Pedro virgili y el hospital real de cádiz

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MFninNA ^HlSIORlA REVISTA DE ESTUDIOS HISTÓRICO INFORMATIVOS DE LA MEDICINA Director: Dr. Manuel Carreras Roca Secretaria de Redacción Centro de Documentación de Historia de la Medicina de J. URIACH & Cía. S. A. Barcelona, diciembre de 1976

ANTONIO OROZCO ACUAVIVA

PEDRO VIRGILI YELHOSPIJALREAL DE CÁDIZ

ENELBICENTENARIO DE LA MUERTE DEL FUNDADOR DEL REAL COLEGIO DE CIRUGÍA DE CÁDIZ

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PEDRO VIRGIL1 YELHOSPIJALREAL DE CÁDIZ ENELB1CENTENARIO DE LA MUERTE DEL FUNDADOR DEL REAL COLEGIO DE CIRUGÍA DE CÁDIZ

Antigua puerta de enírada de ía Ermita del Santo Ángel de ía Guarda, deí Hospital Real de Cádiz. 8

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1 Fachada actual de la Iglesia Castrense. (Antigua Iglesia del Hospital Real)

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El día 6 de septiembre pasado se han cumplido dos siglos de la muerte de un hombre ilustre de la Medicina española: el catalán Pedro Virgili. Cádiz en la institución de su Facultad de Medicina, heredera del Real Colegio de Cirujanos de la Armada, le ha elevado un recuerdo póstumo; un acto de rememoración y de nostalgia, pero también de objetividad histórica, porque cuando el tiempo en su transcurso ha contemplado tantos cambios e innovaciones en estos dos siglos que nos separan de Pedro Virgili, entonces, hoy, sin dejar de ser un recuerdo piadoso, la conmemoración pierde en apesadumbramiento lo que gana tn valor histórico, en lección de los tiempos. El enaltecimiento deja paso a la objetividad y el panegirista se transforma en historiador que pretende condensar de una vida la quintaesencia de su lección magistral: la lección que un hombre del siglo xvm puede darle a los hombres del siglo xx. Este hombre del siglo de las luces pisó por primera vez la ciudad de Cádiz en 1728. Cádiz era entonces una ciudad barroca, pujante de riqueza y de liberalidad cultural. No en balde fray Gerónimo de la Concepción acababa de bautizarle como «Cádiz Ilustrada»'. Hacía

ermita del Santo Ángel de la Guarda, del cániposanto de la epidemia de 1648. Las obras las inició el Veedor General don Lorenzo Andrés García, sucediéndole a su muerte el capitán Alonso Gil y posteriormente el Veedor General don Gabriel Andrés de Carvajal, que terminó las plantas bajas (1680) y fue muy criticado por haber mandado poner su escudo de armas en la puerta del Hospital4. Los cuartos altos de la Enfermería será obra del Veedor General don Jaime Alemán5, El Hospital de la Armada del Mar Océano estuvo inicialmente al cargo de la Orden de San Juan de Dios, concretamente de fray Pedro Fernández Serrano, en 16746, mientras se acababan las obras con la ayuda de la ciudad que le concede mayores espacios7 así como se le anexiona la antigua ermita, como Capilla del Hospital, siendo Carvajal quien trae de Nápoles las efigies del Santo Ángel y de la Magdalena'. Cuando se crea el destino de Cirujano Mayor de la Armada, del Hospital de Cádiz, se le otorga (1708) a fray Ambrosio de Guiveville9, a quien sustituye, sucesivamente, el Protomédico don José Faraudo 10 y el Protomédico de Galei.¡s don Casimiro García, hombre interesante"; pero quien ocupa definitivamente el empleo de Cirujano Mayor de la

