Kabash
Maestro Rolland
SALUD Y JUVENTUD Secretos del Antiguo Egipto
Médico Egipcio de la Dinastía XVIII
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‘Salud y Juventud’ recopila parte del vasto conocimiento del Maestro Rolland, quien se dedicó al estudio de una época en particular del Antiguo Egipto: Dinastía XVIII, reinado de Akenatón (Amenofis IV). Las tradiciones y los términos mencionados en esta obra, se refieren a un período de revolución religiosa y social que fue considerado “hereje” y quiso ser borrado de la historia de Egipto. Por ese motivo no existió continuidad en las prácticas místicas, rituales y curas que tuvieron auge en aquel tiempo. ‘Salud y Juventud’ muestra un panorama de la medicina del Antiguo Egipto, en especial a partir de la primera escuela, fundada por el sabio Ptah Otep. Habla de las principales fuentes de energía a las que el Hombre debe recurrir para conservarse joven y sano. También nos sorprende con los conocimientos de los antiguos sacerdotes médicos, que les permitieron crear una terapia de cura a través del aura. Esta obra destaca la importancia de la glándula pineal y su incidencia en el mantenimiento de la juventud. Enseña prácticas energéticas para dar vida a nuestros órganos y equilibrio a todo nuestro ser. Rescata interesantes ‘recetas’ y consejos naturistas, que los médicos de la antigüedad utilizaban en la prevención y cura de ciertas enfermedades. En esencia estas enseñanzas que provienen de un cofre milenario de sabiduría, nos revelan un gran secreto de vida, energía y juventud.
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Parte I
Los Hierofantes y su Medicina
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La Medicina en el Antiguo Egipto
“Curen el espíritu y curarán el cuerpo. La mente del Hombre, así como tiene la fuerza de enfermar al cuerpo, también tiene el poder de curarlo”. Ptah Otep
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En distintos lugares de Egipto, se curaba de diversas formas. Se pedía a los dioses, se hacían ‘pases’ con las manos, se recetaban hierbas o preparados especiales de cada médico. También las piedras y los metales integraban aquellas antiguas terapias. La medicina, más que una ciencia era considerada un arte: el arte de curar. Así, el sacerdote médico, siendo un artista podía tener sus secretos de cómo curar o cómo momificar y no estaba obligado a enseñar lo que sabía. En la Dinastía XII, hace más de cuatro mil años, surge un Maestro de Médicos, con el más alto grado de Hierofante. Un gran visionario que a través de su mística inspiración, tuvo la idea de unificar los conocimientos sobre las distintas formas de curar que existían en el Alto y Bajo Egipto. Se propuso crear una Escuela donde el médico pudiera aprender y aprovechar la experiencia y sabiduría que otros ya habían adquirido. Aparece así la llamada ‘Escuela de Ptah Otep’. Su creador fue el sabio Sheri Otep, quien perteneció a las tierras de Ptah y de acuerdo a la tradición agregó a su nombre el de su tierra natal. Entonces Sheri Otep, fue conocido como Ptah Otep. A su muerte, su único hijo continuó con su gran sueño y fue quien realmente puso en marcha y mantuvo la escuela. Como padre e hijo tenían el mismo nombre, la historia no registra a dos personas diferentes. La Escuela se ubicó geográficamente donde hoy está la Universidad de El Cairo. Esos terrenos fueron desecados. Antiguamente estaban rodeados de pantanos colmados de cocodrilos que no hacían fácil al futuro discípulo acercarse al lugar. Una de las pruebas para el aprendiz era tener el valor 15
