Manises en quarantena

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Manises en quarantena Obres seleccionades dels concursos de microrelats i fotografia



PRÒLEG La primavera de l’any 2020 serà inoblidable. Per primera vegada ens trobàvem confinats als nostres domicilis, com milions de persones arreu del món. A Manises, i durant aquest confinament, vam fer des de l’Ajuntament aquesta proposta de concurs virtual de microrelats, “Manises en quarantena”, a la qual es va sumar l’Associació de Fotografia de Manises amb el seu concurs. La idea era plasmar les emocions i sensacions davant d'aquest fet insòlit i també històric, que moltes vegades venia acompanyat d’un intens sentiment d’irrealitat. Vull agrair a totes les persones que han col·laborat per fer possible aquest document sobre la nostra ciutat durant aquesta estranya primavera, les persones que han enviat els seus relats i les que ens han fet arribar les seues fotografies, al personal de l’Ajuntament i els membres de l’AFM que han treballat en l’elaboració d’aquest llibre. Finalment, m'agradaria recordar a totes les persones que han patit la COVID-19, de les quals moltes d’elles, dissortadament, ens han deixat, i a les seues famílies.

Xavier Morant Verdejo Regidor de Cultura Ajuntament de Manises Primavera 2020



ÍNDEX DE RELATS I FOTOGRAFIES AC de Joan de la Botaia ...................................................................................................................... 2 DESDE MI VENTANA – Estefanía Tortajada ACTITUD-ES de Gemma Ortells ....................................................................................................... 4 APRENDIENDO PELUQUERÍA – Enrique Vela EL CALENDARIO de María José Banacloy ................................................................................... 6 PROTECCIÓN DE COLORES – Rosa Mínguez ESCUCHAR de Ana Blanca Ruiz ...................................................................................................... 8 LATIDO – Yolanda Sánchez LA CLAVE DE LA FELICIDAD de Beatriz Sarrión ...................................................................... 10 ALL YOU NEED IS LOVE – Toñi Verdejo LA VIDA TRAS EL CRISTAL de María José Banacloy ............................................................ 12 A TRAVÉS DEL CRISTAL – Adriana Sahuquillo QUARANTENA de Antoni Cova ..................................................................................................... 14 SÍMBOL DE RESISTÈNCIA – Adrián Saura UN TRABAJO PERFECTO de Rafa Castellano ........................................................................... 16 PLUMA – Aindra Barona CRÒNICA D’UN TEULADÍ de María José Martínez .................................................................. 18 MANTENIENDO LAS DISTANCIAS – Carlos Lorenzo


BUFIT de Diana Baidal ...................................................................................................................... 21 BORDER COLLIE – Xavier Martínez EL BARRIO de Manolo Tornero ..................................................................................................... 24 CAMINO A LA FASE 1 – Albert Soler EL VIAJERO de Daniel García Robledo ....................................................................................... 27 PASSOS PERDUTS – Mª José Martínez EL ÚLTIMO OTOÑO DE LA HUMANIDAD de Adrián Ordoñez ............................................. 30 LA NOCHE EN VELA – Toñi Verdejo EL REINO Y EL DRAGÓN de Jorge Collado ................................................................................ 33 LA BIBLIOTECA A CASA – Carmen Botet ESPERANZA de Mari Carmen Moreno ....................................................................................... 36 DE FLOR EN FLOR – Aindra Barona LA COSIFICACIÓ DEL GÈNERE HUMÀ de Antoni Lluís Antolí ........................................... 39 MIRANDA Y HABANA (1) - Yoya Pink LAS CUATRO Y DIEZ de Emilio de la Fuente ............................................................................ 42 TAN CERCA DE LAS NUBES – Adriana Sahuquillo RÉQUIEM A LA LID de Salvador Sánchez .................................................................................. 45 UN ANY QUE MAI OBLIDARÉ – Adrián Saura UNA DE FREDA I UNA DE CALENTA de Lluís Navarro......................................................... 48 PINZAS EN EL TENDEDERO – César Martínez


UNA ESTRANYA NIT DE MARÇ de Natàlia Ferrer .................................................................. 51 OCASO EN MANISES – Albert Soler ¿UN DÍA NORMAL? de Carolina García .......................................................................................54 CONFINADO – Jorge Herráiz

RELATS DE XIQUETS CARTA A LAS PERSONAS QUE ESTAN MALITAS de Samuel Viadel............................... 57 EL GATO MÁGICO de Paula Lara i Lucía Lara ........................................................................... 58 A TRAVÉS DE SUS OJOS – Luna Barea LAS AVENTURAS DE JOEL de Joel Collado Alvar ..................................................................60 MI VIDA EN LA CUARENTENA de José María Viadel ...........................................................62 PASSAT, PRESENT, FUTUR? de Pau Cerveró ........................................................................... 64 LA VIDA DESDE MI VENTANA – Nieves Orta



Obres seleccionades


AC Era com una rutina diària, com eixir a passejar el gos cada vesprada, a l’hora de berenar. Però el propòsit era un altre. Des que la va conéixer en el supermercat, acompanyat de la mare, s’havia quedat enganxat d’aquells cabells cargolats i d’aquella mirada neta, que es dibuixava sobre un allau de pigues que queien fins aturar-se a l’altura de les galtes rosades. Feia dies que assajava el moment. Ella venia de nadar de la piscina del barri i ell dissimulava llegint un llibre en el banc que donava al portal de la finca. Però l’escena es repetia sense novetats. No era capaç d’articular una sola paraula, no atresorava la força suficient com per saludar la xiqueta i iniciar una conversa. Aleshores fou quan «el bitxo» arribà a la ciutat. Amb aquella malaltia, que deixà la població tancada a casa, es van acabar les visites al banc i l’esperança de poder xarrar amb la veïna. Ella no nadava des de feia dies. Ell havia començat a llegir el llibre mai llegit. Llavors, un matí, un globus verd farcit de cigrons colpejà la terrassa. En rebentar aparegué entre els llegums un paperet fet un canut. «Soc AC (d’Acàcia), la xiqueta que esperaves cada dia al banquet del carrer. La meua habitació queda just a la finca que tens davant, al cinqué pis. T’abelleix xarrar per hangouts? Escriu-me a AC@obradors.net» I qui sap si una història d’amor començà gràcies al virus. Joan de la Botaia

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Desde mi ventana EstefanĂ­a Tortajada

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ACTITUD-ES Ella estaba sentada y vio cómo su madre salía al balcón, como cada tarde, época de pandemia, única forma de relacionarse, de tomar algo de aire charlando con los vecinos. “¿Hasta cuándo crees tú que durará este maldito confinamiento?”, oyó que gritaba su vecina, la del balcón de al lado, un piso más abajo. “Ay chica, no sé, pero desde luego yo ya estoy de los nervios, sin poder salir a correr, con los críos todo el día en casa, me va a dar algo y me estoy poniendo como una vaca, aquí sin poder moverme…”, contestó la otra. Los de la esquina pusieron música un ratito y luego, cada cual entró de nuevo en su casa. Su madre fue a la cocina a prepararle la cena. Y ella siguió observándolo todo desde su silla de ruedas. Gemma Ortells

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Aprendiendo peluquerĂ­a Enrique Vela

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EL CALENDARIO Había una vez un calendario, un calendario feliz en una pared de una cocina de un pueblo cualquiera, estaba lleno de letras y emoticonos felices. Santos, cumpleaños, visitas al médico, viajes, quedadas, eventos especiales. Se sentía alguien muy importante porque era una pieza querida dentro de la casa. Todos le miraban, todos estaban pendientes de los días que él marcaba. De repente… y sin él saber qué pasó, todo cambió. Y el mundo se paró, era el mes de marzo y el 13 se marcó pero en rojo. No era un rojo de cumpleaños ni de eventos, era un rojo feo que indicaba parar. Se tacharon los viajes, los planes, las cenas, las quedadas especiales… Todo desapareció, no solo de ese mes sino del que venía después, que era abril. Y lo peor es que los meses posteriores estaban llenos de interrogantes. Todo era incertidumbre. Aún quedaban marcados los cumpleaños pero el calendario no veía la alegría de los que le solían mirar con esa ilusión habitual. Solo escuchaba emocionados aplausos a las 20 horas desde el balcón, oía hablar a la tele de la llegada de un bicho llamado coronavirus que estaba llenando las casas de miedos e incógnitas. De unos superhéroes sin capa pero con bata. De unos niños valientes que están en casa dando ejemplo a los mayores. De gente que no puede salir de casa para salvar vidas. De otros que sí salen para que los que están en casa puedan vivir. Oía muchas cosas feas pero afortunadamente también oía hablar de una palabra llamada solidaridad, una palabra que implicaba que la gente estaba cosiendo mascarillas, creando respiradores, ayudando a comprar, dando conciertos... También empezó a escuchar a los pájaros y el cielo era más azul y las estrellas, más brillantes. Algo estaba cambiando. Eran días raros y él solo quería que todo volviese a la normalidad pero algo le decía que ese no iba a ser su año… Aun así, sabía que cuando sus páginas volviesen a llenarse, todos íbamos a ser distintos pero también mejores. Algo había cambiado por dentro y por fuera. María José Banacloy Tercero 6


