SONETO VII Un rato se levanta mi esperanza, mas cansada d'haberse levantado, torna a caer, que deja, a mal mi grado, libre el lugar a la desconfianza. ¿Quién sufrirá tan áspera mudanza del bien al mal? Oh corazón cansado, esfuerza en la miseria de tu estado que tras fortuna suele haber bonanza! Yo mesmo emprenderé a fuerza de brazos romper un monte que otro no rompiera de mil inconvenientes muy espeso; muerte, prisión no pueden, ni embarazos, quitarme de ir a veros como quiera, desnudo espirtu o hombre en carne y hueso. Garcilaso de la Vega
Este texto desarrolla un tema de amplia tradición literaria desde la Edad Media, y durante los Siglos
de
Oro principalmente: la Fortuna,
aplicada en este caso al amor. La Fortuna como símbolo de lo que es cambiante, de lo que está sometido a veleidades, sin un esquema fijo. Pero en su tratamiento se observa que el poeta huye de todo acento desgarrador, manteniéndose en un tono global de resignación y estoicismo, que cuadraría al hombre del Renacimiento. Para
expresarlo, el autor recurre al soneto, la forma más
apropiada para manifestar los sentimientos amorosos desde el siglo XVI, a imitación de los poetas italianos. El soneto presenta a su vez una clara estructura temática en dos partes bien diferenciadas, y que se corresponden con la estructura típicamente renacentista del soneto: - Los dos cuartetos, en los que el poeta se queja de su adversa fortuna, pero en una actitud de estoicismo, no exento, sin embargo, de cierta tensión emocional. - Los dos tercetos, donde el autor parece pasar a la acción, a enfrentarse con su situación de una manera clara y decidida.
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Por lo que respecta a la primera parte, quizá lo que más llama la atención es el estado de ánimo desconcertado que manifiesta el poeta, puesto de relieve mediante el frecuente recurso a la antítesis, contraposición de ideas entre levantar y caer, bien y mal, en definitiva, entre esperanza y desconfianza, y entre mudanza-fortuna y
bonanza. Fijémonos en que la
colocación de estos sustantivos en final de verso no es casual, el poeta los sitúa ahí para hacerlos más evidentes, para resaltarlos. ¿Por qué? porque a él le interesa hacernos partícipes de la situación de su espíritu. En efecto, el autor está analizando su interior y en ese análisis compara su caso con un proceso de subida y de bajada que nos trae a la memoria el mito de Sísifo, condenado por los dioses a subir por la ladera de un monte con una piedra a cuestas, y cuando está a punto de ganar la cima, ha de volver a empezar. Es sabido que nuestros escritores de los Siglos de Oro gustaban de reflejar en los mitos grecolatinos sus estados interiores. Detengámonos un momento en este aspecto. Un rato se levanta mi esperanza, mas cansada d haberse levantado torna a caer, que deja, a mal mi grado, libre el lugar a la desconfianza. Esperanza-desconfianza,
levantarse-caer.
Como vemos, primero lo
positivo, luego lo negativo. Es decir, tengámoslo presente, el poeta parte de una primera idea de pasajero optimismo, si es que pudiéramos llamarlo así: "un rato se levanta", lo cual es ya significativo de lo que después nos dirá en la segunda parte, en los tercetos. Todo está medido, nada se desborda: dos versos hablan de ascenso, los otros dos de la caída, la cual está reforzada por medios formales con el encabalgamiento abrupto: "mas cansada d'haberse levantado torna a caer...”