escasamente diez años, en 1717, que Cádiz había estrenado Casa de Contratación, Consulado y Universidad de Cargadores para las L S i í ^ K 0 "' " Con"pció": £""*>rl° "" °""- CMil """"" Indias, Compañía de Caballeros Guardias Mal^'Z^ñ^J'c^ ?£ic?."i " 0R'my- Aula MiUlar"' Cul" riñas y el Observatorio astronómico en el cas'¿SStéS^iJgttft STíuSZ.Awt " P"- UMs"° " tioll de la villa2. Todo gracias a la gestión del ! i% £ & £ ? £ SSSS^'T ^"t %,cidh dd ' marzo1!"gaditano Almirante Andrés de Pes, al que Adol\.V£t£&g¿^¡^ÍZ¿!^%£ %s^'"Si,d;.^l fo de Castro dedicó un recuerdo biográfico3. L S^éSST&X"^"»!' '"""" Esp"""°- ""' m"ónco En esta ciudad existía un Hospital del Rey u ', !^L"oY'ci£á¡?7ctti'ó'.'u cw™ Hospital,,™ « s™ i,™ di moS Hospital Real de la Armada, que se había creaí" $«&"&*: CS™ ,f / ¿ " S , "a¡^°¿ cSZjf^cm?' &i¿& do por iniciativa de fray Pedro de Magallanes ^ / [ " o í ^ S v i " " ' ^ ' ^ »™°to muona de u, .«.*•,™ catana. en 1668, erigiéndose en lugar contiguo a la £»£» <* '" R«" ta""™ia <"»ff«"d™»ci™«" <" Cád"- «• '• ""• 9


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PEDRO VIRGIL1 YELHOSPIJALREAL DE CÁDIZ ENELBICENTENARIO

DE LA MUERTE DEL FUNDADOR DEL REAL COLEGIO DE CIRUGÍA DE CÁDIZ

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Plano del Hospital Real de Cádiz, por el Marqués de Verbom, 1724. (Servicio Geográfico del Ejército Cartoteca Histórica.)

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Plano del Hospital de Marina de Cádiz, a fines del XVIII. (De Salvador Clavija: La trayectoria hospitalaria de la Armada Española.)

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Armada, al cesar fray Pedro Fernández, es don Juan Lacomba, el 21 de febrero de 1718, que se encontraba en perfecta inteligencia con el espíritu reformista de Patino12. En 1720 obtiene la facultad de dirigir y destinar cirujanos para los bajeles sin intervención del Protomédico, y en 1724 que existiesen cirujanos primeros y segundos en proporción a los baje-

enfermado muchos de los Cirujanos y Platicantes del hospital11. De este primitivo hospital se muestran estos planos inéditos, fechados en 1724, uno por el marqués de Verboom'4 y el otro con las plantas del primer y segundo suelo, por «Ingenieros ,

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B«nito Martín Carranza: La Sanidad de nuestra Marina de Guerra desde los tiempos más remotos hasta fines det J í * XVW. Don luán lacomba,

Don Pedro Virsrili y el Deparlamento Marítimo de Cádiz. Medicina t Hls-

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VI Escudos que orlan la puerta de entrada del Hospital Real de Cádiz.

