Chau

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CHAU Manuel Duarte



Manuel Duarte

CHAU



QUIEN ME CUCHAREE

Quiero dormir la siesta cuchareado por un gordo de la UOCRA acurrucado en su ingle, protegido por su panza. Quiero que me agarre las tetas que no tengo, y me acaricie el pelo, luego oírlo llorar con disimulo darme vuelta y preguntarle qué le pasa, que me diga ahí, quizá, que me quiere y que fui acaso su mejor construcción; luego despertar, pensar ese sueño, no entender nada.

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DESAYUNO

Supe que me iba a cortar por cómo untó la tostada, por el desdén con que lo hizo, con una cuchara vieja y torcida no le puso Casancrem ni siquiera distribuyó bien la mermelada que quedó toda despareja como nosotros dos. ¿Querés hablar?, le dije Me contestó que sí. Odio ser tan perceptivo.

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BALD AS LOVE

Quedé pelado y entendí, y acepté todas mis separaciones: que ya no valía la pena habitar este cuerpo, esta cabeza, que preferible caer al piso y terminar en un tacho a escuchar todo el día tanta idea taladrante, tanto pensamiento insoportable. No sé si me quedé pelado por separarme o me separé por quedarme pelado; al fin y al cabo es lo mismo: los pelos me huyen como las mujeres.

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EL SUPLENTE

Tengo la costumbre supongo que mala de arrancarme la piel de los dedos cuando estoy nervioso pensativo ¿angustiado? La verdad que no me doy cuenta, es automático y cuando me pasa no puedo parar: rasco y rasco, empiezo por un dedo sigo con otro y otro hasta que de algún modo me tranquilizo o me empieza a doler un poquito Es como si buscase algo debajo de la piel ¿que me calme?, ¿que me haga feliz?, 4


¿que me haga qué?, ¿qué? A veces me gusta pensar que abajo hay otro yo como un suplente escondido que encuentro para que me reemplace y vaya él a laburar todos los días y hacer cosas y cosas mientras yo me meto adentro y me tapo con la piel de arriba como manta acurrucadito para dormir mil siestas, para leer mil libros, hasta que un día, claro, él se canse, empiece a rascar los dedos, me encuentre y me pida que lo reemplace porque tiene sueño y poco tiempo para leer.

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ESPINA

De todas las cosas que me hubiese gustado hacer con vos me quedo con la espina de una, sólo una: ¿por qué nunca salimos a andar en bici?

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EL ORIGEN DE LAS CATÁSTROFES

Estoy en un ciclo de poesía, veo cómo le tiemblan las manos a una chica que lee un poema al que no puedo prestarle atención porque sólo observo sus manos fascinado por ese temblor. Contemplo cómo se sacude alborotada su hoja, cómo bailan sus muñecas y vibran sus codos y la verdad no sé cómo hace para leer con semejante convulsión. Imagino todas las personas en el mundo que ahora estén leyendo algo temblando como esta chica como conectados en un escalofrío planetario, en un parkinson literario mundial. Y pienso si acaso los terremotos se originarán 7


por exceso de nerviosismo sincronizado, si acaso todas las catástrofes y desastres naturales los sismos, aludes avalanchas y tsunamis serán culpa de la timidez de miles de lectores novatos y millones de poetas cohibidas. ¿Nos odiarán los chilenos por nuestras voces tiritantes, y los indonesios por nuestro tartamudeo espontáneo? ¿Sabrán los japoneses y hawaianos, los alaskeños y tailandeses que las olas violentas que los azotaron nacieron de la presentación de un libro, un concurso de narrativa, unas lecturas en una terraza, unas amigas leyéndose haikus? Todas estas reflexiones se interrumpen, me toca a mí pasar al frente agarrar el micrófono y leer y antes de ello un egoísmo me interroga: qué valdrá más la vida de las víctimas de mi temblor o las ganas de que me aplaudan 8


un poquito.

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QUE SE ENFRÍE

Hierve el agua de la pava por el mal hábito mío de pensar en exceso antes de cada té, y con la taza como una brasa salgo a la calle a ensayar lo que sería un paseo. Nubes blancas se atrincheran en el cielo en un abrazo sin huecos, como demostrándonos que no hay unión más fraternal que la suya, que son el mejor océano, y que a veces arriba, a sus espaldas, suceden cosas misteriosas que tenemos prohibido ver. Una llovizna me pone un recuerdo

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y unos perros jugando, una sonrisa o algún derivado sensible a las gotas que se destiñe de a poco llegando a la estación. Bajo paraguas negros y azules y techos algo angostos la gente espera el tren. Yo quizás el olvido, que se enfríe mi té, que pare de llover.

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MILANESA

Saber que está caliente abrir igual la trompa meter el pedazo de milanesa, cagarse quemando respirar desesperado por la boca como si de una brasa o del fin del mundo se tratase, intentar masticar volver a fallar volver a respirar llorar por los ojos escuchar un reproche, “yo te avisé”, sentir orgullo por haberlo ignorado por saberse terco por rechazar el agua por el ardor de este fuego de esta milanesa que cae al estómago virgen de mordidas orgullosa ella 12


como yo.

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DESPUÉS

Hubo una época en que sólo podía encontrarle sentido al final de las cosas: de las películas, los créditos; de los recitales, las piernas cansadas; de las discusiones, los silencios; de coger, el abrazo que llegaba

después.

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EL FUNEBRERO

Anoche me pisó un auto o un bondi o qué sé yo qué pero salí volando disparadísimo para arriba como cañita voladora pero sin explotar y ahí lanzado al aire agujeree las nubes cual escarbadiente humano de paseo por el cielo Me fui tan arriba tan que pasé al lado de la luna (re brillante la luna) y casi me la doy con una estrella (re brillante la estrella) y seguí seguí subiendo tan tan arriba que hasta di con Dios que andaba por ahí al fondo de todo 15


re tranquilo. Que garrón mane, me dijo, te re pisaron loco lo vi, no fue tu culpa el gil cruzó en rojo, yo lo vi, qué desastre, pero cuchame: cuando caigas te va a doler ponete hielo, cabezón Y yo ya que estaba antes de volver abajo y que me duela todo le pregunté de qué cuadro era del más grande me dijo ¡de Chacarita papá, del funebrero! Ahí le conté que de pibe me cuidaba una chica Valeria la Vale fanática de chaca y me acuerdo una vez me dijo 16


que nunca había visto taaanta gente sin dientes como en la cancha de Chacarita. Así somos dijo Dios y me sonrió y vi que le faltaban varias teclas muchas, de hecho: una paleta, un colmilllo, unos incisivos Sos re feo Dios le dije Pero muy capo, contestó y me guiñó un ojo. Chau mane, se despidió, ponete hielo cuando bajes, cabezón.

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CHAU

Bastó una noche y una cerveza para pensar en las cosas que no solemos pensar, lo salado de las lágrimas el ruido universal de las persianas. Una noche y una cerveza, quizás dos, mentira: tres, cuatro, una, al fin, pero eterna, como esa noche, para recordar también lo que no puedo dejar de recordar, cuando me dijiste que todo este tiempo te hicieron bien mis caricias, y la memoria automática justamente de la frase más linda que leí en mi vida que dice que la caricia 18


en algún sentido expresa el amor, pero sufre por incapacidad de decirlo. Así, otra noche y otra cerveza para pensar: si lo salado se va al llorar, por dónde entrará el azúcar.

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