El corazón de la revolución

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El Coraz贸n de la Revoluci贸n

MAESTRO ROLLAND

Kabash


Al lector

Toda una vida he dedicado a estudiar una época en la historia del Antiguo Egipto, la Dinastía XVIII, especialmente el reinado del Faraón Akenatón. He encontrado muchas contradicciones en los historiadores que hablan sobre ese período. Es difícil conocer la historia basándose únicamente en datos encontrados en tumbas o monumentos, sin profundizar en la verdadera cultura de aquellos habitantes del Nilo. Ofrezco en esta obra una importante página de esa historia, basada en la versión transmitida por el escriba Janushi, quien ya era anciano en los años finales de la Dinastía. A través de una mística comunicación con el espíritu de ese escriba, he recibido este relato y lo brindo como una pequeña contribución al conocimiento de los pormenores de un período tan trascendente donde nace el concepto del monoteísmo en la primera revolución religiosa, social y política de la que se tienen referencias. Espero que el lector sepa valorar la gran riqueza que constituye el poder contar con una fuente de conocimiento tan singular como lo es la palabra de un escriba que acompañó la vida de faraones y altos dignatarios de la época. Y también apelo a que sepa comprender las limitaciones que obviamente resultan de una historia 7


narrada por un ser humano que vivió y formó parte de ella. Janushi nos habla de los personajes y de los acontecimientos de forma subjetiva y circunscripta a los hechos de los que participó o de los que tuvo conocimiento. Abunda en detalles sobre algunos personajes con los que tuvo contacto, dejando un poco de lado otros, que aunque destacados en la época, no formaron parte de su vida cotidiana. Agradezco de corazón al espíritu del escriba Janushi, que fiel a su labor, aún más allá de la vida, se ha dispuesto a transmitir los hechos que por siempre permanecerán escritos en su memoria.

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Prólogo

“El Corazón de la Revolución”, es un relato histórico que revela los misterios y secretos que rodearon a la controvertida Familia Real, que se enfrentó al poderoso clero tebano y creó el mayor cambio social y religioso de la historia. Magistralmente el autor nos atrapa en una perfecta combinación entre las vicisitudes que involucran a los protagonistas y los hechos históricos. A través de una comunicación mística con el espíritu de un escriba, el Maestro Rolland nos sumerge en la vida de Jay Arí. El hombre que fue el corazón de la revolución atoniana, un visionario cuyas ideas de justicia, espiritualidad y elevada moral, fueron las bases para la nueva sociedad que miles de jóvenes revolucionarios soñaron construir. Esta obra nos muestra la cara viva del Egipto antiguo y el sentir de una nación, más allá de sus pirámides y sus colosos. Nos pinta el alma de un pueblo que fue sometido a la tiranía de un régimen totalitario, que permaneció inamovible durante milenios y se rebeló amparado en la fe del dios único Atón. La trama de esta historia se desarrolla en el proceso de transformación social que surgió a partir de la confrontación generacional y de la influencia religiosa semítica. Es una amalgama de profundos sentimientos y 9


de ideas progresistas que emanan de un concepto de Dios más elevado y que dará forma a la más grande revolución del hombre. Lo que en apariencia era un enfrentamiento entre distintos templos, en esencia se trataba de la lucha por los derechos humanos. A lo largo de la historia repetidas veces los pueblos se sublevaron por las mismas causas, pero sólo esta vez, la protesta surgió desde las altas esferas del Estado. Amenofis IV, cambia su nombre por Akenatón (servidor de Dios) y renuncia a sus privilegios junto a la familia real y los altos funcionarios. Un gesto de esta magnitud caló muy hondo en el corazón del pueblo. La nueva religión atoniana, realiza una profunda transformación de la relación del hombre con dios y consigo mismo. Un dios único, ante el cual todos los hombres son sus hijos. . El título de Fa ra, o Faraón, significa Hijo de dios Ya no existen privilegios, no hay hijos especiales para dios, todos son dignos de su amor. La grandeza de los líderes de aquel movimiento se evidenció, además de su lucha, en las extraordinarias renuncias que llevaron a cabo. Jay Arí renunció a su tumba, la princesa Taduquipa, más tarde Nefertiti, al verdadero amor y otros ofrecieron la vida. Sin embargo a pesar de tantos sacrificios, el autor nos muestra la cruda realidad de la debilidad del espíritu humano. Tan sólo una ligera línea, separa la fe del fanatismo, la fe del miedo al castigo y la fe de la necesidad de creer. El nacimiento del monoteísmo fue el resultado de una evolución en la conciencia del Hombre, como un ser único y a la vez integrado al todo. Con una responsabilidad moral ante a la obra del Creador. Un concepto tal vez demasiado 10