militares», en donde se aprecia la estructura de la capilla del Santo Ángel, la iglesia con sus dependencias, el despacho de altas y bajas, y las cuatro salas bajas de S. Juan, 5. Miguel, la Encarnación y de la Cruz. Hay un cuarto de unturas, los cuartos del Mayordomo, de un capellán y de sirvientes, un cuarto para oficiales enfermos, el «Quarto de la Intervención y varios de almacén, vastimientos y para caxas de medicinas». Anexo se encuentra la despensa, cocina, cuarto de los cocineros, horno, cochera, botica, laboratorio de la botica y lavadero. En el segundo piso las cuatro salas de la ' Soledad, la Concepción, y altas de la Encarnación y de la Cruz, la casa del Administrador, cuarto de un capellán, cuarto de Guardias Mariñas y cuarto de Ginoveses. Ropería, un salón de almacén y los cuartos de Unciones, del Practicante Mayor y de Oficiales. En la huerta, la noria, la carbonera y unas casitas. Éste era el hospital que encontró Virgili cuando llegó a Cádiz. Si este hospital parecía suficiente cuando se comenzó a construir era evidente que a estas alturas del xvín era totalmente impotente para el volumen de enfermos que acudían. En una Diputación de Sanidad en el Hospital Real de Cádiz, del 13 de abril de 1727 se señala con detalles las grandes deficiencias del hospital, y aun teniendo en cuenta que en esta diputación figuran como asesores fidedignos los religiosos fray José Escolano y fray Juan Blas, que no es de esperar pusieran interés en disimular los defectos existentes, ahora que el hospital le era ajeno, también es cierto que la situación debía ser agobiante 15 . «Se reconoció todo el Hospital y sus partes, como son las salas vajas de cirugía, las altas de medicina y en todas ellas se dijo por el asentista y controlador, había hasta 750 i4

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enfermos... Se dispuso se hiciesen presentes los practicantes, enfermeros y sirvientes de ella y de la botica y cocina y se hallaron en todo, de las tres clases referidas, dos enfermeros de cirugía, dos de medicina y ningún practicante ni enfermero de profesión, sino asistentes y dos más de estos últimos modernos, para las salas altas y bajas y ocho mozos de las galeras del Rey, para la limpieza de la casa. »Y lo que de esta inspección resulta, fue hallarse que los enfermos de las salas altas, están las camas tan contiguas y unidas y en el suelo por muchos lados, muchos de ellos, que imposibilitaban el paso y servicio de camas; ver en el corto claro del suelo y en el que ocupaba las camas, vertidas las inmundicias por carecer cada enfermo de las vasijas correspondientes para recibirlas y ser éstas muy pocas. Sin el abrigo y correspondiente aseo las camas y los que las ocupan... poner al enfermo en la cama, que acababan de sacar al ya muerto, debiéndose poner ésta a ventilar; que se equivocaban y no daban a los debidos tiempos, la aplicación de los medicamentos, dando purga a quien no se le había mandado, sino orchata, por no ser inteligentes los enfermeros... Ver morir, sin tener Capellán, que en aquella hora les auxiliase, por ser dos religiosos necesarios... »Y asimismo, se reconoció la Botica de dicho Hospital y en ella no se halló método formal de los recetarios y estar escasa generaímente de todos medicamentos...» " Esta situación no podía extrañarle a Virgili

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porque era la habitual en los hospitales de la época. La cirugía española no podía estar en peor situación. Desde que Felipe II estableció su nefasta Pragmática de 1556 en que se prohibía cursar estudios en universidades extranjeras, se mantenía un riguroso control inquisitorial a los libros científicos, para prevenir herejías, y se obligaba a los médicos a estudiar, como máxima fuente de información, la «Instituciones» de Luis Mercado, redactadas al objeto, la cirugía española se encontraba estancada en el más arcaico galenismo, cuando, paradójicamente, en medicina las nuevas doctrinas iatromecánicas y iatroquímicas, comenzaban a tomar carta de naturaleza. Como casi siempre, en la letra de la legislación la situación parecía mucho mejor, pero la realidad era desoladora. Se había creado una Cátedra de Cirugía en Salamanca, en 1567 (aunque hay que recordar que contra la voluntad de la Universidad, y a instancias de la ciudad). El catedrático, Andrés Alcázar, se limitaba a leer el texto de Guido, «muy bien leído, en latín, y continuamente su hora y aún más si lo dejasen», como afirman los alumnos que bajo juramento hacían sus declaraciones de las explicaciones de cada profesor, en las cinco visitas de inspección que hacía el Rector durante el curso". Es más, casi todos los que escribían textos de Cirugía en esta época eran meros eruditos, que no ejercían la cirugía. El mismo Martín Martínez, que alcanzará renombre como anatómico, y que publicó su Medicina Sceptica y Cirugía Moderna (Madrid, 1722), confiesa que no practicaba la cirugía. Y, efectivamente, su texto es copia del de Manuel de Porras, del siglo anterior, y de los escritos de Le Clerc y Dionis". En 1703 se estaba reeditando la Cirugía de Juan Calvo, que es de 1580; en 1705 se reedita el Tratado de fracturas y dislocadones, de Andrés Tamayo, del siglo xvn; en 1716 se reedita la Práctica de Cirugía, de Juan de Vigo, de 1548; en 1724 se continuaba reeditando la Cirugía Universal, de Juan Fragoso, de 1581... Si ésta era la formación que recibían los cirujanos latinos, es decir los que habían ingresado en la Universidad con su Bachiller en Artes, habían cursado tres años de Medicina y dos de Cirugía, la Pragmarica de Felipe III, de 1603, que intentaba mejorar la enseñanza de la cirugía, acabó de hundirla : autorizaba a examinarse en el Protomedicato a los cirujanos romancistas «aunq u e nO h a y a n e s t u d i a d o A r t e n i M e d i c i n a » ,