Advirtamos también que este estado de contradicción viene provocado por unos intentos anteriores infructuosos; al menos así nos lo da a entender con
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las expresiones cansada y torna a caer. Hasta ahora nada se concreta, todo está sumido en un ambiente de "misterio' que al autor aún no le interesa desvelar. Una inconcreción expuesta a base de sustantivos abstractos (esperanza, desconfianza) que se combinan con verbos, indicadores de un dinamismo neutralizado por esa atmósfera de abstracción en la que se inscriben estos
cuatro versos. Esto y la sintaxis
compleja del cuarteto producen un ritmo retenido a cada paso. ¿Quién sufrirá tan áspera mudanza del bien al mal? Oh corazón cansado esfuerza en la miseria de tu estado que tras fortuna suele haber bonanza. De entrada, algo nos resulta llamativo y es el hecho de que la línea melódica del texto sufre una
variación en cuanto que la expresión de la
interrogación retórica y la exclamación manifiestan un estado de tensión emocional consecuencia lógica de lo expresado en la estrofa anterior. Si en los cuatro versos anteriores habíamos dicho que los elementos que se exponían iban de lo positivo a lo negativo, en este cuarteto se antepone el desánimo (vv. 5-6) a la esperanza (vv. 7-6). Con ello nuevamente tenemos que hablar de cierto optimismo por parte del poeta. De esa manera, esta primera parte empieza con un tono esperanzado y termina con la misma tónica. De nuevo, perfecto equilibrio: dos versos expresan el desánimo y los otros dos, la confianza en que podrá lograrlo. Pero, lograr qué. Sigue ese carácter
enigmático, pero
ahora
entresacamos un vocativo con el que el poeta personifica a su corazón. Bueno, ya tenemos algo. Siguiendo la tradición de la Captatio benevolentiae se nos invita a continuar leyendo para descubrir el verdadero sentido del texto. Sabemos que el corazón es el elementos más íntimamente relacionado con el tema amoroso: "!Oh corazón cansado". Con esta expresión puede concretar un poco el sentido de los dos endecasílabos iniciales: "Un rato se levanta mi esperanza, mas cansada d'haberse levantado
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Un
corazón que ama, que ha amado una y otra vez sin
obtener
respuesta tal vez. Con ello no cabe duda de que nos encontramos en la tradición del amor cortés en su
vertiente petrarquista: el enamorado ha de
amar aunque no encuentre respuesta positiva, porque el amor es en sí mismo una actividad que perfecciona espiritualmente al individuo. Es como un destino del que no es posible zafarse. Esta es la causa de que el poetaenamorado sienta dudas, vacilaciones e incluso cierto atisbo de rebeldía contra este estado de cosas: "¿Quién sufrirá tan áspera mudanza del bien al mal? ... Una vez más la antítesis preside la expresión como reflejo de un momento de desconcierto, acompañado
de
notas negativas como sufrirá,
áspera, mudanza, mal, seguidas de ese corazón
cansado
del que antes
hablábamos. Sin embargo, el poeta no se arredra ante nada y se da ánimos a sí mismo. llevándose su mano al corazón, motivo de sus penurias. No es casual la colocación del verbo esfuerza, de gran carga semántica a comienzo del verso 7 ni del sustantivo bonanza al final del 6. El enamorado está convencido de que sus intentos tendrán su recompensa más tarde o más temprano. de que esa miseria en que se encuentra va a cambiar, porque es bien sabido "que tras fortuna suele haber bonanza", que tras la tempestad (su estado de ánimo agitado) viene la calma (la consecución de su objetivo). Con el primer terceto entramos en la segunda parte del soneto: Yo mesmo emprenderé a fuerza de brazos romper un monte que otro no rompiera, de mil inconvenientes muy espeso. Resulta curioso cómo toda esa inconcreción de la primera parte. que había terminado con el vislumbre de un horizonte bonancible, pasa ahora a la primera persona del poeta. Este, como dándose una palmada en el pecho, está dispuesto
a pasar a la acción. Una acción que viene
evocada en la
aliteración de la vibrante r sola o en combinación con una consonante oclusiva,
