al vendedor italiano Emilio Mazzoli, que de inmediato le compró diez pinturas por cerca de 10 mil dólares y le ofreció hacer una muestra en Modena. Basquiat fue, vendió algunas obras y, en Europa, realizó su primera exhibición pública. Con apenas 21 años, negro, flaco, lleno de sensibilidad y talento, el irresistible Basquiat era el sabor del futuro. La dueña de una galería del SoHo, Annina Nosei, decidió “adoptarlo”. Basquiat necesitaba dólares para comprar sus materiales y también un lugar donde trabajar. Nosei le ofreció el sótano de su galería y le dio dinero. Mientras JMB comenzaba a producir y a pintar todo el día, Nosei llevaba vendedores y coleccionistas a su galería para que vieran en acción a esa fuerza de la naturaleza, el arrollador paso de ese potrillo hambriento. Pero aquello también le trajo algunos problemas, porque Nosei vendía sus originales no bien Basquiat los finalizaba, lo que molestaba al artista. Empezó a sentirse incómodo. En marzo de 1982, luego de acudir a la primera muestra “solista” de Basquiat en la galería de Nosei, Jeffrey Deitch, el primero que había comprado una obra suya dos años antes, escribió: “Ahí encerrado, Basquiat parece un chico de la calle que es mirado con asombro por la intelligente del arte. Es como si un brillante Lou Reed les cantara sobre heroína a chicos del secundario”.
/ Madonna & Warhol De esa época data una de sus primeras grandes obras, Per Capita, un trabajo seminal en el que, rodeado de palabras, un boxeador negro sostiene una antorcha que flamea con fuerza. Nunca
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admitido por Basquiat, es probable que se tratara de Mohammed Ali, por la marca Everlast en los pantalones. Su obra pareció profética: quince años después, con JMB ya muerto, un crepuscular Ali sostendría la antorcha con la que se inauguraron los Juegos Olímpicos de Atlanta ’96. Fue uno de los momentos más emotivos de la historia del deporte. Basquiat se cansó del dominio de Nosei –“No quiero ser una mascota del arte”– y abandonó el lugar. Siguió pintando sin parar. Entre fines de 1982 y 1983 realizó algunos de sus trabajos más decisivos. En ellos asoma otro elemento omnipresente en su obra: la música. Los nombres y las siluetas de figuras legendarias y agónicas como Jimi Hendrix, Miles Davis, Dizzy Gillespie y especialmente Charlie Parker aparecen una y otra vez. Pero al tiempo que sus héroes irrumpían en sus lienzos y que Basquiat se convertía en la bestia pop del arte, en Nueva York otros músicos comenzaban a trasladar la voz de la raza negra del under a la superficie, del guetto al mainstream. Como ocurría con la obra de Basquiat, un naciente hip hop albergaba en sus entrañas el grito atragantado y lacerante de siglos de sometimiento. La diáspora africana encontraba ventrílocuos para su dolor ancestral: cada uno a su modo, Basquiat y el hip hop cumplieron ese rol. En 1983, Henry Geldzahler, curador del Museo Metropolitano de NY, le preguntó a Basquiat si había enojo en su obra. “El 80 por ciento es enojo”, respondió. Para esa época Basquiat se zambulle –se hunde– en la aristocracia de la noche neoyorquina. En 1983 se vincula con dos personajes imprescindibles de la ciudad: Madonna y Andy Warhol. Con la primera mantiene un romance; el segundo le cambia la vida. No bien lo conoció, Warhol experimentó por Basquiat un sentimiento paternal inapelable que mezcló –confundió– lo emocional con lo profesional. Comenzaron a producir juntos y son varios los que creen que fue el arte de Warhol el más beneficiado. Warhol era el consejero; Basquiat el joven frágil que que-
TORRE EIFFEL, 1984
Jean-Michel Basquiat & Andy Warhol Galería: Bruno Bischofberger, Zurich - Suiza
50 CENT, 1983
Serie: The Daros Suite of Thirty-Two Drawnings Galería: Daros Collection, Zurich - Suiza
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ría comerse el mundo a tarascones. Pero Warhol era, además, el gran apóstol de la época, quien mejor interpretaba el sentido del arte de su tiempo. “Para tener éxito un artista debe presentar su obra en una buena galería por la misma razón por la que Dior jamás estrenaría su colección en un local de poca categoría”, decía. Pragmatismo y codicia en una década bañada por la plata dulce de Wall Street. Era la consagración del placer material, la era Reagan. Sólo en 1983 en Nueva York se invirtieron 2 mil millones de dólares en arte. Por eso mismo, tal vez, Basquiat temía que lo suyo fuera pasajero. “Tengo miedo de ser apenas un fogonazo de la moda”, le decía a Warhol. Se hicieron íntimos, la clase de relación que trasciende lo corporal. A veces, eran las 4 de la mañana y sonaba el teléfono en lo de Warhol: Basquiat lo llamaba desde Roma y llevaba cuatro días sin dormir. Otras veces Warhol notaba, alarmado, cómo Basquiat se desdibujaba bajo los efectos de la heroína. “Una tarde se agachó para atarse los cordones y permaneció en esa posición cinco minutos, quieto”, recordaría en sus diarios, donde se puede apreciar la desmesura del discípulo. Allí se lee, entre otras cosas, que el piso de su departamento estaba tapizado de billetes de 100 dólares arrugados y obras recién pintadas. Warhol recuerda la cara de estupor de los maîtres de los restaurantes cuando Basquiat, sin mirar el menú, les pedía “el champagne más caro”. Pero la entronización definitiva ocurrió el 10 de febrero de 1985. Ese día, ataviado con un traje Armani con el que solía pintar, Basquiat ocupó la tapa de la revista dominical de The New York Times. Un largo artículo radiografiaba el vertiginoso ascenso de Basquiat (“Hace sólo cinco años dormía de prestado en el sofá de sus amigos”) y detallaba los pormenores de un mercado, el del arte, en furiosa expansión. Algunos especialistas se permitían dudar sobre la perdurabilidad de Basquiat, algo entendible en un ambiente que se toma su tiempo para elevar al Olimpo a sus nuevas figuras y que, en este caso, estaba venerando a un artista de sólo 24 años. Basquiat tenía la ciu-
dad a sus pies, lo cual, paradójicamente, también potenciaba su vulnerabilidad. Si bien fue el artista que mejor capturó el espíritu de su tiempo, él trascendió las fronteras del neoexpresionismo para crear un estilo único. “Era un artista que podía conjugar una exuberante espontaneidad con un firme dominio de los fundamentos del arte”, explica Marc Mayer, curador de una retrospectiva suya en el Museo de Brooklyn en 2005. Mayer cree que Basquiat era mucho más que “un talento adecuado que se desplegó en el momento justo. También era alguien con un profundo conocimiento y una enorme sed de más, alguien que utilizó su arte para obtener más conocimiento aún y para procesar todo lo que sabía sobre la historia de su raza”. Para mediados de los ’80, sus cuadros se vendían de a decenas y se cotizaban entre 10 mil y 25 mil dólares. El pintaba todos los días. “Eso es lo único que me interesa hacer, además de levantarme chicas. Además, si no pinto, a los pocos días me aburro”, decía en un reportaje. Con el mercado llegando a su cenit –para esa época Nueva York albergaba más de 450 galerías de arte, contra las 70 que tenía a comienzos de los ’70–, la vida artística de Basquiat volvió a dar un vuelco cuando tomó distancia de Warhol. Según una versión, en septiembre de 1985 Basquiat decidió escapar de la factoría luego de que una crítica de The New York Times considerara que su trabajo, influenciado por Warhol, se había vuelto demasiado obvio. John Russell, el autor de la reseña, aconsejaba a Basquiat alejarse. Así lo hizo.
