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Julian´s Writings mandarinasdepapel.com Š

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Manuel Juliรกn

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I “Dulce noviembre de café, libros y canciones que se posan suavemente sobre un suelo de hojas crujientes y silencios rotos por tu recuerdo”

Pueblo de Flix, Tarragona, sábado 8 de noviembre de 2014

Todo lo que se podía cosechar en el campo de Eduard Palli eran alcachofas, los peritos decían que el ph de la tierra, la acidez era únicamente propicia para este tipo de hortalizas. Esa mañana se había levantado muy temprano para preparar algo de almuerzo y bebida que guardó en una cesta de mimbre. Hoy tenía todo el día por delante y se iría a pescar con su mejor amigo Bernat, el hijo del panadero. Condujeron en la vieja camioneta hasta el pantano de Flix, un camino abrupto y repleto de matojos, baches y pedruscos que se adentraba muy cerca de la reserva natural de Sebes. El sigiloso frío de noviembre se colaba por las rendijas de las puertas mientras que la música de la radio crepitaba por las interferencias. Seguramente que volverían a hablar de la quietud que se respiraba en el pueblo, de cómo cada cosa que pudiera tener algún interés se convertía rápidamente en la comidilla de todos sus habitantes.

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Bernat recordó que de niño, era su abuelo quien caminaba a su lado hasta la orilla del pantano: —Cuando voy a pescar, me acuerdo de mi abuelo. Recordó una mañana de sábado en que caminaba por la vía muerta cogido de su mano…, era un día entelado de gris. Las vías relucían por la humedad como si les hubieran sacado brillo. Su abuelo no era un gran conversador, pero sus monosílabos no evitarían las elaboradas teorías del joven Bernat sobre las cosas que le desagradaban de la vida. En realidad no eran tantas, quizá tres o cuatro, pero todas ellas absolutamente insignificantes; algo sobre las chicas, o el equipo de básquet, su sempiterna dificultad con las matemáticas. Cualquier excusa era buena para una conversación. —Tienes que esforzarte más, —me dijo. —El esfuerzo siempre tiene recompensa. Y desde entonces, por una extraña razón he vivido siempre esperando ese momento. —¿Qué momento? —El de la recompensa… Eduard le miró con cierto atisbo de condescendencia: —Nunca me habías hablado de tu abuelo, pero creo que, si esperas demasiado de la vida, puedes llevarte una gran decepción. —Tú sí que sabes romper la magia del momento… —No, en serio. Es mejor que dejes de pensar en el milagro. Cada día se parece más al día anterior. —Pues ayer no fuimos a pescar, así es que hoy no es como ayer.

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—Está bien, continua soñando, es barato, pero luego no me digas que no te lo advertí. Media hora después llegaron al lado norte del lago, la hierba del suelo aún crujía por la escarcha: —Aquí nunca pasa nada,

—dijo Eduard mientras preparaba un nuevo

anzuelo. —Y, ¿qué es lo que tiene que pasar? ¿No es mejor que sea así, que podamos disfrutar de esta tranquilidad? —Respondía Bernat tensando el nylon de su caña. —Además, pronto tendremos la fiesta de la calabaza, esta vez tenemos que acertar el número de botellines— Durante la fiesta de la calabaza, se exhibía un reluciente descapotable en cuyo interior había varios miles de botellines de un conocido whisky escocés, quien acertara el número exacto de los pequeños embases se llevaría el coche. La verdad es que todavía no lo había conseguido nadie. El segundo premio era para el que más se aproximara a la cifra, a este último se le obsequiaba con su propio peso en whisky. Para ello se instalaba una balanza gigante en medio de la feria, en el primer plato se sentaba el ganador y en el segundo se cargaban las cajas del escocés hasta equilibrar el peso. —Esta vez tenemos que conseguirlo —continuaba Bernat. Eduard lo miró de nuevo con aquella mirada: —Eres demasiado ingenuo, además ¿qué harías con ese descapotable, el reparto de la bollería? La pregunta de Eduard quedó suspendida en el aire como una etérea nube evanescente. Para él la mayoría de las chicas de su pueblo eran o demasiado gordas, flacas, altas, bajas, poco comunicativas, extrañas…, en cambio a Bernat le gustaban todas, incluso las menos favorecidas. Él no

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haría ascos a estar con una chica, y el coche era su puerta estelar hacia la fama. Bernat continuaba conduciendo su imaginario Cabriolet, rodeado de bellezas, cuando Eduard le interrumpió: —Voy a la nevera, ¿te apetece algo frío? Las decepciones pasan siempre mejor con una cerveza. Bernat estaba todavía sumido en su hilarante sueño, cuando algo sobre las aguas le despertó de su soporífero idilio. Era algo extraño, arrastrado lentamente por la corriente, parecía un tronco, pero se trataba de un cuerpo, sí una persona, quizá una mujer, su pelo largo y rubio flotaba sobre el agua. Soltó su caña y se dirigió hasta ella, las botas de Bernat se hundían pesadamente en el sedimento de lodo, casi había llegado cuando algo enorme se dirigió hasta él, algo que se desplazaba deprisa y sinuosamente. La extraña criatura abrió sus fauces y se lo tragó de un solo bocado, instantes después todo quedaba de nuevo en calma, como si nada hubiera sucedido. Eduard estaba en la orilla sosteniendo dos cervezas sin tener la más remota idea de dónde se había metido su amigo. A ciento cuarenta kilómetros de allí, el profesor Isaac Guardiet pagaba la carrera de su taxi desde el aeropuerto de Barcelona. Había llegado sobre las diez en vuelo procedente de Múnich para pronunciar una conferencia en el [CSIC] Centro Superior de Investigaciones Científicas. —Bienvenido profesor, —musitó una de las azafatas del auditorio, — ¿puede acompañarme? —Su voz joven y cantarina era como un refrescante gajo de fruta tropical.