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y manifiesta mediante la colocación del yo del enamorado a comienzo de verso y de estrofa, redundando en ella con el pleonasmo (yo mesmo). La alusión metafórica a monte pone aun más en evidencia aquel mito de Sísifo que comentamos al principio y da al poema un claro sentido de unidad. El poeta vuelve a poner por delante a este personaje mitológico, aludido con el indefinido otro, y que le sirve de ejemplo para insistir en su empeño con tenacidad. aunque él no lo logre, yo sí; esto es lo que estará pensando el enamorado. Así nos lo hace creer con la repetición del verbo romper al principio y final del verso 10 mediante el poliptoton, y también cuantificando (mil inconvenientes) los obstáculos en un número bastante considerable, con lo cual la consecución de su meta va a adquirir una mayor dimensión; eso sin olvidar el superlativo muy (muy espeso) A pesar de todo, aún no tenemos del todo claro lo que quiere el poeta. Lo intuimos, pero todavía no ha salido de su boca, o mejor de su pluma. Tenemos que esperar hasta el final, hasta el segundo terceto para tener plena conciencia de ello. muerte, prisión no pueden, ni embarazos, quitarme de ir a veros como quiera desnudo espirtu o hombre en carne y hueso. Y ahí, casi escondido, está su propósito: "ir a veros". ¿A quién? Evidentemente, a la dama. El poeta se conforma nada más, y nada menos, con la contemplación de la mujer amada. El texto vuelve a insertarse en una tradición, ahora en el noeplatonismo, la mujer como creación de Dios y, por lo tanto, digna de admiración y de alabanza. Es la religión del amor que tanto siguieron los escritores de los siglos de Oro. Desaparecen los velos de la abstracción y todo se clarifica ahora. El enamorado se confiesa colocando en primer lugar sustantivos de gran carga negativa en gradación descendente con una clara finalidad: hacer mella en la amada, a quien va dirigido el poema ("muerte, prisión, embarazos). Continúa en el verso siguiente con una acumulación de verbos en forma perifrástica, apoyados en el verbo del endecasílabo anterior no pueden: "quitarme de ir a veros como quiera", en un intento de exponer su libertad,
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una libertad que casi nos hace reír, puesto que sabemos que se ve sojuzgada a cada paso por la voluntad de la dama, como estamos viendo. Y
finalmente el poema no puede concluir de una forma más
equilibrada: "desnudo espirtu o hombre en carne y hueso”, un verso bimembre del que tanto gustaron los poetas barrocos, especialmente Góngora, en el cual se centra la expresión de la libertad mencionada: muerto o vivo, con una estructuración sintáctica peculiar: ADJETIVO + SUSTANTIVO + CONJUNCIÓN + SUSTANTIVO + LOCUCIÓN ADJETIVA Con ello el poeta plantea la posibilidad de un amor más allá de la muerte, tema tratado en el siglo XVII por Góngora y Quevedo, entre otros. Termina así el texto en el summum de la concreción, desde unos inicios de gran abstracción, provocada por la ausencia de la amada. El autor ha ido, por tanto, de lo general a lo particular, del efecto a la causa, de la presentación de su estado de ánimo al motivo de su desconcierto. Empieza teniendo esperanzas de ver correspondido su amor
(v.1), pero la
realidad le produce desconfianza (v.4). Ante ello, el poeta dialoga consigo mismo haciendo una llamada de atención a aquella parte de su cuerpo que está siendo vulnerado, su corazón (v.6), un corazón cansado de intentar atraer la atención de la mujer amada, cuyos sentimientos son inamovibles, difíciles,
por
tanto, de vencer, como si de un monte se tratase (v. 10).
Finalmente, expondrá su intención, esta sí inquebrantable, de volver a verla (v. 13). Y será tan grande su empeño que no cejará hasta conseguirlo, sea en esta vida (en carne y hueso) o en el más allá (desnudo espirtu). A pesar de todo ello, hemos podido comprobar que de las palabras del enamorado no se pueden desprender más que notas de resignación y de contención. Es el estoicismo que conformó a la literatura española del siglo XVI, en la que sin duda debemos insertar este poema.
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