elevado para la inmadurez colectiva que aún necesitaba un dios protector y salvador. Los atonianos sufrieron persecución, fueron víctimas de una masacre y sus nombres fueron borrados de los textos que relataban la historia. En ese momento nació también el antisemitismo. Pero el sueño de Jay Arí, de un mundo mejor, se transformó en otro sueño, alcanzar la Tierra Prometida. Neket Atón, la ciudad Santa, se volvió a construir, muchos años después, con el nombre de Jerusalén y el Himno a Atón se volvió a cantar en el salmo 104 de David y más tarde en la oración de San Francisco de Asís. El Saneth Drin como sistema de gobierno, aun hoy existe en grandes potencias europeas en las que conviven parlamente y monarquía. Creo que en cuanto al derecho de familia y en especial hacia la mujer y el niño, aún estamos lejos de aquel ideal. Pero lo más grande que Jay Arí dejó, fue su Escuela Iniciática, en la que enseñaba al hombre y a la mujer a ser más humanos, a elevar el espíritu a través del servicio y a levantar los brazos al cielo y no pedir. Esos fueron los verdaderos cimientos sobre los que se fundaron las posteriores religiones del judaísmo, cristianismo e islamismo. Todas ellas enseñan la importancia del amor al prójimo, la tolerancia, el respeto, el compartir y ayudar al que necesita. En todas existen milagros cada día y a pesar de tantos errores e injusticias que el hombre a cometido en nombre de Jehová, Cristo o Alá, millones de personas en todo el mundo encuentran en ellas, consuelo y una luz para sus vidas. Como iniciada agradezco desde lo más profundo de mi corazón, al Maestro Rolland, que con tanta dedicación y amor, ha ofrecido la mayor parte de su vida, a la 11


enseñanza del legado de aquel gran iluminado que fue Jay Arí. Y a la formación de su Escuela Iniciática, que es la continuación de aquella fundada en Neket Atón, con el fin de mantener viva la gran sabiduría del Kabash para la formación de un ser humano superior con elevados principios. Anhelo que todo aquel a quien lleguen estas páginas, reflexione sobre lo que aquí se ha escrito y trate de sentir la importancia de un auténtico compromiso social, basado en la espiritualidad. De la necesidad del desarrollo de un “corazón inteligente”, que permita hallar los caminos hacia la construcción de un mundo más justo, sin olvidar que cada ser que habita esta gran casa llamada Tierra, es otro hermano más. Ps. Alma Pochellú Maestra de Kabash.

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Introducción

Egipto en la Dinastía XVIII Egipto ha sido el Imperio que se mantuvo por más tiempo en la Historia. Una civilización esplendorosa que nos dejó un legado tan rico que hasta hoy seguimos descubriendo. Su territorio se dividía en dos zonas con características bien diferenciadas, según una línea situada aproximadamente a la altura de la actual ciudad de El Cairo. Al norte se encontraba el Bajo Egipto, donde el Nilo se dividía en varios brazos formando el Delta. Al sur, el Alto Egipto llegaba hasta Elefantina, lo que hoy es Asuán. Aunque los dos reinos o lo “Dos Países” como se le llamaban antiguamente, se habían unificado, cada uno mantuvo sus símbolos. El Alto, estaba representado por la corona blanca y el emblema era la flor de loto. La corona roja era representativa del Bajo Egipto y su distintivo era la planta de papiro. El Faraón usaba la doble corona, ya que era rey del Alto y Bajo Egipto. El faraón, que ostentaba el título de “hijo de dios” era dueño absoluto y dirigía el destino de los Dos Países. Todo pertenecía al faraón: las tierras, los bueyes, los patos, el oro…Nadie era dueño de la tierra donde vivía y los campesinos daban gran parte de sus cosechas al rey. 13