de cruzar esos pantanos, demostrando así su vocación y que estaba dispuesto a todo por su misión de aprender a dar vida. Quienes se formaban en esa Escuela, eran considerados ‘grandes magos’ en el arte de curar. Eran seres elevados, médicos que curaban el cuerpo y el espíritu. Seguían la filosofía de su Maestro Sheri Otep, inspirada en el legado del gran Toth o Hermes Trismegisto (1). Sus enseñanzas constituyeron un valiosísimo aporte para la medicina egipcia de todas las épocas y han sido rescatadas en un gran número de papiros, inclusive en el famoso Papiro de Smith (2). En la Dinastía XVIII, durante el reinado de Amenofis IV, Akenatón, surge una revolución que llega hasta el campo religioso, donde trata de imponer el concepto de un Dios Único, frente a un politeísmo muy arraigado en Egipto. También promueve cambios dentro de la medicina, recurriendo a conceptos de la filosofía de Ptah Otep que habían quedado relegados a lo largo del tiempo. Aquella medicina estaba basada más en la prevención que en la cura. La filosofía afirmaba que ‘cada uno puede ser su mejor médico. Cuidar de uno mismo y ser responsable por la propia salud, es la mejor forma de luchar contra las enfermedades’. Según el concepto de Ptah Otep ‘salud es equilibrio’. Tanto en el cuerpo como en la mente y en el espíritu, el equilibrio es lo sano. Para lograr ese equilibrio se predicó un naturismo basado en la seguridad de que deben respetarse las leyes de la Naturaleza y seguirlas. ‘La Naturaleza cura a la Naturaleza’. El ser humano en su medio natural no se enferma. Puede sufrir accidentes pero no enfermedades. Recogiendo estos conceptos, surge en la Dinastía XVIII, el Naturismo Integral. Su creador fue un Sacerdote Médico llamado Ptah Jaganesh (3). Enseñó que el Hombre tiene que ser natural y auténtico para no enfermarse. Tiene que 16
alimentarse de los frutos del lugar donde nació y si debe alejarse, llevará sus alimentos, porque al comer productos de otros suelos puede enfermarse. Pero el Naturismo Integral abarca más que una forma de alimentarse. Entiende que el ser humano tiene que estar bien consigo mismo, y no obligarse a hacer lo que no siente. Tiene que ser honesto, sincero y no engañar, para así no crearse problemas de conciencia que tanto lo desequilibran. Naturismo Integral es unirse con mente y espíritu al Gran Universo. Sentir la energía de los astros, buscarla y saber cómo encontrarla. Tomar conciencia de la ubicación y la misión del Hombre dentro del Gran Cosmos. La sabiduría Neferish (4) nacida en aquella época y basada en ese Naturismo Integral, buscó esencialmente ser un conocimiento al alcance de todas las clases sociales. Se procuraba que también el alfarero, el campesino, el artesano y el pescador, supieran cómo cuidar mejor de su salud. Encontramos en Neferish maravillosas prácticas que enseñan a desarrollar energía y canalizarla para aliviar dolores y dar fuerza a los órganos. También cuenta con innumerables consejos para rejuvenecer, para ‘alimentar’ las glándulas y en definitiva, para dar al organismo armonía y salud. Existen dentro de la antigua medicina egipcia grandes secretos para conservar la salud y lo sano es joven. Cuando nos enfermamos, vamos envejeciendo. Somos jóvenes cuando podemos hacer todo lo que nos proponemos. Cuando ya no conseguimos hacer ciertas cosas, son los primeros síntomas de la vejez. Pero debemos considerar que nuestro cuerpo no sólo envejece en un orden cronológico. Tenemos una mente que es poderosa y también influye sobre él. Considerado el primer ‘Médico del Alma’, Ptah Otep afirmaba: ‘Curen el espíritu y curarán el cuerpo. La mente del Hombre, así como tiene la fuerza de enfermar el cuerpo, también tiene el poder de curarlo’. 17
El cerebro, como centro organizador de nuestra salud, puede hacer mucho en nuestro beneficio o de lo contrario perjudicarnos. Aquí es donde encontramos la fundamental incidencia de una glándula que hoy conocemos como pineal o epífisis (5) y que antiguamente se relacionaba al ‘tercer ojo’, el ‘Ojo de Horus’ (6), el de la sensibilidad, la comunicación, la videncia... Su desarrollo es la principal fuente de juventud que el ser humano puede alcanzar, ya que es el centro del aura de nuestro microcosmos. Con esa convicción y basándose en el Principio Hermético de Polaridad (ver pág. 33), los sacerdotes médicos desarrollaron maravillosas terapias. A través de ellas buscaban activar la energía de los principales ‘centros de aura’ (glándulas (7)), mediante prácticas y ejercicios místicos.
