Libro Chile Posdictatorial

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Matías Marambio, Macarena Orellana y Felipe Seguel (editores), Chile postdictatorial: reflexiones y cuestionamientos a cuarenta años del golpe. Santiago: Centro de Estudios Sudamérica, 2015. 98 páginas, 21 x 29,7 cms. ISBN: 978-956-358-622-0 Licencia CreativeCommons

Centro de Estudios Sudamérica estudios.sudamerica@gmail.com Diseño y diagramación: Claudia Quintrecura


Índice Repensar las transiciones a cuarenta años del Golpe de Estado. Matías Marambio, Macarena Orellana y Felipe Seguel

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De la Unidad Popular al Golpe de Estado: patrimonio disonante en el Museo Histórico Nacional de Chile .Valentina Infante Batiste

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Contribuciones de las fuentes orales a la historia del Chile post-dictatorial (1990- 1994). Nicolás Acevedo Arriaza

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“Guerra al terrorismo”: la Policía de Investigaciones y su rol en la desarticulación de grupos rebeldes (1990- 1994) .Camilo Plaza Armijo

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Escenas de una realidad trizada: el documental chileno de la postdictadura. Ricardo Ramírez Vallejos

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Biografía autores Biografía editores

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Repensar las transiciones a cuarenta años del Golpe de Estado El año 2013 se conmemoraron cuarenta años desde que las Fuerzas Armadas chilenas dieran el golpe de Estado que, el 11 de septiembre de 1973, derrotó al gobierno socialista de Salvador Allende. En esta “coyuntura de memoria”, la sociedad chilena pudo notar una amplia voluntad de recuerdo, debate político y conmemoración de estos hechos, realizándose diversas actividades que fueron desde lo académico hasta lo social, político y cultural. Desde el Centro de Estudios Sudamérica (CeSud) surgió la voluntad de aportar a los debates académicos que se desarrollaron en el contexto de este “aniversario”, tomando como eje articulador las implicancias de la dictadura militar que, durante diecisiete años, estuvo a cargo del poder del Estado y transformó nuestro país desde diversas aristas. Por lo anterior, nuestra propuesta se centró en el período postdictatorial, realizando las Jornadas “Chile postdictatorial: reflexiones y cuestionamientos a cuarenta años del golpe” los días 23 y 24 de julio en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos.

Dicha actividad buscó condensar algunas de las reflexiones que se daban al interior del

CeSud y, con ello, abrir nuestras discusiones y propuestas hacia otras disciplinas y espacios. El CeSud surge en el año 2012 como un espacio de discusión, reflexión y producción académica que, a grandes rasgos, busca problematizar y tensionar las miradas sobre el espacio Sudamericano. Desde nuestra perspectiva, Sudamérica debe ser entendida como un espacio de contradicciones, que hacen convivir de manera conflictiva realidades y procesos históricos comunes, que son asimilados de formas heterogéneas, lo cual da a una experiencia de totalidad que se vive desde la incoherencia. En este caso, nuestra propuesta fue discutir en torno a las implicancias del proceso dictatorial en Chile, teniendo como perspectiva el espacio sudamericano y las otras experiencias dictatoriales de la región. Razón por la cual la actividad realizada terminó con un debate a partir de los procesos transicionales de Chile, Perú, Bolivia, Argentina y Uruguay1. En este sentido, los textos que se presentan en este volumen son una selección de las ponencias presentadas en la actividad descrita y, además, buscan ejemplificar las distintas miradas que existen sobre el período postdictatorial chileno desde diversas disciplinas.

¿Qué significado tiene hoy el estudio del período que solemos denominar transición? Es ya

un desafío conceptual definir siquiera los términos más elementales de dicha pregunta. En efecto, los inicios mismos de la llamada transitología en Chile acusan recibo de esta disputa por las categorías y la extensión temporal del período. Ello nos habla de un proceso que parece poner en su centro el debate sobre distintas articulaciones temporales, sin discriminar –en apariencia– las posi-

1 El panel estuvo integrado por Macarena Orellana (USACh/CeSud), Camila Sastre (UCh/CeSud), Alicia Salomone (UCh) y Verónica Valdivia (USACh). Contó con la moderación de Azun Candina (UCh).

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ciones políticas de los actores. Contra una idea de la transición como patrimonio exclusivo de las fuerzas aglutinadas en la Concertación de Partidos por la Democracia (y las diversas coaliciones políticas que la precedieron), lo cierto es que la instalación del concepto aparece ya en el pensamiento político de Jaime Guzmán al momento de referirse al ajuste constitucional que habría de dotar de estabilidad y proyección temporal al régimen codificado en 1980.

Este hecho permite entender de mejor forma la amplitud de posturas elaboradas respecto

de la transición, sean aquellas expresadas de forma contemporánea por las ciencias sociales y la politología (Manuel Antonio Garretón, Eugenio Tironi), por los actores políticos que buscaban definir la estrategia para enfrentar a la dictadura (el Movimiento Democrático Popular, la Alianza Democrática o aun el Acuerdo Nacional) o bien las sucesivas reinterpretaciones que, desde el gobierno de Aylwin hasta hoy, han tensionado las narrativas históricas de la política chilena reciente.

La pluralidad de definiciones y posturas sobre el proceso transicional expresa, a nuestro

juicio, no sólo posturas políticas divergentes (por ende, diferencias de proyecto y estrategia), sino también diferentes marcos conceptuales que sirven para apuntalar dichas posturas. Por lo tanto, los énfasis que adquieren diversas esferas de la vida político-social permiten comprender los procesos de disputa que constituyen la carne misma del período transicional. Sean los aspectos procedimentales de la democracia, la pervivencia de enclaves autoritarios (y la definición móvil de dichos enclaves, como bien muestran las sucesivas apreciaciones de Garretón), el abandono de las formulaciones estratégicas de ciertos sectores políticos, el cumplimiento de hitos simbólicos para garantizar la “estabilidad democrática” (como la elección de Ricardo Lagos, primer presidente del Partido Socialista después de Allende, o la consagración de la alternancia en el poder tras la llegada de Sebastián Piñera), los presupuestos fundamentales del modelo económico neoliberal o bien la presencia activa y operante de Pinochet en la escena política; todas estas dimensiones constatan un proceso histórico cuyo estudio demanda una visión plural en lo metodológico, que sea capaz de recomponer la existencia multifacética de una sociedad que aun hoy cuestiona las pervivencias de la dictadura.

La recopilación de trabajos que presentamos a continuación busca contribuir a un campo

de debates que perfila un objeto de estudio multidimensional. El conjunto arroja similitudes que son tan notorias como las divergencias, y que dan cuenta del estado del arte en los estudios sobre el período de la postdictadura. Dos polos se dibujan: la indagación de la cultura y de lo simbólico y la revaloración de ciertos actores políticos. En el primero de estos polos –conformado por los artículos de Carolina Infante y Ricardo Ramírez– se ponen de manifiesto las diversas estrategias con las cuales la producción cultural busca dotar de sentido a las relaciones sociales, a la memoria histórica y a los procesos de transformación que se juegan en el Chile postdictatorial. Como consecuencia, 7


el énfasis se ubica en la cultura como lugar de tensiones, de articulación ideológico-discursiva de un relato sobre la sociedad que emerge después de diecisiete años de autoritarismo político y neoliberalismo rampante. En el camino han emergido nuevas identidades, como las que releva Ramírez en su análisis sobre los filmes documentales. Dicho corpus daría cuenta de la incesante dialéctica entre una creación simbólica particular –el cine documental– y aquella realidad social de la cual el artefacto da cuenta y, a la vez, en la cual se encuentra inmersa. Fragmentos, diseminación, quiebres del sentido, ciudades cuyo tejido social se encuentra puesto en cuestión, son algunas de las temáticas y conceptos que el artículo desarrolla, sintetizando una reflexión bien informada sobre un campo de estudio que aún se encuentra en plena eclosión, como lo demuestran las numerosas publicaciones sobre estudios audiovisuales que han circulado en años recientes2.

El artículo de Infante también comprende la cultura como materia de disputas, aunque el

objeto es, en su caso, el patrimonio. Bajo el signo de la disonancia, Infante indaga en el Museo Histórico Nacional para aquilatar la memoria histórica del pasado reciente. En su trabajo de pequeña escala se pueden visualizar las dificultades de instalar una narrativa histórica en el espacio museal, revelando los mecanismos que operan en una institución capaz de gatillar experiencias heterogéneas de rememoración respecto de la Unidad Popular y el golpe de Estado. Con ello, Infante nos recuerda que el estudio de los procesos transicionales involucra tiempos históricos que eluden la linealidad o la secuencia. La complejidad del museo queda plasmada en la riqueza del análisis, pues no se reduce la investigación a los objetos de una sala, sino que se incorporan lecturas sobre la experiencia de visitantes y el guion mismo de la muestra. Al igual que la contribución de Ramírez, el artículo de Infante se inserta en áreas de investigación bullentes a nivel nacional e internacional: los estudios de memoria y los estudios críticos del patrimonio3.

El segundo polo temático está compuesto por los textos de Nicolás Acevedo y Camilo Pla-

za, y se ocupa de la historia política de sujetos usualmente dejados en un segundo plano al momento de estudiar los procesos transicionales. Con mirada atenta a las temporalidades cortas de inicios

2 Hacer una lista exhaustiva es imposible, pues se trata de un área que involucra tanto la producción documental como el cine de ficción. A modo de ejemplo, vale la pena mencionar algunos títulos recientes: Carlos Saavedra, Intimidades desencantadas: la poética cinematográfica del dosmil (Santiago: Cuarto Propio, 2013); Carolina Urrutia, Un cine centrífugo: ficciones chilenas, 2005-2010 (Santiago: Cuarto Propio, 2013); Claudia Barril, Las imágenes que no me olvidan. Cine documental autobiográfico y (pos)memorias de la Dictadura Militar Chilena (Santiago: Cuarto Propio, 2013); Pablo Corro, Retóricas del cine chileno. Ensayos con el realismo (Santiago: Cuarto Propio, 2012); Elixabete Ansa Goicoechea y Óscar Ariel Cabezas, Efectos de imagen. ¿Qué fue y qué es el cine militante? (Santiago: LOM, 2014); Mónica Villarroel (coord.), Travesías por el cine chileno y latinoamericano (Santiago: LOM, 2014). Vale la pena, también, mencionar la contribución realizada por páginas web especializadas, como La Fuga. 3 Para el caso de los estudios de memoria, sigue siendo relevante la serie coordinada por Elizabeth Jelin y editada por Siglo XXI, Memorias de la represión, para los estudios sobre patrimonio en América Latina, vale la pena ver Américo Castilla (coord.), El museo en escena. Política y cultura en América Latina (Buenos Aires: Paidós/ Fundación TyPA, 2010).

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de los noventa, Acevedo y Plaza señalan los cambios en las instituciones represivas y en los grupos armados de izquierda. Apuntan a una trama histórica que está constantemente a la búsqueda de nuevas coordenadas a partir de las cuales ordenar la vida política, pues aquellos códigos y prácticas elaboradas durante los diecisiete años de dictadura aparecen cada vez más puestas en entredicho, sin que ello signifique su completa y automática desactualización. Por el contrario, el proceso de transformaciones experimentadas por el MAPU-Lautaro y descritas por Acevedo evidencia la tensión entre un grupo político que enfatiza la continuidad de sus propias tácticas y horizontes estratégicos y una realidad político-social que no se acoplaba del todo a esta apuesta continuista.

El desafío de lo nuevo es, por cierto, central en la investigación de Plaza, pues una de las

grandes interrogantes que enfrentó la Policía de Investigaciones (PDI) fue la viabilidad de existir como una institución democrática tomando en consideración la centralidad de los organismos policiales en la mantención de la dictadura militar.

Ambos artículos comprenden la historia política desde una matriz que enfatiza los conflic-

tos y tensiones, pero también la capacidad de narrar con detalle a partir de un corpus documental cuya pesquisa no siempre ha estado en la primera línea de la discusión. Por cierto, los temas que ocupan a Acevedo y Plaza reclaman una mayor atención con miras a pluralizar nuestra comprensión del escenario político postdictatorial. La apuesta de Plaza, por ejemplo, obliga a replantear ciertas modalidades de la investigación sobre la política que han predominado en Chile. No se trata aquí de las figuras individuales que pugnan por el control de las instituciones estatales, ni tampoco de los partidos políticos en su amplia gama. Apostar por una aproximación política al estudio de la Policía de Investigaciones es, en parte, desarmar la dicotomía –reductiva, a nuestro parecer– entre una historia política como historia del Estado (o de quienes expresan sus disputas en dicho espacio) y una historia social como historia de los movimientos sociales (de un supuesto campo popular que existiría, sin más, en un espacio impermeable a lo estatal). En ello los autores no se encuentran solos, pues, al igual que Infante y Ramírez, sus trabajos integran un campo mucho mayor de revitalización de la historiografía política local4.

4 A modo de ejemplo, pueden mencionarse los siguientes textos: Pablo Rubio Apiolaza, Los civiles de Pinochet. La derecha en el régimen militar chileno (Santiago: LOM/DIBAM, 2014); Manuel Bastías, Sociedad civil en dictadura: relaciones transnacionales, organizaciones y socialización política en Chile (Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2013); Verónica Valdivia, Rolando Álvarez, Karen Donoso (eds.), La alcaldización de la política. Los municipios en la dictadura pinochetista (Santiago: LOM, 2012), Fernando Pairicán, Malon. La rebelión del movimiento mapuche (Santiago: Pehuén, 2014).

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En la actualidad, las investigaciones que abordan la transición chilena a la democracia suelen

concentrarse en el papel de los actores que adquirieron una mayor visibilidad en el espacio público5, así como también en las grandes estructuras que explican las transformaciones sufridas durante este período6. El papel de los partidos políticos que anteriormente habían conformado la Alianza Democrática o el Movimiento Democrático Popular; o, por otro lado, de la derecha pinochetista y de las Fuerzas Armadas en este primer período de gobierno civil, son líneas que han acaparado una mayor atención en estos veinticinco años que nos separan del inicio de la democratización en Chile. Al mismo tiempo, han sido algunos de los militantes de los partidos políticos de la Concertación de Partidos por la Democracia quienes han intentado, desde las ciencias sociales, explicar tanto los cambios acaecidos en este período como también las deudas pendientes en torno a la profundidad de la democracia en Chile7.

De esta manera, los textos presentados en esta recopilación son un ejemplo del aporte que

entregan las nuevas generaciones de investigadores a la hora de repensar el proceso de democratización en Chile. La importancia de la problematización en torno a aquellos actores relegados a un segundo plano, de la cultura y los soportes visuales para acercarse a este período, así como también la discusión de las consecuencias de los procesos históricos en los modos de recuerdo y de representación de esas memorias, se configuran como nuevas entradas para abordar el Chile postdictatorial.

Finalmente, pensar las transiciones en el contexto de los cuarenta años del golpe es, sin

duda, relevar los procesos y las temáticas que inciden en el trabajo investigativo de quienes, desde distintas disciplinas, pensamos a Chile inmerso en un contexto geográfico y cultural mayor que nos permite dar cuenta del aporte que los nuevos enfoques y metodologías entregan al momento de complejizar la mirada. La presente recopilación se hace cargo de esos desafíos y busca ser un aporte a su interrogación crítica. Matías Marambio, Macarena Orellana, Felipe Seguel. Centro de Estudios Sudamérica Santiago, enero de 2015 5 Existen diversos trabajos que abordan el tema de las transiciones a la democracia en América Latina, sin embargo consideramos que una de las más relevantes y que se realiza “al calor de los acontecimientos”, es la realizada por Guillermo O’Donnell y Philippe Schmitter. Ver: Guillermo O’Donnell, Philippe C. Schmitter y Lawrence Whitehead, Transiciones desde un gobierno autoritario. Tomo 2: América Latina (México: Paidós, 1994). Sin embargo, para el análisis de las transiciones y para el “modelo” de transición que plantean los autores resulta relevante recurrir a los cuatro volúmenes. 6 Paul Drake e Iván Jaksic (comps.), El modelo chileno. Democracia y desarrollo en los noventa (Santiago: LOM, 1999). 7 Edgardo Boeninger, Democracia en Chile. Lecciones para la gobernabilidad (Santiago: Andrés Bello, 1997); Camilo Escalona, Una transición de dos caras. Crónica crítica y autocrítica (Santiago: LOM, 1999); Manuel Antonio Garretón, Neoliberalismo corregido y progresismo limitado. Los gobiernos de la Concertación en Chile, 1990-2010 (Santiago: Editorial Arcis/CLACSO, 2012); Tomás Moulian, Chile Actual. Anatomía de un mito (Santiago: LOM, 1997); Eugenio Tironi, El cambio está aquí (Santiago: La Tercera, 2002).

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De la Unidad Popular al Golpe de Estado: patrimonio disonante en el Museo Histórico Nacional de Chile Valentina Infante Batiste El cambio de nombre de la Av. 11 de Septiembre a Av. Nueva Providencia fue, a comienzos del año 2013, el centro de un acalorado debate político e histórico. Esta transformación identitaria que se estaba llevando a cabo sobre un largo pedazo de asfalto negro, fue recorrida y atravesada por múltiples posturas, ideologías, y memorias. No pocos se desvivieron tratando de comprender el significado de este borramiento selectivo de nombre ¿Qué se recuerda con este 11 de septiembre? Los partidarios del cambio de nombre, en su mayoría personas contrarios a la dictadura, apelaron a la necesidad de olvidar el conocimiento incómodo del sufrimiento de miles de personas que se inicia a partir de ese día, mientras que otros, más reacios a la medida, se refirieron a la necesidad de una memoria para que los hechos nunca más vuelvan a ocurrir.

¿Qué tiene que ver esto con los museos, específicamente, con un museo de historia na-

cional? Tanto el nombre de una calle como un museo histórico son espacios públicos donde se disputa y negocia qué es lo que se debe mostrar, aceptar, escenificar o materializar en relación con nuestro pasado. Esa compleja negociación se intensifica cuando se intenta incorporar patrimonios asociados a hechos relacionados con la violencia histórica y el trauma. De hecho, la forma en cómo los Estados intentan (o no) representar los momentos más violentos de su historia constituye probablemente una de las tareas más complejas dentro del ámbito museístico y patrimonial. Así, cuando se trata de cosificar elementos y valores propios de un trauma histórico, es decir, de un momento excepcionalmente violento en la historia nacional, el dolor y las disputas sociales impiden llegar fácilmente a un consenso sobre qué es lo que se debe exhibir. Es aquí, entonces, donde puede evaluarse el real significado de lo patrimonial. Este es una construcción social elaborada desde el presente y, al mismo tiempo, depositaria de múltiples y contradictorios sentidos, prácticas e identidades. De este modo, su significado nunca podrá estar exento de disputas . Sin embargo, las disputas1 se vuelven insoportables cuando se trata de un patrimonio que vincula a la sociedad con un hecho como el Golpe de Estado y la dictadura militar en Chile (1973–1990).

Los museos históricos nacionales tienen un rol al respecto: generar un discurso unificado,

homogéneo, triunfal, mediante el cual los ciudadanos puedan adquirir un sentido de orgullo nacio-

1 Elizabeth Jelin, Los trabajos de la memoria (Madrid: Siglo XXI, 2002), 12.

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nal 2. Pero el trauma propone una disyuntiva que quiebra el discurso3 y el desafío está en la posibilidad de hacerlo (in)visible.

En este contexto surge la problemática sobre cómo se representa o cómo se inserta un

trauma histórico en un espacio definido para la historia pública del país, como es el Museo Histórico Nacional de Chile (MHN). ¿Cómo llevar un episodio de nuestra historia que significó, y sigue significando, trauma, dolor y persistencia de la memoria a un espacio público como es un museo histórico, que intenta representar el camino que ha llevado la nación en su unificación y gloria? ¿Qué sucede entonces cuando un museo de historia nacional, garante de la representación de la historia de la nación, debe representar lo irrepresentable, esa fractura que aún nos duele? “¿Cómo construir un relato que discierna culpables y víctimas, cuando el rasgo característico de las historias nacionales es, tradicionalmente, poner en primer plano la unión, sino la continuidad?”4.

La problemática cuestión se sitúa, entonces, en la dificultad de materializar en el ámbito

público, en este caso un museo, un episodio de trauma en el cual no hay consenso y sí bastante conflicto. El centro del asunto está, pues, en la dificultad de representación de este patrimonio disonante, y el MHN es útil como microcosmos en donde se puede ver reflejada esa dificultad dela cual todos somos partícipes. Por lo tanto, la intención de este ensayo no es enfocarme en el museo en sí, sino en cómo la disonancia en el museo surge como síntoma de una problemática mayor, que traspasa infinitamente sus límites: la problemática sobre la complejidad en la representación del trauma, y sobre la trama viva de disputas de memoria que inunda todo espacio. El presente ensayo, entonces, se sitúa dentro del marco de los estudios críticos del patrimonio. Por crítico entiéndase una lectura analítica que no impele a cambiar la museografía, sino que apunta a descubrir ese espacio creado y qué cosas permite discutir desde nuestro contexto actual para enriquecer la reflexión en torno al trauma histórico y el patrimonio disonante. Desde esta perspectiva, el análisis de las formas de representación del trauma histórico en el MHN (entendido como la Unidad Popular, el Golpe de Estado y la Dictadura, en la última sala del museo) ha permitido descubrir la presencia de ciertas estrategias que insinúan, poetizan o silencian dicho trauma; y, por otra parte, las reacciones de los visitantes se transforman en síntomas de la existencia de un patrimonio disonante que surge a partir del trauma histórico y las distintas memorias asociadas. 2 R. Santillán y H. Olmos, El gestor cultural, ideas y experiencias para su capacitación (Buenos Aires: Ediciones Ciccus, 2004), 61. 3 Isabel Piper, “Memorias del pasado para el futuro”, en Memoria para un nuevo siglo, Chile, miradas a la segunda mitad del siglo XX,compilado por M. Garcés, P. Milós, M. Olguín, J. Pinto, M.T Rojas, M. Urrutia (Santiago: LOM Ediciones, 2000), 96. 4 SandrineLefranc, “Políticas del perdón”, en Memoria, política y pedagogía: los caminos hacia la enseñanza del pasado reciente en Chile, Graciela Rubio, editora (Santiago: LOM Ediciones, 2013), 28.

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En cuanto a las estrategias de representación del trauma, entiendo por insinuación el mecanismo por el cual se transforma la presentación de los objetos con la finalidad de enviar un mensaje comprensible sin explicitarlo directamente. El acto de la insinuación permite que se genere una atmósfera de ambigüedad, puesto que la proyección indirecta del mensaje está más que nunca sujeta a la confluencia de muchas interpretaciones y subjetividades. Muy relacionada a la insinuación, la poetización quiere decir que el discurso es sometido a una especie de inmersión estética, donde lo horrible y doloroso, lo silenciado y desgarrado, lo traumático y lo esquizofrénico de nuestra sociedad en una coyuntura histórica, en este caso el trauma histórico, se transforma en una experiencia sublime para el espectador. Por último, el silenciamiento se asemeja en varios sentidos a la insinuación. Es también una forma intencionada de exhibir un contenido sólo sobre la base de sugerencias. La diferencia está en que estas sugerencias nunca aparecen, y los silencios hablan por sí solos. El ocultamiento de hechos traumáticos conocidos por todos no es sinónimo de olvido, sino que es silencio impuesto. Paradójicamente, este silencio grita 5.

La metodología de trabajo implicó, principalmente, en el análisis del contexto histórico

actual y el trabajo de campo en el MHN. El primer paso consistió en recorrer, examinar y analizar la última sala del museo llamada “Del Frente Popular a la Unidad Popular”, que, en su última sección, muestra el gobierno de la Unidad Popular y el Golpe de Estado. Luego realicé un trabajo etnográfico de observación in situ, donde investigué las reacciones y actitudes de los usuarios frente a la muestra y realicé entrevistas. En suma, mi investigación ha sido principalmente cualitativa, lo que implica una alta cuota de desorden. Pero esto debe ser mirado de una manera positiva: es una mezcla de experiencias (entre el etnógrafo, el espacio físico y los sujetos/objetos de estudio)que no pueden ser catalogadas en significadosrígidos6. El trauma histórico y el patrimonio disonante El trauma histórico se compone a partir de las memorias de hechos de violencia, atrocidad, horror, y represión padecidos por amplios grupos de la sociedad en determinado momento de la historia (nacional, local, regional, etc.). Jelin ha dicho que “estamos frente a manifestaciones del trauma” cuando “en las situaciones de ruptura y confusión, no se encuentran las palabras para expresar y representar lo sucedido7”. En este sentido, “una de las características de las experiencias traumáticas es la masividad del impacto que provocan, creando un hueco en la capacidad de ‘ser hablado’ o

5 Steve Stern, Recordando el Chile de Pinochet en vísperas de Londres 1998 (Santiago: Ediciones Universidad Diego Portales, 2009), 163. 6 Marie Louise Stig Sorensen y John Carman, Heritage Studies.Methods and Approaches (New York: Routledge, 2009). 7 Jelin, Los trabajos, 35.

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contado. Se provoca un agujero en la capacidad de representación psíquica8”.

Refiriéndose al caso concreto de la dictadura militar en Chile y al proceso de recomposición

democrática posterior, el historiador Steve Stern ha expresado que “la experiencia de un Estado que se vuelca violentamente en contra de una porción de su propia ciudadanía es siempre dramática”. Este volcamiento significó una división nacional rotunda: la transformación del enemigo interno en el enemigo fundamental de la nación, que a su vez redundó en un “violento shock colectivo9”. El autor también menciona que, en el presente, todos los regímenes dictatoriales han generado “luchas conflictivas sobre la memoria, la verdad, la justicia y el significado10”. Las memorias (en plural), como ejes clave en la relación con el pasado dictatorial, han sido uno de los focos de interés del historiador. Stern resume la memoria “como una conciencia subjetiva, y a menudo emocionalmente cargada y defectuosa, de un pasado todavía vivo y presente11”. Dentro de esta memoria subjetiva del pasado, Stern ha creado categorías analíticas de “memorias emblemáticas” relacionadas con la Unidad Popular y la dictadura: la memoria como “salvación”, donde el trauma histórico habría ocurrido antes, y no después del golpe de Estado 12; la “memoria como ruptura irresuelta”: persistencia deldolor frente a la desaparición y muerte de familiares; la “memoria como persecución y despertar”: marcada por una identidad de lucha y organización en contra de la dictadura 13; y la memoria como una “caja cerrada”: “una oscilación entre el hábito de no pensar y el entierro consciente de lo peligroso14”. Estas memorias emblemáticas “circulan en una especie de esfera pública o semipública” y proporcionan a las memorias sueltas un “marco o contexto que organiza el significado, la selectividad, y la contramemoria”. La memoria suelta sería el contrapunto de la memoria emblemática, “es decir, el trasfondo del saber popular personal – y los nudos de la memoria en el cuerpo social15”. Los nudos de la memoria, por su parte, “son aquellos sitios en los cuales el cuerpo social grita16”, no encontrando necesariamente su lugar dentro de las memorias emblemáticas. Es interesante observar–a partir de la representación del trauma histórico dentro del MHN– que tanto para la UP como para el Golpe se constata la concurrencia de diferentes memorias emblemáticas y nudos de la memoria que se traducen en la configuración de un patrimonio disonante dentro de la lógica museística. 8 Jelin, Los trabajos, 36. 9 Stern, Recordando el Chile, 24. 10 Stern, Recordando el Chile, 26. 11 Stern, Recordando el Chile, 31. Cursivas son mías. 12 Stern, Recordando el Chile, 149. 13 Stern, Recordando el Chile, 77. 14 Stern, Recordando el Chile, 129 15 Stern, Recordando el Chile, 146 16 Stern, Recordando el Chile, 163.

