Tu última Lolita - Luz Marus - ed. La Única, 2013

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Un hombre puede tener muchas Lolitas en su vida, pero alguna vez llega la Ăşltima.

Tu Ăşltima Lolita Luz Marus


Tu última Lolita Luz Marus

ISBN y DNDA en trámite Ciudad de Buenos Aires Noviembre de 2013 Diseño PDF - Nextgen Tucuman 1539 (1050) CABA, Argentina sales@nextgen.com.ar


A mi Ulises, para que la lea dentro de mucho a単os y muchos viajes.


“No es de asombrarse, pues, si mi vida adulta, durante el período europeo de mi existencia, resultó monstruosamente doble.” “Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita.” Vladimir Nabokov, Lolita, 1955, París.


La ida I —Ya no quiero más Lolitas. —Podes escribir una novela que se llame: “Mi última Lolita”.…. Y que la gente diga: “Leíste Mi última Lolita de…Tarantarán?”. Y que todos sepan que soy yo. —Ese “que todos sepan”, es tu perdición. Además, yo no escribo novelas de amor, ya lo sabés. —Bueno, entonces la voy a escribir yo, ¿me dejás? 5


—Te dejo. Te estoy dejando. —Vos y tus juegos de palabras. —Te dejo y te estoy dejando. Soy un exiliado. —Esa frase quedaría muy bien en otro idioma, ¿no? Pero en español, suena mal, suena cursi. ¿Qué hacemos? ¿La sacamos? —Hacé como quieras. Es TÚ novela. —No sos tan distante en la vida real como en esta novela. No sé por qué me sale así. Falta el tonito, el gesto. —¿Y cómo soy en la vida real? —Tierno, sos un tierno. Yo no pienso como vos, pero me encanta cómo pensás. ¿Se puede dar eso? ¿No es raro? Quiero ser tu rubia troska, quiero ser tu chica K. —Tas tremenda, rubia. Vení para acá. —¡Pará! Estoy en la parte de la inspiración total, no me interrumpas ahora. —Yo que vos, desisto de escribirla. —Yo que vos, rompo el pasaje. —¿Es una extorsión? —Para nada, mi amor. ¿Te puedo decir mi amor, ya? Es una expresión de deseo inútil, porque ya estás en el avión. —Sí, estoy exactamente a mitad de camino. —Estás en tu spend-time, leyéndome. —Podría ser, no estoy seguro. Te beso, sin embargo. —Ya no podés hablar más, porque no creo poder imitar tu forma de pensar, y mucho menos, de escribir. No puedo escribirte más. —Me parece lo más razonable. —Esperá, antes de irte…¿Qué te parece esta escena que imaginé el otro día? Fue después de pelearnos y de que me gritaras —sos tan lindo cuando gritas, más hermoso todavía—. Yo te dije: “No me vas a dejar así en el tren”, y vos me llevaste desde el Tigre hasta Belgrano, con cara de chinchudo. Hasta que hiciste un chiste. Que escena bizarra y hermosa tuvimos, ¿no? No. Bueno, ok, no. Pero decime qué te parece esta escena que 6


imaginé... —A ver….

—Esta piba te quiere en serio, Pá. —¡Pero se metió en mi computadora y me revisó los mails mientras dormía! —Son los riesgos de la tecnología. Los riesgos dejar todas la computadoras de la casa prendidas y con tu mail logueadas. —Violó mi intimidad. —Todas lo hacen. —¿Todas? —Bueno, el ochenta por ciento. Sobre todo, las que te quieren en serio. —No estoy de acuerdo, es una pavada, una falta de respeto. —Desconfiá de la mina que te respeta demasiado. El amor tiene una alta dosis de falta de respeto. —Vos no entendés nada, sos muy chico todavía. —No viejo, vos no entendés nada. Esa mina te quiere de verdad. —Es una pendeja irrespetuosa. —Sí, lo es, y la única que te quiso desinteresadamente. Y encima, te lo contó. Es divina. —Se llevarían bien ustedes, la misma liviandad frente a la vida. —Al contrario. Liviandad, es la indiferencia. — Es un robo. ¡Un acto en contra mío y en mi propia casa! —No jodas, papá, no seas pelotudo. LLamála, dale. —Bueno, ahí termina. ¿Y? ¿Qué te parece? —Me parece un horror. —Todo lo que escribo te parece un horror. ¿Sabés una cosa? Me importa 7


un carajo, porque lo único que quiero es gustarte y que me toques así. —No sé para qué me preguntas, entonces. —Yo tampoco sé…Bueno, no importa. A otros les va a gustar. —Hay gustos para todo. —La voy a publicar en septiembre-octubre. Justo para cuando vos llegues. —Ay, mi Dios. —Me encanta cuando vos, que supuestamente que sos ateo, decís: “Ay, mi Dios”. —No digo que soy ateo. Lo soy. —Bueno, igual, me encanta cuando decís “ay, mi dios”. ¿Lo decís en mayúscula o en minúscula? —En minúscula. —Ya me parecía. Entonces lo voy a escribir en minúscula. —¿Viste el encendedor? —El médico te dijo que no fumes. —El médico no me dijo nada. —Porque está enamorado de vos. —Todos están enamorados de mí. Todos y Todas. Es más, ahí, detrás de los árboles, están agazapados esperándome…¿los ves? —Salí. No me beses el cuello que no puedo seguir. —No sigas. —Tengo un problema para seguir con esto. —¿Uno sólo? —Uno más importante. No me va a salir hablar todo el tiempo como un hombre. Y menos como un hombre inteligente. —¿Entonces? —No sé. Pensé en pedirle a Bocambo que me ayude en la parte del hombre. Después de todo, fue de él la idea de que todo sea en diálogo. 8


—¿Bocambo? —Sí, sabés quién es. Me pidió que si le ponía un nombre de ficción, le pusiera ese. Porque da jefe de pandilla negra, o algo así. —No lo puedo creer. Vos y tus amigos kirchneristas. —No, Bocambo no es kirchnerista. Igual…¿eso qué tiene que ver?. —¿Bo-cam-bo? ¿Y lo vas a llamar así durante toda la novela? —Sí, me lo pidió. ¿Qué otra cosa puedo hacer? Me ayudó mucho. —Todos te ayudan. —Menos vos. Igual, no quiero tu ayuda. Yo de vos, quiero otra cosa. —¿Qué querés de mí? ¿Qué pretende usted de mí? —Me encanta cuando te hacés el puto, me fascina. ¿Te conté alguna vez que yo siempre dije que un verdadero hombre tiene que tener algo de puto? Si no tiene eso, no es un hombre para mí. —No, nunca me lo habías contado. —Bueno, te lo cuento ahora. Pero “algo” de puto, no tan puto como para que no me desee… —Me imagino. —Pero un poquito puto, para que yo lo desee más, y me parezca más sensible y hermoso. —Complicado lo tuyo. —Sí, ya lo sé. No hay muchos así. Hablando de hombres, hoy es el Día de la mujer. —Uy sí, me hiciste acordar. Tengo que llamar a mi madre. —¿Y a mí no me vas a decir feliz día? —Es el Día de la mujer, no de la pendeja de mierda irrespetuosa de la propiedad privada. —¿Los mails son propiedad privada? ¿Vos no eras comunista? —No sé si besarte o pegarte. —Traje algo. Quiero que me hagas algo con esto que traje. 9


—¿Qué? —Me da vergüenza. —Dale, andá a buscarlo… —Lo tengo acá, en el bolso. Es “Lolita”, de Nabokov. Quiero que leas con tu voz… —Dolores…me habías hecho ilusionar. —No me llames así. —Es tu nombre. —Me mataron con ese nombre. ¿Cómo se puede ser feliz con ese nombre? Dale, léeme por favor, léeme con tu voz de Conde de Montecristo. —Bueno a ver…dame: “Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-lita: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li. Ta.” —Me encanta, quiero que me leas siempre así, todas las noches. —Dolores demandante, vení para acá. —Dolores no, Lolita. —Lo- li-ta.

II Humberto se fue la noche siguiente. Dolores lloró todo un día y toda una noche. Después de veinticuatro horas y media, sintió que Humberto era parte de su pasado. Pero no. Entonces empezaron los mails y chats entre Dolores y Humberto, entre Dolores y Bocambo y entre dolores y Rambo: Rambo: Lo que pasa es que las mujeres, cuando dejan a un hombre, quieren que el tipo se quede solo, en su casa, llorando por ellas. 10


Loly: ¿Las mujeres? ¿O las zorras? ¿O las turras? O las… Rambo: Bueno, Dolores, no te excedas, ya entendí. Loly: Vos sabés que yo tengo razón. Rambo: Sí, lo sé, Lo-li-ta. Lo sé. Humerto le escribía muy poco, muy de vez en cuando, y nunca más que un renglón. “No podés llamar a tus amigos Rambo y Bocambo. Es ridículo.” Dolores se moría de la emoción y le contestaba enseguida: “¿Estas celoso, mi amor?”. Humberto ya no respondía. Días de silencio, de soledad, otra vez. Entonces Lolita acudía a su amigo Bocambo, algo más sensible que Rambo: Loly: Bo, no lo soporto. Se sigue hablando con su ex. ¿Por qué? Bocambo: A los hombres nos cuesta mucho más cortar un vínculo que a ustedes. Loly: Son unos idiotas. Encima ESA lo re usa, no lo quiere. Yo sí lo quiero. Bocambo: Sos tan linda cuando te ponés celosa. Loly: Pero sufro. Bocambo: Sos más linda cuando sufrís. Tendrías que leer “Día de sufrimiento”, de 11


Catherine Millet, gran escritora. Todo un libro sobre el sufrimiento, en general buscado, por los celos. Loly: Bueno, pero hoy no. Hoy me duele todo. Me duelen hasta los pearcings. Bocambo: En todo caso te duele la piel. Sos graciosa, Loli. Loly: A mí me duelen los pearcings. Me voy a dormir, Bo. Te mando uno beso. Gracias pos estar. Humberto vuelve de uno de sus tantos viajes. Pasan otra vez la noche juntos. —¿Vas a desayunar, Dolores? —Mmm, quiero seguir durmiendo. —Pero son las dos de la tarde. —Bueno, es por tu culpa. Me hacés cosas de noche que no me dejan dormir. —Dale, levántate. En un rato tengo que salir, aprovecho y te llevo. ¿Te preparo la ducha? —Mmmmhhh. Vení… —Ay nena, así no se puede vivir. —Un ratito más. —No, basta dale, levántate, bañate y salimos. —Me encanta que me pegues así, despacito. A ver, hacélo otra vez. —Sos terrible, eh. —Una vez más y me levanto. — ¿Así, o así? —¡Ay, no, tan fuerte, no! Bueno, ya me levanté. Ahora bajo. 12


—Te voy preparando algo, así comes antes de salir. Dale, nena, apuráte. —Ya voy. Respondéme una pregunta antes. —¿Cuál? —¿Por qué no usamos Skype? —Porque no quiero hablar con vos, yo con vos quiero… —Ta bien, es un elogio que conmigo quieras coger y con otras YA NO. Pero con otras querés hablar, y conmigo, no. —No es eso, es que… —¿No te importa lo que tengo para decir? — ¡Ay!, mujeres. Otras se quejan de que no me las quiero coger más. —No, sí, está bien. Pero…¿no se puede todo? —No. Todo no se puede, nena. Andá a bañarte, dale. Humberto la lleva en el auto hasta la casa de sus padres, como siempre. Dolores vive en una torre en Belgrano R. Cuando se lo dijo la primera vez, “vivo ahí, en esa torre, ¿ves?”, Humberto comentó: “Como una princesa”. Ya, en ese momento, le gustaba. Durante el trayecto, Dolores ponía música, se sacaba el cinturón de seguridad o se acostaba en las piernas de Humberto. Él, dependiendo el humor del día, le acariciaba el pelo, las piernas, o la ignoraba agarrando el volante como si ella no existiera. Pero existía. —¿Encontraste una nueva forma de viajar en auto? Parece que te estuviera secuestrando. —No parece, me estás secuestrando. —¿Qué te pasa? —No sé, no me gusta el día. Todo es más serio de día. Me pone nerviosa la luz del sol. Sos otro. —Siempre soy otro. —De día sos otro. ¿No te das cuenta? No sé, sos más frío. —¿Más todavía? 13


—Ay, no te hagas el duro conmigo, si sos un tierno de noche. De mañana también, antes de abrir las cortinas. Pero una vez que las abrís, ya sos otro. —Llegamos, dale, bajate. Dame un beso. —Me encanta cuando me lo decís así, como una orden.

Humberto se iba otra vez de viaje, y como solía pasar, se olvidaba de Dolores. O al menos, eso le hacía creer. Y le salía bien. Esta vez, tardó tres días en avisar que llegó bien. Su típico mail de un renglón decía: “Llegué. ¿Tu bombacha roja tenía redondeles o cuadrados?” Entusiasmada, Dolores le mandaba un mail de una carilla o dos. Creía que eso era el comienzo de un chat, de una llamada telefónica. Pero nada. Quince días de silencio absoluto. Se conformaba pensando: “Me recordó lo de la bombacha roja porque se calienta conmigo. Se calienta, ¿pero me quiere?”. Volvía refugiarse en los chats. El que más la alentaba, sin desviarla, como si disfrutase en participar de esta historia de amor, era Swann. La madre de Dolores, Guillermina, tenía la misma edad que Humberto. Ella, Dolores, dudaba si contarle, o no, a su mamá. Guillermina lo había admirado siempre. Una noche, mientras las dos miraban “Melody”, la película preferida de Humberto, le contó todo. Fue así que Guillermina empezó a cocinar para Humberto. Hacía alguna de sus especialidades para que Dolores y Humberto cenaran, y ellos, acompañando la cena con un vino, hablaban un poco de Guillermina, Humberto inventaba algún elogio cierto, y le encargaba a Dolores que se lo trasmitiese a su madre. También participaba del vestuario de Lolita. Cada vez que Humberto estaba por regresar de algún viaje, Guillermina le compraba un par de botas nuevas, una pollera muy corta, o algún corpiño con relleno. Dolores tenía tetas chicas. A Humberto les fascinaba. Nunca le gustaron las tetonas. Piel blanca, tetas chicas, culo redondito. Perfecta para mí, decía. 14


Uno de los problemas de Dolores son sus celos. Yo le repito hasta el cansancio que es el Edipo, que siempre busca o genera alguna “ella”, que vendría a ser su madre. Que ya es hora de correrse de esa escena inconsciente. Dolores asiente con la cabeza, solo para poder seguir contando lo que había pasado: —Entonces yo le pido que me muestre fotos de su madre. Sí, como vos decís, el Edipo y todo eso. Yo creo que me parezco a su madre, así, rubiecita, algo rebelde, etc. Se re copó y me trajo un montón de fotos. Yo sólo quería una, pero él seguía buscando más, entusiasmado. Me dijo que en la computadora tenía más. Fuimos a buscarlas, entonces los dos tirados en el sillón, ya medio borrachos, empezamos a verlas. Pero no aparecían las fotos de su madre, y sí, de otras minas. Yo empecé: “¿Y esa? ¿Quién es? ¿Y esa otra?”. Hasta que aparece una foto de él con la última ex. Me puse a putearlo. “Hijo de puta, sádico de mierda, lo hiciste a propósito, hijodeputa, hijodeputa, hijodeputa”. —¡No! ¡Dolores! ¡¡No!! ¿Y qué pasó? —Se calentó mucho. —¿Se enojó, querés decir? —No, no, se re-calentó, me empezó a tocar por todos lados, a besarme, a morderme, y yo seguía puteándolo, en el oído, esta vez. Fue re fuerte. Yo lo puteaba y lloraba y me calentaba y lo puteaba más; él me tiraba del pelo, me mordía el cuello, la oreja, me tiraba más fuerte del pelo. Era doloroso, pero placentero…al final, acabamos casi juntos. Al toque me dice: “Ey, dame un beso”. Y me dio un beso de amor. Me da besos que parecen de amor. ¿Vos, qué decís? ¿Me ama? —Ay Dolores, lo que digo es que vos necesitás que haya otra para jugar tu escena. Bueno, dejamos acá por hoy. Dolores me manda mails todos los días contándome su vida. No entiende que yo soy apenas su psicoanalista. Aunque me obsesioné con su caso, o con ella. No lo sé. Hoy cumple veintiún años, parece de dieciséis, pero tiene veintiuno. Es 15


una adulta, o debería estar en camino a serlo. En eso consiste mi trabajo. En lograr que deje de ser una hija, una nena eterna, y se anime a ser mujer. A veces pienso que no debería haber sido psicoanalista. Debería haber intentado ser escritor. No soy buen psicoanalista, eso se nota. Tampoco soy buen escritor. Pero el dinero que suele ganar un escritor es mucho menos de lo que gana un psicoanalista, y como psicoanalista, no me va tan mal. No le hago mal a nadie, aunque tampoco le soluciono la vida a nadie. Dolores es la única que me importa. Tengo cuarenta pacientes. Los escucho, les tiro algunas puntas. Mezclo bastante, Freud, Lacan, Klein, DSM IV, trastornos de la personalidad, más Freud, algunas frases sueltas de Lacan, y así voy tirando. ¿Se me puede reprochar, acaso? No ando pavoneándome por los congresos, no doy conferencias. Al menos, hago lo que otros no hacen: reconocer que no sabemos nada sobre la psiquis humana. Pero Dolores, es mi desafío. Cuando vino a verme la primera vez era una piba desquiciada. Vestida de negro, el pelo muy rubio y largo, los labios de un color morado, la piel blanca (creo que usaba algún polvo para parecer más pálida). Me llamó un sábado, desesperada, llorando. Encontró mi teléfono por internet, después de googlear psicoanalistas y elegirlos por la foto. Yo le dije que no atendía los sábados, que podía darle un turno en la semana. Su llanto quebró el auricular. Me lloraba, ahí, del otro lado, una piba que no conocía. Le dije: “Ok, vení en una hora”. Llegó, con sus labios, sus calzas, y su remera negra. Tenía un pañuelo negro que usaba de bufanda, con el que se tapaba la cara para llorar. Era algo extraño y hermoso. Quedé fascinado. Ella lloraba, y yo la miraba fascinado. De repente, se empezó a reír. Parece que yo la hacía reír. Para Dolores, digo cosas graciosas. Fue ahí cuando le dije: “Vos no estás deprimida, estás actuando, mirá cómo te reís. Un depresivo no se ríe así”. Me miró tentada y me dijo: “Es que vos sos tan gracioso, Antonio”. Se secó las lágrimas, con el pañuelo negro, largo, tipo chalina, y siguió contándome su vida. Ahora riéndose de mis supuestos chistes. Cuando llegó, me pidió que apagara la luz, le hacía mal esa luz tan blanca. Por favor, me dijo, que prendiese el velador. En menos de un segundo había registrado el lugar y ya estaba dándome indicaciones. Yo, obedecí. Al principio creí que podía ser algún efecto de la cocaína, la fotofobia, y le hice caso. Estábamos casi en penumbras, con una luz muy tenue, un sábado a las siete de la tarde. Algo estaba pasando, muy distinto, con Do16