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Con motivo del 75 aniversario del CSIC, se habían convocado a diferentes expertos para el seminario: “Diagnóstico medioambiental y estudio del agua”. Hoy se desarrollaba la última jornada, y el programa era más intenso. El profesor traía en un portafolio de piel, los resultados de sus nuevas investigaciones. Media hora después llegó el momento de su intervención: —Apreciados alumnos, damas y caballeros, no he venido hasta aquí con la intención de alarmarles, este ciclo de conferencias no es un reality show sobre ciencia. No les pido que me crean, por lo menos no inmediatamente, pero los datos que hoy expondremos ya han sido contrastados por nuestros biólogos y especialistas: El pantano de Flix está enfermo. Después de más de un siglo de vertidos químicos, el agua está hoy extremadamente contaminada. Como bien sabrán hace tres años se realizó un estudio denominado “la docena sucia”, una lista de doce sustancias que, según el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes Orgánicos Persistentes, se debían eliminar cuanto antes. Estos agentes invasores se dividen en tres grupos principales: Contaminantes radioactivos. Los metales pesados; como el cobre, níquel, mercurio, zinc, cromo, cadmio y arsénico y finalmente los compuestos organoclorados. Los altos contenidos de residuos tóxicos, unas 300.000 toneladas de vertidos hasta hoy, han alterado la biología de la fauna subacuática e insectívora. (Tras una leve indicación se suavizó la intensidad de la luz, a continuación, el auditorio pudo contemplar la primera diapositiva). —La imagen muestra una aguda mutación en mosquitos, libélulas y ranas. Se han adaptado y están sobreviviendo en un entorno hostil. Todavía no conocemos las consecuencias a corto o medio plazo sobre lo que podría

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provocar la picadura de uno de estos mosquitos, pero las analíticas no presagian nada bueno. Aún no podemos determinar el alcance, el daño que se ha causado en la población acuífera y en la interrupción de la cadena alimenticia. A pesar de ello, desde este momento comunicamos de forma oficial, que ya se han implementado los nuevos dispositivos de alerta y erradicación de plagas. Un equipo cualificado de aplicadores fitosanitarios se dirige hasta el pantano para fumigar todo su perímetro, después, a nosotros nos tocará inventariar y determinar la gravedad de los hechos y sus consecuencias. Caballeros, durante años, se han vertido en el lago toda clase de sustancias procedentes de la industria de la zona, será necesario visitar las fábricas e inspeccionar sus sistemas de evacuación de residuos. Esto nos llevará algo de tiempo y podría representar un conflicto de intereses dado que la mayoría de los trabajadores de esas poblaciones no tienen otro medio de subsistencia. Sin embargo, si no lo hacemos, nos exponemos a la que podría ser la peor contaminación del agua que podemos recordar. Como decíamos, todavía no es posible calcular su repercusión económica y para la salud que a corto plazo puede provocar la filtración de estas sustancias en las capas freáticas. Pero de lo que no hay duda es que ya roza la tragedia y nosotros somos los únicos que podemos evitarlo. Necesitamos una mayor implicación de los estamentos científicos y ecológicos para crear una comisión que traslade el resultado de este estudio al gobierno, al departamento de agricultura y medioambiente o a cualquier organismo con capacidad de decisión que pueda escucharnos. Desde los orígenes del hombre, el agua ha sido fuente de vida. Pues bien señores, en nuestras manos está que continúe siéndolo.

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Como dijo el poeta británico Wystan H. Auden: "Miles de personas han sobrevivido sin amor; ninguna sin agua". El auditorio rompió en aplausos y la sala recuperó su iluminación original. Mientras el presidente agradecía la claridad de la exposición, el profesor recogía el bosquejo de su discurso. De manera distraída, como era habitual en él, lo dobló y lo guardó en el bolsillo de su desgastada americana, después pudo sentarse a limpiar sus gafas. El simposio continuaría otras tres horas más, y mientras tanto el equipo de fitosanitarios no podía localizar al oficial de primera Jaime Guash. El jefe del grupo se comunicó con la central para pedir un equipo de rastreo: —No, no responde al celular, la última vez que lo hemos visto realizaba una segunda ronda de fumigación… —Sí, en la orilla sur del lago. No, no recibimos ninguna señal acústica del PASS (Sistema de seguridad que se activa cuando alguien queda atrapado o detenido más de treinta segundos) —No, los perros tampoco han encontrado su rastro, sencillamente ha desaparecido.

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II

Domingo por la tarde

El comisario Balsera llamó al timbre de la familia Conti, le acompañaba su ayudante, el oficial Paulino. Menudas bromas gastaban en comisaría con su acento mexicano y la casi coincidencia de su nombre con la popular cantante —¡Hey Pauli, cántanos el sexy dance! —El comisario, en un intento de reafirmar su auto estima, le llamaba por su apellido Rogerson [Roger]. —¿Cuándo fue la última vez que vieron a Martina? —Francesca sujetaba la mano de su esposo Leandro, en la otra llevaba un pañuelo con el que se secaba constantemente las lágrimas. La denuncia de su desaparición había llegado a las dependencias policiales ese mismo lunes: “joven de diecisiete años, Martina Conti, pelo rubio, algo rizado, ojos azul oscuro. En el momento de su desaparición vestía pantalón tejano, blusa de pequeñas flores verdes, chaqueta de nobuk envejecido y botas de suela gruesa. Llevaba también una pulsera de oro y teléfono móvil. —Lo lamento, pero todavía no hemos encontrado nada —El comisario volvió a dar un sorbo a su taza de café: —¿Tiene amigos? ¿Hay algún

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chico? ¿Se había ausentado antes tanto tiempo? ¿Qué tal le va en la escuela? Leandro le miró severamente: —Mi hija no es de esa clase de chicas que se “ausentan”, por supuesto que tiene amigos, es una persona muy querida en el pueblo y una buena estudiante…, no sé que pretende, pero parece que no está siendo de mucha ayuda ¿no le parece? La señora Conti volvió a mojar con sus lágrimas las galletas de mantequilla. El comisario era consciente de la crispación que provocaban sus preguntas:

—Disculpe mi torpeza, comprendo que no están

pasando por un buen momento, nosotros hacemos todo lo que podemos… ¿sería posible dar un vistazo a su habitación? Leandro accedió de mala gana: —De acuerdo, pero preferiríamos que no tocaran nada. —Tiene mi palabra. —¡Roger!, suba conmigo.

