tierra adentro prototipo

Page 1

SEPTIEMBRE 2015 $20.00 ISSN 0185-0938


Consejo Nacional para la Cultura y las Artes Rafael Tovar y de Teresa Presidente Saúl Juárez Secretario Cultural y Artístico Francisco Cornejo Rodríguez Secretario Ejecutivo

Rodrigo Castillo Adriana Reveles Director Editorial Administración Herson Barona Lourdes Amador Editor Secretaria de dirección Joaquín Guillén Márquez Víctor Sandoval Jefe de redacción Director fundador Javier Alcaraz Diseño editorial Valentina Gatti Corrección Mitzi A. Galván Redacción web Francisco Javier Becerril Distribución y ventas Marina Azahua, José Jiménez Ortiz, Fernanda del Monte, Carlos Velázquez Consejeros editoriales Fondo Editorial Tierra Adentro Idalia Sautto Editora Claudia Zepeda Difusión y promoción

Tierra Adentro es una publicación mensual de la Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Los textos firmados son responsabilidad de sus autores. Los editores no comparten necesariamente el punto de vista de los autores. Los títulos de los textos son responsabilidad de los editores. Periodo de exhibición: septiembre de 2015. Domicilio: Av. Paseo de la Reforma 175, piso 3, colonia Cuauhtémoc, México, Distrito Federal, C.P. 06500; teléfono: 41550200, ext. 9094; correo electrónico: tierraadentro@conaculta.gob.mx. Editor responsable: Rodrigo Castillo. Publicación registrada en la Dirección de Derechos de Autor de la Secretaría de Educación Pública, con Reserva de Derechos de Título núm. 04-2011-051212064200-102. Certificado de Licitud de Título, núm. 9776. Certificado de Licitud de Contenido, núm. 6837, expedido por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación, ISSN 0185-0938. Impresión: Offset Santiago. Río San Joaquín 436, col. Ampliación Granada, C.P. 11520, Distrito Federal, México. Distribución: Educal S.A. de C.V., Avenida Ceylán núm. 450, Colonia Euzkadi, Azcapotzalco, México, Distrito Federal, CP 02660.


Contenido La muerte no es la nada

Sergio González Rodríguez

Por Paul Medrano

Por carlos Velazquez

Una breve historia con olor a muerte Por Carolina Alba

Rancho Ciencias Naturales Por Paulina Lasa

Morir en línea Por José Jiménez Ortiz

Cada edición de Tierra Adentro propone una discusión actual y pertinente para nuestro contexto, validada en el diálogo abierto y transversal con sus lectores. Nos interesa discutir el presente inmediato desde las artes en todas sus dimensiones, tanto éticas como estéticas. «Septiembre negro» es un dossier que contiene diferentes reflexiones sobre la violencia y la muerte en nuestro país. ¿Qué significa vivir en México hoy? ¿Qué significa morir aquí? Reflexionamos acerca del valor del metro cuadrado de tierra en los panteones de distintas zonas nacionales, gracias a Paul Medrano, quien nos cuenta la historia de dos familias mexicanas que padecieron los altos costos funerarios, la burocracia y la corrupción al intentar realizar las exequias de sus seres queridos. Para ahondar en esta cuestión, varios creadores nos dieron su punto de vista sobre algunos de los problemas más graves a los que los jóvenes mexicanos se enfrentan día con día: la muerte por migración, por feminicidio, por desaparición forzada, o del periodismo como oficio, entre otros.

En Tierra Adentro tenemos la convicción de no separar los temas políticos de los estéticos, sino ponerlos en un punto medio para hablar del contexto social y político a través del arte. En esta ocasión, convocamos a escritores, sociólogos y artistas visuales a que respondan qué queda del país ante la ausencia, qué es vivir aquí y, quizá más importante, qué significa morir en México. «Septiembre negro» es nuestro dossier con el que celebramos y cuestionamos el mes patrio y, también, nuestra manera de iniciar un diálogo contemporáneo y necesario con nuestros lectores y colaboradores. Inicia Paul Medrano con una crónica en la que nos presenta datos duros sobre cuánto cuesta el metro cuadrado para entierros, además de los distintos servicios funerarios que, muchas veces, son un fraude. Un intermedio visual entabla un diálogo político con la sociedad desde la que se crea, acompañado de un ensayo de José Jiménez Ortiz en el que se reflexiona sobre desaparecer en la era de la posnacionalidad, de los no lugares, cuando se borran las fronteras de la identidad. Además, cedimos el micrófono de nuestras secciones de creación para continuar el debate: en ensayo, Tania Ruvalcaba Valdés explora los pormenores de la alimentación escolar y las consecuencias fatales que tiene en la vida de la nueva promoción de mexicanos, y en narrativa pedimos a cinco autores que escribieran cuentos sobre la muerte por censura, por desaparición, narcotráfico, feminicidios y migración. Para finalizar, extendimos la discusión a la Conversación abierta, en donde Israel Martínez y Gerardo Montes de Oca reflexionan en torno a la violencia desde el arte.

En entrevista, y a raíz de la aparición de su más reciente libro Campo de guerra, el ensayista Sergio González Rodríguez nos habla sobre el lúgubre panorama al que se asoma nuestro país en el contexto de violencia y corrupción en que está sumido. Esta edición especial de Tierra Adentro se suma al coro de voces que se multiplican para resistir ante una realidad apabullante que intenta silenciarnos.

5


“Parte central de este dossier sobre muerte y violencia fue invitar a artistas que no sólo reflexionaran sobre los hechos, sino que crearan a partir de la ausencia. Aquí, Carolina Alba traza las inquietudes de los artistas cuya obra acompaña las páginas de esta revista.”