lores. Ella no lo sabía. Para ella, eso era natural. Después de una hora me confesó que la luz le molestaba porque le hacía acordar a un quirófano. —¿Alguna vez te operaron?, le pregunté. —No, pero lo ví en las películas. Además, me veo más linda así. Todos nos vemos más lindos con luz tenue. Me paré y prendí la luz blanca que uso con el resto de mis pacientes. Dolores chilló un rato. Volvió a contarme sus penas, ahora riéndose a carcajadas. Su padre, autoritario y conservador. Su madre, distante y católica. No la querían, decía. Cuando decía esto, volvía a llorar: “Nadie me quiere, Antonio, nadie”. Y se lo creía. Los padres de Dolores le habían dado todos los gustos y caprichos. Era hija única. Desde los doce años, hacía lo que quería. Sus padres, no sabían qué más hacer para conformarla. Ella seguía afirmando que nadie la quería. Volvía a su historia, y aseguraba que era adoptada, o algo así, y que por eso no la querrían nunca como a una hija verdadera. En seguida me dí cuenta de que esto era una fantasía. Un día trajo a su madre. Eran un calco. La madre, pobre mujer, trajo fotos de toda la familia. Le dije, delante de Dolores, “quédese tranquila señora, yo siempre supe que Dolores era su hija biológica”. Cuando la madre se fue, miré a Dolores fijo y le dije sin poder disimular mi bronca: “Escucháme ,nena, todas estas fantasías, ¿por qué no las escribís? Te iría bien.” En la siguiente sesión, Dolores llegó con un anillado de cientocincuenta carillas. —Te hice caso. Escribí una novela. —¿En una semana? —Bueno, eso no quiere decir que esté buena. Pero puse todo ahí. Leéla. No sé si me sorprendía más que haya escrito cientocincuenta páginas 17


en una semana, o que pretendiese que yo las leyera. —Escucháme, Dolores, yo tengo otros pacientes, tengo una vida cuando vos te vas. —Pero vos me dijiste que escribiese, y ahora, ¿no lo vas a leer? Vuelve a llorar. —Estás actuando. Ese llanto no es verdadero. Deja de llorar. —Dame unos días, lo voy a leer, pero no te aseguro que sea para la sesión que viene. Dolores, además, venía dos o tres veces por semana. Y cuando quería. Los martes a las ocho era su único día fijo. Pero me llamaba entre la semana, y yo obedecía a sus reclamos. Pagaba todo a fin de mes. La cuestión del dinero, era un tema en ella. No quería tocarlo, y decía que prefería hacerlo una vez al mes. Que de esa manera, no se daba cuenta de que yo “la escuchaba porque me pagaba”. Le gustaba mentirse y creerse sus mentiras. Al mes, me di cuenta de que no era un trastorno de la personalidad, ni un delirio, ni una depresión, ni una adicción. No consumía drogas, no tomaba demasiado alcohol. Era una histérica, de aquellas que uno quiere encontrarse siempre. Una histérica perfecta, a punto de cumplir veintiún años. Dolores, ya era mi caso. Al poco tiempo empezó a mejorar. Ya no se pintaba los labios de luto, no se peleaba con su padre, ni reclamaba a su madre la falta de amor. Hasta se había inscripto en la facultad. Cursaba, no sin problemas con otras personas, en la Facultad de Letras, sobre la calle Puán. Uno de los obstáculos era su insistencia en enamorarse, y concretar, con sus profesores. Otro, era su costumbre de pelearse con las mujeres, aunque sostenía que eran ellas las que se peleaban. Que les representaba una amenaza, real o inventada. Así iba Dolores, a los tumbos. Pero iba. Escribía, daba los exámenes, aprobaba, trabajaba en un diario. Parecía que todo iba bien, hasta que se enganchó con un tipo mucho más grande que ella. En ese momento hubo un retroceso. El tipo, encima, se llamaba Humberto. Ella, fascinada por la coincidencia de sus nombres y el clásico de Nabokov, queriendo vivir su vida de novela, había vuelto a aniñarse. Esta vez, peor que antes. Le exigía a todos, ahora, que la llamasen Lolita. Decía que su nombre era un castigo que le pusieron sus padres por nacer. Y además, a las Dolores 18


les dicen Lolita. Que nunca jamás, iba a dejarse llamar Dolores. Sería una eterna Lolita. Ahora tenía su “Humbert”. La cosa estaba complicada. Todos la llamaban Lolita, menos yo, claro, que me resistía. De todos modos, cuando tocaba el portero eléctrico, decía: “Yo, Lolita”. Cuando subía, yo le decía: “Hola Dolores”, y ella, ignorando este detalle, y seguía siendo Lolita. Su vestimenta había cambiado. Era verano, y usaba shorts de jeans, piercings, zapatillas rotas, muñequeras, colgantes, gargantillas de cuero con tachas, y a veces, trencitas. Sí, usaba trencitas. A los casi veintiún años, pareciendo de dieciséis, esto era un crimen. Un retroceso. Cuando salía de noche, no le creían que fuese mayor de edad y le pedían el documento. Dolores siempre salía sin documento. Decía que le gustaba el trato diferente que la sociedad le daba a una adolescente: —Es como que te permiten todo. Quieren retarte, pero no pueden. Están tus padres antes que la sociedad, siempre. En cambio, cuando cumplís veintiuno, ya pueden hacerte cualquier cosa. —¿Qué es esa fantasía de “cualquier cosa” que tenés miedo de que te haga “la sociedad”? —No sé, cualquier cosa, lo que sea. Mientras pueda seguir pareciendo de dieciséis, lo voy a seguir haciendo, digas lo que digas. —A vos lo que te gusta es la impunidad, Dolores. La falta de límites. —Al contrario. Me encanta cuando Humberto me pone límites. Así estábamos, en ese retroceso. Cuando conoció a Humberto dejó un cuatrimestre en la facultad. Decía que él le enseñaba todo lo que necesitaba saber, y que ahora nadie podría enseñarle más. Hasta me dejó a mí. Empezó a escribir toda la historia y me la mandaba por mail. Yo tenía que disimular. La historia había conseguido atraparme. También dejó su trabajo en el diario y empezó a militar en el Partido Obrero. Todo mi trabajo, desde que conoció a este tipo al que yo odiaba en secreto, se había echado a perder. Dolores llegó a mi consultorio con veinte años. Yo había logrado que entrase en la adultez, a los veintiuno. Este tipo la hico retroceder cinco años. Lo mejor, eran los relatos sexuales. Me contaba todos los detalles, sin pu19


dor. Yo me agarraba del escritorio y la escuchaba. Trataba de no mover un solo músculo. De no interrumpirla. Además, era muy graciosa cuando contaba algo que le gustaba. Pensé en escribir la historia para dársela a un colega y que me ayudara. Algo informal. No quería que la viesen sólo como un caso clínico. Dolores era mucho más que eso. Así empecé con todo esto. Humberto no volvió más de sus viajes, y Dolores cayó en una depresión aguda. No salía de su casa, no se maquillaba, ni sonreía. Venía a verme tres veces por semana. El resto de los días permanecía en el caserón de sus padres sin salir de su habitación. Una vez me llamó la madre. “Mi hija perdió la alegría. ¿Qué le está haciendo?” Cómo explicarle que yo no le estaba haciendo nada. Que por el contrario, estaba intentando ayudarla. Dolores me miraba fijo cuando hablaba. Algo había cambiado en su expresión. Algo que la hacía más mujer. La tristeza la embellecía. Sólo hablaba de Humberto cuando hablábamos de su vida sexual, nula desde su partida. En esos instantes, se iluminaba y me contaba con detalles cómo era el sexo entre ellos. Decía que la había hechizado. Que por culpa del sexo con Humberto, ella había quedado así: asexuada para el resto, prisionera para él. Yo no entendía a qué se refería. Lo que me contaba como algo único, no distaba de lo que pasaba en cualquier otra pareja. No lograba entender a qué se refería con “algo único, que nunca hice con nadie, ni volvería a hacer”. Hablaba de la entrega, de la penetración, de los besos, de dormir abrazados. Nada que no pudiese lograr con algún otro. Esto se lo explicaba, pero ella discutía, se enojaba y volvía a su expresión sombría. Humberto volvería un año después. Pero Dolores, ya no sería la misma. No quisiera adelantarme, entonces. Voy a seguir un orden cronológico. Un día llegó radiante: había vendido el único bien que tenía a su nombre, y se disponía a ir a buscar a Humberto a París. Fue en vano intentar convencerla de que no lo hiciera, de que le permita al hombre ser el hombre. Ella me miró con furia, lloró un poco, agarró un pañuelo descartable de mi escritorio, se secó los mocos, lo hizo un bollito, y me lo tiró a la cara mientras se fue de mi consultorio dando un portazo. 20


Se fue a París, nomás. A la semana empezaron a llegar sus mails de manera compulsiva, a diferentes horas de mis madrugadas. Antonio, estoy sola en esta ciudad del orto. No sé qué hacer. Llegué, nadie habla inglés, ni español. Estoy en un hostal. Llueve mucho. Es tan nostálgico. No entiendo qué hago acá. Le mandé un mail y le dije que estaba cerca, pero no dónde. Es muy caballero, supongo que no me va a dejar acá, en este hostal horrible. Pero, ¿y si está viviendo con otra? Me muero. Me muero en París y con lluvia. Lo único bueno de este hostal oloroso es que no sólo tienen wi-fi, sino que tienen computadoras viejas para usar, porque no todos tenemos una notebook de viaje. Así que me la paso acá, conectada a internet, esperando mails, como si nunca hubiese salido de Buenos Aires. Anton, hoy me escribió. Nos vamos a encontrar en dos horas. Estoy tan nerviosa y emocionada. Salí de compras, me vestí re parisina, me siento hermosa hoy. No puedo creer que vaya a verlo, al fin. An, estuvo todo bien, pero después, estuvo todo mal. Fuimos a cenar a un lugar divino, caminamos horas hasta finalmente encontrarlo. Tomamos vino, todo era perfecto. Me llevó a su casa. Tuvimos ese sexo maravilloso que te conté. A la mañana me dijo que tenía que hacer cosas, recibir gente en su casa, y que yo no podía estar. Estoy otra vez en este hostal horrible. Y no sé si estoy muy feliz o muy infeliz, pero todo mucho. Como dice Tarkovsky en una de sus películas: “Prefiero una amarga felicidad a una vida triste y gris.” Antonio, todavía no me escribió. Estoy sola en París. Me hundo en esta ciudad. Anthony! no sabés! Hoy pasó de sorpresa por el hostal con un regalo hermoso, no te puedo contar, es un secreto, y nos fuimos a un cine raro, y nos tocamos. Pero no pasó nada más. Me acompañó al hostal y me prometió que mañana me llevaría con él, a un lugar donde tiene que trabajar. Estoy tan feliz!

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Anton, al final lo canceló. No me quiso llevar. No entiendo por qué, y tampoco entiendo qué lo hace cambiar tanto de opinión. ¿Hay alguien que le da consejos? ¿Alguien que lo domina? ¿O es su propio inconsciente? ¿Vos qué pensás? Antonio, me dijo que no diga nada en las redes sociales de que estoy en París con él. Y que si no digo nada, me lleva a su casa. Me puedo quedar un mes, después se va de gira por trabajo. Y otra vez, no me puede llevar con él. ¿Por qué me pide que no diga nada? ¿A qué le teme? ¿Es sana discreción? Odio la discreción. Yo se lo quiero contar a todo el mundo porque estoy feliz y orgullosa, y las minas que aceptan no contar con quién están, es porque les conviene, porque se andan levantando a otros pibes por ahí. Pero yo sólo lo quiero a él. Ya sé que me dirías que me deje de joder y que disfrute lo que hay y que basta con esa cosa mía de la exhibición pública, que no es necesario, que cuide esto. Pero igual, me re enoja que no me deje decir nada. Pero voy a enojarme después, ahora voy a disfrutar esto… Después te escribo, desde su casa y desde su computadora!! An!, ya estoy instalada. Es hermoso convivir. Nunca había convivido con nadie. Bueno, sólo pasaron dos días, pero es re lindo. Dormimos abrazados. Se despierta mucho antes que yo y se va al piso de abajo a escribir. Tiene dos pisos, sí, en París. Dos pisos en París, es un exceso hermoso. Bueno, se va a escribir, pero antes, siempre, pero siempre, me da un beso, me semi despierta y me dice que se va a trabajar abajo, que yo siga durmiendo. ¿Entendés? Me avisa que se va para que no me encuentre sola cuando me despierto. Me despierto siempre al mediodía y él está cocinando algo. Me voy a bañar con todas esas cremitas, y perfumes, y coqueterías que tiene, y bajo, así bañadita a almorzar. Después, siempre volvemos a la cama un rato y nos tocamos. Él duerme la siesta y yo salgo a dar una vuelta cortita por el barrio, y a sacar fotos. A la noche vamos a cenar por ahí. La vida no podría ser más perfecta. Y vos que me decías que no viaje. ¿Ves? No tengo que hacerte caso. Tenía razón en enojarme ese día. Ayyy Antoniooooo!! Estoy re mal! Destruída!! Descubrí que se veía con otra antes de que yo llegase!! Sí, ya sé que es normal, pero bueno, la mina 22


lo llamó y se encontraron! Me dice que no pasó nada, pero igual estoy re mal, por qué se tuvo que encontrar? Y me dejó sola en la casa todo el día! Y se fue a encontrar con ESA!! ¿Qué hago? Por favor decime qué hago! ¿Le doy libertad? ¿Me vuelvo? ¿Lo mando a la mierda? Tony, no pude mandarlo a la mierda. No sabés lo hermoso que es. Es tan caballero! Me cuida tanto. Yo creo que está enamorado, eh. Yo creo que me ama, pero no se anima decírmelo, pero ya lo sabe. Me ama! Viste cuando lo sentís? No se puede ocultar. Y vos sabés que yo no pienso que todos me aman. O sea, nunca pienso que alguien me ama. Bueno, esta vez lo siento, acá, en el estómago, en todo el cuerpo! Lo siento cuando me acaricia, se nota! En los besos! Después de tener sexo, antes de dormirse, me dice “ey, dame un beso” y me da besos que parecen de amor. Me ama, siento que me ama, y que nunca amó a nadie antes. Anton, estoy re triste. No me dio bola en todo el día. Se la pasó TODO el puto día escribiendo. ¿Alguien puede escribir durante nueve horas seguidas? Bueno, sí, parece que sí, él puede. Y no es que me aburra, o sí, es que lo extraño. Necesito que me toque, y me hable, y me haga esos chistes hermosos e inteligentes. Pero ni me habla. Yo paso por al lado, le doy un beso en el cuello, o le ofrezco algo para tomar, y me ignora. Hace un gemido así, “mmjjee”, y sigue…¿qué hago?? ¿Por qué me ignora? ¿Ya se aburrió? Tonito!, hoy fue la mejor noche de mi vida. En serio, creía que me iba a morir de un infarto de tantos orgasmos intensos juntos! Pero no me morí. Estoy más viva que nunca, pero apenas puedo tipear. Me dejó así, sin fuerzas, exhausta. Voy a dormir todo un día. Después te escribo. Antoniooo no sabes lo que pasó!!!! Cuando me desperté, después de dormir casi veinte horas, después de semejante placer, bajo y veo gente, amigos de él. Dos matrimonios y un tipo sólo. Me presenta con un apodo que me puso, algo íntimo nuestro. Pero no dice ni que soy su novia, ni nada. O sea, parezco una amiga. ¿Qué soy para él? Sí, ya sé que es un avance queme presente con su gente, y encima con el apodo íntimo. Pero… ¿Qué 23


somos? Ay Ton, casi me muero de la emoción!!! Me hizo la primera escenita de celos, sutil, muy sutil, porque es un orgulloso, pero fue la primera escenita de celos de él hacia mí. Vamos una contra mil quinientas mías, pero algo, es algo! Felicidad total. No sabés lo hermoso que es celoso!!! Antonio, estoy harta. Entre el trabajo y el fútbol que mira, no me da pelota hace dos días. No entiendo el fútbol. Los intelectuales y el fútbol. Al principio me gustaba ese toque barrial que tenía, pero ahora me aburre. El aburrido fútbol. No entiendo qué lo apasiona tanto. El fútbol lo apasiona más que yo, me parece. Antonio, qué suerte que te puedo escribir a vos. A Humberto no le gusta que hable de estos temas. Dice que lo aburren. A vos, sé que no te aburren. Debe ser porque sos psicoanalista. Creo que yo escribo para psicoanalistas. Son los que de verdad entienden mis novelas. Una mujer que pretende contarlo todo. Una histérica que no oculta su síntoma. Que se esfuerza por ser comprendida. Qué suerte que estás vos del otro lado, Antonio, para leerme. A propósito de lectores. ¿Sabés lo que va a hacer la pelotuda? Va a escribir una novela sobre su separación. Una novelita autobiográfica. ¿Podés creerlo? Yo puse por todas las redes sociales que escribiría sobre mi historia de amor con él, y ahora, la forra, quiere hacer lo mismo. Pero ella, financiada y acomodada. Y sobre su historia de amor PASADA. Yo, al menos, escribo sobre mi historia de amor PRESENTE Y FUTURA. Y no me financia ningún organismo cultural, y mucho menos por acomodo. No lo permitiría. A Humberto lo aburre que le hable de su ex y de mis conflictos con su ex, entonces no puedo hablarlo con él, pero, vos sabés, que no puedo evitarlo, con alguien tengo que hablar. O sea, yo dije públicamente que escribiría sobre mi relación con él —algo común en mí, y no en ella, que escribe de otras cosas que no le importan a nadie— y ahora hace lo mismo. ¿No es una pelotuda, de verdad? Sí, yo creo que sí, es muy pelotuda. Y encima 24