rujanos revalidados, ya es de figurar el de sus auxiliares, los barberos sangradores. Por una Pragmática de los Reyes Católicos, de 1500, «podía abrir una tienda donde sajar, sangrar, poner ventosas y sanguijuelas y sacar dientes y muelas», con tal de ser aprobados por el Barbero Mayor examinador del Protobarberato. Un laudable deseo de los practicantes de elevarse sobre los simples barberos, hace que se publiquen algunos libros de texto. El primero que se conoce está editado en Méjico, en 1578, Summa y recopilación de la Chirugia con un Arte para sangrar, del cirujano y enfermero Alonso López de los Inojosos. En 1604 aparece en Valladolid las Indicaciones de la sangría, de Juan Bautista Xamarro. Cristóbal Granado publica en Sevilla, en 1618, su Tratado de Flebotomía. El Protobarbero Alonso Muñoz publica en Valencia, en 1621, la Instrucción de los barberos flebotomianos. Diego Pérez de Bustos, en Madrid, en 1630 imprime su Tratado breve de Flebotomía. Finalmente, en 1724, también en Madrid, aparece la Doctrina moderna para los sangradores en la qual se trata de la flebotomía y Arteriotomía, del francés Ricardo Le-Preux, sangrador Real, que se admira de los pocos conocimientos de los sangradores españoles. Pero es que si los Asturias no autorizaron salir los españoles al extranjero, los Borbones tuvieron que traer cirujanos y practicantes extranjeros para poder abastecer sus ejércitos20. Los cirujanos de marina no gozaban de mayor formación ni prestigio que los del resto del país. Hasta su trato en los buques era denigrante. Don Juan Lacomba se queja amargamente a Patino !1 que los comandantes de navíos castigaban a los cirujanos en el cepo o azotándoles, como en el caso de un ayudante de cirujano «al que pusieron en el navio Princesa sobre un cañón atado y desnudo y le dieron doscientos azotes por el único motivo de haberle herido en la cara a un artillero de mar que solicitaba para alguna torpeza al muchacho...» Éste era el panorama que encontró Virgili en la Marina, cuando traspasando la puerta orlada de escudos penetró en el Hospital de Cádiz. Pero ya decimos que esta situación lamentable de la cirugía nacional no le cogía de sorpresa a Pedro Virgili. Parece ser que él mismo en su pueblo na ¿al de Vilallonga había . , ^ s^der Roárííaa_ u craMi áe ,acittdra iearue¡aa to^jjversMa!