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Los Hierofantes Médicos
“El enfermo tiene que tener fe en su médico, fe en el remedio, sin eso es muy difícil curar”. Ptah Otep
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El paciente las levantaba y el médico observaba el aura (10) en la zona de la cabeza, que aumenta su intensidad por la proximidad del aura de los brazos... Dentro de esa mística se desarrollaba el estudio que el sacerdote hacía de su paciente, hasta que pudiera encontrar, unido a su Ka, el diagnóstico correcto. En aquella época, no existían laboratorios para hacer análisis y poder saber cuál era el problema de la persona. En ausencia de la técnica, estaba el sabio, el místico. El Hierofante Médico también realizaba sus diagnósticos a través del estudio de las manos. Buscaba en ellas el reflejo de problemas en los distintos órganos. Observaba las uñas y detectaba a través de ellas principalmente desequilibrios hormonales y carencias de minerales... Según la vitalidad del cabello, sabía el estado general de salud de la persona. También la piel era un indicador de problemas: en la vesícula cuando es muy seca y en el hígado cuando es muy grasa. Los sacerdotes médicos eran grandes estudiosos del iris, pero en sus diagnósticos eran fundamentales sus conocimientos sobre el aura humana. Con su gran sensibilidad veían a través del ‘tercer ojo’ el mapa de los centros energéticos del aura. Podían visualizar sus colores e interpretarlos. Esto les permitía descubrir un problema incluso antes de que se manifestara a través de algún síntoma. Cuando un ‘miembro’ (11) está funcionando mal, esto se refleja en puntos del aura que se consideran sus ‘embajadores’. Cada órgano posee veintidós de estas señales diseminadas por todo el mapa energético. El corazón es el único que tiene una más. Decían que cuando en el aura se ven titilar esos puntos, esa luz intermitente está avisando que hay un problema. Al ver cuál era el color que producía la alerta, sabían qué órgano estaba fallando. Los distintos centros que integraban ese mapa del aura humana eran básicos en la aplicación de las ‘agujas sagradas’, 23
ya que a través de ellas los unían creando una corriente bioenergética de cura. La filosofía de las ‘agujas sagradas’ era transmitir a través de una Dabraká (12) , la energía que el órgano estaba necesitando para restablecer el equilibrio básico de su salud. Con el término que he traducido como ‘agujas sagradas’, me estoy refiriendo a un instrumento médico que tenía forma similar a una aguja gruesa, del largo aproximado de un dedo índice o mayor, que podía ser confeccionado en diferentes materiales que permitieran una transmisión energética: marfil, hueso, cobre, oro, piedra, bronce, entre otros. Cada ‘aguja’ representaba un polo, la positiva la mayoría de las veces se utilizaba en la mano derecha y la negativa en la izquierda. Para diferenciarlas, una era un poco más larga o más clara que la otra. Ciertas terapias exigían una tercera ‘aguja’ para el neutro. Al aplicarlas el sacerdote médico las apoyaba sobre puntos clave del aura, sin introducirlas en la piel. En ese momento realizaba una mística concentración y a través de una Dabraká, transmitía la energía para subsanar los desequilibrios existentes. La terapia con las ‘agujas sagradas’ fue utilizada también por los ‘Médicos del Alma’, ya que su aplicación no estaba limitada al plano físico. La teoría de los Hierofantes Médicos, era que cada órgano está polarizado. Cuando el equilibrio de polos que lo hace funcionar bien se altera, aparece la enfermedad. En todos los planos el equilibrio es felicidad. Cuando hay salud hay felicidad en el cuerpo: el corazón canta, el pulmón canta, el hígado... todos los órganos o los ‘miembros’ como se les llamaba, están felices. El sacerdote hacía los remedios para cada caso, algunos eran con plantas y también preparaba distintas químicas a base de ‘naat-ra-on’ (13), para aplicar sobre la piel. El Hierofante Médico probaba primero el remedio en su propio cuerpo. Era la ley. También había vencido el veneno de la cobra. Había 24