se quiere hacer la inteligente. Igual es muy astuta, eso debo reconocerlo. A ver, vos dirás por qué tengo que escribir todo esto y encima publicarlo. Yo te cuento, Antonio, que hay mucha gente que necesita leer algo con lo cual identificarse. Muchas chicas me leen porque digo lo que ellas quisieran gritar y no se animan, o todavía no se animan. Los hombres también me leen, no sé bien por qué, puede ser por curiosidad. O porque no se aburren. Y los escritores, sobre todo, me leen porque ya están hartos de leer cosas prolijas, aburridas, sobre mujeres que emigran del campo a la ciudad. Necesitan algo más power, y yo les doy eso. Además, me hace bien. Es cierto que esto podría complicar mi relación con Humberto. Por eso le voy a pedir que no la lea, que la tenga, que lea la dedicatoria y la guarde en su biblioteca. Que nunca la lea. No lo necesito. No necesito que me apruebe como escritora, ni que me ayude a publicar en Planeta, ni a tener un blog en Clarín. Yo sólo quiero que me ame y me toque y me abrace para dormir, y me despierte otra vez tocándome. Es increíble, ¿vos sabés? Yo no lo puedo despertar porque se pone de mal humor. Pero él, siempre me puede despertar, me acaricia, me calienta, me despierta cuando él quiere. Y yo no me quejo. Nunca me voy a quejar porque me encanta. Siempre voy a estar disponible para él. Pero sí me quejo de que nunca pueda despertarlo. Se pone de mal humor y me dice que es una falta de respeto, que le cuesta volver a dormir. Se duerme temprano y se despierta temprano. Y me despierta a mí. Es tan hermoso cuando me despierta, después me deja en la cama y me dice que duerma todo lo que quiera, y me explica que él se va a levantar, y me da más besos, y yo vuelvo a dormir, feliz. No tengo problema en volver a dormir. No me molesta que Humberto me despierte, al contrario, me encanta. Volviendo al tema que me hace escribirte a estas horas: odio a su ex. La desprecio y la odio. Bueno, por ahí exagero, no es odio de verdad, pero es lo más parecido que sentí hasta ahora al odio. Al principio creí que eran celos comunes y silvestres. Pero después, pese a que Humberto me tranquilizó diciéndome que ya no la ama ni la desea, y yo seguía odiándola, me dí cuenta de que era algo más. La odio porque ella tuvo algo de él que no se merecía, y se lo llevó. La odio porque lo usó y lo dejó cuando ya no le servía. Porque encima de que lo usó y lo dejó, para colmo, intentó frenar la relación de Humberto conmigo. Claro, ella temía perder su condición de “protegida”. Fue egoísta, lo hizo sufrir, y le laburó la culpa. Por eso la odio. Es comprensible. Si vos tenés un hijo y alguien le hace daño, vas a odiar a 25


esa persona. Es más, si no la odias lo suficiente vas a ser cuestionado por la sociedad, como ese caso de la adolescente que mataron y su madre decía que sentía “paz” y que “hay que perdonar.” Por estas y otras reacciones la opinión pública sospechó de la madre. Cuando dejó de ser sospechosa, porque había otras pruebas que supuestamente involucraban a otros, entonces sospechó del amor de la madre. Digo: esto viene a que, si amás a alguien, odiás al que le hace daño, siempre. ¿Qué tan cierto sería mi amor si yo no sintiera desprecio a quien lo humilló, lastimó, y boludeó? ¿Exagero? Humberto es el hombre más bueno que yo conocí. Es bueno en serio. Es caballero. Se cuida mucho de no lastimar a los otros. No puedo dejar de odiarla. Porque el daño ya se lo hizo. Aunque él ya no la ame ni la desee, las heridas siguen ahí. El miedo a entregarse otra vez, la sospecha de que algo no está bien, de que no puede ser cierto. El amor que yo le tengo está a prueba todo el tiempo. ¿Y por culpa de quién? De esta pelotuda. A veces Humberto no cree mi amor por él, o si lo cree, dice que no va a ser para siempre. Piensa que un día lo voy a dejar por uno más joven. Entonces se repliega y trata de alejarse para no sufrir. Por eso, aunque ya no le tengo celos, no puedo dejar de odiarla. Hay heridas que no cicatrizan nunca. Esa mina se llevó la confianza de Humberto. Que a pesar de todo, aunque no confía, está conmigo igual y eso es muy valiente, él es todo valiente, pero yo no quiero que tenga miedo, quiero que la pase bien. Es horrible vivir con miedo o con la certeza de que vas a ser abandonado. No quiero que él sienta eso todo el tiempo. No sé cómo llamarla. Pelotuda, por ahí es muy fuerte, ¿no? Además no es ninguna pelotuda, es sólo egoísta y astuta. Piensa en ella y en sus objetivos. Es cierto, no es mala al pedo, no es alguien que quiera joder al otro porque sí, pero es una persona que en su afán por “triunfar” y “ser alguien”, no le importó quién sufría en el medio, o de qué medios tenía que valerse para lograr sus objetivos. Qué suerte que puedo contarte todo esto, Antonio, y encima, no podés contárselo a nadie. De todos modos, yo siento que esto lo tengo que publicar. Sin dar nombres, no es necesario. Pero sé, intuyo, que no debe pasarme sólo a mí. Que toda mujer tuvo algo parecido. Que todo hombre tuvo una mina que lo usó y le simuló amor, que es algo universal. Sí, voy a publicarlo. Los datos reales no importan. Qué más da. 26


Argentina es un país que, sin llegar a ser Europa, tiene todavía ciertos resabios de racismo y xenofobia. Cosa que me parece un horror, y que debería cambiar, que está cambiando de a poco. Pero, aunque a mí me parezca un horror, no puedo negar que en gran parte de la sociedad, sobre todo en la parte de la sociedad empleadora, siga existiendo. Esta ex, es inmigrante de un país más pobre que nosotros. Por esto, sé que si no hubiese sido por Humberto, el trabajo que hubiese conseguido, si quería quedarse a vivir en Buenos Aires, hubiese sido el de mucama o cajera de un supermercado. Trabajos dignos, por supuesto, pero que ella no quería. Entonces, lo usó para dedicarse a la escritura y que le paguen por eso y por decir cosas como: “No parezco pobre” y otras declaraciones que hizo por ahí, como “el cuerpo como herramienta para conseguir otras cosas”. Te juro, dice eso en entrevistas y yo pienso: “Pero mi amor, tan inteligente que es, y no ve estas cosas”. Se lo dice así, en la jeta, ¿y no lo ve? Acá me viene una frase de Ofelia sobre Hamlet: “Pobre inteligencia trastornada”. No niego su talento, Antonio, de verdad. Nunca los celos, ni la furia, me hicieron decir cosas que no sean ciertas. La mina escribe bien. Eso es un hecho. Es prolija y prolífica. Tiene algunos textos más interesantes que otros, pero están muy bien. Así como mi obsesión en la escritura es el amor, la de ella, es la inmigración. Todos tenemos alguna obsesión, y no está mal. No escribe mal, y hasta me la banco diciendo que escribe mejor que yo. Una cosa no tiene nada que ver con la otra, Antonio. Te puede parecer aburrida, pero escribe mejor que yo. Es así. Ahora, si bien reconozco esto, también te digo que, por más bien que escribiese, jamás, pero jamás, hubiese podido vivir de eso en la Argentina, y mucho menos, publicar su primer libro en Planeta!! Y eso por nombrar sólo algunos de sus “logros”. Hubiese tenido que conseguirse algún otro trabajo, menos placentero. Seguramente, le hubiesen publicado sus textos, tal vez en editoriales más chicas, y seguramente, hubiese tenido lectores. Pero de algo estoy segura: no hubiera sido tan fácil. Entonces, otra de las cosas que me da mucha bronca, es que nunca se lo haya agradecido públicamente. En las entrevistas, jamás lo mencionó. En su Facebook tampoco! Nombra a otros amigos, todos famosos, claro, ella sólo tiene amigos y amigas con algún grado de fama o poder, pero a Humberto, ni lo menciona. La pelotuda quiere generar la ilusión de que todo lo logró sola!! ¿Entendés? Esa es la explicación, no ya de mi odio, sino de mi desprecio. ¿Cómo te da la cara, piba?? Se gana premios, becas, trabajos de cierto poder y glamour, ¿¿y te 27


la quiere hacer creer que lo logró solita???? Una desubicada. Flaca, si tuviste tu Carlo Ponti, al menos reconocélo, ¿cuál es el problema? El talento no tiene nada que ver. A Guilietta Massin la descubrió Fellini en un programa de radio, del cual jamás hubiese salido si no hubiese sido por él. Y nadie niega su tremebundo talento y gracia. Está considerada una de las mejores actrices de Italia. Pero jamás negó, ni ocultó, que era la pareja del director de cine más grande de sus tiempos. Y además, ella lo puso siempre a él por encima de todo. Hablaba de él, no de ella! Ahí es donde también se ve que nunca lo quiso. Además de que le convenía mostrarse soltera para seguir levantándose tipos. Si bien no lo podía ocultar al círculo más pequeño, lo ocultaba masivamente. Vos me dirás: “Bueno, pero él lo permitió, o lo sugirió, o ¿por qué no lo hizo público él?” Yo te rsepondo, así de pie y en mayúsculas: PORQUE ES UN CABALLERO. ¿Entendés, Antonio? Un caballero de verdad. Están los caballeros a secas, que son los que pagan la cena o el café, pero lo hacen ostentando, lo que me parece mejor que los que no lo hacen, y están los caballeros de verdad, como él. Humberto paga sin que vos te des cuenta. Cuando volvés del baño, dice: “¿Vamos?” y vos le decís: “Hay que pagar” y, sutilmente, agarrás tu billetera, y él, en voz baja, responde: “ya está”, ¿entendés? “Ya está”, no, “ya pagué”. Y vos lo querés tanto, así desde el principio! Todas lo quieren tanto, ¿cómo no quererlo, si es hermoso? Están los caballeros, y los caballeros de verdad, así como están los aristócratas y los nuevos ricos. Los que se ponen todas las marcas juntas para decir “soy rico, miren, miren”. Eso es una grasada. El que tiene plata, o la tuvo siempre, siente algo de culpa y no lo muestra, no lo necesita. Ahora estos nuevos ricos, como la pelotuda esta, que se llenan de Nikes y Apples por todas partes. Antonio, ¿vos comprendés mi dolor? Humberto no se merecía que lo usaran de esta manera. Ella va detrás de sus objetivos, cueste lo que cueste, caiga quien caiga. Creo que no puede amar. No sólo no puede. No le interesa. El amor, para esta gente, es peligroso. Los puede correr de sus objetivos. Es una amenaza y un lujo que no se pueden permitir. Yo sé, Antonio, que vos podrás pensar que yo la tuve fácil. Que no las entiendo a estas minas porque nunca tuve necesidades económicas importantes. Pero no es así. Ella tampoco las tuvo. Lo que tuvo, y tiene, se llama “ambición”, y lo podes tener en cualquier clase social. Las podría tener yo también. Si miro para arriba, hay gente que tiene cosas que yo nunca podría tener. Podría tener esos objetivos y tratar de alcanzarlos. O quedarme 28


en mi lugar y tratar de ser feliz con lo que tengo, poniendo mis objetivos en cosas más nobles. Esta mina también podría haber sido escritora en su país, haber logrado cierto reconocimiento, y, sin embargo, lo despreció. Despreció a su país! No me digas “ultranacionlista”, Antonio, por favor, ¿justo vos? Si bien yo siempre digo que adoro Buenos Aires, también reconozco que viajé y quise conocer otros lugares. Pero nunca podría renegar de mis raíces. Es como renegar de tus padres. Ahí tenés otro motivo para despreciarla. Antonio, ahora que te escribí todo esto, me siento más aliviada. Lo bueno de escribir es que nadie te interrumpe, ni se puede enojar, ni levantarse de la mesa e irse de un portazo. Tampoco están obligados a leerte. Yo sé que vos podes leer el mail hasta la mitad y después cerrarlo. Pero esa “no obligación”, que permite la escritura, es lo que me hace creer que lo van a leer todo hasta el final. Saben que yo nunca me voy a enterar si lo leyeron o no. Pueden mentirme cuando me vean. Pueden hacerme creer que lo leyeron todo. Pueden ignorarme. Pero acá estoy yo, tentándote a vos, a seguir esto hasta el punto final. Así eran los mails de Dolores. No paraban. Llegaban tres o hasta diez por día. Yo me preguntaba por qué ella no hablaba esas cosas con él. Me hacía los reclamos de pareja a mí. Y yo encima, a veces, le respondía. Después de un mes, volvió a Buenos Aires. Era otra. Se llevaba el mundo por delante. Me dio envidia. Este tipo la había hecho avanzar en un mes, más que yo en un año. “El poder curativo del amor”, como dice Freud. Pero es pasajero. Eso no dura, Dolores, le decía. Lo que a vos te va a salvar es la terapia. Me miraba desafiante y con pena. Como quien mira a un hambriento después de volver de un banquete. Retomó la facultad y empezó a escribir una novela, tipo ensayo, sobre la Lolita de Nabokov. Investigó sobre Joyce y cada escritor que tomase el tema. Se adentró en lo sexual. No podría decir en lo erótico. Comenzó un recorrido por lo que ella denominaba “sanas perversiones”. Escribió una nota en un diario importante, sugerida por un colega. Un ma29


nifiesto ¿feminista? En contra de la penetración masculina-femenina. Se compraba lencería erótica y todo tipo de artefactos para penetrar a los hombres. Con mujeres, había tenido algún que otro encuentro, pero no le habían gustado demasiado. La obsesión de Dolores eran los hombres. Cuando le preguntaba por el amor hacia Humberto se ponía seria, bajaba la cabeza y atragantaba las lágrimas. Nunca entendí por qué. Qué fue lo que la hizo sufrir de esa manera. Por qué no seguía esperándolo. Dónde había quedado esa candidez del principio. Ese “amor para toda la vida” que quería tener con él. Lolita ya no se enamoraba. Le dije Lolita. Sí. Es que me da pena. Pobre Lolita. Basta, Antonio. Dejá de escribir sobre mí. Ya estoy acá. Basta de novelas. Aprendí lo que vos querías. Mi obsesión son las otras, algunas otras, mujeres. Sobre todo, las que tienen un rasgo en común con mi madre. Sí, es cierto. Y ahora ¿qué hacemos con esto? No es ni Humerto ni Mariano, ni Fernando ni Juan, son ellas. Tantas ellas que me obsesionan. No son todas ellas, es cierto. Hay algunas que no entran en mi escena. Son las que puedo llamar amigas, al menos durante algún tiempo breve. Pero esas, ESAS, son las que hacen que venga acá a destilar mi veneno. ESAS, son mi obsesión. El Edipo, mi padre, mi madre. Yo no siento ni que deseo a mi padre, ni que odio a mi madre. Y vos, sin embargo, decís que eso no importa. Que no son los padres reales. Que es la escena inconsciente. Que es esa maldita escena la que no me permite ser feliz. Bueno, ahora, entonces, ahora que lo acepto, que no te lo discuto, que no pretendo llamar amor a lo que es obsesión por ellas, ahora, qué hago con mi vida, ¿me querés decir? ¿Es así de simple? Si sufro porque algún Él no me manda un mail, es porque sospecho que se lo está mandando a alguna ELLA. Si un día otro Él no me quiere mostrar en un lugar público, entonces sufro porque hubo o habrá alguna ELLA con la que sí. Y vos decís, casi asegurás, que a todas las mujeres nos pasa lo mismo. Eso da por tierra cualquier posibilidad de amor real, ¿te das cuenta de eso, Antonio? Entonces, ¿qué es esto que siento? Esta obsesión amorosa. Esta pasión 30


desenfrenada. Esta angustia ante la ausencia. ESA, que escribe tan cursi y pretende dar lástima como un perro abandonado. ESA otra, que tiene poder y maneja a un hombre como quiere. AQUELLA, que se siente la mejor y me mira con desdén. Todas ESAS, entonces, ¿son MÍ OBSESIÓN? ¿Vos decís que escribo esta novela para las mujeres que odio? ¿Que me hice las lolas, que quedaron divinas, por esas criaturas aborrecibles? Hoy estoy así, descarnada, como me decía un antiguo novio que ahora también tiene una ESA, y otras ESAS, y no me da más bola. Que a veces al hablar, yo era “descarnada”. ¿Cómo son las otras? ¿Siempre políticamente correctas? Es una mierda. Es esto: esta angustia y dolor en el pecho que siento, porque Humberto no me escribe, ¿es por ESA y no por él? Y cuando sí me escribe, este saltito que siento en el pecho de emoción intensa, ¿tampoco es por él? ¿No será, Antonio, que vos, de tantos años de soledad, escepticismo, y desamor, te volviste una especie de objeto que no puede sentir nada, ni mucho menos empatizar con que otro sienta algo real? ¿Todo tiene que ser síntoma de otra cosa? ¿El amor, es un síntoma? Me está enfermando, Antonio. Te dejo, para siempre esta vez. Las páginas no avanzan más. Escribir una segunda novela es algo terrible, trágico. Siento que siempre estoy en la página 25, y no paso de ahí. La primera fue de un tirón, y con esta no sé qué mierda pasa que no avanza. Hay otra exigencia. Hay otro lector ideal. Estoy trabada, y mi antiguo editor, ya no me responde. Humberto es un ser extraño. Muy extraño. No entiendo, hoy, por qué me enamoré de él. Sólo puedo escribir dentro de la insatisfacción. O sea, en esas horas donde Humberto no me escribe y parece estar con alguna griega por ahí. Seguro que está despertándose con alguna griega después de semejante borrachera. Y yo acá, en Buenos Aires, esperándolo, cuál Penélope tejiendo de día y destejiendo de noche. Lugar común. Somos un estúpido lugar común, Humbert. 31