/ El fuego inolvidable Sus obras ya eran vendidas y exhibidas en todos lados: Japón, Suecia, Alemania, el mundo. Convertido en celebridad, el éxito y el dinero exacerbaron el desasosiego en Basquiat. Comenzó a experimentar sensaciones encontradas, como si todo eso que había provocado lo volviese un esclavo. Odiaba ese mundo en el que se veía inserto: “Está lleno de mercenarios que se quieren
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hacer ricos lo más rápido posible”. Se volvió más irritable, más desconfiado. La droga, claro, no ayudaba. “Tomo drogas para mantener la concentración”, se excusaba, pero todos sabían que esa espiral sólo lo conduciría al abismo. Para obtener algo de calma, viajó unos meses a Hawai con su padre y su novia. En la isla fue feliz, abandonó las drogas y pintó. Pero al poco tiempo de regresar recibió una noticia devastadora: Warhol había muerto. Era 1987 y si bien estaban alejados, la muerte de su “padrino” lo sumió en una profunda depresión. Oscurecido por las drogas, sus cuadros se volvieron más espaciosos, más grandes y también más ominosos. Las apelaciones a la muerte comenzaron a aparecer repetidamente en ellos. Taciturno, cualquier crítica lo exasperaba. Su estrella comenzaba a declinar. Viajó a Los Angeles, donde solía ir para trabajar tranquilo. Pero seguía mal: creía que su carrera estaba terminada. De regreso a Nueva York, sus días estaban contados. Al poco tiempo murió, dejando más de mil cuadros –algunos se venden en más de 40 millones de dólares–, más de mil dibujos y una peripecia vital inigualable, que incluye el hecho de haber colonizado el mercado blanco a través de su indagación de la experiencia negra. Su arte –agresivo, inmediato, crudo– auscultó en las profundidades y en las contradicciones del sistema. Fue un ángel crispado y fatal que se quemó con su propio e inolvidable fuego. \
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www.basquiat.com www.brooklynmuseum.org _ www.warhol.org
FORMLESS, 1983
Serie: The Daros Suite of Thirty-Two Drawnings Galería: Daros Collection, Zurich - Suiza
medio ambiente |
El almuerzo desnudo ¿Por qué los pollos tienen olor a lavandina y sus huesos se parten como si nada? ¿Cuántos peces mueren por cada plato de sushi? ¿Qué hay dentro de ese impoluto vaso de leche blanca? ¿Por qué todas las hamburguesas tienen el mismo sabor? ¿Sabía que cada vez menos chanchos tienen cola de rulito? ¿Por qué se suicidaron 200 mil agricultores en India? ¿Cuál es ese ingrediente fantasma incluido en el 75 por ciento de los alimentos procesados? Los alimentos y la alimentación es probablemente el tema en el que confluyen casi todos los problemas relevantes del mundo: la corrupción, la experimentación científica, la fuerza o debilidad de los Estados ante las corporaciones, la ecología y la salud de la población mundial. Por eso, son cada vez más los libros y documentales que echan luz sobre ese oscuro entramado que hace de cada plato de comida un expediente X. Dale vio y leyó buena parte de ellos y ofrece una guía y algunas respuestas.
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Por Soledad Barruti
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n octubre del año pasado, Naciones Unidas ungió con el título Ser Humano 7 mil millones a Danica, una bebé filipina. El nombramiento fue por supuesto simbólico: la persona 7 mil millones podría haber nacido bastante antes en una clínica privada, en un hospital público o en una carpa improvisada en las arenas ardientes del desierto africano. En un Estado en guerra o en una democracia reciente. Puede también estar por nacer y saltar inmediatamente al olvido desde el grueso margen de error sobre el que se sostiene este mundo superpoblado. Como sea, el número al que llegó nuestra especie alarma y vuelve la atención sobre cuestiones que van del azar de un nacimiento acontecido en una determinada coyuntura política al bochorno colectivo de un sistema mundial en crisis donde el acceso a la comida y su calidad ocupan el centro de la escena. ¿Estará el ser humano 7 mil millones del lado de los 925 millones de hambrientos que hay según datos de la FAO (Organización mundial de alimentos)? ¿O crecerá hasta volverse uno de los 1500 millones de obesos que estima la ONU habrá para el 2015? ¿Tendrá la mejor de las suertes y será de los que eligen qué y cuándo comer y qué arrojar a la basura, participando del descarte anual de 1300 millones de toneladas que van al tacho, también según la FAO? Y la última: incluso si perteneciera a la franja acomodada, comiendo lo que se come en las grandes ciudades, ¿estaría a salvo? Teniendo en cuenta que en la actualidad se producen alimentos para que coman 12 mil millones de personas, la comida no tendría que ser un tema. Y sin embargo cada día lo es más. Al margen del fenómeno “gourmet”, la problemática sobre la comida se ha ido complejizando hasta volverse un género de denuncia en sí mismo, al que se vienen dedicando desde activistas hasta periodistas, estrellas de Hollywood, políticos, documentalistas y escritores. En este sistema de producción intensiva hay material para variados intereses: especulación financiera, experimentación biológica, expulsión de pueblos enteros del campo a la pobreza, acopio global de tierras y
semillas por gigantes multinacionales, polución, envenenamiento, hacinamiento y tortura de millones de animales; enormes negociados para pocos y un “consumidor” que no tiene idea de qué es lo que se lleva diariamente a la boca.
/ Esa maldición llamada sushi Nada es lo que era. Ni una manzana, ni un vaso de leche. Pero tal vez (quitando el complejo universo de los granos) sea el pescado el alimento que mejor ejemplifique cómo ha cambiado todo. El salmón es un plato paradigmático: si bien sigue figurando entre los gustos más exquisitos, su consumo se extendió desaforadamente en los últimos años, impulsando la aparición de numerosos bolichones de sushi en casi todas las ciudades del mundo. Este boom ocurrió irónicamente al mismo tiempo que los pescadores locales denunciaban que volvían a la costa con sus redes vacías y los mares eran declarados ecosistemas en crisis. ¿Cómo puede ser que un recurso que escasea y se denuncia en extinción se popularice y disminuya su precio al mismo tiempo? En primer lugar, las megaempresas pescadoras aumentaron el pique doblando la apuesta. Sus barcos adquirieron el tamaño de un estadio, se equiparon con computadoras, rayos infrarrojos y comunicación satelital para detectar a sus presas. Sus bocas de red cuentan con la capacidad para meter adentro trece aviones intercontinentales. Como si con eso no bastara, también se usa cada vez más el sistema de pesca de arrastre: una especie de arado con el que barren el fondo del mar removiéndolo todo y llevándose peces de consumo, especies exóticas que no sirven de nada, delfines, tortugas, aves marinas, corales y millones de etcéteras que después, como no se pueden vender, son devueltos muertos al mar. Los pescadores locales, sin posibilidad de competencia, se tienen que mudar a las ciudades o emplearse en las empresas que más han crecido al amparo de esta desgracia (y completan el porqué de tanto pescado): las granjas ma-
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rinas. Con un desarrollo tres veces superior al de la agricultura, del 35 al 40 por ciento del pescado (y casi todo el salmón que comemos) y los crustáceos que se venden en el mundo vienen actualmente de esas granjas líquidas. Enormes jaulas de agua en medio del mar que pueden contener millones de peces que crecen prácticamente inmóviles en aguas que se pudren producto del hacinamiento. Los ojos de estos peces estallan en sangre mientras sobreviven entre parásitos y bacterias. Entre otras porquerías se los alimenta con maíz, y se les suministran antibióticos, alguicidas y tranquilizantes. Las costas que albergan estos emprendimientos se vuelven lodazales, los peces salvajes de zonas aledañas o se mudan o se mueren. Así como están las cosas, “imaginen que les sirven un plato de sushi: si ese plato contuviera todos los animales que murieron para hacerlo, el plato debería medir 1500 metros”, escribe Jonathan Safran Foer en Comer animales (Seix Barral). En este libro de reciente edición en Argentina, Safran Foer recorre el terrible camino que siguen dentro de las granjas industriales no sólo los peces sino todos los animales que van a parar a nuestro plato y cómo eso ha modificado la vida del pescador y el granjero, de las aguas y de la tierra, a la vez que empobrece la comida mientras pone en riesgo la salud del mundo entero. Comer animales generó debates en todos los países en los que fue presentado y sirvió para volver la atención sobre la inmensa producción de libros, películas y documentales que en los últimos años se arrojaron a desentrañar cómo se producen en la actualidad los alimentos. “La industria no quiere que se sepa lo que estamos comiendo porque si lo supiéramos tal vez no querríamos seguir comiendo.” La frase aparece al comienzo del documental Food Inc. y resume el propósito detrás de cada una de estas investigaciones: correr el velo y descubrir qué hay detrás de esta industria que factura 140 mil millones de dólares al año y ocupa un tercio de la superficie del planeta.
/ El otro lado del plato Para dimensionar el fenómeno de producción cultural alcanza con intentar recopilarla: en el área de los documentales hay novedades semanales (hablando por supuesto no sólo de películas sino de cortos, animaciones y documentales para Internet). Sólo acotando la elección a los que tienen extensión de película, hay decenas. De 2005 hasta hoy se pueden encontrar desde clásicas deconstrucciones de la realidad alimentaria (un recorrido bastante simple sobre cómo llegamos hasta acá y cuál será el desenlace de no producir un cambio) como la famosa Food inc. o la más reciente Fresh –sobre los sistemas alternativos de producción de alimentos–, hasta joyitas como The Future of Food que devela los peligros –de salud, de medio ambiente y hasta de independencia de los Estados nacionales– detrás de los alimentos genéticamente modificados. Otras como Dying in abundance, que muestran la desalmada especulación financiera que se hace alrededor de los granos en los mercados bursátiles. También intentos de concientización más artie como la alemana Our Daily Bread que, sin más recursos que una cámara quieta y un micrófono, reproduce las imágenes y los sonidos de este cruel sistema moderno: sólo la imagen y el sonido de pollos recién salidos del cascarón que de a cientos son arrojados como piedras al galpón en el que seguirán creciendo o a la basura porque no nacieron con las condiciones exigidas, es escalofriante. Sólidas investigaciones periodísticas como la francesa El mundo según Monsanto (que recorre la historia de la ominosa compañía que es dueña de la mayoría de las semillas del mundo y consigue acallar a quienes osan iniciarles demandas por problemas económicos, ambientales o de salud), y la inglesa The end of the line: documental sobre la pronta extinción de la fauna marina que advierte sobre aguas sin peces libres en las próximas décadas. También Got the Facts on Milk?: un viaje por las entrañas de la industria láctea y sus siniestros métodos –como vacas con ubres veinte veces más grandes a fuerza de inyecciones de hormonas– para aumentar la producción.