logrado la mayor de las victorias: el triunfo sobre sí mismo, sobre sus miedos. Las cirugías y las momificaciones se hacían en una ‘carpa – hospital’ en el desierto. Sabían que allí no hay ningún tipo de bacteria, no hay enfermedades y el cuerpo se podía conservar. Es increíble como se puede mantener la vida dentro de la muerte y el desierto es muerte... Se ha comprobado que el beduino no sufre casi ninguna de las enfermedades que nosotros padecemos. En el hospital de Jerusalén se estudiaron ciertos casos de integrantes de tribus de Yemen que fueron muy importantes para comprobar que el beduino, mientras está dentro de su medio ambiente, no se enferma. Pero a la vez, no tiene defensas para las afecciones de la ciudad. El Hierofante Médico ponía todo su sentimiento para curar a su paciente. No podía dar más, lo daba todo... Hay una hermosa historia del Gran Médico Ka Ptah del Sello Real (14), que habla de la desesperada situación vivida por un enfermo. -Gran Médico, he venido desde muy lejos buscando que usted pueda ayudarme. Uno de mis bueyes, cuando estaba arando, me dio un golpe tremendo en mi parte de hombre y me destrozó. Vi la cara de angustia y de lástima con que mi esposa me curaba las heridas. Estoy desesperado. Gran Padre Médico, sé que usted es un gran cirujano y momificador... ¡Por favor, ayúdeme! Es mi última esperanza...’ El Médico al ver las heridas no pudo esconder su preocupación. ¿Cómo reconstruir su cuerpo? La angustia de ese hombre era tan honda, que el Gran Médico Ka Ptah lloró frente a su sufrimiento. Lo increíble de esta historia es que el enfermo se curó. Seguramente hubo una gran sabiduría médica, pero además un profundo sentimiento. Creo que las lágrimas también ayudaron. 25
¡Qué hermoso es aprender de aquellos Ancianos Sacerdotes de la tierra de Mitanni (15), tierra de viejas enseñanzas! Aprender su sabiduría, su magia y su experiencia de vida. Esta es otra hermosa historia del Médico del Sello Real Ka Ptah. Una mujer se presenta frente a él y le dice: -Daría todo lo que tengo, Gran Médico, para poder concebir un hijo. Son varios años que he vivido junto a mi amado y nunca siento nacer la vida dentro de mí. Tengo esperanza y fe, pero no hay vida en mi vientre. El Gran Ka Ptah la abrazó y la bendijo. Le pidió que viniera a verlo durante sus días de fertilidad. -Gran Médico, ya no sé cuáles son, he perdido la cuenta... -Tú lo vas a sentir. Cuando ese momento llegue, ven. La mujer se quedó sentada en la puerta del Templo, esperando. Un día el Hierofante la llamó: -Ven, hija. ¿Tienes alguna hermana o amiga que te acompañe? -No. Vengo desde muy lejos, sola. He dormido en la puerta del Templo y mis provisiones se me están terminando. Para mantenerme, estoy comiendo el único alimento que tengo en mi bolsa: un poco de harina y agua... Si usted no me llamaba, no sé cómo seguiría resistiendo. -Hoy es el día, hija mía. Entra en aquel cuarto y quítate la ropa. Vas a encontrar una vasija llena de agua con agradable aroma. Viértela sobre tu cuerpo mientras repites las palabras ZUA-ANE. Recuerda hija: no utilices toda el agua. Guarda un poco de ella y llévala a tu tierra para rociar tu lecho. Y espera... tu hijo llegará. Esa mujer hizo todo lo que el Gran Médico Ka Ptah le aconsejó. Marchó feliz hacia su hogar, llevando el agua que había atesorado. El viaje fue muy largo. La mujer llegó sin fuerzas, hambrienta y con los pies deshechos. Pero estaba feliz, porque 26