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III

Lunes al mediodía

El pueblo de Flix, con una superficie de apenas cien kilómetros cuadrados podía recorrerse fácilmente en una bicicleta, ya eran casi la una del mediodía y Sergi volvía del colegio. De vez en cuando desobedecía la instrucción de sus padres sobre regresar a casa sin detenerse. ¿Qué tenía de emocionante apegarse siempre a la misma rutina? Hoy volvería a dar un rodeo cruzando por el bosque, para él era como una refrescante sensación de libertad. Pedaleaba sin cansarse, él controlaba bien la curvatura del camino y el ramaje del arbolado le era familiar, pero no vio aquella piedra entre la hojarasca. Su rueda delantera se dobló como un cuatro y calló rodando por un talud de musgo y barro. Si Hitchcock era el maestro del suspense, Sergi era el maestro del suspenso, a pesar de ello le compraron aquella bicicleta, pero ahora estaba destrozada. El golpe con la piedra en el bosque, ¿qué excusa inventaría ahora? No podía decir que había estado allí, porque lo tenía prohibido, su madre le había insistido hasta la saciedad: ¡ven siempre directamente a casa!, pero él necesitaba vivir la aventura de cruzar el bosque. Sergi se preguntaba cómo podría explicarle a su madre lo de la bicicleta, cuando algo atrajo su atención, era una manta de cuadros tendida en el suelo bajo un árbol y sobre ella una chaqueta de nobuk. Hurgó en los

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bolsillos y encontró unos envoltorios de chicles y un smartphone sin batería. Guardó el teléfono en su mochila y empujó la bicicleta hasta casa. Quizá la historia del teléfono abandonado podría desviar la atención sobre lo de la bicicleta y eludir un castigo.

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IV

Hace algún tiempo llegó un hombre al pueblo, vino andando con una mochila como único equipaje, le llamaban “el inglés”, en realidad era de Irlanda. No tenía trabajo ni ocupación, simplemente tomaba el sol, paseaba y daba de comer a las palomas. En poco tiempo, el inglés se había mimetizado con el entorno, rebuscando, no se sabe muy bien el qué, en los contenedores de basuras. Alguna vez había agitado su taza en la puerta del supermercado pidiendo limosna. Nadie se había preguntado nunca dónde o cómo vivía, pero esa fría mañana de noviembre, mientras empujaba su carro de la compra repleto de desperdicios, se cruzó con el inspector Balsera. Se detuvo delante de él y señalándole la nariz con el dedo: —Aquí están pasando cosas, y usted no está haciendo nada para evitarlo. —Su fétido aliento empapado en alcohol, no era menos desagradable que la oscura intención de sus observaciones, después se alejó hacia el aparcamiento, tambaleándose. El inspector miró su reloj de pulsera y luego entraron en un restaurant de menús baratos. —¿Tienes hambre?

—Preguntó a Roger.

La camarera parecía simpática, pidieron dos platos combinados y algo de postre con nata. Era la hora de las noticias, después de un puñado de anuncios emitieron el resumen del día; crisis internacionales, protestas, desacuerdos, corrupción política, lo de siempre, y luego las noticias locales:

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Tierras del Ebro “Algo extraño está sucediendo en el pequeño pueblo de Flix. Dos jóvenes se encuentran en paradero desconocido desde hace 9 días y algunos afirman que una inquietante criatura se mueve entre las aguas del pantano. Las autoridades locales no han podido determinar el origen de las desapariciones. Un portavoz de la central de policía de Tarragona ha declarado que los rumores sobre criaturas fantásticas no solo son infundados sino que deberían evitarse porque están creando un innecesario clima de crispación social entre la población. La mayoría de sus habitantes son operarios de las industrias próximas a Flix y creen que estos rumores han sido filtrados por un grupo ecologista que afirma que el agua está contaminada con vertidos tóxicos”… Después entrevistaron a un aficionado a la pesca que se quejaba de la precariedad y mala calidad de las capturas.

Balsera pagó la cuenta y se fue refunfuñando. Roger salió precipitadamente tras él sin tiempo para apurar su café. Se refugiaron en la comisaría durante toda la tarde. El comisario pegó dos fotografías a un flipchart que ocupaba la mitad de la pared de su despacho. Debajo de las fotografías había rotulado dos nombres: Bernat y Martina. Cuando estuvo solo cogió un vaso desechable del dispensador de agua y lo llenó de ginebra. Hacia las nueve Roger llamó a su puerta: —Jefe, tiene una visita. —La señora Carmen irrumpió en el despacho sin ser invitada, llevaba casi a rastras a su hijo, el joven Sergi y dejó sobre su mesa un teléfono móvil que afirmaba que pertenecía a Martina.

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V

Segunda semana

Registraron cada metro que rodeaba la manta de cuadros donde una vez estuvo sentada Martina, todavía podían recogerse muestras de sus cabellos, pero no había indicios claros de quién podía haber sido su acompañante. A escasos metros de allí, el agua del lago se mantenía en calma reflejando el verde oscuro del arbolado. Balsera miraba el remanso de agua con suspicacia. Fue en el noventa y seis cuando su hijo de diecisiete años decidió pasar unos días con sus amigos en Huesca. Durante el segundo día de acampada comenzaron a caer las primeras lluvias, poco después, las tormentas y los deshielos precipitaron un torrente acuoso que devoró una amplia extensión de terreno. La riada irrumpió con su devastadora furia arrastrando troncos, animales muertos y desolación. En lo que los científicos llamaron el cono de deyección se calculó una media de quinientos metros cúbicos de agua por segundo; como resultado, ciento ochenta y tres heridos y ochenta y siete muertos. Su hijo Dani se encontraba entre ellos. Dieciocho años después, lo ocurrido en Biescas era todavía hoy una herida sin cerrar.