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CABAÑAS PORCINAS
Donde se dan un sinnúmero de aberraciones cotidianas
CABAÑAS PORCINAS
Donde se dan un sinnúmero de aberraciones cotidianas
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Las crónicas y denuncias periodísticas, por su parte, también se suceden descubriendo para el lector interesado un sinnúmero de aberraciones cotidianas. Hay periodistas especializados en comida que dejaron de hablar de tendencias gastronómicas y se volvieron activistas presentando interesantes campañas, como Hugh Fearnley-Whittingstall de The Guardian, que promovió un petitorio para frenar el descarte de 70 millones de peces que son devueltos muertos por año al mar y que en estos días está trayendo curiosos debates en la Unión Europea (¿está bien regalarles a los pobres el pescado que “sobra”? Si se paga a los pescadores por esas especies cuya pesca innecesaria pone en peligro el ecosistema, ¿no se comenzará a alentar la pesca de animales exóticos o en extinción?). En esa línea de denuncia se mueve también Michael Pollan, escritor del New York Times (con libros como El dilema omnívoro y Food Rules: An Eater’s Manual), que ha utilizado las páginas de ese diario para escribirle directamente a Obama instándolo a modificar un sistema agrícola que sólo beneficia a las grandes corporaciones. “Hay que promover un consumo ético”, dice Pollan, quien no es vegetariano como Safran Foer, e impulsa fervorosamente la ingesta de carne siempre y cuando no provenga de granjas industriales. Con toda la información que circula, surgen y se nutren movimientos que no son nuevos pero sí cada vez más masivos: carnívoros selectivos y consumidores de carne ética como Pollan (personas que comen sólo sabiendo cómo fue criado y muerto el animal en cuestión), vegetarianos que no comen transgénicos, veganos (que no comen nada de origen animal) y freegans (“veganos libres” o anticonsumistas, que sacan su comida únicamente de las bolsas de basura de los ricos). Pareciera que una vez que se aborda cualquier asunto alrededor de la comida no hay espacio para la indiferencia. Pero lo más interesante del suceso no es la cantidad de voces que se levantan, sino cómo entre todas logran devolverle visibilidad a un tema tapado a medida que
el mundo adoptaba este sistema agroindustrial. Productores en bancarrota por asumir los costos de la bioctecnología y pueblos enteros intoxicados con agroquímicos. Personas que consideran inmoral que el 50 por ciento de los granos que se cultivan sean utilizados para alimentar a animales (que a su vez sólo alimentan a una pequeña porción de la humanidad) y que 100 millones de toneladas anuales de granos sean usadas para crear biocombustibles (un hecho condenado por Jean Ziegler, de la ONU, como crimen de lesa humanidad). Científicos que alertan sobre el consumo de transgénicos, consumidores enfermos o parientes de víctimas directas de la comida y ambientalistas con una denuncia cada vez más atendible: el sufrimiento al que son expuestos miles de millones de animales criados bajo las condiciones más sádicas con el fin de optimizar el tiempo y maximizar las ganancias de las compañías.
/ La comida que mata Soja, maíz, sorgo. Los cereales han aumentado su producción en cantidades aún mayores que los animales. Son tantas las hectáreas que tienen sólo diez empresas semilleras y agroquímicas, que si sumaran sus tierras dispersas y decidieran constituirse como país, serían el más grande y poderoso. Si bien la propuesta con la que han ido avanzando a lo largo del mundo desde su aparición tuvo que ver con paliar el hambre generando cultivos invencibles ante las plagas, lo cierto es que desde la Revolución Verde en los años ’60 hasta hoy se duplicó la producción mundial y el hambre continuó su avance. Los transgénicos no sólo no tienen genes que los vuelvan más ricos en algún nutriente (como se dijo algún día que ocurriría) sino que cada día están más sospechados y relacionados con alergias, enfermedades del sistema inmunológico, nervioso y endocrino y otras patologías. Los alimentos procesados están llenos de rellenadores económicos sucedáneos
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de la soja como la lecitina o endulzantes como el jarabe de alta fructosa proveniente del maíz; conocidos como “anti nutrientes”, son responsables entre otras cosas de los altos índices de obesidad y diabetes que hay en las ciudades desarrolladas. Estos cultivos que ocupan todo también afectan la biodiversidad. De las mil variedades de papas que había en el mundo, actualmente se cultivan intensamente cuatro. De los siete mil tipos de manzanas que nutrían la imaginación del siglo XIX, quedan las cuatro o cinco que se suelen ver. El 97 por ciento de la variedad de vegetales que había al comienzo del siglo XX se extinguió. Los campesinos o pequeños productores independientes desaparecieron o se volvieron empleados de esas grandes compañías. En India, más de 200 mil deudores desesperados (¡200 mil!) que ya no tenían cómo afrontar las deudas a las que se vieron expuestos desde que las multinacionales empezaron a cobrarles por sus semillas, se suicidaron. En la expansión verde, las vacas se trasladaron del campo a los feedlots, los cerdos de sus chiqueros a galpones de engorde intensivo y los pollos a cámaras oscuras de crecimiento acelerado. La vida de los criadores y la calidad de todos estos alimentos se han empobrecido cuantificablemente: la carne de hoy es más rica en grasas saturadas y remedios. El cambio en sus dietas y los espacios cerrados en donde se hace vivir a los animales cubiertos por sus propios excrementos volvió el terreno propicio para la aparición de virus y bacterias nuevas, o viejas pero mutadas. Es tal la cantidad de antibióticos que se les aplica para que aguanten y sobrevivan y que luego consumimos nosotros en forma de carne que las enfermedades en humanos se han vuelto cada vez más resistentes. Escherichia coli, salmonella, gripe aviar y gripe porcina son riesgos que se relacionan directamente con las granjas industriales. Y la obesidad avanza, y el cáncer avanza y los problemas cardíacos y la infertilidad y una larga lista de etcéteras. Si bien la mayor responsabili-
dad de este desbarajuste recae en países como Estados Unidos y China, no hay sociedad que esté exenta de sufrir las consecuencias. ¿Existe el modo de salir de esto o la fecha de vencimiento de la humanidad está escrita en letra invisible sobre cada tiquet de supermercado? Uno de los fenómenos más llamativos en la proliferación de estos documentales y libros es que, pese a todo, subyace la esperanza. Porque hay quienes ven en el colapso las semillas del cambio: un modo de leer el presente compartido también por los que en estos meses copan las plazas del mundo protestando contra este sistema tan injusto. Se trata de barajar y dar de nuevo para recuperar las pequeñas producciones locales, redistribuir el consumo globalmente, resignar un poco de confort o del gusto entre los que vivimos en sociedades desarrolladas (disminuir el consumo de carnes, por ejemplo, sería un primer paso) y alentar los nuevos movimientos que surgen en beneficio de las personas y los ecosistemas. Así como estamos hoy, en el tiempo que toma leer esta nota, siete mil personas más están entre nosotros. Si no nacieron en un país en guerra, si llegan a sortear el hambre y la pobreza, si pueden crecer hasta elegir y cuentan con una sola herramienta para seguir adelante, ésa debería ser la información para saber qué es lo que están comiendo, cuál es su origen y el proceso que atravesó antes de llegar a su plato, para no ser uno más de los tantos que sin saber juegan en cada comida a la ruleta rusa. \
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FAO: www.fao.org ONU: www.un.org
ace poco tiempo estuvo de paso por Buenos Aires la señora Giana Petronio de Andreatta, viuda del destacado economista y político italiano Beniamino “Nino” Andreatta (1928-2007), hombre de la Democracia Cristiana, que fue ministro del Tesoro, de Relaciones Exteriores y de Defensa, en los gobiernos de Arnaldo Forlani, Carlo A. Ciampi y Romano Prodi, respectivamente. Giana, reconocida psicoanalista boloñesa, durante sus recorridos porteños, bailes de tango de por medio, elogió particularmente y de manera entusiasta a los árboles de la ciudad. Uno de esos días, junto con su compañera de viaje, la también boloñesa señora Marta Bulgarelli, cuando circulaban en auto por Leandro N. Alem coincidieron en su apreciación: Buenos Aires tiene unos árboles magníficos, son parte fundamental de su patrimonio.
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Leopoldo Lugones Los árboles de oro
Y el árbol se vuelve de oro Cuando se va a deshojar.