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con tal que tuviesen tres años de experiencia en u n hospital y d o s años a l l a d o d e u n ciru-

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* Amonio Carreras Panchón: Las actividades de los barberos durante los s x v ¡ a¡ x v ¡ ¡ ¡ < j | , ( t e n l M d e Historia de la Medicina Española. XIII,

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'< Diego rerrer: ob. cit. p. 25. 17


Cdra A/or/e rfe/ Hospital Real y Colegio de Cirtijía. Maqueta de Cádiz, de don Alonso Ximénez de 1770 (Museo Municipal de Cádiz.)

cambiado la familiar dedicación a la labranza, por ir a ayudar a barberos y sangradores. Al menos parece que estuvo trabajando en estos oficios en Tarragona22. Allí debió despertársele una vocación que marcaría un anhelo de superación del triste panorama que contemplaba. Por ello marcha a Montpellier para aprender con el profesor Levret, y posiblemente también estuvo en París. En 1724 y ya con 25 años de edad regresa a España. Ingresa en el ejército de tierra en el hospital Real de Tarragona, de donde pasa al de Valencia, como «Practicante Mayor». De allí al sitio de Gibraltar con el empleo de «Cirujano Segundo Ayudante», a un Hospital que se crea en Algeciras, en donde por su gran preparación quirúrgica pronto asciende a «Cirujano Mavor>> En Algeciras debe conocer a Juan Lacomba que está luchando por elevar la formación y prestigio de los cirujanos de la armada. La18

comba está proyectando crear una Escuela ¿ e / Hospital Real de Cádiz. Cuenta para ello c o n e [ apO y O de Patino y ha redactado unas Instrucciones, para los Ayudantes Cirujanos Primeros, destinados en el Real Hospital de \a Armada de Cádiz, así como unas Instrucciones para los Practicantes de este Real Hos23 piU¿¡ e n mayo de 1728 . En ella se señala la obligación de la asistencia a las demostracion e s anatómicas que se realizarán en la Escue¡a Anatómica del Hospital, que ha construido p ¡ , r a e ste fin frente al cuerpo de guardia del hospital, como se ve en la maqueta de Cádiz, del siglo x v m . Y, efectivamente, para este anfiteatro anatómico se nombra a don Gregcr i o de Condomina, que es doctor por Valencia, p e r o ha estado en Montpellier, aunque ignoramos si coincidió allí con Virgili. £1 proyecto de Lacomba debe ser tan sugestivo p a r a Virgili, que ante la instancia del cirujano gaditano, que ve en Virgili un colaborador in-

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Fachada sur del Hospital Real y Colegio de Cirujia de Cádiz. Maqueta de Cádiz, de don Alonso Ximénez, de 1779. {Museo Municipal de Cádiz)

superable, éste abandona el Ejército para pasar a Cádiz, a la Armada, a las órdenes de Lacomba, como Ayudante de Cirujano Mayor, cuando ya era Cirujano Mayor en el Ejército. Pero Virgili sabía que aun perdiendo categoría momentáneamente su futuro estaba en Cádiz. Virgili ha de ocuparse en hacer méritos en su nuevo cargo. En 1730 parece que acude a Sevilla para realizar en la Real Academia una demostración de la circulación de la sangre, cuya parte médica es explicada por el vicepresidente Diego Gavira24. En 1732, le encontramos en Alicante embarcando para la conquista de Oran. Este viaje debió de serle de gran eficacia para sus futuros proyectos, porque allí debió coincidir nuevamente con don

juntos desde Cádiz, pues Somodevilla embarcó en este puerto en el navio San Felipe, con rumbo a Alicante, el 12 de mayo de 1732. La misma explicación puede dársele de sus viajes a América. Ello justificaría que el propio Lacomba que tanto había insistido en traérselo a Cádiz, proponga en 6 de julio de 1735 que pase de Primer Cirujano al navio San Antonio que partirá para Nueva España26. Virgilí socilita al marqués de la Ensenada, en 10 de marzo de 1738, «la gracia de embarcar para América en la primera flota en atención a que sus compañeros tenían dos viajes y él sólo uno, por serle muy conveniente»*1.