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—Comisario, ¡jefe! —Rogerson intentaba que Balsera regresara del lugar al que le habían arrastrado sus recuerdos y la botella de su archivador. Como una reacción instintiva se giró hacia él con la mano sobre el arma que ocultaba bajo su brazo. De pronto comprendió dónde se encontraba. Roger y otros dos oficiales le estaban mirando expectantes. Algo confusos, aquellos dos individuos esperaban que cometiera un último error, uno más que bordara su cadena de fracasos. Un solo pretexto para excluirlo y retirarle la placa, Balsera llevaba tiempo haciendo equilibrios sobre la línea, sus métodos e insoportable carácter le había granjeado la antipatía de la mayoría del cuerpo. Aquellos dos, eran los de siempre, la gran pareja de baile de la policía científica. Uno de ellos se aproximó con desprecio al comisario: —Ya puede retirar a sus hombres, nosotros nos ocuparemos del caso. Acudieron al supuesto lugar de los hechos y acordonaron la zona. En seguida se hizo de noche. Mientras se alejaban del lago en un coche modelo berlina del dos mil cinco, el teniente Gámez aprovechó para ponerles al día: —Hemos revisado a fondo el teléfono: fotografías, mensajes de audio y de texto, correos, registro de llamadas. Nada. No hay nada que pueda orientarnos. —¿A quién corresponden la mayoría de las llamadas? —Preguntó Balsera —Se trata de un compañero del instituto, se llama Franc Ros —Muy bien, y ¿dónde vive? Llamarón al 112 de la calle Santa Eulalia, los padres de Franc dijeron que estaba en el garaje reparando su moto, pero allí no había nadie, ni el muchacho ni su moto.

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VI

Se había anunciado una jornada de puertas abiertas en el ayuntamiento para las once de la mañana, el tema del día tenía que ver con las desapariciones. Dos confirmadas y otras dos sin confirmar, estas últimas correspondían a un técnico en aplicaciones fitosanitarias y a un vagabundo conocido como “el inglés”. El alcalde, Guiu Bagés, tomó la palabra, todavía había muchas manos alzadas esperando su turno para preguntar. —Apreciados ciudadanos —tuvo que comenzar de nuevo, interrumpido por más de doscientas personas hablando todas a la vez. —Apreciados ciudadanos… por favor mantengan la calma y guarden silencio, intentaremos responder a todas sus preguntas. La corresponsal y columnista de La Vanguardia llevaba un buen rato con la mano alzada hasta que le indicaron que podía hablar: —¿Es cierto que todavía no tienen ninguna pista sobre las desapariciones? —La policía está realizando un gran esfuerzo conjunto para analizar las pruebas y esclarecer todo este asunto. Aún no disponemos de una versión oficial, llevará algún tiempo, no deseamos hacer conjeturas, más bien queremos atenernos a los hechos: Hay cuatro personas, cuatro ciudadanos de nuestro pueblo “supuestamente” desaparecidas, aunque esto último también está por determinar. —De nuevo se produjo un sonoro alboroto. Algunos se sentían ofendidos ante las dudas, esas personas no había

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regresado a sus hogares, y por lo tanto estaban desaparecidas, nadie las había vuelto a ver. —Comprendo cómo deben sentirse pero necesitamos mantener la calma, discutir entre nosotros no nos llevará a ningún lado. —¡¿Por qué no mueve el culo y organiza una jornada de búsqueda?!, Todos nosotros podemos colaborar, habría que peinar toda la zona y alrededores. No tiene nada más que pedirlo. —Aludió voz en cuello el panadero. Tenía motivos personales tras la desaparición de su propio hijo, Bernat. —De acuerdo, de acuerdo, si así os vais a sentir más tranquilos, nos reuniremos mañana a las nueve de la mañana en Ca Don Ventura. Cuando el comisario se enteró, lanzó de un puntapié la papelera fuera de su despacho: —¡Menudos inútiles, entrometidos, domingueros e idiotas! Con toda esa gente caminando de un lado para otro se perderán todas las pistas que estamos buscando. Balsera miró a través de su ventana, al otro lado de la calle se formaban grupos de gente que se detenían para organizar la búsqueda. Uno ofrecía su camioneta, otro sus perros, alguno sugirió ir armados con sus rifles de caza (por si acaso), era todo demasiado surrealista y la seguridad de la gente de Flix se le estaba yendo de las manos. —¡Roger!, nos vamos. Subieron al coche y continuaron la búsqueda del muchacho cuyas llamadas aparecían con tanta frecuencia en el móvil de Martina Conti.

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VII

La mayoría de los periódicos de la mañana habían cubierto la noticia de la búsqueda. Además, se publicaron las fotografías de Martina Conti y de Bernat que aparecían en el libro del instituto. El revuelo mediático había atraído a algunos curiosos hasta Flix. Entre ellos se encontraba Lucas Castell y su chica Sara Mas, dos frikis de los dibujos animados japoneses y licenciados en criptozoología. Aparcaron su autocaravana en el lado norte del lago, en un lugar discretamente apartado. Lucas había participado en algunos proyectos europeos, entre los que se encontraba el SHOAL de robótica subacuática para la British Maritime Technologies; unos peces de plástico provistos de cámaras y autopropulsados. En esta ocasión había montado una cámara de vídeo en el extremo de una sonda capaz de, a pesar de las partículas en suspensión que producían los sedimentos del lecho acuoso, registrar imágenes de cierta calidad. Durante la noche, cenaron y acordaron ajustar los monitores en posición de automático, al menor movimiento, recibirían un aviso parecido al sonar de un submarino. Pero no ocurrió nada. Al día siguiente, todo se mantenía en calma. La sonda registraba la actividad del lago cada dos minutos, eran grabaciones aburridas que luego había que revisar y volver a visionar. Ya serían casi las ocho, cuando la pantalla comenzó a emitir una oscilación, había detectado algo y estaba aproximándose: —¿Qué es eso?, parece grande… —Miraron hacia el lago, pero todo continuaba en calma. De pronto escucharon un revoloteo, los pájaros

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emprendía su vuelo en bandadas, era como si huyeran del bosque. Después se hizo el silencio, no se movía nada y entonces lo vieron, era como un enorme pez con patas y garras, una especie de Godzilla de más de cuatro metros, tenía ojos con membranas de reptil, una espina bífida con protuberancias; todo sucedió muy deprisa, abrió sus afilados dientes y se tragó la cámara. Los monitores quedaron a oscuras y perdieron la señal.