Protección de colores Rosa Mínguez

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ESCUCHAR La casa siempre es un ir y venir de personas de voces y cosas. Había enviudado hacía cinco años y mi hija decidió que no era conveniente que me quedara sola en mi casa. En fin, que al final me convenció y me vine a vivir con ella y mis nietos donde hasta ahora nunca había permanecido más tiempo que varias comidas y algunas cenas en Navidad. Todos los de la casa tienen muchísimas cosas que hacer y que decir y sitios a donde ir. Ella trabaja, al menos a una hora de distancia hasta la oficina, y cada uno de mis nietos estudia una disciplina diferente en centros que tampoco están muy cerca. Despertadores, cisternas, grifos, gritos para saber dónde estaba tal o cual sudadera y cuando no, los pantalones; o la mochila de gimnasia, o por qué te has puesto esta camiseta que es mía…. la cafetera, el microondas, desayunos rápidos, libros que se caen de las estanterías, carreras por el pasillo porque pierden el autobús, gritan que les falta dinero para renovar el bono metro; en definitiva, la vida de la casa que se presenta un día más y llama a la puerta de mi habitación. Al cabo de una hora y media vuelve el silencio absoluto y la casa se sume en una maravillosa paz solo interrumpida por la vida del resto del mundo. Pasan horas hasta que la vida va entrando por la puerta con sus risas uno, de malhumor otro, el cansancio reflejado en la cara de ella y el alboroto se apropia de las estancias. Me empapo, igual que las paredes, de las historias y conversaciones que cada uno va compartiendo con el otro y los consejos y opiniones que ella regala a sus hijos; escucho esta música que en ocasiones se oye a gran volumen y a veces cuesta percibir, porque lo que no es agradable suena a un volumen más bajo. Poco a poco la voz de la vida se va calmando, convirtiéndose en un rumor sosegado, cansado y el silencio toma el relevo para ir llenando cada hueco de la casa. Solo tengo que escuchar para comprobar la música que había dejado de oír. Ana Blanca Ruiz

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Latido Yolanda Sรกnchez

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LA CLAVE DE LA FELICIDAD Me adentré en aquella cueva que había detrás de una imponente cascada y contemplé el cielo estrellado a través de pequeñas aberturas de aquel techo rocoso mientras caminaba lentamente, llegándome el agua del río por mis tobillos. Sentía una conexión orgánica con la naturaleza. Tenía la impresión de haberme reencontrado conmigo misma, pues había regresado a la niñez. —¡Oiga, oiga! —me llamó con voz elevada una mujer con mascarilla, guantes y bata—. Tome —me dio un aparato rectangular. —¡Mamá! —exclamó mi hija a través de aquel aparto en el que aparecía ella y dos de mis nietos. —Te queremos mucho. Saldrás de esta —dijeron los tres al unísono. Mis latidos se volvieron rápidos, con temblores y sudación. Mis emociones se alteraron. —Mamá, no llores —intentó tranquilizarme, disimulando su evidente preocupación—. Esto pasará, pero tienes que estar tranquila, porque la clave de la felicidad es la serenidad, la calma, lejos de las emociones fuertes, ya sean de alegría o tristeza. Tus lágrimas, aunque parezcan ser por algo positivo, no son sino un tumulto de los sentidos, una tormenta de las pasiones, lo que conlleva a tu debilidad, a tu aflicción. Así que estate tranquila, porque esto pasará. Nosotros de verdad que estamos bien y tranquilos. Mis sentimientos eran múltiples y muy intensos. No podía evitarlo. Sentía felicidad, tristeza, nostalgia, incertidumbre… De nuevo aparecí en aquel lugar hermoso y plácido en el que podía alejarme de las percepciones mundanas y alcanzar las de tiempo atrás. Conseguí, entonces, estar en calma, estar en paz. Beatriz Sarrión 10


All you need is love ToĂąi Verdejo

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LA VIDA TRAS EL CRISTAL Lunes, jueves, domingo… Da igual el día y la hora. Me asomo a mi terraza desde las alturas y con unas vistas envidiables, una terraza que me hace soñar y sobretodo observar. Desde ella veo muchas casas y muchas ventanas. Todas distintas pero a la vez iguales. Todas llenas de gente, gente con planes, sueños e ilusiones. Gente que un día de marzo que nunca olvidaremos tuvieron que parar sin más. Todos esos planes, sueños e ilusiones quedaron en pausa. Hay gente mayor, adultos, jóvenes, niños. Familias grandes, otras más pequeñas, parejas, gente que vive sola. Tras el cristal vemos cómo pasa la vida. Gente haciendo deporte frente a la tele, gente leyendo ese libro que estaba tanto tiempo en la estantería, gente jugando con sus hijos a cosas inimaginables, gente teletrabajando, gente meditando, gente aprendiendo a cocinar, gente escribiendo sus pensamientos como yo… Gente al fin y al cabo a la que el mundo nos ha frenado de golpe. Es el momento de pararnos a pensar, en nosotros y en los de fuera, para cuando la vida nos vuelva a poner delante del cristal. Es el momento de no dejar de soñar, eso sí, soñar con ser mejores. María José Banacloy Tercero

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A travĂŠs del cristal Adriana Sahuquillo

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QUARANTENA 1, 2, 3, 4, comença el ritual diari de comptar. 5, 6, 7, 8, 9, 10 ha estat una estranya primavera. 11, 12, 13, 14, 15, 16 la vida és als balcons i la mort televisada. 17, 18, 19, 20, 21 he conegut gent des de lluny, que no sabia que vivien al costat meu. 22, 23, 24, 25, 26 i les veus ressonen al pati de veïns. 27, 28, 29, 30 aguaitem tots els dies, amb l’esperança de no empitjorar. 31, 32, 33, 34, 35 és el començament d’un nou dia, que és com tots els dies des de fa més de trenta. 36, 37, 38, 39, 40 estem tots. No faltem ningú. Els quaranta veïns del nostre carrer menut estem bé, cap malalt. Acaba el recompte i la gent trenca a aplaudir amb un somriure. Antoni Cova

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Símbol de resistència Adrián Saura

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UN TRABAJO PERFECTO Se consideraba un profesional, alguien que en los últimos años había perfeccionado sus habilidades a la hora de realizar su cometido. Vivía en un piso pequeño con dos gatos que amaba profundamente y que constituían su única familia. Su vanidad le obligaba a ir muy aseado, bien afeitado, vestido de forma impecable y, sobre todo, calzando sus llamativas botas Martens de color vino y suela gruesa. Hoy su trabajo le llevaba al centro de Valencia, muy cerca de la calle Caballeros. Una vez allí, frente al edificio, la imagen era desalentadora. Observó que era una verdadera ruina pegada a un solar, en cuya parte izquierda varias bolsas de basura de distintos colores formaban un pequeño montículo. Subió al primer piso, el único habitado, tocó el timbre y esperó pacientemente. Abrió la puerta un señor mayor, encorvado, de mirada hundida, que parecía haber enterrado sus últimos cincuenta años en esa deteriorada vivienda de renta antigua. Esa figura no podía enternecerle. Cuando él era requerido, la vía del diálogo estaba ya agotada. Un crujido rasgó el silencio del vestíbulo con la primera patada. Luego percibió un sonido sordo al chocar hombro y suelo. Esta era su tarjeta de presentación. Pasados unos segundos lo miró fijamente a sus aterrorizados ojos y le espetó: «Ya sabe lo que tiene que hacer». Se dio la vuelta y bajó las escaleras lentamente hasta que se encontró en la calle. La primavera había llegado. Los naranjos en flor perfumaban el aire con su aroma dulzón. Decidió disfrutar de lo que la recién estrenada estación le ofrecía dando un paseo hasta su casa. Tal vez encontrara en su buzón un nuevo encargo de aquella inmobiliaria. Rafael Castellano Reina