Horacio J. Spinetto
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Tipas, Jacarandas, Paraisos y otros
Arboles de Buenos Aires
No se sabe con certeza, aunque suele adjudicárselo al virrey Vértiz, quien plantó la doble formación de ombúes (algunos sostienen que fueron sauces) muy próxima a la costa del río de la Plata, entre las actuales Bartolomé Mitre y Lavalle, que se transformó en el primer paseo público de la ciudad colonial, conocido como La Alameda (aunque sin álamos). Algunos años después, en 1848, su nombre cambió por el de Paseo de Julio, y en 1919 por el definitivo de avenida Leandro N. Alem. Como vestigio de aquella precursora forestación, quedó la actual Plaza Roma, cuyos límites se completan con las calles Viamonte, Tucumán y Bouchard. El tiempo fue pasando. Prilidiano Puerrredón y Sarmiento, los franceses Edouard André, Eugène Courtois, Charles Thays en particular, Joseph Bouvard y Jean Claude Nicolas Forestier, junto a Benito Carrasco, son nombres claves, que no debemos olvidar, cuando de nuestra historia de árboles, plazas y parques se trate. Llegamos a nuestros días y de acuerdo con el último Censo Fitosanitario presentado, en diciembre de 2011, por el Ministerio de Ambiente y Espacio Público de Buenos Aires, nuestra ciudad es, en cierta forma, muy verde. Actualmente, tiene 424.365; lo que significa que hay un árbol por cada siete habitantes. La mayor cantidad de ejemplares están plantados en las veredas.
/ Desde los árboles pioneros a nuestros días
El Paraíso tiene una floración primaveral muy agradable y delicadamente perfumada. Hacia fin de septiembre estallan en racimos las pequeñas flores de cinco pétalos de un bello y claro color azul lavanda. En algunas calles de Villa del Parque, como Argerich o Simbrón, hay añejos ejemplares que suelen despertar nuestros sentidos.
/ De Paraísos, Tilos, Lapachos…
Hacia fines del mes de octubre la ciudad de Buenos Aires se viste del característico azul liláceo del Jacarandá. Resulta, entonces, muy agradable caminar por la Diagonal Sur, Julio A. Roca, desde avenida Belgrano hacia Plaza de Mayo; ver el monumento ecuestre de Garibaldi, en Plaza Italia, enmarcado por estos exquisitos árboles, como andar por San Nicolás en su intersección con la calle Pedro Morán, detrás de la Iglesia San Antonio, en Villa Devoto, y verificar porque a ese barrio se lo llama el Jardín de Buenos Aires, Jacarandás mediante. Son magníficos los ejemplares de la Plaza Rodríguez Peña ubicada frente al Palacio Sarmiento (ex Escuela Petronila Rodríguez). En la Avenida 9 de Julio los Jacarandás, comparten junto con Tipas y Palos Borrachos un singular arbolado de alineación.
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Palo Borracho
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Lapachos
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Tilos
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Paraiso
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Jacarandá
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Se suele adjudicárselo al virrey Vértiz, quien plantó la doble formación de ombúes. Hoy es la av. Leandro N. Alem
LA ALAMEDA
Hay 424.365 arboles en la ciudad; lo que significa que hay un árbol por cada siete habitantes.
ACTUALMENTE
Dijo el poeta Héctor Miguel Angeli: Cuando la sangre de octubre / lo acuna en la región del árbol, / mi barrio entiende / que nació para brotar jardines del asfalto. Las arboledas de Tipas junto con las de Jacarandás, son de las más bellas y vistosas de la ciudad. A las Tipas las encontramos alineadas en calles y avenidas, como así también bordeando los paseos públicos. Las avenidas Leandro N. Alem y Paseo Colón, en el Bajo; Melián, en Belgrano R, y Pedro Goyena, en Caballito; los parques Tres de Febrero, Centenario, Rivadavia y Los Andes, lo mismo que las plazas San Martín y Gral. Pueyrredón (Flores), y la Costanera Sur, son un excelente y reconfortante ejemplo. Por la calle Guatemala asoman unas añosas Tipas, cuyos altos troncos negros contrastan con el follaje y el intenso amarillo de sus flores; que desde la esquina con Borges (ex Serrano), con aire fundacional mítico de Buenos Aires; se pierden en ambas direcciones. El escritor y poeta Luis Alberto Ballester, en el capítulo Calles arboladas de Palermo de su bello libro Revelación de Buenos Aires, dice: En Palermo se destaca un trecho de la calle Guatemala, el que se inicia en Serrano, flanqueado por hileras umbrías de tipas. Son árboles antiguos, potentes, densamente verdes, que tejen un túnel vegetal que a la distancia poco a poco se aboveda…Más allá la calle Thames, y sobre todo el trayecto que comienza desde Güemes, se puebla del resplandor verdedorado de los plátanos, un centelleo que torna transparente a las hojas…Cerca, en Soler, los paraísos se vuelven pausadamente de oro, vuelan las hojas, surcadas por nervaduras quebradizas, en una tenue alfombra aérea…En este deambuleo lírico el hombre inicia un diálogo con la serena belleza de los árboles porteños… María Elena Walsh, en la Canción del Jacarandá escribió: El cielo en la vereda / dibujando está / con espuma y papel de seda / del jacarandá…
/ Acerca de Tipas y Jacarandás En el magnífico libro Arboles de la Ciudad de Buenos Aires, su autora, Graciela Barreiro, al referirse al Paraíso, dice: Forma el arbolado de alineación antiguo de muchas calles de Buenos Aires, como la Av. Crámer. Se lo encuentra agrupado o formando líneas perimetrales en plazas y parques. Al pasear por la elegante avenida Callao, en el barrio de Recoleta, entre fines de noviembre y principios de diciembre principalmente, sentiremos el cautivante perfume de las flores del Tilo, blanquecinas y brillantes. El Tilo es muy utilizado para lograr sombras amplias. Buenos ejemplares encontramos en muchas calles porteñas y en algunos paseos públicos como la Plaza Lavalle o el Parque Saavedra. El Lapacho rosado, importante árbol nativo, tiene una bella flor que lo cubre completamente durante el inicio de la primavera. En el Parque Avellaneda, sobre Avenida del Libertador en Palermo y en la Avenida 9 de Julio, de Belgrano hacia el sur, podemos disfrutar con su presencia, pero sin duda, el ejemplar más conocido es el magnífico que se encuentra en el jardín de una vivienda ubicada en la esquina de Ramón Castilla y la Av. Figueroa Alcorta. Recorramos Buenos Aires y descubramos las magnolias del Protomedicato, en Humberto 1° al 300; el ginkgo del Museo Larreta (todo su jardín es una maravilla); los gomeros de la Recoleta, del Rosedal y de Plaza Lorea; los ombúes de Plaza Roma y de Barrancas de Belgrano; los plátanos de Plaza Sicilia y Avenida de Mayo; el higuerón de Parque Lezama; la magnolia de Avellaneda en el Parque Tres de Febrero, y los fresnos otoñales, que son algunos de los árboles más tradicionales de nuestra ciudad, su presencia en el paisaje urbano es invalorable e imprescindible, como la de todos los otros. Vivamos la ciudad verde.