6

7


Una breve historia con olor a muerte Por Carolina Alba En una de sus publicaciones periódicas para la revista e-flux, Boris Groys (2013) nos recuerda que la finitud de la existencia humana previene a la humanidad de alcanzar la perfección e invita al artista a no volverse inmune ante el bacilo del cambio, la enfermedad y la muerte, sino por el contrario, que se deje permear por estas situaciones, que las explore y confronte. La escasez del tiempo y la energía es lo que determina la finitud humana, pero no sólo eso: estos mismos factores fueron lo que definieron en gran medida las bases para la evolución de la naturaleza. El ideal de la copia de una molécula dependió del tiempo que tuvieran, ya fuera para replicarse con gran velocidad o para hacerlo de manera más lenta pero con mayor precisión. El que para ambos casos los recursos siempre fueran limitados, finitos, propició la competencia, y por ende, la ya conocida lucha por la existencia, la supervivencia. Sin embargo, hay todavía dos variables importantes por considerar en este proceso evolutivo: la estabilidad (resistencia) de la copia del molde, y la gran posibilidad del error en alguna de las copias. El error se vuelve entonces un factor atractivo para retomar, ya que sin poderlo clasificar como mejor o peor, propiciará la evolución misma. De hecho Richard Dawkins, en su libro El gen egoísta (1993), nos aclara que nada en realidad desea evolucionar; por el contrario, la búsqueda por una estabilidad forzó a que dichos replicadores (genes,

moldes) desarrollaran maneras de autodefensa, también llamadas máquinas de supervivencia. Dichos vehículos de subsistencia debieron irse perfeccionando en técnicas y artificios, y henos aquí. Pero el objetivo principal de Dawkins en su libro es examinar la biología del egoísmo y el altruismo, y defiende que estas máquinas de supervivencia están programadas para perpetuar las moléculas egoístas, también llamadas genes. De hecho, es irónico pensar que si fuera más fácil aprender a ser altruistas sería debido a un condicionamiento genético. Pero lo que nos interesa para este número sobre la muerte, presente de diversas maneras a nuestro alrededor, son aquellas influencias que se han ido aprendiendo y transmitiendo de una generación a otra a través de la cultura. Dawkins nos ofrece dos panoramas inmediatos, uno en donde reina el altruismo, y otro el egoísmo. En el escenario del altruismo, algunos deberán sacrificarse por el bienestar del grupo, también llamado «selección de grupos»; por el contrario, en el escenario de la «selección individual», algún rebelde no estará dispuesto a tal sacrificio, y esto mismo le dará mayores posibilidades de subsistir y reproducirse. Por consiguiente, la herencia serán estas cualidades egoístas y, tras varias generaciones, finalmente los que quedarán del grupo altruista se identificarán con el grupo egoísta. Todo esto podría ser «aparente»; sin embargo, si se piensa en la muerte del campo (territorio), la muerte del discurso (política, bienestar común), la muerte del maíz (comida) o la muerte de la ciudad (hábitat) en México, vemos que la teoría de aquel zoólogo inglés heredero de Darwin cobra sentido. 8

Vivimos en el inicio de la era del infocapitalismo (Mason, 2015), donde la abundancia de la información del conocimiento y la inmediatez de la imagen no nos permiten «fiarnos de lo visible», y hemos tenido que regresar a uno de nuestros sentidos más básicos para distinguir el estado de las cosas: el olfato. En efecto, algo huele mal, a podrido. Distinguimos el olor común/tradicional de los olotes con mayonesa y chile de nuestras calles llenas de comida pero tirados como basura en barrios extranjeros, herederos de una bio-cultura milenaria; el olor a muerte de las tierras estériles repartidas y millones de muertos por una revolución ficticia, el olor a pólvora de los trofeos de conflictos de años que no permitían trabajar pero que se conmemoran; el olor al dinero criminal normalizado como democracia que fluye a través de los discursos sordos y sin sentido, pero nos cuesta imaginarnos el olor de nuevos hábitos sustentables y una permacultura autosuficiente porque, quizá, hemos heredado el gen egoísta y despiadado. Sin embargo, es relevante reflexionar sobre las condiciones y el contexto donde este ser ha sobrevivido y prosperado. Este dossier de arte invita a pensar, a través de una breve línea histórica, en la relevancia urgente de políticas alimentarias que reconozcan el pasado particular de una herencia milenaria de la biodiversidad del maíz con el proyecto de Eduardo Abaroa y Rubén Ortiz. Acto seguido, cuestionar la trascendencia del pasado inmediato de la Reforma Agraria tras la Revolución con la obra de Edgardo Aragón, para así reflexionar en el presente y la democracia que vivimos basados en

Una breve historia con olor a muerte

la normalización del narcotráfico, y finalmente, repensar el futuro de la cultura que queremos heredar entendiendo nuestra historia, considerando un contexto urbanorural en una era de la producción colaborativa que usa la tecnología de redes para producir bienes y servicios con el proyecto de Rancho Ciencias Naturales de Paulina Lasa. Porque si pensamos que, como Mason cita a Karl Marx, el conocimiento dentro de las máquinas debe ser social, el poder de la imaginación, el diseño y la información basado en un sistema de redes podría permitirnos, quizá, regresar a maneras más altruistas de subsistir por un bienestar de las especies, a partir de reflexionar sobre el riesgo de la estabilidad contra el error y de carecer de una memoria histórico-colectiva que nos haga caer en la trampa de repetir patrones.