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Pluma Aindra Barona

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CRÒNICA D’UN TEULADÍ Com cada dia, hui dormia al meu niu i m’ha despertat el primer raig del sol, però abans d’obrir l’ullet he notat eixa estranya sensació que m’ompli tot el cos. La produeix un pesat silenci que ocupa tot l’espai des de fa un dies. Fins ara, el meu despertar sempre estava acompanyat pel soroll del cotxes que es mouen d’un costat a altre, sense sentit. També escoltava altre soroll produït per les rodetes de les motxilles dels humans més menuts. Decidit, he alçat el vol i he fet una passada pels arbres del parc, allí he trobat els meus companys plomats xiuxiuejant tan estranyats com jo. Alguns pensen que els humans estan ideant alguna cosa dolenta, sorollosa i molesta com és tan freqüent en ells. Altres, els de més seny, diuen que la raó del silenci és que aquests humans han fet tan malbé la natura que ara tenen por d’eixir. Conten que fa molt, molt de temps, els humans eren més amables i tenien cura dels animals i que no embrutaven tot el que tocaven, com fan ara. Més tard hem alçat el vol i cadascú ha volat cap a diferents llocs. Per la meua part, he fet el trajecte habitual, primer visite les hortes, mig silvestres, però plenetes de llavors, de cuquets saborosos... La següent parada són els bancs assolellats, altres vegades ocupats pels iaios humans que solen passar llargues estones parlant i parlant. Però hui els bancs tornaven a estar buits i solitaris. Avorrit i trist he volat cap als col·legis, esperant que almenys hui sí que estigueren els menuts sorollosos jugant, cridant i deixant micotetes dels seus esmorzars que a nosaltres ens delecten. Tampoc estaven hui. Al llarg de tot el vol a penes he vist algun humà solitari i capcot, de vegades acompanyat d’un gos fidel. Si es creua amb un altre humà a penes es miren, i s’allunyen. Ara que l’aire sembla més clar i net, ells es tapen per tal de no respirar-lo.

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Tot és molt, molt estrany; mentre nosaltres volem lliurement i tranquils per tot arreu, aquests homes i dones s’empenyen en tancar-se dins de les seues gàbies. M’he acostat als vidres de les finestres, ara soc jo el que els observa encuriosit, i sols he vist cares apegades als vidres, amb mirades perdudes que semblaven voler omplir-se de tot l’exterior i fugir d’alguna manera d’eixos amagatalls. Però encara és més sorprenent que, a boqueta nit, i sols per uns pocs minuts, com si es posaren d’acord, aquestes criatures trauen els caps de les seues gàbies i criden, riuen, fan sorolls amb les mans, ploren, canten... i tornen a amagar-se. Amb la lluna al cel, torne al meu niu amb l’esperança que demà em despertaré amb el primer raig del sol, i el so de mil rialles. María José Martínez

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Manteniendo las distancias Carlos Lorenzo

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BUFIT La inquietud sempre ha sigut un onatge que porta lluny. Que dona l'impuls per a volar més alt. Amb la inquietud no es viu, es lluita. Es lluita per assolir un escaló, un altre, i un altre més. Per a pujar la temperatura sense comptar els graus. Tremola el cos físic quan l’altre ja no està. No obstant això, se sent un xiulit a l’horitzó que vas deixar. En el vaivé que ens porta amb decència en aquesta navegació que balanceja el teu record perquè et portem amb nosaltres sempre. Quin moment triares i no poder acompanyar-te! No hi ha paraules prou justes per a honrar el teu destí. Agraïm a les aigües que corren a favor nostre el corrent que porta gravat l’empremta dels teus ulls. Seguim orgullosos d’haver viscut en la llum del passatger flotant que vas ser, provinent d’una primitiva terra que es convertí en un vast mar primordial. Confessem ser fidels a la necessitat de poder tenir altres mirades, altres verbs per descriure tot això que s’esfuma silenciós. Se senten de nou veus i te n’anares amb el mar. La llum del dia et va tragar. Donem gràcies a l’atzar del vent que ens va ajuntar i que avui et porta cap a altres terres estranyes que ningú coneix. Guardarem la fixació de l'instant de descobrir-te en totes les fisonomies i encants de l’home comú. Respirem aconsellats per les paraules justes, per la veu que dibuixa la muntanya més alta, la platja que conté l’arena més fina. El tros de terra que ocupares va alimentar cada pluja i cada segon de la nit. Ara sentim cada dia d’aquesta bufetada. Viatjarem pel món per a tornar-te, per a portar-te a totes bandes. Li tornares l’alegria a aquesta vella Europa que s’ha omplit de presses i assossec. Vius ara al lloc del qual mai es torna. Llàgrimes de felicitat i de nostàlgia. Que la mort en temps de confinament no produïsca excessiva tristesa. L’aventura que vam poder oferir-nos mútuament s’envola. Tenim els ulls al cor, el poder del temps.

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Dia i nit t’escriuré per a construir el carrer, el camí buit que porta al teu port. Has omplert les avingudes, la gènesi del mar, habitant amples galeries de mans humides en un ball etern. Obert el diàleg amb l’aire per a remuntar el riu Magdalena, per no oblidar la vida sense l’artifici del navegant que creix com un llampec. Una postura còmoda de la finestra per a mirar, un triple vol. La flor genuïna creix en la raó que viu en totes les boques de l’estació on has baixat. Anar-se’n en temps de confinament fora del món no és just. I ara tenim set, molta set de tu. El riu se'ns ha assecat i agitada tenim la pell i l’ànima. Un adéu curt i impossible. Una branca fina i una dolça fulla d’un arbre que hem plantat a Segària per a recordarte, ara que a poc a poc ens deixen respirar l'aire que tu ja no respires. Diana Baidal

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Border Collie Xavier MartĂ­nez

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EL BARRIO El BARRIO era viejo, las casas sin alcantarillado y sin servicio, hacías tus necesidades en un agujero que se tapaba con una madera, había un pozo ciego donde iban a parar todos los desechos de la casa, heces, orines, agua de lluvia, etc. Casi todas las casas tenían corral con animales, gallinas, gallos, también patos y conejos. Casi no se generaba basura pues la orgánica la comían los animales; el papel, plástico y otro tipo de envases eran inexistentes, y cuando se conseguía algún periódico viejo, este cumplía su misión en el wáter. Por las mañanas pasaba el hierbero vendiendo alfalfa para los conejos a 25 céntimos 3 garbas. Las familias tendían a ser numerosas con muchos hijos-as y en la misma cama dormían varios niños. Se vivía en la calle sin aceras y sin asfaltar. No había coches, la bicicleta y la moto eran los vehículos más abundantes. Tampoco había ni tele ni teléfono. Nos trasladábamos en tranvía, más tarde en autobús. Corríamos por el campo, sacábamos los patos a comer caracoles, cogíamos los huevos de las gallinas y el gallo nos hacía frente. Por la noche en invierno nos calentábamos con braseros. Algunos días de febrero los charcos de la lluvia aparecían helados. En verano también algunos días nos íbamos a la playa de Nazaret o la Malvarrosa con los trajes de baño con tirantes; volvíamos más rojos que un tomate (no había cremas). En casa se bebía en un botijo de barro e íbamos a coger el agua a un pozo del Rajolar (fábrica donde se fabricaban ladrillos de arcilla). Es sencillo vivir siendo niño. La inmigración ya se notaba, muchas familias venían de Ciudad Real, Albacete, Cuenca y Andalucía. La convivencia, aunque con pequeños roces, era de solidaridad. Todas las familias que venían lo hacían en busca de trabajo para poder vivir. En sus lugares de origen no tenían posibilidades de hacerlo pues el paro y en muchos casos la represión de la posguerra impedía llevar una vida mínimamente digna. En muchos pueblos del cinturón de la ciudad de Valencia, en 10 años, la población se multiplicó por 7 u 8, con mucha aportación de mano de obra para la industria y construcción en desarrollo.

