EL NIテ前 AVENTURERO
EL NIテ前 AVENTURERO Jorge Mitri
En una humilde choza de maderos con techo de paja, vivía un niño que deseaba aventurarse con la espada de madera que le dio un día su padre, para que
siguiera
con
su
legado
como
peleador. Su papá murió al pelear contra varias bestias para ganar un premio que le daría fama y riqueza, reto que afrontó para que su familia tuviera una vida feliz.
El niño decidió un día adentrarse al bosque, que podría decirse que era el jardín de su choza; para encontrar un animal feo y peligroso como un gran monstruo, para entrenar y poder hacer lo que su padre no pudo. En el bosque había muchos árboles que tapaban la luz del sol, pero eso no le importaba porque él era muy valiente. Pasó mucho tiempo y al niño le dio hambre, pero esos árboles no tenían frutos, estaba pensando en irse a su casa pero
no
lo
hizo
por
unos animales
brillantes
que
iluminaban
su
camino.
Cuando miraba la luz de los animalitos, vio una que no daba resplandor, él pensó que estaba enferma. Los animales brillantes pararon en un árbol con un gran hueco, y el niño decidió dormir ahí al lado del árbol porque ya era de noche. Para hacer su cama tomó unas hojas de plátano, una piedra y utilizó otras hojas para cubrirla y así poder dormir un poco más cómodo y no sentir hambre ni frío.
A
la
mañana
siguiente, muy
temprano buscó algo de comer, y luego con
mucha
energía
fue
a
entrenar
golpeando los árboles con su espada de madera y de repente el árbol con el gran hueco le habló y le dijo: - ¡¿Qué haces?! ¡¿Por qué golpeas a mis amigos?! -
Estoy
entrenando
para
poder
combatir a un monstruo. - ¿Un monstruo? ¡pero para eso no tienes que golpear a mis amigos!
- No sabía que sentían dolor… lo siento… - Bueno esta bien, siempre y cuando no nos vuelvas a maltratar. - Si señor árbol no lo volveré a hacer. - Pero si quieres enfrentar a un monstruo, tienes que ir al lago que está al cruzar este bosque, pero ten cuidado porque habrán muchos retos y peligros. - Gracias señor árbol, estoy muy agradecido y jamás volveré a lastimar ni a una flor.
El niño se fue por el sendero que le dijo el árbol y vio dos caminos uno oscuro y otro brillante, él se fue por el que tiene luz, mientras caminaba se dio cuenta que la luz aumentaba y no lo dejaba ver. Se colocó la mano en la frente y pudo ver algo oscuro, así que se acercó para poder descansar sus ojos. Pensó que era una cueva pero cuando llegó, vio, una roca gigante con una grieta y poco a poco se metió allí hasta que no pudo ver nada. No entendía por qué con tanta luz afuera podía haber un sitio tan oscuro, pero
estaba tan cansado que decidió dormir un rato y de repente le cayó algo en la cabeza, era una manzana y ni siquiera había un árbol de ninguna fruta, él no lo entendía. Vio hacia arriba y no pudo creer lo
que
estaba
viendo,
un
árbol
de
manzanas flotante por un hueco de la cueva, ese hueco dejó entrar luz y vio árboles de pera, durazno, e incluso otras frutas como fresas y moras en árboles. El niño se sorprendió al ver que la grieta de la roca era la entrada a una gigante y grandiosa cueva frutal misteriosa.
El
niño
quiso
tomar
una
fresa,
porque le gustaba mucho su sabor, y quería saber si sabía mejor en un árbol pequeño que en arbusto. Cuando tocó la fresa, la grieta de la cueva se cerraba, sin que él se diera cuenta poco a poco el hueco en el techo de la cueva se hacía mas pequeño, y como era angosto no dejaba entrar mucha luz. De repente otra vez los animales brillantes entraron por el hueco y se detuvieron en frente del niño, y notó que eran luciérnagas.