Zenón de Somodevilla, futuro Marqués de la

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30 de agosto de 1730 , o incluso pudieran salir

Antonio Hermosilla Molina: Cien años de Medicina Sevillana. Publ. Excma.

DÍ P UI. prov. de seviua. 1970. P 145.

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nna, en este Departamento, desde 1728 al -%/\ 1

; Diego.Ferrar: ob. d¡. P. 15.

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Jaime Salva: El Marqués de la Ensenada. Ensayo biográfico. Revista

cmerai de Mar™. s u p i. n.. 10.P. 9.

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Diego Ferrer: 00. cit,, p. 38.

» LUÍS comen»: ob. c¡t..P. m .

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XII

PEDRO VIRGILI Y EL HOSPITAL REAL DE CÁDIZ ENELBICENTENARIO DE LA MUERTE DEL FUNDADOR DEL REAL COLEGIO DE CIRUGÍA DE CÁDIZ

Efectivamente al año siguiente salió el 2 de junio con la escuadra de don José Pizarro, para La Habana y Veracruz, regresando a Santander en 1739, desde donde solicita se le envíe a Cádiz, aunque es enviado a Galicia, pese a las solicitudes del Intendente General de Marina, don Francisco Varas que pide al Marqués de la Ensenada le reintegre a Cádiz «por lo mucho que había que operar en este hospital»28. Mientras tanto, Lacomba lucha por ampliar el Hospital ya que «las cuadras están tan llenas, que además de estar ocupados todos los números y medios números, hai en medio una crujida que imposibilita el poderlas limpiar, de lo que se sigue grave inconveniente para la salud... ni poder separar los enfermos en diferentes enfermedades, como escorbúticos, gálicos, disentéricos, etc.. también por no haber lugar separado para dar las unciones a los gálicos (que son en crecido número) se ven precisados, a estar largo tiempo en este Ospital, sin poderlo remediar... También los sirvientes por estar continuamente en la infección, caen con mucha frecuencia enfermos, y aun muñéndose algunos..: Y habiendo bastante exterior en la circunferencia del Ospital para poderlo agrandar...» según comunica a Patino en 25 de abril de 1735, consiguiendo de don Julián de Arriega el aumento de dos nuevas salas bajas, que el Intendente General don Juan Gerbaut aumentaría, posteriormente, con otras dos salas altas. En 1734 se encuentra nuevamente en Cádiz el ya célebre Virgili, porque su nombre ha aseendido a la Real Academia de Cirugía de París por haber realizado la operación de la broncotomía (traqueotomía), que publicará la Acádemia en sus Memorias29. En 1744 vuelve de nuevo a América en su ter20

cer y definitivo viaje, pues en 1745 se encuentra en Cádiz insistiendo al intendente General don Juan Gerbaut sobre la necesidad de ampliar el Hospital, porque «aún falta extensión al referido Hospital respecto de la abundancia de enfermos, así de enfermedades médicas como quirúrgicas que ofrece la excesiva guarnición de esta Plaza y acredita el excesivo número de sarnosos que últimamente se presentaron en ella y no pudieron recibirse por aquel motivo...» Ampliación factible de realizar ya que «el celo piadoso de el Excmo. Sr. proporcionó la misma extensión referida de las cuatro salas en un cuarto posterior del mismo hospital, donde queda el correspondiente sitio para con otras dos naves formar cuarto pegado al Hospital, cuyo nuevo mandado por dentro nada sería incómodo para su uso y sí muy ventajoso mediante que aún por ahora no se intentará otra fábrica que las de las salas bajas que a muy poca costa pudieran hacerse podrían en los casos referidos admitir al pie de 200 enfermos...», Su proyecto del Colegio de Cirujanos debe estar ya bien madurado, no sólo a juzgar por estas peticiones de ampliación de salas del hospital, que tan necesarias le serán luego para la formación práctica de los alumnos, sino también por unos ensayos de historias clínicas u observaciones particulares, de las que algún ejemplar del año 1742 han sido encontradas30. Este interés por la perfección en la ejecución de las historias clínicas será una preocupación primordial del Colegio. Entre las primeras publicaciones de éste se encuentra el Método que deben observar los Ciru¡anos de la Real Armada y Colegiales del Real Colegio de Cirugía, para formar las observaciones de los casos particulares, que en forma de pliegos se repartieron gratuita-


