El cuento como recurso didáctico Dentro de los diferentes géneros, los cuentos son, sin duda, uno de los principales recursos para acercar a los niños a la literatura, pero especialmente, para conocer el lenguaje escrito. Suele ser, además, el primer acercamiento que tiene el niño a la literatura oral y escrita. La narrativa es todo aquello donde se cuenta la historia de un personaje real o imaginario, y un cuento refleja una experiencia breve y concentrada de ese personaje. En este sentido, el cuento, por su alto valor educativo, es un recurso altamente efectivo para alcanzar los diferentes objetivos del proceso de enseñanza y aprendizaje. El cuento constituye una herramienta imprescindible como contenido del currículo y como recurso. Como ámbito de aprendizaje, nos ofrece un lenguaje que usa la imagen y las palabras. Como recurso, nos sirve para estimular el vocabulario, asociar significado (definiciones) a significantes (palabras), enseñar valores, estimular secuencias temporales de antecedentes–consecuentes… Apoyándonos en la obra de Pérez y otros, 2007, el cuento como recurso didáctico tendría las siguientes funciones: Motivar y aglutinar nuevos aprendizajes. Introducir y desarrollar las diferentes unidades didácticas. Potenciar el desarrollo evolutivo del niño a nivel lingüístico, cognitivo, social y afectivo. Trabajar la expresión plástica, expresiva y emotiva. Favorecer la expresión de emociones y la gestión de las mismas a través del “efecto terapéutico” que, según Bettelheim tienen los cuentos, pues ofrece a los niños instrumentos y recursos para enfrentarse a situaciones tales como la envidia, los celos, la muerte, la separación de la familia… Servir de fuente de ocio, distracción y deleite del niño. Complementar y reforzar los aprendizajes. Estrechar lazos entre el educador y los niños, puesto que establece conversaciones e interacciones de calidad. Globalizar los aprendizajes, ya que a través de un cuento se pueden trabajar contenidos de las tres áreas básicas del currículo. Desde el área de conocimiento de sí mismo y autonomía personal, los cuentos ayudan a conformar una imagen más ajustada de sí mismo, de comprensión de sus sentimientos a través de los personajes, incorporar valores como el compañerismo, la solidaridad o la tolerancia. Desde el área de conocimiento del entorno, se perciben aspectos de la realidad, objetos, fenómenos atmosféricos y grupos sociales. Se incorporan paulatinamente conceptos espaciales y temporales a través de las distintas secuencias narrativas, se aprende a distinguir la realidad de lo fantástico, la casualidad de los fenómenos… Del área de lenguaje, desarrollar la comunicación y representación del cuento nos sirve para la adquisición de vocabulario, uso del lenguaje oral, guardar turno, usar las diferentes formas de representación al pintar, dramatizar o cantar partes del cuerpo, familiarizarse con la representación gráfica de las palabras y otras como el tamaño, el peso, la forma … ¿Y cómo se cuentan los cuentos?
Contar un cuento no es leer, sino escenificarlo a través de la voz, los gestos y los movimientos de las manos y la postura corporal. La frase “érase una vez…” abre una puerta mágica de vivencia y estímulo. Para los educadores en el aula, y para todos en general, es necesario tener en cuenta factores como: El tiempo, es decir, cuándo se hace o se lleva a cabo. Habrá que amoldarse al grupo y al objetivo (como motivación o presentación de un centro de interés, como elemento de relajación después del recreo, como cierre de la jornada para recapitular lo aprendido del día…) El lugar. Tendrá que ser un lugar cómodo, con colchonetas, alfombras o cojines. Se aconseja formar un semicírculo para que todos vean al narrador, utilizar imágenes u objetos para favorecer la atmósfera. En cuanto a la narración, según Brayant, hay que tener en cuenta: nunca interrumpir el relato del cuento una vez empezado; dejar que el niño saboree los momentos de humor, horror, suspense… que aparezcan; invitarles a que participen activamente en la narración, cantando las canciones o imitando el sonido de los animales; conseguir que el niño disfrute del cuento, que se meta en su fantasía y se deje llevar al mundo de la imaginación y la maravilla… ¿Cómo podemos motivar a la lectura desde el ámbito familiar? Dado que la familia es el mejor lugar donde podemos hacer que nazca y se contagie el hábito lector, hay que cuidar especialmente esos momentos. Podemos crear un rincón de lectura, que será un espacio ideal, acogedor y cómodo, donde nos motivemos a leer y que tenga los libros a su alcance pudiéndolos manipular libremente. También podemos aprovechar el momento de antes de dormir, acompañándolo en su propia habitación. Es importante conocer qué libros son los más adecuados para ellos, ya no tanto por edad, sino más bien por sus habilidades y capacidades lectoras, pero también dejar que elijan libremente entre la selección que les propongamos; si son partícipes del proceso de elección, se motivarán más. Nuestros hijos e hijas aprenden más de lo que hacemos que de lo que decimos. Pues entonces, que nos vean leyendo, que nos pregunten por qué página nos andamos, o de qué va la historia que tenemos entre manos. Hacer de la lectura un momento divertido, en el que compartimos experiencias y estamos juntos, evitando que se convierta en una obligación. Miriam Fernández