Nadie acumulaba granos en su casa. El Estado los guardaba en sus grandes silos cuando las cosechas eran buenas. Así podrían subsistir en los años de escasez. El faraón tenía sus consejeros, visires, escribas que lo asesoraban e informaban permanentemente en todos los asuntos de interés para el gobierno. También estaban los grandes sacerdotes, los Hierofantes que le traían los consejos más místicos, “la voz de los dioses”. Ellos hacían sus profecías y recibían mensajes para orientar al Gran Fará, sobre cómo llevar adelante su reinado. Los altos funcionarios del gobierno, los visires, escribas, arquitectos…eran una minoría que contaba con grandes privilegios. A su vez, formaban “castas”, es decir, pasaban el derecho de su cargo a sus hijos. Nadie que no fuese hijo de un escriba podía ser escriba. Lo mismo ocurría con los sacerdotes y con todas las “profesiones” de la época. No existía la posibilidad de estudiar y obtener un título demostrando conocimiento. La religión egipcia siempre fue politeísta, salvo en una corta etapa dentro de la Dinastía XVIII. Los dioses mayores como Osiris, el dios de los muertos, Isis y Hator diosas relacionadas al amor y la fertilidad; Horus el halcón protector; Toth dios de la sabiduría; Ra, el gran dios solar, etc., compartían el panteón con infinidad de deidades menores. Había un dios para cada necesidad. Todo Egipto era un país organizado. Especialmente los trabajos de siembra y cosecha debían ser llevados a cabo con gran precisión. Cuando el Nilo desbordaba, fertilizando las tierras, se esperaba a que las aguas bajasen y enseguida empezaban 14


a trabajar los arados. Los siete primeros días, eran los más arables. Después la tierra se secaba por el gran calor y no era posible cultivarla. Se necesitaba toda la mano de obra que se pudiera reunir, todos lo arados, todos los bueyes disponibles. Era un gran esfuerzo, luchaban contra el tiempo. El trabajo debía ser hecho mientras la tierra estuviese húmeda por ser una región donde no llueve. Así, gracias a su organización, a pesar de sus desiertos y de la poca extensión de tierra cultivable, Egipto fue considerado el “granero del mundo”. Cuando Amenofis III asciende al trono de Egipto (1386 ac.), se convierte en el noveno faraón de la Dinastía XVIII, de una nación de gran opulencia y poder. El mismo contribuyó, como “Gran Constructor”, a sumar grandes obras arquitectónicas al esplendor egipcio. Trató de mantener las relaciones con los países vecinos y vasallos, a través de tratados y un activo intercambio comercial, con pocas acciones militares. Pero el destino llevaría a este Faraón a entrar en una época crítica en la historia de los Dos Países.

El poder de Tebas Tebas era lo que podemos llamar la capital del mundo en aquel entonces, no sólo de Egipto. Ciudad de templos y dioses con una deidad soberana: Amón Ra. El poder de los sacerdotes de Tebas puede compararse al de otro gobierno dentro del propio gobierno egipcio. Digamos que existían tres poderes: el faraón, el ejército y 15


el clero tebano. El faraón debía tratar de mantener el equilibrio entre sacerdotes y militares para dar estabilidad a su gobierno. La mayor parte de la riqueza de Egipto estaba en Tebas. ¿Por qué? Porque dentro de las contribuciones que todos entregaban y las que pagaban los países vasallos, una parte era para Tebas y otra para el faraón, eran socios. Pero, uno de los socios, el gobierno faraónico, pagaba todos los gastos del Estado mientras que Tebas no pagaba nada. Por lógica eso lo transformaba en el centro de la riqueza del Alto y Bajo Egipto y le otorgaba un poder fantástico. Los sacerdotes de Amón dirigían el destino de Egipto e intervenían directamente en la coronación de los faraones. Un Consejo tenía que dar su aprobación para el nombramiento de un nuevo soberano. Este fue uno de los principales obstáculos en el camino de Amenofis IV hacia su coronación. Desde siempre Tebas tuvo una predisposición contra la reina Thié, tal vez por su origen semita. Nunca habían visto con buenos ojos el casamiento de Amenofis III con una “extranjera” y después de la muerte del faraón, la situación empeoró. El clero de Amón sentía que Egipto estaba en manos de una familia de extranjeros, que a pesar de haber nacido en las tierras del Nilo, tenían origen en las tribus abrahamitas. Los sacerdotes vislumbraban que algún día intentarían someter a Egipto a sus creencias.