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Dentro de los estudios críticos del patrimonio se han realizado últimamente valiosos aportes de académicos que han estudiado los significados en torno a patrimonios representativos de trauma histórico. Los primeros en proponer una categoría específica de patrimonio asociado a hechos de violencia fueron Tunbridge y Ashworth, quienes lo catalogaron como “disonante” (dissonantheritage)17. Dicho término ha sido utilizado para describir un patrimonio “difícil”, discordante e incómodo en cuyo origen se encuentran diversos dilemas18. Uno de ellos aparece cuando los “restos físicos del pasado ofrecen una identidad que muchas personas en el presente preferirían tener alejada, si bien al mismo tiempo se reconoce como parte fundamental de la historia19”. Los autores también plantean que “la disonancia es inherentemente creada cuando algo cae en el estatus de ‘patrimonio’20”. En este campo “la disonancia adquiere la inevitabilidad de que los significados de estos valores sean contestados y desafiados, y que esto a su vez tendrá una consecuencia en la legitimación del sentido de un lugar21”. Si bien el museo no presenta el espacio en que efectivamente ocurrieron los hechos violentos, de un modo u otro debe hacerse cargo de ellos si es que forman parte importante de la historia nacional. La investigadora Fiona MacLean plantea sus inquietudes sobre la escasa investigación que ha habido en relación con cómo la identidad nacional ha sido entendida, disputada y negociada dentro de los museos. Si bien hoy en día son muchos más los estudios al respecto, al parecer la ausencia todavía persiste, especialmente si se trata de patrimonio disonante22. Respondiendo a este vacío, en este trabajo me interesa explorar las dificultades y los significados asociados a la representación de un trauma histórico en un museo de historia nacional. Museos de historia nacional En los estudios de patrimonio ha sido ampliamente superada la noción del museo como un santuario que exhibe la esencia nacional a partir de objetos físicos únicos y auténticos, desde los cuales sólo se generaría una relación unilateral y no-cuestionada entre objeto, verdad histórica y observador. En cambio, actualmente, se reconoce a los museos como “medios masivos de comu-

17 John Tunbridgey Gregory Ashworth, Dissonant Heritage: the management of the past as a resource in conflict (U.K: Belhaven Press, 1996).Traducción de la autora de esteensayo. 18 Elspeth A. Frew, “Interpretation of a sensitive heritage site: the Port Arthur Memorial Garden, Tasmania”, International Journal of Heritage Studies (2011): 3.Traducción de la autora de esteensayo. 19 Sharon Macdonald, “Undesirable Heritage: Fascist material culture and historical consciousness in Nuremberg”, International Journal of Heritage Studies (2006): 11. Traducción de la autora de este ensayo. 20 Macdonald, “UndesirableHeritage”, 11. Traducción de la autora de este ensayo. 21 Macdonald, “UnidesirableHeritage”, 81.Traducción de la autora de este ensayo. 22 Fiona MacLean, “Museums and the construction of national identity: a review”,International Journal of Heritage Studies (1998): 244-252.Traducción de la autora de esteensayo.

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nicación23”, y como tales, son espacios en que se teatraliza, transforma, manipula e inventa el patrimonio; donde la identidad no es cosificada en un objeto, sino que develada a través de los múltiples procesos de apropiación del pasado por parte de los usuarios; y donde es posible percatarse de las contradicciones y fisuras propias de todo discurso en torno a una realidad. Por otra parte, todo medio de comunicación no surge natural y espontáneamente. En ese sentido, el museo es un artefacto cultural que actúa desde directrices intencionadas (en este caso el Estado), desde las cuales se orienta la ritualización, conmemoración y articulación del patrimonio. Por patrimonio se entiende el conjunto de prácticas subjetivas, valores, creencias, actitudes e identidades que surgen a partir de la relación del presente con el pasado, y que se manifiesta en un determinado modo de apropiación con ese pasado. De esta forma, el patrimonio no es un pasado en sí, ni tampoco un objeto, sino el presente actuando en un territorio cultural pretérito, transformándolo y manipulándolo. Asimismo, el patrimonio es caracterizado más bien por la “diversidad, ambigüedad y multiplicidad de usuarios y productores, más que por su homogeneidad o claridad”24. Siguiendo este argumento, los museos, especialmente los de historia nacional, son espacios de patrimonialización: en ellos se crea la ficción de la identidad colectiva, es decir, el imaginario que mueve al conjunto social. Un correlato de esta patrimonialización es el concepto de representación, que se entiende como la forma y los medios a partir de los cuales se escenifica y teatraliza el patrimonio. Este “modo” de exhibir está normado desde la institucionalidad, por lo que se podría decir que la representación es el acto de oficializar el patrimonio en un marco cultural de carácter legislativo público o privado25.

Los museos históricos nacionales son una rama de la categoría de “museo” centrada es-

pecialmente en la representación de la historia nacional desde sus comienzos hasta sus etapas más “avanzadas”. Los museos en Latinoamérica, en tanto instituciones fundamentales de la identidad nacional, surgen en el siglo XIX, no mucho tiempo después de las guerras de independencia26. Las élites dirigentes necesitaban un espacio que consagrara física y simbólicamente la nación para hacerla visible ante un cúmulo de ciudadanos desorientados y recientemente catalogados como “connacionales”. Desde sus orígenes, entonces, una de sus principales funciones fue la de representar lo irrepresentable, haciendo posible la existencia visual de la nación. En este sentido, fue estructurado como el lugar donde se generaría la convicción y la verosimilitud de pertenencia y de identidad nacional, haciendo realidad el simulacro de la “unión” de todos y el “amor” a la patria. Se instala así 23 Néstor García Canclini, Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad (Buenos Aires: Paidós, 2001), 165. 24 Angela Ashworth y Gregory Ashworth, “Frank Mccourt´s Limerick: an unwelcome heritage?”,International Journal of Heritage Studies (1998): 135.Traducción de la autora de esteensayo. 25 Frew, “Interpretation of sensitiveHeritageSite”, 1.Traducción de la autora de este ensayo. 26 Si bien la mayoría de los museos en Latinoamérica surgen a lo largo del siglo XIX, las cronologías difieren a lo largo delcontinente, como muestran los trabajos en JensAndermann y Beatriz González-Stephan,Galerías del progreso: museos, exposiciones, y cultura visual en América Latina(Buenos Aires: Beatriz ViterboEditora, 2006).

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un relato dominante en el cual la nación preexistía a la colonización española; donde los pueblos indígenas fueron relegados al pasado; y donde lo realmente importante sería la historia consagrada de las élites: héroes, próceres, batallas gloriosas, gestas, gobiernos, presidentes, independencia, luz, libertad y república. El sentido de esta narrativa es generar un discurso único, homogéneo y triunfal, en el que no caben la desunión social, la fragmentación y los episodios de crisis que atañen la unidad de la nación. De esta forma, no sólo existe un régimen de visibilidad, sino un régimen de invisibilidad y de silencio frente a episodios que contradicen el discurso. En palabras de Crow, este modo de entender el museo coincide, hasta cierto punto, con la interpretación de Pierre Nora que los ve como uno de sus lieux de memoire27.

El Museo de Historia Nacional de Chile no se desliga de todas estas características. Presen-

ta un discurso centrado en los objetos de la élite, con los cuales se articula una narrativa histórica centrada en el origen, surgimiento y consolidación de la nación a través de diversas etapas. De este modo, se presenta una historia de progreso y superación, marcadamente triunfalista y glorificante: las diferentes salas (desde la de los indígenasprecolombinos queantes ocupaban el territorio, hasta la sala del Frente Popular y la Unidad Popular), poseyendo cada una su propia numeración, van superando etapas y manifestando una evolución unidireccional y lineal, sin mayores conflictos internos (a excepción de la última sala). La narrativa del museo, como una forma poderosa de aplicar sentido a la temporalidad de la nación es, predominantemente, la de una historia única, real, y auténtica28. El patrimonio disonante y el museo Teniendo en cuenta este contexto, la última sala del MHN de Chile se enfrenta a un patrimonio disonante desde dos perspectivas. En primer lugar, se trata de un contenido difícil, asociado a un trauma histórico desde el cual la dificultad de representación impele a la utilización de silencios y omisiones. En segundo lugar, se genera un espacio donde confluyen, se enfrentan o hieren distintas identidades asociadas a diferentes memorias de lo ocurrido. Si durante el recorrido del museo el visitante se encontraba inmerso en un único relato, absolutamente reconfortante y asimilable –gestas patrióticas, progreso de la nación– al llegar a esta sala ese discurso se disgrega y se hace menos digerible, porque es la sala de la división nacional y, por ende, de la división de las memorias.Estos 27 Joanna Crow, “Narrating the nation: Chile´s MuseoHistorico Nacional”, National Identities(2009): 111. Traducción de la autora de este ensayo. Crow explica que Pierre Nora, en su influyente trabajo sobre los Lugares de la Memoria (Lieux de Memoire), desarrolla una tesis en torno a cómo la modernidad ha transformado la memoria en las comunidades tradicionales. De este modo, los museos se posicionan a sí mismos como memorias artificiales, es decir, como “lugares de memoria” y también de poder público, en contraposición a las memorias más rurales y tradicionales, y en ese sentido, más auténticas.. 28 Christina Hodge, “A new model for memory work: nostalgic discourse at historic home”, International Journal of Heritage Studies (2011): 15.Traducción de la autora de esteensayo.

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dos aspectos nos llevan a las problemáticas iniciales de este ensayo y son útiles para demostrar la dificultad de representar un trauma histórico en un espacio público como puede ser un museo.

Para explorar la forma en cómo el agente (museo) asimila el pasado traumático de la nación,

me enfoqué en primer lugar en el análisis formal de los medios, es decir, de los objetos, estrategias y organización de la exhibición que denotan el uso de insinuaciones, poetizaciones y silenciamientos para hacer más digerible el trauma.

La última sala del museo lleva por nombre “Del Frente Popular a la Unidad Popular”. Es

más oscura, más íntima y solemne que las otras salas. El fragmento de la sala que interesa a este estudio es la última sección, donde se han seleccionado los siguientes elementos a) proyección de la imagen de La Moneda bombardeada y su planimetría; b) lentes del Presidente Salvador Allende; c) poema de Pablo Neruda plasmado en una pared: “Porque anduvimos tanto tiempo creciendo para separarnos” (“El libro de las preguntas”, XLI).

A un costado de la proyección del Palacio de La Moneda se observa una placa que con-

tiene la siguiente indicación: “planimetría de la fachada norte del Palacio de La Moneda, 1945 [y una] fotografía del Palacio de La Moneda”. Las imágenes se solapan progresivamente, suscitando la idea de un antes y un después. El pasado corresponde a la planimetría, el después, al despojo de ella, que es la insinuación del golpe de Estado y el término de la democracia. Los daños y destrozos insinúan guerra, cuya consecuencia es el fin del edificio y el fin del poder democrático. La insinuación adquiere su real sentido aquí en la medida en que no se muestra a los causantes del hecho, ni tampoco a sus víctimas, sino sólo se sugiere que ocurrió algo particularmente violento. El despojo se convierte en símbolo neutro del golpe, porque no aparecen los militares, los tanques, los aviones29. Aquí, todo el bagaje cultural de quien conoce la historia se activa, los elementos se asocian, y a través de la imagen de un edificio destrozado se nos viene a la mente lo ocurrido.

Por otra parte, el discurso sobre la UP no está organizado cronológicamente, pero sí en

términos de valoración: de lo más positivo a lo más negativo. Por lo tanto, la historia comienza bien: las primeras fotografías de la secuencia muestran a un Salvador Allende muy feliz: junto con su esposa(1973), abrazando al cardenal Silva Henríquez (1971), y promulgando la nacionalización del cobre (1971). Luego se muestran temas socialmente más delicados: el presidente Allende acompañando a Fidel Castro en su venida a Chile (1971), jóvenes recibiendo a Fidel (1971), marcha de juventudes comunistas (1973). Posteriormente, las imágenes suben de tono: campesinos en fundo 29 Sabemos que hay gran cantidad de fotografías que muestran los tanques, las metralletas, los aviones, y hasta los mismos soldados disparando. Tampoco se muestra a los actores víctimas del atentado. Es una imagen que desnuda el resultado, pero omite parte de la información disponible sobre lo que ocurrió.

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tomado, y trabajadores de textil en huelga (1971). La tensión de las imágenes se difumina un tanto con las imágenes posteriores, antes de pasar al tiro de gracia: concentración de la CUT (1971), celebración del aniversario de la UP (1973), y homenaje a Pablo Neruda (1972). Las últimas tres imágenes serían las causas (ordenadas cronológicamente) de la caída de la UP, y explicarían o justificarían la proyección de La Moneda bombardeada (explican, en ese sentido, el Golpe de Estado): colas frente a locales comerciales (1971), protestas de mujeres opositoras (1971), marcha opositoras (1972), y enfrentamientos callejeros entre grupos políticos opuestos (1973). La narrativa cae luego sobre el nicho desolado de los anteojos de Allende. Estas pequeñas fotografías ubicadas bajo la proyección de La Moneda insinúan que entre ellas y el despojo del edificio hay un vínculo muy cercano. El Palacio de La Moneda sería así la última imagen de la secuencia que comienza con caras felices y logros, y termina con una fotografía de violencia callejera.

La representación adquiere su lógica de este modo: el resultado de los hitos de la Unidad

Popular es el bombardeo del palacio de gobierno, insinuando sutilmente que todo lo que lo que sucedió antes del bombardeo habría conducido inevitablemente a su después: el fin de la democracia. En esta primera sección analizada (proyección de imágenes de La Moneda) es posible apreciar varios tipos de trauma. Para los más acomodados de la sociedad, el gobierno de Allende significó un período de incertidumbre y recriminaciones. Por otro lado, para quienes se oponían al golpe, este significó el fin espiritual y físico de sus vidas30. El trauma aquí se resume en una de las más potentes divisiones políticas y sociales que Chile haya vivido en su corta historia independiente. También se expresa en un sentimiento de orgullo herido: con una tradición democrática admirable, de un momento a otro el país se hace objeto de un acto infame31. A partir de la existencia del trauma, la representación debe acudir a ciertas estrategias para expresar contenidos imprescindibles pero que la sociedad aún no es capaz de visualizar, en términos netamente históricos, por encontrarse todavía las llagas del dolor abiertas32. Tal como lo afirma Jelin, el trauma–como algo indecible–es un hecho que no ha sido digerido, asumido, o dominado33. De este modo, se menciona sólo una vez la palabra “Golpe de Estado” (en una de las placas informativas de la sala), se omite la palabra dictadura militar, y se insinúa sutilmente el golpe a partir del contraste visual de la planimetría con una imagen de la destrucción del Palacio de La Moneda.

La siguiente imagen es la puesta en escena de los anteojos de Allende emplazados dentro

de un nicho luminoso. Surge aquí una muerte descontextualizada, alejada de su entorno, y situada

30 Stern, Recordando el Chile, 37. 31 Stern, Recordando el Chile, 29. 32 Stern, Recordando el Chile, 195 33 Jelin, Los trabajos, 35.

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en un nicho blanco y completamente neutral, alejados de su verdadero hábitat que se encuentra en los despojos del Palacio de La Moneda.Si los lentes fuesen acoplados a esta imagen, integrados y fusionados con la destrucción de La Moneda, en ese caso quedaría en evidencia la verdadera relación de estos hechos. Pero, evidentemente, se ha optado aquí por desarraigar el objeto de su verdadero vínculo histórico y, en cambio, aplicar en él las estrategias de insinuación, silenciamiento y poetización. Lo inacabado de los anteojos (se muestra sólo la mitad de ellos), nos insinúa una historia incompleta, donde falta la expresión de quienes fueron aplastados. Se silenciaaquí la otra parte de la historia, la de los vencidos. Es también una forma intencionada de exhibir un contenido morboso sólo a base de sugerencias. La diferencia está en que estas sugerencias nunca aparecen, y los silencios hablan por sí solos. En este sentido, los anteojos de Allende son la insinuación de un despojo: el despojo de un ser viviente y los restos de un sistema de gobierno que quedó reducido a una simple huella. En cuanto a la poetización, este mecanismo estético permite hacer comprensible la idea de la muerte por suicidio de manera sutil. El suicidioes socialmente visto como un tabú, un sacrilegio. Lo horrendo, entonces, se transforma en algo sublime, donde la experiencia límite de vida y muerte pasa a ser objeto del deleite de lo estético, pero también deleite de lo macabro. Esta metáfora se ve potenciada a través de la acción de la figura literaria de los contrastes: la antítesis. Por un lado, el cubículo es demasiado amplio, frío, impersonal y luminoso y, por otro, los anteojos son demasiado pequeños, humanos, personales y sucios.

La poetización e insinuación de la muerte y el silenciamiento de una parte de la historia se

inscriben también dentro del marco del trauma histórico de la muerte de un presidente a manos de un golpe de Estado. Su muerte sigue significando para muchos chilenos el trauma del fin drástico del proyecto socialista y de la democracia, y el trauma de la esfumación de los vencidos, quienes por muerte o persecución no pudieron dar su versión de los hechos. También hay un trauma específico, el trauma de la verdad. En una de mis visitas pude ser partícipe de la siguiente conversación entre dos jóvenes que observaban los lentes: “¡Mira! ¿Los lentes de Allende cuando se suicidó? – ¡Nopo! ¡Si lo mataron!”. Aquí la representación intenta orientar el trauma del espectador hacia la duda, pero que también constituye una herida abierta: ¿fue un suicidio o un homicidio? No hay respuesta al respecto. La comprensión de este hecho traumático se desvanece en otro relato: el del hallazgo de los anteojos. Dicho relato justifica la presencia de los anteojos en el museo gracias a la donación de una mujer anónima que los encontró en el Palacio poco después del Golpe. Así, con una narración casi mítica de un hallazgo surreal, los visitantes pueden despreocuparse por un momento del asesinato o suicidio del presidente para internarse en la fantástica visión de un objeto hallado en las ruinas de la democracia, y que todavía representa el despojo físico de un ser que ya no vive.

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Por último, en la parte final del museo, nos encontramos con una interrogante “Por qué

anduvimos tanto tiempo creciendo para separarnos”. A través de este fragmento poético se insinúa que, antes del Golpe, convivíamos en hermandad: es la manifestación del mito de la unidad nacional donde todo pasado fue mejor 34. Un premio Nobel nacional, que pertenece a “todos los chilenos”. Éste es tomado y situado de tal forma que produzca una relación específica con el pasado, en este caso, una relación cautelosa, en la cual se deben silenciar los hechos atroces que ocurrieron después del Golpe. Por otro lado, la poetización evidencia el reconocimiento de la complejidad del trauma histórico. El poema se opone de este modo a su objetivación, apelando sólo a la subjetividad, a la nostalgia, tópico predilecto de la poesía: se opone, por lo tanto, a hacer historia35. Al mismo tiempo, el mecanismo de poetización del trauma histórico insinúa la necesidad de una reconciliación, haciendo de lo horrible, lo indecible utilizando el término de Jelin, un mensaje de fraternidad cargado de valor estético.Hay aquí, entonces, una estrategia de presentación estética del trauma del antes, durante y después del golpe (dictadura). Las palabras dentro de un contexto poético dicen mucho o dicen nada, dependiendo de cómo lo interprete el espectador. Esa ambivalencia es cómoda, y camufla estéticamente la ausencia de la representación (y apelación directa) de la dictadura y la transición a la democracia. El trauma está demasiado presente para mostrarlo, sólo hay que dejar una pincelada de él para tomarlo o dejarlo según sea la voluntad de quien visite el museo36. El trauma histórico es también aquí la imposibilidad de continuar la historia. Es quizá el trauma del museo. Pero se convierte, paradójicamente, en la representación de algo sublime, hermoso. Es casi poético no poder terminar nuestra historia. Es casi poético que nuestro desarrollo democrático termine en desgarramiento y muerte. Eso sólo ocurre en los textos líricos, en la fantasía, en la imaginación, en la irrealidad. El pasado y los visitantes Continuando con el análisis, es evidente que lo que es visto como patrimonio disonante no se encuentra de manera inherente en los objetos, imágenes o discursos; esto es, la “dificultad” no debe ser vista como una propiedad esencial o sustancial. La dificultad se encuentra en la conexión emocional que se establece entre ese objeto y las personas, y cómo cada una responde de manera distinta según lo que le ha provocado37. Por lo tanto, no se puede prescindir de la reacción de los usuarios ante la experiencia de esta última sala del museo.

34 NaínNómez, “Escritos sobre el exilio, el arraigo de la memoria y la búsqueda de la identidad perdida”, en Memoria para un nuevo siglo, Chile, Miradas a la segunda parte del siglo XX (Santiago: LOM Ediciones, 2000), 336. 35 Samoilovich, “Memoria y poesía”, en Memoria para un nuevo siglo, 310. 36 Jelin, Los trabajos, 4. 37 Roger I. Simon, “Heritage and practices of public formation”, International Journal of Heritage Studies (2010): 247-254.

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En este apartado me interesa exponer acerca de quiénes son algunos de los usuarios de este

patrimonio, su apropiación, motivaciones y percepciones del pasado. En primer lugar, la sección de secuencias de fotografías de la Unidad Popular despertaba, especialmente en los jóvenes, una apropiación conflictiva, vinculada a sus propias experiencias y seguramente a la de sus padres. Me detendré aquí en las reacciones ante dos fotografías. La primera de ellas es una imagen que muestra a jóvenes saludando a Fidel Castro con banderas y pancartas del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). En una de mis visitas, observé que dos jóvenes de aproximadamente 16 años se acercaban a dicha imagen. Al verla, uno de ellos exclama fuertemente y casi con orgullo “¡Mi papá era del MIR!”. Rápidamente, su compañero le responde con un tono de preocupación: “¿En serio? ¿Y sigue siendo?”. El primer joven debe haber captado el tono reprobatorio de su amigo, ya que respondió categóricamente: “¡Nooooo, ya no!”38. Esta situación, a simple vista cotidiana e irrelevante, refleja mucho de lo que significa este patrimonio para la sociedad chilena. A partir de la observación, por ejemplo, de fotografías de miristas, surgen sentimientos contrapuestos de orgullo, duda, y vergüenza, reflejando claramente un patrimonio disonantey difícil de tratar por la multiplicidad de significados asociados. En un segundo caso, me llamó profundamente la atención la reacción de un joven ante una fotografía en la que se muestra a los dirigentes de la Democracia Cristiana. Al acercarse a esta fotografía, el joven, de aproximadamente 14 años, le comenta a su compañero: “Mira, ahí están los traidores” 39. Al escuchar este comentario, me llevé una gran impresión al ver que un joven que no vivió en esa época, atribuya un significado de “traición” a este episodio concreto. El acto de traición tiene, históricamente, un alcance emocional muy intenso. Generalmente se lo asocia a temas políticos y nacionales, a principios éticos, o incluso a la muerte (la traición a la patria, por ejemplo). Lo anterior tiene sentido en la medida en que el joven, probablemente conocedor de la historia de sus padres o familiares, se identifica con cierta clase de memoria que lo impele a rechazar el golpe de Estado y sus participantes. A partir de estos casos, entonces, resulta interesante analizar este espacio dentro del museo como un “nudo social”, es decir, un lugar donde las conciencias, las memorias y las identidades se convulsionan y estremecen. Lo anterior sin duda contradice la lógica del museo, que a través de la narrativa histórica anterior a esta sala encauza al visitante por un recorrido sin mayores conflictos y sin enfrentamiento de identidades.

Las entrevistas también son relevantes al momento de analizar la apropiación por parte

de los usuarios de este tipo de patrimonio. Los resultados del trabajo de campo me llevaron a las siguientes conclusiones: a) la existencia de diversas memorias emblemáticas (muchas de ellas contrapuestas) y de diferentes interpretaciones dependiendo de la experiencia personal; b) la presencia de nudos sociales; c) y actitudes de desconfianza, incertidumbre e indecisión. Todas estas reaccio-

38 10 de Noviembre 2011. 39 6 de Octubre 2011.

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nes concuerdan con la disonancia que irradia esta sala en relación con el resto del museo, y con la dificultad de presentación de un trauma histórico en el espacio público.

Las preguntas que apliqué en los entrevistados apuntaban a descubrir sus emociones y sen-

timientos respecto a la última sala: ¿Cómo fue su experiencia al visitar la última sala del museo, de la UP y el Golpe? ¿Qué sintió usted en esta última sala?¿Qué opina de la exhibición, le agregaría o le quitaría algo?

Las entrevistas me llevaron a corroborar la existencia de una caja de la memoria, término

acuñado por Stern para referirse a un lugar social gigantesco y colectivamente construido en el cual las remembranzas colectivas compiten para darle significado a una devastadora experiencia humana40. Dentro de esta “caja de la memoria”, reconocí la “memoria como salvación”, la “memoria como ruptura”, y la “memoria indiferente”. Cada una de ellas supone una contramemoria en relación a otras, es decir, una oposición subjetiva de la memoria en relación con otras memorias emblemáticas o a memorias oficiales 41. La existencia de distintas memorias y contramemorias me lleva a pensar que en la última sala se lleva a cabo un juego de representatividad disonante en relación al resto del museo.

La memoria como “salvación” fue la nota más evidente de la entrevista que realicé a un

hombre de 48 años. Cuando le pregunté qué opinaba sobre a la última sala, me respondió: Te cuenta parte de la historia de Chile de lo que pasó en esos años, yo cuando fue el Golpe de Estado yo tenía como 7 años entonces yo viví prácticamente todo lo del Golpe de Estado y ahí te cuenta lo que sucedió en la época, que había bastante desorden, que hay muchos jóvenes que no saben lo que sucedió en esa época, que hoy día salen a protestar y gritan y pelean pero en la época de Salvador Allende igual se vivían momentos malos, graves, claro porque faltaban provisiones, había mucha delincuencia, había desorden, y lo malo del Golpe de Estado es que estuvo mucho tiempo la Junta Militar en el gobierno. Encuentro que [la parte de la UP] está muy resumido, lo que cuenta de la época del 73 es muy resumido, es muy cortito, entonces están los lentes de Salvador Allende, están las publicaciones de algunos diarios, pero no dice nada, es muy poco, no muestran nada qué pasó antes del Golpe de Estado, muestran solamente lo del Golpe de Estado nada más, pero no se muestra lo que vivía el país en esos años, del 70 en adelante42 .

40 Stern, Recordando el Chile, 31. 41 Stern, Recordando el Chile, 146. 42 Hombre de 48 años, 17 de noviembre, 2011.

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Para esta persona, el golpe de Estado significó el fin del trauma de las colas, el hambre y el

desorden, dando paso a la salvación. El golpe, entonces, puso “a Chile en el camino de su recuperación”43 , porque, según el entrevistado, “[durante la UP] se vivían momentos malos, graves…faltaban provisiones”. La experiencia personal de esta persona determina su visión respecto al modo en cómo se representa esta temática. Además, en la medida en que siente que su trauma se ubica en la UP, y no en la dictadura, critica el hecho de se muestre “mucho” del Golpe, y muy poco de “lo malo” que fue el período de la UP.

En relación con la “memoria como ruptura”, aquella marcada por el sufrimiento irresuelto,

se manifestó principalmente en la entrevista de una mujer de 45 años 44. Antes de entrevistarla, la venía observado desde hace un rato: recorría la última sala con un bloc de notas, y tal como me contó después escribía ahí sus impresiones. Cuando me acerqué a ella, noté que estaba profundamente conmovida: le brillaban los ojos y su voz parecía quebrada. Lo primero que le pregunté fue qué le pareció la muestra, si le agregaría o le quitaría algún elemento. Me respondió que:“Sí, le sacaría…Todo lo del gobierno de Pinochet…para olvidarme de eso…no quisiera recordarlo nunca más…y uno viene al museo y lo primero que ponen es esa tontera” 45 (Entrevista, 17 de noviembre, 2011)”. La mujer refleja aquí una memoria encarnada en una experiencia de sufrimiento y dolor. Su respuesta me hizo pensar inmediatamente en que debió haber sido una víctima de la dictadura, y como tal, una persona que legítimamente no quiere que se le recuerden hechos traumáticos. Muchas víctimas quisieran recordar, pero otras, como en este caso, no quieren volver a abrir las heridas. El olvido aquí, es la clave para mantener la memoria de “esa tontera” contenida y dominada. Pero el museo actúa como catalizador de estos recuerdos, desviando su misión y generando situaciones de disgusto:“entonces yo vengo almuseo después de muchos años y veo y recuerdo esto, y te amarga el corazón…me gustaría que sacaran todo lo de Pinochet”.