Las luciérnagas saltaban de un lado al otro y se pararon en la pared, el niño se acercó y vio un árbol sembrado en una saliente de la roca y cuando se subió, las luciérnagas se fueron a otro árbol, el niño saltó y pudo subirse. Mientras saltaba de árbol en árbol una luciérnaga sin luz se le acercó y vio que tenía unos grandes ojos, que era delgada y muy diferente a las demás luciérnagas. Así fue como creyó que esa luciérnaga era la reina de todas, y guiaba las luciérnagas para ver cuál era el siguiente árbol lo suficientemente cerca
para que pudiera saltar y continuar, con la meta de salir de esa “terrible y traicionera cueva frutal”. Cuando
salió
de
la
cueva,
las
luciérnagas desaparecieron otra vez, y mientras las buscaba, vio el camino para llegar al lago y bajó por la ladera. En el camino vio
un punto negro,
quería ver
que era y paró en unos arbustos. Como tenía
mucha
curiosidad
se
detuvo
y
cuando la quiso agarrar algo pegajoso tomó su mano y lo empujo hacia otro camino.
Cuando intentaba ver lo que era, aparecía y desaparecía una criatura. Al poco tiempo se dio cuenta que esa criatura con su lengua era la que lo tocaba, entonces el niño tomó su espada de madera y le cortó la lengua. Al fin libre siguió su camino. En pegajosas
el lo
camino, atraparon
muchas otra
cosas vez,
y
empezó a cortar sus lenguas, pero una lengua no la cortó y era tan fuerte la criatura que comenzó a halarlo. Esa criatura era un camaleón molesto que
quería
detenerlo.
Ese
camaleón
era
diferente, parecía el jefe de todos, tomo su espada y dejó que lo atrapara para empujarlo con ella, así pudo liberarse y corrió hacia unos arbustos escondiéndose hasta que los camaleones se fueron. Más tarde se detuvo al lado de un lago, era como el árbol le había dicho. De repente el animal oscuro que creía que era la reina de las luciérnagas. se le apareció y le dijo:
-Si quieres ir a alguna parte, yo te voy a guiar, solo si tus deseos son nobles y lo quiere tu corazón. -Si, quiero que me guíes al lago. -No lo puedo hacer. -¿Por qué no? -Porque eso no es lo que quieres en verdad ¿o me equivoco? -Lo
único
que
quiero,
es
poder
ganarle a un monstruo y así poder hacer lo que mi padre no pudo, y además de perder el premio, perdió la vida, por eso
quiero ir al lago porque me lo dijo el árbol con el gran hueco. -¿Tu padre combatió monstruos por un trofeo? -Si, en una ciudad con un gran coliseo. -Ya sé donde quiere ir tu corazón, pero no tienes la fuerza, la experiencia y las armas que necesitas para poder ganar ese preciado trofeo. -Gracias, podemos buscar la espada de metal, como tengo una espada de madera, quiero una más poderosa.
-Pero una de metal no es tan fuerte como una de diamante, yo puedo guiarte si quieres. Y así fueron a una cascada, detrás de la cual había una cueva de cristal con diamantes de todas formas y tamaños. Sobre una colina de diamantes, se encontraba una espada reluciente como el sol, cuando el niño la sacó de la colina se le apareció un gran monstruo de cristal que sólo podía ser destruido por dicha espada. El niño lo enfrentó y saltó a otra colina para confundir a la bestia lo
cual funcionó. Cuando la bestia estaba mareada, el niño saltó a su espalda y le clavó la espada de diamante con todas sus fuerzas en la cabeza y lo destruyó. La
reina
de
las
luciérnagas
se
sorprendió al ver las habilidades del niño y comenzó a entrenarlo. Lo llevó a una parte despejada al final del bosque donde no había nada de vida. Cuando se acercaban la reina de las luciérnagas le dijo:
- Tienes que cumplir tres retos para que
este
bosque
sin
vida
vuelva
a
tenerla. - ¿Y qué tengo que hacer? - Lo primero es llevar a la justicia a un Troll que ha robado riquezas de otros. - ¿Y cómo hago eso? - Te mostraré un camino con tres senderos cerrados, cuando llegues a ellos tendrás que abrir uno con esta llave, y te llevará a la cueva del Troll, cuando logres vencerlo otro sendero se podrá abrir.