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Nacimiento de la Revolución Toda revolución nace como consecuencia de un proceso social, económico, cultural o religioso. Egipto, al final del reinado de Amenofis III, atravesaba un período de crisis, el hambre azotaba al pueblo. Después de una prolongada sequía, el Nilo se negaba a desbordar y fertilizar las tierras para que pudieran ser cultivables. Los granos que guardaban sus enormes silos se habían acabado y no había forma de alimentar al pueblo. Por primera vez Amenofis III pide a los países vasallos que paguen tributos en alimentos. Una cara desconocida de la historia de Egipto. El granero de mundo, en aquella época pedía granos a sus vecinos… A esta situación sumemos el hecho de que las dos guerras más importantes que enfrentó Amenofis III, las perdió. Reyes y países que dejaron de ser dominados, ya no irían a contribuir con el Imperio. Se habían liberado. Egipto no sólo había perdido parte de sus dominios, sino sus grandes rentas. Faltándole esas contribuciones se quedó sin medios para mantener los ejércitos, con la amenaza de seguir perdiendo conquistas. En los Templos había tristeza y una gran ansiedad. Los sacerdotes daban su bendición a las tierras y a los campesinos, pero ni sus bendiciones ni los ruegos a sus dioses resultaban. La situación era interpretada por muchos como un castigo del que eran víctimas, lo cual generaba miedo e incertidumbre. Todo esto trajo disconformidad. Preguntas que no tenían respuestas. Por más fe que haya, el hambre es el peor enemigo. 17


El hambre crea fenómenos en los cuales mueren las ideas de ayer y crecen nuevas ideas. Las más grandes revoluciones de todos los tiempos fueron gestadas por el hambre. Hasta entonces la imponente tierra de faraones no había conocido una revolución e ignoraba que en la hambruna que la acosaba, estaba germinando la primera. A la falta de comida se sumaba el descontento con sus dioses a los que sentían totalmente hostiles. En todos los aspectos, la peor situación la vivían quienes pertenecían a las clases sociales más bajas. Consideremos que sólo podían acceder a la momificación, quienes podían pagar por ella. Un ritual que formaba parte de las más arraigadas tradiciones religiosas egipcias, no estaba sin embargo al alcance de cualquiera. Las vendas de la momificación medían mil pies y solía decirse que el pobre no tenía derecho ni siquiera a un pie. Cuando moría un campesino, si tenía “suerte”, sus restos eran llevados al desierto. La revolución estalla como consecuencia del problema social, no deriva solamente de una confrontación religiosa. La religión de Atón se pudo haber seguido practicando en convivencia con los demás dioses como hasta entonces. El dios Atón nunca representó un peligro para las grandes deidades como Amón Ra, Osiris, Isis o Hator, ya que eran muy pocos sus adeptos. La mayoría de ellos pertenecían a las tribus semitas que vivían en Egipto. Los abrahamitas vivían separados, tenían otras costumbres, otras creencias. A excepción de los que eran ricos quienes se asimilaban a los templos egipcios y conciliaban su dios o su monoteísmo con otras 18


divinidades…Con el tiempo ese dios insignificante pasaría a ocupar el lugar más destacado dentro del panteón egipcio. Unido a Atón, el dios de los ejércitos y apoyado por los principales dirigentes del gobierno, Atón Ié se convierte en emblema de la revolución religiosa. Llegando a proclamarlo “Único” y dejando de lado todas las deidades que formaban parte de sus arraigadas tradiciones religiosas. Dentro de este marco histórico se desarrolla la historia transmitida por el escriba Janushi.