XIII Plano general de la planta baja del Hospital Militar y Facultad de Medicina, a fines del 'XIX. (De Salvador Clavijo: La trayectoria hospitalaria de la Armada Española.)

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mente entre los colegiales, en abril de 175231. Definitivamente, el 29 de mayo de 1748 Virgili envía un Memorial al Marqués de la Ensenada, proponiéndole la creación de un Colegio de Cirujanos para la Armada. Es importantísimo, por su significación y trascendencia, señalar el argumento que expone sobre la necesidad de dar una formación no sólo quirúrgica, sino también médica, a los futuros cirujanos de la Armada, porque «la experiencia le ha dado a conocer en los dilatados viajes que ha emprendido, con cuanta diferencia deben escojitarse estos sujetos para la Armada, que se necesitan en tierra, pues estando un navio en viaje, donde lleva su Hospital no queda otro recurso humano a los infelices que padecen, que es el Cirujano que va en el navio, bien sea su accidente de Medicina o de Cirugía, de modo que si dicho Cirujano

convenientes son imposible superarlos, si no se establece un Colegio, en el cual se enseñe la Cirugía con el método que se requiere, deduciendo sus Doctrinas de los experimentos físicos, observaciones y experiencia práctica para lo cual siendo preciso haya un Hospital donde ocurran muchas enfermedades y tambien se encuentre cirujano de grandes conocimientos que pueda explicarlas a los Practicantes Colegiales, haciéndolos trabajar en la Anatomía efectiva, y exponiendo todas las demás partes de la Cirugía... haciendo para que sirvan de Maestros a los referidos Practicantes, cuatro Ayudantes de Cirujanos Mayor, y un demostrador Anatómico, y entre quienes se reparta la enseñanza a sus aprendizajes de todas las partes de la Cirugía; que desde luego puede ser demostrativa en el discurso de un año».

no está ilustrado en uno y otro arte de curación, resulta que en vez de ayudar a la naturaleza para salir de su aflicción, contribuye a ayudar a la enfermedad que lo aniquila, y más en las dilatadas navegaciones (como V.S. sabe) se experimentan tales accidentes y tan extraordinarios y diversos, que si el Cirujano no es práctico, es la destrucción de los pobres pacientes». Pero «no sólo su inteligencia y pericia sirven con utilidad a la navegación sino también cuando se llega a los puertos donde la embarcación arriba, especialmente los de América (en donde hay gran necesidad de buenos facultativos)...» «Lo mismo sucede en los Navíos marchantes, que hacen un viaje dilatado como el de América, pues llevando éstos ordinariamente un Barbero o mancebo Boticario con el nombre de Cirujano, se sigue que en fuerza de sus muchos yerros, por falta de práctica y de conocimiento, ocasionan repetídas muertes...» «Todos estos perjuicios e in-

Respecto a los Colegiales, «me parece conveniente se de arbitrio para que se admitan 50 o 60 muchachos con plaza de colegiales numerarios, a todos los que útilmente se hayan experimentado en los Hospitales de Cádiz, Ferrol y Cartagena, a cuyo fin deberán pasar al primero, para que siendo doctrinados por tiempo de tres años, puedan volver a seguir en sus destinos la enseñanza...» «Serán escogitables, entre los muchos individuos que lo pretenderán todos aquellos muchachos, hijos de buenos padres, limpios de mala raza, costumbres e inclinaciones y con los principios de saber leer, escribir y contar... el tiempo que existiere de Colegial no deberá exceder ni pasar de los seis años». » ibidem:P. ns. R I T""1 * vtM* °>« * Chi""s" * " • * * r i - ™- "»• ^ Z^XSS'^Z ¿ S i X S f ¿ " S á í ?&&% &£ » 'D¡Í«O F ¿ : <*. c».. p a. 23