tenía fe. El Hierofante le había dado el remedio para su fertilidad, para su vida. El esposo la recibió con mucha alegría. La abrazó y le dio agua para beber... -Ven al lecho. Ven a descansar. -No vine a descansar. Tengo que seguir luchando. Creo que esa mujer sintió que el agua, unida a la Dabraká que ella hizo, la había purificado. Se convenció de que todo lo malo había desaparecido, que estaba sana. Y luego el aroma de su lecho, rociado con aquella agua, la unió a su templo, a su médico, a su fe. Una fe que destruye miedos y dudas, una fe que crea vida y renueva el cuerpo. Después de esta fantástica terapia, la mujer tuvo su hijo. ¿Qué sabiduría es esa de la vasija? ¿Qué medicina es la Dabraká? Debemos buscar, a través de nosotros mismos, cambios. Nuestras dudas y nuestros miedos nos destruyen si no sabemos cómo enfrentarlos. Este Dabraká tiene su magia. El aroma del agua también...pero lo más importante fue la lucha de esa mujer integrándose a su fe para tener un hijo... La fe destruye traumas psicológicos y a la vez construye salud. Durante el reinado de Akenatón, dentro de las reformas de la época, los médicos también iban recorriendo poblados, tratando de llevar su ayuda hasta los enfermos que no podían llegar a los Templos. Uno de aquellos sacerdotes de los Templos de Atón (16), se llamaba Azuer e iba como todos los médicos de su época, con las ‘agujas sagradas’ dentro de un cuero, colgadas al cuello como si se tratase de un amuleto. Eran Iniciados que llevaban el secreto de curar y el poder en sus manos, en su corazón y en su mente. El secreto de cómo sanar al hombre por dentro y por fuera. El médico llevaba un medallón que indicaba la legión a la que pertenecía ya que también era un soldado. En sus 27
brazos, mostraba los distintivos de las glorias obtenidas en las batallas. En el ‘delantal’ (17) estaban inscriptos sus distintivos como hombre y los de su tierra, donde su gente lo esperaba, vivo o muerto. Ese sacerdote iba sin bolso de dinero, caminando por las aldeas en busca de enfermos, de gente que sufriese. Los atonianos no pensaban en conseguir ‘she- ke’ (18) a través de honorarios. Ese pago no sería suficiente para mantener el país, para eso estaban los impuestos a los países vasallos. Los sacerdotes caminaban en forma desinteresada, dando pureza y color al alma. Azuer era ‘Médico del Aire y Cirujano’. Dedicarse a las enfermedades de los pulmones era muy importante, porque en la antigüedad había muchas enfermedades respiratorias provocadas por las arenas del desierto. El ‘Papiro de Azuer’ narra un episodio donde cierta vez en que el Médico andaba por los caminos, se vio rodeado por cinco soldados disfrazados de civiles, que lo raptaron. Azuer fue llevado a una tierra lejana, a una tribu cuyo Rey estaba gravemente enfermo de los pulmones. Allí lo obligan a curar al Rey y lo amenazan diciéndole que si no lo salva, le van a cortar la cabeza. El médico también pone su condición: si es que logra curarlo, el príncipe lo acompañará a Egipto para aprender su medicina. El Rey moribundo, que ya le había ofrecido al médico todo el oro que pidiese si es que salvaba su vida, aceptó la condición de Azuer. Esto se cumplió, ya que el monarca vivió por muchos años. Con el tiempo aquella tierra se unió a Egipto. Una conquista que no fue por la fuerza sino a través del sentimiento y de un gran saber. El papiro de Azuer nos muestra que aquel sacerdote, no sólo era un ‘Médico del Aire’, sino un gran sabio que amaba sus ideales y su tierra.
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Parte II
Equilibrio: Principio de Salud
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Aura y Salud
“Para lograr positivismo y el equilibrio básico para la salud en todos los planos, hay que estimular el ‘tercer ojo’, el centro del aura humana”.