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La descendencia semita en Egipto

Mi historia empieza en un pasaje de la Biblia, en el libro de los Números, donde habla de que José es vendido por sus hermanos, como esclavo, a unos mercaderes. José escapa de ellos y es apresado por soldados egipcios que lo tratan como esclavo y lo encarcelan esperando que su amo lo reclame. Si no existía ese reclamo, el gobierno egipcio se adueñaba del prisionero. Lo particular de este esclavo es que tenía un talento o tal vez un espíritu que le daba mensajes y mostraba a los carceleros sus dotes de vidente. Los comentarios sobre José llegaron al palacio, a oídos de una princesa que quiso conocerlo y preguntarle sobre su futura pareja. José le anunció que en la próxima Luna Llena, un hombre extranjero vendrá con su joven hijo y le traerá un regalo, un colgante que lo usará como una pulsera en su tobillo. Ese joven es su Destino y será muy feliz con él. A la siguiente Luna Llena, todo se cumplió exactamente según la predicción de José. El Faraón Tutmosis IV al enterarse de lo sucedido, quiso conocer al vidente. Estaba muy impresionado con la visita del embajador trayendo el colgante tal cual José lo describió y pidiendo la mano de su hija, ¡justo en Luna Llena!... También con el amor que surgió entre los jóvenes. 23


Sorprendido y emocionado, Tutmosis llama a José al Palacio. En el encuentro, el Faraón fue haciendo varias preguntas: –Dime, José, ¿sabías que tus hermanos iban a venderte como esclavo? –No. No lo sabía. Nadie puede adivinar sobre su propia vida. –Pero si lo hubieras presentido, habrías tomado alguna precaución para protegerte. –No, apreciado Faraón. Yo amé a mis hermanos y los sigo amando, ya los he perdonado. Y cuando se ama, no se duda. No hay desconfianza y nunca se habría cruzado por mi mente pensar mal de ellos. –Tienes razón, cuando se ama no se duda. Pero pudiste haber tenido alguna visión… –Sí, pero siempre alimentada con buenos sentimientos y con fe. El Faraón hizo servir unas copas de cerveza y continuó preguntando. –¿Has tenido alguna visión sobre mi persona o sobre algún Destino que vendrá del extranjero? –bromeó. José no sonrió. Al contrario, quedó muy serio y pidió permiso para sentarse. Bajó la cabeza, sus manos comenzaron a temblar y todo su cuerpo entró en estado de trance. Permaneció callado por un momento y de pronto empezó a balbucear palabras difíciles de entender. El Faraón llamó a un escriba que conocía las lenguas semíticas que hablaban las tribus de los Abrahamitas y 24


éste empezó a traducir lo que José decía: “Veo siete terneros muy flacos, caminando por las arenas, enloquecidos por el sol y el hambre. De repente se encuentran con siete terneras que no están flacas y no sufren sed ni hambre. Pero los terneros enloquecidos las atacan y las matan… las arenas se manchan con sangre…” Al decir esto José salió del estado de trance. El escriba además de traducir, trató de interpretar la visión. “Cada ternero, por la edad que tiene, representa un año. Siete terneros hambrientos y flacos, anuncian siete años de hambre para nuestras tierras de Kem. Luego vienen otros siete años buenos, de abundancia, pero serán absorbidos por la falta de las cosechas anteriores”. –Se debería prevenir entonces, para que esa catástrofe no suceda –agregó José. Tutmosis IV quedó complacido por haber recibido ese mensaje de alerta y a la vez muy preocupado por hallar una solución a tantos años de escaso desborde del Nilo, donde no habrá granos suficientes para abastecer al pueblo. El Escriba, llamado Ajib Ptah, era a la vez uno de los más influyentes consejeros del Faraón en la Corte. Era casi un Visir, ya muy anciano, apenas podía caminar. Ajib Ptah advirtió a Tutmosis: “ Gran Faraón, estoy seguro que el mensaje de este abrahamita nos salvará en el futuro. Tenemos que empezar desde ya a almacenar alimentos. Comprar granos a nuestros vecinos, especialmente a Mitanni y prepararnos para los tiempos difíciles que nos esperan, hasta que los dioses decidan nuestro destino.