Por Carolina Alba

Dawkins, R. (1993), El gen egoísta: las bases biológicas de nuestra conducta, Barcelona, Salvat Editores. Groys, B. (2013), ‘Becoming Revolutionary: On Kazmir Malevich’, e-flux journal No. 47. Mason, P. (2015), ‘The end of capitalism has begun’, en The Guardian, 17 de julio. Carolina Alba (Ciudad de México, 1982), hizo un MA en Historia del Arte y del Diseño en Kingston University London, es académica en la UIA Santa Fe y genera proyectos independientes entre la investigación y la práctica artística. Fue miembro del colectivo Nerivela y coordinadora el proyecto educativo Estudio Abierto del MACG.

9


“En tiempos de la globalización, gracias a que

predijo que podría convertirse en «el basurero de la

“Lo relevante en la mentira no es nunca su contenido, sino la intencionalidad del que miente. La mentira no es algo que se oponga a la verdad, sino que se sitúa en su finalidad: en el vector que separa lo que alguien dice de lo que piensa en su acción discursiva referida a los otros. Lo decisivo es, por tanto, el perjuicio que ocasiona en el otro, sin el cual no existe la mentira.”

humanidad». Así, José Jiménez Ortiz debate sobre lo

JACQUES DERRIDA

internet borró la mayoría de las fronteras para conocer otras culturas, los cibernautas han decidido poner toda su vida en eso que Juan José Arreola

Morir en línea Por José Jiménez Ortiz

que será de la humanidad una vez que sólo queden esos cementerios que ahora conocemos como Facebook y Twitter.”

Morir en línea Por José Jiménez Ortiz 10

11


Morir en línea Por José Jiménez Ortiz En el pasado, los símbolos y los rituales nos ayudaban a recordar; en la actualidad son los documentos digitales los que nos ayudan a hacerlo. Al introducir la estética de la información (info-aesthetics), Lev Manovich aborda el flujo de información que los internautas procesan y almacenan, ya sea en su vida laboral o bien en la personal. En un sistema de redes, los nodos se mantienen activos en la medida en que permitan el ir y venir de datos a través de ellos, sin importar quién los opera. Pensemos en qué pasa con los bots: a pesar de estar programados para decir lo mismo que miles de cuentas similares, cumplen las funciones básicas de cualquier otro internauta. ¿Qué pasa con esos «trazos digitales de nuestra existencia» de los que habla Manovich cuando uno muere? Si el internet es un protocolo para la transferencia de datos entre nodos, sale a flote una serie de interrogantes en torno a cómo ocurre la muerte en un sistema de redes. ¿Pasa cuando un nodo deja de procesar datos o cuando el usuario que opera ese nodo pierde la vida? Un usuario ¿es?, ¿está?, ¿existe?, ¿habita?, ¿transita? Ubicando nuestro objeto de reflexión en lo que podemos llamar genéricamente «realidad», chocamos con una cuestión presente a lo largo de la historia de la filosofía. Durante siglos, grandes pensadores han tratado de darle sentido a la cuestión, más que formular respuestas. Siempre ha sido un tema bastante trabado que peor se puso cuando Jürgen Habermas publicó

en 1962 su obra The Structural Transformation of the Public Sphere: An Inquiry into a Category of Bourgeois Society, generando con su noción del espacio público un apéndice gigante a la pregunta en cuestión: ¿de qué manera se sitúa el ser humano en la realidad, tanto en el espacio público como en el privado? Más complejo se ha puesto el asunto cuando nos ponemos a pensar que el concepto desarrollado por Habermas ha caducado en tiempos post social network. Se trata de una ecuación sumamente compleja con variables en distintos postulados teóricos enfocados a cómo interpretar los conceptos de realidad, realidad virtual, espacio público, para con ello despejar las incógnitas relativas en torno a la función humana dentro de dichos lugares; llegamos a una pregunta que perturba al sujeto que forma parte del tejido social contemporáneo: ¿la realidad virtual, esa que las personas integran dentro de redes sociales, forma parte de la realidad misma? Si aún no decidimos si el ser humano es, está, existe, habita o transita la realidad propiamente dicha, ¿cómo saber cuál es su rol dentro del complejo sistema de redes en el cual interactúa con otros miles de usuarios? Si aún no definimos aquello que nos empeñamos en llamar realidad, ¿cómo explicar lo que estamos presenciando en un mundo tomado por empresas que ofrecen una vida detrás de un user name y una picture profile? Pensemos en un escenario real, bello y siniestro: en el futuro, cuando todos sus billones de usuarios estén muertos, Facebook, WhatsApp, Instagram y Twitter serán cementerios. Es aquí donde no puedo dejar de pensar en Jaques 12

Derrida y su obra Aporías, donde el francés afirma que «vivir significa dejar huellas». A él le interesaba la idea de que vives al dejar una huella y luego la dejas atrás, por lo tanto vivir significa morir. Para él, cada trabajo de escritura es una pequeña muerte. Si trasladamos esa idea a cada tweet, cada post en Facebook, cada foto en Instagram o cada conversación en Whatsapp, se vuelven instantáneamente en huellas de nuestra muerte. Derrida escribió: «La huella que dejo significa simultáneamente mi muerte, mi muerte por venir y la esperanza de que me sobrevivirá. No es una ambición de inmortalidad; es fundamental. Dejo aquí un pedazo de papel, lo dejo, muero; es imposible salir de esta estructura; es la forma inmutable de mi vida. Cada vez que dejo ir algo, vivo mi muerte en la escritura» Ahora, ¿qué pasa con todo esto en un lugar como México, nación culturalmente diferente, desigual económicamente y desconectada tecnológicamente? La globalización en México es disímbola, diacrónica y segregada, entre los polarizados habitantes multimillonarios, pobres y miserables. Las huellas, entonces, son cosa exclusiva de aquellos que tienen acceso a la tecnología que nos permite vivir y trascender la existencia terrenal en el plano de las redes sociales. A pesar de la hiperpoblación de redes wifi, de la aparición de smartphones de bajo costo y de los programas académicos de la Secretaría de Educación Pública que incluyen inglés e internet, en nuestro país sólo 44.4 % de la población tiene acceso a esta realidad. Son cuatro de cada diez mexicanos los que pueden crear un perfil y ser alguien después de su muerte. En un ambiente multidocumentado en el que los medios de comunicación son parte de nuestra vida cotidiana, volvemos al tema de lo real. ¿Acaso