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Equilibrio del Aura “Todo es dual; todo tiene dos polos; todo tiene su par de opuestos; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se encuentran; todas las verdades no son sino medias verdades; todas las paradojas pueden ser reconciliadas” Principio de Polaridad Hermes Trismegisto El Kybalion
Así como el Gran Cosmos, también el microcosmos humano tiene polos. Pero no sólo el hombre, sino que cada uno de sus ‘miembros’ y hasta la más pequeña célula los tiene. Si las fuerzas de los polos positivo y negativo, tienen distintas medidas, el órgano se desequilibra y eso le ocasionará una enfermedad en el futuro. Si es un órgano que ya está desgastado, se manifestará más rápido. Si está joven demorará más, pero la consecuencia del desequilibrio siempre será una enfermedad. El hombre y la mujer también se consideran dos polos, dos auras que tienen que equilibrarse a través de la energía del amor. También en el amor, el equilibrio es felicidad. Puede resultarnos difícil pensar que una pareja, además del sentimiento, de la pasión, de lo que puedan o no tener en común, dependa de un plano energético. Sin embargo su influencia es tan determinante que puede mantener la pareja unida o llevarla a la ruptura. Existe el concepto de que cada integrante de la pareja busca en el otro lo que no tiene. Si a la mujer le falta firmeza o seguridad para tomar decisiones, va a buscar un hombre que las tenga. Si el hombre necesita espiritualidad, dulzura, tratará de encontrarlas en una mujer. Esa forma de 33
complementarse, también se consideraba en la antigüedad como una faceta del equilibrio. El estado anímico también afecta al aura. Siempre que una persona me consulta, observo cómo las emociones que experimenta a lo largo de la entrevista, muestran cambios bien definidos en los colores de su aura. El momento de la amargura, el stress, el dolor... También las alegrías, un beso o un abrazo cuando se dan con sentimientos verdaderos, provocan cambios en el aura y es notorio el aumento de su brillo durante las relaciones íntimas. Cuando se encuentran dos almas que son ‘gemelas’, que pertenecen al mismo Destino de amor, al verlas juntas el brillo es increíble. Estando unidas producen una luz muy especial. El amor genera una fuerza maravillosa de auras. La persona que tiene entusiasmo por la vida, metas, sueños, tiene un aura hermosa, fuerte, brillante. El pesimista, que se deprime constantemente, disconforme con la vida, tiene el aura pobre y sus colores son débiles. Pero es interesante ver que también sucede el caso contrario, donde el ánimo es afectado por una variación en el aura. Les voy a hacer un ejemplo muy claro. Se refiere a un enfermo que habiendo estado al borde de la muerte, logró superar ese mal momento. Ya restablecido, me sonrió diciendo: “ ¡Me salvé! ¡Qué feliz que me siento!” No lo vi por un par de meses y cuando volví a encontrarlo le pregunté: -¿Qué tal, mi amigo? ¿Cómo se siente ahora? -Mal, muy mal Maestro. No tengo ganas de hacer nada. -Pero debería estar contento, no así tan mal. Piense que salvó su vida... -Sí, estoy feliz... Pero a la vez me faltan ganas. No encuentro fuerzas... Aquí vemos una contradicción con la posición freudiana, que siempre explica los estados anímicos a través de la psiquis. 34
Era un hombre que había ganado la batalla contra la muerte. Feliz de poder seguir viviendo. ¿Por qué la depresión? ¿Por qué se sentía sin ganas de nada? Porque le faltaba aura. Se sentía desganado por falta de energía. Posiblemente gran parte de ella, la dejó en el hospital, en el stress de su lucha entre la vida y la muerte. Cuando el aura cae, cuando baja nuestra energía, nos sentimos sin ánimo. Queremos aislarnos. Ponemos justificativos para no salir cuando nos invitan. Llegamos a preguntarnos si estaremos volviéndonos viejos. Pero el verdadero motivo lo encontramos en el aura. Cuántas veces una persona me dice que le falta energía, que todo le cuesta. -Me falta algo, no sé qué, pero no me siento yo... A veces esto es producto de que los años a su paso, nos quitan ganas. Pero otras, veo que son personas jóvenes, veinte años y están deprimidos. O son ciclotímicos: tienen días de euforia y otros de depresión... Estas situaciones están relacionadas al aura. Cuando ella está equilibrada nos da ánimo y ganas de vivir. Pero cuando por algún motivo su fuerza decrece, nos falta entusiasmo y voluntad para todo. Por eso cuando consultamos a un psicólogo o a un psiquiatra y nos habla de estados depresivos, debemos tener en cuenta que detrás de ellos puede haber un motivo que no nace en nuestra psiquis, que se refiere únicamente a un plano energético, a nuestra aura.
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