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Tutmosis había escuchado en su templo una historia sobre el patriarca Abraham, bisabuelo de José, que era muy triste y había dejado una mancha sobre las tribus de su descendencia. Se decía que Abraham se presentó frente al Faraón, con su mujer Zahar Ra, mintiendo que ella era su hermana. Como era muy hermosa, el Faraón la tomó como mujer y luego descubrió que ella era en verdad, la esposa de Abraham. Sintiendo que había cometido un gran pecado, el Faraón trató de redimirse entregando gran cantidad de regalos a Abraham, quien los aceptó complacido. A raíz de esta historia, siempre quedó en la mente de Tutmosis, que a los abrahamitas les faltaban principios. Que eran tribus atrasadas y beduinas, pero entendía que de cierta forma eran perdonables por su escasa cultura. Aquel día el Faraón le ofrece a José, el cargo de consejero, pero con la condición de cambiar su nombre y abandonar las atrasadas costumbres de su tribu. José aceptó y pasó a llamarse Yuya. Al poco tiempo, luego de la muerte de Ajib Ptah, fue nombrado Visir. Siempre cerca del Faraón, Yuya trató de ayudar a quitar de Egipto la gran amenaza anunciada en su visión. Aunque se asimiló al pueblo egipcio, adoptando sus tradiciones, nunca dejó de ser abrahamita. Por más que Yuya vio el error de su bisabuelo Ab Ra Am, pensó que era humano y con muy poca cultura, pero si Dios lo eligió, seguramente tendría virtudes que él no conocía. Yuya también perdonó a sus hermanos por la acción tan denigrante de haberlo vendido como esclavo. Siempre pensó que él pertenecía a una tribu de pocos principios, 26


pero tal vez un día, de ella vendrían hombres que tuvieran grandeza para ayudar a salvar al ser humano. Tuvo visiones sorprendentes. Vio que de su sangre saldrían las religiones que dominarían en todos los tiempos… Hoy, casi cuatro mil años después, puedo afirmar que sus visiones fueron grandes verdades. Yuya contó que en una de sus visiones habían tres hombres vestidos de sacerdotes, con símbolos distintos en su vestimenta, pero los tres traían obsequios a su bisabuelo Abraham. Y los tres iban a llevar gente de las tribus abrahamitas para construir templos en las tierras de Canaán. Construirían una ciudad llamada Ir-Ra-Shalem (ciudad de Dios y de paz). Los tres sacerdotes tomarían a Abraham como su fundador y creador. Hoy, Ir-Ra-Shalem o Jerusalem es el centro de las tres religiones más grandes del mundo, porque cada una tiene una parte muy importante dentro de ella. Tutmosis IV admiró a Yuya y le tuvo gran afecto. Cuando Nuv, primo del Faraón, le presentó a su hija Tuya, él pensó que era muy hermosa y enseguida preguntó al sacerdote Anek si Yuya era el hombre de su Destino. Anek dijo: “La verdad no tiene preguntas”. Así, al poco tiempo hubo una gran fiesta en el Palacio, con motivo del casamiento del Gran Visir Yuya, con la hija de Nuv. Los hermanos de Yuya fueron invitados, pero su padre Jacob no pudo asistir porque estaba ya muy anciano y débil. Eso fue lo que los hermanos le explicaron a José, aunque tal vez no se atrevieron a confesar la verdad a su padre. La historia que habían contado a Jacob, era que José había muerto a causa del ataque de unos 27


animales salvajes. Yuya sabía muy bien de lo que sus hermanos eran capaces, pero no quiso perderlos del todo. Él era superior a ellos, especialmente en su moral. Durante la fiesta, observó que ningún egipcio se les acercaba, ni siquiera el Faraón quiso saludarlos. Estaban solos en su mesa, comiendo manjares y separando comida para llevar. No les importó si los saludaban o no, tenían su propia fiesta y continuamente guardaban copas y vasijas de valor, para llevar como recuerdo… Los abrahamitas no tenían buena fama y eran mal vistos cuando caminaban por las calles de la capital egipcia. Muchas veces me pregunté si la semilla del antisemitismo que desintegró mi familia, no nació allí y sigue reencarnando a través de las generaciones. Así como el Faraón Ramses II, el gran egocéntrico que quiso ser dueño del mundo y proclamó la raza egipcia como “raza superior”, reencarnó en Hitler con sus banderas y desfiles, con sus legiones especiales y el mismo afán de exterminar a los judíos. Por suerte no tuve que convivir con las dos encarnaciones, sólo me tocó Hitler, con toda su barbarie. ¡Qué aberración! Qué desgracia vivieron mis hermanos judíos, en castigo por sus antecesores abrahamitas. Yuya se avergonzó de sus hermanos y de las tribus que estaban formando y yo, como descendiente de ellos, también me siento afectado de que Abraham usara a su mujer Sara, presentándola como hermana para obtener beneficios del Faraón. ¿Qué le vio Dios para nombrarlo como gran Patriarca de las tribus elegidas? Pero no podemos discutir a Dios y menos juzgarlo. Si lo hacemos, lo perdemos como Dios. Lo mismo sucede con un padre 28