Lucas y Sara se habían retirado del panel de observación como si las pantallas de los monitores fuesen a estallar, no se movían, no se atrevían a hacer nada: —¿Lo has grabado? —Ha quedado todo registrado. ¿Quieres volver a verlo? Lo visionaron otra vez y decidieron salir de allí cuanto antes. Subieron a la autocaravana y ni siquiera se entretuvieron en recoger las sillas de camping.

Después de casi una hora de trayecto en silencio se detuvieron en un bar de carretera y tras terminar la tercera cerveza, colgaron las imágenes en YouTube, con el título: “Early, La criatura del pantano” en pocas horas el clip se convertía en algo viral con miles de visitas difundiéndose entre millones de usuarios. Lo de Early fue idea de Sara, porque el avistamiento se había producido muy temprano.

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VIII

El pueblo de Flix había dejado de ser un lugar tranquilo. En solo tres días se habían agotado todos los alojamientos y los más avispados ofrecían el alquiler de sus habitaciones particulares. Habían acudido domingueros de todas partes, policías, científicos, bomberos, periodistas, biólogos marítimos, miembros de Greenpeace, delegados de La Confederación Hidrográfica del Ebro, submarinistas y toda clase de pronosticadores de sucesos. La plaza mayor era un gran circo mediático y todo el mundo esperaba poder fotografiar la nueva versión del monstruo del lago Ness. La comisaría se había colapsado de llamadas, avisos y correos electrónicos, se cancelaron las clases en los colegios y prohibido a los niños salir solos de casa sin la compañía de sus padres. Los Mososs d’Escuadra detuvieron la autocaravana de Luis y Sara en la autopista AP-7 en dirección a Francia. Dieron positivo en alcoholemia y otras sustancias adictivas, inmovilizaron la autocaravana y fueron conducidos a la jefatura de policía de Gerona. Lucas se enfrentó a uno de los policías aduciendo abuso de autoridad y trato injusto, —Tengo el vehículo cargado con mi equipo de investigación, si lo abandona ahí, me van a desvalijar y cuesta una pequeña fortuna. —Lo lamentamos, pero usted no puede conducir en este estado.

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Se les acusaba de imprudencia temeraria, conducta peligrosa e incitar al pánico. Lucas y Sara pasarían varios días respondiendo preguntas. Guiu Bagés, el alcalde de Flix celebró una reunión extraordinaria con todos los concejales, con los maestros, con los empresarios más relevantes y el comisario Balsera. Debían emitir un comunicado oficial y tenían que redactar el texto menos comprometido, uno que no agrediera la reputación de su municipio. No iba a ser fácil, pero debían hacerlo.

Mientras tanto, Leandro Conti cargaba en su todo terreno el calibre 39 y varias cajas de municiones, su esposa no pudo disuadirlo en su determinación. Era una locura. Al llegar al embarcadero, soltaría las amarras de su barca de pesca y se adentraría en el lago para vengar la desaparición de su hija. Nada ni nadie le detendría.

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IX

Interrogatorio de Franc Ros

—Ya le he dicho todo lo que sabía. A penas hacía un mes que nos veíamos y fuimos a merendar al lago. Roger le puntualizó: —¿Quién ha hablado de meriendas? En el lugar donde encontramos la manta de cuadros no había restos de meriendas, ni envases, ni comida ni nada, solo la manta y la chaqueta de Martina. ¿Por qué nos estás mintiendo? —De acuerdo…estábamos fumando, ¡¿vale?! —¿Marihuana? —Sí la cultivo detrás del cobertizo de mi padre. Oiga, no hemos hecho daño a nadie… —Está bien, ¿qué ocurrió? —Ya se lo he explicado una docena de veces: Martina se quitó las botas y metió los pies en el agua, debía estar helada. Era como una broma, un juego. Ella me dijo que yo era un miedica y que no me atrevería a acompañarla. Cuando por fin me decidí y comencé a desatarme las bambas, apareció esa cosa en el agua. No había visto nada igual. La arrastró y desapareció.

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—¿Por qué no acudiste a la policía? —Tuve miedo, ¡Qué quieren que les diga!, su padre me la tiene jurada. El inspector Balsera entró en la sala de interrogatorios con una taza de café y una carpeta con papeles y fotografías. —Gracias Roger, déjanos solos. Cuando ya hubo salido, tiró el portafolio sobre la mesa: —Hurtos, tenencia ilícita de drogas, reiteradamente expulsado del instituto, hijo único, que vive con su papá, quien costea todos sus caprichos, como este Smartphone de última generación, o ¿también lo has robado? —Ese teléfono no es mío, es de Martina. —Muy bien, muchacho, como yo lo veo: discutiste con Martina y se te fue la mano. ¿Qué hiciste? ¿La ahogaste? Estoy cansado de que nos mientas. Vas a comenzar a ser sincero ahora mismo. —Balsera dio un fuerte golpe sobre la mesa. —Estas agotando mi paciencia, hijo. Como no me expliques exactamente lo que sucedió, te vas a pudrir en la penitenciaría de Brians. En ese momento, uno de los oficiales pidió permiso para entrar. Habían encontrado un cuerpo flotando en el agua, una chica, rubia. Balsera tenía que acudir al depósito de cadáveres.

