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Solidaridad y empatía para crear un mundo mejor
Como decía Lola Flores a su hija mayor: «Tú quiere, que te quieran los demás no importa, porque se disfruta más queriendo que dejándose querer», estas palabras definen perfectamente el sentimiento que tengo cada vez que puedo ayudar a alguien o aportar un poco de mí para mejorar las cosas en mi sociedad. Siempre he tenido conciencia social, desde muy pequeña mi familia ha debatido sobre las distintas realidades y a través de sus comentarios y argumentaciones al calor de las sobremesas familiares, he ido formando mi opinión sobre la solidaridad y la empatía. Pero no fue hasta muchos años después cuando comprendí el verdadero significado de esas palabras. Durante mi primera estancia en Gambia como estudiante en prácticas para la Unión Europea, conocí de primera mano el valor que tienen la solidaridad y el voluntariado, y fue a través de mis vecinos gambianos, quienes me enseñaron el verdadero valor y significado de vivir en comunidad. En Gambia siempre hay espacio para invitar a comer a quién no tiene,
MÁLAGA SOLIDARIA
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Karin O. Silva
ayudar a un vecino a levantar un muro que se ha caído, ayudar en un parto, compartir la ropa, etc. Esta forma de vida se basa en la conciencia social de saber que el Estado no puede ayudarles porque no hay recursos.
Gracias a mi vida en Gambia y también en Dinamarca he podido apreciar la diferencia entre «dar por compromiso» y brindar lo poco que tengas desde el corazón. En Dinamarca hay tiendas de ropa de segunda mano, y la gente compra mucho allí porque saben que el dinero va a diversas ONG que colaboran en los países del mal llamado Tercer Mundo (porque podríamos aprender muchos valores de ellos, pero ese es otro tema). Pero no se involucran en casi nada, los daneses viven en su burbuja escandinava. Mientras que en España somos más solidarios, nos ponemos en la piel de la gente, por algo somos el país número uno en donación de órganos. No voy a negar que hay muchas personas racistas y xenófobas, pero esto está ligado al miedo a lo desconocido, y a la ignorancia sobre otras culturas o religiones. Pero desde que volví a España después de casi una década en el norte de