Tu Lolita ya no es tan lolita, ¿te das cuenta? Y vos querés un harem. Yo no estoy dispuesta a eso. Y no me escribís un mail. Escribo en Word, y miro abajo en Outlook hasta que aparezca el (1), y que seas vos, y si no lo sos, puteo en voz alta, cierro la máquina y me sirvo otra copa de vino. Ay, Humberto, hay madrugadas en las que te odio tanto que te cogería yo a vos de una forma que nadie te cogió. Basta. Me estoy drogando con clonazepan y vino tinto por tu culpa, sabélo. Desde que te conocí, no puedo estar normal, ni dormir de noche. Antonio: le mandé todo esto a Humberto anoche. Estaba mal, ahora me arrepiento. También le mandé un video de un tatuaje que me hice para él, en la cola, y se enojó. ¿Por qué se enojó? Ahora te lo mando a vos así me explicás, ¿ dale? Encima, no sabe que dice su nombre, su apodo, o sea, la mitad de su apellido y un corazoncito. ¿Fueron celos por el tatuador? Ay, me muero de amor. Dice “Hum” el tatoo y un corazón. Es genial, quedó re lindo. Cuando lo vea, le va a dar culpa de ese mail agresivo que me mandó. Igual, yo soy una desubicada, mal. ¿Cómo le voy a mandar el video de un tipo mirándome el culo mientras me infringe dolor? Sí, ya sé, no lo pensé antes, no empaticé. Pobrecito, mi Humbert. Ya está, se me pasó la bronca. Con esa escenita encubierta de celos me enamoró más. Encima, como es tan orgulloso, no me hizo la escena típica. Empezó con lo de las torturas, y que ahora el mercado y el dolor, se asocian en las galerías comerciales, y “unidos y dominados”, y todas esas cosas hermosas que dice cuando se enoja, que no tienen nada que ver con el enojo real. Cuando se cabrea por algo es más hermoso todavía, dan ganas de tirarte encima y llenarlo de besos. Pero te empuja, no quiere, porque en ese momento está “cabreado”, como dice él. No quiere ni que lo toques, y yo me muero de deseo. Y esas palabritas difíciles que me manda y me obliga a buscar en google. Cómo me gusta, Antonio. Es el hombre para mí, lo encontré. Ya no quiero buscar más. Pero él no me cree. Tuvo malas experiencias y no me cree que yo lo voy a esperar en sus viajes, siempre fiel, y que jamás me voy a ir con ningún pendejo. Jamás voy a dejar que me toque otro, se lo juro, y no me cree. Lo lastimaron parece. Yo le digo que la diferencia de edad no me importa, que si un día no se le para más, a mí no me va a importar. Y vos sabés, 32


Antonio, que no miento. Que la penetración no es algo que me llame tanto la atención, que para mí están las caricias, y el clítoris, y no creo que se quede manco, así que todo bien. No sé por qué no me cree, ¿qué puedo hacer para que me crea? Antonio, no me sale nada, no te voy a escribir más. Esto iba a ser una novela imprimiendo los mails que te mando, pero ya fue. No paso de la página 25, no tiene sentido. Lo abandono todo.

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La vuelta Le había metido a Dolores la idea de que podía ser escritora, y ahora sentía una responsabilidad tremenda con eso. ¿Qué sería de ella si no fuera por la expresión artística? Y el cine, otra vocación suya, doy fe de que no puede todavía. Llevarse bien con gente durante un tiempo considerable, no es una de sus opciones por el momento. El mundo se divide entre los que se pelearon con Dolores y los que TODAVÍA no se pelearon con Dolores. No me queda otra que lo que estoy haciendo. Mandárselo por mail y decirle: No digas nada, y si lo decís lo voy a negar rotundamente. Acá están el resto de las páginas de tu novela. Lleváselas a tu editor ya mismo. Mis amigos colegas dicen que es un riesgo. Lo pensé, pero no puede comprobarlo. En todo caso, la cito un día con cualquier excusa y le entrego 34


las hojas impresas. Nunca, nadie, podrá probar que fue su psicoanalista quien las escribió. Y si ella lo dice, cosa que dudo porque Dolores será impulsiva, pero es leal, alego algún trastorno de personalidad, y listo. Ya está decidido. Si a la novela le va bien, me lanzo como escritor. Al fin, escaparme de este cubículo de lamentos, donde no se puede tocar ni besar a una chica que te guste. Es el trabajo más ingrato que existe. Encima Dolores se hizo las lolas, por indicación mía, dice. Yo sólo una vez le dije: “Bueno, si te dan tantos celos las morochas tetonas, opérate y teñíte”. Ella me respondió: “¡No! Las morochas no, prefiero ser rubia. Rubia, tetona, y gano en todo”. Y así fue como un día se operó las tetas. Y después dice que no lo hace por ellas. Bueno, es hora de retomar y continuar su manuscrito. En principio, voy a utilizar sus chats con amigos, que ella copia y pega y me envía por mail: Loly: Creí que tenías mejor gusto. La disfrazaron de mucamita, es lo que parece, es el trabajo que hubiese conseguido en Buenos Aires sin la ayuda de sus “veteranos”, como los llama ella. Rambo: No digas estas cosas en los mitines del PO porque vas a durar poco. Loly: Muy gracioso. Te las digo a vos, que te las das de mucha motito y New York y pelito con gel. No pega con tu gusto lo indígena. O por ahí sí, el colonizador sobre el indio, tiene sentido. Rambo: Lo, concéntrate en cosas más positivas. En el mundo hay lugar para las dos. Loly: Ram, hay lugar para las dos, siempre y cuando, ella no vaya detrás de cada cosa que me importa como un “conejo tras la zanahoria”, como está haciendo hace unos cinco meses. Además, ya me da miedo. Como dijo en su blog del gran diario argentino: “Que a las rubias las imagina con la cara desfigurada”. Me da miedo, te juro. Es una resentida. Estaba acostumbra35


da a la envidia de algunas, pero no de algunas con una pequeña porción de poder, como ÉSTA. Porción de poder que logró por sus amoríos con sus “veteranos”, como los llama ella. ¿Cómo le puede decir así? Es una falta de respeto total!! Un deshonor! Mirá si yo estuviese con un pibe de 15 y el pibe dijera: “Ay, me gustan las veteranas rubias de 21 que viven en Belgrano porque me hacen acordar a mi mamá”. Es un horror. Rambo: Horror sería que estés con un pibe de 15. Ya tenés 21, sería ilegal. Loly: Bueno, pero vos me entendés. Te pido, por favor, no me la nombres más, ni me menciones delante de ella. Es una freaky resentida. Yo no tengo la culpa de su origen pobre, ni de su color de piel, ni de que su EX, en vez de andar lloriqueando por ahí cuando ella se fue tras un chongo o varios, se haya fijado en mí. Que se curta, loco. Que no me joda más. Se mete con cada cosa que me importa. Es una loca de esas que te hierven el conejo. Con esa cara de mosquita muerta. Encima se hace la Lolita, ya tiene casi 35 y se hace la Lolita y se pone trencitas. Yo uso trencitas, no sé si te acordás... Es más, el verano pasado, leí justo un texto de esta novela, en el Pacha, con dos trencitas, y un chico y una chica, cada uno, me las sostenían de un lado. Y un editor vino y me dijo: “Vos sos una performancer, sos una genia”. Obvio que eso trascendió. No, no es paranoia mía, hay demasiadas casualidades. Además, lo puse mil veces en Facebook, el título, y parte en mi blog. ¿Y el día de la feria del libro, que leyó en el mismo stand que yo, media hora después? Todo eso, después de que vio el título de mi novela en Facebook, ¿te das cuenta? Es tan obvio todo. Decadente. Encima, cree que elogia a los “veteranos”, pero al llamarlos así, los hunde. Mi Humbert no es ningún “veterano”. Es el tipo más joven que existe, porque su mente lo es, y su sexo y todo. Es el único, no sólo que cree que se puede cambiar el mundo, eso es un lugar común de cualquier joven, sino que además, Mí Humbert, se indigna por cada persona que ve comiendo de la basura y escribe sobre eso, cuando ya todos nosotros lo naturalizamos. Es más joven que cualquier joven. Mí Humbert, se indigna y lo escribe en su blog, y en un libro enorme sobre el hambre en el mundo, ¿entendés? Sí, ya sé que muchos lo critican porque escribe sobre el hambre mientras come en restaurantes carísimos, pero al menos mira hacia ese lugar, y nosotros, en cambio, la nueva narrativa argentina, ¿qué escribimos? Nos miramos el ombligo, no podemos empatizar ya con el hambre en el mundo. Él lo 36


sigue sintiendo como lo sentía yo a los 14 años. Eso es juventud!!! No lo de esta vieja, porque es una vieja de mente, sí, y una vieja demente, también. Pero digo, su espíritu es viejo. Fijáte cómo piensa y cómo se viste. LA VETERANA ES ELLA. Pará, dejáme que se lo diga: LA VETERANA SOS VOS, LOCA, DEJÁ DE USAR A MI NOVIO. Ya está, me siento más tranquila. Tal vez no lo lea nunca, pero sé que le va a llegar algo, y veces es peor lo que te llega, que lo que leés directamente. ¡Y eso que dice! Por dios, es un asco: que se excitaba al sentir el olor de la pija de su padre en la boca de su madre. Y le publicaron eso. Se hace la transgresora, y es una muerta de hambre sin talento. No digo que yo lo tenga, al talento, pero al menos no soy una psicópata. Mi analista, Antonio, me dijo que si bien todos tenemos la escena edípica de manera inconsciente, y es normal, de neurótico común, no podríamos ni imaginarnos una escena erótica con nuestro padre o madre. Que cuando nos decimos “papito” o “mamita”, es otra cosa. Que si alguien nos hace pensar en nuestros padres reales, lo negamos con horror. Que eso es ser neurótico medianamente normal. Lo otro, es perversión y psicopatía. Es Norman Bates en Psicosis!!!! Rambo: Lo, bajá un cambio. Estoy borracho y apenas puedo leerte, mañana hablamos. Loly: Bueno, chau, me voy a chatear con Bocambo que me comprende mejor que vos, beso.

Loly: Bo, estás por ahí? Te quiero decir algo: te quiero agradecer por lo leal que sos conmigo. No me preguntes por qué, ya te lo voy a contar. Mientras, te digo que te agradezco y que te quiero mucho, mucho. Bocambo: Cuánto misterio. Claro que soy leal con vos, aunque todavía no sé bien por qué en este caso, ya me contarás. Loly: 37


Sí, cuando nos veamos te cuento, ahora me voy a dormir. Necesito relajar la mente. Beso, hermoso. Bocambo: Beso, linda, por cierto, estás más linda que nunca en esas fotos, eh. Imparable. De Lolita@hotmail.com to Humberto@gmail.com Dormís? Quiero decirte algo muy importante. Yo no te quiero por un fetiche. Como si alguien dijese “me gustan las rubias de Belgrano”. No me hacés acordar a nadie. Te quiero y deseo con locura, por cómo sos conmigo, por cómo sos con el mundo, y porque te amo. Beso, hum, que sigas durmiendo bien. Antonio!! Se lo dije. Anoche en un mail! Le dije que lo amaba! Ya no hay retorno. Ya está. ¿Sabés qué me pasa? No me sale el veneno. O me curaste vos, o me curó el poder curativo del amor, como decía Freud. No es por desmerecer tu laburo, pero me parece que me curó Humberto, eh. Sé que alguno diría “no se nota”, pero me da igual. Tengo su amor, su deseo, y eso me calma. Humberto me va a decir que soy un cúmulo de lugares comunes. Que cómo le voy a poner Humberto al personaje de “Tu última Lolita”…que es taaaan obvio. Y yo le voy a discutir que es por eso, porque es un chiste, un “mirá cómo me hago la obvia, la tonta, no la seria, como esa pelotuda, que es más cursi que Corín Tellado”. Y al final le voy a decir que muchas gracias, que yo no quiero usarlo, ni para que me corrija, ni para que me publiquen en Planeta. Lo voy a callar con mis besos, con mi lengua por todas sus partes sensibles. Ahí se acabará el tema. Todo. Bueno, te decía que no me salía el veneno, pero no sé, no estoy tan segura. Igual, nada que ver, nada que ver con antes. Te quiero contar algo, Antonio. Le hicieron una tapa para una revista a ESA. Una revista que yo creía que me quería a mí, pero no, le hicieron una nota con foto de tapa a ESA. Pero bueno, a mi qué me importa. Yo tengo 38


nota de tapa de dos páginas en Pagina 12, mi diario favorito, lalalalá. Y eso es mejor, es más masivo y tiene más prestigio. Igual entiendo un poco su manera de actuar. Es como dice el dicho: “La necesidad, tiene cara de hereje”. Yo, cuando, tenía 18 años me fui a visitar familia a España. Mi primer viaje sola, a Galicia. Pero un día me hice la canchera y me fui sola a Madrid, a conocer un poco de mundo. Por supuesto, mi familia no me apoyó, “adónde va a ir la niña sola, es una locura”, pero bueno, ya estaba dentro del país con mi pasaporte, y me fui. Me dieron lo justo para sobrevivir una semana. Pero yo quería más. Entonces, durante esos cuatro meses me fui moviendo según la necesidad, con cara de hereje: un chico arqueólogo me dejó su piso en Arguelles, mientras se iba a no sé qué ruinas a hacer arqueología; otro, que pasaba música de noche en Chueca, me dejaba dormir en su casa hasta las ocho de la mañana, que llegaba de trabajar. Una amiga bi me llevó a su casa paterna, en las afueras de Madrid; otro, el más enganchado conmigo, me compró remedios cuando me engripé, un celular, una guía, y me acompañó en noches de soledad y angustia. Una noche, mientras tomábamos pacharán y leche con anís en un garito, me dijo: “Bueno, pero dime qué sientes, qué te ocurre, si te pasa algo conmigo, o no. Sé sincera, yo no me voy a ofender, no me voy a alejar, podemos ser amigos”. Al principio le decía que no sabía lo que sentía, que mi objetivo estaba puesto en sobrevivir. Después de horas de insistencia, le confesé: “Bueno, que no me pasa nada, que sólo te veo como amigo, pero por favor, no te alejes, te necesito, estoy sola en Madrid”. Dijo que todo bien, pero nunca más me atendió el teléfono, ni quiso volver a verme. Como si no existiese. Esta experiencia me dejó, como te imaginarás Antonio, mucho más ambigua con el resto. Al arqueólogo, al DJ y a mi amiga bi, ya no les fui tan honesta. Pero, después de un mes, me pareció espantoso seguir viviendo así, sin poder sentir nada real por culpa de la necesidad. Entonces me volví a mi Buenos aires. Mientras cruzaba la manga que me llevaba al avión, que me llevaría con mis padres, con mi gente, y empecé a escuchar nuestro tonito, me sentí en paz, una paz alejada de las necesidades, alejada de tener que fingir. Qué alivio. Lo que aprendí: no se pueden generar vínculos sinceros desde la necesidad. Si no tenés cubierta tu superviviencia, no podés querer a nadie, no sabés a quién querés, y los vas usando uno por uno, y eso es un espanto. Yo lo hice un mes. Otros, no tienen opción de volverse a algún lado. No es el caso de esta mina, igual, que sí puede volverse a su país con su madre, y dejarse de joder en mi ciudad y con mis hombres. Se queda por pura 39


ambición y narcisismo. Porque, una cosa es los que emigran en una dictadura, como mi Humbert, y después vuelven. Siempre esperan volver. O los que se van en plena guerra, como mis abuelos que se fueron durante la guerra civil española, o los de la guerra mundial, o la persecución judía. Esta gente siempre abandona su lugar con pena. Pero ÉSTA, que dice que su mayor sueño de chica era “ser extranjera”, ÉSTA, que emigra sólo por tilinga, por estar en un lugar más “top” como es Buenos Aires con respecto a su ciudad, ésta clase de gente, que reniega de sus raíces, me da asco. Y no sabés lo ridícula que es queriendo hablar y escribir en porteño. No, flaca, asumílo, no naciste en Buenos Aires, no naciste rubia, dejá de odiar a los europeos. No es que yo sea racista, es ella!!! En su blog!! Que se imagina a su amiga rubia con la cara desfigurada. Que no habla de otra cosa que de la “supuesta discriminación” que recibe del mundo. Piba, hay gente que se muere de hambre en serio, hay cosas más importantes en el mundo, por ejemplo, sobre las que escribe mi novio, y no esas pelotudeces tuyas de sueño de azafata. Te juro que banco mucho más a las cubanas que se quieren ir. Son más honestas en su búsqueda. ÉSTA, es un gato oculto que se hace el culto. En sus libros y entrevistas pone frases como “el cuerpo como herramienta para conseguir otras cosas”, o, “nunca caer en el error de la pasión”. Sí, claro que le dí importancia y la investigue, porque te juro que de verdad intenté respetar su pasado, entender qué lo enamoró de ese gato. Lo intenté y te juro que no pude. No entiendo cómo mi Humbert, siendo tan inteligente, tardó tanto en darse cuenta. Y sí, tardó porque es muy astuta. Y yo sufro, como sufre una madre a quien le lastimaron a su hijito en el jardín maternal. Sufro, Antonio, sufro por los años que le hizo perder a mi Humbert. Está bien, yo no lo conocía, pero podría haberlo conocido, y la vida es cruel. En realidad, yo lo ví una vez, Antonio. Una vez en el año 2011, en el barrio Chino. Él estaba hablando por teléfono, afuera de un negocio. Seguí caminando como si nada, pero en la esquina frené. Tengo que hablarle, pensé, pero, ¿qué le digo? En esa época, todavía no trabajaba en la revista. No podía proponerle una nota. Podía, sin embargo, acercarme, decirle algo. No sabía bien qué. Giré y caminé hacia él, dispuesta a no desaprovechar la oportunidad. Cuando estoy a dos metros, veo que sale una mujer del negocio y se van caminando juntos. Lástima. Siempre hay una mujer en la vida de un hombre, pensé, y fui directo a una librería a comprarme un libro de él. Una hora más tarde, estaba comiendo un Kao-Pao picante, leyendo uno de sus mejores libros, en Chinatown. Y mucho antes de que 40


pasara algo, te juro Antonio, escribí esto que acabo de encontrar perdido en mi computadora: “Te ví en Chinatown en mayo de 2011 (suena a novela norteamericana), y te dejé pasar. Te busqué en Facebook, y no usabas Facebook. Meses después, estaba hablando con vos, como si nada, en la Feria del libro. Te pedí tu mail para hacerte una entrevista. Ya estaba trabajando en la revista. Me lo diste, y me dijiste que vaya a tu casa. Fuiste muy simpático. Ya no había una “ella” rondando por ahí. El viento soplaba a favor. El temita era que yo estaba enganchada con un editor de una revista. Un pibe que me flasheó en marzo, y que me desilusionó en diciembre. Por este enamoramiento pasajero, me demoré tanto en mandarte un mail. Encima, cada vez que te contactaba, estabas por irte de viaje. Me decías la fecha de regreso, y yo quedaba en escribirte, pero volvía a tardar, y así, hasta fin de año. Cerca de fin de año, los planetas se acomodaban: el editor ya no era quien yo creía, y tu nombre volvía a aparecer en mi casilla de mail”. El encuentro se produce. Al fin. Cómo escribir sobre lo que te está pasando, cuando te está pasando. Mejor hagamos una elipsis. Lo ví tres veces. Tres veces, y siento que lo conozco desde siempre. Me vió tres veces, tres veces, y siento que me conoce más que nadie. Las tres veces hubo una excusa. Mañana, será la cuarta. Con una cuarta excusa. Pero mañana es diferente. Algo de lo personal ya se filtró: “Lo hago por vos”, me dijo, y me morí de amor. —Lo hace por mí, ¿ves? Lo hace por mí, Antonio. —Andá de a poco. No sabemos. Sí es cierto que te tiene cariño, que le caes bien, pero no sabemos nada más. —Ay Antonio, pero no seas así. Decíme, alguna vez, que las cosas van a ir bien. —Sólo te digo que no lo arruines. Va bien, pero depende de vos. Nos vemos la próxima sesión. 41