Al acercarse para recoger la llave que la reina de las luciérnagas le ofrecía, pudo por primera vez verla de cerca y se sorprendió. - ¡Un segundo! Tú no eres una luciérnaga. - No, yo soy una libélula especial. Las luciérnagas son mis amigas, al igual que muchos de los habitantes del bosque. - Entonces podría decirse que sí eres la reina de las luciérnagas. - Bueno, si tú lo deseas, está bien para mi.
Cuando el niño llegó al final del camino, se encontró con tres puertas y una estaba brillando. Metió la llave y se abrió un portal maloliente. Al atravesarlo se encontró frente a la cueva del Troll y esperó a que alguien se apareciera, pero el Troll le salió por detrás y agarró la espada, corriendo a su cueva. El niño lo sigue y ya en la cueva se esconde y lo observa. Al poco tiempo el Troll se duerme con la espada en la mano.
Rápidamente, el astuto niño trepa por la espalda del Troll e intentando olvidarse del mal olor logra llegar hasta donde está su espada. Mientras el Troll intentaba despertarse de su profundo sueño, le quitó la espada de su mano. Al abrir los ojos el Troll se encontró cegado por la luz del sol que se reflejaba en la espada de diamantes y el niño tomó una cuerda del suelo, enredándola en los pies del malvado haciéndolo caer tan fuerte
que
se
desmayó.
Con
mucho
cuidado, lo ató fuertemente antes de que
pudiera reaccionar y trató inútilmente de sacarlo. Al salir de la cueva se encontró con la libélula, y le dijo que el Troll estaba bien atado y podían llevarlo a la justicia. -
¡Buen
trabajo!
Demostraste
ingenio al vencerlo. - ¿Y qué he logrado con ésto? - Ve al bosque sin vida y lo sabrás. Al llegar al bosque vio que el pasto volvió a tener color y había flores de colores en todo el terreno.
En ese momento la libélula le dio otra llave y le dijo: -
Ahora
sabes
que
le
estás
devolviendo la vida a esta parte del bosque con cada reto que logres, y por eso te espera otra puerta en donde tendrás que conseguir una moneda de oro que se le perdió a un duende. El
niño
volvió
enseguida
a
las
puertas y otra brillaba como la primera. Cuando la abrió, el portal olía a pescado y llegó a un río poco profundo,
en donde a simple vista estaba la moneda custodiada por unos peces. -
¿Podrían
por
favor
dejarme
recoger esa moneda? - ¡Claro! Pero debes darnos algo a cambio. El
niño
miro
a
su
alrededor
y
consiguió una hermosa roca que brillaba como si fuera de oro. - ¿Les gustaría esta roca? - Si, nos gusta mucho. Pero eso si, no le vayas a dar la moneda al duende.
El niño se perturbó un poco, sería tan
fácil
engañar
a
esos
peces
y
conseguir la moneda, pero no era lo correcto. Entonces decidió preguntarles por qué no querían que el duende la tuviera. - Porque él fue quien nos la robó y eso nos molesta mucho. Entonces pensó que si el duende era un ladrón ¿por qué la libélula quería devolvérsela? Hizo el cambio prometiéndoles que el duende no la tendría.
Cuando regresó al camino y ahí estaba la libélula esperándolo. - ¿Tienes la moneda? - Si, pero no se la daré al duende, les di mi palabra a los peces y la voy a cumplir. - Muy bien. -
Pero
¿cómo
que
bien?,
no
completé el reto. - ¡Claro que si! Yo nunca te dije que se la ibas a dar al duende, solo te pedí la moneda porque la necesitarás.