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Puerta de entrada del Real Colegio de Ciruiía de la Armada, de Cádiz(De una postal de principios de siglo.) 1

El Marqués de la Ensenada eleva de inmediato esta petición a Fernando VI que aprueba los Estatutos fundacionales del Colegio el 11 de noviembre de 1748. Todo estaba ya preparado de antemano. Virgili tenía preparado su profesorado. El demostrador anatómico, don Gregorio Condomina, se retira jubilado a su Valencia natal y es sustituido por Lorenzo Roland, a quien Virgili ha mantenido tres años en París para su preparación adecuada. Ya en octubre se ha nombrado Ayudante de Cirujano Mayor a don Francisco Nueve Iglesias y a don José Nájera, que junto con Gaspar Pellicer e Ignacio Canivell, y el propio Virgili, formarán el primer cuerpo de profesores del Colegio. Aquel mismo mes de noviembre comienza el primer curso. Don Juan Lacomba zo llegará a enseñar a la primera promoción porque fallecerá en el mes de diciembre, pero sí podrá estar tranquilo de que su antiguo ayudante continuará y superará plenamente sus anhelos docentes y científicos. Mientras que los primeros cursos se desarrollan en el antiguo Hospital Real, se va levantando el nuevo edificio que alojará al Colegio, el cual se estrena el día de San Juan de 1750. La dotación de medios científicos, especialmente de Física Experimental y de Botánica medicinal, tendrá prioridad entre las preocupaciones del fundador. Está preparando el terreno de donde brotará un Antonio Solano y un Celestino Mutis. Las enseñanzas anatómicas continuarán impartiéndose como en los días de Lacomba. Un Antonio de Gimbernat será heredero de esta tradición. Pero quizás el departamento más soñado fue la Biblioteca,

y hasta es posible que se esbozara una inquietud historicista, pues no otro sentido puede dársele a la recomendación que se le hace a Gaspar Pellicer para que se traslade a Sevilla por «si hallaba algunos libros de Cirugía antiguos los comprara, a satisfacer su importe del fondo del Colegio»32. Virgili es consciente de que lo que está creando no sólo tiene importancia transcendental en el momento, sino que será significativo para el futuro de la medicina española; por eso en una carta que dirige a don Antonio Pérez Delgado, en donde propone un emblema para el Colegio, dice Virgili que convendría «hacer una lápida y ponerla al testero del Colegio que mira a la plaza del Hospital, pues me parece que una obra como ésa merece inmortalidad»31 Y, efectivamente, su obra permanece inmortal. Por eso Pedro Virgili es recordado hoy, doscientos años después de su muerte. Los sillares de su primer Colegió, como sus propios restos mortales en el Convento de Capuchinos de Barcelona, fueron desperdigados por la piqueta, pero su espíritu crítico, su entrega a la ciencia y al progreso, su anhelo permanente de superación permanecen inmortales, como su recuerdo. Ésta es la gran lección que, creo yo, nos ha dejado Pedro Virgili. Ésta es la lección de un hombre del siglo xvm que debemos aprender los hombres del siglo xx.

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XVI

PEDRO VIRGILI Y EL HOSPITAL REAL DE CÁDIZ ENELBICENTENARIO DE LA MUERTE DEL FUNDADOR DEL REAL COLEGIO DE CIRUGÍA DE CÁDIZ

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Piano fíe /a planta baja de la Antigua Facultad de Medicina de Cádiz (Real Colegio de Cirujanos de la Armada) con motivo del XI Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias. Cádiz, 1927.

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