Luego le pregunté sobre el poema: “Vi que estaba mirando el poema, ¿qué opina usted de

eso?”: Esque lo encontré precioso y lo escribí: “por qué anduvimos tanto tiempo creciendo para separarnos”…que el museo empieza precioso, y terminai en esto, sales con un deje de amargura para afuera porque recorres todo el museo, y con esto sales triste, en vez de decir “oie el museo lindo”…lo primero que ponen ahí, la cara de Pinochet, de Allende, un recuerdo cómo murió como se mató no sé…pero…sales con amargura, entras con felicidad y

43 Stern, Recordando el Chile, 37. 44 Stern, Recordando el Chile, 77. 45 Mujer de 45 años, 17 de noviembre, 2011.

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sales con amargura, o sea hay que poner otra cosa a este lado, algo que tu salgas con una… bueno en todo caso el poema lo dice.

Su apropiación del poema es claramente positiva. Esta valoración se encuentra en conso-

nancia con las emociones que siente en ese momento, marcadas por la amargura y la necesidad de olvidar. Así, un poema resulta muy significativo como aliciente para canalizar ese dolor.

Por último, otra de las memorias presentes es la de “indiferencia”. Esta memoria intenta

cerrar la caja del pasado donde el silencio puede “ofrecer una manera de evadir el impasse, e incluso fingir”46 su no existencia. Este fue el caso de una mujer mayor, de 62 años. Fue imposible para mí profundizar en lo que sentía o en sus opiniones, me respondía siempre asintiendo, diciendo que encontraba el museo maravilloso. Noté en susrespuestas inquietud, desconfianza y duda. Le aseguré varias veces que esta era una entrevista anónima, y que no me interesaba nada más que su edad y su opinión. Pero nunca quiso contarme lo que sentía, sólo se limitó a decir que aceptaba la muestra completamente: - ¿Qué sintió con la última sala del museo, referida a la UP y el Golpe? Yo nunca había estado acá, primera vez, es todo nuevo, me gustó todo el museo. - ¿y de la última parte hay algo que le llamó más la atención? No todo todo, todo muy bien. - ¿no hay nada que le haya surgido, algo que haya sentido con la última parte del museo, algún comentario? No no nada, todo muy bien, todo muy lindo el museo, prefiero no referirme a eso47.

Por otra parte, en una entrevista un visitante me confesó su desconfianza hacia la veracidad

de la muestra, específicamente en relación a que los lentes presentados hayan sido efectivamente del presidente Allende (Figura 4). El primer entrevistado, el hombre de 45 años, mencionó que lo que más le llamó la atención: Es que esos lentes sean realmente de Salvador Allende porque la historia que cuenta de cómo recolectaron o pudieron hacerse de esos lentes es muy extraña, entonces, no sé si tú la leíste, ¿la leíste?…la historia es como muy fantástica porque en esos años no te dejaban entrar en ningún lado, y sobre todo en ese momento, porque estaba todo resguardado con carabineros, militares, y es prácticamente una historia increíble.

46 Stern, Recordando el Chile, 142. 47 Mujer de 62 años, 17 de Noviembre 2011.

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El que un patrimonio resulte increíble no es un dato menor, puesto que el patrimonio, como ficción real, tiene que ser creíble y verosímil, es decir, tiene que ser capaz de conmover la identidad de una persona. Pero si un patrimonio es considerado falso, entonces pasa a ser origen de disonancia, de no-identificación.

Estas entrevistas dan cuenta de la desarmonía y conflictividad presentes en la última sala

del museo, características propias de un patrimonio disonante. La muestra genera emociones contradictorias en quienes la observan. Esta sala es, sin duda, la que más problematiza y desafía la conciencia histórica del museo (su narrativa nacionalizante), y la conciencia histórica de los usuarios. El museo pierde aquí la capacidad de encauzar a los visitantes en un único relato hegemónico. Las identidades, las memorias y las conciencias respecto al pasado se disgregan y bifurcan en multiplicidad de vías de apropiación. Conclusiones Para finalizar este ensayo, vuelvo entonces a la pregunta inicial: ¿cómo se integra, incorpora o escenifica el trauma histórico dentro del espacio público? Para tensionar esta pregunta elegí el Museo Histórico Nacional como un espacio donde esa dificultad de materializar el trauma se hace aún más evidente, teniendo en cuenta la naturaleza unificada y positiva del discurso nacional que finalmente se enfrenta a un patrimonio disonante como fue la UP, y especialmente el golpe y la dictadura. Esta disyuntiva, o mejor dicho, disonancia, se presenta como un patrimonio extremadamente difícil de manejar, digerir y expresar. Entonces, lo que vemos en el museo es un síntoma de esta solución de compromiso, de cómo re - presentar:el trauma ha sido rearticulado y manifestado de tal manera que no exprese directamente el dolor, pero sí algunas insinuaciones de él. Una situación similar se observó a comienzos del año 2013 con el cambio de nombre de la Av. 11 de Septiembre a Av. Nueva Providencia, donde la solución de compromiso llevó a las autoridades a silenciar el día del 11 de Septiembre del espacio público en la medida en que se articulaba como un patrimonio disonante, una información incómoda que podría provocar heridas en futuras generaciones. El MHN se hace partícipe de este patrimonio disonante,y se transforma en un contexto ideal para ver reflejada esa dificultad de escenificar el trauma–lo cual se observa a partir de los silencios, insinuaciones y poetizaciones–, como también de ver reflejada la complejidad de digerir este pasado doloroso por parte de los usuarios. Sin duda, esta dificultad se inserta en un contexto también muy complejo: las deudas de la transición democrática, la falta de justicia, la política de reconciliación, la batalla de las memorias, como también el empoderamiento de la sociedad civil frente a la autoridad del espacio público. Este último fenómeno ha de26


mandado, incluso, la recomposición museográfica y espacial del MHN, a tal punto de tener que debatir sobre la inclusión de salas que traten la dictadura y la transición democrática. Nuevamente, se hará clarala dificultad de representación en el espacio público de nuestro patrimonio disonante, y así, los nuevos desafíos que esto conlleve deberán ser foco de futuras investigaciones patrimoniales.

Quizás el ejemplo más paradigmático de representación del trauma es el museo de la

Memoria y los DDHH. No cabe duda de que la representación del dolor de miles de chilenos debe haber sido, y sigue siendo, un proceso muy complejo de negociaciones y transacciones públicas y privadas entre muchos actores y perspectivas. No obstante, tiene la ventaja de posicionarse como un museo de la memoria y no precisamente de historia, por lo que su misión se acota a la memoria de las víctimas y no estrictamente a contribuir a “la identidad de Chile”. El problema está cuando un espacio público sí debe contribuir a esa identidad, al mismo tiempo que se enfrenta a su quiebre drástico y traumático en algún punto inevitable de nuestra historia.

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Contribuciones de las fuentes orales a la historia del Chile post-dictatorial (1990- 1994) Nicolás Acevedo Arriaza1 Introducción En marzo de 1990, Chile comenzó un nuevo periodo político en su historia reciente, considerado como una de las transiciones hacia la democracia más exitosas de América Latina2 . Paradójicamente, los movimientos sociales, tan relevantes para su retorno, quedaron ausentes del escenario político. Luego de una dictadura cívico-militar de diecisiete años, Augusto Pinochet entregó el poder político al Presidente Patricio Aylwin, pero continuó como Comandante en Jefe del Ejército por ocho años más. Así lo estipulaba la Constitución, aprobada en 1980 por una votación sin registros electorales. Dicha carta magna, que rige hasta la actualidad, ha sido reformada en varias ocasiones, sin modificar su esencia mercantilista y autoritaria, de forma que el régimen democrático chileno aún es cuestionado por amplios sectores de la sociedad3. De ésta forma, estamos en presencia, a comienzos de 2015, del fin de un periodo de desmovilización que –fomentado por la Concertación a comienzos de los noventa– desactivó a las organizaciones sociales (expresiones de “desintegración social”) y desarticuló a los movimientos rebeldes y armados (“asociaciones terroristas”)4.

En este contexto, resulta pertinente preguntarse cómo deberíamos estudiar el Chile post-

dictatorial, teniendo en cuenta no sólo al Estado y la clase política, sino incorporando o haciéndolo debatir con experiencias de los sectores populares o movimientos sociales. ¿Cómo vivió la sociedad civil el retorno de la democracia y cómo percibieron su transición a esta? Para acercarnos a esta pregunta, proponemos utilizar abiertamente la metodología de la Historia Oral (HO) al momento de investigar la historia reciente de nuestro país, analizando las contribuciones y límites que existirían al contrastarla con las fuentes oficiales y de prensa. 1 Agradezco las sugerencias, fuentes y comentarios de Camilo Plaza, Aldo Marchesi, al Centro de Estudios Sudamérica y especialmente Camila Silva Salinas, con quien conversé este escrito en una tarde en Valparaíso, dándome siempre su valiosa mirada crítica y su entusiasmo inigualable. 2 Edgardo Boeninger, Democracia en Chile: lecciones para la gobernabilidad (Santiago: Editorial Andrés Bello, 1998), 25. 3 Manuel Antonio Garretón, Neoliberalismo corregido, progresismo limitado. Los gobiernos de la Concertación en Chile 1990-2010 (Santiago: ARCIS-CLACSO, 2013). 4 Para el primer caso ver: Paul Darke & Iván Jaksic, El modelo chileno: democracia y desarrollo en los noventa (Santiago: LOM Ediciones, 1999), 377-405. Para el segundo caso ver: Pedro Rosas, Rebeldía, subversión y prisión política. Crimen y castigo en la transición chilena 1990-2004 (Santiago: LOM Ediciones, 2013). Sobre el momento actual de los movimientos sociales ver: El amanecer de los movimientos sociales. La revolución de los jóvenes en Chile (Santiago: SEDEJ, 2014).

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Primeramente haremos, aunque de forma somera, una breve reseña de la HO. Con más de

sesenta años de desarrollo, esta metodología, encuentra sus orígenes en hechos colectivos traumáticos, como las guerras mundiales y el fascismo en Europa y Estados Unidos5. En América Latina su ejercicio fue más tardío, masificándose a partir de las dictaduras militares y la violencia política6. Con el tiempo las temáticas se fueron ampliando más allá de la investigación sobre violaciones a los derechos humanos, como el trabajo, patrimonio, cultura obrera y campesina, etc. Entre los muchos debates que surgieron a partir de su ejercicio uno de los más relevantes dice relación con la veracidad y la confianza de las fuentes orales en comparación con las fuentes escritas7 . Quienes optaron por la obtención de testimonios no sólo debieron ganarse la confianza de la academia, sino más aún, la sus propios entrevistados, convenciendo a su público de que el proceso de recordar tenía un valor colectivo para la sociedad. Por otro lado, la HO es diferente de la tradición oral, al ser relatos vividos por testigos, más que transmisiones de tradiciones transmitidas de generación en generación8 . De esta manera las fuentes orales además de ser subjetivas, dan la posibilidad de: Rescatar la historia silenciada desde el poder […] es que en el mismo proceso de hacerla genera conciencia en el entrevistado sobre el protagonismo como gestor de la historia… tiene un efecto movilizador, al mismo tiempo que subversivo, y nos permite un acceso como nos permite comenzar a vislumbrar la subjetividad de las grandes masas, los trabajadores y el pueblo9.

En el caso chileno, la HO se ha desarrollado principalmente desde los años noventa, prin-

cipalmente por la organización no gubernamental llamada Educación y Comunicaciones (ECO)10. Para Leopoldo Benavides, en los años ochenta aún su estado era precario y fragmentado, no existiendo archivos orales ni esfuerzos institucionales, sobre todo en el contexto de una dictadura 5 Daniele Volman, “Historia y fuentes orales en Francia: Estado de la cuestión”, Historia, Antropología y Fuentes Orales 15 (1996): 171-175 y Alessandro Portelli, “Historia y memoria. La muerte de Luigi Tratulli”, Historia y Fuente Oral 1 (1989): 5-32. 6 Dora Schwarzstein, “La historia oral en América Latina”, Historia y Fuente Oral 14 (1995): 39-50. Además consultar www.relaho.org. 7 Jan Vansina y Dolors Udina, “Tradición oral, historia oral: Logros y perspectivas”, Historia, Antropología y Fuentes Orales 37 (2007): 152. 8 Vansina y Udina, “Tradición oral”, 151. 9 Pablo Pozzi y Gerardo Necochea, Cuéntame cómo te fue. Introducción a la historia oral, (Buenos Aires: Imago Mundi, 2008), 5. 10 Historias locales y democratización local: ponencias, debate y sistematización del Seminario sobre Historias Locales organizado por ECO (Santiago: Educación y Comunicaciones, 1993). Mario Garcés, La Historia Oral, enfoque e innovaciones metodológicas (Taller de Historia Local en Universidad Católica, 1994); Gloria Elgueta, Memorias del siglo XX: una experiencia de participación social y rescate patrimonial (Santiago: DIBAM, 2010); La Población La Legua: desde la historia oral hacia la historia local (Santiago: ECO, 2012). Además se recomienda Pedro Milos, Historia y Memoria. 2 de abril de 1957 (Santiago: LOM Ediciones, 2007) y Mario Garcés y Sebastián Leiva, El golpe en La Legua. Los caminos de la historia y la memoria (Santiago: LOM Ediciones, 2005).

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militar11. Con los años las fuentes orales se han extendido en una infinidad de trabajos, pero no en su forma pura, ya que se han complementado con fuentes escritas, acercándose a la noción de Historia Reciente12 . El desarrollo de esta corriente se ha caracterizado por el uso de la memoria social, cobrando centralidad el testimonio como portador de “verdad”, pero que debe ser sometido a la crítica y el entrecruzamiento con otras fuentes históricas 13.

En esta ocasión desarrollaremos nuestro trabajo en torno a la contribución del uso de fuen-

tes orales y la complementariedad y conflictos que pueden tener con las fuentes escritas y oficiales en el Chile post dictatorial, enfocándonos en las organizaciones rebeldes y armadas. Dichas orgánicas se radicalizaron en la dictadura militar, pero algunas continuaron operando en el primer gobierno de la Concertación (1990-1994). Nos referimos principalmente al MAPU-Lautaro (ML) al Frente Patriótico Manuel Rodríguez-Autónomo (FPMR-A) y algunas derivaciones del MIR, como fueron el Ejército Guerrillero del Pueblo, Patria Libre (EGP-PL) y el Destacamento Mirista Pueblo en Armas (DMPA) 14.

Entenderemos por Chile post dictatorial el periodo político-social que comienza a partir del

gobierno de Patricio Aylwin en 1990, tomando en cuenta que la Constitución de 1980 sigue vigente en sus principales ejes15. Con el fin de mantener el crecimiento económico y la estabilidad política, el primer gobierno de la Concertación debió desarticular aquellas organizaciones subversivas, las cuales entre 1990-1995, realizaron, según la Policía de Investigaciones, alrededor de 834 detonaciones de bombas, 210 asaltos a bancos, muriendo 22 policías y 23 “extremistas”16 . Al concentrarnos en la trayectoria y la experiencia de los militantes rebeldes proponemos la construcción de las “otras transiciones”17 , donde los protagonistas sean los sectores populares y sus organizaciones.

11 Leopoldo Benavides, Historia Oral en Chile (Santiago: FLACSO, 1987), 7. 12 Algunos autores representantes de Historia Reciente en Chile son: Pedro Rosas, Rebeldía, subversión; Claudio Pérez, “De la guerra contra Somoza a la guerra contra Pinochet: la experiencia internacionalista revolucionaria en Nicaragua y la construcción de la Fuerza Militar Propia del Partido Comunista de Chile”, en Pablo Pozzi y Claudio Perez, Historia oral o historia política: izquierda y lucha armada en Chile, 1960- 1990 (Santiago: LOM Ediciones, 2012), Claudio Barientos, “Y las grandes trilladoras vinieron… a llevarse la calma. Neltume, Liquiñe y Chihuío, tres escenarios de la construcción cultural de la memoria y la violencia en el sur de Chile, en Elizabeth Jelin, Luchas locales, comunidades e identidades (Buenos Aires: Siglo XXI, 2003); Florencia Mallon, La sangre del copihue (Santiago, LOM Ediciones, 2004). 13 Marina Franco y Florencia Levín, “El pasado cercano en clave historiográfica”, en Marina Franco y Florencia Levín (compiladoras), Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción (Buenos Aires: Paidós, 2007), 43-48. 14 Más detalles en Rosas, Rebeldía, subversión. 15 Tomás Moulián lo entiende como Chile Actual, en Tomás Moulián, Chile Actual: Anatomía de un mito (Santiago: LOM Ediciones, 1997). 16 Nelson Mery, “El terrorismo”, El Detective 82 (1996). 17 Fernando Pairicán, Malón. La rebelión del movimiento mapuche 1990- 2013 (Santiago: Pehuén Editores, 2014).

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Las voces ausentes en el Chile post-dictatorial Paradójicamente, los movimientos sociales que lucharon por el retorno a la democracia estuvieron ausentes de las principales preocupaciones de los primeros gobiernos de la Concertación, que se abocaron más al desarrollo económico y las relaciones con las Fuerzas Armadas 18. ¿Fue el temor a un nuevo golpe militar lo que provocó que la Concertación se alejara de las organizaciones de base? Gonzalo de la Maza percibe que dicha premisa estuvo en el diseño “de la transición política chilena”, siendo la desmovilización un prerrequisito para su funcionamiento19, ya que el movimiento popular estaba fragmentado, sin capacidad de formar un proyecto popular alternativo20. Otras investigaciones –como la de Manuel Bastías– plantean que la ausencia de los movimientos sociales no se generó precisamente porque las organizaciones de base estuvieran viviendo un proceso de despolitización, sino que fue por la propia acción de los partidos políticos (léase futura Concertación), la que intentaron “ejercer” su dominio sobre ellas21 . Es decir, fue la relación entre sociedad civil y partidos políticos de centro-izquierda la que produjo las condiciones de desactivación de los movimientos sociales. Pero dicha desactivación no sólo fue política, sino que se ha prologando a nivel académico, evidenciándose únicamente en las ciencias sociales los estudios institucionales y políticos de la “transición a la democracia”. Un ejemplo está en el sinnúmero de memorias políticas publicadas en el último tiempo, elaboradas por miembros de la clase política que colocan a los partidos por sobre los movimientos sociales 22. ¿Cuál ha sido el balance o la percepción de los sectores populares en torno al Chile post-dictatorial? ¿Coincide con el parecer de la clase política concertacionista? Estimamos que existe un silencio que ha bloqueado las múltiples “transiciones a la democracia”, que sin duda existe en la diversidad de los sectores populares chilenos. Creemos que la preocupación por estas “memorias” no oficiales permitiría complejizar el análisis del proceso político, sobre todo si este pretendió ser participativo, ciudadano y de empoderamiento social. Por ejemplo, si tomamos el testimonio de un vecino de la tercera edad de Lo Valledor Norte, la llegada de la democracia significó la desconfianza:

18 Augusto Góngora y Patricia Arancibia, Ricardo Núñez: trayectoria de un socialista de nuestros tiempos (Santiago: Ediciones Universidad Finis Terrae/CIDOC, 2013), 280. 19 Gonzalo de la Maza, “Los movimientos sociales en la democratización de Chile”, en Paul Drake & Iván Jaksic, El modelo chileno, 377. 20 Rodrigo Baño, Lo social y lo político, un dilema del movimiento popular (Santiago: FLACSO, 1985). 21 Manuel Bastías Saavedra, Sociedad civil en dictadura. Relaciones transnacionales, organizaciones y socialización política en Chile (Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2013), 236. 22 Alguna de ellas son: Gabriel Valdés, Sueños y memorias (Santiago: Aguilar, 2010); Patricio Rojas, Tiempos difíciles: mi testimonio (Santiago: Aguilar, 2012); Ricardo Lagos, Mi vida: de la infancia a la lucha contra la dictadura Santiago: Penguin Random House, 2014); y Hernán Larraín Fernández, Voces de la reconciliación (Santiago: Instituto de Estudios de la Sociedad, 2013).

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Yo veo a las Juntas de Vecinos están muertas, todas las organizaciones sociales, Club Deportivo, que hoy no tienen vida. Empezó por la razón… la desconfianza. La desconfianza porque volvió la democracia. Yo pienso a veces, “bueno, ¿quién me denunció a mí? El otro más allá: ¿quién denunció a mi padre?, ¿quién denunció a mi madre que estuvo presa?, ¿quién fue?”23 .

Su testimonio nos abre otras percepciones de lo que significó la “transición a la democra-

cia”. Es por esto que hemos preferido denominar al periodo Chile post-dictatorial, ya que detrás de la palabra transición hay un ocultamiento de las continuidades económicas o políticas que han permanecido con “correcciones limitadas”, pero que silenciaron lo acontecido en el campo popular. Una de ellas fue la presencia de Pinochet en la institucionalidad pública de Chile hasta 1998, primero como Comandante en Jefe y luego como senador designado (y vitalicio). ¿Cuánta rabia habrá sentido esa generación de jóvenes, que se organizó contra la dictadura, al ver que Pinochet nunca fue a juicio y, aun más, continuó en el Estado? Esto se rescata en la obra de teatro Yo maté a Pinochet, donde “Manolo” recuerda con nostalgia, alegría y rabia su experiencia en la lucha contra la dictadura desde la población La Victoria, encontrándose con viejos amigos, y con el deseo frustrado de haber matado al dictador24. Álvaro, ex preso político del Movimiento Juvenil Lautaro, al ver esta obra quedó sorprendido e identificado por la problemática y por el hecho de que se rescatara la vivencia del Lautaro en el periodo de dictadura y posterior a ella: sobre todo “personas que no somos nosotros (ex militantes del Lautaro)” 25. Esta necesidad de realizar un ejercicio de memoria es producto de los años de invisibilidad que existió en torno a los sectores populares y sus expresiones de rebeldía, tanto por la prensa como en la literatura académica. En el caso del MAPU Lautaro, por ejemplo, los esfuerzos de memoria han sido más bien “subterráneos”, ya que respecto de las “memorias oficiales” ha existido un fuerte prejuicio o tergiversación.

Aunque someramente incorporado a una bibliografía oficial, el Lautaro ha sido descalifica-

do como organización política, sus militantes han sido considerados como terroristas de ultra-izquierda que con el tiempo perdieron “su presencia en el escenario nacional” 26. O peor aún, según el periodista Ascanio Cavallo el ML fue una organización aficionada (con pocos recursos y sin preparación profesional), infiltrada por los agentes de seguridad del gobierno que “derivó en una

23 Camila Silva, La Alegría de tener algo. Historia del Barrio Lo Valledor Norte, sector C, (Santiago: Programa Quiero mi Barrio/Municipalidad de Pedro Aguirre Cerda/Ministerio de Vivienda y Urbanismo 2010), 51. 24 Obra Yo maté a Pinochet (Teatro Errante, 2013). Estuvo exhibiéndose en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos durante 2014. 25 Álvaro, 21 de octubre de 2013, presentación de Yo maté a Pinochet, población La Victoria. 26 Camilo Escalona, De Allende a Bachelet. Una vida política (Santiago: Aguilar, 2012), 273.

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extraña amalgama de violencia, bandolerismo, sexo y anarquismo”27. ¿Cuánto sabemos realmente de esta organización? ¿Es factible acceder a ella? ¿Cuánto pesa el prejuicio respecto de una forma de entender la política y los sujetos sociales? Nuestra propuesta es realizar un estudio que incorpore las perspectivas de las fuentes orales, entendiendo que existen diversas complejidades que debemos considerar en este contexto histórico. Para ello estudiaremos a la organización llamada MAPU-Lautaro, que nos servirá como ejemplo para nuestra propuesta metodológica en torno a los sectores populares en el Chile post-dictatorial. La historia MAPU-Lautaro y su estudio desde fuentes oficiales El ML fue una organización política fundada a comienzos de los años ochenta, producto de la separación del partido MAPU (formado en 1969), luego de que gran parte de su dirección optara por una salida política a la dictadura mediante la agrupación de las fuerzas socialistas en alianza con la Democracia Cristiana28. Por el contrario, el ML –formado mayoritariamente por militantes populares de Santiago Sur– decidió desarrollar un camino autónomo buscando una salida insurreccional a la dictadura, que instalaría nuevamente el socialismo, camino que llamaron “Chile popular”29. Con el tiempo, esta decisión generó un aislamiento respecto de otras organizaciones de izquierda que buscaban volver a un régimen democrático sin elaborar una estrategia política de largo aliento.30 Además de participar en las diversas jornadas de protesta en Santiago y otras zonas de Chile, el ML desarrolló acciones como la expropiación de alimentos, vestimenta y remedios, que eran entregados en diversas poblaciones de Santiago, Valparaíso, La Serena y Concepción. Otras acciones fueron ataques incendiarios a iglesias “mormonas” y propaganda armada en barrios populares, las que fueron apoyadas por brigadas juveniles denominadas Movimiento Juvenil Lautaro (MJL). A dichas brigadas posteriormente se sumaron las Fuerzas Rebeldes y Populares Lautaro (FRPL) en 1987. Este referente militar desarrolló asaltos a bancos, con los cuales obtuvieron el financiamiento para sostener la vida clandestina, además de ataques a comisarías de Carabineros y de la Policía de Investigaciones, aniquilamiento de policías y el rescate de un preso político desde un hospital público en 1990.31

27 Ascanio Cavallo, Historia oculta de la transición. Memoria de una época 1990- 1998 (Santiago: Uqbar Ediciones, 2012), 142. 28 Cristina Moyano, MAPU o la seducción del poder y la juventud (Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2009) y Cristina Moyano, El MAPU durante la dictadura. saberes y prácticas políticas para una micro historia de la renovación socialista en Chile 1973-1989 (Santiago: Ediciones Universidad Alberto Hurtado, 2010). 29 Nicolás Acevedo Arriaza, “Fuera Pinochet: Chile Popular. El MAPU-Lautaro en las protestas populares (1978-1985)” (Tesina de Licenciatura en Historia y Ciencias Sociales, Universidad ARCIS, 2006). 30 Partido MAPU, Lucharemos por un Chile Popular, nuestro camino es la insurrección de masas. Entrevista a Diego Carvajal. Secretario General del Partido MAPU (Santiago: Ediciones Chile Popular, 1986), 36-37. 31 Silvia Vera, “Rescate sin salida: la mala jugada del MAPU- Lautaro y la excusa concertacionista” (Tesis de Periodismo, Universidad de Santiago, 2011).

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En 1988, antes del plebiscito, el ML desarrolló su III Congreso, donde se decidió desarrollar la “Guerra Insurreccional de Masas”, reafirmándose nuevamente como marxistas-leninistas. Aunque intentaron realizar un trabajo sindical, finalmente la mayoría de sus militantes provino de espacios estudiantiles secundarios y universitarios, además de los barrios populares32. Una vez que comenzaron los gobiernos de la Concertación, el ML no detuvo su accionar armado, enfrentándose a las fuerzas policiales. El resultado fue la muerte de trece de sus militantes en diversos enfrentamientos y el encarcelamiento de otros cien en la Cárcel de Alta Seguridad (hombres) y Centro de Orientación Femenina (mujeres)33.