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X

La autopsia del cadáver daría mucho trabajo al forense debido a su avanzado estado de descomposición, pero no se trataba de Martina. El ADN correspondía a una prostituta de los países del este, una joven que ejercía en la carretera y que se alojaba en el pueblo vecino. Sus compañeras del Black Cat reconocieron la pulsera, un pendiente y la blusa de satén carmesí. El teléfono del Comisario vibró en su bolsillo. La llamada procedía de la secretaria de Enric Borrás, propietario de ACROST CHEMICAL una de las industrias más prestigiosas de la zona. —Esta tarde; si le va bien. —Sí a las ocho es buena hora. —Muy bien, allí estaré El despacho del señor Borrás estaba decorado en madera oscura, bambú y estilo minimalista. Su librería se hallaba bien nutrida por varias colecciones del Reader’s Digest encuadernadas en piel y algún trofeo de golf. —¿Desde cuándo recibe estos mensajes?, Preguntó Balsera. —Hace aproximadamente un mes. —Respondió Borrás. El contenido de las cartas, estaba repleto de dibujos y palabras recortadas de periódicos y revistas, las frases conformaban un texto amenazante de odio y vejación.

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—¿Quién más conoce el contenido de estos mensajes? —Solo Germán, mi guardaespaldas y el subdirector de la compañía. —¿Y su esposa? —¡No!, mi esposa no debe enterarse. Lea este otro. —Borrás guardaba el último mensaje que había recibido en el bolsillo de su americana. Balsera sostuvo el papel entre sus manos y leyó en voz alta: “Tu retoño pagará por ti. Lo que hiciste no se ha olvidado” —Señor Borrás, ¿tiene usted enemigos? —¿Quién no los tiene? ¿Creé usted que podemos obligar a los demás a que nos quieran? —Es cierto, no podemos, pero Roger, mi ayudante, le ayudará a completar una lista de personas que usted considera que le odian o podrían estar interesadas en perjudicarle. Además necesito una lista de todos sus empleados de los últimos diez años hasta hoy. Nombres, datos personales, qué puesto ocupaban, motivo de su cese si ya no trabajan en su fábrica, lo necesito en media hora, así es que llame a su director administrativo y facilite las fichas a mi ayudante. Balsera guardó las notas amenazantes en una bolsa aséptica para posterior estudio en el laboratorio.

Leandro Conti estaba sentado sobre su barcaza en medio del lago, ya no le quedaban ni whisky ni lágrimas, pero sí disponía de ciento cincuenta balas del calibre 39 y mucha, mucha tenacidad y constancia.

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Unos gansos emprendieron precipitadamente el vuelo, sus sombras y graznidos se proyectaban en el agua como pinceladas grises sobre un lienzo aceitoso de linaza. Estaba absorto en su determinación cuando un golpe por babor, le obligó a mostrarse alerta. Quitó el seguro de su rifle y se preparó, de nuevo un golpe zarandeó la embarcación. Leandro quiso poner en marcha el motor MAN de la embarcación, pero el dispositivo “hombre al agua” lo había desconectado.

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XI

El flipchart en la pared de la comisaría contenía varios de los mensajes de Borrás, algunas fotografías, frases recogidas de los SMS del teléfono de Martina y toda suerte de detalles y fragmentos de una investigación muy compleja y agotadora. El pueblo se hallaba sumido en el caos: manifestaciones de ecologistas, domingueros, periodistas… la comida ya escaseaba en los supermercados, y la radio local entrevistaba al alcalde del pueblo, que leyó su comunicado oficial. Prácticamente todos escucharon la entrevista, pero mientras algunos creían firmemente que un ser espantoso habitaba las aguas del pantano, otros más suspicaces desconfiaban. Roger se dirigió al comisario: —Mire, jefe. En el 2010 hubo un ERE de veinte despidos. Esta es la lista.

Balsera consultó la web de una

hemeroteca. En 2011 hubo varios altercados a consecuencia de algunos desahucios, un nombre de la lista aparecía en el periódico. Roger comenzó por este y le llamó por teléfono, como era de esperar, no respondió nadie. —Roger, vamos a dar un paseo, y tráete la ficha del auxiliar de laboratorio Joan Pauner. Quizá le hagamos una visita. Roger cogió la carpeta con los datos y siguió a Balsera hasta el aparcamiento, cada vez que el comisario tenía una corazonada, bueno cada vez que eso sucedía, podía ocurrir cualquier cosa.

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Condujeron en silencio por la calle mayor y pronto alcanzaron la carretera C-12 que comunica Flix con Mayals. Un buen rato después: —Gire aquí Roger. —¿Está seguro?, esto es un camino de cabras. —Haga lo que le digo y deje de cuestionarme. Se adentraron por un camino serpenteante jalonado por mazorcas de maíz, secas y crujientes, que terminaba a las puertas de una masía con granero. Las gallinas picoteaban la paja sin inmutarse con la visita de los recién llegados. Balsera se asomó por la ventana. Desde el interior de la casa se podía oír la octava sinfonía de Dvorak. No había timbre y llamó con los nudillos. En la parte de atrás de la casa había un pequeño embarcadero de madera agrietada. Y un garaje para tractores. Balsera le hizo un gesto a Roger para que se apartara de la puerta y empuñando su arma abrió despacio. Después de asegurarse bien, le indicó a Roger que ya podía acompañarle. La luz del sol se filtraba a través de las gruesas cortinas de saco produciendo el efecto de una fotografía en sepia. A un lado había un banco de trabajo sucio y manchado de azufre sobre el que descansaba un aceitoso cigüeñal. Entre la penumbra, más al fondo, yacía un Gordini oxidado, que aún conservaba sus grandes faros redondos y extenuados. —¿Qué es eso? —Preguntó Roger señalando a una figura voluminosa que colgaba del techo. Balsera retiró la lona grasienta que lo cubría y esbozó una sonrisa. —Aquí tienes a tu monstruo del Lago Ness. Roger se había quedado atónito.

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—¿Cómo lo sabía? —Los chicos del laboratorio me dieron el resultado de las pruebas. Uno de los mensajes conservaba trazas de aceite para motores y azufre. Pauner es conocido en el pueblo por sus habilidades mecánicas. Del techo colgaba un monstruo de silicona de color verde con garras y fauces horripilantes. Una maqueta construida con goma endurecida inyectada sobre moldes y pintura resistente al agua. Un auténtico Alien al que Roger fotografió con su teléfono móvil. Mientras regresaban, Roger quiso saber algo más: —Entonces, si el monstruo no existe, ¿dónde están las personas desaparecidas?