Morir en línea

las fotografías que tomé y que miro después pueden reemplazar mi memoria actual sobre un lugar, una persona o un hecho? De ser así, ¿quién controla mi pasado?, ¿quién lo que existe en mi memoria o mis registros sobre ella? ¿El 66.6% de la población no forma parte de la realidad? ¿A dónde van a dar sus huellas? ¿A quién le importa su acta de nacimiento o certificado de defunción?

Por José Jiménez Ortiz

Dentro del contexto hiperviolento en el cual vivimos los mexicanos, podríamos pensar un poco más en esas huellas de las que habla Derrida. La muerte está a la vuelta de cada esquina y sería bueno considerar cuál es nuestra última huella: ¿una marcada en la realidad concreta, o un estado de WhatsApp convertido en epitafio? Mientras los cibernautas se exponen al tema del secuestro de cuentas, la población desconectada se expone a un secuestro real. Mientras el habitante de las redes social traslada el problema filosófico de la existencia al terreno de la realidad virtual, el ser humano sin acceso a la tecnología sigue enfrentando la muerte en las mismas condiciones de miseria que lo hicieron sus antepasados: como un personaje anónimo sin derecho a escribir un epitafio, por no tener recursos para grabar una lápida. Ni siquiera en Facebook.

José Jiménez Ortiz (Torreón, 1980) es artista visual y autor del libro Algorithms, Fear and Social Change. Ha expuesto en museos de México, Brasil, Finlandia, España y Holanda.

13


“La muerte no es el descanso eterno para los familiares de los finados. En esta crónica, Paul Medrano escribe sobre dos casos comunes en nuestro país, una muerte a causa de la diabetes y un asesinato por grupos del narcotráfico, donde muestra que morir es solo el primer paso de un largo y costoso pesar para los deudos, quienes deambulan entre el dolor, coronas de flores, corrupción y falsas funerarias.”

La muerte no es la nada Por Paul Medrano 14

15


La muerte no

La muerte no

es la nada Por Paul Medrano Junior murió hace un año, poco antes de sus dieciocho. Encontraron su cadáver arrumbado en un lote baldío de Guadalajara. La policía relató en su informe que fue majado a golpes y luego torturado durante mucho tiempo. Después le metieron catorce balazos. Pasaron tres días para que su familia se enterara de la ejecución y necesitaron casi dos horas para reconocerlo. El ombligo de Junior estaba más allá de Zapopan. Mucho más allá. Provenía de la región serrana de los límites entre Guerrero y Michoacán. Hijo de un profesor rural y un ama de casa, Junior creció en un ambiente hostil y violento que lo predispuso a tomar el camino más común entre los adolescentes sierreños: el narco. Sus primeros logros fueron presumidos en Facebook. Junior fumando a través de un bong; Junior en un restaurante, rodeado de botellas de whiskey JB y dos jovencitas igual de imberbes; Junior en una selfie en un motel barato, en una cama detrás se ve un montón de billetes de cien y cincuenta pesos; Junior en una motocicleta Italika, quemando llanta; Junior con un traje camuflado en una zona inhóspita, rodeado de cerros inmensos y árboles hasta el infinito. Cuando al profesor rural le informaron sobre los pasos en los que andaba Junior, fue tajante en su sentencia: «si él escogió ese camino, que lo ande. Pero andará solo. Ya está bastante grandecito para que yo lo cuide».

Nadie volvió a hacerle la observación. Nadie. Ni siquiera su esposa, cuando vio entrar el féretro de su hijo por la puerta de su casa. Desde que se enteró de la muerte de Junior, su padre fue a ver a un amigo que incursiona en la política para que lo ayudara a conseguir un lote en el panteón municipal. Cada espacio de tierra en el camposanto, de 2 x 3 metros, cuesta novecientos pesos. No es mucho, pero hay que mover influencias para que no te toque en una ladera, junto al basurero o encerrado entre mausoleos. El profesor buscaba un espacio digno para enterrar algo más que a su único varón; enterraría, también, su apellido, su estirpe. Y en un lote de panteón no cabe tanto. Tuvo suerte; su amigo político no sólo le consiguió un buen lugar, sino que usó sus contactos para que el lote de Junior no tuviera costo. Pero no todo iba a ser tan fácil: cuando llegó a Guadalajara a reclamar el cadáver de su hijo, le informaron que para «entregarlo» debía aportar una cuota voluntariamente obligatoria al Ministerio Público por los trámites que exigió el caso. El motivo: las circunstancias de la muerte vinculadas a grupos delictivos. La cooperación fue impuesta en veinticinco mil pesos y no hubo poder humano que la redujera. De este trámite no queda prueba alguna, pues es un movimiento que se realiza bajo el agua. Lo mismo pasó en el Servicio Médico Forense (Semefo) y con el acta de defunción. Además, tuvo que someterse a un interrogatorio de rutina para responder algunas preguntas sobre el oficio de su hijo.