A pesar de su efímera existencia o limitada influencia en la sociedad chilena, el ML ha lla-

mado la atención de un sinnúmero de investigadores jóvenes en los últimos años, entre otras cosas por su forma de entender y hacer la política desde la dictadura en adelante. ¿Por qué continuaron con la lucha armada en tiempos democráticos? Múltiples investigaciones se han hecho parcialmente esta pregunta, llegando en la actualidad a diez las tesis desarrolladas desde 1996 en universidades nacionales, además de seis artículos publicados en revistas académicas (impresas o digitales)34. Dichos estudios han abordado el fenómeno lautarino de manera parcial, problematizando sólo algunos periodos de la organización: sus orígenes o el momento post-dictatorial, con excepción de la reciente tesis doctoral de Pedro Rosas, la cual recorre desde 1982 hasta 2004, momento en que la mayoría de sus militantes salió en libertad con beneficios carcelarios 35. Dicha investigación tuvo acceso a documentos internos del ML de los años ochenta y realizó una cantidad considerable de entrevistas a sus militantes, pero tuvo la dificultad que éstas no hicieron referencias a las acciones de los noventa. La razón, en muchos casos, es la posibilidad de la apertura de casos judiciales que se puedan abrir producto de sus declaraciones. Es por esto, que la mayoría de los estudios que se han enfocado en estos años sufren de la escasez de testimonios, al contrario de lo que ocurre en las investigaciones dedicadas a los ochenta36. Por otro lado, otras investigaciones han preferido puntualizar sobre aspectos teóricos y su lenguaje juvenil; sobre todo, se ha estudiado cómo esta organización integró tanto reivindicaciones políticas objetivas (como derecho a educación y trabajo), como otras más subjetivas, como el goce, el sexo y la felicidad37. Creemos que gran parte de 32 Nicolás Acevedo Arriaza, “1988: Plebiscito para la Concertación, Guerra para el MAPU- Lautaro” Revista Pretérito Imperfecto 1 (2012): 6-50. 33 Rosas, Rebeldía, subversión. 34 Títulos en bibliografía del presente artículo. 35 Pedro Rosas Aravena, “Por la senda de Lautaro… Latinoamérica vencerá. Discurso, acción política, concepción y dimensión internacional del MAPU Lautaro 1982- 2004” (Tesis de Doctorado en Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago, 2013). 36 Héctor Ordenes, “Jóvenes, rebeldes y armados. El MAPU Lautaro y su accionar en la década de 1990 (1990-1994)” (Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad de Chile, 2007). 37 Eyleen Faure, “Los locos del poder. Aproximación histórica a la experiencia del Movimiento Juvenil Lau-

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las investigaciones realizadas han enfrentado enemigos comunes: por un lado, las fuentes oficiales, las cuales han tergiversado o invisibilizado la política subversiva del ML y, por otro lado, los propios silencios generados por los sujetos militantes a causa de las dificultades judiciales que pueden surgir a partir de sus testimonios.

Desde las fuentes del Estado, una primera dificultad ha sido la posibilidad de acceder a

ellas. Por un lado, hay que entender que, para desarticular a las organizaciones armadas rebeldes, el gobierno de Patricio Aylwin se respaldó en instituciones como Carabineros de Chile y la Policía de Investigaciones, quienes tenían sus propios medios para resolver el problema del “terrorismo”, como fue utilizar la tortura para obtener información38 . Según el CODEPU (Corporación de Derechos del Pueblo), entre 1990-1998 fueron 175 las denuncias por aplicación de tortura, recayendo su responsabilidad en un 76% sobre Carabineros y un 23% sobre Investigaciones 39. En ese sentido, ¿qué confiabilidad tendrían las declaraciones extrajudiciales o confesiones realizadas en los lugares de detención si estas fueron en muchas ocasiones bajo tortura40? . Aunque es necesario contar con ellas, debemos tener en cuenta estas consideraciones. Por ejemplo, ¿cómo leer la siguiente declaración judicial pronunciada por un universitario, luego de ser detenido a fines de 1990?: Mi declaración extrajudicial que se me lee en este acto no la ratifico, fui detenido por funcionarios de Investigaciones… no es efectivo que hubiera dicho que PEDRO era mi jefe ni que pertenecía el grupo Lautaro… no recuerdo haber firmado esa declaración ya que recibí muchos golpes mientras estaba detenido.41

Fuentes orales, obtenidas con posterioridad, nos permiten complejizar dicha declaración,

ya que el joven efectivamente perteneció al ML, pero no sabemos si lo admitió o no frente a Investigaciones. Incluso, aunque lo haya afirmado extrajudicialmente, eso no niega que lo haya hecho bajo apremios ilegítimos. Por otro lado, ¿por qué negarlo en tribunales? ¿Fue una estrategia para disminuir su pena? En el caso de los tribunales de justicia, estos tomaron una posición absolutamente parcial frente al ML, afirmando que esta era una organización que se caracterizaba por “utilizar procedimientos socialmente peligrosos, ruines y egoístas”, enrolando en sus filas “a soñadores, torpes de pocas luces y pícaros de baja estofa […] una fracción del pueblo aún ignorante y desubicado”42 .

taro. (1982-1997)” (Tesis de Licenciatura en Historia, Universidad de Chile, 2006), 86. 38 Nicolás Acevedo Arriaza, “Lucha contra el terrorismo y Derechos Humanos”, Red Seca (2014). 39 Rosas, Rebeldía, subversión, 162. 40 Rosas, Rebeldía, Subversión, 169-170. 41 Declaración judicial, 28 de noviembre de 1990. Hemos resguardado la identidad del detenido. 42 Tribunales de Justicia, “Juicio a Lautaro”, Santiago, 1991, 8-10. Las cursivas son nuestras.

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El propio ex-Presidente Aylwin reconocía que a pesar de no ser delincuentes comunes,

“eran ilusos o demagogos o tenía[n] el cerebro lavado con la tesis de la violencia”43. Para ello, en 1991 su gobierno –a partir del asesinato de Jaime Guzmán (ejecutado por el FPMR-A)– creó el Consejo Coordinador de Seguridad Pública (“La Oficina”), liderado por Marcelo Schilling y Jorge Burgos, que utilizó sus redes en la izquierda chilena para infiltrar o lograr la delación de los grupos subversivos, muchas veces a cambio de beneficios sociales, laborales o monetarios44. En este momento cabe preguntarse sobre la Oficina: ¿qué tan valioso sería recurrir a la documentación que elaboró este organismo de inteligencia en la lucha contra el “terrorismo”? Es más: ¿existirán realmente tales documentos? Hasta el momento sólo contamos con algunas investigaciones, principalmente de la prensa, como Qué Pasa o Análisis, y el testimonio de Humberto López Candia. Sin duda, su testimonio es una fuente a tener en cuenta, como también su mitomanía y sus deseos de revancha contra el Estado por estar actualmente detenido a causa de otra causa45 . Al mismo tiempo, para algunos dirigentes de la Concertación la acción de La Oficina fue sumamente necesaria y muchas veces poco valorada 46. Schilling se defiende planteando que todos los procedimientos fueron legítimos, y que finalmente hoy “no hay grupos armados, los empresarios andan sin guardaespaldas y la democracia no está en jaque”47 gracias a la labor de este organismo.

Una segunda dificultad es la mediatización que realizó la prensa, ya sea escrita o televisiva. Si

bien es importantísimo realizar un seguimiento minucioso de los diarios de la época, no podemos darle crédito a todo lo que estos escriben. En el caso del ML, existió una campaña para entenderlos como un fenómeno de “terrorismo” o como un hecho “delictual”, más que como una organización política. En 1990 un matutino planteó que este era una “escoria política” de “jóvenes marginales y confundidos”, que carecían de ideología, utilizaban a menores de edad y pagaban cuarenta mil pesos por matar carabineros48 . Muchas veces, tales informaciones fueron entregadas por la propia Policía de Investigaciones a la prensa, como ocurrió con el diario La Época, donde se afirmaba que el ML era “una banda delictual con fines de lucro personal de una cúpula elitista”, sin trasfondo político en sus acciones, con gente “adoctrinada” e “ignorante cuando es interrogada y es entrevistada. Me da la 43 Claudia Farfán, “El silencio forzado de los presos políticos en democracia” (Tesis de Licenciatura de Periodismo, Universidad de Chile, 2006), 48. 44 Farfán, “El silencio, 57-70. Por otro lado, y mucho antes del asesinato de Jaime Guzmán, el gobierno discutió en el Congreso Nacional la modificación de la Ley Antiterrorista y otras medidas para aplacar las acciones subversivas. Ver en Brian Loveman y Elizabeth Lira, Las ardientes cenizas del olvido: Vía chilena de la Reconciliacion Política 1932-1994 (Santiago: LOM Ediciones, 2000). 45 Joao Goncalves, Los Subterráneos de la transición, (Santiago: manuscrito inédito, 1996). 46 Góngora y Arancibia, Ricardo Núñez, 287. 47 Juan Cristóbal Peña, “Los secretos de la oficina”, La Tercera, 19 de mayo de 2013, 14-16. 48 “Lautaro: Fanáticos del sexo y la violencia”, La Tercera, Santiago, 10 de junio de 1990, 10-11.

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impresión que conocen a Carlos Marx exclusivamente porque lo han leído en alguna parte”49 . En el caso de la televisión, el canal Megavisión fue quien logró tener la mejor cobertura al ML en los años noventa, ya que trabajaba directamente con Carabineros. Su gestor, Ricardo Claro, incluso estuvo vinculado a la DINA50. Esto explica que hayan grabado en directo la detención de un militante del ML el 17 de febrero de 1993, cuando este fue baleado en el centro de Santiago51 . Estos son ejemplos que demuestran la tergiversación del fenómeno de las organizaciones rebeldes y armadas, haciéndose necesario obtener otros testimonios a través de la HO para poder realizar tales estudios. A continuación expondremos una propuesta sobre las contribuciones y límites de la HO para un estudio de los sujetos excluidos en este periodo. Las voces de los protagonistas: contribuciones y límites desde la historia oral Una dificultad permanente en el estudio de organizaciones rebeldes que actúan en circunstancias de clandestinidad es el acceso a sus propias publicaciones. En el caso del ML se trata, en su mayoría, de documentos editados en los años ochenta o con posteridad a 1995, cuando los realizaban desde la prisión. La recuperación de estos escritos ha sido una tarea ardua y colectiva. Un magnífico archivo digital ha sido ocupado por la mayoría de las tesis del ML proveniente del Fondo Eduardo Ruiz-Tagle de FLACSO, mientras que otros documentos han sido donados por el Colectivo La Lanza de Suecia y el Centro de Estudios Miguel Enríquez (CEME). Lo más emocionante ha sido el contacto con los militantes del MAPU-Lautaro, quienes han guardado y desenterrado, literalmente, documentos y propaganda.

49 Declaraciones de Policía de Investigaciones en “El pasado y presente del MAPU-Lautaro”, La Época, 14 de octubre de 1990, 14-15. 50 “Ricardo Claro financió a la DINA”, The Clinic, 12 de julio de 2012. 51 “Cuatro heridos a bala en tiroteo entre terroristas y carabineros”, El Mercurio, 18 de febrero de 1993, C1-8.

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Afiche enterrado por un militante MAPU-Lautaro en 1983.

El vacío de documentos entre 1990 y 1994 se debe a que la mayoría de estos fueron des-

truidos por los propios militantes o recaudados por la policía. De allí que las entrevistas realizadas entre 1990 y 1992 a dirigentes del ML por la revista Análisis y posteriormente por Página Abierta sean de gran relevancia para las investigaciones que han querido dilucidar los planteamientos del ML durante este periodo52. ¿Cómo suplir la inexistencia de documentos o fuentes primarias? Las investigaciones sobre el ML lo han hecho mediante las entrevistas a distintos militantes, los cuales en algunas ocasiones han podido reconstruir los manifiestos desaparecidos. Fue el caso del primer manifiesto del MJL (diciembre de 1982), que fue recordado por algunos entrevistados en nuestra investigación entre 2004 y 2006. En el caso de Jorge, recordó: “Estamos cansados de esta dictadura de mierda. Nuestra decisión es desde nuestras esquinas, desde nuestros territorios, desde nuestras plazas, a luchar con tutti contra esta dictadura de mierda”53. En 2010, revisando una colección de fuentes sobre la oposición a la dictadura en la Biblioteca Nacional, pudimos encontrar este mentado primer manifiesto, el cual evidenciaba similitudes con los testimonios orales. El texto comenzaba de esta manera: Hemos decidido rebelarnos frente a esta realidad de mierda… Hay más alternativas que el “pito”, los topless o la garrafa. Las cosas pueden ser distintas a las de ahora, los proble52 Gladys Diaz, “Movimiento Lautaro. Una juventud sin brújula”, Análisis 350, 24 al 30 de septiembre de 1990, 14-18; Equipo Página Abierta, “Hablan dirigentes de Lautaro”, Página Abierta 45, 22 de julio de 1991, 17-20; Jaime Gré, “Habla Guillermo Ossandón: yo soy el jefe del Lautaro”, Página Abierta 47, Agosto-septiembre de 1991, 2-6. 53 Entrevista a Jorge, 16 de junio de 2005.

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mas tienen solución. Hay que botar a la dictadura, para que el país deje de ser una cárcel e iniciemos una nueva construcción… No somos la rama juvenil de ningún partido. Somos un movimiento autónomo que no responde solo a nosotros mismos y a nuestro compromiso de lucha. Aspiramos a ser uno de los canales que exprese a la Juventud Rebelde, sin reemplazar a las organizaciones amplias (partidos políticos y organizaciones de masas) y sin competir con nadie54 . Además de enfatizar lo importante de este manifiesto para parte de sus militantes –que se acordaban de sus temas centrales–, también podemos visualizar que mientras en ese momento el MJL se planteaba como un instrumento autónomo de cualquier partido, los testimonios recuerdan que realmente era un partido, el MAPU, quien estaba detrás de esta iniciativa. ¿Realmente se apostaba que fuera una iniciativa autónoma o era una estrategia partidaria? Guillermo, dirigente del ML, evaluará que fue una apuesta que no resultó necesariamente como se quería en un inicio: Cuando nace la nueva era con Lautaro partimos buscando una apuesta, que era que efectivamente Lautaro no fuera un instrumento del MAPU, sino que fuera un movimiento abierto a otras fuerzas subversivas y a gente no militante, pero esa apuesta nunca se realizó. Y no se realizó, no por falta de voluntad, sino que simplemente no se realizó55 . La HO es, sin duda, una contribución para completar los vacíos que existen a partir de la escasez de fuentes escritas, pero no se limita sólo a ello; es claramente una forma de concebir las subjetividades de los sujetos ausentes de las memorias oficiales, como también es la oportunidad para la reflexión sobre la experiencia de los sectores populares, lo mismo que sobre sus reflexiones actuales. De acuerdo a Alessandro Portelli, “la historia oral, en realidad, distingue entre hechos y relatos, entre historia y memoria, justamente porque considera que los relatos y las memorias son ellos mismos hechos históricos”. Hechos históricos que a veces son demasiados privados “para despertar la atención de la historiografía” 56.

En Chile ha existido una “transición ciudadana”, como la llama Gabriel Salazar57, que ne-

cesita ser registrada y la HO lo permite absolutamente. En el caso del ML, es necesario realizar una historia que cuente con los testimonios de sus militantes, pero no sólo como un complemento

54 Movimiento Juvenil Lautaro, “Manifiesto a la juventud y al Pueblo de Chile”, Santiago, diciembre de 1982, 1. 55 Entrevista a Guillermo Ossandón, 13 de julio de 2005. Muere de cáncer en 2009. 56 Alessandro Portelli, La orden ya fue ejecutada. Roma, las fosas ardeatinas, la memoria (México D. F: Fondo de Cultura Económica, 2003), 26- 27. 57 Hugo Fazzio, El gobierno de Lagos: balance crítico (Santiago: LOM Ediciones, 2006).

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de lo que no podemos encontrar en las fuentes oficiales o de documentos ya que, como escribe Pablo Pozzi, “lo importante de estos testimonios no es la veracidad de los mismos, sino más bien la posibilidad de rastrear sentimientos a través del tiempo”58 . Esta sería una primera contribución: el rescate de la subjetividad. La HO rescata voces olvidadas, silenciadas, derribando mitos e ideas preconcebidas sobre el mundo popular, la violencia que en él se ejerce o viven, pero también permite balances sobre la política y la vida cotidiana. Muchas de estas dimensiones no pueden ser percibidas en documentos oficiales, sino en sus reflexiones posteriores. Así lo apreció Vera Carnovale en su investigación sobre el Partido Revolucionario de Trabajadores (PRT), donde pudo analizar temáticas como la disciplina partidaria interna, que se inmiscuía en algunas ocasiones en la vida privada de sus militantes por la concepción del partido total que tenían en el PRT 59. En el caso del ML se nos viene a la mente el relato de Iván, brigadista del MJL en los ochenta, que recuerda una acción de recuperación de pollos, los cuales fueron robados y repartidos en una población al sur de Santiago: Nos encontramos con gente que había sido invitada por otros conductos […] nosotros íbamos sin nada y la gente iba con las bolsas con pollos. Y viendo la excitación, la gente te miraba, no entendía nada, la gente de la micro te veía subir súper excitado […] y cacharon que éramos los hueones que estaban tirando los pollos pa’ abajo y nos dicen: “oye, ustedes no llevan pollo hueón, no sacaron pollo loco” –no poh. “Puta, toma loco” [les dijo un joven]. Y te pasan dos pollos a cada uno, locos que iban con seis o siete pollos. Y por ahí una mina al ver la actitud, pescó otros pollos y se los repartió a la gente de la micro60.

¿En qué lugar habrá sido? ¿En qué fecha? ¿En dictadura o democracia? Lo más probable

es que haya sido en la comuna de La Florida, pero Iván no recordó el lugar ni la fecha cuando le preguntamos. En el fondo, lo más importante fue el sentimiento de solidaridad que provocó aquella acción. Esto no quiere decir que como historiadores nos neguemos a contrastar los testimonios con otras fuentes, ya que ambos son complementarios, más que limitantes.

Daremos el siguiente ejemplo a partir del testimonio de Joaquín, quien recuerda una acción

que hizo el ML en dictadura, como fue la quema de un microbús en el centro de Santiago. Plantea que el atentado fue en 1984, con motivo de la ocupación de una base militar que deseaba instalar el gobierno de EEUU en Isla de Pascua. “Y ahí lo que se nos ocurrió es quemar una micro en

58 Pozzi y Necochea, Cuéntame cómo, 5 59 Vera Carnovale, Los combatientes (Buenos Aires: Siglo XXI, 2011). 60 Entrevista a Iván, 27 de julio de 2005.

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Alameda con Amunategui donde hay un monumento Rapa Nui61” . Revisando la prensa pudimos reconstruir la escena de mejor manera: el 15 de julio de 1985, tres militantes del ML intimidaron al conductor de un bus en Av. Vivaceta con Mapocho y lo condujeron hacia la Alameda. Allí lo incendiaron frente al moai del bandejón central de la Alameda, pero mientras huían un carabinero logró detener a uno de ellos, quien resuelve dispararle en el abdomen. Sería el primer carabinero muerto por el ML, aunque al principio acusaron al FPMR62 .

El contraste es importante, porque mientras el dirigente prioriza por explicar los objetivos

de la acción, omite la muerte del carabinero. ¿No la recuerda? No sabemos si fue olvido u omisión, pero la prensa resalta la muerte del carabinero por sobre el objetivo que estaba detrás de esta acción. Incluso los diarios El Mercurio o La Tercera plantearon que el uniformado abatido logró desarticular un “plan terrorista” de mayor envergadura. Lo importante es evidenciar que la opinión pública no se enteró de las razones del atentado (como el ML pretendía), sino que sólo se relevó la muerte de un nuevo carabinero. EL General Director de Carabineros, Rodolfo Stange, diría que “la ciudadanía debía tomar conciencia del terrorismo […] estos se lamentan tanto por los derechos humanos cuando precisamente este tipo de gente es la que menos los respeta” 63. De esta manera, la HO se complementa con el análisis de otro tipo de fuentes, como la prensa, para poder analizar la recepción que tuvieron de los objetivos de éstas organizaciones en la opinión pública.

Otra contribución de la HO es la posibilidad de reconstruir la historia de una agrupación,

pero no desde lo estático de los documentos oficiales, sino más bien desde el análisis que los propios sujetos le asignan a sus experiencias, teniendo en cuenta que dicho recuerdo se hace desde la valoración actual. En el caso de Pedro, militante del ML desde sus orígenes, fue reticente a darnos su testimonio en 2005, teniendo una actitud más bien defensiva. Finalmente accedió, pero producto de su actual militancia comunista fue crítico de las acciones en donde participó, como la entrega de productos a los pobladores, las cuales llamó “paternalistas”: Al final era mucho corazón y poca formación. Si tú revisas a toda esa gente en lo que está, en lo que está haciendo. Hoy día ni siquiera está haciendo un aporte al movimiento popular, incluso muchos están con una actitud anti izquierda. Y otros que de frentón están en la delincuencia64 .

61 Entrevista a Joaquín, 9 de Julio de 2005. 62 “Carabinero muerto a tiros a repeler acción terrorista”, El Mercurio, 17 de Julio de 1985, A1 y A10; “Asesinan a carabinero que intentó aprender a pistolero”, La Tercera, 17 de Julio de 1985, 31. 63 “Plan terrorista iba más allá de lo que resultó”, El Mercurio, 18 de Julio de 1985. 64 Entrevista a Pedro, 13 de septiembre del 2005.

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De alguna manera el testimonio de Pedro nos hablaba más de las percepciones actuales

que de las sensaciones, creencias o ideas que sentía en ese momento. ¿Un límite de la historia oral? Creemos que no, porque al recabar la subjetividad de los militantes, es indudable que nos encontraremos con la mirada presente de su experiencia. Para esto se debe considerar que, detrás de las actitudes del presente, hay historias ocultas, dolores que no quieren salir a la luz. Para Portelli, la HO nos introduce a relatos demasiado privados “para despertar la atención de la historiografía”65 . Tales historias, como plantean algunos de sus protagonistas, ni siquiera son relatadas a sus hijos, como lo planteó Marisa Musu en un libro de Portelli: “Yo no he vuelto sobre el tema… con mis hijos se discutía, es cierto, el movimiento estudiantil, las asambleas, los comités de base, y después cuando fui a Vietnam… pero esto era un pasado, y un pasado que en el fondo ya no ha reaparecido” 66. En el caso de las organizaciones rebeldes armadas en Chile, acá nos encontramos con una contribución y una limitación. La contribución es que muchas veces la HO resulta ser un catalizador para el entrevistado, al poder relatar con toda libertad lo que ni a su familia ha querido contar. Así lo hizo Roberto, mientras nos narraba su experiencia cuando fue torturado al momento de su detención por la Central Nacional de Inteligencia (CNI)67 . Para Manolo, fundador del MJL y luego colaborador en los años noventa, recuerda que en su casa mantenía las armas o llegaban heridos del Lautaro, ya que su mujer era enfermera. Sus hijos fueron testigos de estas presencias, pero Manolo no conversa de esto hasta la actualidad. “Le tengo miedo a la critica que me pueden hacer”68 .

La limitación estaría orientada desde el punto de vista de la judicialización. En el caso del

ML, existe una dificultad de mencionar ciertos hechos o acciones cometidas en el periodo post-dictadura debido a la posibilidad de reaperturas de sus causas. Primero, la imposibilidad de entrevista a militantes del ML se debió a que entre 1988-1994 cayeron 135 detenidos bajo estrictas medidas de seguridad. Sólo Pedro Rosas, tuvo el “privilegio” de poder entrevistar a una decena de militantes del Lautaro, cuando compartieron prisión por más de diez años. Finalmente a comienzo del 2004 se llegó a un acuerdo político con la mayoría de los prisioneros de la Cárcel de Alta Seguridad, despachando un proyecto de ley que les diera beneficios carcelarios, con tal de abandonar la lucha armada69. A partir de allí muchos han retomado sus vidas personales, sus proyectos, sus historias, reconstruyendo futuro.

65 Portelli, La orden, 26. 66 Portelli, La orden, 336- 337. 67 Entrevista a Roberto, 2 de abril de 2012. 68 Entrevista a Manolo, 12 de junio de 2012. 69 Rosas, Rebeldía, subversión, 253- 265.

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Es así que hemos realizado una serie de encuentros y entrevistas, las cuales en su mayoría han sido sobre el periodo de dictadura, dejando para una instancia posterior la discusión sobre el Chile post-dictatorial. Como planteamos anteriormente, la cercanía temporal con los hechos subversivos que se quieren relatar es relevante. Podemos ejemplificarlos con lo ocurrido a comienzos del 2013, cuando fueron detenidos tres ex militantes del Lautaro por una causa pendiente de un asalto en Temuco en 199370. Cerrada la investigación, la Justicia Militar pidió la reclusión de Delfín Díaz, Juan Tapia e Ilse Jofre. Esta última fue detenida en marzo del 2013 en estado de embarazo. La primera vez que estuvo en prisión fue en 1994. Dos años después pudo salir con libertad condicional. Actualmente, con 43 años de edad, fue detenida para cumplir diez años por una acción que supuestamente cometió hace veinte años. Sin la atención adecuada y castigada por más de un mes, Ilse perdió su bebé en el COF, siendo liberada en octubre el 2013 71.

Con estos antecedentes, ¿es posible realizar una historia oral del Lautaro en los años noven-

ta? Daremos otro ejemplo: Ariel Antonioletti, quien con 21 años fue detenido a fines de 1989 como militante del ML. En el gobierno de Aylwin, fue rescatado el 14 de noviembre de 1990, desde un hospital del sur de Santiago, por las Fuerzas Rebeldes y Populares Lautaro (FRPL). La acción terminó con la muerte de cinco uniformados y la captura de Marcela Rodríguez, militante del ML, quien recibió un disparo en su columna, quedando paralítica de por vida72. A los pocos días, la Policía de Investigaciones encontró el escondite de Antonioletti, matándolo en un desigual enfrentamiento.

Silvia Vera, periodista de la USACh, sin tener ningún contacto o relación con dicha historia,

decidió realizar su tesis de grado en torno a este rescate, logrando obtener importantes testimonios, tanto de familiares de Ariel, como de personeros del gobierno. Estos últimos indicaron que estuvieron en desacuerdo con el proceder de Investigaciones, sobre todo por el hecho de que Antonioletti no hubiera sido recapturado con vida. Esto se contradice con las “memorias oficiales”, que relatan que la desarticulación del Lautaro fue con el respeto de los derechos humanos. Sin embargo, la autora finalmente no logró descifrar cuáles fueron los errores internos de la organización en dicho rescate, ya que no pudo encontrar a alguien que le quisiera relatar cómo sucedieron los hechos73 . La dificultad se debió a que los supuestos autores de este rescate fueron condenados a cadena perpetua y a pena de muerte, que aún existía durante el gobierno de Patricio Aylwin. Muchos de ellos, hasta la fecha, plantean que no estuvieron en dicha operación, pero que para la Justicia Militar esto no tenía importancia, porque había que evitar que ellos salieran nuevamente en libertad. 70 Comunicado de Juan Tapia y Delfín Díaz, Publicación Refractario, junio de 2013. 71 Comunicado Público, Radio Enrique Torres, 28 de Junio de 2013. 72 Cherie Zalaquett, Mujeres en armas. Testimonios e historias de mujeres militares y guerrilleras subversivas (Santiago: Catalonia, 2009). 73 Vera, Rescate sin…

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Como hemos planteado, los testimonios no son sólo verificación de hechos sino un valioso relato subjetivo. En el caso del rescate de Ariel Antonioletti, muchas personas relatan que esto marcó un antes y un después en la vida de la organización: ¿Estaba preparado para éste tipo de acciones? O, desde lo sentimental, ¿por qué tenía que morir Ariel? El testimonio de Claudia nos refleja una mirada más personal, pero que se conecta con una mirada política: ¿estaban dadas las condiciones para seguir con la lucha armada en el Chile post-dictatorial? Cuando fue la detención del Ariel, yo estaba afuera. Puta, fue terrible… de hecho ahí me separé del partido, primero me distancié porque me pareció una operación… puta, yo creo la rabia de primero, de no haber protegido al Ariel, como haber permitido que lo mataran así, como haber protegido a otros compañeros, siendo que él era el principal si lo habían sacado, puta si era el más cercano, estuve enojada harto tiempo y ahí como que congelé mi militancia. Además no sentí que el partido hubiera dado… como una explicación, no lo digo pa’ fuera, para al público de afuera, sino que interna, reconocer un error y yo siento que no lo hizo y eso también me caló hondo 74.