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XII —¿Señor Borrás?, —Tiene una visita. —Es el inspector Balsera, sí señor, el comisario. —¿Quiere que le haga pasar?..., sí, muy bien…en la sala principal. —Balsera y Roger esperaban en la sala de reuniones mientras acudía el propietario de ACROST CHEMICAL. Enric Borrás no tardó en acudir: —Siéntense señores. (Después del protocolo de hospitalidad) —Ustedes dirán. —Disculpe que no hayamos concertado una cita, solo queríamos hacerle un par de preguntas. Usted tiene un hijo de diecinueve años, Toni Borrás, ¿no es cierto? —Sí. —El empresario estaba algo confuso, ¿Qué tenía que ver su hijo en toda esta historia? —¿Sabe usted dónde está su hijo, ahora? —Sí, está en Londres, de turismo, ya sabe, quería visitar algunas galerías de arte e ir de compras… —¿Ha ido solo? —No, ha ido con unos amigos, compañeros de estudios de la universidad. —Hemos hablado con todos sus amigos de la universidad y están en Barcelona, nadie había previsto viajar a Londres. —Enric Borrás estaba sorprendido. —¿Qué está estudiando su hijo Toni?

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—Quiere ser productor de cine. Ganó un premio en el último festival de Sitges al corto con mejores efectos especiales en categoría ficción fantástico. —¿Efectos como un monstruo articulado de goma endurecida y resistente al agua? —¿A dónde quiere ir a llegar con todo esto, comisario? —No se impaciente Sr. Borrás, ya casi hemos terminado. —Después, dirigiéndose a su ayudante: —Muéstraselo Roger. El oficial Roger buscó en su Smartphone la galería de imágenes, era uno de esos teléfonos de última generación con los que podías pasar las fotografías con solo deslizar el dedo sobre la pantalla. —Sr. Borrás, es usted muy afortunado, es la primera persona de Flix en ver al “monstruo”, sin duda su hijo Toni tiene grandes dotes artísticas. Ahora bien: ¿qué relación tiene su hijo con Joan Pauner? —¿Con quién?, perdone pero no le sigo, no sé de qué me está hablando. —Roger, por favor. —El oficial Paulino Rogerson le acercó el dossier de un antiguo empleado. —Joan Pauner Castellví, 48 años. Licenciado en químicas por la Universidad de Barcelona, técnico de procesos. Usted lo despidió hace diez años, tenía un hijo enfermo, no pudieron llegar a tiempo porque no disponían de ahorros para pagar la medicina privada. El dinero se acabó y fueron desahuciados, ocuparon una masía abandonada que nadie reclamó. Nosotros hemos estado allí. Digamos que tiene un refinado gusto musical; encontramos esta fotografía.

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—Balsera la dejó sobre la mesa, dónde pudiera verla detenidamente. En la imagen había tres adultos y un niño de unos tres años, Pauner rodeaba con su brazo a Toni Borrás y a la chica. —El empresario había enmudecido. —Sr. Borrás, ¿tiene usted propiedades en Flix? —¿Qué tipo de propiedades? —Casas grandes, con sótanos, garajes, u otros espacios al que no haya acudido recientemente. —He invertido en un negocio inmobiliario, compré algunos apartamentos en las subastas. —¿Esos inmuebles procedían de los desahucios? —Solo sé que estaban a la venta —Borrás se sentía muy incómodo con el giro que había tomado la conversación. —Discúlpeme, ¿no tiene ninguna propiedad abandonada? —Lo único que poseo sin que se esté usando en estos momentos, es la planta de almacenado de residuos orgánicos policlorobifenilo. Ya no almacenamos nada, hace años que nadie va por allí, se encuentra en uno de los sótanos de la fábrica.

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XIII

El comisario pidió refuerzos desde la radio de su vehículo, después con un plano y la autorización del empresario se aventuró a entrar en lo más recóndito de la fábrica. El montacargas, se detuvo en el Level -3. La luz era muy tenue y tardaron algo de tiempo en adaptar la vista, los laberínticos pasillos recordaban a un refugio antiaéreo. —¿Qué estamos buscando, jefe? —Es sencillo Roger, si no existe el monstruo, los desaparecidos tienen que estar en algún lugar. —¿Y usted cree que puedan estar aquí? Sucedió muy rápido, les estaban esperando. El golpe en la cabeza dejó a Balsera inconsciente en el suelo, el oficial Paulino, ni siquiera pudo desenfundar. Es posible que pasaran varias horas, eso es algo que no recordarían, pero lo que no podrían olvidar era aquel olor nauseabundo a corrompido. Juan Pauner les dio su bienvenida especial arrojándoles un cubo de agua sobre sus rostros tumefactos por los golpes.

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—Todo iba bien hasta que metieron las narices donde no les llamaban, no podían simplemente haber hecho como todo el mundo e ir a fotografiarse con el monstruo, tenían que continuar indagando… —El monstruo es una farsa y sea lo que sea que haya pensado hacer, no se saldrá con la suya. —Pauner golpeó con una barra de hierro el pecho del comisario y este se tambaleó colgando de la cuerda en la que estaba maniatado. No estaban solos, al otro lado del almacén estaban dos muchachos y otros dos hombres, encadenados a la pared. La chica, sí, recordó la fotografía, se trataba de Martina. Sobre sus cabezas se cerró una puerta y alguien descendió por las herrumbrosas escaleras de hierro que conducían hasta ellos, era un chico de pelo lacio, casi rubio y con ropa cara. Se detuvo delante del comisario, su mirada era una mezcla de arrogancia, miedo y desesperación. —Espero que puedan disculpar los rudimentarios métodos de mi compañero. Seguramente se preguntarán qué hacemos aquí, y la respuesta es ganar mucho dinero. —Eres Toni, el hijo de Borrás, el cree que estás en Londres, ¿Vais a pedir un rescate a tu padre? —¿Mi padre? ¿Qué sabes tú de mi padre? Es un ser despreciable y podrido de dinero. No tiene afecto a nadie excepto a sí mismo. —Espero que sepas lo que estás haciendo, todavía no es tarde, si nos liberas ahora, podemos declarar en tu favor que sufrías un estado de enajenación mental. Como mucho te caerían dos años, y con buen comportamiento podrías salir antes.