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Entrevista / David Toop y su libro Resonancia siniestra
Estimados oyentes David Toop es músico, escritor y artista sonoro y, sin embargo, confiesa que quería escribir un libro sin música. En consecuencia, Resonancia siniestra es un ensayo de alguien fascinado por los sonidos pero que más bien busca indagar en los laberintos de quien escucha. John Berger, Virginia Woolf, Freud y unos cuadros que hablan son algunos de los que aquí arman una fascinante trama que busca dar el puntapié inicial para una historia del oyente. _
Por: Walter Lezcano
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oseph Conrad escribió: “El poder del sonido siempre ha sido mayor que el poder del sentido”. Esta boutade tiene un dictum poderoso. Algo en la naturaleza perturbadora e inquietante de los sonidos que nos rodean tienen repercusiones insospechadas, y duraderas, sobre la psiquis de cualquier mortal. David Toop, un escritor, músico, curador y artista sonoro, siempre estuvo fascinado por el sonido: “Una línea me arroja hacia la oscuridad, una búsqueda de recuerdos que llega hasta mi propia infancia, en particular al profundo miedo a los sonidos extraños que se escuchan en los silencios sobrecogedores, aquellos que golpean en la noche”. Esta experiencia universal forma parte de Resonancia siniestra. El oyente como médium (Caja Negra), el último libro de Toop y el primero que se publica en castellano, con traducción de la escritora Valeria Meiller. En él se realiza un seguimiento del sonido (“y por sonido entiendo el continuo total del espectro de lo audible y lo inaudible, incluyendo el silencio, el ruido, el sonido implícito e imaginado”) a través de todos los territorios donde ha dejado su marca: en la mitología, la literatura, la pintura, la escultura, y la propia vida del autor, por supuesto. David Toop, desde algún lugar de Inglaterra y antes de partir hacia Australia, respondió algunas preguntas sobre su más reciente obra. El origen del sonido resulta indescifrable. Pero lo que sí se puede percibir, según el autor, son sus manifestaciones. La resonancia que el sonido produce a nuestro alrededor y en nuestro interior. Todas preocupaciones que Toop fue teniendo a lo largo del tiempo y lo llevaron a dejar por un momento los instrumentos y la experimentación para ponerse a escribir. Si bien sos artista sonoro, escritor y crítico cultural interesado en estos temas, ¿en qué momento surgió la idea de escribir un libro como éste? -Para ser sincero, es difícil recordar el punto de partida, pero sé que había empezado a recoger ideas como quien camina solo por una playa y re-
coge conchas interesantes. Por ejemplo, yo había estado leyendo Virginia Woolf, y desde la primera vez que me encontré con sus textos me llamó la atención la forma en que ella escribió sobre el sonido y la escucha. En ese momento hablaba un montón sobre el arte sonoro y la historia era siempre la misma: los futuristas italianos, John Cage, y así sucesivamente. Esta historia comenzó a sonarme como las lecciones que odiaba en la escuela. Entonces se me ocurrió que había otra historia del escucha de la que no se hablaba, porque estaba escondido en la literatura, la pintura y la escultura, la arquitectura, la física y la mitología. Al mismo tiempo quería escribir un libro sin música. Soy consciente de que mis libros atraen a los lectores que son fans de ciertos géneros musicales, así que ¿cómo podría yo escribir algo que pudiera interesar a una persona que no compartía mi gusto por la música, alguien a quien le gustaba escuchar, y que fue afectado por el sonido? Ese fue el desafío. En el libro mencionás a Modos de ver de John Berger como modelo. Pero, en el título, la figura de Freud también aparece como una influencia. ¿Cuáles fueron las contribuciones de cada uno a la escritura de este libro? -Modos de ver era un libro importante y una serie de televisión en la década de 70, ya que examinaba la manera de ver el arte en relación con el crecimiento de los medios de comunicación y la publicidad en los ‘60. Me di cuenta de que no había libro equivalente llamado Modos de escuchar, y al principio eso fue lo que me propuse hacer. La descripción que hizo Berger del silencio en la obra de Vermeer fue particularmente interesante porque me hizo pensar en la representación de la escucha en la pintura. Freud, por otra parte, entró en la historia desde el principio, en parte porque hay algo extraño en la idea de escuchar a los cuadros. Son silenciosos, después de todo, y en el caso de la pintura holandesa del siglo XVII muestran un mundo que es a la vez muy familiar e íntimo, pero a distancia.
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Los sentidos oscuros / Es toda una aventura la que emprende David Toop en su intento de abordar el sonido y tratar de buscarle un significado. Es un rastreo de lo inefable que lo lleva por lugares turbulentos e inciertos. Un territorio muy poco transitado donde la búsqueda tiene partes iguales de fe, exploración a ciegas, autobiografía sonora y procedimientos científicos. En Resonancia siniestra hacés una pregunta: “¿El sonido viene de la vida concreta, o se trata este encantamiento de una alucinación, una falta?”. ¿Cómo responder a este cuestionamiento? -Después de trabajar en el libro empecé a visitar museos y galerías como oyente. Me formé como artista cuando era joven, pero mi concentración en la música y el sonido de alguna manera había disminuido mi capacidad de ver el arte. Paradójicamente, este enfoque “de escucha” me ayudó a ver de nuevo. También me hizo tomar conciencia de la particularidad del sonido, ese sonido que es siempre fugaz, una experiencia transitoria que no existe en ningún lugar en particular y se ha ido por el tiempo que escuchamos. En ese sentido, relacionado con el papel del sonido en la mitología, a menudo en la literatura y en el cine, el sonido no es confiable, es inestable, perturbador o mágico. ¿Es un sonido que tiene un origen real o se trata de una invención de nuestra cabeza? La audición es intensamente subjetiva. Hay un diálogo constante entre los sonidos que escuchamos del mundo a través del cual nos movemos y los pensamientos constantemente corriendo a través de nuestra mente. La otra noche escuché a las lechuzas del parque ulular cerca de mi casa. ¿Eran realmente lechuzas o simplemente quise escuchar esos búhos? No puedo estar seguro. Hablás del sonido y del silencio como esquivos y persuasivos. ¿Es posible ver en los sonidos y el silencio una gramática, un significado?
- He leído un montón de debates recientemente donde se establecía la diferencia entre determinados géneros musicales como abstractos o conceptuales. Para mí ésa es una distinción falsa. Los significados culturales se acumulan alrededor de los sonidos, incluso en el más enrarecido de los fenómenos hay historias o asociaciones que sugieren significados inesperados para el que escucha. Ninguno de ellos es fijo. El discurso en torno de la cultura del audio y la práctica de escuchar es una cuestión de sondeo, de examinación, de jugar con los sentidos para que los nuevos acuerdos puedan llegar sin necesidad de desmontar necesariamente la experiencia subjetiva de la audición. A veces, cuando toco música, un miembro de la audiencia viene a mí después del show y me describe su experiencia como una narrativa compleja, una especie de fantasía que está tan lejos de mi intención al tocar. Lo cierto es que me impacta esa discrepancia. Al final, eso es absolutamente válido, pero al mismo tiempo les digo: mi intención no es tan clara, tan concreta. Todo el mundo tiene derecho a tener sus propias opiniones, pero hay algo que discutir en esa diferencia extrema. En el libro hay muchos momentos autobiográficos que llevan a pensar en el acto de percibir el sonido como algo puramente subjetivo. ¿Creés que es posible enseñar a escuchar? - Yo enseño a improvisar, que también se trata de enseñar a escuchar. Y lo que yo digo acerca de eso es que la improvisación no se puede enseñar, sólo se pueden establecer las condiciones en las que la improvisación puede suceder y luego encontrar la forma de entender y desarrollar los resultados. Anoche vi una película realizada en 1930 por el gran Yasujiro Ozu. A pesar de que fue uno de sus primeros “talkies”, usó el sonido de una manera muy inteligente, que muestra escenas en las que el ruido de las máquinas era un telón de fondo constante, por ejemplo. Se podría decir que con este tipo de
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cosas él estaba enseñando a escuchar sin pretender ejercer la enseñanza, porque cuando la máquina suena añade un impacto emocional a la película y crea conciencia sobre el contexto social de la época sin ser explícito.
Espectros, volúmenes y recipientes / El sonido no es exclusividad de quien lo produce, ni siquiera del que lo escucha. Resonancia siniestra muestra que las expansiones y las presencias de los sonidos en obras artísticas que no incluyan instrumentos son algo real. Y en ese sentido, el libro de Toop es también uno de los modos más interesantes de llevar a cabo una verdadera lectura atenta. Resulta interesante cómo el libro demuestra que es posible encontrar efectos de sonido en las artes visuales. ¿En qué momento comenzaste a prestarle atención a este tema? - Creo que siempre estuve interesado en eso, pero yo no lo sabía. Sobre todo cuando era un joven estudiante de arte que estaba haciendo música y pensando en el sonido. Hubo artistas que me interesaban: artistas cinéticos como Tinguely y Pol Bury cuyas esculturas producían sonidos. Y aun cuando yo todavía estaba en la escuela y estaba trabajando con la luz y el sonido. El gran salto fue cuando percibí el arte anterior al siglo XX como un tipo de grabación de audio. Eso se produjo poco a poco, pero realmente entró en foco cuando vi unas pinturas llamadas The Listening Housewife y The Eavesdropper de Nicolás Maes, un pintor holandés que estudió con Rembrandt. El realizó una serie de pinturas que representaban a una persona que escuchaba una situación que no podía ver. Me parecieron fascinantes: esa repercusión de lo que se oía en el lienzo era extraordinaria. Era una forma nueva para representar un sonido o escuchar el sonido, y me llevó a una exploración más profunda de los cuadros como eventos que producían efectos de sonido.