La HO se enfrenta a estos obstáculos sobre todo en momentos de rupturas y quiebres.

Quizás es distinto en torno a los orígenes del ML, ya que la mayoría de los testimonios que hemos obtenido tienden a coincidir que esta organización fue formada por el MAPU, en las comunidades cristianas, en los centros juveniles de barrios populares. Sobre los objetivos de sus acciones, muchos de los entrevistados nos plantearon que no sólo se apuntó a derrotar la dictadura, sino también a la instalación del socialismo y que el proletariado no fuese el único sujeto revolucionario, sino el pueblo y los jóvenes. Pero cuando uno intenta adentrarse en otros asuntos, sus protagonistas suelen diferir o callar sobre la desarticulación o la prisión… ¡Qué difícil es recordar las tensiones, las desavenencias, los dolores, las partidas, las derrotas! ¿Fue una derrota? ¿Fue un fracaso? ¿Qué lecciones se pueden obtener? Cada militante tiene su propia percepción en torno a estas evaluaciones. Fueron muchos los años de militancia, de conocerse, compartiendo el amor y las pérdidas, pero han sido escasas las instancias colectivas para reflexionar en conjunto. ¿Podrá la historia oral reunir estas experiencias que permanecen fragmentadas para darle una integración que en la vida real no se ha podido presentar? No es sencillo. ¿Seguirán presentes las culpas, las ganas de un triunfo no resuelto y la muerte de sus compañeros? Para Irene aún no es posible recuperarse de la muerte de su pareja. Por más que lo desee, no quiere contar su testimonio, ya que el dolor de la pérdida de sus compañeros no le permite aún profundizar en ello. ¿Será tiempo de esperar? Sobre la desarticulación de las organizaciones rebeldes armadas, Gonzalo nos cuenta algunos detalles de cómo percibieron, desde la dirección del ML, el trabajo realizado por la Oficina en los años noventa. Con

74 Entrevista a Claudia, 5 de septiembre de 2011.

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una clara autocrítica, por la subestimación del enemigo, Gonzalo siente que se debería haber tenido mayor preparación y profesionalismo, sobre todo porque muchos militantes cayeron detenidos por visitar a sus familiares y romper las reglas de clandestinidad. Por otro lado, en 1993 –cuando gran parte de la infraestructura y logística de la organización estaba pérdida– surgió la información que el gobierno tenía fichados a algunos dirigentes en distintos barrios populares de Santiago: […] apareció una compa que dijo que tenía un contacto con alguien que trabajaba para la Oficina y que quería pasarnos información, se discutió [en el Lautaro] y se aceptó. Recuerdo que estábamos en una reunión del Comité Central cuando llego el primer informe, que decía que tenían a cuatro personas detectadas en cuatro bastiones [barrios]75 .

Los informes eran exactos en descripciones físicas de los militantes, en detalles del lugar en

que vivían, pero sin registrar sus nombres. La decisión, en ese momento, fue retirar a los militantes de aquellos barrios, empezando la etapa que Gonzalo llamará: “el aislamiento del Lautaro”. Con el tiempo, ya en prisión, este se preguntó: ¿no habrá sido que la persona que les dio dicha información fue por orden del gobierno y no por una decisión individual? ¿Con qué intención? “Quizás para que nos fuéramos de los barrios”, piensa Gonzalo. Así, su relato, de un integrante de una organización armada, se conecta con el relato de aquel vecino de Lo Valledor Norte mencionado anteriormente: el comienzo del Chile post-dictatorial significó la llegada de la “desconfianza” y no precisamente un proceso de democratización ciudadana. En las universidades, en los liceos, en las poblaciones, la desconfianza se expandió al igual que la descomposición de las organizaciones sociales y político-militares. Dicha desconfianza desmovilizó a miles de personas, los cuales hoy están manifestando ese malestar o frustración de promesas incumplidas. En palabras de Patricio Bañados, portavoz de la campaña del NO en 1988: “el periodo de la Concertación fue un gran desencanto. Sin desconocer las dificultades, porque ya te van a salir con que estaba el Ejército, que aquí que allá… Eso lo entiendo perfectamente, había que proceder con pies de plomo, pero entre proceder con cautela, con prudencia, y no proceder, hay tanta distancia” 76.

¿Cómo revertir esta desconfianza histórica? En lo político, la desconfianza se reflejó en cómo

se entendía el régimen inaugurado desde marzo de 1990. Por muchos años la Concertación trató de explicar la incapacidad de generar transformaciones estructurales por estar viviendo una “transición a la democracia”. La denominación de Chile post-dictatorial sería más pertinente, aunque de todas formas es una manera desconfiada de entender el régimen político a partir del gobierno de Patricio Aylwin. 75 Entrevista a Gonzalo, 11 de marzo de 2012. 76 “Patricio Bañados a 25 años del triunfo del NO”, El Mostrador, 30 de septiembre de 2013.

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Por otro lado, desde los sectores populares ha existido una desconfianza social con respec-

to a este régimen, siendo más prematura que las críticas académicas. Sofía, dirigente de San Joaquín, explicaba en 1993 que, con la llegada de la democracia, “la mayor expectativa era el cambio, y la palabra transición no era cambio, esa palabra como que llegó después”77. Marcos, estudiante de la población La Victoria, sostenía que “creíamos en esto, y al final no era lo que yo esperaba, lo que me imaginaba. Se hablaba tanto… la palabra democracia estaba tan puesta… me imaginaba algo, pero ese algo, no era… no era esto” 78. Hoy ese joven debe tener alrededor de cuarenta años. ¿Cuáles habrán sido sus vidas, sus esperanzas, sus expectativas actualmente? Tal como Sofía o Marcos, en Chile son miles los chilenos que han vivido en este Chile post-dictatorial con una diversidad de problemáticas como el empleo precario o la drogadicción, que deben ser abordados como parte de la historia social, y no sólo como una estadística económica o un reportaje de crónica roja. Aquí la confianza es clave. Sólo así se podrá acceder a las voces aisladas o ausentes de nuestro Chile reciente.

77 Gloria Elgueta, “¿Qué ocurrió en la ex república independiente de San Miguel?”, El Canelo 57, septiembre de 1994, 12. 78 Elgueta, “¿Qué ocurrió, 12.

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“Guerra al terrorismo”: la Policía de Investigaciones y su rol en la desarticulación de los grupos rebeldes (1990-1994) Camilo Plaza Armijo Introducción La vuelta al régimen democrático, después de diecisiete años de dictadura, significó la necesidad de contar con un cuerpo policial confiable que se hiciera cargo de gestionar las labores de inteligencia vinculadas al cuidado de la estabilidad e integridad del sistema recién implantado. Este escenario significó para la Policía de Investigaciones un rol de importancia, por ser la única institución de orden con la que el gobierno pudo contar, considerando que este no logró un entendimiento mínimo y necesario con Carabineros y las Fuerzas Armadas en materia de inteligencia y que, además, estas dos instituciones efectuaron un “repliegue” defensivo en relación con el poder civil.

Una de las principales preocupaciones existentes en este ámbito fue la pervivencia de gru-

pos rebeldes de izquierda, quienes insistieron en la estrategia de la violencia política como respuesta a un proceso de transición a la democracia que legitimó la Constitución de 1980 y la implantación de un sistema capitalista neoliberal. Nos referimos a los actos perpetrados principalmente por las fracciones del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), por la escisión del Frente Patriótico Manuel Rodríguez del Partido Comunista, llamada FPMR-Autónomo y por el Movimiento de Acción Popular Unitaria (MAPU-Lautaro) y sus grupos anexos.

A continuación, se abordará a la Policía de Investigaciones y el rol que desempeñó en la

persecución y desarticulación de los grupos rebeldes durante los primeros años de la transición. Daremos luces sobre los cambios experimentados dentro de la institución para enfrentar la tarea señalada en un escenario de regreso a la democracia, los que dan cuenta de una profunda reformulación interna, que considera su complejización en materias de inteligencia así como el aumento de su relevancia a nivel público (en aspectos tanto positivos como negativos). Desarrollaremos el tema considerando también los aspectos externos (principalmente sociales y políticos) que fueron relevantes en el proyecto de persecución y desarticulación de los grupos rebeldes.

En este artículo sostenemos que la labor de combate y desarticulación de los grupos rebel-

des, llevada a cabo por la Policía de Investigaciones, debe entenderse como parte de un proceso más amplio, vinculado a un marco en el que el panorama sociopolítico condicionó su accionar respecto a la “lucha contra el terrorismo”. De esta forma, las características que evidencia la trayectoria del antiterrorismo en la policía civil dan cuenta de aristas en tensión en las que se vinculan los 54


procesos internos de esta a aspectos externos, principalmente políticos y sociales, que resultaron relevantes en esta configuración.

Respecto de lo primero, se constata una reorganización tanto a nivel humano como estruc-

tural, que buscó darle eficiencia a una institución anquilosada por la corrupción, la falta de recursos y la descoordinación a nivel operativo. En directa relación con lo anterior, el marco propio del régimen democrático de comienzos de los noventa y los temas de relevancia, jugaron un rol fundamental en la forma que asumió el accionar antiterrorista de la policía. Así, la seguridad ciudadana y el interés suscitado en materia de derechos humanos en relación con la función policial aparecen como temas influyentes1 que, desde el mundo político y la ciudadanía, actuaron para perfilar la labor práctica y discursiva que asumió la Policía de Investigaciones para enfrentar a los grupos subversivos.

Profundizaremos en un actor que adquirió mayor relevancia político-mediática a partir de la

década del noventa y que ha sido poco tenido en cuenta no obstante el rol que le cupo desempeñar. Entender el combate hacia los grupos rebeldes debe considerar el problema desde una perspectiva que vaya más allá de las disposiciones legales consignadas para tal efecto (Ley Antiterrorista, de Seguridad Interior del Estado, de Control de Armas, las “leyes Cumplido”) o en los organismos e instancias extra-policiales (Cárcel de Alta Seguridad o la Oficina Coordinadora de Seguridad Pública)2 de forma tal que se pueda entender y a la vez integrar a la explicación la función policial y cómo en ella factores políticos y sociales, junto con las características internas de Investigaciones, ayudaron a configurar sus acciones.

Si bien abundan estudios que abordan, problematizan y definen lo que se entiende por

terrorismo3, el antiterrorismo como tal no ha sido tratado de manera sistemática. Sus principales aproximaciones provienen de estudios desde el derecho o la criminología y versan sobre las disposiciones legales que distintos países, principalmente de Europa occidental, han adoptado para combatir a grupos como la Rote Armee Fraktion o las Brigatte Rosse4. 1 Para estas temáticas, ver el eco que hacen de éstas las páginas de la revista de la Policía de Investigaciones, titulada El Detective y que utilizamos en esta investigación. 2 Pedro Rosas, Rebeldía, subversión y prisión política: crimen y castigo en la transición chilena. 1990- 2004 (LOM Ediciones, Santiago, 2004); Francisco Javier González, “Terrorismo, legislación y seguridad ciudadana”, (Tesis Derecho PUC, Santiago, 1992); S.A., Los subterráneos de la transición, entrevista a Humberto López Candia, disponible en http://cearmaipu.wordpress.com/2010/12/27/los-subterraneos-de-la-transicion/ 3 Ver, por ejemplo, Walter Laqueur, Una historia del terrorismo (Barcelona: Paidós, 2003). Andreas Feldmann, “A shift in the paradigm of violence: non- govermental terrorism in Latin América since the end of the cold war”, Revista de Ciencia Política 25 (2005). 4 Thomas Connelly, Organismos de inteligencia en la lucha contra la delincuencia, la violencia política y el terrorismo, Serie de estudios. Biblioteca del Congreso Nacional 3 (1994); Diego López Garrido, Terrorismo, política y derecho: la

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Desde las lecturas relacionadas con el tema hemos tomado cuatro aspectos a considerar para desarrollar esta investigación:

1. Para entender la labor antiterrorista, debemos plantearla como la expansión práctica de

una estrategia jurídica y represiva que trasciende al terrorismo en sí mismo y que abarca diversas formas consideradas como delictivas, las cuales dan cuenta de la centralidad y urgencia que el tema del “orden público” (o “seguridad ciudadana” para el caso chileno particular) adquiere en un determinado momento5. La estrategia jurídica mencionada conceptualiza bajo un aparente denominador común ambos mundos en lo que se definió como “nuevas formas de delincuencia”, criminalizando la práctica de estos grupos a la vez que otorgando un estatuto desestabilizador sobreestimado a la delincuencia corriente6. Por lo tanto, el trato para ambos tipos de ilícitos se plantea de manera similar (no idéntica), mediante la creación de brigadas especializadas en prevención de la mano de nuevas técnicas, organismos centralizadores y coordinadores de información.

2. Paralelamente, se establece un escenario de tensión que es el resultado de la legislación

antiterrorista y del poder discrecional del que gozan las policías7, y que ponen en entredicho la amplitud de los derechos y libertades básicas consagradas por el Estado, no solamente para quienes se ven directamente involucrados en delitos tipificados como terroristas, sino también para cualquier persona que pudiese resultar sospechosa8. Por lo tanto, un análisis exclusivamente centrado en las disposiciones legales que regulan el accionar policial no nos dirá tanto como sí lo haría el entender el funcionamiento, con las fricciones incluidas, que en los márgenes de ésta se presentan, que a su vez son suscitadas por la presión de la coyuntura. Prueba de esta situación es la detención por parte de la Policía de Investigaciones de Sergio Olea Gaona, acusado del asesinato de Jaime Guzmán y que resultó ser un delincuente común, aunque inocente en relación a la acusación que se le hacía 9.

legislación antiterrorista en España, Reino Unido, República Federal de Alemania, Italia y Francia, (Madrid: Alianza Editorial, 1987); Felipe Vio Lyon, “Nuevas técnicas de investigación para la lucha contra el terrorismo” (Tesis Derecho PUC, Santiago, 1997). 5 Esta relación es advertida por López Garrido, Terrorismo, política y derecho. 6 De manera indirecta, esto se infiere de la lectura de José María Rico, “El poder discrecional de la policía y su control”, Policía y sociedad democrática (Madrid: Alianza Universitaria, 1983). Pedro Rosas plantea esto como un componente central de la “pacificación” de los grupos rebeldes, ver Rosas, Rebeldía, subversión y prisión política. 7 El poder discrecional puede definirse como la potencialidad de la policía resultante de la relación entre ésta y la ley producto de las limitaciones y/o atribuciones surgidas de la aplicación o bien de la omisión del marco regulatorio, donde el criterio individual del policía siempre tiene un lugar, de magnitud cambiante, al momento de definir sospechosos, de señalar el ilícito y, finalmente, de “crear” al delincuente. Esta breve definición se basa en Mark Neocleous, La fabricación del orden social. Una teoría crítica sobre el poder de policía (Buenos Aires: Editorial Prometeo, 2009) y Rico, “El poder discrecional de la policía”. 8 Garrido, Terrorismo, política y derecho, 55-59; Connely, Organismos de inteligencia. 9 Ascanio Cavallo, Historia oculta de la transición: Chile, 1990- 1998 (Santiago: Grijalbo, 1998), 103-104.

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3. Entre el espacio legal que rige a las policías y los quiebres de este es fundamental reco-

nocer los elementos internos que no son prefigurados de manera normativa sino que están dados por la subcultura propia de la institución, que con el paso del tiempo, y no ajena a las influencias externas, desarrolla. Este ethos policial funciona con temporalidades más extensas que las presiones de la coyuntura, y desde esa no-correspondencia entre ambas se presentan conflictividades en torno a la forma de saber y hacer acuñado dentro de la policía versus las disposiciones o lo que espera el gobierno de ésta. Para el caso estudiado, se ve de forma clara cómo la presión desde la política exige la observancia a la legalidad y los derechos humanos aún en el combate a los grupos rebeldes, mientras que, de manera interna, los detectives se desenvuelven de una forma poco deferente con estos.

4. Las acciones llevadas a cabo por los grupos rebeldes poseen un fuerte componente de

impacto, donde el fin (por ejemplo, dar a conocer cierta declaración) se vale de formas que buscan amplificar el efecto difusivo de éstas (bombazos, cortes de luz). Los medios de comunicación en este ámbito adquieren una centralidad vital tanto para el gobierno como para los grupos en cuestión, y como tales se convierten en un espacio de disputa en el que se genera una relación triangular que involucra a los grupos rebeldes, a los poderes del Estado y a los medios10 . El discurso elaborado para dar a conocer, explicar y justificar no debe ser dejado de lado sobre todo en un contexto de transición a la democracia, donde todo tipo de irregularidades relacionadas con el trato de los derechos humanos podían significar una deslegitimación del régimen democrático. Aquí se hace notorio el juego entre la visibilización o el ocultamiento de ciertos rasgos en la persecución y desarticulación de los grupos rebeldes que se elaboró para sostener, respaldar y finalmente reproducir un cierto tipo de dominación propia del Chile de comienzos de los noventa, resultante de una transición con fuertes permanencias (enclaves) de la dictadura tanto en lo político como en lo económico11 . La vuelta a la democracia, la amenaza de los grupos rebeldes y la problemática de la “seguridad ciudadana” Tal como habíamos enunciado más arriba, la “amenaza terrorista”, o la presencia de grupos rebeldes en Chile (principalmente en el área urbana de Santiago), se inscribió y entendió en una situación de carácter delictual mayor en el que el aumento de delitos de tipo “espectacular” –asaltos y homicidios– se volvió noticia recurrente en la prensa y se transformó en tema para el mundo de la política que, entremezclado con la violencia política, dio a entender, sobre todo

10 Michel Wieviorka y Dominique Wolton, Terrorisme á la une: media, terrorismo et démocratie (París: Gallimard, 1987). 11 Teun Van Dijk, Discurso y Poder (Barcelona: Editorial Gedisa, 2009).

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desde la oposición, que se estaba frente a un clima de inestabilidad que amenazaba el régimen democrático 12.

Pero, ¿qué pasaba con las actividades de estos grupos? Vistos en perspectiva, sus actos evi-

dencian una clara disminución entre los años 1990 y 1994, volviéndose casi imperceptibles para el año siguiente. Así, de las acciones catalogadas como terroristas según la Policía de Investigaciones podemos hallar respectivamente para estos años 431 en 1990, 330 en 1991, 92 en 1992, 200 en 1993 y 47 en 1994, registrándose sólo 7 para 199513 . Del total de estos números, gran parte es aportado por detonaciones de explosivos y luego por robos a bancos cometidos en su gran mayoría por el MAPU-Lautaro (junto a las Fuerzas Rebeldes y Populares Lautaro y al Movimiento Juvenil Lautaro) y el FPMR-A. De ambos grupos es el primero el que destaca por la cantidad de actos cometidos y por el número de militantes presos en el período (65 y 35 respectivamente, cifra que asciende a 54 si sumamos al Frente los presos del Destacamento Patriótico Raúl Pellegrín)14. No obstante, en el total de años se demuestra una tendencia a la baja; los primeros dos años de la década, cuando se da el aumento de acciones, tuvieron como resultado un incremento correlativo de preocupación a nivel mediático que se entremezcló con la alarma de la delincuencia, a lo que se sumó el narcotráfico como fenómeno más reciente, por no decir propio de finales del siglo XX en el país15.

El vínculo entre la delincuencia común y las acciones de los grupos rebeldes se explicó por

la etapa de “descomposición política” que éstos parecían evidenciar y que los llevó a vincularse con los delincuentes comunes y otros sectores marginales de la sociedad. Las divisiones por las que pasó el Frente, la cercanía del lautarismo con los jóvenes del “lumpen” (por mencionar a los grupos más relevantes) y la caída de los socialismos reales, que funcionó como escenario simbólico explicativo de la decadencia, allanó el terreno para que ambos tipos de delincuencia se acercaran; esta parecía ser la única explicación desde algunos medios y del mundo político para entender la permanencia de estos grupos una vez terminada la dictadura. De esta forma, se vio una simbiosis que vació de contenido ideológico a organizaciones disciplinadas y a la vez disciplinó y transmitió conocimientos operativos a bandas de ladrones comunes 16. Semejante “cóctel” resultó en la ampli12 “Aumento delincuencial: ni tanto ni tan poco”, La Nación, 25/03/1991. Respecto del tema de la delincuencia durante los noventa y cómo se inserta el concepto de “seguridad ciudadana”, ver Marcela Ramos y Juan Guzmán, La Guerra y la paz ciudadana (Santiago: LOM Editores, 2000). 13 Nelson Mery, “El terrorismo”, El detective 87 (enero 1996). Ver también “La declinación de los grupos terroristas”, en Policía de Investigaciones de Chile, “Gestión”, 121- 124. 14 Mery, “El terrorismo”. 15 “En Chile la droga es más peligrosa que el terrorismo” (entrevista a Horacio Toro), Análisis, 24-30 mayo 1991. 16 Fernanda Alfaro y Tamara Navarrete, “La inteligencia policial en la desarticulación del MAPU-Lautaro” (Tesis para optar a Investigador Policial, especialista en Inteligencia Policial, Escuela de Investigaciones Policiales, 2004). “En los brazos de la nueva seguridad”, Hoy, 28 febrero- 6 marzo-1994..

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ficación de la noción de inseguridad que ya se comenzaba a señalar en las primeras encuestas con las que posteriormente se les dio nomenclatura a la “seguridad ciudadana”17 . En este complejo de asociaciones fue el MAPU-Lautaro el principal responsable de funcionar como “correa de transmisión” entre ambos mundos. Su cercanía con los jóvenes, su discurso ecléctico (en comparación con el que poseía el Frente o el MIR) y los rumores de una potente infiltración en los liceos lo convirtieron en la principal amenaza para los jóvenes de la transición, sin dejar de lado la expansión del consumo de drogas y su aterrizaje definitivo en el mundo juvenil 18. Los grupos rebeldes se convirtieron así en una amenaza total que trascendía a la política y se abalanzaba contra la sociedad en su conjunto. Ser “tira” en democracia: la realidad institucional La precariedad material y la falta de disciplina fueron dos elementos que acompañaron a Investigaciones durante los primeros años de los noventa, y pese a que durante la década la policía civil (al igual que Carabineros) recibió recursos considerables, podemos señalar que los principales pasos dados en el antiterrorismo, entre el 90 y el 92, fueron dentro de un marco de acción precario legado por la dictadura.

Como tal, el funcionamiento de Investigaciones fue duramente puesto en duda en

base a la serie de casos de corrupción, vinculados en lo fundamental al narcotráfico, que involucraron a los detectives e incluso trajeron enfrentamientos entre éstos y Carabineros 19 . El clima general que reinaba en esta institución mereció balances negativos que destacaban su ineficiencia, indisciplina y dudosa voluntad de situarse como una policía acorde a las nuevas directrices de la democracia. Semejante situación se explicó principalmente por la escasez de recursos que llegaba a extremos insólitos: se decía que contaban con el mismo armamento que Alessandri les había brindado el año 1934 y con tan sólo 11 chalecos antibalas, que los detectives realizaban “vacas” 20 para costear la bencina de las patrullas o que los aparatos de radiotransmisión eran tan obsoletos que los equipos de los periodistas recibían las informaciones antes que Investigaciones 21 . 17 Ramos y Guzmán, La Guerra. 18 “La fuerza de la ultra”, Hoy, 1-7 octubre 1990.; “MJL, juventud sin brújula”, Análisis, 24-30 septiembre 1990; “Jóvenes y el Lautaro”, Análisis, 1-7 octubre 1990. 19 “El caso de los exonerados de Temuco”, Análisis, 19-25 agosto 1991; “Violencia y seguridad ciudadana”, Análisis, 16 noviembre-2 diciembre 1990; “¿Por qué chocan las policías?”, Hoy, 15-21 marzo- 1993. 20 Se denomina “vacas” a las colectas de dinero. 21 “PDI: nuevos aires después del terremoto”, Hoy, 10-16 septiembre 1990; “Violencia y seguridad ciudadana”, Análisis, 16 noviembre-2 diciembre 1990. Según este último artículo, al parecer la CNI se valió de recursos materiales pertenecientes a Investigaciones. Una situación similar ocurrió con el paso de varios detectives a las filas del organismo de la dictadura, siendo muchas veces confundidos unos con otros. La revista Análisis

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La reestructuración de la Policía de Investigaciones comienza una vez llegado a la Direc-

ción General el General (R) Horacio Toro Iturra, el 11 de marzo de 1990. Esta fase (que llega hasta el 20 de marzo del 92) se caracteriza por las reformas dentro de la institución principalmente en términos materiales. La segunda fase vino de la mano de Nelson Mery Figueroa, que ocupó el cargo hasta el 2003. Aquí, al proceso de modernización se suma el esfuerzo por insertar la preocupación por la democracia y los derechos humanos en los miembros de la institución y sobre todo en los aspirantes a detectives.

Toro llevó a cabo una “purga” al interior de Investigaciones que buscaba desplazar de los

altos mandos a los policías que aún mostraban simpatías hacia la dictadura y que mantenían informado al Director General que antecedió a Toro, el General (R) Eduardo Paredes. Si bien Toro venía del mundo militar e incluso había tenido cierta participación en el “Tacnazo”, de manera temprana comenzó a manifestar desacuerdos hacia la dictadura. Acusó a Pinochet de ser “moralmente culpable” de los crímenes de la dictadura: “Cuando un Ejército traiciona a su propio pueblo, por mucho que se aluda a estar cumpliendo su deber en nombre del honor militar, se está equivocando, porque sólo en la medida en que sea leal con la sociedad, existe honor”22. Su accionar le trajo tensiones no solamente con la institución sino que también con las Fuerzas Armadas, producto también del episodio de espionaje conocido como el “Plan halcón” 23.

En el plano interno de Investigaciones, el proceso de recambio trajo descontento por parte

de quienes veían en las reformas un caso de persecución política, llegándose incluso a capturar las radios policiales para emitir proclamas contra Toro. Otro sector interpretó la iniciativa como una posibilidad de darle nuevos aires a Investigaciones mediante la posibilidad de ascenso de los cargos intermedios. Así, 36 oficiales superiores son pasados a retiro: 2 subdirectores, 6 prefectos inspectores; 18 prefectos; 8 subprefectos y dos comisarios, es decir, el 90 por ciento de los más altos oficiales de la PDI y el 70 por ciento de los que siguen en jerarquía24. De manera paralela a los cambios en términos de personal, Investigaciones experimentó un aumento en sus recursos que fue anunciado a comienzos de 1991 por el Ministro de Hacienda Ricardo Foxley, quien se comprometió –en consonancia con la prioridad que el tema de la seguridad ciudadana había adquirido– a señala que, hasta 1973, la Dirección de Investigaciones contaba con 5.500 miembros, y hacia 1990 se contaba con 4.800, lo que se explicaría por la “fuga” de miembros de la CNI que formaban la planta de Investigaciones y que, una vez disuelta la primera, fueron removidos (probablemente pasados a retiro). Esto agravó el tema de la falta de personal, cuyas plazas se habían definido para el año 1975 sin grandes cambios hasta el plan implantado hacia finales de la década del noventa. Ver, Policía de Investigaciones de Chile, “Gestión 1992-1997”. 22 “PDI: nuevos aires después del terremoto”, Análisis, 10-16 septiembre 1990. 23 Cavallo, Historia oculta, 137-138; “Trampas y caretas”, La Nación, 29 de marzo 1992; “Gobierno reconoció labor del General Horacio Toro”, La Nación, 20 de marzo 1992. 24 “PDI: nuevos aires…”.