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—¡¿Creé que soy estúpido?! Guárdate toda esa basura para ti. Te voy a contar algo que muy pocas personas saben. La hermana de Pauner era mi chica, tuvimos un niño, nació enfermo y mi padre los desahució, el niño murió en la camilla de un hospital esperando que alguien pudiera atenderle, aún no había cumplido los cuatro años. Mi padre hizo un par de llamadas para que mi hijo no tuviera ninguna oportunidad, así es que ahora, si quiere volver a verles con vida, tendrá que pagar el peaje. —¿Qué tienen que ver estas personas con tu padre? —¿Todavía no lo ha descubierto?, está usted oxidándose, comisario. Martina es la hija de su primer matrimonio, mi hermanastra. Y el chico es su sobrino, mi primo, el otro es un vagabundo que se había acercado demasiado y el que está a su lado un estúpido aplicador de plaguicidas. —Así es que tú eras quien escribías los mensajes. —Hace demasiadas preguntas, comisario. —Lo sé, tengo este defecto. Pauner volvió a golpearle con su barra de hierro.

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XIV

En la comisaría de Tarragona se había celebrado una reunión de emergencia. Minutos después, cuatro vehículos de policía además de un furgón blindado abandonaban la plaza de Orleans. La última indicación del GPS de Balsera se detenía en ACROST CHEMICAL, la antigua fábrica de compuestos químicos. Llegarían en menos de veinte minutos. Pauner y el hijo de Borrás lo tenían todo previsto. Mientras la mayor parte del pueblo y alrededores buscaban a “Early, el monstruo del pantano”, una buena comitiva de la policía perdería su tiempo buscando a Balsera y al resto de supuestos desaparecidos en los sótanos de la fábrica. Después de diez años de calcular y cuidar hasta el último detalle, parecía que el plan estaba cumpliendo con el horario, en media hora entrarían en la base de datos de Enric Borrás y descargarían todas las claves de acceso de sus cuentas en Suiza. Minutos después emprenderían vuelo hasta Venezuela, refugio y paraíso de ex convictos y desde allí se mimetizarían con los lugareños. Cuando los Mossos rescataron por fin a Balsera, ya había pasado más de una hora. Toni Borrás llevaba tiempo pirateando el portátil de su padre hasta descubrir los passwords secretos de sus cuentas. Sería tan sencillo como pasar la compra por un lector de código de barras. El señor Borrás

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estaba ausente, había reservado una habitación de hotel en Praga, donde ya le esperaba su secretaria. La policía controló carreteras, servicios de trenes y las salidas desde los principales aeropuertos. No había ni rastro de Pauner y su socio. Y mientras Enric Borras se regodeaba con su secretaria en el jacuzzi tomando cava a seiscientos euros la botella. Dos individuos en viaje de negocios sobrevolaban el azul Atlántico de camino a sus sueños.

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XV

Flix, un año después

Hoy era el día del sorteo durante la fiesta de la calabaza. Bernat llevaba toda la tarde merodeando el descapotable rojo repleto de botellines de whisky. Ya había entregado su papeleta con el número 15.891. La cifra parecía una barbaridad, o al menos eso es lo que opinaba su buen amigo Eduard Palli. El escrutinio se anunció por la megafonía a bombo y platillo, el momento que todos esperaban, por fin había llegado. Atrás había quedado la pesadilla del año anterior, con la búsqueda de un monstruo en las aguas del pantano. En cualquier caso, el pueblo había sido noticia y como resultado, esta había sido una de las ferias con mayor afluencia de los últimos años. —¡Damas y caballeros!, debo anunciarles de que después de un exhaustivo recuento, ya tenemos un ganador, este año sí. La cantidad exacta del número

de

botellines

es

de…—El

alcalde

realizó

una

pausa

deliberadamente larga para causar más expectación…—el número acertado es el…15.891 y el propietario de la papeleta es el joven Bernat, el hijo del panadero.

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Martina Conti le abrazó felicitándole, después de pasar tantas horas en los sótanos de la fábrica, parecía que algo había crecido entre ellos. Flix era un aburrido pueblo en el que nunca pasaba nada, pero ahora, al lado de Martina y conduciendo su flamante descapotable rojo, Bernat comprendía mejor lo que le había confesado su buen amigo Palli: “Lo mejor era disfrutar de esta maravillosa tranquilidad”.

by Manuel Julián

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En el año 2008 se invirtieron 162 millones de euros para descontaminar el pantano de Flix. La primera fase del proyecto consistía en levantar un muro de planchas de acero que se clavarían en el fondo del agua para cercar los residuos y evitar su dispersión. Después se instalaría una enorme cinta transportadora para trasladar los residuos hasta una planta donde serían descontaminados para su transporte. Después de más de treinta meses de extracción de lodos, se consiguieron evacuar más de 300.000 toneladas de residuos tóxicos, a pesar de ello, el vertido de sosa cáustica proveniente de las industrias, por más de cien años ya habían causado daños irreparables.

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PERSONAJES

Bernat Jaime Guash Martina Conti “El inglés” Isaac Guardiet Joan Pauner Toni Borrás Enric Borrás Balsera Paulino Rogerson Teniente Gámez Sergi Franc Ros Guiu Bagés Lucas Castell Sara Mas Leandro Conti

Hijo del panadero. Aplicador fitosanitario. Estudiante. Vagabundo. Científico y orador. Auxiliar de laboratorio Hijo del empresario Empresario Comisario de policía Oficial Policía científica Niño de la bicicleta Amigo de Martina Alcalde de Flix 1er Friki 2º Friki Padrastro de Martina

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“Early” narración nº16 de la colección de relatos breves:“Frases que hacen nidos” Ediciones DéDALO, Barcelona. ISBN: 978-84-944102-1-5 www.tiendamediatica.com agmediatica@gmail.com

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