Faltan apenas unas horas. No puedo dormir, y por eso estoy escribiendo esta novela, para vos. Pero esta novela, para vos, no quiero que sea como mi novela anterior. Esta novela se va a basar en la realidad exclusivamente. No voy a permitirme correrme ni un poco. Por eso, depende de vos. De lo que hagas vos. Es una crónica sobre vos. Sobre vos y yo. En unas horas nos vemos. Ayer lloré por teléfono de manera absurda. Me dijiste: “Está bien, lo hago por vos”. Y cuando corté, pensé, qué me importaba a mí la nota esa, en ese diario de mierda. Sólo quería verte. Y no sólo logré volver a verte. Me dijiste que lo harías por mí, algo que está totalmente en contra de tus hermosos principios, que amé apenas te dejé hablar. Lo harías por mí. ¿Si esto no es una declaración de amor, Antonio, la mejor declaración de amor que me hicieron en la vida, entonces, qué es? Voy despacio. Preparo el vestido blanco de bambula y los suecos que me voy a poner en unas horas. Cierro el Word y espero. No puedo escribir nada más. El resto sería fantasía, y juré que en esta novela, haría todo lo necesario por ser lo más fiel posible a la realidad. Ahora, no es que esté bloqueada, no. Nada de eso. Es que el 7 de agosto, viajo a Barcelona a pasar unos días en su casa, y no lo sabe nadie. Por eso. ¿Qué voy escribir ahora? Escribiré a la vuelta, o mientras tanto, y esta vez, quiero final feliz. Lo siento por los lectores, lo siento mucho, pero mi vida me importa muchísimo, más que él éxito o el fracaso de esta novelita. Si les gusta, mucho mejor, y si no, me importa un carajo, pero de onda lo digo. Bocambo: Lolita mía, no necesitás competir con esa mina. Es un cuco, en serio. No tiene onda. Vos sos simpática, graciosa, y encima, rubia. Loly: Ay, Bo, me encanta lo que me decís, pero te van a acusar de racista. Bocambo: Si nadie sabe quién soy. Ni lo sabrán, Loly, ojo con eso. Sigo: es la realidad, las rubias garpan más. ¿Quién, no quiere una rubia piernilarga a su lado, que encima sea inteligente y graciosa? No seas tonta. No pierdas tu ener42


gía en eso. Loly: No la perdería, te juro, si primero no la hubiese perdido Humberto en ella. Bocambo: Loli, ya te dije todo hombre grande tiene su pasado. Yo, que no soy tan grande, también tengo lo mío, y hoy, mi mujer es mi actual mujer, y punto. Loly: Sí, eso porque tu ex no te anda hinchando las pelotas. Bocambo: No te creas, eh, me las hinchó bastante, pero le paré el carro. Loly: Bueno, pero vos tenés hijos con ella, es diferente, ésta no tiene nada, jode porque es jodida, y punto. Eso es justamente lo que estoy esperando que haga Humbert. Que de una vez, y para siempre, le pare el carro. ¿Quién fue la primera? Bocambo: ¿Mi primera novia? Analía. Loly: En mi novela te voy a hacer casado. Bocambo: Al revés, si lo haces casado para explicar que Bocambo sea sólo un amigo, convertís todo en un lugar común. Loly: Puede ser. Estoy llena de lugares comunes en la vida. Pero al menos, cuando escribo, no soy cursi como esa pelotuda. Eso sí, puedo ser venenosa, muy venenosa. Como esos venenitos rojos que había cuando era chica. Pero jamás, cursi. En cambio, en la vida, soy una cursi buenita. Y ÉSTA, una zorra trepadora. Bocambo: 43


Lo realmente interesante, es que podrías acostarte con Bocambo en cualquier momento, pero ELIGEN no hacerlo ...ah, o eligen hacerlo.... Loly: no me cierra...el otro día me junté a corregir con un tarado!!! y te extrañe a vos. Era un tipo tan básico. Bocambo: ¿Cómo es? En la novela, ¿Dolores se acuesta con Bocambo? ¿Corregir qué? Loly: es que yo quería buscar a alguien que no conociera de nada, para no instalar el dinero en las relaciones personales, amistosas, y además para no idealizar al profesor, y elegí a un tarado!!!! Nada, la voy a seguir sola y con tus indicaciones. Bocambo: ¿Le pagás a un tarado para corregir tu novela? Loly: una sola vez lo hice, no lo hago más te juro Bocambo: Jajajaja. ¿Y si tiene un orgasmo intelectual con Bocambo? ¿Corrigiendo su novela? Loly: Pero tenía otras razones ocultas...es amigo de la ex...vino, como viene un espía. Nada, me sirvió, pero igual el tipo podría haberla careteado un poco, me hacía cada pregunta boluda “¿por qué querés escribir esto? ¿para qué?” o “¿por qué ella lo desea?”. Un tarado importante. No, tiene un orgasmo físico, de verdad, un día que se ven, en un auto o algo así, pero sólo ella, no pasa nada más, porque Bocambo es casado, y ella ama a Humberto. Se pone a llorar entonces, hacen hasta ahí. No, qué horrible, otro lugar común. No sabes lo que me dijo el genio de CH!!!! Un genio, le cuento la novela: 44


—Una chica se propone ser la última lolita de un tipo que estuvo siempre con pendejas, y ella quiere ser la última. —¿Y cuál es el precio que le pone? —¿El precio que le pone? Bocambo: Podrían estar hablando, y ella tendría un orgasmo tocándose, él sólo la miraría con algo inmenso, en cierta forma más que la complicidad y más que el amor, sin tocarla. Loly: Pará que te sigo contando: —¿Ella a él? Ella, no le pone ningún precio. El precio se lo pone él a ella. —Ah, es una Lolita no tirana, tan diferente a la de Nabokov. Una Lolita sumisa, no consciente de su belleza y poder, qué interesante. Loly: Es un groso!! Me hizo dar cuenta de algo que yo no veía…Y el orgasmo no lo tienen con la mirada, eso no existe, Bo. No seas cursi. También me dijo otra genialidad CH: “Tenés que aceptar no ser la única de un tipo, pero jamás decirle al tipo que aceptaste no ser la única”. Una genialidad que no puedo aplicar. Bocambo: ¿Sabés por qué Marilyn fascinaba tanto a los hombres y todavía ahora nos mueve el piso? Porque parecía eso: una Lolita que no pone precio. Loly: Algún mambito así. Sos un genio, bo. Bocambo Ajá. Loly: Claro...es ella la que parece pedir por favor Bocambo: 45


Igual yo no decía con la mirada Loly: Y yo no veía esto... Bocambo: Pero ok Loli: “pero ok”. Me gustó. Puede ser en un auto, o un cine, algo así, ellos no pensaban hacer nada… Bocambo: Está bien, suena natural. Yo imaginé algo más hardcore, pero es tu novela. Vos dijiste “corrigendo su novela”, pero Dolores no escribe, es media bruta, hace algo de arte, videoarte, ponéle. Que es algo que no se sabe qué es. Viste la gente que te dice: “Yo hago videoarte”, y vos te quedás pensando: “¿Y eso, qué mierda es? Bueno, eso puede hacer Dolores. Intenta escribir, pero no le sale bien. O le sale bien, pero jamás se da cuenta. Yo imagino esta historia con un personaje inspirado por vos, tipo Lolita. En realidad, obviamente, lo pensé alguna vez con vos. Los dos, él y ella, son amigos Loly: Pero obvio que el personaje soy yo, pero no tienen que darse cuenta. Es desfachatada, pero no se la cree, no lo tiraniza, no es consciente de su poder, como dijo CH. Sí, soy yo, pero más Lolita. Bocambo: Podrían ser otra cosa, pero son amigos. Loly: Sí, es cierto, podrían ser otra cosa y lo saben, pero son amigos. Bocambo: No, esperá, te iba a decir una historia que imaginaba, otra, diferente de la tuya Loly: 46


a ver? Bocambo: Son amigos, decía Loly: ¿Entonces? Bocambo: Los dos, son como barcos que avanzan a marcha forzada Loly: ¿Hacia dónde? Bocambo: Ella ambiciosa, él, también. Se ayudan. Loly: ¿Entonces? Bocambo: Se tienen un respeto que otros encuentran a veces misterioso, y a veces, hasta molesto. Loly: Y los envidian, no lo entienden. Bocambo: Pasan los meses. Saben que entre los dos hay una corriente sexual fuerte. Pero eligieron convertirla, sublimarla en otra cosa. Loly: ¿Hay un punto de inflexión en la historia? ¿Algo pasa, algo externo? Bocambo: Una noche, él está en problemas. Digamos que su padre fue internado. Algo que genera tensión. Loly: Se quedan encerrados en el subte, o en un ascensor, o algo así 47


Bocambo: Por una u otra razón, su mujer no está. Loly: Ah, ¿entonces lo hacemos casado? ¿Y Dolores lo acompaña? Bocambo: Lolita, entonces, lo acompaña al hospital. Cuando salen, Bocambo está extrañamente silencioso. Maneja él. Es de noche, tarde. Loly: ¿Y qué pasa? Salen en auto, eso me gusta, el auto da intimidad, nada de subte, ni colectivo. Bocambo: Ella le dice algo como: “Está todo bien...”, pero él, no la deja terminar. Loly: ¿Entonces? Bocambo: La mira como afiebrado y le dice: “Es hoy”. Loly: jaaa Bocambo: “¿Qué cosa, hoy?”. Pero se entiende qué quiere decir: siempre supimos que alguna vez, aunque fuera la única vez, íbamos a tener sexo. Y es tan intenso, que los dos tienen miedo. Pero es así. Entonces la lleva a un hotel, un hotel de lujo, porque Bocambo tiene vicios de aristócrata o alto burgués. Y el sexo no es suave. Él empieza por atarla, de pie, la desnuda. Loly: Ay, justo se desconectó, ya volví a conectar. Pará que leo todo junto. Bocambo: La devora con la mirada, la toca con manos feroces. Loly: 48


El hotel de lujo me gustó, me encantó. Bocambo: La desea por todas las noches y todos los meses y todos los años que la deseó y eligió ser su amigo. Loly: Yo me imagino que no le dice nada. Salen cansados, sí, de pasar toda la noche en el hospital. Ella se recuesta en sus piernas, mientras él maneja, le acaricia la cabeza (no, eso lo hacía con Humbert, y me estoy poniendo mal). Bueno, él maneja directo hacia el hotel de lujo, y entran. Algo así. Bocambo: Me gusta tu versión soft. Loly: Soft sí, como sin darse cuenta... Bocambo: Quizá se quedan acostados largo rato en la cama, abrazados, sin hacer nada más. Loly: ¿Hablan? ¿Se dicen cosas? Bocambo: Cosas cariñosas, sin importancia. “¿Tenés frío?” “No, estoy bien”. Loly: Ponen una película, tipo “Noches Blancas”, de Visconti. Bocambo: Que oportunamente están justo dando en la tele. Loly: Jaj, en el telo había para elegir películas, clásicos del cine. Bocambo: Telo? Te llevé al Alvear! Loly: 49


Ahhh, jaja, qué lindo!!! A ella le encanta que Bocambo sea tan aristócrata. Ella también lo es, pero reniega de eso, aunque le gusta verlo en los hombres. se hace la troska. Bocambo: Bocambo es un aristócrata de izquierda. Pero con los telos no transige. Al Alvear. Loly: A los dos les gusta la buena vida, no lo pueden evitar. Ahora quiero conocer el Alvear, digo, las habitaciones, conozco el hall, el salón de té, pero no las habitaciones. Bocambo: Y entre las sábanas deliciosas de esa cama enorme, con las pesadas cortinas de raso presidiendo, por primera vez, Bocambo desviste a Lolita. Yo dormí varias veces en el Alvear. Loly: El Alvear tiene una mística que no tiene el Sheraton, no? Algún día quiero ir al Alvear. Bocambo: No hay comparación. El Sheraton es impersonal. Loly: Es para nuevos ricos. Bocambo: Hay tres hoteles que realmente tienen clase en Buenos Aires, El Claridge, El Alvear, y en el estilo moderno, el Faena. Loly: ¿Ya fuiste al Faena? Bocambo: Yo soy anticuado, me quedo con una suite en El Alvear, siempre. En el Faena no dormí, me gusta ir a comer ahí. Loly: 50


“Yo soy una chica moderna”. Bocambo: Bueno, si un día tenemos un “momento Bocambo-Lolita”, será en el Faena. Loly: ¿Lolita es la consentida de Bocambo? Lo dije por la novela de Aira…prefiero el Alvear también, creo. Nunca tuve esta complicidad no posesiva con alguien. Sería algo nuevo para mí. Bocambo: Es placentero ¿no? Loly: Sí, pero no podría con cualquiera, con ningún otro. Acá hay meses de cuidado, de protección, de consentir o eso que me gusta a mí, que no sé bien cuál es la palabra. Está muy lejos de ser superficial. Por eso, puedo abrir una puerta a la complicidad no posesiva, por primera vez, con vos. Bocambo: La amistad es eso. Sucede que la amistad entre un hombre y una mujer siempre tendrá un componente erótico. Pero es amistad. Y qué cosa profunda, exultante vivificadora, puede ser la amistad ¿no? Loly: ¿Es una especie de amor? Bocambo: Es amor, también. “Corazón, corazón de irremediables penas agitado, ¡álzate! Rechaza a los enemigos oponiéndoles el pecho, y en las emboscadas traidoras sostente con firmeza. Y ni, al vencer, demasiado te ufanes, ni, vencido, te desplomes a sollozar en casa. En las alegrías alégrate y en los pesares gime sin excesos. Advierte el vaivén del destino humano.” Loly: 51


¿De quién es? Bocambo: Eso lo escribió, en el siglo VII antes de Cristo, Arquíloco de Paros. Y cuando estuve en Grecia, el año pasado, le puse unas flores en la tumba. Loly: Bo, lo extraño más ahora. Bocambo: Ay Lolita y sus espinas. Ponéle Rosa mejor, a tu personaje. Loly: Rosa, me gusta ese nombre, a diferencia de la pelotuda de su ex que tiene nombre de flor insulsa. Bocambo: ? Loly: Una flor sin olor. Una plantita sin olor. Bocambo: Je. Mirá, tomemos algo y me contás bien. Andá a dormir ahora, lo necesitás. Beso, Lo. Loly: Ok besos!! Bocambo: Y hablamos de ese tema de escribir in love versus distancia! Gran tema. Besos!