16

El padre de Junior creyó que por fin había acabado el viacrucis, pero faltaba lo mejor: el Semefo exige los servicios de una funeraria para entregar el cadáver. Por ley, los deudos no pueden llevarse el cadáver como si fuera un televisor de plasma. De modo que tuvo que contratar una agencia funeraria que de inmediato le informó que, para trasladarlo a su lugar de origen, los honorarios y trámites extras iban a duplicar el costo inicial: veintiocho mil pesos. A todo eso tuvo que sumarle los seiscientos del costo de la misa, doscientos pesos para la rezadora que veló durante la noche, quinientos para elaboración del altar, dos mil quinientos a cada uno por las flores y los músicos, setecientos de veladoras, cuatro mil para alimentación de los dolientes, dos mil pesos para bebidas frías y calientes, trescientos cincuenta en platos, vasos y cucharas desechables; cien pesos de servilletas, cuatrocientos de pan dulce, ciento cincuenta de tortillas, ochocientos para la ropa fúnebre (sin zapatos), y casi cinco mil de bebidas alcohólicas. Pero no todo fue negro. La novia de Junior está embarazada.

“Aquí ni los muertos descansan.”

Eso lo supo David cuando le avisaron que su madre había muerto y recordó que una de sus últimas voluntades era que cremaran su cuerpo. Cuando terminó la llamada en su celular, se limpió las manos del cemento aún fresco, se quitó la gorra en señal de luto y miró al cielo unos instantes. La pesadilla apenas empezaba. «Acaba de hablarme mi hermana para avisar que mi madre ha muerto», le dijo al encargado de obra. Un entallado «lo siento»” salió de su estricto jefe. «Ve a hacer lo que tengas que hacer, David». Eso significaba que tenía el día libre de trabajo, no de congojas. Bajó por la improvisada escalinata que servía para toda la peonada de la obra. A su paso no apreció la sinfonía de sonidos que emanan de una construcción. Su mente estaba en el último deseo de su madre, pero también en el tercer parto de su mujer. Al llegar a su casa, su esposa lo abrazó. Ya sabía la mala noticia. Agotada por la diabetes, la madre de David pasó sus últimos dos años entre hemodiálisis, coma diabético, breves etapas de estabilidad y una férrea negativa al estricto régimen alimenticio. La diabetes agotó primero la vista, luego los riñones. Era necesario cambiar de vida. Los siete hermanos organizaron un minucioso cronograma para repartirse el trabajo y los gastos. Como la albañilería es un oficio eventual y absorbente, David aportaba una cuota mensual para subsanar gastos y compensar su ausencia. Además, su mujer iba cuatro días al mes a cuidar a la suegra, ya fuera en el hospital o en la casa materna.

es la nada En algún momento de la enfermedad, la madre de David comenzó a cocinar la idea de la cremación. «Quiero acabar de raíz con este mal», justificaba. No hubo explicación que la convenciera de que la diabetes no es causada por un virus o bacteria, sino por una falla biológica. Con el tiempo, los hermanos se hicieron a la idea de que había de ser cremada, pero veían lejos el momento. Cuando murió, venía de un periodo de relativa mejoría. Por eso el asunto de la cremación los tomó por sorpresa. En la cama de hospital, ante el cadáver, repartieron responsabilidades para el velorio y David fue el encargado de la cremación. David no sabía nada de quemar carne. Su referente más cercano era el de los cuarenta y tres estudiantes supuestamente calcinados en el basurero de Cocula, entre el 26 y 27 de septiembre del 2014. Para él, tal cosa no pudo ocurrir. hora , lo que sí debía ocurrir era la de su madre, un último deseo que debía ser cumplido. Antes de salir del hospital de Acapulco, preguntó a dos enfermeras sobre alguna empresa que se encargara de cremaciones. Ninguna le dio razón, pero le sugirieron que se dirigiera al cubículo de información, a la entrada del nosocomio. Cuando salió a la calle ya tenía los datos, tomó su teléfono celular y llamó al número proporcionado. Casi se fue de espaldas cuando le informaron del costo, veinticinco mil pesos. Era demasiado para un último deseo. Buscó otras opciones, hasta que la funeraria Manzanarez le pidió doce mil. Accedió. 17

Por Paul Medrano Dos días después, luego del velorio, los familiares acompañaron a la vieja carroza fúnebre que trasladaba el cuerpo de la madre de David. De la zona de hospitales, donde velaron el cuerpo, el cortejo enfiló hacia La Cima. Luego de un prolongado descenso llegaron a la zona de Las Cruces, en la entrada de Acapulco, y tomaron la avenida hacia Puerto Marqués. En unos minutos llegaron a Cremaciones del Pacífico. Cuando bajó del taxi colectivo, David miró aquel lugar con cierto asombro. Parecía una casa color beige, con techo a dos aguas y el volado pintado de verde. Un pequeño letrero rectangular blanco con la razón social en letras negras y una silueta de lo que parece ser un farol. Por el frente sólo tenía una puerta blanca y una ventana, de la cual salía el equipo de aire acondicionado. A un costado sobresalía una bodega con un pequeño portón. En su parte superior, de nuevo la razón social en otro tipo de letra y un par de alas. A un costado de ese negocio, la miscelánea Alina, y del otro, una ferretería. Una secretaria les dio la bienvenida. Los atendió de manera amable y les dijo que por órdenes de la Secretaría de Salud no podían presenciar el proceso crematorio. A David le pareció atinado el comentario. Asimismo, le informaron que el proceso duraría varias horas, por eso les recomendaron que fueran al día siguiente a recoger la urna con cenizas.