En Resonancia siniestra mencionás la obra de muchos escritores que hicieron uso del sonido como una parte importante de su trabajo. ¿Creés que éste es un aspecto que no se valora lo suficiente en los estudios literarios? - Hay estudios de espionaje en la literatura, y la poesía se considera siempre por sus cualidades auditivas, pero en general creo que está infravalorado, al igual que el sonido está infravalorado en la cultura contemporánea en todo el mundo. Recientemente he estado leyendo Jane Austen, y el uso que hace ella del sonido se metió en mi mente, además de las conversaciones y esas observaciones tan suyas, y todo eso se siente tan tenso y agudo como alambres delgados que vibran con el viento. Siendo músico y crítico, y teniendo en cuenta las nuevas tecnologías que van apareciendo, ¿encontrás que la gente le da menos importancia a la calidad del sonido? - En la vida contemporánea, creo que va en ambos sentidos. Hay un creciente interés en el sonido, el silencio, la escucha y el ruido, pero al mismo tiempo hay un aumento de la contaminación acústica, sonidos estúpidos, insensibles usos de sonido, una falta de respeto para escuchar y una degradación del audio en la tecnología digital. Es una situación loca, una profunda contradicción, pero no atípica de otras contradicciones actuales, como que hay cada vez más gordos por comer alimentos procesados, y al mismo tiempo otras personas obsesionadas con la pérdida de peso y la salud. Vivimos en tiempos extraños. \
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davidtoopblog.com
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Septimo, el nuevo policial protagonizado por Darín /
El garante La carrera cinematográfica de Ricardo Darín está estrechamente ligada al policial, encarnando personajes de la más diversa laya, pero que siempre permiten un resto de humanidad y empatía. Séptimo, que se estrena el próximo jueves, no es la excepción. Ahora se trata de encarnar a un abogado que en apenas unos minutos se enfrenta a la terrible desaparición de sus hijos. En esta entrevista, Ricardo Darín habla acerca de cómo se fue relacionando con el género y las circunstancias que lo convirtieron en el hombre que en los últimos años llevó a lo más alto cada una de las películas que lo tienen como protagonista. _
Por: Mariano Kairuz
L
a carrera cinematográfica de Ricardo Darín está estrecha, inequívoca, irrevocablemente ligada al policial. El arco del “Darín-de-género” va desde un papel de matoncito en El desquite, de Juan Carlos Desanzo (1983) –o, si se quiere, desde La discoteca del amor, de Adolfo Aristarain– hasta Séptimo, la película que estrena el jueves que viene, y pasa por, entre otros títulos, aquella pequeña pieza de venganza de la clase media contra el sistema que fue Perdido por perdido, de Alberto Lecchi (que este año cumple veinte y que muchos consideraron un quiebre en la carrera del actor, apreciación que él comparte); los dos relatos fundamentales en los que lo dirigió Fabián Bielinsky (Nueve reinas y El aura), el que fue su debut en la dirección, heredado de Eduardo Mignogna, La señal; la primera de las dos películas que lleva filmadas con Pablo Trapero (Carancho), y el éxito nacional del verano pasado: Tesis sobre un homicidio. Las evidencias están a la vista y son la excusa más que perfecta para volver a hablar del tema. De la relación de Darín con el policial, y de cómo, por alguna razón, incluso cuando le toca interpretar a cretinos de distinta laya, el espectador parece no poder dejar de sentir cierta simpatía por ellos. Acaso el secreto de su éxito –esa simpatía, esa picardía natural, callejera, que Darín lleva tan bien– pueda considerarse una limitación. O eso mismo fue lo que le planteó Bielinsky, que, recuerda el actor, en Nueve reinas le pidió que no sonriera. “Y sí, es una cagada”, dijo Darín un tiempo después de aquel film-revelación. “Mi personaje en esa película es un tipo que entrega a su hermana para ver si cobra una guita y baja unos conceptos deleznables, pero generó cierta empatía con el público.” Quizás, arriesgó, esto
se deba a “una intoxicación de familiaridad con la persona detrás del personaje: hace tanto que laburo, desde tan chico, que sobre todo entre la gente grande, muchos pueden estar intoxicados de mi persona. A veces pienso en tomarme –y proponerles– un descanso de mí”. Algo semejante ocurrió con el taxidermista epiléptico con un plan para el perfecto robo-al-banco de El aura, o el agente judicial que violenta alguna que otra regla (además de domicilios privados) como parte de su obsesiva investigación en El secreto de sus ojos: interpretados por Darín, quizás a su pesar, hasta sus personajes con más dobleces son héroes. Pero puede ser que ahora, con Séptimo, la fórmula, finalmente, se haya invertido un poco: su personaje es un hombre lanzado a la búsqueda desesperada de sus hijos; y sin embargo, los detalles que lo rodean y parecen definirlo no lo vuelven un tipo especialmente agradable ni confiable. En las primeras escenas nos enteramos de que el protagonista es un abogado que está trabajando en la defensa de un personaje nefasto, público y poderoso. Sabemos que el abogado acaba de separarse de su esposa española (Belén Rueda) e intuimos (y luego confirmamos) que no ha sido un marido modelo. Lo vemos mascullar malhumoradas puteadas (dirigidas por lo bajo a un ex cuñado, a un vecino). “Yo no sé a qué se debe que a veces uno sienta simpatía por ciertos cretinos –le dice Darín a Radar–; debe tener que ver con la composición cromosómica. Todavía no terminé de tomar distancia de Séptimo y necesito devoluciones, que son las que me acomodan los tantos en la cabeza después de un proceso muy largo, que empezó cuando me encontré con el libro hasta las discusiones con el director, los actores,
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los productores; más los ensayos, las correcciones, la posproducción y las escenas que volvimos a filmar. En el medio de todo eso perdí objetividad. Siempre necesito algún tirón de oreja, que te hagan ver cosas que te pasaron desapercibidas, pero que se vuelven importantes en términos cinematográficos, por el tamaño de la pantalla. Yo leo en la primera secuencia de Séptimo que hay un tipo en un auto, un BMW más bien antigüito, que habla de cierta pretensión del personaje, que viene haciéndose el canchero con su secretaria, alardeando un poco de cierta soltura de ciudadano porque se acaba de separar. Vos le ponés ciertos componentes al personaje, lo maquillás, le hacés un nudo, le ponés una corbata y un celular en la mano, y de pronto tenés un tipo que no va a ser aceptado por la sociedad; pero a su vez, por ahí hay en un momento algo en la película, una respiración, una manera de mirar en un momento clave, algo, un detalle que genera una empatía con el público que no esperabas, que no tenías planeada. Yo me meto en las salas a verla con la gente para poder ver eso.” Apenas empieza la película, el abogado juega con sus hijos un juego habitual entre ellos: una carrera del séptimo piso a la planta baja; él por el ascensor, ellos por las escaleras. Pero cuando llega al palier del edificio, los chicos no están. No pueden haber salido, les asegura el portero. Tampoco aparecen en escaleras, ni en los pasillos. Se involucra el comisario que vive en el tercer piso. Empiezan a tocar timbres. Se baraja la hipótesis de un secuestro. Desesperación. Es un clásico: el hombre común atrapado en una situación extraordinaria. Suele entenderse que el buen policial funciona como catalizador de lecturas de determinado contexto social (y hasta político), que quedan expresadas o sugeridas en su anécdota, y en el micromundo particular que describe. Aunque en su último tramo se desconcentra y diluye, la primera mitad de Séptimo, es decir, mientras la película casi no abandona el ámbito único del edificio en el que desaparecen los hijos del protagonista,
parece apuntar en ese sentido. Aparecen sin estridencia vagas consideraciones “de clase” (sospechar de... ¡el portero!), sobre las instituciones (sospechar del comisario que vive en el mismo edificio y que pronto se involucra en la historia: “En estos casos siempre hay un cana metido”, dice el protagonista), sobre la Justicia (mientras Darín busca a sus hijos, en Tribunales se desarrolla una intensa transa que reclama su presencia). El protagonista de un policial no puede sino ser un personaje definido en términos morales. Alguna vez dijiste que te habían identificado con cierta indefinición nacional, con “el ciudadano argentino que podía moverse un poco para acá, un poco para allá, y no terminaba de ser ninguna cosa”. Pero a esta altura debés tener alguna teoría acerca de por qué te convertiste en el principal actor del policial argentino... –Creo que atravesando distintos estadios llegué, sin querer, obviamente, a conformar un perfil de ciudadano común. Y el ciudadano común puesto al servicio del policial le da una proximidad que no sé si se le aceptamos al cine americano clásico. Yo creo que todo pasa porque la gente llega a pensar: “Si le pasa a este tipo, me puede pasar a mí”. Creo que la familiaridad que yo siento con la gente por la calle habla de una distancia que ya no existe. Le debo un gran aporte a este perfil a Bielinsky, a lo que él se propuso conmigo, que es mostrar mi zona más oscura. Fue un aporte inesperado, impensado, me encantó; esto fue lo que empezó a aparecer y a fusionarse, y dio lugar a este ciudadano común, el tipo de a pie que se puede ver envuelto en cualquier situación. Bueno, digamos la posibilidad de desarrollar las potencialidades del hombre común.