Loly: Rambooooo….pibe, estás despierto? Rambo: 52


Sí, ya estaba por irme a dormir. Loly: Mirá estaba pensado. Es ella, o yo. Sos K, o anti-K, sos de boca, o de river, no podés laburar con las dos, tenés que elegir. Así que creo que se termina acá nuestra relación artística laboral. Rambo: Dolores, estás trasnochada. Andá a dormir, mañana lo charlamos en el bar. Beso. Loly: No, no, no, no, respóndeme ahora, nene, pibe, no te vayas, hablo en serio…rambo de mierdaaa, encima ese Nick estúpido que te pusiste, pibe, de que te la das? Tenés mal gusto y sos un chupamedias, por una pequeña porción de poder. Y encima no tienen códigos, lo engañaron entre los dos, yo no puedo seguir con esto. No puedo, yo tengo principios, entendes? Cosa que vos, y esta pelotuda, no conocen. Rammbo….estás ahí? Pelotudo, siempre me cortás en el peor momento. Odio necesitarte. Quisiera mandarte a la mierda para siempre. Algún día lo voy a hacer, y ahí vas a ver. No sos leal como Bocambo, sos un panqueque, un frívolo total. Es cierto que a veces sos bueno conmigo, pero no se puede, tenés que elegir, y como ya conozco tus intereses, sé por dónde vas a ir, así que bueno, chau. No sé si voy mañana. O sí voy, es porque quiero chatearte todo esto en tu cara, así no te escapas, como siempre, COBARRRDE. Tal para cual, por qué no se casan? Boludoooo. Loly: Pibee estás ahí? Estoy nerviosa, falta poco!! Swann: Proponéle casamiento, de una, y decíselo así. Loly: No, él, creo, no está a favor del casamiento. Swann: 53


“Tengo pasaporte español, seamos felices para siempre, la vida es cortísima” Loly: Ay, no, se va a asustar! Swann: A mí, si me pasa algo ahora, ya viví cuatro años de felicidad con mi Ariana, ya está. Viste que los griegos hacían esa. Loly: ¿Qué hacían? Swann: Se asustaban en la felicidad, porque decían, que como la fortuna cambia, si sos muy feliz ahora, agarrate para lo que viene. Y bueno, metele algo de eso, estudiate a los estoicos, citá cosas latinas. Chamuyá. Be happy. Además, al tipo que lo detiene? Nada, tampoco formó una familia convencional. Loly: No sé, lo detiene esta forra. La culpa que le genera. Boludo… lo de la beca!! Swann: jeje Loly: No es un detalle menor, van a compartir ciudad! Swann: Todo va a estar bien. Hasta ahora, te viene saliendo todo bien. Hombres de poca fe, decía Cristo. Loly: Sísisssiisis. Va a estar todo bien. No lo puedo creer. Te debo tanto, te voy a traer un regalo de España. Si vuelvo. Cuando vuelva. Swann: je, si no volvés, yo voy a estar contento, por la historia de amor. Ya te dije, 54


si un día abandono la política, escribiré la historia. Loly: jaj hermoso. Igual voy a volver, y él también, somos de acá. Bueno, nene, voy a dormir un ratito. Besooo Swann: Dale, yo tb, beso, cachorrita. Loly: Beso, y gracias por todoooo. —Hola Antonio. Sí, ya sé que es temprano, pero no tanto. Hay gente en la calle. Necesito un turno urgente… —Bueno, a ver, esperá que agarro la agenda… —Estoy en la esquina de tu casa. —Ayy Dolores, te dije que no hagas eso. Bueno, dame diez minutos y bajo. —Pasá. —Ay gracias, re contra gracias, no sabés, estuve haciendo tiempo en un bar de juramento, uno que no cierra de noche, hasta que se hizo de día. Ni dormí. —¿Por qué haces estas cosas, Dolores? —Por la angustia, ¿será? Qué preguntas de carnicero me hacés a veces, eh. —Bueno, te escucho. —Lo mismo de estos últimos días. La pelotuda mosquita muerta de la ex. —Dolores, te dije que si querés a un tipo, tenés que aceptar su pasado. No se lo podés borrar de un plumazo. Su pasado, también es parte de él. —Ok, sí, eso lo entendí. Pero como pasado. Yo estoy dispuesta a aceptar su pasado como pasado, estoy dispuesta a aceptarlo, y tregua, amor y paz. El tema, es que no es ningún pasado. Lo llama todo el tiempo, le manda mensajitos, mails, le pide “ayuditas” laborales, lo quiere seguir usando. Y lo peor es que ahora lo usa escribiendo sobre él. Y lo llama “ve55


terano”. No es ningún veterano… —Bueno, digamos que tiene sus añit… —Ni los digas, no seas cruel. Es el tipo más joven que existe. No sólo cree que se puede cambiar el mundo. Es el único que todavía se indigna por cómo está hecho el mundo. Es al único que le importa la Argentina. Sí, aunque a veces yo no coincida con él. Pero yo no entiendo nada, y la verdad, poco tiempo de mi vida le dedico a pensar en política, y él está como obsesionado. No soporta que haya ni un pobre. ¡¡Ni una persona que coma de la basura!! ¿A quién le pasa eso hoy? A mí me pasó durante un año y a los 14!! Cuando iba a un grupo de iglesia. Una vez me traje a un chico de la calle a mi casa. Mis viejos no lo podían creer. Y logré que mi mamá lo ayudara en algo. Después, lo naturalicé, y voy caminando como todos, y no me asombro si hay gente comiendo de la basura. Humberto sí. Se asombra y se indigna y lo escribe. ¿Entendés? ¡¡¡Es el tipo más joven del mundo!!! ¡¡¡Y esta forra lo llama veterano!!! Veterana tu concha pelotudaaaa. —Dolores, cuidá tu lenguaje, estás en sesión, no en una cancha de fútbol. —No voy a la cancha. —Volviendo, es su pasado, y tenés que respetarlo… —Pero ya te dije que lo sigue jodiendo, ahora, en su ¡¡¡PRESENTEEE!!! —Y bueno, le tendrá algún tipo de cariño, y también, si es eso, tendrás que aceptarlo. El amor, es respetar las necesidades del otro. —Ay, no me jodas, Antonio. El amor es posesivo. Las únicas necesidades que aceptaría sería que tenga sexo con un hombre, y no con cualquiera, ¿eh?. No con el gay pelotudo que me robó, pretendiendo corregir mi novela, pero sí con otro que entrevisté un día, y me pareció muy fino y delicado, y es hetero, tiene mujer, hijo y un touch-gay, como me gusta a mí. —Ay, esto es muy fuerte para estas horas de la mañana. —Por eso, no puedo aceptar que le tenga cariño a alguien que lo usó, y ahora, encima, lo humilla públicamente llamándolo “veterano”. ¿Hay algo más ingrato en el mundo que eso? Hubo otra que escribió cosas feas sobre él, lo llamó “tiranosaurio rex”, pero esa me cae mejor, porque ya no lo jode, eso creo, y eso que es mucho más linda e inteligente. Pero ya está, esa sí es pasado, por eso la puedo respetar. Aunque lo haya llamado “tira56


nosaurio rex”. Yo voy a ser la única que escriba con amor sobre él, porque soy la única que lo ama de verdad. Y la última. La única y la última, Lolita y mujer, todo. —Dolores, sí es así, como vos decís, cosa que dudo, porque tus versiones de la realidad suelen venir bastante distorsionadas, tendrás que aceptarlo. Y esperar a que eso cambie solo, con el tiempo. Tenés que ganarte tu lugar. No podés pasar por la vida de la gente como un huracán. —¡Ay, Antonio no digas esa palabra!, decí Tsunami. Huracán, en mi país, es un cuadro de fútbol, nada más. El cuadro de fútbol de mi abuelo. Tsunami, decí Tsunami de ahora en más. —No entiendo, qué tiene la palabra… —No importa, no tiene importancia. Pero, por qué no puedo pasar como un “Tsunami”, ¿eh? ¿Hay alguna regla? —Sí, hay reglas en el mundo. Ya te lo dijo él una vez: “Sin reglas, no hay nada”, y me pareció genial. —Ay, es que sí, es un genio, ¿viste? No hay otro como él. Por eso yo quiero que esta pelotuda se aleje. —No podés hacer nada al respecto. —¿Sabés que sí? Creo que puedo. Puedo acercarme a cada cosa que le importe, chongos inclusive, e intentar conquistarlos, hundirla, arruinarle los proyectos. No me irá siempre bien, pero tengo mis encantos, y puedo ser su pesadilla si no se aleja de mi amor. Y se lo voy a decir: “Aléjate, porque te juro que…” —Dolores, eso suena a amenaza. —Y sí, lo es. —Dolores, es aburrido ya. —Eso me dice él cuando le saco el tema, pero se supone, digo, que vos sos mi terapeuta y te lo tenés que bancar. ¿O querés que te haga masajes con cremita? Para eso estoy acá, para largar todo este veneno con vos, y no con él. —Hacés que me replantee seriamente mi profesión, Dolores. Lo de la cremita sonó bien. Justo un lunes a la mañana. —Bueno, perdóname, no fue mi intención. Pero entendéme. Sufro, Anto57


nio, sufro por amor. —Sufrís por tu escena inconsciente. Ella es tu madre, y él tu padre. —Ay, cortála con esas ridiculeces, que la única perversa freaky psicópata que escribió esas cosas, fue esta pelotuda. Puso que se excitó con el olor de la pija de su padre en la boca de su madre, ¿vos podés creerlo? —Ya me lo contaste veinte veces eso. Y seguro lo escribiste dos o tres, revisá esa novela porque vas a caer en la repetición. —No me importa. Hay cosas que hay que repetirlas y recalcarlas a fuego. ¿Quién puede escribir que se excita con el olor de la pija de su padre en la boca de su madre? Una loca, una psicótica-psicópata de libro. —Seguro vos lo contás mejor de lo que lo cuenta ella. —Ay, esas cosas me dice mi Humbert, con respecto a algunos verbos, como uno en francés que yo le dije que quiere decir “grabar sensaciones por primera vez.” Y me dijo que yo lo cuento mejor, que lo embellecí. Es tan tierno, lo amo tanto, tanto. —Bueno, quédate con esas cosas. —Quiero, pero no puedo, porque en los mejores momentos aparece esta forra a arruinarlo todo. —Bueno, mándamela a terapia a ella entonces. —Ni en pedo, a vos no te comparto, ¿mirá si encima la empezás a comprender? —Dolores, tengo pacientes y viniste sin turno, sin avisar y totalmente desquiciada. —Lolita- Lo-li-ta. —¿Cuándo venís? —No sé, te llamo o te escribo. ¿Sabés que me gustaría, Antonio? Que Humberto no lea mi novela hasta que yo le diga, hasta que yo sienta que me quiere lo suficiente, que ya no la quiere nada a ÉSTA como para sentir algún tipo de pena. Y me encantaría que me dijese algo como esto: “Incluso en esos meses, nena, nenita mía, tontita, no te hacía falta hacer todo esto. Yo ya estaba loco por vos”. Y además, podría decirme: “Pobre mi Lolita, tanto sufrimiento al pedo, perdoná que no te calmé antes”. Algo así… 58


—Sonó un timbre, no sé si en tu ensueño lo notaste. —Ah, sí, lo noté, bueno me voy. Perdoná Antonio, y gracias, gracias por todo. Antonio: le mandé un mail a Rambo copiándole parte de la novela. Le dije que era uno de los personajes. Me dijo que Rambo sonaba “libertario” y yo no sé qué quiso decir. Recién le mandé este mail, que no era parte de la novela, era un mail laboral, porque, no sé si te conté, que con Rambo estamos organizando una muestra de videoarte en Recoleta. Bueno le mandé este mail, te lo copio: De Lolita@hotmail.com a rambo@gmail.com ¿Me vas a explicar por qué nunca aprobás mis etiquetas de Facebook, y por qué no ponés ni siquiera tu nota? ¿Tenés miedo de que te deje? ¿O de que te deje de hacer favores sexuales y de los otros? ¿Me ocultás? ¿Qué te pensás que soy? ¿Tu amante, boludo? Yo estoy enamorada de Humberto, y lo sabés bien, aunque a veces te lo oculto, pero sólo porque vas y le llevas chismes a ESA. Estoy entrando otra vez en ese tranceee.....pero boludo, vos me da pie, ¿qué querés? O sea, a ella le ponés “me gusta” en cada pelotudez. Hasta en esa foto de mucamita. Y a mí no sólo no me ponés “me gusta”, sino que tampoco promocionás...necesitamos la viralización en las redes, pibe, no tenemos auspicio en Google, ¿es que ella no sabe que trabajás conmigo? ¿Se lo estás ocultando? Pero bueno, respondéme eso, porque sin viralización no se puede, y vos me ocultas por miedo a que te cague a pedos esta inmigrante ilegal....no da. Beso. Lolita. ¿Y sabes qué me respondió? Ahí te copio y pego: De Rambo@gmail.com a Lolita@hotmail.com 59


Me copiaste otro fragmento de la novela, parece. Después la leo toda entera. Bs Y entonces yo le respondí: De Lolita@hotmail.com to Rambo@hotmail.com Sos gracioso, ¿eh?, bueno, serán las líneas graciosas de la novela que me van a elogiar a mí, no a vos. beso...Lo. Antonio: discúlpame, pero esto que me propusiste, de que en vez de mandarte los mail a vos escriba un diario íntimo, no me va. ¿QUÉ TENGO, 13 AÑOS? Encima no lo lee nadie. Sos mi psicoanalista, o terapeuta, como te gusta llamarte porque sos “ecléctico”, así que báncatelos. Hoy es domingo 21 de julio. Acabo de notar que no renové el pasaporte argentino. No, no es de colgada, es que yo tengo el europeo, madres española, padre polaco, o sea….siempre viajé con el europeo, y no averigüé, y ahora me entró pánico. Le mandé mail a Humbert, me respondió apenas se despertó, pero no estaba seguro, él siempre viajó con los dos. Así que ahora estoy esperando que sea lunes para poder ir a hacer ese trámite de mierda. Odio los trámites, te lo conté alguna vez, varias veces. Pero todo sea por irme lejos con mi amor. ¿Cursi, yo? Cursi es esta pelotuda que se esmera en escribir bien y se la pasa diciendo que conoce la palabra “tautología”. Sí te esmerás en escribir bien, quedás cursi. Si te querés hacer la canchera imitando un porteño que no te sale, quedás patética. La forra ahora se hizo acomodar y se ganó una beca trucha para estar en la ciudad de mi amor. Esto es una novela y puedo decir todo lo que quiera, Antonio. Vos me dijiste: “Universalizar el arte.” Es como en esa película, “Un día de furia”, el título original es “Falling Down”. Bueno, el director es Joel Schumacher, un genio, ningún loco. Él habrá tenido varias veces esas sensaciones y esas fantasías, como la escena donde le preguntan si le quiere agregar algo al combo, y saca una ametralladora en un lugar parecido a un Mc Donald´s. El tipo llega a desayunar, y por cinco minutos dicen que ya no sirven el desayuno, que ahora sirven el almuerzo. Él, sólo 60


quiere desayunar, y le responden con una sonrisa las cosas más insólitas. La escena está muy buena. Bueno, Joel no es ningún loco desquiciado, está sublimando, poniendo en el arte sus días de furia. Bueno, mis novelas, son mis días de furia. Tampoco es que estoy así todos los días, pero los que sí, me siento y escribo. Y sale esto. O sea, a no creerse que yo soy esto, serían unos tarados, como si creyeran que Joel Schumacher es un loco que ametrallaría en Mc Donald´s, o que Kubrick es un psicópata asesino, o que el genio de Alfred es un psicótico por “Psicosis”. Sí, ya sé que me estoy yendo a la mierda con las comparaciones, como siempre, pero es para que la masa entienda. ¿Quién no vió “Psicosis”? En cambio, no todos saben quién es Joel Schumacher. Igual, pienso que si no me dejan viajar porque me falta el pasaporte argentino, o porque notan mi D.N.I está deteriorado, o cualquier otra pelotudez, voy a tener mi gran día de furia en Ezeiza. Pero esto, esto es una novela, que con mucha suerte, y la mano de algún genio, podrá ser cine, pero es eso. Dejá de advertirme, Antonio, por favor. Prefiero hacer estas cosas honestas, y no hacerme la freaky-cursi-resentida-transgresora, que se excita con el olor de la pija de su padre en la boca de su madre. Volviendo al tema de los Exs, qué patético ser ex, definirte como tal. Volviendo, decía: yo, tal vez, alguna vez fui ex, quién sabe. Nadie lo sabe. Ese es el tema. Nunca me definí como ex. Si hay algún ex por ahí, al cual le jodí la vida después de dejarlo, que aparezca. Que llame a los medios. Jamás sucederá. Cuando algo se termina, se termina. Queda el recuerdo, la experiencia, y a pensar que lo mejor está por venir, como dicen los gallegos. Pero eso de “amistad con exs” o “sexo con exs”, es tan, pero tan patético. Sí, Antonio, sigo con vos, pero dejáme que me exprese así, como si le hablase a ÉSTA. O sea, ya sabemos que esto es una novela. Ok, pero también sabemos que la mayoría de esta cosas las estoy hablando con vos en las sesiones, o por mail. Y que te hacen gracia, y que VOS me pedís que las escriba. Bueno, no te vamos a echar la culpa de todo, pero me gusta más decir que mi analista me obligó a publicar esto, porque le pareció muy artístico y gracioso escucharme decir “de chiquita leía el diccionario para impresionar a papá”. Bueno, es que en parte te agradezco, porque no sé si te acordás, que no pasaba de la página 25, y ahora, ya vamos por la 70. Aviso a mis editores: NO ME ACHIQUEN LA LETRA, GRACIAS. El otro día, un amigo resentido de Rambo, me dijo: “Otro de tus méritos, 61


es haber logrado que llamen NOVELA a un librito de 69 páginas”. INDIGNADÍSIMO estaba el tipo. Y sí, logré que lo llamen novela y que me hagan dos notas, reseñas, y entrevistas en diferentes meses y diferentes periodistas del mejor diario de Buenos Aires: Página 12. Y ahora, ya vamos por la página 70, así que no sé cómo la llamarán. ¿La segunda parte de una trilogía, tal vez? Y si la llegasen a llevar al cine, con el más genio de todos, ni te cuento. Y vos, Shakira en decadencia, vas a explotar de envidia. En cambio, yo no te envidio. Para envidiar o elogiar, aspiro más alto. No sé, Angelina Jolie, por ejemplo. Alguien famosa, exitosa, y hermosa en serio. Por mí, que publiques 800 libros más en Planeta, y que escribas miles de notas en “el gran diario argentino”, y que te pongan la fotito de “extranjeros que triunfan en el exterior” en todos los países de tu Latinoamérica. Pero dejá a MÍ BUENOS AIRES, y a mi novio en paz. (Ya es mi novio, ¿lo será?) Bueno, en mi novela, ya lo es. Te lo pedí un día por las buenas, con un mensaje en Facebook, privado, sutil, delicado, buena onda. ¿Y qué hiciste vos con tu gran falta de códigos? Se lo mostraste a Rambo y a todo el grupo del gran diario argentino para cerrarme las puertas. Pero a mí, ni una palabra. De mujer a mujer, de dama a dama, nada. ¿Así que esas son tus reglas del juego? Pues juguemos. Pero hay un territorio donde ya no podés ganarme, en parte, porque no te “interesa mucho el sexo” como bien confesás, y en la otra gran parte, porque tampoco, a él, le interesa el sexo con vos, y lo sabés. Entonces, ya está, es una batalla perdida. La vida sin sexo, es media vida. Así que seguí con tu lucha por otros lados, pero lo van a saber, te lo advierto. Ya que no respondiste en privado mi mensaje, como una dama, te lo digo ahora: vas a poder seguir laburándole la culpa, y pidiéndole favorcitos, porque es un hombre bueno y no se le niega a nadie, menos a los pobres y desamparados, o a los que fingen bien. Pero cada vez que lo hagas, yo me voy a encargar de divulgarlo en internet y las redes sociales. Ganáte becas truchas, premios truchos, subsidios truchos, títulos truchos. Algunos, no muchos, tal vez, me van a creer, o al menos te van a poner en duda. Digo, ¿no es demasiado por puro narcisismo? Sólo por querer ser la última, y que el tipo envejezca solo y se muera con tu foto en la mano? Bueno, egoísta, aparecí yo, y no sólo para “rejuvenecerlo”, como decís vos, sino para amarlo tal como es. Llegué para quedarme, y cumplir años, y más años con él. Llegué para cuidarlo, para protegerlo. Ya que nombrás la cosa edípica, te cuento, yo tengo mucho de su madre, y no sólo la blancura y la rubiez. Tengo rasgos internos importantes, que lo 62