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aumentar en 150% los recursos de Carabineros y en 400% los de Investigaciones, ambos sin contar remuneraciones. Las fuentes disponibles permiten seguir el aumento de recursos a partir del año 1992 y 1997 con un aumento promedio de aproximadamente de $4.500 millones de pesos anuales. El incremento en infraestructura es más notorio, evidenciándose para 1992 la cifra de $14 millones que hacia 1997 crece hasta los $3.840 millones25 . Inteligencia policial: organismos a cargo y tensiones internas La vuelta al régimen democrático contó con fuerzas policiales aclimatadas al contexto dictatorial, que se caracterizó por otorgarles un amplio grado de poder discrecional acompañado de impunidad ante cualquier denuncia de excesos por parte de la población. Esto fue el resultado de la conjunción entre una subcultura policial escasamente comprometida con el estricto apego a la legalidad y que se potenció con una institucionalidad sin voluntad de establecer frenos a este comportamiento26. La dependencia de ambas policías del Ministerio de Defensa fue, de la misma forma, otro legado que suscitó la polémica debido al alejamiento que esta tutela significaba entre los cuerpos policiales y la sociedad civil versus la eventual politización de éstas ante el traspaso al Ministerio del Interior, no obstante el hecho de que, en lo operativo, ambas respondían a este y a las intendencias27 .

En lo que respecta a la función de inteligencia durante la dictadura, esta fue asumida prin-

cipalmente por la Dirección de Inteligencia Nacional y posteriormente por la Central Nacional de Informaciones, con la colaboración del Ejército a través de su Dirección de Inteligencia. De esta manera, la Policía de Investigaciones pasó a un segundo plano respecto de una labor que le fue prácticamente exclusiva desde sus orígenes –como policía civil desde la década del treinta–. Esto no impidió que investigaciones haya tenido colaboración relevante principalmente en aspectos técnicos así como de información. No hay que olvidar que esta policía manejaba los archivos sindicales, políticos, estudiantiles etc. así como el control fronterizo28 . A su vez, las técnicas de interrogatorios (golpes, aplicación de corriente etc.) que usualmente se atribuyen como novedad a los militares educados en la “doctrina de seguridad nacional” eran ampliamente conocidas por Investigaciones desde las primeras décadas del siglo XX.

Si bien no están claros todos los nexos entre Investigaciones y los organismos creados en

25 Policía de Investigaciones de Chile, “Gestión 1992-1997”, 51- 58. 26 Myriam Reyes, Federico Aguirre y Oliver Bauer, Tortura durante la transición a la democracia. El trabajo de CODEPU en el período (Santiago: LOM Editores, 1999), 19-31. 27 “Medidas de de seguridad pública. Camisa de fuerza”, Hoy 16-22 diciembre 1991. 28 Tomás Grandón Hidalgo, Historia de la Inteligencia policial en Chile (Santiago: Policía de Investigaciones de Chile, Departamento de Informaciones e Inteligencia, 2001).

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dictadura, se señala que hubo traspasos de detectives hacia estos y que ciertos nexos en los noventa daban cuenta de un grado de cercanía que generó polémicas durante los primeros años de Aylwin29. Los historiadores oficiales de Investigaciones afirman que, con la creación de la DINA, la policía civil aportó con 23 agentes de primera línea 30, desconocemos cuál fue el uso que se hizo de ellos. Es probable que hayan colaborado en capacitar a los agentes 31 y que estos no hayan sido los únicos agentes que fueron puestos a disposición. Además de esto, Investigaciones colaboraba con los organismos represores de la dictadura facilitando el paso de agentes en los controles fronterizos a la vez que encubriendo o facilitando información, a los involucrados; de las pesquisas llevadas a cabo por casos desaparecidos y ejecutados32. Hay datos de que el Director General de Investigaciones entre 1992 y 2003, Nelson Mery (cuyo nombre completo es Judas Nelson Lenin Mery Figueroa, colaboró con militares en torturas, en la Escuela de Artillería de Linares a comienzos de la dictadura, acusándosele incluso de violación33 ).

Uno de los casos más conocidos que vinculan a Investigaciones con la represión política de

la dictadura es el del Comando de Vengadores de Mártires, más conocido como COVEMA. Este grupo informal se habría formado con agentes de la policía civil con la finalidad de cobrar represalias por el asesinato del Teniente Coronel Roger Vergara (director de la Escuela de Inteligencia del Ejército) el 15 de julio de 1980. Este grupo secuestró a 15 personas y asesinó –producto de las torturas- a uno de los secuestrados, el estudiante de periodismo de la Universidad Católica José Eduardo Rada34 . El descubrimiento del hecho implicó la renuncia del aquel entonces Director General Ernesto Baeza y levantó la polémica sobre las responsabilidades y finalidad de lo sucedido, planteándose la posibilidad de que el COVEMA fue una herramienta para sacar a Baeza y que el hecho escondía una rivalidad soterrada entre Investigaciones y la CNI35 .

La estructura básica de inteligencia de la PDI que operó en los noventa para desarticular

29 “Violencia y seguridad ciudadana”, Análisis, 16 noviembre-2 diciembre 1990. 30 Jule Salazar y Roberto Hernández, La policía científica, el tránsito al siglo XXI (Santiago: Policía de Investigaciones, 2001), 192 31 Ana Becerra, quien estuvo detenida en Tejas Verdes, aseguró que el jefe de la subcomisaría de San Antonio, Nelson Patricio Valdés, enseñaba a los torturadores a usar la picana eléctrica: Ver http://www.ciudadinvisible. cl/2014/11/ana-becerra-sobreviviente-de-tejas-verdes-la-justicia-se-burla-de-las-victimas/, Consultado el 2 de octubre a las 22:38 32 http://ciperchile.cl/2008/05/23/el-pasado-que-incomoda-al-director-de-la-policia-de-investigaciones/, Consultado el 2 de octubre a las 21: 52. 33 http://www.memoriaviva.com/criminales/criminales_m/mery_nelson.htm, Consultado el 2 de octubre a las 22:33 34 “Informe Rettig, los nombres ocultos”, Análisis, 4-10 enero 1991; Salazar y Hernández, La policía científica, 192. 35 Salazar y Hernández, La policía científica, 192.

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a los grupos rebeldes fue, en sus características generales, la heredada desde la dictadura. La PDI contaba con Subdirecciones que dependían de la Dirección General, a saber, la Subdirección Operativa y Administrativa. La primera tiene a su cargo a la Jefatura de Inteligencia Policial (JIPOL), que fue la que concentró a través de sus distintas brigadas la búsqueda, recopilación y análisis de información de elementos (sujetos o grupos) que pudiesen merecer cierta atención por parte de las autoridades respecto al orden y seguridad internos. Fue creada en 1987 mediante la elevación de rango de la Prefectura de Operaciones Especiales, que pasó a ser jefatura (instancia directamente subordinada a la Subdirección). A su cargo contó con el Departamento de Información e Inteligencia, la Brigada de Inteligencia Policial, la Brigada Especial y el Grupo Operacional Táctico, contando además con una Ayudantía y una Plana Mayor36. Estuvo comandada –hasta la salida de Toro– por el subprefecto Guillermo Mora, que fue procesado por la desaparición de una persona en 1978 junto a otros dos policías37.

A nivel regional, desde 1992 se establecieron Brigadas de Inteligencia Policial en todas las

regiones del país (Zonas Policiales) que dependían directamente del jefe zonal; asimismo, en cada Comisaría se estableció una Oficina de Inteligencia38. Esta Jefatura se vinculó en lo operativo con las Brigadas Investigadoras de Asaltos, que si bien no dependían de ella jugaron un rol importante considerando que los robos de bancos eran una de las actividades recurrentes de los grupos rebeldes.

Las fuentes disponibles no permiten reseñar el funcionamiento y coordinación de cada una

de las brigadas ni las funciones específicas a las que cada una se aboca con mayor detalle. Lo que sí se sabe es que las dependencias de inteligencia policial cuentan con acceso restringido (incluso para el mismo personal de Investigaciones). En ellas se encuentran archivos de inteligencia, político-sindicales, de extranjería y de policía internacional, así como los recintos de análisis de datos39.

A los organismos señalados debemos sumar la creación de la Brigada Investigadora de Or-

ganizaciones Criminales, en enero de 1992, formada como reacción (aunque tardía) al asesinato de Jaime Guzmán. Esta no fue dependiente de la JIPOL40 , sino que respondía de manera inmediata 36 Roberto Cornejo, Raúl Godoy y Dante Guerrero, “Análisis de la Brigada de Inteligencia Policial y de la Brigada de Contrainteligencia frente a la creación de la Agencia Nacional de Inteligencia” (Tesis Escuela Investigaciones Policiales, 2005). 37 S.A. “Los subterráneos”: S.A. “Relato del Proceso” (caso Guzmán), disponible en http://www.jaimeguzman.cl/wp-content/uploads/2010/01/relato-del-proceso.pdf. 38 S.A. “Relato del proceso”. 39 Carlos Rosas, Andrés Vera, “Estudio sobre la aplicación de normas y sistemas de seguridad en el cuartel de la Jefatura de Inteligencia Policial de la Policía de Investigaciones de Chile” (Tesis para optar a Investigador Policial, especialización en Inteligencia Policial, Escuela de Investigaciones Policiales, 2001). 40 Hernández y Salazar, La policía científica; Cavallo, Historia oculta.

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al Director General, Horacio Toro, y recibía fondos directamente desde el Ministerio del Interior. Contó con 80 miembros, entre estudiantes de la Escuela de Investigaciones y policías con experiencia en inteligencia, algunos de los cuales habían trabajado para la CNI. Estuvo a cargo del comisario Jorge Barraza, que también trabajó para la central manteniendo a su vez vínculos de colaboración con Roberto Fuentes Morrison (“el Wally”), jefe del “Comando Conjunto”41 . Este policía se había destacado por la captura de Jaime Pinto y Julio Bravo, los responsables de la muerte del detective Sarmiento en Concepción el año 91. La brigada creó dos grupos, uno dedicado al caso Guzmán y otro abocado al secuestro de Cristián Edwards42 .

La muerte de Guzmán también significó la creación del “Grupo Lex” por parte del Sub-

director Operativo Juan Fieldhouse, quien a su vez era el nexo entre la Policía de Investigaciones y el Consejo Coordinador de Seguridad Pública (“La Oficina”43 ). El grupo dependía de la JIPOL y entró en serias disputas con la BIOC que, al tener un trato especial por parte de la Dirección General, despertó recelos hacia aquella44 . En esta situación podemos percibir las contradicciones dentro de la misma policía con respecto a su accionar y cómo las presiones tanto internas como externas ayudaron a condicionar sus movimientos.

Durante la búsqueda de los culpables del asesinato de Guzmán, se desarrolla una fuerte

rivalidad entre los organismos dirigidos por Fieldhouse y Barraza así como entre ellos mismos de manera personal. Las pesquisas por parte del Grupo Lex dan con Sergio Olea Gaona como presunto culpable, quien terminó siendo un delincuente común que pronto fue absuelto por no poderse comprobar su responsabilidad en los hechos45 . Este error policial fue visto como la incapacidad manifiesta de un grupo formado principalmente por policías expertos en delincuencia común y con escaso conocimiento en inteligencia y antiterrorismo46 . De la misma forma, posteriormente resultan detenidos siete pobladores de la población “La Victoria”, bajo la misma acusación, quienes también fueron puestos en libertad por falta de pruebas47 . Respecto de estas detenciones, Barraza 41 “¿Cuántos son los jefes del terrorismo?”, Hoy, 5-11 abril 1993; S.A. “Relato del proceso”. 42 “Investigaciones nos torturó”, Hoy, 2-8-septiembre 1991 43 Mariano Vega, “Vigilar y castigar: ´La Oficina´ y la seguridad ciudadana. La concertación contra la izquierda armada” (Santiago: manuscrito inédito, 2011) 44 S.A. “Los subterráneos…”; Cavallo, Historia oculta. 45 “El caos de las policías”, Hoy, 8-14 noviembre 1993. 46 S.A. “Relato del proceso”; S.A. “Los subterráneos”. La inoperancia de las policías –Carabineros e Investigaciones– ya era un tema recurrente que halló un fuerte sustento en dos episodios relevantes. El primero corresponde al secuestro de una familia en Ñuñoa por parte de frentistas que habían asaltado un supermercado y, ante la persecución, fueron a parar a una casa en la que el saldo fue la muerte de dos militantes. El caso más notable sin duda es el ocurrido en el asalto al Banco O´Higgins de Apoquindo el 23 de octubre de 1993, perpetrado por el MAPU-Lautaro que tuvo como saldo la muerte de 8 personas entre civiles, policías y lautaristas. 47 “En libertad siete detenidos por crimen de Guzmán”, La Nación, 04 de abril 1991.

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estuvo al tanto de la inocencia de los inculpados y se mostró crítico hacia Fieldhouse y el Grupo Lex, que insistieron hasta el final en la culpabilidad de Olea Gaona, al parecer con la aprobación de Jorge Burgos –Director de “La Oficina”– aún sabiendo de la inocencia del inculpado48 . Fruto de estas tensiones, la BIOC y Barraza comienzan a ser boicoteados al interior de la policía49. El operativo fracasó con la llegada de detectives por un operativo de antinarcóticos (buscando un laboratorio de cocaína) que alertó a los frentistas y produjo su huída. Se señala que este operativo antidroga habría sido enviado por Fieldhouse para acabar con el operativo de la BIOC; otras fuentes señalan que Barraza los habría dejado escapar para seguirles la huella hacia Argentina y dar con Galvarino Apablaza, el jefe máximo50 . La salida de Toro, producto del escándalo del espionaje político, significó el ocaso de Barraza de la brigada a su cargo. Los procedimientos de la inteligencia policial Como detallamos más adelante, la PDI desplegó, con el apoyo del gobierno de Aylwin, un discurso en el que enfatizó el apego a los procedimientos legales en la desarticulación de los grupos rebeldes. Esta situación se mezcló con una serie de reformas que se estaban aplicando desde dentro de la institución y que buscaban modernizarla en infraestructura y personal para adecuar a la policía en su quehacer. Sin embargo, al analizar algunos casos en los que esta participó y los procedimientos aplicados, podemos ver de manera clara la tensión y las contradicciones entre el discurso y la imagen creada versus su accionar concreto. La no correspondencia entre ambas aristas que componen el tema de la labor antiterrorista no es algo nuevo en la función policial, pero en el caso particular esta puede explicarse por la permanencia de personal y de rasgos que marcaron el funcionamiento policial durante la dictadura (e incluso en el período previo a esta). Dicho de otra forma, la persecución y posterior neutralización de los grupos rebeldes fue ejecutada por policías que hicieron su carrera durante la dictadura, y los métodos empleados fueron los mismos que existían en aquel período. Mientras esta tarea se llevaba a cabo, el proceso de actualización hizo necesario el omitir cualquier elemento que pudiese suscitar alguna cercanía con el régimen anterior y, más allá, con las características propias de la policía de carácter político, que tanto por sus medios como por sus fines siempre se halla en contradicción con los derechos y libertades básicas.

Cabe mencionar que para el caso de los medios utilizados por Investigaciones contra los

grupos rebeldes no se encuentran grandes diferencias con aquellos para enfrentar a la delincuen-

48 S.A, “Los Subterráneos”; S.A, “Relato del proceso”. 49 Como sucedió a comienzos de 1992 en Colliguay, lugar en el que esta brigada estaba efectuando seguimientos de un grupo de frentistas alojados en un camping de la zona, proceso que se extendió durante varios días y consideró un importante despliegue de equipos 50 S.A. “Relato del proceso”; Cavallo, Historia oculta.

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cia común. Así, por ejemplo, el análisis balístico de armas utilizadas en asaltos y enfrentamientos ayudaron a aclarar la autoría de diversas acciones51 . Donde sí se sitúan las particularidades es en el análisis y procesamiento que se efectúa de la información obtenida. Por desagracia, la confidencialidad que envuelve esta información nos hizo imposible acceder a fuentes que detallen este procedimiento 52. Lo que sí podemos establecer es que en la función de inteligencia policial (esto es, el análisis de la información obtenida), se reconocen diferentes tipos de fuentes, a saber, abiertas, cerradas y espontáneas.

Las fuentes abiertas son aquellas cuyo acceso no posee ninguna limitación, son obtenidas

por cualquiera sin ninguna clase de restricción. En esta categoría se sitúan las grabaciones ocultas a las “casas de seguridad”, el reconocimiento de un lugar específico en el que se llevará a cabo una operación53 .

Por otro lado, las fuentes cerradas corresponden a las que, por el tipo de información que

otorgan, permanecen protegidas y restringidas para el acceso. Estas, para el caso que tratamos, corresponden a documentos internos de los grupos rebeldes relativos a su funcionamiento, los militantes, acciones cometidas o por cometer, etc. El caso más notorio y trascendental que se vincula a este tipo de fuentes es el de la captura de Bernardo Acevedo (dirigente del MAPU-Lautaro) en enero de 1992. Al momento de su detención, en el allanamiento de la casa en la que permanecía se encontraron papeles y diskettes llenos de información que posteriormente permitieron ir desbaratando al grupo, hasta que el año 1994 los detectives dan con Ossandón, el cabecilla54 . Sin duda alguna, los datos obtenidos en este operativo fueron trascendentales en la derrota del MAPU-Lautaro, el grupo más activo durante el período.

Otra forma de acceso a este tipo de fuentes es la infiltración de agentes, policiales o de

otra índole, en las organizaciones. Fundamentalmente, esta función recayó en manos de la Oficina Coordinadora de Seguridad Pública y posteriormente en el Consejo de Seguridad Ciudadana, que

51 “Lautaro: balística los liquidó”, La Nación, 18 de marzo 1992. 52 Guillermo Miranda, “Análisis sistemático de la inteligencia policial en terrorismo” (Tesis Escuela de Investigaciones Policiales, 2004). Los archivos de la JIPOL son de extrema confidencialidad y su acceso es restringido incluso para policías que no pertenezcan a la unidad. Es importante señalar que el procesamiento de datos fue llevado a cabo también por “La oficina” en colaboración con investigaciones. 53 Para este tema, ver la tesis de la Escuela de Investigaciones Policiales de Gastó Carrasco y Miguel Herrada, “La aplicación del método de inteligencia en los procedimientos policiales actuales” (Tesis Escuela de Investigaciones Policiales, 2004), 13; Miranda, “Análisis sistemático de la inteligencia”. 54 “Golpe al terrorismo: cayó segundo hombre del Lautaro”, La Nación, 11 de enero 1992; “Captura de Acevedo refuerza al gobierno”, La Nación, 12 de enero 1992; “Tres nuevos detenidos tras captura de cabecilla de MJL”, La Nación, 14 de enero 1992; “Archivos del mexicano revela secretos del MJL”, La Nación, 15 de enero 1992.

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contaba con informantes e infiltrados (al parecer, principalmente en el FPMR-A55) . Se tiene información de un policía civil que desempeñó estas labores, Jesús Silva San Martín, miembro de la Prefectura Investigadora de Asaltos y enlace de esta con la BIP. Realizó un curso del Mossad (servicio secreto de Israel), su labor de infiltración transcurrió en la población La Victoria, pesquisando los movimientos del MAPU- Lautaro. Durante el año 1992 detuvo a dos militantes (Marcos Villanueva y Evaristo de la Cruz Godoy) que quedaron en libertad pese a la gran cantidad de delitos cometidos. Silva presentó su renuncia producto de esta situación. Ambos detenidos fueron sindicados como miembros de “La Oficina”56 .

Otro caso de infiltración que involucra de manera indirecta a la Policía de Investigaciones

fue el del desbaratamiento del recién formado Destacamento Mirista Pueblo en Armas, que se hallaba infiltrado por miembros de “La Oficina” y del cual se tenía conocimiento de todos sus miembros (fotografiados por investigaciones durante su reunión fundacional). En este procedimiento participaron el subcomisario de la BIP Jorge Zambrano y el detective Patricio Villanueva junto a Humberto López Candia, agente de “La Oficina”. El procedimiento consistía en contactarse con el jefe logístico del DMPA, conocido como “el Taza”, para hacerle entrega de un arsenal de armas en una “casa de seguridad” ubicada en San Bernardo, para posteriormente pasar a allanar el lugar y detener a los miembros de la agrupación. El procedimiento resultó fuertemente cuestionado por involucrar a agentes del Estado en acciones de carácter ilícito y por dar con solamente un detenido, habiendo contado con amplia documentación para detener al grupo en su totalidad57 .

Una tercera categoría de fuentes son las que se definen como “espontáneas” y que corres-

ponden a cualquier tipo de información otorgada, de manera conciente o no, a las autoridades. Se diferencian de los informantes por no pertenecer de manera formal a los organismos del Estado. No tenemos antecedentes que comprueben este tipo de obtención de información. No obstante, la posibilidad de colaboración de parte de la sociedad es una situación más que probable58 .

Hubo también procedimientos de obtención de información en los que son interrogados

los mismos militantes una vez que son detenidos. Nelson Mery destacó en el trabajo de inteligencia los métodos de interrogación empleados para el caso del MAPU-Lautaro, que consideraban el rol jugado por el militante sometido a cuestionamientos. Así, las preguntas realizadas a alguien

55 S.A. “Los subterráneos”; S.A. “Relato del Proceso”. 56 S.A. “Relato del proceso”. 57 S.A. “Los subterráneos”. 58 Ver nota 51.

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perteneciente a la parte operativa no eran las mismas que las aplicadas a los miembros de la comisión política. Dentro de este procedimiento también se aplicaban estrategias para desmoralizar a los militantes de base, buscando así obtener información. Se ponía énfasis en las condiciones en las que los líderes vivían, mucho más holgada que la de los militantes “de a pie”. La acumulación de información que la inteligencia policial manejaba permitía concretar las culpabilidades con una simple afirmación por parte del interrogado59 .

Hubo formas más coercitivas para conseguir información, ocultadas de manera sistemática

por el gobierno e Investigaciones. El alto poder discrecional que la legalidad otorgaba a las policías permitía irregularidades tales como golpear a los detenidos en los vehículos y luego en los cuarteles o la incomunicación por un período superior al permitido desde la detención (detenciones que se hacían de incógnito y sin presentar una orden de arresto). Se cuenta aquí también la tortura, que se concretaba mediante la inmovilización, los golpes, la aplicación de corriente, el vendaje, la prohibición de dormir o de permanecer en una postura que produjera incomodidad o agotamiento60 . El otro escenario del antiterrorismo: los medios y el espectáculo Las acciones perpetradas por los grupos rebeldes y la serie de medidas desplegadas desde el gobierno para combatirlos y neutralizar su capacidad de acción –el antiterrorismo– se configuraron como espacios de disputa a nivel político. Las diferentes apreciaciones provenientes del gobierno versus la oposición y los militares terminaron jugando un rol condicionante en el desempeño de la Policía de Investigaciones con respecto a la premura, los avances, las contradicciones y los retrocesos vistos en los cuatro años que abarca este estudio. El antiterrorismo, como lo hemos planteado, comprende como punto de suma relevancia una conceptualización divulgada en los medios de comunicación y que es capaz de situar a la población en una postura que legitime y considere como necesaria la desarticulación total e inmediata de la “amenaza terrorista”. Parte fundamental de esto encontró en la “seguridad ciudadana” y en la creciente atención que cobra la delincuencia un valioso factor que vinculó a la violencia política (que no consideraba como blanco de atentados a civiles comunes y corrientes) con las preocupaciones de la sociedad.

La llegada de la democracia se planteó como un escenario que, por sus condiciones de aper-

tura dentro de un marco de respeto a los derechos y libertades básicas, generaría –eventualmente– alta movilización social versus una disminución de las acciones de grupos rebeldes, que en el fondo darían cuenta de un agotamiento constante conducente, en último término, a la desaparición de

59 Nelson Mery, “El MAPU-Lautaro o la larga historia de un trabajo de inteligencia”, El Detective 82 (agosto 1994). 60 Rosas, Prisión política; Aguirre (et al), Tortura durante la transición; “Investigaciones nos torturó”.

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estos. Aunque, como afirmamos más arriba, la cantidad de acciones cometidas disminuyó durante los noventa (una tendencia en común con América Latina61) , su aumento durante los dos primeros años de la década generó alarma y contradijo, por el momento, la positiva especulación. La actitud del gobierno respecto al tema fue la de bajar el perfil, apuntando a una “derrota política” de los grupos rebeldes, para evitar así la creación de organismos de inteligencia a la usanza de la dictadura mientras se barajaba la posibilidad de recibir asesorías de Norteamérica y de algunos países europeos con miras a desarrollar un organismo antiterrorista acorde al proceso político por el que se atravesaba62.

El primer golpe a esta postura vino con el intento fallido de asesinato del General (R)

Gustavo Leigh, a diez días de asumido el nuevo gobierno y con la muerte del Coronel (R) de Carabineros (ex jefe de la DICOMCAR) Luis Fontaine en mayo de ese mismo año. Desde este punto las críticas hacia el gobierno por parte de los militares y la derecha se entremezclaron con las improvisadas respuestas que desde el primero se elaboraron para frenar de manera momentánea la agitación provocada por el tema, mientras se llevaban a cabo las gestiones que luego dieron origen a “La Oficina”63 . Como tal, el terrorismo pasará a ser tema en los medios con dos sucesos que, en marzo y abril del 91, marcaron el giro hacia el trato del problema: las muertes del detective Héctor Sarmiento (16 de marzo) y del senador de la Unión Demócrata Independiente Jaime Guzmán (1 de abril). A partir de las presiones del Ejército y la derecha el problema se abordará de manera más sistemática64 pero aún insuficiente para los críticos. Los primeros en alertar fueron los militares, quienes advirtieron respecto de la incapacidad de las policías para tratar el problema y a una eventual nueva fase dentro de la guerra subversiva, que comprendía el paso de asesinatos selectivos a la guerrilla urbana. En un documento emitido por las Fuerzas Armadas se afirmaba que, entre el 15 y el 19 de noviembre de 1988, en la Habana, los grupos rebeldes se reunieron para conformar la Coordinadora Popular Revolucionaria, que buscaba cimentar un gobierno popular en el país. Prueba de su accionar es la actividad terrorista en el último tiempo, no obstante los cambios ocurridos en Europa oriental. Esta organización habría comenzado a funcionar en febrero de 1991 y consistía en un trabajo conjunto entre el MIR, el FPMR-A y el MAPU-Lautaro65 . La idea

61 “En los brazos de la nueva seguridad”, Hoy, 28 febrero- 6 marzo 1994; “Terrorismo debe ser aislado del país”, La Nación, 15 de marzo 1991. 62 “Seguridad ciudadana, la reacción en La Moneda”, Análisis, 9-22 diciembre 1991; Entrevista a Edgardo Boeninger, Análisis, 25 noviembre-2 diciembre 1992. 63 “Desafío a la democracia”, Análisis, 4-10 junio 1990; “Yo no aviso, pego no más” (entrevista a Enrique Krauss), Análisis, 10-16 diciembre 1990; “Velasco refutó a los críticos”, La Nación, 17 de marzo 1991; “Y no había tregua”, Hoy, 26 marzo-1 abril 1990. 64 “Aylwin pidió a partidos ayuda para atacar delincuencia”, La Nación, 20 de marzo 1991; “RN propone siete medidas”, La Nación, 03 de abril 1991. 65 “Las Fuerzas Armadas y la Subversión”, Hoy, 8-14-abril-1991.

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de una coordinación permaneció presente hasta marzo del 92, cuando se difunden planes de que la “coordinadora subversiva por la patria popular” habría dado paso a la “jornada nacional por la insurgencia y subversión”. La eventual coordinación entre los grupos rebeldes nunca fue confirmada por los militantes, aunque señalaron que a nivel de base se daban interacciones que, sin embargo, no implicaban ningún acuerdo formal a nivel de estructuras66 .

Por su parte, la derecha reforzó las críticas al gobierno concentrando el problema en la

inoperancia de la Concertación en su conjunto para abordar el problema. La discusión se trasladó hacia el problema de la dependencia de las policías respecto del Ministerio de Defensa, y el debate en el Congreso para regresarlas a Interior fracasó por la negativa de la derecha67 . La situación también alcanzó a la PDI, lo que, junto con el posterior escándalo del espionaje político, tuvo como consecuencia la renuncia de Toro a la Dirección General. Enrique Krauss, en aquel entonces Ministro del Interior, estuvo a punto de enfrentar una acusación constitucional por parte del alcalde de La Cisterna, Iván Moreira68 . Finalmente el gobierno cede ante la presión mediática y política.