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La vida en la escuela era sencilla, todavía se cantaba el Cara al Sol y era obligado ir a misa los domingos (los lunes los profesores preguntaban por detalles de la misa para averiguar si se había ido). Por Pascua había que llevar huevos a la escuela para hacer una cruz. Los huevos después se los llevaban los maestros. Los pupitres de madera tenían su tintero y escribir con la plumilla y el papel secante era toda una hazaña. El aula era solo de niños o de niñas, unos 50 por clase de todas las edades, y un solo libro y libreta para todas las asignaturas. Todavía no sabíamos en qué sociedad vivíamos, eran los años 60. Manolo Tornero

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Camino a la fase 1 Albert Soler

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EL VIAJERO Tal vez lo había leído en alguna ocasión en alguna de esas revistas sensacionalistas como Año Cero... sí, ya saben, ese tipo de historias. ¿Quién no escuchó alguna vez en su vida el clásico avistamiento de un platillo volante sobre los campos de maíz? O el misterioso caso del animal de dimensiones imposibles que vagaba cerca de la carretera comarcal. Me crie en un mundo gris en el que esas historias aportaban algo más que mero entretenimiento... daban luz. Era principios de año, yo me encontraba en la sucia lavandería que hace esquina con la calle principal del pueblo. La humedad allí es insoportable. El suelo de baldosas negras y blancas se había levantado y crecían pequeños hongos. En la pared del fondo, las lavadoras ahogaban cualquier otro sonido. Sostenía en la mano mi resguardo, el número 21, estaba a punto de acabar el lavado de mis calcetines sucios así que me levanté emitiendo un desagradable gruñido y me dirigí directo con mi palangana a mano. Al abrir la puertecita de la lavadora es cuando las luces del local se apagaron. Fue así, sin más, no se volvió a escuchar el molesto sonido de las máquinas ni el repiqueteo de la electricidad de las bombillas. “¿Hola?” —dije asustado. “¿Quién te va a responder si estás solo?” —pensé seguidamente. Salí a la calle y es cuando me asusté de verdad. No había nadie. ¿Qué ocurría? Hacía un momento las tiendas estaban abiertas y la gente iba y venía de un lado a otro. Temblando, me adentré en la nada y seguí caminando en dirección a mi casa, no entendía nada, no había nada. ¿Cuántas películas había visto con paisajes urbanos desérticos? Muchas, pero eran eso ¡películas! Una cucaracha se cruzó en mi camino, me detuve a observarla de cerca. ¿Y si era un post apocalipsis nuclear? Siempre han dicho que las cucarachas sobrevivirán a esas explosiones... Dato curioso, estos bichos parecen sentir también algo parecido a la repulsión por los humanos... no nos diferenciamos tanto, al fin y al cabo. Algo dentro de mí me exige que la pise, algo dentro de mí la quiere ver muerta. Si es verdad que ahora son ellas las nuevas dueñas del planeta... ¡Que se vayan al infierno! ¡Piénsalo! ¿Y si se trata de un desplazamiento en el espacio tiempo? Dicho vulgarmente, un viaje en el tiempo. Leí un libro 27


sobre ello y parece que es más común de lo que parece. Tal vez esté caminando sobre una tierra futurista. ¿Y si llego a casa y encuentro mi cadáver aun con el resguardo del número 21 en la mano? Alzo la vista y veo a lo lejos a un mendigo que arrastra un carrito de la compra. Se me saltan las lágrimas y salgo corriendo hacia él. —¡Sobrevivió gente! Dígame, buen hombre, ¿qué ocurrió? —¿Qué? ¿No lo sabe? —No, es que soy un viajero del tiempo y es todo un poco complicado para mí... —El virus, hijo. Todos estamos confinados por el virus. Lo acaban de decir en la tele. Daniel García Robledo

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Passos perduts Mª José Martínez

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EL ÚLTIMO OTOÑO DE LA HUMANIDAD Era otoño, caían negras las hojas como caía la noche. Había pasado un mes desde el anuncio de la cura definitiva de la mortalidad humana. Los parques de las ciudades estaban abarrotados: —…entonces, quien lo tome ¿no podrá morir nunca? —dijo una adolescente. Estaba con amigos, tomándose unas pizzas. —Ni envejecer, eso es lo que dicen. Pero vamos, que yo no me lo creo. Aunque en China… —Ya lo han suministrado a toda la población— dijo un tercero—. Y la gente no muere, ¡es que ni aun queriendo! Se ve que regenera sus células dañadas al instante. —Y estuvo un instante mirando las nubes ensangrentadas—. Es el mejor invento de la humanidad… Los demás lo miraron con cierto escepticismo. Sin embargo, los efectos del elíxir eran tal y como los habían descrito; lo único, que China no lo había suministrado a toda la población —aquello era pura propaganda—, aunque acabarían haciéndolo, como se haría en todo el mundo, no sin poca presión social. Aun así, empezaban a imaginar en qué emplearían su eternidad. Y era en cosas concretas, cosas para ellos mismos. Sopló el viento, era un viento frío. Se iban encendiendo las farolas, e iluminaron un periódico abandonado: “El gobierno planea sacar adelante el Plan de Medidas Malthusianas”. —Pero porque allí es una dictadura, cariño, aquí… aquí es diferente. Aquí no se puede hacer eso. ¡Ya verás! —decía un joven, de no más de cuarenta, a su esposa. —Pues yo no lo tengo tan claro… ¡Y yo quiero ser madre! —¡Y lo serás!

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Corría un pequeño a unos metros; tan tierno, que parecía hecho de algodón, que corría por el parque con una sonrisa y con una naranja en la boca. Y se caía, y levantaba… –¡Lo seremos! Y empezaron a criticar el plan malthusiano. Decían que defendía con cinismo que la procreación fuera un atraso una vez asegurada la conservación de la especie y del individuo; que esta no tenía ya utilidad alguna. Incluso, que impedía vivir plenamente. —¡Que lo digan como quieran, pero pretenden exterminar la natalidad! —Dijo ella—. ¡Pues no me da la gana! ¡Ni me da la gana vivir así por siempre! No… ¡No! Y se abrazaron y se pusieron a llorar. El pequeño seguía riendo. Y balbuceaba, media naranja en la boca, media en los brazos, no se sabe qué canción infantil… Un anciano paseaba bajo los árboles. Andaba callado y deprimido. Que qué broma era esta, que ya se había hecho a la idea de que tenía que morir. Y tosía cavernosamente, los médicos no podían curarle. Miraba con envidia el caer lento de las hojas negras, que parecían soltarse por voluntad propia. Se deshizo de la Biblia que llevaba, y se tiró al suelo. El otoño crujía bajo los árboles. Pasaron los meses. El otoño acabó y las hojas se descompusieron por última vez. Desde entonces, las hojas muertas poblaron las copas de los árboles, cada día con menos ganas de seguir en pie. Adrián Ordóñez Sanmartín

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La noche en vela ToĂąi Verdejo

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EL REINO Y EL DRAGÓN Érase una vez un reino en el que sus habitantes vivían sin preocupaciones. Lo que más les importaba era demostrar que eran los más divertidos, interesantes, guapos o sabían más que los demás… A los que tenían mucho éxito se les llamaban INFLUENCERS. Muchos influencers valoraban más tener muchos seguidores que cualquier otra cosa. Y para ello eran capaces de todo. Y el resto del reino les aplaudía, y muchas veces, les seguían. Un día, un dragón apareció y atacó el reino. Muchos habitantes perdieron todas sus pertenencias. Los soldados del reino no podían hacer nada contra el dragón porque no tenían armas que pudieran herirles. Los curanderos trataban como podían a todos los heridos, y trabajaban sin descanso. El dragón no paraba de destrozarlo todo. Mientras, los influencers se dedicaban a crear nuevos contenidos sobre el dragón: que si todos le lanzamos piedras le venceremos, si le damos de comer comida en mal estado se encontraría mal y podrían los soldados acabar con él… cosas que realmente no servían de nada. Los reyes del reino pidieron a los habitantes que se escondieran en las casas y se quedaran allí, porque dentro de las murallas el dragón no podría atacar ya que desde las torres del castillo, los soldados lo abatirían con sus lanzas. Y eso el dragón lo sabía. Así que el dragón lo que hacía era esperar a que algún incauto se atreviera a salir. Pasaron los días. Los habitantes permanecían en sus casas con sus familias. Allí estaban seguros. Algunos influencers del reino, al ver que nadie les prestaba atención porque no salían de sus casas, comenzaron a inventarse historias para que los habitantes les hicieran caso. Algunas historias provocaron que mucha gente saliera de sus casas y fuesen atacadas por el dragón. Suerte que los soldados del reino y los curanderos pudieron salvar a la mayoría de los que desobedecían los consejos de quedarse en casa, a salvo.