fascinan sin siquiera saberlo. Y además, comparto con ella, el gran desprecio hacia vos, porque las dos lo queremos y lo retamos por tonto, y queremos verlo sufrir. Vos fuiste lo exótico, pero eso no podría durar. Un hombre siempre necesita que lo cuiden. Su frase “ya no quiero más lolitas”, se refería a eso. Esa frase fue un pedido de amor a gritos. De amor de verdad. Y yo se lo di en un beso, con gusto a daiquiri de frutilla. Y después lo invité a un telo. Pero él, todo un caballero, si bien dijo que fue la mejor invitación que le habían hecho en años, me llevó al otro día al cine, y a su cama. Y fue el mejor sexo de mi vida. Y no voy a contar más. De esto sí, que jamás voy a hablar. La intimidad es la intimidad. Al final yo, que me la doy de que cuento todo, tengo más códigos que las que se la dan de serias y formales. Lo voy a defender hasta la muerte, sabélo. Y por esto me ganaré enemigos, miles, no me importa, pero también mucha gente nueva que me va a bancar en esta. Lo sé. El otro día, un amigo me dijo por chat: “Ya casi no hay historias, la gente ya no vive historias intensas, lo tuyo vale mucho”. Ya podemos ir dándole un final, porque tengo muchas cosas que preparar para mi viaje hacia mi amor, que me va a recibir en el aeropuerto de Barcelona, “dopada y con tacos.” Hoy es, o fue, 21 de julio. Domingo 21 de julio. Decían que nevaría en Buenos Aires otra vez, pero sólo cayó “agua nieve”. Rara y linda palabra compuesta: Agua-nieve. Pienso en esa novela que nunca publiqué. “Nieve en Buenos Aires”, refiriéndose a esas cosas que pasan muy cada tanto, cada cien años, en la vida. Ahora, este concepto me parece cursi y meloso, pero cuando dicen que va a nevar, pienso en mi novela y en la charla con otro psicoanalista, donde surgió esa frase. El diálogo era más o menos así: —Bueno, pero te pasó, ¿viste? Vos decías que no te iba a pasar nunca más en la vida, pero te pasó, o sea, no es imposible. —No, imposible no es, pero es como la nieve en Buenos Aires, pasa cada cien años, o sea, ya no me va a volver a pasar. Nos miramos y dijimos: “Ese puede ser el título”. Y esa novela cursi, es la que llevé con carpetitas a Planeta. Qué vergüenza y cuánta inocencia. Una chica desconocida manda una novela cursi a Planeta, calle Independencia, y cree que se gana los cien mil dólares y el reconocimiento 63


público, así como así. Esa vez ganó Berti. Seguramente bien merecido. Retomando: Hoy dormí todo el día. Así que no vi nada del “agua-nieve.” Mañana lo internan a mi viejo para otra de sus operaciones: cáncer de laringe. Pero no voy a escribir sobre esto, que no le interpela a nadie. Digo, les interpela seguro a muchos, el cáncer es tan común como los asuntos amorosos, pero no queremos saber de eso, o al menos, yo no quiero escribir sobre eso. Volviendo al tema de este texto, que interpela, entretiene, y disfruto. Es mis días de furia. Ese podría ser otro buen título. Así podría llamarse la trilogía: “Mis días de furia.” Me está pasando otra vez, pero es un recurso ya usado, y no sé qué hacer. Llega un punto en el cual se me desdibuja el personaje. Lo quiero atrapar y se me va, porque ya terminó. Esta novela ya terminó, pero no. No puede terminar, siento que falta lo más importante. Ahora quiero que compartan conmigo estos días de espera hasta tomarme el avión hacia mi amor. Yo creo que me hago odiar, pero no importa. Son mis días de furia. Aunque hoy, no es uno de esos días (las cuarenta páginas de ayer me calmaron, parece). Hoy estoy “paz y amor” con casi todos. Humbert me mandó otro mail, me manda mails todos los días, y me hace quererlo cada vez más. En estos sueños que tuve esta tarde, en la que me perdí el agua-nieve, soñé de una manera absurda con la fama. En uno estábamos Humberto y yo en una playa en Barcelona, y aparecían unos fotógrafos y nos sacaban fotos. Al otro día éramos tapa de “Caras”, y de “Gente” (¿vieron que siempre se repiten?) El titular de caras era: “Humberto Plotovich con su nueva novia 35 años menor que él en las playas de Barcelona”. El de Gente era mejor: “Plotovich y su chica k haciendo topless en España”, en Perfil. Y el mejor, el de “Humberto Plotovich y su rubia troska.” Otro de los sueños era así: estaba con gente amiga en Nueva York, gente de cine (en este sueño no estaba Humberto), y aparecían publicidades con imágenes mías, en un descapotable, con los pelos rubios al viento. Publicidad que yo nunca había aceptado filmar, pero recordaba haber estado jugando con un compañero de cine y su cámara, en un auto alquilado. Una chica que estaba al lado mío me dice: “Boluda, usaron tu imagen sin avisarte. Tenés que reclamar. Además, la guita que habrán cobrado por eso y no te dieron nada. Andá a averiguar”. Yo me acercaba a 64


un grupito, que no sé por qué sabía que sabrían —cosas de sueños— y me dicen: “Nosotros no tuvimos nada que ver, fue un tal Leonel”. Y yo le digo: “Ay, bueno, díganle que muchas gracias, que me sacó divina, y que es un honor que me haya puesto a mí en vez de a una modelo, y que me encantó verme ahí en esas pantallas gigantes de N.Y. Chauu”. Este sueño se lo conté a mi madre y me dijo: “¿Ves? ¡Ahí está! Tu nula relación con el dinero, claro, como nunca te hizo falta. Ahora, el día que no estemos, dios mío qué va a ser de vos. Y yo me acordé del tema de Serrat que mi mamá escuchaba cuando yo era chica: “Qué va a ser de ti lejos de casa, nena, qué va a ser de ti…”, y me fui cantando eso por la casa, mientras ella, como auténtica gallega, sufría de manera auténtica. Estas son las partes que escribo al pedo, para rellenar, y después alguien rescata y me dice: “qué genial esa parte, cómo se te ocurrió poner tal cosa”, y yo pienso: “Pero eso era relleno, lo importante está en las otras páginas”. Pero no digo nada, e improviso una respuesta que simula que tengo todo bajo control. Bien, vamos por la página54, ya es 22, y falta menos para el 7 de agosto. A veces me pongo ansiosa y quiero que sea ya. Otras digo, no, mejor que falten 15 días así me embellezco más para Humberto, me hago limpieza de cutis, voy cinco veces al gimnasio, hago 200 abdominales y tres horas más de bicicleta (qué pavadas, como si eso se notara). Y voy a la peluquería, me hago mechitas más rubias, y una de color rosa, o verde, y otro piearcing (aunque en vez de parecerle sexy, le da impresión, y lo relaciona con la tortura y blablablá). Basta Humbert, los piearcing no son torturas comerciales y mis dos tatuajes tampoco. Uno es prohibido y sólo para vos. Aunque escriba esto, nadie nunca jamás lo verá. Y te vas a emocionar cuando lo veas, o dirás “estás loca, ¿cómo hiciste eso?” o “tenemos que hablar, esto está yendo demasiado rápido”. Pero yo, después, te voy a pedir que me pases cremita por el tatuaje, y ahí te va a encantar que en el templo prohibido haya grabado para siempre la mitad de tu nombre, “Hum”, con un corazoncito rojo, y te vas a calentar como siempre. Hay una parte que no entiendo. Al final, no siempre pero algunas veces, yo le digo, muy en serio, con cara seria y toda: “¿Y? Soy diferente a todas, ¿no?”. Y él se ríe mucho. Se ríe con ganas. No entiendo, ¿esa risa, es un Sí? ¿Soy diferente a todas? ¿Qué es esa risa? ¿Dónde está el chiste? ¿Es por cómo me la creo? Pero sí es el único segundo en el cual me la creo, Hum, después del orgasmo. Ahí, me creo la mejor de mundo. Y dura eso, un segundo o 65


dos. ¿Por qué te reís? Hoy empecé a tomar pastillas anticonceptivas, porque hoy me indispuse, y por eso, además estoy calmadita. De paso les cuento a los hombres: hay que tomarlas el primer día que te viene, para que funcione, y el 7 ya voy a estar allá. No, en realidad llego el 8, y Hum me va a ir a buscar al aeropuerto “dopada y con tacos”. Bueno, yo le digo siempre “no me embaraces, eh” y él se ríe y dice “ni loco” y me da muchos besos. Yo se lo digo como un gesto de caballerosidad al revés, haciendo gala de su virilidad. Por eso Hum, no da que me respondas “ni loco, o, ni en pedo”. Pero igual, él es muy confiado, demasiado. ¿Cómo sabe que yo la tomo siempre? Yo la tomo siempre, lo juro, y no quiero embarazarme, pero él, ¿por qué confía tanto en mí? ¿Y si soy una de esas locas que las tira por el inodoro? Ay, no mi Humbert, no te asustes, obvio que las tomo, vos sabés muy bien que no quiero que me embaraces, pero los dos sabemos que fantaseamos con eso, como todo enamorado. Hoy es uno de esos días donde no lo dudo. Estamos los dos muy enamorados. Qué lindo es estar indispuesta. Igual yo la tomo siempre, pero le digo: “Mirá que yo no quiero embarazarme, pero si pasa, no abortaría eh, o sea, todo bien con el aborto y con la legalización y con tu madre feminista, pero sólo digo que YO, no podría, ¿entendés? Estoy a favor de la legalización, obvio, pero digo que yo, sólo yo…tendría pesadillas después.” Otra cosa que le causó gracia. “¿Sólo por las pesadillas?”, preguntó mientras se cagaba de risa. Una vez soñé que estábamos en su cama, la primera vez que dormí en su cama. Yo soñé en la cama, que estaba en la cama, que entraba una mina desquiciada y me tiraba un bebé vivo en la cama y se iba. Y cuando se lo conté, me preguntó: “¿Por qué dijiste un bebé vivo?” y yo le dije, “porque era un bebé vivo, no era un bebé muerto”, “sí, pero la gente suele decir: un bebé, y listo, se supone que al decir un bebé es un bebé vivo”. Y yo le dije: “ay, bueno, era una pesadilla, podría haber sido un bebé muerto, pero era un bebé vivo.” O sea, que la primera vez que dormí en la cama de Humberto tuve pesadillas. Y yo le decía a la mina desquiciada del sueño: “Loca, ¿cómo hacés una cosa así?? ¿Cómo me lo tirás, así?? ¿¿No ves que se puede lastimar??”. Y ahí me desperté, y bajé a buscar a Humberto, y lo abracé, y después, se lo conté. Humberto ya tiene un hijo, un hijo grande. Y no necesita más hijos. Y yo tampoco. Humberto puede ser mi hijo varón y yo su hija mujer, de a ratos. Me gusta que él haya pasado por muchas cosas en su vida. Y que sea un 66


papito hermoso de un hijo grande. Un hijo grande es lo mejor que puede tener, porque es como un amigo, pero al que se lo quiere más que un amigo. Si fuese ahora un nenito de cinco o seis años, no me lo bancaría. No me gustan los niños, creo. Me gustan los hijos, que no es lo mismo. Me gusta que Humberto tenga un hijo grande con el que va a la cancha y a cenar y esas cosas. Me gusta que sea papá, y me encanta, y agradezco al cielo, que ese hijo haya nacido varón y no mujer —gracias Dios—, porque si no sería una terrible competencia feroz, y de esas ya tuve muchas en mi vida y no quiero más. No quiero más de ESAS. Así que disfruto cuando me cuenta de su hijo grande, a quien a veces llama “el niño”. Me parece tan tierno, entonces yo le digo, “qué papito hermoso que sos”, y me lo como a besos. No necesito conocerlo, porque me gusta imaginármelo y sentir que eso es sólo de él. Es su relato y me lo cuenta a mí, y hay cosas que no tienen por qué pasar a lo real conmigo. Es su niño, y él es un papito hermoso para siempre de un niño al que imagino a veces como en ese cuadro que vi en su casa: Humberto de dos años corriendo con un enterito con tiradores, rubiecito, regordete, hermoso, el bebé más precioso del mundo. Mi bebé. Bueno, ya estoy como para una sesión hoy, ¿no? Se me va el día de furia y me viene el día de perversión sin límites. Saludable perversión. Esto no es nada. Lo fuerte perverso y hermoso de verdad, jamás lo voy a contar ni por escrito, ni por oral, ni por privado, ni por chat, ni lo sueñen. Saben que hay cosas que jamás digo. Ni drogada ni “enchispada”. La madre de Humberto es hermosa. La vi en fotos. Es fina, delicada y hermosa. Me encantó verla. Y tampoco necesito conocerla. Me gusta el relato que me hace de su madre. Me encanta cuando lo llama por teléfono. Le conozco la voz por el contestador automático (sí, hay gente que todavía tiene de esos contestadores automáticos antiguos y los ponen el altavoz). Un peligro, Humberto, pensálo. Pero bueno, me encanta cuando la mamá lo llama casi a gritos desde el contestador y él corre al teléfono. Siempre dice que es casualidad que llame siempre que estoy yo, pero que no lo llama taaaanto como parece. Mi lindo, no necesitás esconderme eso, que también me gusta de vos. Y las conversaciones son muy graciosas. Son de dos personas de inteligencia superior. La vos de la madre se sigue oyendo los primeros minutos cuando atiende. Una vez escuché un diálogo muy gracioso: —Holaaaa, Holaaaaa, se escucha mal. 67


—Es que yo hablo mal, madre. Ahí también casi me lo como a besos, pero no podría haber interrumpido esa charla con su madre, así que esperé a que corte y me le tiré encima, literalmente. Ay, acabo de tener una visión repentina. Señora, por las dudas si usted lee esto, no se ofenda. Sepa que usted hizo un hijo muy deseable, un hombre muy deseable, para todas y para todos. Eso creo yo. Y que es todo mérito suyo. Usted es psicoanalista y sabe que la piel del bebé se erotiza con las primeras caricias de la madre y la mirada y todo eso. Yo los vi en un cuadro, en una foto, usted lo miraba así, como hay que mirar al bebé. Y le salió perfecto. Pero no se sienta celosa de mí, sepa que yo siempre sabré que usted está primero y siempre lo estará, y eso es algo que sí voy a respetar. No como otras “cositas” que ya sabemos a esta altura de la soirée que no me salen respetar un carajo, y sospecho que a usted tampoco, así que con usted, sí, cuando le parezca, podríamos tomar un té una tarde. Las dos solas. Y hablar de nuestros puntos en común. Sin nadie alrededor y sin que nadie se sienta ofendido. Ay, qué placer saberme coincidir con usted a la distancia. Yo se lo cuido, se lo vigilo de cerca, no se preocupe. Y sepa que cada vez que suena el contestador, estemos haciendo lo que estemos haciendo, yo le ordeno: “Andá a atender a tu madre”, y lo empujo. Es un nene de mamá aunque lo niegue, y eso me fascina. Ah, y otra cosa. Algo que yo siempre pensé. Debe ser muy difícil convertir a un hombre en un caballero. Eso, sin desmerecer el rol del padre, por supuesto, es siempre mérito de la madre. Que él sea tan caballero y lo haya sido siempre, mal que me pese recordar que con otras también, eso es SU trabajo, señora. Gracias por haberlo hecho caballero y feminista. Eternamente agradecida. Y a usted ,sí, le firmo: Dolores Rozenbelt. Bueno, podríamos terminar acá, ¿no? Quedaría genial. Quedaría genial pero no voy a dejarlos sin el relato de mi viaje a Barcelona.