Rancho ciencias naturales

La muerte no es la nada Por Paul Medrano Al día siguiente, como acordaron, fueron a recoger la urna y el domingo, después de una misa, la familia se trasladó a Pie de la Cuesta donde esparcieron las cenizas. Fue un momento emotivo, pues cada pariente tomó un puñado y lo lanzó al mar. Dos meses después, las noticias revelaron un hecho espeluznante: descubrieron sesenta cadáveres en un crematorio abandonado. El parte oficial afirmó que era muy probable que se tratara de un fraude de servicios funerarios. El lugar era el mismo donde David dejó los restos de su madre. Poco después David recibió la llamada de una sus hermanas. Aunque la sospecha los carcomía, confiaron en que no se tratara de su madre. Sin embargo, por la noche, cuando se difundieron las primeras imágenes del interior de ese lugar, David reconoció en uno de los cuerpos una mantilla aperlada con la que envolvieron a su madre durante el velorio, para ser trasladada al crematorio. La duda lo abofeteó. ¿Serían de ella los restos putrefactos debajo de aquella mantilla o simplemente alguien se la había quitado antes de cremarla?

datos fidedignos. Horas después, la Fiscalía informó que, debido al estado de descomposición de los cuerpos, la identificación ocular era imposible, por lo que era necesario realizar pruebas biológicas. Entonces solicitó a los posibles afectados muestras para ser comparadas. Asimismo, advirtió que los resultados tardarían algunos días por el número de cuerpos.

Por paulina lasa

El Rancho Ciencias Naturales se gesta como una asociación de personas con procesos afines y sinérgicos que buscan generar proyectos colectivos a partir de su interés por adoptar estilos de vida que tiendan hacia la autosuficiencia energética y material, así como al uso integral del cuerpo humano como herramienta de conocimiento y producción. Sin olvidar la identidad cultural urbana de sus miembros, pone de manifiesto la experimentación de lo rural como principio de investigación para explorar las posibilidades de nuevas identidades híbridas. Para ello, y basado en la filosofía del open-source, el proyecto será documentado desde su inicio y se compartirá abiertamente la información generada en forma de manuales, gacetas y artículos. El espacio rural recientemente obtuvo el certificado parcelario para arrancar esta iniciativa y está localizado en una zona de lluvia que, aunque carece de servicios básicos, cuenta con las condiciones necesarias para ser cultivada y habitada por medio de la bioconstrucción. Se tiene planeada la realización de espacios para vivienda para un grupo limitado de personas, espacios de producción e investigación de campo, que alojen encuentros transdisciplinarios a manera de residencias, talleres y cursos, conferencias que estén relacionadas con algún tema sobre sustentabilidad y ecología, contemplando una proyección consciente y responsable hacia el futuro del espacio y su entorno.

Un mes después, David fue informado de que su madre sí estaba entre los cadáveres. Pensó que la cremación no había sido buena idea. Tampoco había sido buena idea ser el encargado familiar de este proceso. Maldijo su oficio de albañil y se recriminó por no haber terminado una carrera, como siempre le decía su madre. Ahora ya todo estaba hecho. David y su familia despidieron a su madre por segunda vez en un panteón. David se encargó de elaborar la fosa, la gaveta y un pequeño mausoleo. Cada domingo la visita.

Al día siguiente acudió a la Fiscalía General del Estado, donde un gran número de personas esperaban informes sobre los sesenta cuerpos. Platicando entre ellos, descubrieron que habían llegado de diferentes agencias funerarias. La exigencia de claridad calentó los ánimos. Todos los posibles defraudados se plantaron en la entrada de la Fiscalía en espera de

Paulina Lasa (Ciudad de México, 1980) estudió Arte y Diseño industrial en la UNAM. Ha expuesto su trabajo en México, Estados Unidos y Europa.

Paul Medrano (Ciudad Victoria, 1977) es autor de Flor de Capomo y Vicio final.

18

19


Sergio González Rodríguez

Sergio González Rodríguez En tiempos de guerra la ley guarda silencio Por Carlos Velázquez

En tiempos de guerra la ley guarda silencio Por Carlos Velázquez

En años recientes, Sergio González Rodríguez (Ciudad de México, 1950) se ha erigido como un autor de importancia capital, no sólo por sus ensayos, sino por sus prolíficas novelas que ya han evidenciado las preocupaciones centrales de su obra. Ante este panorama, el autor de Campo de guerra charla con Carlos Velázquez desde la distancia crítica, lejano a la vez de la resignación y a la apatía, sobre la guerra contra el narcotráfico y la apabullante

20

21


Sergio González Rodríguez En tiempos de guerra la ley guarda silencio

Sergio González Rodríguez En tiempos de guerra la ley guarda silencio

Por Carlos Velázquez

Por Carlos Velázquez

En Campo de Guerra (Premio Anagrama de Ensayo) Sergio González Rodríguez sostiene que «en tiempos de guerra la ley guarda silencio». Dicha aseveración describe de manera global la situación del México contemporáneo. Un país en el que el Estado ha sido suplantado por el an-estado. Territorio donde impera lo a-legal. Nación que padece una resaca estratosférica: ciento veinte mil muertos y desaparecidos producto de la guerra contra el narco. Cifra a la que a diario se le suman más dígitos. Por obras como Huesos en el desierto (investigación sobre los feminicidios en Ciudad Juárez) y El hombre sin cabeza (un análisis sobre la decapitación por parte de grupos criminales), no existe hoy figura con mayor autoridad para develar el México actual que González Rodríguez. Además, destaca como uno de los críticos literarios más reputados del país. Responsable en gran medida de la recepción crítica de la literatura norteña en el centro. Su conocimiento y su trabajo de campo (su indagación en el estado de Chihuahua durante la investigación para Huesos en el desierto) lo dotan de una credibilidad irreprochable. Tanto en lo literario como