Al regresar al bosque, los árboles estaban verdes y frondosos. El niño le pide a la luciérnaga la última llave y esta le dice: - No hay más llaves, con la moneda podrás abrir la última puerta. Allí tendrás que
vencer
varios
obstáculos
para
conseguir un escudo. Pensando estarían
en
esperando
qué llegó
peligros a
la
le
última
puerta que brillaba como las demás. La miró bien y vio que en el centro había un hueco en donde cabía perfectamente la
moneda. La metió y enseguida escuchó un sonido de engranajes y de pronto debajo de la moneda salió una nota que decía “BIENVENIDO SEAS” Al abrirse la puerta hubo un agujero negro que lo llevó a un planeta muy chico en el cual se veía el escudo a lo lejos. Mientras más corría para alcanzarlo, el escudo se alejaba, y de pronto le pasó por el lado. Cansado de correr, se sentó bajo un árbol a descansar. Al poco tiempo se subió a una rama y para ver dónde estaba el escudo y allí se dio cuenta de
lo que ocurría, el planeta giraba
a
medida que él corría y el escudo siempre estaba en el mismo lugar. Se bajó e intentó caminar hasta él, pero se alejaba, entonces caminó hacia atrás y poco a poco se fue acercando. Estaba a punto de agarrarlo cuando una gran espina salió del suelo, lanzando al escudo hacia el centro del planeta que estaba lleno de espinas. El niño pensó cortar las espinas con su espada, pero al hacerlo crecían otra vez.
Recordó entonces el árbol y corrió hacia él, esquivando las espinas que lo atacaban. Cuando por fin llegó al árbol cortó un par de sus ramas y las utilizó como zancos para poder llegar al escudo que tomó usando su espada. Siguiendo con los zancos pronto llegó de nuevo al agujero negro que lo regresó al camino, en donde lo esperaba la libélula muy feliz.
En ese momento le dijo que ya estaba preparado y le mostró el camino para hallar el coliseo. El
niño
emprendió
su
viaje
y
mientras caminaba la libélula le dijo: - ¡Estoy sorprendida de lo valiente que eres! - ¡Gracias! - Estoy segura de que ganarás ese trofeo que tanto deseas, ¿sabes algo?, te pareces mucho a tu padre. - ¿Cómo lo sabes? - Porque yo fui quien lo entrenó.
- ¡Vaya! Es un honor ser entrenado por ti. - Y es un placer para mi ser quien te entrene. Cuando llegaron al coliseo el niño encontró
muchos
monstruos
que
se
burlaron de él y decían: - Oye niño eres muy valiente para entrar a este lugar, pero de lo que estoy seguro es que te harán añicos en el enfrentamiento.
El niño pensaba que los monstruos gastaban su tiempo en tonterías, así que los ignoró. Al llegar a la batalla, se enfrentó con el mismo monstruo que lo ofendió y no solo era un monstruo sino que era un
demonio
mutante,
estaba
resguardado por una energía especial y nada lo podía atravesar. Al comenzar la batalla el niño rápidamente trató de confundirlo como hizo con el monstruo de cristal, pero el demonio era rápido y lo agarró por la
camisa Atontado
lanzándolo usó
hacia
la
un
muro.
espada
para
enceguecerlo como hizo con el Troll, pero
la
energía
especial
rebotara, cegándolo a él.
hizo
que
Mientras
trataba de recuperar la visión se le apareció la imagen de su papá y le dijo: - Yo creo en ti, sé que puedes lograrlo,
tienes
las
fuerzas
para
vencerlo. Entonces
recuperó
su
visión
y
tomó su espada de diamante y cuando el
demonio
creyó
que
lo
había
derrotado, el niño corrió y le dio un fuerte golpe en la cabeza, tan fuerte que rompió la energía y lo derrotó. Todos se sorprendieron, y ningún otro
fenómeno
quiso
enfrentarlo,
porque tenían miedo, y así el niño logró ganar el trofeo en nombre de su padre.