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El final Un día me dice que me había comprado un vestido blanco de algodón, desde allá en una tienda de Belgrano, que lo había pagado con tarjeta. Que vaya a buscarlo, y que le mande después una foto con ese vestido. Lo puteaba, histérico de mierda, pero me encantaba la idea. Me mandó un regalo. Me compró un vestido y quiere fotos!! Fui hasta la dirección. Cabildo y Echeverría, a una cuadra. No había ningún local de ropa. Saqué un cigarrillo y empecé a fumar. Saqué el celular para chequear la dirección. Era esa. Era una galería. No había un local de ropa en eso local de la galería, se habrá equivocado. Había otra cosa, que parecía una inmobiliaria o una oficina o algo así. En eso se me ocurre subir. Era una agencia de viajes. Abro la puerta temblando. Había otra gente. Pregunto casi sin voz y toda colorada: “Yo sólo quería saber si alguien mandó un pasaje a nombre de…” y me interrumpen: “Sí, a Barcelona, vuelo directo por Aerolíneas, en ejecutiva.” El tipo seguía hablándome y yo sentía que el corazón se me salía del pe70


cho. Te vas el 7 volves el 28, podés llevar un equipaje de mano de no más de diez kilos y otra valija para despachar. Siguió hablando pero ya no lo escuché más. Después de unos minutos de felicidad congelada, empiezo a pensar en las cosas prácticas. No tengo dólares para llevar ni plata como para comprar dólares. Me gasté todo en mi viaje anterior. Creen que no califico para comprar dólares pero igual me dicen: “andá por las dudas a la Afip con el pasaje”. Agarro el pasaje y me voy casi corriendo. Una vez en la Afip: —Pero ustedes están atentando contra las relaciones interpersonales!!” o sea…las están poniendo a prueba mal, con esto. Es obvio que si me voy diez o quince días a Barcelona no es por turismo sino por una cuestión personal. Y ustedes me prohíben comprar unos pocos dólares. O sea, yo entiendo que si quisiera invertir cien mil dólares, me obliguen a hacerlo en mi país, y hasta puedo apoyarlo eso. O incluso si me quiero ir a un Crucero por Europa me obliguen a tomarlo por la Patagonia. Pero en este caso, me están impidiendo comprar 5000 pesos de dólares…¿se dan cuenta de lo que eso significa? Significa que lo voy a tener que comprar en la cuevita y eso sería tener la mitad! La mitad de algo que ya es poquísimo! —¿Qué cuevita? Eso es ilegal” —Ah, encima de que me quieren mutilar el deseo, también me podrían llevar presa? No lo puedo creer. De verdad, no lo puedo creer.” —No vuelvas a mencionar lo de la cuevita, por favor. —Encima qué importa si no tengo bienes a mi nombre?? No, no tengo bienes a mi nombre…podría tenerlos y no los tengo justamente para evitarlos a ustedes que no los entiendo. —¿Vos estás queriendo decir que no tenés bienes declarados?” —No…estoy diciendo que no tengo bienes. ¿Qué problema hay si no tengo bienes a mi nombre? ¿Si no tengo un sueldo fijo? ¿Si tenía un auto y lo vendí? ¿No pueden invitarme, acaso? ¿No doy con el perfil? ¿Nadie 71


da con ese perfil, ahora? Antes sí…era común…ahora ¿Es un delito? ¿No está contemplado en el formulario la opción personal? ¿Me invitó una tía? ¿Me invitó un novio? ¿Voy porque extraño a alguien? Esta política cambió todo. Es terrible. No sé todavía si lo mejora o lo empeora, pero es terrible. Es terrible cómo esto afecta a las relaciones y a las reacciones emocionales. Vean esto: Me compraría algo de ropa y un perfume Armani clásico para él, pasearía por la ciudad, sacaría fotos con una Tablet, saldríamos a cenar y a veces podría decir “pago yo”. Me sobraron 5000 pesos con los cuales no puedo hacer nada (pongamosle que no hago nada ilegal) o sea, ¿Llego así, sin un dólar, a decirle “hacete cargo de mí, alimentame con frutas silvestres y yuka como en el cuento de Galeano”? ¿y si él no llegase a venir al aeropuerto? ¿Me quedo ahí adentro, como una huerfanita refugiada de Siria esperando a que la embajada argentina y mis padres me rescaten? Es ridículo. Entonces, me hacen tomar una decisión importantísima: “Qué hago con este panorama? ¿Voy igual? ¿Dejo mi confort de Buenos Aires y me arriesgo? ¿Y él, en estas circunstancias, me recibirá igual? ¿Cómo se lo digo? Ay gracias mi lindo por el pasaje pero ¿sabés una cosa?, no llevo nada de plata. O sea si me quiebro un tobillo por usar tacos te vas a tener que hacer cargo de todo vos. —No uses tacos. —Era un ejemplo. ¿Se dan cuenta? Es una prueba de fuego para cualquier persona. Es: ¿cuánto te importa esto? ¿Hasta dónde? No hay medias tintas. Y todo suena muy lindo, pero a cambio de qué este muro de Berlín? ¿Dónde están los ideales y los murales de Lenin? ¿Dónde están o para qué causa justa en la cual están siendo utilizados esos dólares que no pueden salir del país? Ni ustedes lo saben explicar. ¿La energía? Esta política cambió las relaciones personales. Y eso me pone así como muy nerviosa, me da vértigo, me asusta y a la vez no sé si será mejor o peor, pero al no haber opción, la única que te queda es: ¿Lo hacés igual o no? —¿Y lo hacés igual? 72


—Sí…obvio, no me van a matar el deseo tan fácil. “Ahora, la pregunta del millón…¿Te recibirá igual, así de pobre?” No me hicieron esa pregunta. Me la hice yo.

Llegué al aeropuerto de Barcelona vestida como una diva de cine de los cuarenta. Apenas salí lo vi a Humbert, que había esperado como dos horas. Nos abrazamos, nos dimos un beso. “Ya nadie viaja así, tan bien vestida”. Sí, me di cuenta. Todos en jean o joggineta y yo de fiesta. Saqué del bolso los marlboro que me había pedido —lo noté nervioso— y un Armani que le había comprado en el dutty free. Nos fuimos abrazados en un taxi. —¿Acá los taxistas no te hablan, no? —No creo que estemos en posición de que nos de charla nadie. Veníamos abrazandonos y yo lo tocaba y lo besaba y todo era tan perfecto. —¿Sabías que esto ya no se hace no? —¿Qué cosa? —Ir a buscar a alguien al aeropuerto. —¿Qué no se va a hacer si estaba lleno de gente, con carteles y todo? —¿Bueno será que yo no lo hago hace años? —¿En serio me decís? ¿Hace años que no lo hacés por una mujer? —Ni por una mujer ni por un perro ni por nadie. —Ay qué hermosa confesión, me siento tan privilegiada. No puedo creer que esté acá con vos al fin! Gracias por irme a buscar! Llegamos a la casa. Era una calle empedrada y una casa hermosa en el segundo piso, que entrabas por un portón medieval de madera. Todo me sonaba a otra época. Colonial, Mexicano, de película. No era la Barcelona Moderna. Era el casco antiguo de la ciudad. No recuerdo qué fue lo primero que hicimos cuando llegamos. Yo todavía estaba muy sedada por los cuatro clonazepan que había tomado en el 73


avión. Sí creo que me fui a cambiar y me puse ropa cómoda pero sexy. Algo así. No sé qué pasó pero terminamos en la cama, teniendo otra vez ese sexo increíble. Me dio a probar ese vino griego que había comprado para mí cuando me dijo que en Grecia había conocido el mejor vino del mundo. Era un vino blanco que se llamaba Retsina y era realmente muy rico. Yo había tomado sedantes para el avión y mi claustrofobia, se suponía que no podía tomar alcohol pero tomé igual. Después de eso nos preparamos para salir a cenar. Nuestra primera cena. Yo ya estaba en otro mundo, y encima Humbert pide más vino —de esos buenos vinos que le gustan a él. La cena estuvo perfecta, salvo algunas desubicaciones mías producto —me defiendo aquí— de tantos brebajes y pastillas. La moza lo reconoce: “Usted no es…? Y yo la interrumpo de manera posesiva: “No, es muy parecido.” Esa fue la primera cagada del viaje. Humberto estaba mirando el menú y me miró no pudiendo creer lo que yo había dicho. Enseguida me dí cuenta y le dije “Ay perdoná ¿querés que vaya y le diga que sí, que sos vos?” ”No hagas nada más por favor.” Me dijo serio. Después siguió todo bien pero no me acuerdo mucho. Sé que caminamos —por iniciativa mía— por la playa y por el espigón y él tenía miedo de que me cayera al mar. Cuando volvíamos yo no podía caminar derecha. Entre los tacos, el clonazepan que quedaba en sangre, el vino retsina y el otro vino de la cena, mi cuerpito necesitó sostenerse de él para caminar. Humberto se enojó. —No tomés la misma cantidad de alcohol que yo si pesas la mitad. Y no te pongas tacos si no sabés usarlos. Se enojó pero a la mañana siguiente como siempre se le pasó y me despertó acariciándome y otra vez tuvimos ese sexo único, increíble, irrepetible, desconocido para mí. Pero, algo había pasado entre esa noche y esa mañana. Tipo cuatro de la madrugada, yo, bajo todos los efectos de todo, me había despertado, no podía creer adónde estaba. Miré por la ventana esa calle que parecía de cuento. Abrí mi compu, mandé mails a mi familia y amigos diciendo que había llegado bien y que era muy feliz. Y en ese estado de “No medís las consecuencias de nada” cometí otra vez el mismo error fatal que nos había hecho pelear unos meses antes. Pero fue un error que detuve a tiempo. Quise mirar su casilla de Gmail a ver si la 74


ex le seguía mandando mensajes. Esa casilla que deja siempre logueada y con el monitor encendido y que es como cuando ves un muerto en la calle y no querés mirar pero el morbo te puede más. No vi su nombre en la primera página, quise pasar a la segunda y enseguida dije: “No, ya fue, si estoy siendo re-feliz, para qué buscar algo que me haga mal” pero parece que toqué no sé qué botón y a la mañana siguiente —después del sexo increíble— mientras yo le preparaba su mate amargo me dice: “Volviste a hacer lo mismo. Otra vez.” Ay no!!! Lo arruiné todo!!! Me quería matar! Le expliqué que a la madrugada estaba muy drogada por todo y que ni sabía lo que hacía y que me perdonase que no vi nada que sólo toqué pero no vi nada y que le juraba no volver a hacerlo nunca más. Pasó eso y en los otros días hacía chistes. Yo me levantaba temprano. Le preparaba su desayuno con almendras y maníes y cereales y mate amargo. Creo que nunca fui tan feliz. El se despertaba, me veía ahí con la cocina limpia y el desayuno en un mantelito y decía: “Y? ¿Alguna novedad en mi computadora?” Uff qué alivio, pensé: me perdonó otra vez. Un día me metí en su placard y vi las camisas todas arrugadas y le dije: “te las voy a planchar” y eso le gustó. No podía mi genio ir así a los lugares importantes y en Barcelona no tenía empleada doméstica. Nunca en mi vida había sentido la necesidad de plancharle la camisa a un hombre. Recordé que un día mi abuela me lo había enseñado. No es cosa fácil planchar una camisa. Quedaron más o menos bien y yo lloré un poco por mi abuela que había muerto hacía tan poco. Le elegí la camisa para salir esa noche. Una camisa negra, antigua, de una marca que ya no existe, y le quedaba hermosa. Así siguieron los mejores días de mi vida. Después del desayuno él escribía dos o tres horas y pasábamos el resto del día juntos. Yo le decía: “Bueno me voy a la playa así no te molesto” y me decía “Podés no molestarme acá, también” y yo lo tomaba como un acto disimulado de celos, o un pedido desesperado de que me quedara cerca suyo. Pero no podía no molestarlo ahí. Era un imán muy fuerte. Pasaba y lo besaba o le hablaba y lo distraía. Así que yo antes del almuerzo me iba a caminar por la playa. Volvía y él cocinaba una ensalada riquísima, siempre con salmón 75


o algo así. Después nos tirábamos en la cama —otra vez sexo increíble— o íbamos a dar una vuelta. A la noche, casi todas las noches, me llevaba a cenar a lugares increíbles y a probar comida que nunca había probado. Una noche le dije: “Me encanta que me lleves a cenar afuera, a qué mujer no le gusta. Pero hoy te quiero cocinar yo.” Puso cara de “que miedo” y dijo: “Pero no hay nada” Y yo dije, algo voy a encontrar. Quiero demostrarte que puedo estar con vos tanto en la abundancia como en la pobreza. Y quería seguir diciendo: “En la salud como en la enfermedad, en la prosperidad como en la adversidad, hasta que la muerte nos separe.” Se resignó, aprovechó para terminar de escribir unos artículos y yo cocinaba pero le pedía que no me mirase, que me ponía nerviosa. Puse en una olla todo lo que había. Piqué cebolla, ajo, ají, tomates, puse unos fideos que había hecho él el día anterior, riquísimos, abrí una lata de sardinas y otra de atún , le puse casi todos los condimentos que encontré y cuando estaba listo le pregunté: —¿Esto se come con vino tinto, no? Lo probó, se sonrió y me dijo. Está bien, te salió muy bien tu guiso villero. Me hizo reír mucho. Sobró guiso como para cinco personas más. Al otro día, finalmente, fuimos a comer comida hindú. Una de mis preferidas. Me cumplía todos los gustos. Me bajaba las películas que quería ver con subtítulos en español porque no llego a entender del todo ningún idioma y empezamos a ver una serie que le recomendó su amigo el gran escritor español. Era hermoso ver una película en la cama, abrazada con él y escuchando sus comentarios. Estaba fascinado porque había logrado conectar el proyector en la habitación mirando hacia la inmensa pared y había hecho un cine perfecto con un sonido perfecto y conseguía todos los subtítulos en español para mí, aunque le llevase muchos minutos. No se resignaba. Todo lo quería hacer perfecto. Como su libro. Tan distinto a mí, que soy puro caos. Acá tengo que aclarar que mientras hacía todo eso, lo que iba conectado al proyector era su computadora, sí, su mac, y ¿qué se veía en pantalla gigante? Su Gmail con todas las primeras frases de sus remitentes, y yo por respeto me tapaba la cara con la almohada y le decía: “¿Ya está?” y me preguntaba ¿por qué mierrrda no lo cierra? Por qué no pone la página de 76


escritorio? Qué tortura por Dios. Finalmente decía “Ya está” y yo podía mirar. La noche que fuimos a cenar al lugar hindú, en un lugar que dicen que es medio peligroso, fue la mejor. Yo por supuesto tomé sólo agua mineral para que no se enojase otra vez. Había entendido la consigna: Vino, sólo en la casa. Afuera, nada que me haga caminar perdiendo el eje. Estábamos en la terraza de un lugar. Yo al final, antes de irnos, entro al baño. Tardo un poco porque me estaba maquillando. El baño era compartido, como los baños turcos. Había un hombre al lado mío que me miraba. Cuando salí estaba Humbert en la puerta del baño, cuidándome. “Estaba preocupado” me dijo. Lo quise tanto. Esa noche volvimos, yo no tenía tacos y había tomado agua mineral así que no hubo enojo de su parte. Los días pasaron para mí felices y rápidos. Paseos, desayunos, sesión de fotos, sexo impresionante, películas, series, más sexo impresionante, cenas en lugares de lujo, cenas en lugares peligrosos, más sexo impresionante, compras en lo chinos —hay muchos chinos en Barcelona, en ese barrio, como en Buenos Aires— más sexo impresionante, uvas verdes, mate amargo, tabaco con manzana. Un tango que cantó una vez y me puso de mal humor pero después me besó y se me pasó. En la casa había una ventana en la que se veía un lugar lleno de terracitas con turistas y músicos que tocaban siempre lo mismo. Humbert ya estaba harto de escucharlos. Una noche me dice que va a venir a tomar un champagne y unas tapas un amigo, un importante escritor español. Yo no lo podía creer. Le digo: “si querés me voy a dar una vuelta”, y me pega una cachetadita tierna. Quería que me quede a conocer a su amigo! Humbert y yo, frente a la primera persona importante del mundo que nos vería juntos: el mejor escritor de España. Ese día limpié la cocina y el baño y Humbert dijo: “qué limpieza” y yo dije: “es que viene tu amigo” y me dijo: “ah, lo hacés por él” y yo me lo comí a besos. Mientras ponía la mesa saco unas velas y me dice: “pará no exageres, es un amigo, no una cita.” Las tapas las hizo Humbert, riquísimas. El escritor importante español trajo el champagne. Antes me compró boquerones en vinagre porque me 77


gustaban. Me daba todos los gustos. Pero las tapas que había hecho él estaban más ricas que los boquerones de El Corte Inglés. Vino el amigo y fue todo tan lindo. Era tan natural estar a su lado, sentirme su mujer. El amigo, un divino, me comparó con una actriz lindísima —con la cual no tengo nada que ver— pero fue un hermoso gesto de su parte, decirme eso delante de Humbert como diciéndole: “qué linda tu…¿novia?” No sabía todavía qué cosa eramos pero no importaba mucho. Todo era perfecto. Se fue el amigo y Humbert se puso a ver un partido de Boca en el living. Le dije que me quería quedar a verlo con él y me dormí en el sillón, y creo que —no sé cómo— me llevó después hasta la cama. En un momento de la noche otra vez tuvimos sexo impresionante. Cada vez era mejor. La primera vez fue la prueba de fuego. Yo me acuerdo que tenía miedo de que viese mi tatuaje y ahí se corte todo y diga: “No, pará te estás equivocando” pero en un momento no pude evitar que me diese vuelta en la cama, y mientras me cogía yo le preguntaba: “¿Pero lo estás leyendo?” y él cada vez se excitaba más y yo no estaba segura de si lo leía o no, porque había poca luz, o sea que esa noche sólo me concentré en su racción y al final acabó adentro mío y cuando se acostó a mi lado le pregunté: “¿Lo leíste??” y me dijo riéndose: “por lo menos no tiene faltas de ortografía”. Tonto!! Yo no tengo faltas de ortografía!! tengo erratas y errores de tipeo porque soy desprolija y espontánea. Fue muy gracioso. O sea, le gustó, lo excitó y no me cagó a pedos ni me bajó de un hondazo. Buena señal. Una amiga me decía: “Boluda, cuando vea ese tatuaje va a ser un punto de inflexión”. El sexo era cada vez mejor. No puedo explicarlo pero Humbert acabando es el hombre más tierno del mundo. No puedo olvidarme de ese momento, yo arriba de él y pidiéndole —yo le hablo todo el tiempo, y el muy poco, pero esa vez me habló! Me dijo sól : “¿querés?” y acabó adentro mío y yo sentí que me amaba. Eso me marcó. No sé cómo podría ahora tener sexo con otro si él no vuelve. Cuando llego a Buenos Aires tenía un mail de él: “Llegaste bien? Tu olor se quedó acá”

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Epílogo Podría contar como última escena, la vez que le dije en su casa de Barcelona: “Yo voy a estar leyendo acá en la placita de abajo, si querés mirame”. Su escritorio no daba a la placita, daba a un patio interno. La placita se veía desde la habitación. Para ir a mirarme tendría que ir hasta su habitación. En un momento siento que me caen cosas al lado, en el banco. Pienso que son cosas que caen de un árbol y sigo leyendo, muy concentrada, el último libro de Humbert. Al final un cosito me cae en la cabeza. Miro para arriba y era él que me estaba tirando maníes. Lo veo desde abajo, me sonríe y le devuelvo la sonrisa. Cuando le conté esa escena a mis amigos escritores me dijeron: “Eso es amor Lolita, eso es amor no del obvio, no del cursi, esa escena es mejor que un te amo. El tipo dejó su escritorio, fue a mirar si la chica estabas donde le dijo que iba a estar y le empezó a tirar maníes desde la ventana. 79


Eso es Occhi Giorni de Mijalkov, qué bien que narras el amor.” Jamás les dije que yo no inventé nada, que todo esto fue real. Que esta historia es otra historia más de Humbert, que apenas, como pude, yo registré.

Noviembre, 2013. Buenos Aires.

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Índice La ida.................................................6 La vuelta...........................................34 El final.................................................70 Epílogo...............................................79


Tu Ăşltima Lolita Luz Marus


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