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Mientras, los soldados y los curanderos arriesgaban sus vidas para cuidar y proteger al resto. Pasaron los días, las semanas… Los habitantes del reino valoraban más pasar el tiempo con sus seres queridos, con la familia, con sus amigos, los vecinos… Leer un libro, hacer la comida… Surgió un sentimiento de cercanía entre todos los habitantes, que fue creciendo cada vez más. El dragón, al ver que nadie salía de sus casas, se fue debilitando poco a poco. Y al final tuvo que rendirse e irse del reino si no quería morir de hambre. Los habitantes celebraron por todo lo alto la victoria sobre el dragón, y se dieron cuenta de que si hacían las cosas de forma conjunta y solidaria, podrían vencer a cualquier dragón que se acercara al reino. Los influencers a partir de entonces se dedicaron a estudiar y enseñar los descubrimientos que iban haciendo para ayudar a los demás y lo llamaron CIENCIA. Y los habitantes del reino vivieron felices y unidos. Jorge Collado Visier

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La biblioteca a casa Carmen Botet

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ESPERANZA Fuera el tiempo se había detenido, el silencio se adueñaba de las calles, lejano el canto de algunos pajarillos evidencia que la vida continua. Había convertido mi particular retiro, una casa antigua a la que recientemente me había mudado, en mi refugio. Aquella mañana, como tantas otras, subí al desván, los antiguos propietarios olvidaron una vieja estantería atiborrada de libros, al retirar varios de ellos apareció una cajita metálica, al cogerla observé sus bordes oxidados, la tapa se conservaba en perfecto estado, deslicé suavemente mis dedos repasando toda la decoración en relieve que la rodeaba hasta llegar a la imagen del centro, un pajarillo esmaltado en colores pasteles con un fondo azul celeste, al moverla a ambos lados sonó algo en su interior, los latidos de mi corazón se aceleraron, el entusiasmo me invadió, la curiosidad me empujaba con absoluta delicadeza a descubrir el interior, el secreto que guardaba. La tapa quizás por el paso del tiempo permanecía fuertemente agarrada, se negaba a que nadie vulnerase lo que ella encerraba, después de un intenso forcejeo, cedió ante mis manos, al fondo un viejo papel varias veces plegado, una llavecita metálica de latón, la inicial de un colgante de plata ennegrecida, unas cuentas de colores, restos de algún collar de la propietaria de la caja quizás, unas cuantas monedas y un pañuelo de algodón plegado en forma de triángulo, rodeado de una frágil puntilla con bordado de pequeñas florecillas de colores y la misma inicial del colgante. Con sumo cuidado voy retirando todos estos pequeños recuerdos que su propietaria guardó con tanto celo, dormía en el fondo protegido por todos ellos el viejo papel plegado, espero, lo miro, finalmente lo cojo y muy despacio lo voy desplegando, la hoja amarilla como un tejido raído va desplegando su misterio, su letra de caligrafía fina definía a una persona culta, comencé a leer su contenido, mi respiración se aceleraba con la lectura, ella una joven aquejada de una grave enfermedad relataba sus días confinada entre aquellos muros, explicaba con detalle sus síntomas, cuanto más me zambullía en la historia más se me encogía el corazón, la piel erizada, podía sentir el dolor como propio y ser partícipe de sus propios sentimientos. La misteriosa protagonista consiguió que las lágrimas brotasen de mis ojos, un nudo en el estómago me impedía respirar con facilidad, tenía ante mí el relato de una joven prisionera 36


de su propia vida que guardĂł celosamente su secreto en el fondo de una caja, esperando a que algĂşn dĂ­a unas generosas manos liberasen su triste misterio y poder elevarse como el efervescente aleteo de una nube de alegres mariposas revoloteando libres en un cielo azul, por fin Esperanza conseguĂ­a ser infinitamente libre y feliz. Mari Carmen Moreno

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De flor en flor Aindra Barona

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LA COSIFICACIÓ DEL GÈNERE HUMÀ Ens trobem davant d’un poble assentat en un espai geogràfic que fou bressol de la humanitat. Allí vivia la família d’Ahmed, integrada per quatre fills, pares i ascendents pròxims. A l’Ahmed, com a molts jóvens, li agradava vestir la samarreta de Messi, i amb això satisfeia la mitificació del seu ídol futboler. Totes les nits, al caliu del foc, li feia preguntes a son pare: –Pare, per què he d’anar a l’escola? Ibrahim, home de camp acostumat a l’adversitat, però que havia procurat il·lustrar-se amb la lectura, li contestava: –Mira, Ahmed, l’escola és un lloc d’adquisició de coneixements, i també important en el conreu de valors contra la intolerància, la discriminació, essencials en la formació de la persona. –I en el joc del futbol, quan hi ha dos grups de persones disputant-se el baló, què hem de perseguir? –Ahmed, el futbol és un joc d’equips on el baló és l’objecte, que cadascun d’ells ha d’impulsar al camp contrari, sempre dins d’un esperit olímpic, base de tota activitat esportiva. Vivien immersos en la por, horroritzats per una guerra absurda, sense assabentar-se ben bé a què responia. Un dia, a trenc d’alba, allò que pensaven que mai no tindria lloc es va fer present... un quadre tètric, on romania soterrada sota una atmosfera polsegosa part de la família. Era una barreja de destrucció on s’entreveien els cossos inerts de les dos filles menudes: Amina i Hana. 39


Passats uns mesos amb la ferida encara oberta, Ibrahim va pensar, a contracor, que el més apropiat seria fugir de la terra que els va veure nàixer. Sabia que la decisió no resultava gens fàcil. Ara bé, quan perceps l’alé dels quatre genets de l’Apocalipsi al teu voltant, t’aferres a qualsevol raig d’esperança. En la família feia temps que s’albirava el somni de la terra promesa: Europa! Els fets ocorreguts acceleraren eixe propòsit. Aleshores, va decidir iniciar la marxa. Quan podien pernoctaven en els campaments de refugiats, si bé sempre s’havia d’estar vigilant per no ser presa de les xarxes especialitzades en el trànsit il·legal de persones, les quals restaven expectants davant la seua vulnerabilitat. Per fi, van arribar a la frontera d’Europa –l’espai Schengen–, per tot arreu hi havia persones davant d’un mur de qautre metres d’alçada acabat en una filera de punxons i material tallant. La desil·lusió per descomptat havia arrelat en els seus ànims. Una nit, Ibrahim, compartint conversa, li va dir: –Ahmed, recordes quan raonàvem sobre el futbol. Dos equips colpejant un baló? Ell assentia movent el cap amunt i avall i Ibrahim prosseguia: –Ara, per a alguns governants, el baló som nosaltres. Som com pilotes de ping-pong anant d’un costat a l’altre, i ens utilitzen com objectes, mercaderies d’intercanvi. Cosifiquen les nostres voluntats apallissant-nos i se serveixen de nosaltres com a mitjans de pressió per a obtindre un fi determinat. Mira, Ahmed, jo difícilment tornaré a trepitjar la terra dels nostres avantpassats. Per contra, un dia tu tornaràs i sols espere veure’m recompensat en pensar que mai no tractaràs a qualsevol humà com una “cosa intangible”. Això m’afermarà amb la idea que hauré cooperat mínimament en el bastiment d’una societat més justa, de la qual tu ets part important. Antoni Lluís Antolí 40


Miranda y Habana (1) Yoya Pink

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LAS CUATRO Y DIEZ HOMENAJE A LUIS EDUARDO AUTE No creas que yo esto lo hago siempre. Es más, creo que es la primera vez que quedo con un desconocido para ir al cine y luego salir a cenar sin saber nada de esa persona. Desconocido no, que nos vemos todos los días en el autobús. Desde hacía tiempo que me gustabas y nunca me atrevía a decirte nada. ¡Y has tenido que ser tú la que dé el primer paso! Ya, pero pensaba que me ibas a dejar tirada. Menos mal que has acudido a la hora que te dije a la puerta del cine. Me ha encantado ir al cine contigo y estar a tu lado. La primera vez que te besé tus labios parecían de papel. A mí también me ha gustado. Cuéntame, ¿cómo te encuentras? Seguro que me responderás que muy bien. Pues sí, la verdad es que me encuentro muy bien a tu lado. Pero cuéntame algo de ti, enséñame alguna foto tuya. No soy muy de fotos, dijo él mirando el móvil buscando fotos, mira, esta foto es muy fea, el más pequeño acababa de nacer. Por cierto, me tienes que dar tu número de teléfono. ¿Quieres que quedemos para mañana? ¿Quedamos a comer? Por mí no hay problema, ¿te parece bien a las tres aquí? ¿Me esperarás? Perfecto, dijo él. Pues nos vemos mañana, adiós, cariño, y le propinó un húmedo beso en los labios.