o un Maestro, si lo juzgamos, dejará de ser padre o de ser Maestro. El primer hijo de Yuya y Tuya fue una niña a la que llamaron Thie. A los dos años nace un niño al que llamaron Nuv en honor a su abuelo que había muerto hacía un año. Pero el pequeño tuvo una corta vida. A los cuatro años murió a consecuencia de una peste que invadió Egipto. Al poco tiempo Tuya tuvo otro varón y Yuya, que ya piensa de otra manera, llama al sacerdote Za Hank Mu para que le haga la circuncisión, en la misma forma en que lo practicaban los abrahamitas. El niño es bautizado con el nombre semítico Jay Arí que significa “vida al león”, ya que a su otro hijo le faltó energía para vivir, a este le dieron un nombre de mayor fuerza. Puede costar creer que el nombre sea parte de la energía positiva de la persona, pero en el caso de Jay Arí, fue muy cierto. Pasó el tiempo y los descendientes de Yuya fueron ocupando lugares de gran importancia en Egipto. Su hija, Thie, se casó con el Faraón Amenofis III. Ya que su madre Tuya tenía sangre real, al ser hija de Nuv, Thie tenía derecho a ser reina. Según la tradición: “una gota de sangre real era suficiente para ser coronado Faraón”.

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La influencia de Jay Arí en la familia Real

Mientras Amenofis III y la reina Thie construían su reinado, Jay Arí, llegó a ser General del ejército. Contó con el apoyo de su hermana para alcanzar tal grado, aunque él ya era un jefe de importancia dentro ejército y muy querido por los soldados. Había mostrado su valentía y su compañerismo con las tropas, principalmente en las batallas de Punt (Nubia). Con él y su juramento de dar la vida por el otro, nace el concepto de “hermandad” dentro del ejército. También impuso la norma de que los más valientes y los que más luchan por los ideales, sean distinguidos y tengan derechos especiales, para ellos y sus familiares. Jay rompió el viejo sistema del ejército. Hizo su primera reforma, terminando con la tradición de las castas militares, donde los hijos de los oficiales heredaban los grados del padre. Dijo a sus soldados que si tienen valentía y capacidad, podrán llegar a ser oficiales. Los poderosos de ayer se transformaron en simples soldados. Esto le valió el odio de muchos, creando una fila importante de nuevos enemigos y de los peores: los internos. Amenofis III recibía a diario quejas sobre las injusticias cometidas por su cuñado. Pero era lo suficientemente inteligente para no prestar atención a tales quejas y además sentía un gran aprecio por Jai Arí. 31


Índice

Al Lector .................................................................... 7 Prólogo ...................................................................... 9 Introducción ............................................................. 13

PARTE I EL SUEÑO DE JAY ARÍ La descendencia semita en Egipto ............................ 23 La influencia de Jay Arí en la familia Real ................. 31 Nuevo gobierno y revolución atoniana ..................... 41 Neket Atón y la primera escuela Iniciática ................. 47 La peste ataca el alma de la revolución ..................... 51 La muerte del niño Dios ........................................... 55 Tustrahata, rey de Mitanni ......................................... 65 PARTE II JAY REGRESA A EGIPTO Jay es coronado faraón............................................. 93 Las reformas del Estado y el Saneth Drín ................ 101 Crisis social y conspiración religiosa ........................ 115 181


El sacerdote Hinum ................................................ 133 La caída de Neket Atón y el surgimiento de un nuevo Egipto ................................................ 153 Epílogo .................................................................. 167 Consideraciones sobre Kabash y Dabraká .............. 173 Sobre la meditación con Dabraka ........................... 177

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Maestro Rolland

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