en lo periodístico. Pero su sensibilidad se ubica más allá del tema de la violencia. Cada año ofrece un puntual recuento de los mejores libros publicados en variedad de géneros, en los que no se ausenta la poesía. Lo que detenta una voracidad indómita. González Rodríguez reparte su tiempo entre lo bello y lo terrible que conforman el paisaje mexicano. ¿Consideras la guerra contra el narco la peor crisis en la historia del país? La guerra contra el narcotráfico es una etapa de la historia del país inserta en el desplome del pacto Estado-nación de México a principios del siglo XXI. Su gravedad es enorme, ciento veinte mil muertos, ejecutados y desaparecidos, pero hay que recordar que en los últimos cien años pasaron la Revolución de 1910-1921 (un millón de muertos), la guerra cristera (1926-1929, con cerca de doscientas cincuenta mil víctimas) y otros episodios violentos, como la represión al movimiento estudiantil de 1968 y el levantamiento zapatista de 1994 en los Altos de Chiapas. La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN, 1994) y el Acuerdo para la Seguridad y la Prosperidad de América

del Norte (ASPAN, 2005) marcan una etapa distinta en la historia mexicana que a veces se denomina como posnacionalista o posmexicana, ya que la soberanía del país ha entrado en una dinámica de absorción por parte de Estados Unidos y Canadá. Ante la ausencia de una soberanía nacional, donde el concepto de patria es inasible, ¿cuáles son las posibles mutaciones que experimentará el mexicano de la posnación? El ataque a la soberanía nacional delata la bandera de algunos políticos, empresarios, comunidades y personas pro-estadounidenses, que repiten aquella doctrina tradicional de «América para los americanos» (James Monroe dixit), pero la soberanía está lejos de ser un concepto inasible y objeto de compraventa expedita: consta en las normas constitucionales de México (y de todos los países). El hecho de que los gobernantes mexicanos y sus socios rechacen cumplir tal precepto implica otro asunto. Por lo demás, resulta una falacia decir que los Estadosnación son cosa del pasado porque ahora se impone (o debe imponerse) el gobierno mundial dirigido por Estados Unidos. El Estado-nación continúa como el punto de 22

ensamble necesario para el orden global. El concepto de soberanía no sólo es un mensaje sobre la extensión y autonomía territorial, sino que constituye el recipiente de la historia, la cultura, la memoria, el lenguaje específico de una nacionalidad. Si el nacionalismo arcaico está rebasado, la nacionalidad entendida como cosmopolitismo de la diferencia (Ulrich Beck dixit) determina los contenidos posmexicanos o posnacionales. Las nuevas generaciones que están al tanto de la cultura global y que, a la vez, viven en su entorno y bajo el legado familiar, local y comunitario. Si la única solución para enderezar el rumbo es hacer que se cumpla el estado de derecho, ¿cómo podría conseguirse esto desde el an-Estado? Restablecer el Estado de derecho (rule of law) es una tarea que atañe y debe encarar el propio Estado alegal o an-Estado que llegue a desarrollar una voluntad autocorrectiva, y que implica al poder ejecutivo, al poder legislativo y al poder judicial, a los partidos políticos, a la clase empresarial, a las iglesias y, sobre todo, a la sociedad, que tiene que rechazar el an-Estado: su funcionamiento anómalo de estar fuera y contra de

la legalidad y, al mismo tiempo, simular el respeto por ella. Por ejemplo, ahí está pendiente el combate total a la corrupción institucional, la opacidad del gobierno, el autoritarismo en acciones y medidas. Desde luego, esto implica crear y practicar otra cultura política a nivel civil que sea capaz de trascender el mito de que la democracia comienza y termina con el voto y durante la jornada electoral, y queda en uso exclusivo de la clase política. La participación civil es una práctica que debe realizarse todos los días. En el pasado existía el temor de que nuestro territorio se «colombianizara», ahora son otros países los que temen «mexicanizarse». ¿Nos hemos convertido en el mejor modelo de corrupción, de la falta de gobernabilidad y de crisis de inseguridad? El riesgo de «mexicanización» de otros países por desgracia es real: se trataría de esa línea espectral donde lo legal y lo ilegal se entrelazan bajo una legalidad formal. Es decir: la simulación del Estado de derecho y el incumplimiento de las normas constitucionales. Si se pierde el Estado de derecho sustancial, material, concreto, los

impunidad? Estoy de acuerdo con la idea de que México es muchos Méxicos, y también con la idea de un amplio terreno (real e imaginario) que se abre entre dos extremos, el progreso y el autoritarismo. Allí caben esos Méxicos y es donde, a mi parecer, se encuentran las causas históricas, culturales y sociopolíticas que determinan los contrastes y diferencias que caracterizan la sociedad mexicana en el presente. En lo personal, desconfío de las explicaciones metafísicas cuando existen factores tan evidentes como la pobreza, la desigualdad, la marginación, el desorden institucional, las carencias educativas, la impunidad completa de los delitos. En tales factores se origina la permisividad, el delito, la violencia, etcétera. Lo peor es cuando se generaliza la idea de fatalidad de lo mexicano, es decir, se atribuye a un componente esencial, racial, cultural o religioso una supuesta condición negativa, pues se niega la posibilidad de enfrentar causas concretas y se estigmatiza a un pueblo, o se forjan estereotipos de uno u otro rango.

demás males vienen de inmediato: corrupción, ingobernabilidad, inseguridad, ineficacia, etcétera. Cada vez más las democracias contemporáneas, ha explicado Giorgio Agamben, recurren al «Estado de excepción», en otra palabras, a la ruptura de la legalidad constituida bajo el pretexto de imponer la ley. Sucedió en México, en Michoacán, cuando el gobierno federal impuso a un «comisionado» para «resolver» la inseguridad y la violencia allá y éste pasó por encima del orden constitucional al realizar, para colmo, sólo un ejercicio de «control de riesgos» temporal, cuyos efectos fueron fugaces, mínimos y propagandísticos. Mientras tanto, persistieron los problemas que lo convocaron. México es muchos Méxicos. Pero primordialmente se advierten dos: el progresista y el represor. Un día legalizamos el matrimonio entre personas del mismo sexo y otro quemamos pruebas de nuestra corrupción, como ocurre con los documentos de la deuda de Coahuila. ¿Ontológicamente nos definen estos dos opuestos? ¿La permisividad y la 23