La segunda etapa, a partir de 1991, comienza a tratar el terrorismo (sobre todo los cons-

tantes actos llevados a cabo por el MAPU-Lautaro) desde una óptica más criminal que política, y en adición al conjunto de leyes dictadas para combatir a los grupos rebeldes se puede observar, en lo mediático, la asociación cada vez más inmediata entre terrorismo y delincuencia. De la mano de esta actitud también se puede percibir el apoyo dado a la Policía de Investigaciones desde el gobierno, así como las afirmaciones provenientes desde esta para encontrar un espacio de legitimación social hacia la labor de inteligencia llevada a cabo. De esta misma actitud nos advierte un tesista de la Escuela de Investigaciones Policiales: Para los países en desarrollo, la percepción pública del tema no ha logrado separar totalmente la idea de ‘actividades secretas al filo de la ley’ o ‘Amenaza a los Derechos Humanos’, con aquella de una necesidad creciente por información sensible útil para la toma decisiones y la gestión de gobierno. En consecuencia, para Chile, el desafío no sólo considera la necesaria legislación al respecto, sino la voluntad de legitimar socialmente una actividad que puede ayudar… al mejor desempeño de la gestión político-estratégica del Gobierno 69.

66 “Grupos subversivos coordinan su accionar”, La Nación, 31 de marzo 1992; “Investigaciones nos torturó”, en Hoy 2-8-septiembre 1991.; “Segunda etapa de guerra subversiva”, La Nación, 04 de abril 1991; “Lo que se sabe del FPMR-A”, Hoy, 15-21-abril 1991. 67 “¿Por qué chocan las policías?”, Hoy, 15-21 marzo 1993. 68 “¿Por qué chocan las policías)”, Hoy. 69 Cornejo (et al), “Análisis de la Brigada de Inteligencia Policial”.

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En este contexto sociopolítico, la Policía de Investigaciones debió reforzar constantemente

su imagen de institución preocupada por los derechos humanos y por llevar a cabo procedimientos ceñidos a los límites impuestos a las fuerzas del orden, respetuosos de los derechos de los imputados. Para esto contó, en primer lugar, con el apoyo del gobierno, no solamente traducido en ayuda económica, sino que poniendo en duda las acusaciones que circulaban con respecto a torturas aplicadas a los detenidos en los procedimientos70 . De manera propia, Investigaciones articuló un discurso centrado en el lema “investigar para detener” (y no detener para investigar, que pasó también a ser el lema del escudo de la Escuela de Investigaciones Policiales Arturo Alessandri Palma) para dar cuenta de su accionar durante la década. Las detenciones de Ossandón y Acevedo, los dos principales líderes del Lautaro, fueron fuertemente promocionadas bajo esta figura 71.

En cuanto al ámbito interno de la policía, el proceso de reestructuración y modernización

incluyó la integración de los derechos humanos como preocupación constante en la formación de los futuros detectives. Ingresa a la Escuela de Investigaciones Policiales el abogado Andrés Domínguez Vial, quien publicó el libro Policía y derechos humanos, cuyo objetivo es abordar el tema de los deberes y límites que las policías deben observar en su función con respecto a este tema 72. Un año antes de la publicación del libro, Nelson Mery, con la Orden General N° 1355 (aunque existía ya desde 1993), implanta el Código de Ética Profesional, con la misión de dar un marco de regulación a la función policial velando por el respeto a la persona, el principio de proporcionalidad y la imparcialidad, entre otros temas. Este Código tiene como precedente al Código de Ética del Aspirante en Práctica de la Escuela de Investigaciones, que se promulgó el año 199173 .

Para velar por el funcionamiento de la policía se crea la Inspectoría General, instancia fisca-

lizadora de dependencia directa a la Dirección General. Contaba con dos departamentos internos que velaban por el funcionamiento de la institución: el Departamento V, de asuntos internos, y el VII de control de procedimientos74 .

70 “Krauss: no se han comprobado casos de tortura”, La Nación, 26 de abril 1991 71 Mery, “El Mapu”; “53 militantes del Lautaro en prisión”, La Nación, 27 de junio 1994. 72 Andrés Domínguez Vial, Policía y derechos humanos (Santiago: Instituto Interamericano de Derechos Humanos, 1996). 73 “Código de Ética Profesional”, en Salazar y Hernández, La policía científica. 74 “La institución es pionera en la creación de organismos como el Consejo Ético Policial”, entrevista a Hernán Salinas, El Detective 85 (junio 1995).

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Conclusión Hemos abordado a la Policía de Investigaciones como principal responsable de la desarticulación a los grupos rebeldes a comienzos de los noventa, resaltando tanto sus aspectos internos como la relación de esta con el gobierno y los principales temas relevantes que en términos políticos y comunicacionales afectaron su trayectoria. Pudimos observar cómo en la década comienza a crecer mediáticamente el tema de la delincuencia como problema y la forma en la que ella se asoció con la pervivencia de grupos rebeldes. Cabe decir que la principal derrota que marcó la marginalización de dichos grupos provino de factores principalmente ajenos a Investigaciones que, no obstante las detenciones llevadas a cabo por ésta, jugaron un rol más importante a la hora de configurar un contexto político y social que condenara la existencia y apoyara la desaparición de la “amenaza terrorista”.

La policía civil llevó a cabo su trabajo en una realidad material precaria y con una disciplina

interna debilitada, así como con ciertas permanencias de simpatías ideológicas hacia la dictadura militar. Toda esta situación comenzó a ser tratada bajo las direcciones de Toro y Mery, pero los cambios institucionales obedecen a temporalidades más lentas que las propias de la política. Es de esta manera que podemos entender cómo, si bien se inicia un proceso de modernización dentro de Investigaciones, las labores de antiterrorismo desplegadas –concentradas entre 1990 y 1992– son efectuadas por una policía marcada en varios aspectos por los diecisiete años de dictadura. Este rasgo se nota con más claridad en el problema de las arbitrariedades como el exceso de violencia, las torturas y las golpizas perpetradas por los detectives en varios procedimientos, no solamente en aquellos inscritos en el tema tratado en el presente trabajo. No debemos olvidar que este tipo de actos no son privativos de los regímenes militares, sino que se hallan presentes de la misma forma en democracia.

Otro aspecto que refuerza este rasgo es el de la precariedad material y operativa que marcó duran-

te estos años la persecución de los grupos rebeldes y que es el resultado del desplazamiento que la Policía de Investigaciones sufrió ante la aparición de la DINA y posteriormente de la CNI, así como de la poca atención que en términos materiales obtuvo de parte de los militares. Aunque esta realidad da cuenta de la pervivencia de una policía previa al período de retorno a la democracia actuando en los noventa, en términos mediáticos, tanto Toro como Mery, y en especial este último, se apresuraron en resaltar las reformas institucionales recalcando así los escasos rasgos que para la fecha la institución demostraba en el sentido tan deseado de la modernización. El gobierno hizo lo suyo prestándole apoyo incondicional. Desde aquel entonces hasta hoy, la Policía de Investigaciones ha intentado de manera bastante constante generar un grado de legitimidad en la ciudadanía mostrándose como un cuerpo comprometido y respetuoso con los derechos humanos y con la democracia. 72


Fuentes y bibliografía Diarios y revistas Análisis El detective Hoy La Nación Otras fuentes Policía de Investigaciones de Chile, “Gestión”. Grandón Hidalgo, Tomás. Historia de la Inteligencia policial en Chile. Santiago: Policía de Investigaciones de Chile, Departamento de Informaciones e Inteligencia, 2001. S.A. Los subterráneos de la transición, entrevista a Humberto López Candia, disponible en http:// cearmaipu.wordpress.com/2010/12/27/los-subterraneos-de-la-transicion/ S.A. “Relato del Proceso” (caso Guzmán), disponible en http://www.jaimeguzman.cl/wp-content/uploads/2010/01/relato-del-proceso.pdf. http://www.ciudadinvisible.cl/2014/11/ana-becerra-sobreviviente-de-tejas-verdes-la-justicia-se-burla-de-las-victimas/ http://ciperchile.cl/2008/05/23/el-pasado-que-incomoda-al-director-de-la-policia-de-investigaciones/ http://www.memoriaviva.com/criminales/criminales_m/mery_nelson.htm Tesis Alfaro, Fernanda y Navarrete, Tamara. “La inteligencia policial en la desarticulación del MAPU-Lautaro”. Tesis para optar a Investigador Policial, especialista en Inteligencia Policial, Escuela de Investigaciones Policiales, 2004. Cornejo, Roberto, Godoy, Raúl y Guerrero, Dante. “Análisis de la Brigada de Inteligencia Policial y de la Brigada de Contrainteligencia frente a la creación de la Agencia Nacional de Inteligencia”. Tesis Escuela Investigaciones Policiales, 2005. González, Francisco Javier. “Terrorismo, legislación y seguridad ciudadana”. Tesis Derecho PUC, Santiago, 1992.

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Escenas de una realidad trizada: el documental chileno de la postdictadura Ricardo Ramírez Vallejos Introducción Patricio Guzmán en Salvador Allende, película del 2004, dice que contar la historia de Chile es narrar la historia de una “tierra fragmentada en muchos trozos”. Aquella frase me pareció esencial pues simboliza la realidad de la cual tuvo que hacerse cargo la sociedad chilena con el fin de la dictadura. Después del plebiscito de 1988 y de la elección presidencial de 1989, el país emprendió el camino de la reparación de una sociedad rota, dividida entre vencedores que habían estado 17 años en el poder, modelando el país bajo sus propias lógicas y castigando con represión y asesinato a quienes se opusieran; y vencidos que habían visto a su país cambiar violentamente y a su proyecto político desmoronarse.

Al hablar del Chile de la postdictadura hablamos de una sociedad que, al intentar apaciguar

las trizaduras que amenazaban día a día por evidenciarse, cimentó sus estructuras sobre la base de un consenso que enuncia “la supuesta, […] la imaginaria armonía1” del convivir “sanamente”. Consenso que termina siendo “la etapa superior del olvido” 2. Si algo se puede decir sobre la transición chilena a la democracia y la memoria es que “la primera ha convertido a la segunda en un problema de pactos y consuelos”3 . Pactos en los que la estabilidad, la reconciliación y el silencio han estado por sobre la verdad, el recuerdo y la justicia.

De esta manera, se transforma en un elemento decisivo del Chile Actual la compulsión al

olvido: postergar el pasado y los efectos que este tiene sobre la actualidad en pos de la magnificación de un presente auspicioso y un “futuro esplendor”. Un horizonte seductor que se muestra favorable para todos. En la transición chilena, aceptar este horizonte ha implicado hacer propio un intercambio, un trueque, donde “la estabilidad, se dijo, tiene que ser comprada por el silencio”4 .

Este callar, esta búsqueda de la estabilidad que posicione a Chile como el “país modelo”

de América Latina ha dejado de lado valores impostergablemente necesarios para el saneamiento de una sociedad con aquellos niveles de división, abuso y violencia: la verdad y la justicia. Estos, en 1 Tomás Moulian, Chile actual: anatomía de un mito (Santiago: LOM-Arcis, 1997), 37. 2 Moulian, Chile actual, 37. 3 Carlos Ossa, “El jardín de las máscaras”, en Políticas y estéticas de la memoria, comp. Nelly Richard (Santiago: Cuarto Propio, 2000), 71. 4 Moulian, Chile actual, 33.

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cambio, fueron reemplazados por el ideal de la reconciliación, “un ideal tal vez más religioso que político, [que] se pone por encima de la verdad y la condiciona y limita”5 .

La estabilidad y la reconciliación funcionaron como la amalgama que unió imaginariamente

los trozos de esta “tierra fragmentada”. Hasta aquí, estos fueron los elementos que tomaron supremacía en el discurso de la “transición ejemplar”. Transición que argumentaba la necesidad de dar vuelta la página para centrarse en la búsqueda del progreso que llevaría al país al desarrollo. Este progreso, sin embargo, no se constituyó de manera equitativa, haciendo evidente que “el país de las cifras macroeconómicas positivas no siempre marcha al mismo ritmo del país de los sentimientos, de las sensaciones, de los encantos y los desencantos”6 . Esto, pues los habitantes de este “país de las sensaciones” parecen marcar sus vínculos sociales entre el malestar y la desorientación. La confusión se hace mayor al notar diferencias entre lo dicho y lo hecho. Aparecen así interrogantes respecto al “evidente desfasaje entre el lenguaje glorificador y el subdesarrollo de los recursos y de la cultura” 7. La modernización y el desarrollo se viven solo en algunas áreas, dejando a las demás de lado.

En este contexto de desorientación, pérdida de los vínculos sociales de antaño y malestar,

los medios de comunicación se han constituido como la principal “institución que dota de sentido y permite que los telespectadores8 (heterogéneos, diversos, anónimos) puedan adquirir una idea de comunidad”9. Es a través de los medios de comunicación que el Chile de la postdictadura se ha construido un relato de sí mismo.

El relato que los diversos medios de comunicación y prácticas artísticas construyan sobre

Chile tendrá una relación innegable con el sentir y el madurar de la comunidad. Cada momento histórico genera particulares modos de expresión “que se encuentran profundamente ligados al carácter político y a las maneras de pensar que se inscriben dentro de una sociedad”10. De manera que es posible cuestionarse por las formas en que las prácticas culturales conviven con las estructuras sociales que les toca representar, con las realidades con que deben convivir. 5 Carlos Ruiz, “Democracia, consenso y memoria: una reflexión sobre la experiencia chilena”, en Políticas y estéticas de la memoria, comp. Nelly Richard (Santiago: Cuarto Propio, 2000), 19. 6 José Bengoa, La comunidad perdida. Ensayos sobre identidad y cultura: los desafíos de la modernización en Chile (Santiago: Catalonia, 2009), 35. 7 Moulian, Chile actual, 98. 8 No solo telespectadores, en el caso de esta investigación, sino espectadores y audiencias de cualquier formato comunicacional. 9 Lorena Antezana, “El noticiero televisivo y su rol social: el caso chileno”, Razón y palabra 71 (2010): 2. 10 Juan Silva y Valentina Raurich, “Emergente, Dominante y Residual. Una mirada sobre la fabricación de lo popular realizada por el Nuevo Cine Chileno (1956-1973)”, Aisthesis 47 (2010): 65.

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Ante la diversidad de prácticas artístico-culturales, elegir una en la que centrarse es, sin

duda, una tarea ardua aunque no ajena a justificación. Sobre todo al ver que aquella escogida ha tenido, desde el fin de la dictadura, “un desarrollo inédito”11. Se trata del cine chileno, particularmente del cine documental hecho en el país.

La selección adquiere mayor sentido al evidenciar la relación que el cine mantiene con la

memoria. Vínculo fundamental y anclado en lo que la práctica cinematográfica, en general, ha sido desde sus inicios. Sobre todo en tanto agente constructor, pues el cine, documental y ficción, “productor de imágenes latentes desde los archivos, se transforma en agente insoslayable de la construcción de la memoria cultural”12. Pero también como un factor crítico, como un agente cuestionador que pregunta qué es lo alcanza a entrar en esta memoria social, ya que la producción cinematográfica aspira “a ser un medio para revisar el modo en que la historia se manifiesta y se transmite, es decir, el modo en que nuestra memoria se constituye, entre olvidos y clichés”13 .

Dentro del espacio fílmico, el documental es, pretendidamente, aquel género que más cerca

se encuentra de la realidad. Las historias que a través de este género se cuentan parecen mostrarse tal cual se dan en la cotidianeidad. De ahí deviene la premisa del observador al acercarse a este tipo de películas: Puesto que el documental no aborda el espacio ficticio de la narrativa clásica sino un espacio historiográfico, prevalece la premisa y asunción de que lo que ocurrió frente a la cámara no se representó en su totalidad pensando en la cámara. Habría existido, los acontecimientos se habrían desarrollado, los actores sociales habrían vivido y se habrían representado a sí mismos en la vida cotidiana con independencia de la presencia de la cámara14.

Sin embargo, tal acepción encasilla la realización documental, coartando sus posibilidades e

invisibilizando las riquezas narrativas que se han dado, sobre todo, en las últimas décadas. Lo cierto es que, hoy en día, “la noción de ‘documental’ es tan nebulosa como pueda serlo la de ‘ficción’”15. Así como también lo son sus estrategias de narración y las maneras que tiene de representar la

11 Patricia Espinosa, Mónica Ríos y Luis Valenzuela, Cine de mujeres en postdictadura (Santiago: Ediciones Cultura, Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, 2010), 17. 12 Wolfgang Bongers, “Archivo, cine, política: imágenes latentes, restos y espectros en films argentinos y chilenos”, Aisthesis 48 (2010): 83. 13 Jean Breschand, El documental: la otra cara del cine (Barcelona: Paidós, 2004), 47. 14 Bill Nichols, La representación de la realidad: cuestiones y conceptos sobre el documental (Barcelona: Paidós, 1997), 117. 15 Breschand, El documental, 4.

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realidad. De cualquier forma, el documental continúa siendo el otro respecto del cine de ficción. O así es vivido por los espectadores, quienes suponen, al menos, “que las imágenes son verdaderas con respecto al mundo que les dio origen. El espectador prepara su mirada para acceder al mundo a través de la imagen, y no para sumergirse en una realidad fantástica que solo encuentra su ser en la imagen misma”16 .

De cualquier manera, crítica o condescendientemente, hay en el documental un relato so-

bre la sociedad que, lejos de ser un “reflejo”, se construye y se piensa. “Un documental no puede ser ‘la verdad’”17 . Justamente porque es un producto constructivo, el resultado de una operación de selección de fragmentos de la realidad que ilustran una situación. “En consecuencia, al filmar (o grabar), nos guste o no, estamos asumiendo la responsabilidad, no solo de registrar sino de interpretar –para bien o para mal– aspectos del mundo que nos rodea”18 . Lo anterior implica rodar desde una postura ideológica, reconociéndola abiertamente; sin las pretensiones de neutralidad que inundan otras prácticas culturales, como el periodismo.

Por lo anterior, seria ilusorio creer que la práctica de este lenguaje sea, “aunque inconscien-

temente, inocente”19 . La confección de un film implica siempre tomar decisiones con el fin mostrar una realidad, entregando, al mismo tiempo, juicios ideológicos sobre ella. “Los cineastas harán del documental el lugar de una toma de conciencia del mundo”20 . No solo para ellos sino también para los espectadores, quienes mediante estas imágenes podrán ampliar la mirada, conocer historias distintas, interpretaciones diversas sobre la realidad que nos rodea.

En el caso del documental hecho en Chile desde 1990, todas las historias relevadas están dando una

visión particular sobre la sociedad chilena de la postdictadura. Así, resulta trascendente mirar a la sociedad de la transición a la democracia a través de la producción documental pues mediante ella se revelarán sensibilidades, sentidos, inquietudes y miradas que permitirán comprender de mejor manera el país en el que hemos estado viviendo. Es sobre este campo que se propondrá una visión de aquí en adelante, tratando de clarificar y explicar las siguientes preguntas: ¿qué temas se relevan en el documental chileno de la postdictadura?, ¿qué relación guarda la producción artística documental con el espacio sociohistórico del que esta forma parte? y, principalmente, ¿cómo muestra el documental nacional a la sociedad chilena de la transición a la democracia?

16 Juan Arias, “Las nuevas fronteras del cine documental: la producción de lo real en la época de la imagen omnipresente”, Aisthesis 48 (2010): 50. 17 Erik Barnouw, El documental: historia y estilo (Barcelona: Gedisa, 2005), 309. 18 Pedro Chaskel, “Las nuevas tecnologías y el documental: rescate de identidad y memoria nacional (Apuntes para una ponencia)”, Comunicación y medios 16 (2005): 141. 19 Marc Ferro, Historia contemporánea y cine (Barcelona: Ariel, 1995), 124. 20 Breschand, El documental, 17.

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El trabajo realizado se enmarca principalmente en el paradigma cualitativo. Sin embargo, en una primera instancia se llevaron a cabo labores de categorización, donde se introdujeron a una matriz los 694 documentales que al 30 de agosto de 2012 se encontraban disponibles en el sitio www.cinechile.cl, enciclopedia virtual sobre cinematografía chilena. Lo anterior se hizo con el fin de obtener un panorama general de la producción documental chilena de los últimos 22 años. Para, desde allí, construir la muestra intencionada de películas que serían finalmente analizadas. Teniendo en cuenta estos elementos, la muestra final de análisis quedó formada por 55 películas documentales, todas realizadas por directoras y directores chilenos y chilenas entre 1990 y 2012. En nombre del progreso 21 Después de 17 años de dictadura, periodo en que la realización cinematográfica nacional fue escasa, de difícil producción y difícil acceso, durante el año 1990 se realizan en Chile 8 documentales. Se trata de un número pequeño pero que no se superará por lo menos hasta acercarse la década siguiente. Esta cantidad, vista en perspectiva, simboliza el deseo de expresión coartado durante los años de gobierno autoritario. Los documentalistas estaban listos para contar sus historias y lo hicieron desde el año en que se inicia la transición. Desde allí y hacia delante se desarrolla un crecimiento con mejores y peores años. La cantidad de documentales al año, de cualquier manera, es ascendente –tal como muestra el gráfico 1–, sobre todo después de 2004, año en que se realizan 25 películas. El peak se alcanza en el año 2010, con un número de 125 películas documentales desarrolladas. GRÁFICO 1 Número de documentales realizados entre 1990 y 2012

Fuente: Elaboración propia, resultados de investigación 21 Para titular este apartado, tomamos el título de la película de 1993 de Claudio Sapiaín.

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En este crecimiento son varios los factores que entran en juego. La instalación de distintos

fondos concursables, como el Fondo de Desarrollo de las Artes y la Cultura (FONDART), el Fondo de Fomento Audiovisual o los incentivos económicos entregados por la Corporación Nacional de Fomento a la Producción (CORFO); sumado a la reapertura de escuelas de formación audiovisual en distintas universidades e institutos y el abaratamiento en los costos de realización, por el desarrollo de tecnologías digitales; y la reintegración a la realización documental de directores que durante la dictadura se habían centrado en el mundo de la publicidad, son elementos que ayudaron a lograr un crecimiento como el que se presenta.

Durante estos años, junto al aumento en el volumen de la producción, se ha diversificado

la gama de temas que los directores tratan. De cualquier forma, es posible identificar ciertas líneas temáticas que se mantienen, cambiando en énfasis y formas de acercamiento, pero manteniendo una visión especial sobre la sociedad de la postdictadura.

La información de los 694 documentales fichados en www.cinechile.cl permite hacer una

división de estos en 13 categorías temáticas generales. Se trata de “familias de imágenes” que abordan un mismo tema de manera general, aunque lo hagan siguiendo distintas estrategias y retóricas visuales.

De ellos, aquellos con mayor presencia durante el período –en este orden– son los que he

catalogado como representantes de las macrotemáticas Cultura, Ciudad, Dictadura e Indigenismo. Este primer análisis, fruto de la división temática, hace posible indicar que el documental tiene diferencias insoslayables respecto a la televisión22 y al cine de ficción23 . Lo anterior, puesto que el documental parece mantener un fuerte y marcado interés por los “temas sociales”. En ese sentido, aquí el objetivo general parece ser, preferentemente, el de crear conciencia, informar o argumentar; más que entretener o plantear el puro desarrollo de las subjetividades. No es que estos elementos estén ajenos al documental, sino que estos se llevan a cabo solo a través de la enunciación de un tema mayor, más amplio, dirigido a “lo común”.

De igual manera, el documental, a través de estos temas sociales y de la selección de per-

sonajes, enfoques e historias; parece estar constituyendo una visión crítica de los fundamentos de la sociedad chilena actual. En ese sentido, los “fragmentos de realidad” seleccionados para formar parte de las películas están hablando de personajes que miran al sistema social desde fuera, evidenciando sus fallas y baches. Son los “otros” los protagonistas del documental chileno de la postdic-

22 Antezana, “El noticiero televisivo” y Jacqueline Mouesca, El documental chileno (Santiago: LOM, 2005). 23 Antonella Estévez, Luz cámara, transición. El rollo del cine chileno de 1993 a 2003 (Santiago: LOM, 2005).

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tadura y es, a través de sus historias, que se está construyendo una visión particular de la sociedad chilena actual.

Como ya fue mencionado, la transición chilena a la democracia implicó la aceptación de

ciertos pactos y consensos que tuvieron, como fines últimos, la estabilidad y el progreso del país. La clase dirigente se mantuvo –y se mantiene, en distintas medidas– enfocada en posicionar a Chile como una “nación ejemplar”, cuna del crecimiento económico. El “marketing” político de los gobiernos postautoritarios ha cultivado un cuidadoso posicionamiento centrado en el éxito económico. “En la construcción del mito del Chile Actual esa ha sido la dimensión más elaborada desde el punto de vista estratégico”24 : la idea de los “Jaguares de Latinoamérica”, la idea de que somos triunfadores.

Afirmamos que es justamente ante este modelo que el documental chileno de la postdicta-

dura se levanta. La producción documental nacional plantea, preferentemente, una visión crítica al modelo de desarrollo que el país está llevando a cabo. Lo que hace es, precisamente, evidenciar las estructuras de los pactos en los que se sostiene la sociedad chilena postdictatorial, exponiendo las implicaciones pública y privadas que estos tienen en la vida de los sujetos.

En ese sentido, adscribimos a la propuesta de Marc Ferro, para quien el cine contribuye a la

elaboración de una contra-historia, no oficial, “alejada de esos archivos escritos que muchas veces no son más que la memoria conservada de nuestras instituciones”25 . A través de aquello, el cine documental postautoritario plantea su propia representación de la sociedad con la que convive, mostrando “la cara oculta de una sociedad, sus fallos; ataca, en suma, sus mismas estructuras”26 . Son las estructuras que, en el caso chileno, han formado un país que 1) mientras viste ropajes democráticos, mantiene resabios dictatoriales y 2) se rige por un sistema económico que profundiza las diferencias, llenando de fronteras a la sociedad chilena.

Así, mientras “la comunicación, siguiendo el eco de las normas neoliberales traduce el orden,

mimetiza el consumo y complace la impunidad”27 –tendencia, en Chile, representada preferentemente por la televisión y la prensa escrita–, los documentalistas se han encargado de mostrar “la otra cara de la moneda”: una nación con profundas diferencias; con un pasado que, ni superado ni olvidado, vuelve a cada instante; con vencedores y con vencidos. Una nación, en suma, a la que le falta mucho para llegar a ser aquello que vende como su propia imagen.

24 Moulian, Chile actual, 97. 25 Ferro, Historia contemporánea, 17. 26 Ferro, Historia contemporánea, 38. 27 Ossa, “El jardín de las máscaras”, 71.

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Esta visión, que proponemos el documental chileno entrega, la hemos dividido en tres

preguntas fundamentales: sobre la memoria, sobre la subjetividad y sobre la identidad. La pregunta por la memoria Los que tienen memoria son capaces de vivir en el frágil tiempo presente. Los que no la tienen no viven en ninguna parte. Patricio Guzmán, Nostalgia de la luz

En mayor o menor medida, el sistema comunicativo hizo eco del discurso que hablaba de la necesidad de dar vuelta la página, aplazando su rol como agente constructor de una memoria crítica de la historia reciente. Ante la imagen de un país en proceso de reconciliación, la memoria nacional quedó simplificada, reducida a los documentos oficiales, vista solo de reojo. Se negó, en un sentido público y popular, la capacidad, expuesta por Touraine28 , de la memoria del sufrimiento como fortaleza para el futuro y la democracia. Solo futuro y progreso, pero sin memoria, olvidadizos.

Ante esto, sin embargo, el documental plantea la construcción de una memoria distinta,

expresando “no solo que la sociedad chilena permanece divida por el pasado dictatorial sino que este pasado tiene imbricadas formas de hacerse presente”29. Los documentalistas, desde distintas posiciones y temáticas, rechazan el “blanqueo” del país y la necesidad de mirar solo hacia delante. En cambio demuestran, a través de sus relatos, que la historia reciente no deja de hacerse presente y que probablemente lo seguirá haciendo.