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Al día siguiente, ella acudió un rato antes al lugar donde habían quedado y escogió la misma mesa, en un lugar apartado y discreto. Estaba segura de que él iba a acudir. Se sentía muy a gusto. A él le pasaba algo muy parecido. Estaba muy ilusionado con ella. Salió raudo del trabajo con la duda de si ella estaría esperándole. Sentía el corazón acelerado. Y cuando llegó allí estaba ella con una gran sonrisa en la boca. Se saludaron y se dieron un corto beso en los labios. Comieron, uno enfrente del otro, rieron, se cogieron de la mano. Se contaron su vida. El tiempo pasaba muy rápido. ¿Quieres helado de fresa o prefieres que te pida ya el café?, y al mismo tiempo miró el reloj. ¿Por qué no me quieres dar tu teléfono? Yo te doy el mío, te lo mando. No tengas prisa, mañana te lo doy. Así se hacen más interesante nuestras citas. ¿Mañana a la misma hora? ¿Comemos? –E hizo un gesto al camarero–. Oiga, me trae la cuenta. Calla, que fui yo el que te invitó a comer. No te demores, no sea que no llegues a la hora al almacén. Yo me vuelvo a la academia para no faltar a clase de francés. Date prisa que ya son las cuatro y diez. Adiós. Nos vemos mañana. Esa misma noche se declara el Estado de Alarma: Los ciudadanos tendrán que quedarse en casa hasta nuevo aviso. Emilio de la Fuente Arévalo

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Tan cerca de las nubes Adriana Sahuquillo

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RÉQUIEM A LA LID El frente es triste. Los campos están sucios, maltratados, muertos. Los muertos no saben correr entre los campos, antes sabían, ahora solo se arrastran entre las semillas que ellos mismos plantaron, regando con su sangre el futuro próximo. ¡Ay de mi hijo! ¡Dónde estará ahora! ¡La juventud mal afecta cuando la niñez escapa de sus ojos! El tiovivo ya no está con él ni conmigo, ha escapado a tierras lejanas con su infantil comportamiento. ¡Ay de mi hijo, nada sé de él desde que marchó con su juventud en la espalda! ¿Pero qué vieron mis ojos cuando se fue? ¡Un fusil! ¡Ay de mi hijo, que muerto estará como no vuelva! Los disparos son la música del campo donde naciste, y la juventud de tus rosados pómulos han desaparecido mientras crecías, ¿dónde ha quedado tu pequeño rostro, manchado de barro? ¿Ha desaparecido el tiovivo con la felicidad del pulido rostro? Todo eso se fue contigo. No. Desapareció antes de que marchases. Y no volverá. Y nadie querrá verlo. Y no sabré verte con los mismos ojos; el frente habrá cambiado tu manera de ver el verde prado, tu forma de ser. ¡Ay la juventud, cómo conduce a las ideas más ingenuas! España está triste. Los campos no huelen jazmín, el verano ha quedado atrás con tu niñez. España llora al vernos tan tristes, porque el pueblo no merece matar a su propio pueblo. Los bandos no importan cuando el pueblo muere con sus propias manos, cuando se mutila sin saber bien qué hace, sin ver más allá de la sangre o las banderas. Banderas que no simbolizan nada, porque la patria, a este paso, acabará muriendo. Todos moriremos bajo el himno a la lid. ¡Ay, la niñez y la juventud! ¡No se os lleva el viento ni el tiempo; os lleva la muerte! Y las canciones no son más que sufrimiento, pues de los poetas afónicos por advertirnos sobre el arte de la muerte no queda más que unas pocas palabras vacías donde el arte 45


es sangre. Los versos están quemados por el dolor. ¡Cómo espero tus ojos jóvenes, la niñez espero a tu espalda sin fusil! Pero ¿qué pienso? ¿Acaso la guerra destruye al ser como puede hacerlo la muerte? ¿Es la guerra peor que la muerte? El himno es el acompañante de la muerte. Sin trompetas. Sin cantos. De los hijos del Cid no queda nada más que una juventud rota y una vejez muerta por la tristeza. La esperanza es dolor, es utopía, no sirve de nada. Las nubes oscuras siguen en las mentes de una madre sin su hijo; ¿cómo será el futuro sin la vida de la niñez y con la muerte de la juventud? ¿Dónde quedará el adulto con su tiovivo perdido? El orden natural desaparece por momentos, sin esperar a mi hijo. La revolución ha muerto. España ha muerto. ¡Ay de mí, sin saber nada pero sabiendo tanto sobre la funesta muerte! ¡Las lágrimas son las llamadas de la vida! Salvador Sánchez

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Un any que mai oblidaré Adrián Saura

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UNA DE FREDA I UNA DE CALENTA Ella era una xiqueta molt alegre, d’eixes que somriuen quasi a cada moment. Un dia d’escola, quan l’esplai semblava esvair-se entre les mans, una companya va caure estrepitosament a terra i es va trencar el fèmur. Els xiquets i les xiquetes, angoixats, començaren a cridar espantats pel fatídic accident que havien presenciat, mentre que ella dibuixà un dolç somriure i es va asseure al seu costat per tranquil·litzar-la. Els anys van passar i la xiqueta ja crescuda en anys canvia l’escola per la universitat. Li va costar suor i quasi sang accedir a Medicina. La felicitat va ser màxima quan, tocant a la porta de la trentena, aconseguí la residència a un hospital de la província de València. Per fi, després de tants anys d’esforç anava a poder fer allò que realment la feia feliç, el seu somni. Tan fàcil, simple i bonic com això. I com que de vegades la realitat supera la ficció, durant el mes de març del seu segon any de residència esclata una crisis sanitària d’una desmesurada dimensió. No vos ho podeu ni imaginar! Va ser tan greu i inesperat que fins i tot va sacsejar i quasi tombar el sistema sanitari dels països occidentals. Quina bogeria! Malgrat açò, els ciments de la seua vocació eren ben forts i ella tan alegre com sempre va mostrar la màxima predisposició i professionalitat al servei dels seus iguals. Els dies es van tornar grisos i les nits, cada vegada més llargues. Els morts creixien exponencialment sense que ningú pogués fer res. El maleït virus no remetia i les forces dels sanitaris penjaven d’un fil. Definitivament, viure en primera persona la fatalitat de tantes vides segades no devia ser gens fàcil. La gent, agraïda pel bon fer dels treballadors i treballadors dels hospitals, eixia a les balconades en un acte de recolzament inusual, però molt humà. Aqueix gest la reconfortava, no ho necessitava, però la feia sentir bé. I amb eixes insòlites circumstàncies estava predisposada a no perdre eixe bell somriure que l’havia acompanyada sempre.

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Va anar passant inexorablement el temps i un d’eixos dies en què es trobava a la cua d’una paradeta del mercat va escoltar, amb la tristesa d’una xiqueta a la qual li han trencat els esquemes més vitals, com les dues dones que tenia al davant comentaven: —Escolta, xica, que no saps que en són 4.000.000 milions xuplant del pot. Quina vergonya! —Sí que ho sé, sí; un autèntic desgavell! Aquelles paraules van ferir la seua persona. La realitat és que mai s’havia sentit una heroïna, ni tampoc pretenia ser-ho ara. I en aquell moment va respirar per no contestar el que pensava. Perquè les ovacions, ovacions són. I eren tan innecessàries com aquelles paraules. Va eixir de la tenda trista i decaiguda i enfilà el camí cap a casa. No hi havia temps per penedir-se’n, demà seria un dia dur i havia d’enllestir de nou el seu bell somriure. Lluís Navarro Fenollar

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Pinzas en el tendedero CĂŠsar MartĂ­nez

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UNA ESTRANYA NIT DE MARÇ Era el quinze de març de 2020. El món s’havia aturat per a molts. Els minuts eren eterns. El desig més gran era poder anar més enllà de l’horitzó que es veia des de les finestres i els balcons. La major esperança era que tot eixira bé. Alícia no podia dormir. Havia estat tot el dia pendent de les notícies, assabentant-se de tot. El seu cap l’havia telefonat per a dir-li que anava a tancar la botiga on treballava fins a nova ordre. I no deixava de pensar per què se li hauria acudit independitzar-se definitivament feia tan sols dues setmanes. El sentiment de soledat l’envaïa. Va decidir eixir al balcó. Potser, a pesar de la contaminació lumínica de la ciutat, podria vore algunes estreles. Durant tota la seua vida havia estat pendent dels astres que regnaven sobre el seu cap, i es quedava embadalida mirant el firmament. Es va abrigar i, en eixir, el seu alé es condensà formant un nuvolet. Es veia llum en algunes finestres de l’edifici d’enfront i un gran silenci regnava al carrer. Va alçar la vista al cel. Podia vore la lluna, minvant, que deixava vore amb claredat els seus mars i les seues muntanyes. I Venus guanyava protagonisme entre tots els xicotets puntets que cobrien el firmament. Alícia se sentia molt menuda davant de tanta immensitat, però alhora se sentia gran per poder contemplar aquell espectacle. Una veu la va traure de la seua abstracció. —Ei! Què tal? Una altra que no pot dormir? Era un jove el qui havia parlat enmig de la foscor. Mirà cap el lloc del qual eixia la veu i va encendre la llanterna del seu mòbil per vore’s millor. Estava al balcó del pis de baix del seu veí. —Sí… Hui està sent un dia difícil… I la cosa encara es complicarà més estos dies. Soc Alícia, la nova inquilina del sisé A. Encantada!