Si en México las instituciones son una entelequia, ¿la institucionalización de la violencia es el máximo poder en el país? Las instituciones en México son entelequias porque, o son ineficaces e ineficientes o se limitan a cumplir formas pero incumplen lo sustancial: resultados tangibles. Todo Estado constituye violencia permitida y ejercida por el propio Estado, lo malo está cuando un Estado (como el mexicano) carece del monopolio de esa violencia (la delincuencia organizada se lo forcejea) y es incapaz de garantizar derechos o seguridad para los ciudadanos, y en cambio pretende encarnarse cada vez más en un Estado terrorista. En CeroCeroCero Roberto Saviano declara de manera un tanto tardía que la cocaína es la principal responsable de la violencia en el mundo. Pero el crack sepultó a la cocaína en algunas regiones de México. Lo podemos ver en sitios como Tepito, por ejemplo. ¿Crees que la coca sea todavía la protagonista del conflicto? La principal causa de la violencia en el mundo es la máquina de guerra implantada por Estados Unidos con el pretexto del combate al terrorismo, el cual subsume además el combate al tráfico de


Sergio González Rodríguez En tiempos de guerra la ley guarda silencio Por Carlos Velázquez drogas a nivel planetario. La cocaína es uno de los protagonistas históricos, por cierto, menor: un pretexto para la política prohibicionista que encubre la maquinaria bélica y persecutoria en todos sentidos. Los cárteles se disputan una plaza a muerte, con bajas de toda clase, incluidas civiles, sin embargo son capaces de pactar acuerdos para que en determinada plaza la cocaína que se venda sea de la peor calidad. ¿A qué obedece esta lógica? El tráfico de drogas es una modalidad del capitalismo, y sus empresarios ilegales se desplazan bajo la lógica de éste: oferta-demanda, bajos costos, máxima rentabilidad, acuerdos o desacuerdos mercantiles con sus competidores, etcétera. Si en alguna plaza ofrecen pésimo producto a sus consumidores es para ganar más dinero a costa de éstos. ¿Agoniza la cultura mexicana? ¿Será suplantada por la narcocultura? ¿Se convertirá el narcotráfico en la cultura dominante? La cultura mexicana está más viva que nunca, basta observar la calidad y diversidad a nivel internacional de los productos culturales en nuestra literatura, el arte, el pensamiento, el teatro,

la música, el cine, el video, la fotografía, el periodismo, etcétera. La narcocultura, que prefiero llamar la subcultura del narcotráfico, ha tenido un auge que comenzó alrededor de tres décadas atrás y ya contempla su ocaso. Tuvo una primera etapa con las películas sobre el tráfico de drogas y el crimen de los años ochenta del siglo XX, por ejemplo, La banda del carro rojo de Rubén Galindo (1978), derivada del corrido homónimo del grupo Los Tigres del Norte, los cuales a lo largo de los años setenta comenzaron a triunfar con este tipo de temas de «Contrabando y traición». La potencia de los grupos criminales en México, que hacia la década de los noventa se explayara por completo, haría que entre 1994 y 2012 la subcultura del narcotráfico se volviera una corriente distintiva en el derrumbe del Estadonación a través de relatos, canciones, películas y otras expresiones artísticas de índole más o menos apologética. Ahora que en 2015 el país vive una fuerte crisis económica y su política sufre cambios acelerados por la presión de Estados Unidos, se puede apreciar que, como tendencia, aquella va ya de salida. Por ejemplo, ya se registra el descenso de las ventas de libros dedicados a los antihéroes criminales y sus «hazañas» contra

la ley. Hay que recordar siempre aquello que adelantó Susan Sontag: el gusto es el contexto histórico y el contexto cambia. La subcultura del narcotráfico jamás suplantará a la cultura mexicana (su historia, memoria, vigencia). El tráfico de drogas, su discurso y narrativas de autoafirmación, comienzan a ser pasado concluso sin viabilidad hacia el futuro: parodia de un tiempo perdido. En cambio, las miradas críticas al respecto mantienen su fuerza. Las imágenes para el fin del siglo, según los ecologistas en la televisión regional durante mi infancia, apuntaban a un escenario a treinta años donde todo era desolación y más desierto. El fin parecía comenzar con una larga sequía donde la gente casi agonizaba de sed, por lo que debía salir de las casas con maletas atiborradas de ropa y colchones enlazados en los techos de los carros. La vida en la ciudad terminaba con la última gota de agua que negaba toda posibilidad de sobrevivencia. ¿Es México un país de asesinos o de asesinados? México es un país de asesinados, de asesinos y de una gran mayoría de personas que se niegan a ser ejecutados o convertirse en asesinos. Si no fuera por eso, desde hace mucho 24

tiempo este país sería inexistente. ¿Es México un país de sobrevivientes? Sobrevivir no sólo es el lema de México, sino que es el lema de la especie humana, por eso fue la especie que triunfó en la creación. El ser humano encarna la conciencia del mal-bien que ha buscado el amor de la verdad para salvarse.

Carlos Velázquez (Torreón, 1978) es autor de La Biblia Vaquera y La marrana negra de la literatura torre, además del libro de crónicas El karma de vivir al norte. Alejandra Carbajal (Distrito Federal, 1983) estudió en la Escuela Activa de Fotografía de Echegaray, donde actualmente es profesora de técnicas antiguas. Colabora en la revista Time Out México.



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.