La idea de un “país sin memoria” es recurrente en los directores chilenos. Son los realiza-

dores documentales quienes reclaman, enfrentados al país sin recuerdos, por la reapropiación de la memoria.

Y esto lo hacen repasando la historia reciente del país y traduciendo en imágenes los daños

dejados por la dictadura. Mediante películas como Fernando ha vuelto (Silvio Caiozzi, 1998), La flaca Alejandra (Carmen Castillo, 1994) o Chile, la memoria obstinada (Patricio Guzmán, 1997) se desenmascara a víctimas y victimarios, dándoles un nombre y un rostro, mostrándolos en escena. Menester era exponer, con toda la claridad y rigurosidad posible, los mecanismos de la dictadura. De ahí,

28 Alain Touraine, “La memoria del dolor como fundamento del futuro y de la democracia”, en Encuentros con la memoria. Archivos y debates de memoria y futuro, comp. Faride Zerán, Manuel Antonio Garretón, Sergio Campos y Carmen Garretón (Santiago: LOM, 2004). 29 Elizabeth Ramírez, “Estrategias para (no) olvidar: notas sobre dos documentales chilenos de la post-dictadura”, Aisthesis 47 (2010): 46.

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la visita con la protagonista de La flaca Alejandra a centros de tortura, la recreación de los viajes por Santiago que hacía con los miembros de la DINA y la explicación detallada de las heridas de Fernando en Fernando ha vuelto. Justo es también el gesto de Guzmán. Después de algunos años de silencio, evaluar el estado de la memoria era evaluar el estado del país. Sobre todo luego de su apreciación inicial: “para muchos, el tema de la memoria es un tema cerrado”. Tarea del documental era entonces –justamente a través de otra producción, su serie documental La batalla de Chile–, desenterrar esa memoria. Volver a abrir el tema. Y eso es lo que harán muchos realizadores a lo largo de los años venideros. La pregunta por la memoria se responde exponiendo, con toda la claridad y rigurosidad posible, los mecanismos de la dictadura. Por ejemplo, la impunidad como resultado del afán por la estabilidad en películas como El caso Pinochet (2001), Salvador Allende (2004) y Nostalgia de la luz (2010), todas de Patricio Guzmán; La sombra de don Roberto (Juan Spoerer y Hakan Engström, 2007); El mocito (Marcela Said y Jean de Certeau, 2010) o El diario de Agustín (Ignacio Agüero, 2008).

La mantención de valores asociados al autoritarismo en el seno de la sociedad democrática

es también un tema recurrente, que puede ser visto en cintas como I love Pinochet (Marcela Said, 2001) o La muerte de Pinochet (Bettina Perut e Iván Osnovikoff, 2011). Ambas cintas, de distinta manera, plantean la fuerza de la “tentación autoritaria” 30, la plena vigencia de sus valores. Se proyectan así, algunas dudas: ¿qué tan fuerte es la democracia chilena? y ¿qué posibilidades hay de que la historia se repita? Ante esto, en off, Said dice: “democracia se vuelve una ilusión para aquellos que, como yo, confiaron en ella”.

Un tema inexorable es la violencia, los abusos y las violaciones a los derechos humanos que

se ven, de una u otra forma en las películas que ya han sido mencionadas, pero también en otras como Actores secundarios (Pachi Bustos y Jorge Leiva, 2004), Estadio nacional (Parot, 2002) o La ciudad de los fotógrafos (Moreno, 2006).

También el exilio y la no pertenencia, temas que se han tornado centrales, sobre todo en las

cintas autobiográficas. Son las historias que se repiten en El edificio de los chilenos (Macarena Aguiló, 2010), En algún lugar del cielo (Alejandra Carmona, 2003), Mi vida con Carlos (Germán Berger-Hertz, 2009) o El eco de las canciones (Antonia Rossi, 2010). Estos documentales hacen eco de la duda propuesta por Carmen Castillo en Calle Santa Fe: “¿tendrá algún sentido esto para otra persona que no sea yo?”. La inquietud es comprensible aunque la respuesta es clara: si bien fundados en historias personales, muchas veces de gran intimidad –lo que, de cualquier manera, profundiza la identificación–, estas películas hablan de historias que se repitieron; de gestos que, en el fondo, pueden ser compartidos. Por tanto, de gran sentido.

30 María Eugenia Horvitz, “Imágenes en movimiento y política en el Chile de la post dictadura”, Comunicación y medios 26 (2012): 65.

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Al ver la producción ligada a la dictadura en su conjunto es posible reconocer ciertos ele-

mentos que se reiteran. Principalmente situaciones rituales –visitas a lugares que marcaron la historia, uso de archivos que ponen en presente lo sucedido, entrevistas/conversaciones familiares que se mantenían “pendientes”– con que los realizadores buscan saldar ciertas deudas con su pasado, con su propia historia personal que, a la vez, es la historia de un país completo. Muchas veces la realización de la propia película es el rito que estos documentalistas han necesitado para restituir la memoria, reconstruir la identidad y acercarse a su historia. El reconstruir ese pasado y saldar deudas con él, de cualquier forma, no implica la superación de lo ocurrido ni el dar vuelta la página. Se mantiene la reflexión sobre la fragilidad de la memoria y la falta de justicia.

En general, siguiendo estas estrategias y varias otras, los documentalistas de la época se

han negado a dar vuelta la página, respondiendo a la pregunta por la memoria de una manera inequívoca: esta necesita ser replanteada y revitalizada para poder seguir adelante. Están, por tanto, exhibiendo uno los elementos principales de los pactos de la transición: el blanqueo del país, la negación de la memoria como fundamento del progreso. Se revelan ante él y evidencian sus características, dejando en claro lo injusto y despersonalizado que hay en él.

De cualquier forma, no es solo el poder político el encargado de movilizar las estrategias del

olvido. Aquel rol también ha sido tomado por el mercado, “el que por medio de la implantación del simulacro de la modernización, del auge económico, del bienestar material, desarrollará las prácticas necesarias para un olvido ya no producto del miedo a la represión, sino de la seducción”31 . La búsqueda del progreso y el fortalecimiento del modelo económico neoliberal será otra de las áreas a través de las cuales los documentalistas exhibirán las estructuras de la transición. La pregunta por la subjetividad Esa maquinaria me parece agresiva, insultante, como que no respetara sentimientos. Así es el llamado progreso. Florida, protagonista de La mudanza

Los documentalistas también han reflexionado sobre la formación de las subjetividades en un país centrado en el progreso y el desarrollo económico. Los documentales del período han revelado la hostilidad en las bases del modelo de desarrollo nacional, exhibiendo los conflictos que estas suponen para la formación de las identidades. Se ha tomado, por tanto, un rol crítico ante un modelo de desarrollo que ha producido pérdida de sentido y desorientación.

31 Espinosa, Ríos y Valenzuela, Cine de mujeres en postdictadura, 61.

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En Chile, “no son pocos los que observan que el anhelado desarrollo, meta de todos los

proyectos sociales y políticos, provoca al mismo tiempo desazón, inseguridad, ruptura de viejas lealtades, en fin, perdida de sentido”32. Desorientación, según el Informe PNUD 2002 33. Los mismos informes sostienen que, mientras el país mantiene cifras macroeconómicas positivas, se hace evidente en la población un malestar social “que sorprende por la diversidad de sus aspiraciones”34. Se trata de una insatisfacción social, popularmente expresada y que, ante la diversidad de las demandas, tiene siempre como telón de fondo el fenómeno de la desigualdad. Diez años antes a que se escribieran esas palabras, en el Informe 2002, ya se identificaba una “irritación” en los chilenos que hacía notoria “la sensación de exclusión del desarrollo nacional”35 de una parte importante de la población del país.

La crítica al modelo de desarrollo y las consecuencias de este se transforman en un senti-

do reiterado en los documentales nacionales de la postdictadura. Se plantean los conflictos en la construcción de las subjetividades y las identidades en un contexto en que los individuos deben “arreglárselas solos”. Ante esto, las cintas centran sus esfuerzos en los “otros”, aquellos que no han sido convocados a la modernización compulsiva; los que, por una u otra razón han quedado en los bordes de esta. De partida, a través del urbanismo, en películas como Welcome to New York (Bettina Perut e Iván Osnovikoff, 2006), La mudanza (Tatiana Lorca, 2011), Aquí se construye (Ignacio Agüero, 2000) o Remitente, una carta visual (Tiziana Panizza, 2008), en cuanto el crecimiento de las ciudades plantea cambios en las formas de habitarlas, despersonalización y confusión.

Hay, en última instancia, respecto a la ciudad moderna una cuestión central. Es el tema de

la identidad de sus habitantes. De una u otra manera, este se puede ver en todas las películas que fueron recientemente mencionadas. Se trata de la dificultad que este espacio supone para la mantención de ciertos rasgos identitarios: la fragilidad de la memoria y, por tanto, la fragilidad del ser, en tanto este se construye como un “pasado- presente”. Se reflexiona al respecto mediante la discusión acerca de la raza, particularmente por las dificultades en la conservación de la identidad en un terreno hostil, homogenizante, negador de las divergencias. Ante ello, sin embargo, se levantan estrategias para conservar lo propio. Es lo que puede verse en Aymara (Sebastián Moreno, 2002), La última huella (Paola Castillo, 2001), En el país de las manzanas (Sebastián Margaño, 2012) o Dungún, la lengua (Pamela Pequeño, 2012).

32 Bengoa, La comunidad perdida, 21. 33 Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Desarrollo humano en Chile. Nosotros los chilenos: un desafío cultural (Santiago: PNUD, 2002). 34 Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Bienestar subjetivo: el desafío de repensar el desarrollo (Santiago: PNUD, 2012), 17. 35 Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Desarrollo humano en Chile, 32.

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Lo anterior no solo se hace desde el componente racial, sino también desde una idea de

clase. Los documentales de la época han puesto parte de sus esfuerzos en la representación de las clases populares; alejándose de la idea de “masa”, los han individualizado, retratando su vida, en mayor o menor medida, sin ideas preconcebidas ni paternalismos; sino como individuos que viven situaciones determinadas en un contexto problemático que no brinda soporte. Son las historias de desigualdad que se repiten Cuentos sobre el futuro (Pachi Bustos, 2012) y 74m2 (Paola Castillo y Tiziana Panizza, 2012).

Se confirma el interés de los documentalistas por los sujetos que habitan en “los bordes” de

la modernización, aquellos cuyas vidas cuestionan el desarrollo y exponen sus falencias. Sobre todo cuando, a través de ellos, se hace una lectura mucho más diáfana de la sociedad en su conjunto, una visión directa del Chile actual. Aquello es lo que ocurre a través de los documentales centrados en el fenómeno de la migración. En películas como Nema problema (Susana Foxley y Cristián Leighton, 2001) o Palestina al sur (Ana María Hurtado, 2011) se cuestionan las lógicas de funcionamiento nacional, desnaturalizándolas, mostrándolas como fruto de elecciones y, por tanto, como objeto de cambios. Los chilenos “trabajan mucho, ganan poco, pero están contentos, no los entiendo”, dice una de las refugiadas yugoslavas en Nema problema, enfrentando a los espectadores a una realidad que parece innegable.

La escasa discusión respecto a la relación trabajo-esfuerzo-recompensa ha sido leída en el

contexto de la aparente “desideologización” de la sociedad chilena. Dice Moulian que, después de la Dictadura, “ya existía una sociedad aplastada, traumada. En vez de activarla, de hacerla renacer, se usó la estrategia de fomentar el temor regresivo, de condenar como irracional cualquier divergencia”36. Los gobiernos que siguieron al autoritarismo promovieron el orden y la regulación de la vida en todo ámbito. Fomentando la estabilidad y el aparente beneficio personal que para cada ciudadano esta significaba, se moldeó una sociedad desmovilizada y silente.

Se vivió, según el mismo autor, una falsa muerte de las ideologías que discuten al modelo.

Esta habría sido “perpetrada por una ideología hegemónica que pretende la tecnificación de la política y por ello se encarga de asesinar a las ideologías alternativas”37. No fue muerte, pero si una hibernación que, desde hace un tiempo, ha mostrado haber llegado a su fin. Sobre todo a través del conflicto educacional, que desde distintas perspectivas, ha sido tema para los documentales de la época.

36 Moulian, Chile actual, 39. 37 Moulian, Chile actual, 56.

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De esta manera, el tema educacional, retratado en cintas como La revolución de los pingüinos

(Jaime Díaz, 2008) o La península se los volcanes (Francisco Hervé, 2004), se transforma en el mecanismo más directo de críticas al Chile actual. A través de la estructura educacional chilena se evidencian los residuos de la dictadura, todo lo que del período se mantiene y las características de la democracia en el país: sustentada por la estabilidad, negadora de las divergencias.

En general, en el documental chileno de la postdictadura la pregunta por la subjetividad

se responde enfrentando lo social y lo individual. Lo que se ve es un país con intenciones claras: la búsqueda del desarrollo, el progreso como horizonte de sentido que implicaría beneficios para todos. Aquello sería lo que el poder y la autoridad han descrito como “lo que el país quiere”. Esto, en las películas, sin embargo, es enfrentado a “lo que la gente quiere”. Se trata de individuos cuyas historias ponen en entredicho el modelo de desarrollo, exhibiendo sus estructuras, mostrando sus falencias.

La subjetividad, por tanto, se muestra como un terreno conflictivo en donde se opone lo

deseado con lo posible. En el caso de estas historias, “lo posible” está dado por las restricciones que plantea un cierto modelo social. De allí las implicaciones políticas en estas películas, la discusión acerca de lo “común” y la representación de aquello como un espacio en disputa; como un lugar que, aunque naturalizado, puede cambiarse ante la inconformidad.

El documental de la época, por tanto, debate algunas de las lógicas principales del Chile ac-

tual. Muestra el sustento del malestar social, las razones de la insatisfacción. Enfrenta al espectador con la desigualdad del país. Critica, sin hacerlo directamente, las lógicas de desarrollo, el país que se ha construido.

Existe otro grupo de realizadores que, mientras dan cuenta de ideas y fenómenos “macro”,

narran sus propias vidas. Se trata de aquellos que han decidido explorar la propia subjetividad a través de la cámara cinematográfica.

La pregunta por la identidad He aquí el secreto a voces del relato autobiográfico: hay que escribir para ser, además de ser para escribir 38 Ante la reflexión de Sibila, hecha a propósito de los textos escritos, es posible agregar: no basta 38 Paula Sibila, La intimidad como espectáculo (Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2008), 40.

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con ser para filmar, hay que filmar para ser. Aquello lo demuestran las películas y realizadores que responden a la pregunta por la identidad, son quienes utilizan el medio audiovisual para explorar su identidad, reconstruirla y cuestionarse acerca de su pasado y futuro.

En las películas autobiográficas, la “función autor” opera de manera única, pues “en esos

relatos, el autor es también el narrador y el protagonista de la historia contada o, al menos, el lector se compromete a creer en esa triple identidad, según el pacto de lectura que acepta tácitamente al enfrentarse con una narrativa de ese tipo”39 .

Hablamos, por tanto, de un personaje con triple identidad: realizador-narrador-protagonis-

ta que construye películas en las que “el ‘yo’ constituye tanto el enunciador como el enunciado” 40. Lo que hacen los films autobiográficos es entonces centrarse en este individuo con triple identidad y escenificar su trayectoria vital o partes de esta que parezcan memorables. Con el fin de 1) otorgarle sentido a las experiencias, modelando el propio lugar en el mundo y 2) presentar lo anterior en sus imbricaciones con lo público, con lo común en una sociedad pues “las memorias individuales van mucho más allá de la esfera privada y establecen complejas interconexiones entre la historia familiar y la nacional, que estos textos buscan hacer visibles”41 .

Aquello es lo que hacen las películas autobiográficas que tocan el tema de la dictadura.

Como ya fue mencionado, estas abren lo visible, narran lo escondido, revelan los secretos que se guardaron o reflexionan sobre las incertidumbres que nunca fueron resueltas. Cuestionan, por tanto, la construcción de la memoria, en tanto revelan los baches que hay en ella. Llenan estos espacios en blanco con un fin particular: liberarse de ellos. Estas películas no exhiben episodios dictatoriales solo con el objetivo de mostrar lo ocurrido, sino que lo hacen con el fin de relacionar estos hitos con la vida de los realizadores, revelando las consecuencias que han tenido en ellos. Sus relatos toman importancia, de cualquier forma, en tanto trabajan como ejemplos de lo ocurrido a muchos otros.

Esta capacidad “liberadora” del documental, en tanto estrategia para saldar deudas con el

pasado, escudriñando en la historia propia y resolviendo dudas pretéritas, no solo se da respecto a la dictadura. Otros realizadores han comenzado a explorar estas posibilidades con los más diversos temas. Esto es lo que ha hecho Tiziana Panizza, por ejemplo, en su trilogía de cartas visuales: Dear Nonna: a 39 Sibila, La intimidad, 170. 40 Paola Lagos, “Ecografías del ‘yo’: documental autobiográfico y estrategias de (auto)representación de la subjetividad”, Comunicación y medios 24 (2011): 66. 41 Ramírez, “Estrategias para (no) olvidar”, 51.

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film letter (2005), Remitente: una carta visual (2008) y Al final: la última carta (2012) u otros autores, como María Paz González, con Hija (2011) o Teresa Arredondo, con Días con Matilde (2011) y Sibila (2012).

A través de estas películas, los realizadores buscan otorgar sentido a fragmentos de su pro-

pia existencia. Con sus historias, sin embargo, se revela lo oculto de las familias chilenas: los parientes de los que no se habla, los episodios que se tratan de ocultar, las historias escondidas. De allí el sentido político de estas cintas; pues más allá de las reflexiones particulares, terminan hablando de lo prohibido en un momento dado, de las abyecciones que pugnan por manifestarse.

De cualquier manera, el cine autobiográfico viene a confirmar una de las características

principales de la producción documental: ser un cine que “hace cosas”. Más allá de la “pura” representación, hay intenciones y hay efectos: repasar la historia del padre, para poder continuar con la vida propia; entender la experiencia de la tía, oculta durante la niñez o recomponer la relación con la abuela son solo algunas de las consecuencias que se obtienen, en este caso, solo a través del hacer cine.

Las cintas autobiográficas revelan, de cierta manera, lo oculto en la intimidad de los chi-

lenos, pues ponen en discusión aquellos secretos que se guardan. Tensionan, por tanto, la forma de relacionarnos; la construcción de vínculos. Se produce aquí también una revelación, ya no del funcionamiento social, sino de las estructuras íntimas. Se logra un retrato particular de la familia actual. “Todos tenemos secretos” y el cine ayuda a bucear en estos, haciéndolos visibles. Cine de la resistencia La revisión de temas y estrategias cinematográficas que hasta aquí ha sido comentada, permite aventurar ciertas funciones que el cine documental ha tenido en el Chile postdictatorial. De partida, la producción se ha comportado como mediador cultural, en tanto ha establecido puentes de comunicación entre distintas visiones de mundo, estilos de vida, logrando que las personas que se enfrentan a ellos conozcan realidades más allá de su vista; han ampliado, por tanto, la mirada. Eso trae, como correlato, la construcción de un “nosotros” más amplio, más inclusivo, que involucra mayores historias y realidades al relato del “ser chileno”. Esto lo ha hecho, finalmente, construyendo una memoria divergente, crítica, que se levanta, de partida, ante los medios de comunicación tradicionales y también ante el discurso del poder.

Las obras de todos estos realizadores han construido una visión particular de la sociedad de

la postdictadura. Desde sus inclinaciones personales, con todas sus pequeñas selecciones, consciente o inconscientemente, han construido una relación particular con la “realidad” que han escenificado. Los realizadores han dado cuenta de una propuesta de sentido, una lectura propia del país en el que viven. Estos documentales han puesto en escena los fragmentos de una realidad trizada; han 90


evidenciado las grietas existentes en una sociedad pretendidamente unida y uniforme. Es el país que ha quedado como resultado de una estrategia en que la verdad, el recuerdo y la justicia, como fundamentos del futuro, han sido reemplazados por la estabilidad, la reconciliación y el silencio como medios del progreso.

Ya sea contestando la pregunta por la memoria, por la subjetividad o por la identidad,

estas películas comparten un sentido, un “estado anímico”, si se quiere. Está en ellas presente la resistencia de sujetos que siguieron luchando por sus ideales y que lo quieren seguir haciendo. Es la resistencia de un país que crea estrategias para combatir lo injusto, lo inmoral, lo impropio. Desde las grandes gestas o desde los pequeños guiños cotidianos, son personajes que intentan levantarse ante aquello que los ha dañado.

“El film, imagen o no de la realidad, documento o ficción, intriga naturalista o pura fan-

tasía, es historia”42 y los filmes que aquí han sido reseñados están dando cuenta de la sociedad en la que vivimos. La fijación en el soporte cinematográfico dejará a estas obras como fragmentos, aunque personales, ideológicos y nunca neutrales, del Chile de la postdictadura. Serán testimonios históricos de lo que hicimos y también, de lo que dejamos de hacer.

42 Ferro, Historia contemporánea, 38.

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Biografía de Autores Ricardo Ramírez Vallejos. Periodista y Licenciado en Comunicación Social de la Universidad de Chile. Actualmente es becario Conicyt Becas-Chile y estudia una maestría en Género, Medios de Comunicación y Cultura en la London School of Economics and Political Science. Sus principales líneas de investigación son: género y comunicación, estudios de periodismo y comunicación y visualidad. Es co-editor de las actas de la IX Bienal Iberoamericana de Comunicación “La imagen en las sociedades mediáticas latinoamericanas”. ig.ramirezvallejos@gmail.com Valentina Infante Batiste. Entre el año 2008 y 2012 estudie Historia y completé el Programa de Formación Pedagógica en la Pontificia Universidad Católica de Chile. Estando en la universidad, sentí un gran interés por el patrimonio cultural, la museología y la antropología, especialmente luego de asistir al curso ‘Patrimonio y Museos’ del profesor Joseph Gómez. En este curso (2011), escribí un ensayo titulado ‘“Insinuación, poetización y silenciamiento en la musealización de un trauma histórico: la muerte de Allende y el golpe militar, 1973”, desde donde surge el artículo de la presente colección. Entre los años 2013 y 2014 trabajé como educadora y guía en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, transformándose esto en una experiencia crucial para definir mis intereses académicos en el área del patrimonio y la museología, y relacionarlos con la memoria, la educación, los derechos humanos y los pasados traumáticos. Actualmente, me encuentro realizando un MA en Patrimonio Cultural en University College London. valentinainfantebatiste@gmail.com Nicolás Acevedo Arriaza. Licenciado de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad ARCIS. Actualmente cursando el Magister en Historia en la Universidad de Santiago de Chile. Ha participado junto a María Angélica Illanes en el Fondecyt: “La Cuestión Campesina en el Frente Popular y gobiernos radicales 1936-1952” (Nº 1110285). Es parte del equipo editor de la revista Pretérito Imperfecto, dedicada al estudio de la historia reciente en Chile. Ha publicado una serie de artículos sobre historia política de movimientos urbanos y rurales del siglo XX en revistas digitales, como son Divergencia, Izquierdas y la Asociación Brasileña de Historia Oral. Su primer libro se denomina “MAPU- Lautaro”, editorial Escaparate, 2014. nicoacevedo@gmail.com Camilo Plaza. Licenciado en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magister (c) en Historia por la Universidad de Santiago de Chile. Actualmente me desempeño como ayudante en diversos proyectos de investigación. Mis intereses apuntan hacia la trayectoria de las instituciones y funciones policiales en Chile, con particular énfasis en temas como la inteligencia y la policía 94


política durante la primera mitad del siglo XX. Dentro de mis publicacioes se puede mencionar: “Soviets, cuartelazos y milicias obreras: los comunistas durante los doce días de la República Socialista, 1932”, en Olga Ulianova, Manuel Loyola y Rolando Alvarez (editores), “1912-2012. El siglo de los comunistas chilenos”, IDEA, USACH, 2012; “La ley de residencia de 1918 y la persecución a los extranjeros subversivos”, en Revista de Derechos Fundamentales, N10, Universidad Viña del Mar (en coautoría con Víctor Muñoz Cortés) y “La clase trabajadora organizada ante la Dirección General de Investigaciones: de lo político a lo sindical (Chile, 1933-1948)”, en Revista de Historia y Justicia, N2. camilo.plaza.armijo@gmail.com

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Biografía de Editores Matías Marambio de la Fuente Licenciado en Historia y Magíster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Chile. Actualmente cursa el Doctorado en Estudios Latinoamericanos en la misma casa de estudios gracias a la beca CONICYT para Doctorado Nacional. Se desempeña como asistente editorial de Meridional. Revista Chilena de Estudios Latinoamericanos, publicación del Centro de Estudios Culturales Latinoamericanos de la Universidad de Chile. Sus temas de interés son la historia cultural e intelectual de América Latina, con énfasis en el siglo XX y en las escrituras críticas sobre la cultura. Ha ejercido como docente de pensamiento latinoamericano en la Universidad Alberto Hurtado. matias.marambiodlf@gmail.com Felipe Seguel Profesor de Estado en Historia y Ciencias Sociales y Licenciado en Historia por la Universidad de Santiago de Chile. Actualmente (c) Magíster en Historia mención América por la misma casa de estudios. Sus líneas de investigación se relacionan con el proceso de transición a la democracia en Chile, específicamente a partir del estudio de las relaciones entre civiles y militares. Actualmente se encuentra investigando las políticas de vivienda social durante los primeros gobiernos de la Concertación. Al mismo tiempo se desempeña como docente en la Facultad de Educación de la Universidad SEK. Entre sus publicaciones se puede mencionar: “La misión inconclusa: el Ejército de Chile, bajo la Comandancia en Jefe del general Ricardo Izurieta y la sombra del dictador (19982002)” en Historias que vienen, UDP; “’Cuando la política se transforma en guerra’: la Democracia Cristiana y los Estados de excepción durante los mil días de la Unidad Popular” en co-autoría con Juan Pablo Acevedo, Ni calco ni copia sino creación heroica: heterogeneidad, narrativas y rupturas en América Latina, libro de las XIII Jornadas de Estudiantes de Postgrado en Humanidades, Artes y Ciencias Sociales, en proceso de publicación. seguel.felipe@gmail.com Macarena Orellana Licenciada en Historia (Universidad de Chile), Diplomada en Democracia y políticas de Memoria (Universidad de Santiago de Chile y Villa Grimaldi) y Magíster en Historia mención América por la Universidad de Santiago de Chile. Sus líneas de investigación se relacionan con las dictaduras y los procesos de democratización en el Cono Sur, específicamente en Bolivia y Chile. Se concentra en el estudio de las memorias y los conflictos alrededor de la violencia política en la historia reciente de 96


la región. Actualmente, se desempeña como profesora en la Facultad de Educación y Patrimonio (Universidad SEK), Ayudante de cátedra área metodología (Universidad de Chile) e investigadora asociada en el Archivo Andrés Bello (Universidad de Chile). Entre sus publicaciones se puede mencionar: “Jóvenes en transición. Memoria y acción colectiva en el retorno a la democracia en Bolivia. 1982”, en Revista Nuestra Historia, Volumen 5, Primer semestre 2012; “Utopías generacionales. De la radicalización política a la lucha armada. Jóvenes en el surgimiento del PRT-ERP (Argentina), MIR (Chile) y MLN-Tupamaros (Uruguay). 1960-1970”, Revista Divergencia, Nº 2, 2013; “El estilo de Jaime Guzmán. Una memoria para la UDI”, en Laura Benadiba (Comp.), Otras Memorias I. Testimonios para la transformación de la realidad, editorial MAIPUE, Argentina, 2014” y “La legalización de lo ilegal. Excepcionalidad jurídica, ley antiterrorista y el Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR) en Chile, 1983-1984.”, Ni calco ni copia sino creación heroica: heterogeneidad, narrativas y rupturas en América Latina, XIII Jornadas de Estudiantes de Postgrado en Humanidades, Artes y Ciencias Sociales, Universidad de Chile, en proceso de publicación. maca.orellana.ca@gmail.com

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