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—Jo soc Joan. Encantat de conéixer-te —va contestar el jove, alegrement—. Hui les circumstàncies no ens permeten donar-nos la mà ni dos besos per saludar-nos! Tots dos van riure. Amb el silenci de la nit no calia que alçaren molt la veu per poder parlar. Alícia li explicà els seus sentiments sobre el fet de viure a soles per primera vegada en la seua vida en eixos dies. Trobà en Joan una persona en qui confiar enmig de la negror de la nit i dels seus pensaments. Ell acceptà eixa confiança com si es conegueren de tota la vida. Es va oferir per ajudar-la si necessitava qualsevol cosa i afegí el seu número de telèfon al mòbil. Per descomptat, també parlaren de la vida en general, dels viatges fets i dels que estaven per fer, dels somnis… i d’ells. I, en eixe moment, el sol va començar a eixir. Aleshores, es van acomiadar. I amb la mirada i el somriure es digueren que el WhatsApp es convertiria en el seu aliat durant el confinament. Natàlia Ferrer

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Ocaso en Manises Albert Soler

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¿UN DÍA NORMAL? Se levantó como de costumbre a las 6.30 de la mañana y se dispuso a tomar su desayuno: copos de avena con leche de soja, café solo y una pera. Tardó menos de lo habitual en acicalarse, así que a las 7.20 ya estaba caminando en dirección al metro. Era un trayecto corto, tres calles (¿algo vacías quizás?), un paso de peatones y ya estaba en la estación. Como cada mañana, el señor mayor con su boina sentado frente al torno... (¡uy, pero hoy no estaba! ¡Qué raro!). Bajó las escaleras –las mecánicas no funcionaban, para variar– y se puso a pensar en su fin de semana de retiro espiritual. Se acordó de las vistas desde su cabaña de madera: árboles frondosos llenos de pájaros cuyo trino la despertaba suavemente con la primera luz del alba. El sonido de las hojas al ser mecidas por el viento le daba paz mientras realizaba los primeros estiramientos de la clase de yoga. Por poco pierde el metro absorta en sus pensamientos. Esa mañana en el vagón sólo viajaban dos personas (claro, es que he salido antes). Siguió recordando las posturas y ejercicios que había estado perfeccionando durante los dos días anteriores y, antes de darse cuenta, estaba en su parada. La estación de Àngel Guimerà estaba desierta, eso sí que era insólito. Se dirigió hacia la salida y justo al abrirse la puerta del ascensor dos policías debidamente uniformados le espetaron: —Buenos días, señorita. ¿A dónde se dirige? —Hola, sí, trabajo en una oficina en esta misma calle. —¿No puede usted teletrabajar? —¿Cómo?

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Tras cinco minutos de una conversación surrealista, alcanzó a entender la situación. Por lo visto, el sábado anterior se había declarado en el país el estado de alarma a causa de una pandemia. Al estar de retiro espiritual, no se había enterado de nada. Dejó el móvil en casa y cuando llegó, el domingo por la noche, estaba muy cansada como para prestar atención a ningún tipo de aparato electrónico, así que se fue a dormir sin encender la televisión ni mirar el teléfono. Ahora todo parecía cobrar sentido: las calles desiertas, la ausencia del viejecito, el vagón con únicamente dos pasajeros, la estación sin nadie... Mientras volvía a su casa en Manises, vio a varios transeúntes con mascarillas, colas en los supermercados, donde al entrar había que desinfectarse y ponerse guantes... Entonces empezó a ser consciente de la gravedad de la situación. Rompió a llorar en medio de la calle. No podía controlar sus sollozos y, entonces, recurrió a la respiración que había aprendido en el retiro. Inhala contando hasta cuatro, retén el aire unos segundos, exhala contando hasta cuatro y retén en vacío, inhala, retén, exhala... —Vamos terminando con la relajación. Poco a poco vas moviendo los dedos de tus pies, los dedos de tus manos, las muñecas... Y abres los ojos lentamente. ¿Alguien se ha dormido? —Sí, yo —dijo la joven de Manises. Afortunadamente, todo había sido un mal sueño. Carolina García

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Confinado Jorge Herrรกiz

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CARTA A LAS PERSONAS QUE ESTAN MALITAS Hola, soy Samuel y tengo 7 años. Mi mami me ha dicho que, en estos momentos en los hospitales, todas las personas que tienen el virus este que es tan malo, COVID-19, están solitas, no pueden tener a nadie de su familia con ellos, pobrecitos, he pensado yo. Y quiero enviarles esto: Hola, no me conocéis, pero soy un niño de Manises (Valencia) y quiero deciros que aunque no estéis con vuestra familia, están con vosotros las enfermeras, enfermeros, médicos y médicas que os cuidan súper bien y os dan mucho cariño, gracias a ellos estáis mucho mejor. Y yo desde mi casa os quiero decir que no os preocupéis, todo saldrá bien y sois muy valientes. Me despido de todos vosotros con un fuerte fuerte abrazo. FIN Samuel Viadel, 7 anys

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EL GATO MÁGICO Había una vez un gatito que era mágico, pero ni él ni sus dueños lo sabían. El día que lo adoptaron era una cosita muy pequeñita y mona y lo llamaron Choco porque era color marrón. Al día siguiente, fueron a comprarle una pelota para que jugase. Era de color azul y amarillo. Al año siguiente, Choco ya tenía un año y como todas las mañanas salía al jardín para pasear. Paseó durante media hora, y cuando se cansó se metió en casa y se durmió en el sofá. Al día siguiente, como todas las mañanas, salió al jardín y aprovechó que estaba su juguete favorito para jugar con él. Se preparó y fue corriendo hacia la pelota. Pero cuando iba a correr hacia el juguete, se movió. Choco se enfadó, así que volvió a prepararse para volver a saltar a por su juguete tan querido. De repente, el juguete se levantó en el aire y en ese mismo instante, salieron sus dueños y cuando vieron el juguete flotando se quedaron boquiabiertos. Llamaron al periódico local para que lo publicaran en su diario semanal. Cuando llegaron los periodistas, la pelota ya estaba en el suelo, así que Choco volvió a intentar levantar de nuevo su pelota. Al final lo consiguió y le pudieron hacer una foto y sus dueños se sintieron muy felices de volver a ver que su gatito conseguía hacer volar su pelota. Al siguiente día, cuando el periódico salió a la venta, todo el mundo lo quería comprar para leer la magnífica historia de Choco. A partir de este momento, Choco fue conocido como el Gato Mágico. FIN Paula y Lucía Lara Lellig, 9 i 5 anys

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A travĂŠs de sus ojos Luna Barea

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LAS AVENTURAS DE JOEL Había una vez un niño que se llamaba Joel. Le gustaban las aventuras, jugar al escondite y el fútbol. Cada día, regresaba temprano a casa después de vivir un montón de aventuras muy peligrosas en las que había luchado contra zombis, esqueletos con espadas, gatos muy malos y golems de piedra gigantes… Y Joel había sobrevivido a todas esas criaturas del mal. A veces tenía heridas pero él era fuerte y aguantaba el dolor por algún golpe recibido durante la noche o alguna caída... Y es que Joel no paraba quieto un segundo. Al llegar a casa, sus padres tenían preparado un buen desayuno para recuperar fuerzas de la noche mientras hablaban: —¿Joel, estás bien? Y Joel contestó: —Sí, muy pero que muy bien. Aunque me he caído en mis aventuras y me duele el culete. La madre suspiró suavemente y el padre le dijo: —¿Jugamos un partido de fútbol? Y Joel contestó: —SIP. Y jugaron al fútbol casi todo el día. Ganó Joel y no por el resultado, que quedaron 4-1, sino porque tras tantísimas aventuras Joel había disfrutado mucho con su familia, más que con cualquier otra cosa. Joel estaba cansado y se fue a la cama. Al día siguiente, Joel llamó a su prima para que fuera a jugar con él a juegos de aventuras. Después salieron a la calle a jugar al escondite, pillaba Alba, su prima. Contó hasta 20… y buscó a Joel. Como Alba no le encontraba, entonces se rindió y le dijo Joel que tenía que volver a contar otra vez hasta 20 para que se escondiera de nuevo, porque no lo encontraba. Al final le encontró pese a que era muy bueno escondiéndose y pillando. 60