/ La estrella del millón Es casi inevitable: Séptimo está destinada a ser “la nueva de Darín”. Está dirigida por el español Patxi Amezcua, rodada en Buenos Aires, y protagonizada por un reparto de famosos (Luis Ziem-
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browsky como el portero, Osvaldo Santoro como el comisario), pero no caben dudas de que así es como mucha gente la va a reconocer cuando llegue a los cines en unos días: como “la nueva de Darín”. Probablemente así es como muchos pedirán la entrada. Y es que Darín parece haberse convertido en el garante de las películas que protagoniza: aquel que, como ocurrió con casi todos sus últimas películas estrenadas, va a ser el responsable de que Séptimo lleve a las salas entre medio millón y un millón de espectadores. Pasó con Tesis sobre un homicidio (que a principios de este año superó el millón de entradas vendidas); pasó el año pasado con Elefante blanco (la película de Pablo Trapero en la que interpretó a un cura villero: casi 800 mil espectadores) y ya había pasado antes con Carancho (su primer trabajo junto a Trapero, el primero de este director que reunió más de 600 mil espectadores). Entre estas últimas dos estrenó Un cuento chino (de Sebastián Borensztein, más de 900 mil), y dos años antes de ésta, El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella. Queda claro que Darín es, por su poder de convocatoria casi infalible, la estrella del cine argentino. Sin dejar de asumirlo, elabora con modestia ciertos pretextos para explicar su éxito. Habla de coincidencias, de accidentes. “Y es que no puedo hacerme cargo prepotentemente de cosas que no manejo. Tengo un ejemplo que es lo que pasó con mis películas en España. Allá, los caprichos de las distribuidoras produjeron que en un período de un año y medio, dos años, yo llegara a tener seis películas en cartel. Muchos me decían que no recordaban un caso igual, pero pasó que de pronto estaban El hijo de la novia, Kamchatka, El mismo amor, la misma lluvia, una atrás de otra, y los españoles diciendo: ‘Pero... y este tipo, ¿de dónde salió, de un reality?’. Y en parte había tenido que ver con que yo le rompí las bolas a Campanella sobre que había que estrenar El mismo amor... allá, aunque él
ya estaba en otra cosa, y al final fue un éxito. Lo cuento justamente porque no es que me siento un súper ganador. No es (dice, impostando pose canchera) ‘¿Sabés qué? Yo la tengo re clara’. Es producto de una anomalía que no está en mis manos, producto de decisiones de otros tipos.”
/ Ocho lados Y finalmente, si no fuera la estrella del millón de espectadores que es, la entrevista que publicó la revista Brando a principios de año –y la decisión de destacar aquello de “Quisiera que alguien me explicara el crecimiento patrimonial de los Kirchner”– no hubiera levantado el polvo que levantó, con respuesta casi inmediata, y directa, de la mismísima CFK. Con alguna perspectiva, ahora puede decir que “al final todo aquello no sirvió para nada. Fue cooptado tanto de un lado como de otro; me pasó que me abrazaban tipos por la calle con los que yo no me sentaría a cruzar dos palabras. Las lecturas que se hicieron en voz alta de esa pregunta abonaban para un solo lado de una manera estrepitosa. Y también del otro lado –y lamento hablar de dos lados, porque debería haber ocho– fue una crispación infantil, de lectura rápida, sin prestar demasiada atención. Si te vas a permitir el atrevimiento de cagar a puteadas a un tipo, tomate el trabajo de averiguar qué fue lo que quiso decir. Y lo lamento profundamente por eso, porque no sirvió para nada, sirvió sólo para que quede en una anécdota, que cada uno tratara de sacar algún provecho. Cada uno, menos yo, que no estaba buscando nada: fue una de las muchas cosas que se dijeron en una conversación con un amigo, tomando café, comiendo, pero se convirtió en una cosa que no paraba, no paraba y no paraba. Me generó cierta prevención, pero a la vez me aseguré de que este episodio no se convirtiera para mí en una especie de mordaza, porque eso sí que sería la argentinidad al palo”. \
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Rese単as libros / discos
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recomendados #00
Se ha dicho del cuento que no se lo lee con los mismos ojos que a una novela, porque en la novela, distraído con una trama, el lector lee y no lee al mismo tiempo. Una novela puede “reposar en las manos” pero un cuento es un trabajo estricto de los ojos, atención en estado puro. La menor distracción pone en peligro todo; el suceso y el efecto, es decir la historia. Además de conmovernos, el cuento viene a asombrarnos y lo que hace (el cuento de un buen cuentista) es convertir el acontecimiento en un lenguaje. McEwan es muy conocido por sus novelas (aunque ha escrito dos libros de relatos: Primer amor, últimos ritos y Entre las sábanas) pero muy poco (o nada) por sus cuentos. Y es allí donde ha acertado en el lenguaje de la conmoción. Conmoción, no sólo como co-emoción, sino como aquello que altera, inquieta, molesta y por eso mismo, obliga a repensar, a reflexionar sobre nosotros o sobre lo que sucede en el mundo de los hombres comunes. Como dice Poe, lo esencial en el cuento es lograr la brevedad, el efecto, la intensidad y la ausencia de una finalidad estética. Bien, McEwan (por lo menos en la mayoría de estos cuentos y quizás dejando de lado Geometría de los sólidos y Pollón en el escenario) parece tener bien presentes esos cuatro puntos esenciales de Poe. En Fabricación casera, Conversación con el hombre armario y, sobre todo, en Mariposas hay una “impasividad” casi camusiana, un frío existencial similar al de El Extranjero. Pero aunque McEwan pone a sus personajes en los caminos del incesto, el aislamiento, el abandono y el crimen, no se detiene sólo en esas crueldades sino que avanza y se zambulle en el humor, la dulzura y quizás también en la ternura.
de Ian McEwan
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Primer amor, últimos ritos
el elegido /
Para leer /
Desde situaciones límites, las criaturas de estos cuentos ensayan un final previsible, una desolada entrega a la desgracia. Y no habitan un universo que se va desmoronando, ellos son, desde el inicio, la ruina y la total frialdad, una extranjería oscura y ácida. No despiertan piedad, están más allá de la soledad y el grito. Mundos hostiles los rodean, no hay lugar para una palabra o un gesto de humanidad. Su lenguaje es tribal, desnudo de toda aproximación a la calidez, a la luz de la justicia. Pablo Vinci maneja estos seres contando historias que revelan una segunda realidad, donde el hombre es prenda de dioses perversos, una inutilidad caminando, un uniforme bloqueo de lo humano, una carencia de razones y afectos. Con maestría, sin permitirse “vestir” a sus personajes con una hilacha de esperanza, el autor avanza hacia la sequedad sin nombrar la redención y acompañando esos saltos finales que como dijimos, no son el epílogo de situaciones impiadosas y lascivas, sino el único gesto posible que les está permitido. Me interesa el lenguaje despojado, contenido de Pablo Vinci, su relato li-
de Pablo Vinci
El salto del final
Universidad de La Plata, 2009
Pablo Vinci
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neal, la atrocidad que resulta de una narración voluntariamente “enfriada” para no buscar la complicidad del lector. Ello torna a este libro como destacable por su rigor y exactitud. Que los cuentos se lean con una especie de tristeza, no impide que su verosimilitud se imponga a través de una prosa excelente que se mantiene en todos los relatos. Todo ello habla de un escritor que tiene, sin dudarlo, una riqueza expresiva difícil de lograr. Leerlo es necesario. Una reunión de cuentos, algunos alcanzando una enorme potencia y en todos la seguridad de no conceder a su mirada del mundo y sus criaturas, la nota falsa de una piedad más literaria que real. En suma, un libro valioso. Se incorpora con luz propia en el panorama de nuestra literatura.
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Antonio Escohotado
Panorama de narrativas
diciembre 2008
Anagrama
www.ianmcewan.com www.anagrama-ed.es
Nº páginas
Traducción
Colección
Publicación
Editorial
DATOS
Ian McEwan
AUTOR
Primer amor, últimos ritos
LIBRO
En Disfraces, un chico con la humillación, el alcoholismo y las aberraciones familiares a cuestas, es capaz de continuar avanzando o de comenzar un camino, en medio de los mareos de su vida y tropezando con las máscaras perversas impuestas durante toda su existencia. En Primer amor, últimos ritos, la frialdad de la incomprensión, el aislamiento del mundo y del presente se amortigua (aunque sea un poco) con el paternal gesto de dulzura del final del cuento que termina replanteando todo en virtud de lo surgido, de lo nuevo, de lo creado a pesar de todo. Encontrar a un escritor contemporáneo, que nos conmueva y nos regale cuentos tan concluidos y, por supuesto, tan bien escritos, hoy es una circunstancia especialísima y casi extraña. Por eso, porque encontramos este libro de cuentos de McEwan, brindamos otra vez por la salud del cuento y, por qué no, por nuestra propia salud.