En casa, mientras, su hermana Nerea salió de su cuarto y le preguntó a sus padres que dónde estaba Joel. Sus padres le contestaron: —Fuera con Alba. Nerea contestó: —Gracias. Me bajo a la calle yo también. —De nada —contestaron los padres-. Y Nerea salió a jugar con Alba y Joel. Ahora le tocaba pillar a Nerea que no les encontraba por ninguna parte. Aunque es cierto que hicieron un poco de trampas, Nerea dijo: —No vale dentro de casa, Alba. Y siguieron jugando hasta que no pudieron más. Cuando Joel se cansó de jugar fue a decirles a sus padres que se iba de aventuras de nuevo. Sus padres le contestaron: —De acuerdo, pero vuelve a las 8:00 h. —Vale —contestó Joel. —Buenas noches cariño —le contestaron sus padres. A las 8:00 h del día siguiente Joel volvió a casa sin heridas. Se impresionó su madre de lo fuerte que era y de que no le habían hecho ningún rasguño. Pese a todas las aventuras vividas Joel estaba de nuevo listo para otro día. Se levantó de la cama y se fue a desayunar leche con galletas. Estaba contento porque ya no había ningún peligro. Y quería quedarse con su familia en casa, viviendo aventuras cada día. FIN Joel Collado Alvar, 9 anys

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MI VIDA EN LA CUARENTENA ¡Hola! Mi nombre es José María, tengo 9 años. Voy a contar mi historia en estos días. A finales de enero, llegó un virus nuevo y raro a España, llamado COVID-19. A mitad de marzo llegó a mi ciudad (Manises). De repente no dejaban celebrar las Fallas, cerraron el cole, no dejaban salir a la calle, ¡madre mía! ¿Qué pasa aquí? Pensaba yo. Voy a contaros mi historia de cómo estoy viviendo yo y mi familia esta cuarentena. Al principio me sentía muy raro, no me lo creía, mi mamá decía que parecía una película, pero conforme pasaba el tiempo me fui acostumbrando y me di cuenta que era real. Estos días estoy jugando a juegos de mesa con mi hermano y mis padres, hago muchas recetas de repostería, leo mucho, hago ejercicio físico, deberes del cole que nos mandan los profes, juego un ratito a la play con mis amigos del cole, cada día hablo por video llamada con mi abuela (ella está en su casa en Manises) y con mis yayos (ellos están en el pueblo) y varias veces a la semana con mis tíos. Todos los días estoy deseando que lleguen las 8 de la tarde para salir a la puerta de mi casa a aplaudir y saludar a mis vecinos, para mi es muy emocionante y bonito, suena la canción “Resistiré” de varios artistas de la música, la canción me gusta mucho y he aprendido a tocarla con el clarinete. Todo esto lo que me ha hecho pensar es que echo mucho de menos a mi familia que no veo, a mis amigos del cole, a mis amigos que no son del cole y a mis profes. También estoy aprendiendo y haciendo cosas para divertirme que nunca había hecho. También tengo que contaros que tengo varias emociones durante el día: Siento a ratos alegría (estoy con mi familia, mis padres y hermano), a ratos tristeza (necesito ver a toda mi familia), a veces miedo (no sé cuándo va a acabar esto).

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Lo que espero y deseo es que todo esto acabe muy pronto, mi padre dice que esto nos está haciendo mejorar como personas y valorar muchas cosas a las que no les dábamos importancia. Fin de mi historia. Espero que os haya gustado. TODO IRÁ MUY BIEN. JUNTOS PODEMOS. José María Viadel, 9 anys

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PASSAT, PRESENT, FUTUR? Hi havia una vegada, uns xiquets que van construir una màquina del temps. Van entrar fa 10 anys a ella i ara a l’eixir es van trobar amb un poble en quarantena. Tots estaven a les seues cases i als xiquets els va paréixer molt estrany; mentres passejaven pel carrer la gent del poble van començar a cridar-los molt fort «CORONAVIRUS!!!». Els xiquets, molts espantats, van eixir corrent mentre el coronavirus els perseguia. De sobte, van vore un emmascarat i li van preguntar: —Qui és eixe que ens persegueix? —És un virus letal. El coronavirus els perseguia insistentment i ells corrien molt. Però, per molt que corrien, el coronavirus els va afectar. L’emmascarat els va dur corrent a l'hospital. Allí els van fer moltes proves i finalment els van poder curar. Va sonar el despertador i Pau es va ficar molt content perquè tot havia sigut un somni. Pau Cerveró Martínez, 8 anys

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La vida desde mi ventana Nieves Orta

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ACTA DEL CONCURS DE MICRORELATS “MANISES EN QUARANTENA” El jurat del concurs de microrelats “Manises en quarantena”, format pels professors Javier Pons i Monti Montón, sota la presidència del regidor de Cultura, Xavier Morant, i actuant com a secretari, Vicent Xavier Contrí, ha decidit seleccionar les següents obres per a la seua publicació: • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •

AC. Joan de la Botaia. Actitud-es. Gemma Ortells. Bufit. Diana Baidal. Crònica d’un teuladí. María José Martínez. El Barrio. Manolo Tornero. El Calendario. María José Banacloy. El Viajero. Daniel García Robledo. El último otoño de la humanidad. Adrián Ordoñez. Érase. Jorge Collado. Escuchar. Ana Blanca Ruiz. Esperanza. Mari Carmen Moreno. La clave de la felicidad. Beatriz Sarrión. La cosificació del gènere humà. Antoni Lluís Antolí. La vida tras el cristal. María José Banacloy. Las cuatro y diez. Emilio de la Fuente. Quarantena. Antoni Cova. Requiem a lid. Salvador Sánchez. Un trabajo perfecto. Rafa Castellano. Una de freda i una de calenta. Lluís Navarro. Una estranya nit de març. Natàlia Ferrer. Un dia normal. Carolina García.

A més, l'organització del concurs ha decidit publicar els microrelats dels següents xiquets que s'han presentat al concurs. • •

Carta a las personas que están malitas. Samuel Viadel. Las aventuras de Joel. Joel Collado Alvar.


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Mi vida en la cuarentena. José María Viadel. Passat, present, futur? Pau Cerveró. Gato Mágico. Paula Lara i Lucía Lara. Manises, estiu de 2020


ACTA DEL JURADO DEL PRIMER CONCURSO ONLINE DE FOTOGRAFIA: IMÁGENES DE LA VIDA COTIDIANA DE LOS CIUDADANOS DE MANISES EN CASA Reunidos los miembros del jurado del I Concurso online de Fotografía, en la sede de la Asociación de Fotografía de Manises - AFM, el jueves 4 de junio de 2020, se adoptaron las siguientes decisiones: JURADO Juana García Egea Soledad Chiva Saura Pedro Cervantes Ruiz 1. Seleccionar, de entre las 6 obras participantes, las siguientes fotografías de la Categoría Infantil Adriana Sahuquillo. A través del cristal Adriana Sahuquillo. Tan cerca de las nubes Estefanía Tortajada. Desde mi ventana 2. Otorgar el primer premio, de entre las obras seleccionadas de la categoría Infantil a: Título de la obra: Tan cerca de las nubes Autor: Adriana Sahuquillo 3. Seleccionar, de entre las 13 obras participantes, las siguientes fotografías de la Categoría Juvenil: Adrián Saura. Símbol de resistència Adrián Saura. Un any que mai oblidaré Carlos Lorenzo. Manteniendo las distancias Xavier Martínez. Border Collie 4. Otorgar el primer premio de la categoría juvenil a: Título de la obra: Un any que mai oblidaré Autor: Adrián Saura.


5. Seleccionar, de entre las 87 obras participantes, las siguientes fotografías de la Categoría Adultos: Aindra Barona. De flor en flor Aindra Barona. La pluma Albert Soler. Camino a la fase 1 Albert Soler. Ocaso en Manises Carmen Botet. La biblioteca a casa César Martínez. Pinzas en el tendedero Enrique Vela. Aprendiendo peluquería Jorge Herraiz. Confinado Luna Barea. A través de sus ojos M.ª José Martínez. Passos perduts Nieves Orta. La vida desde mi ventana Rosa Mínguez. Protección de colores Toñi Verdejo. All you need is love Toñi Verdejo. La noche en vela Yolanda Sánchez. Latido Yoya Pink. Miranda y Habana 1 6. Otorgar dos primeros premios de la categoría adultos a: Título de la obra: La noche en vela Autor: Toñi Verdejo. Título de la obra: Passos perduts Autor: M.ª José Martínez. Manises, a 4 de junio de 2020 Juana García Egea

Soledad Chiva Saura

Pedro Cervantes Ruiz



Edita: Ajuntamet de Manises Maquetació: autoeditate.com Imatge de la portada: Susana Ferrer Renovell Impressió: Dipòsit legal: V1594-2020


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