Editorial Caja Negra, 2013
J.G Ballard
Son cuatro entrevistas, extensas, de diferentes épocas (la primera,por ejemplo, de 1982, cuando Ballard no era tan masivamente reconocido como sí lo fue luego) que juntas pueden resultar un buen diccionario ballardiano de las obsesiones y componentes de su obra literaria. Por ejemplo, se revela algo que resulta obvio luego de ser leído: Ballard encontraba elementos de inspiración leyendo revistas médicas. También da cuenta de su admiración por el movimiento surrealista (Dalí, Ernst), por otros autores (Borroughs, Joyce), su interés por el movimiento punk, el interés casi erótico que le despertaban los choques de auto, y que luego plasmó en La exhibición de atrocidades y más puntualmente en Crash.
de J.G Ballard
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El libro ofrece un panorama tan fascinante como inesperado, porque quien lee los libros de Ballard sin tener referencia de su vida, bien puede creer que el autor está encerrado en un psiquiátrico. Nada más alejado de la realidad: vivió la mayor parte de su vida en Shepperton, un barrio de los suburbios, criando a sus tres hijos, huérfanos de madre a causa de su temprana muerte. El mundo de Ballard, alucinante, grotesco, repleto de psicópatas, de realidades futuristas que nos esperan a la vuelta de la esquina, es concebido en una casa de familia, con un ritmo de trabajo para nada frenético, sin drogas, sin descontrol. Eso es lo más asombroso. Ballard es un médium entre el presente y el futuro, un visionario que profetiza un futuro para nada acogedor. Por los motivos antes mencionados, se puede aseverar que Para una autopsia de la vida cotidiana es un libro ideal tanto para quien ya conoce la obra de Ballard como para quien no la leyó nunca. Una guía con guiños y llamadas al pie para unos, y una puerta de acceso a mundos ya no tan futuristas para otros.
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DISCO
En el ecuador del disco aparece un tema titulado Old dreams waiting to be realized. La canción dura 19 minutos y, en cualquier otro contexto, parecería girar entorno a las ilimitadas posibilidades emocionales de una misma nota musical, de los modales de la música concreta, de lo intelectualmente enriquecedor que es ver la hierba crecer y, sobre todo, del más fútil de los onanismos. Aguantarla hasta el final es un reto que no todos estamos dispuestos a afrontar con deportividad, pero, después de tres o cuatro minutos, sucede algo curioso: en vez de quedarte pensando en si debes poner una lavadora, si recordaste comprar leche o si debes acogerte al último irresistible plan que ofrece tu operador de telefonía móvil, empiezas a pensar en este disco y en qué demonios pensaban los suecos cuando colocaron esto aquí
Cómodo con su residencia porteña, Alfonso Barbieri se despacha con un disco que respira hippismo: variedad estilística, psicodelia vigilada de cerca y una pila de invitados que va de Adrián Dárgelos (Babasónicos) a la Banda Sinfónica Juvenil Municipal de Córdoba. Y como obsequio para fetichistas, el packaging incluye un dibujo original del autor. Más allá de cierto afán polemista que asoma desde el título, esta vez la cruzada de Barbieri sólo se mete con la sagrada tradición cancionística del Río de la Plata, de la que extrae un conjunto de canciones que no reniegan de la tecnología (los moogs y loops suenan ge-
Valses eróticos del río de la concha de tu madre
Alfonso Barbieri
ARTISTA
Por Sebastián Rodríguez Mora
Melodía desencadenada
"Es un disco lleno de ruido, saturado de mensajes, agresivo, intelectual, combativo e intratable como un niño que ha dormido mal y tiene hambre".
Por Xavi Sancho
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The Knife, 'Shaking the habitual'
el elegido /
Para escuchar /
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niales) ni pierden de vista las melodías sencillas, los acordeones festivos, los rasgueos acústicos y melancólicos. La característica primordial de Valses eróticos... es la generosidad del propio Barbieri, ya que cada colaborador deja una marca personal cuando le toca meter la cuchara. Y aunque Humores orgánicos y El miedo cuentan con letras ajenas (Jimena López Chaplin y Sol Pereyra, respectivamente), también recuerdan los mejores momentos de Las canciones que se me cantan, su trabajo de 2009. Cantautor medieval rompe formatos y junta elementos en apariencia incompatibles: cuerdas épicas, colchones de teclados salidos del rock progresivo y un recitado de Graciela Borges en base a un texto de Woody Allen. Una dulce miscelánea que dispara imágenes para una película (aún) inexistente. Como canta Barbieri en Medianoche: “Puedo ver antes que vos llover”. _ 58
en medio. Y lo haces hasta que entiendes que esta canción es como el color amarillo, que es feo y difícil de combinar, pero a la vez, como bien saben los diseñadores gráficos, si quieres que algo destace en un contexto, que un titular se lea sobre un fondo lleno de ruido, la mejor opción es utilizar el amarillo. Y Shaking the habitual es un disco lleno de ruido, saturado de mensajes, agresivo, intelectual, combativo e intratable como un niño que ha dormido mal y tiene hambre. Aunque puede sonar a mamarrachada, a pose, no sería lo mismo sin esta canción amarilla de 19 minutos. Eso sí, servidor aún no ha logrado escucharla entera, y no cree que lo consiga jamás. Ritmos tribales, ambient, voces distorsionadas, estructuras imposibles de seguir sin una brújula, letras entre crípticas e incendiarias, recitados acuáticos, interludios terroristas… Nada suena como debería, ya la vez, todo tiene sentido. Y es que Shaking the habitual es uno de los pocos discos que va a escu96:20
Duración
theknife.net
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char este año que suenan realmente a 2013, un disco complicado que, en muchas ocasiones, niega el acceso al oyente y al que se le va la mano con excesiva frecuencia. A pesar de todo, hay que tenerlo, aunque cueste escucharlo y sea imposible bailarlo. Hay que tenerlo para darse con él contra la cabeza y despertar de una maldita vez. El mundo se ha convertido en esto, y ya era hora de que la música, también.
The Knife
Electronic, techno, synthpop, experimental, IDM, drone, tech house, dark ambient
Género
Productor
2010/12 Stockholm, Berlín
5 April 2013
Grabado
Lanzamiento
DATOS
Shaking the habitual
DISCO
The Knife
ARTISTA
Random Access Memories
DISCO
Daft Punk
ARTISTA
¿Qué sería una emoción y qué sería lo humano después de todo? Estas preguntas recorren como subtexto Random Access Memories (13), el nuevo álbum conceptual de los franceses, quienes hoy se exhiben definitivamente bajo metálicos cascos de robots (no dan la cara desde hace más de una década). Incluso a nivel lírico, canciones como “Touch” o “Within” cuestionan la certeza de los afectos y la inmediatez de la autopercepción. En su debut, Homework (97), el dúo se esforzaba por extremar las intensidades del género dance house (fuera de la variedad que fuera: funk , deep o acid ), en tanto que luego, en el clásico Discovery (01), se proponía comprobar la elasticidad de la nueva electrónica para abarcar los sentimientos y los sentimentalismos propios de la música pop (un título como “Digital Love” resume el proyecto). El Daft Punk 2013 ofrece una nueva “musicología”. Según ella, deberían recuperarse los instrumentos analógicos
Por Pablo Schanton
www.daftpunk.com www.daftalive.com
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(de Ondas Martenot a vocoders , pasando por sintetizadores modulares), eléctricos (traducir la dinámica del trípode guitarra/bajo/batería, típico del rock, al lenguaje de la electrónica) y acústicos (orquestas de cuerdas y vientos, coros de niños, percusión). Estamos ante una obra con toda la pompa de una superproducción, a contrapelo de las circunstancias de producción hogareña que popularizaron las computadoras. Random Access Memories es un álbum tocado por músicos profesionales, plagado de detalles, virtuoso en sus arreglos, concebido para disfrutar en buenos equipos de audio (gesto anti mp3), cuya lista de invitados incluye a estrellas del neo soul (Pharrell Williams), el retro rock (Julian Casablancas, de The Strokes) y del indie pop (Panda Bear, “Chilly” Gonzales). Tal casting inter-generacional logró atraer tanto a los nostálgicos de la disco, como a los más jóvenes. Es la razón detrás del éxito de un álbum que pasó la primavera británica en el primer puesto del ránking. Otra razón: desde el comienzo, Daft Punk quebró prejuicios de gusto, subvirtió listas negras del canon oficial.
Nada más humano que la simulación
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Le贸n Ferrari /
dossier #00
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obras /
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Nunca más
Nosotros no sabíamos
Planta, colaboración con Gabriel Rud
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Jaula con aves
Hombres 13 /
Los musicos
Mujer Roja con collares en silla
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Escritura deformada
La civilización occidental y cristiana, 1965 7 /
El Artista, Dirigida por Mariano Cohn y Gastón Duprat 8 y 9 /
de la serie Relecturas de la Biblia
OBRA, 1234
León Ferrari, 2002
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RECETA
Sopa de tomate
PORCIONES
4 personas
TIEMPO
30 minutos - muy facil
INGREDIENTES
- 10 tomates maduros - 2 dientes de ajo
- aceite de oliva virgen extra - vinagre - sal
- una pizca de azĂşcar
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TITULO
Los Miserables
TITULO ORIGINAL Les Misérables
DATOS
Dirección
Tom Hooper
Fecha/País
2012 El Reino Unido
Género
Drama, Musical No recomendada para menores de 12 años
Duración
157 min
Reparto
Anne Hathaway, Amanda Seyfried, Russell Crowe, Hugh Jackman, Helena Bonham Carter, Sacha Baron Cohen, Eddie Redmayne, Dee Bradley Baker, Jennifer Cole
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octubre /
Una revista para leer quietos y atentos, o no.
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año 0 | octubre 2013