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Y DECIR NO

Aunque vivir es agotador, no entiendo la vida sin llenar mi agenda de acontecimientos que entre encargo y encargo, en mi labor de relaciones públicas y contador de historias, me motiven una continua espera. La vida tiene mucho de esperar o, mejor dicho, tiene todo de esperar. La espera no entendida con una actitud inmóvil que como espantapájaros ve la vida pasar, porque el tiempo juegue en soledad su papel. La espera debe ser activa, un tiempo constructivo mientras hacemos, confiando en que todo lo que está en nuestras manos lo estamos poniendo en el juego que es vivir. La rutina me vuelve loco. La añoro muchas veces. Sin embargo, un día elegí una forma de vida que acaricia poco o menos que poco la rutina que estabiliza y calma cuerpo y alma. Pienso que si me paro me caigo y que cuando tenga que parar, ya se encargará la vida y los años de mandarme señales para concluir entonces con que llegó ese momento de empezar a frenar. Si hablamos de espera, convendrá usted conmigo en que desde que iniciamos el año en nuestra tierra todo es espera, deliciosa para mi gusto. Todo son vísperas, anuncios, carteles, ritos y actos que van sigilosamente recordándonos que Sevilla sigue siendo un lugar único en cuanto a esperar se refiere. Sevilla es la capital mundial de la espera. En pocos sitios en el mundo se sabe disfrutar tanto y se le saca tanto jugo a la espera como aquí y en todo el Sur de España. Ciertamente la espera nos mantiene expectantes, alertados, ilusionados en nuestros oficios cotidianos, en nuestras pequeñas y medianas metas del corto y medio plazo. Aunque la frivolidad es una tentación que a veces se antoja irresistible, en ocasiones puede incluso ser una perversión. ¿Por qué saco ahora la frivolidad? Porque es cierto que este tiempo que se nos viene por encima nos invita a volver a una intimidad reflexiva, alejados de superficialidad de matices frivolones y feria de vanidades, porque nos trae aroma de infancia y de nuestro romance particular y personalísimo con la vieja ciudad de nuestros amores, de nuestros mayores, de nuestra historia e identidad más pura, que nos encaja y reafirma. Si es usted también sevillano, para colmo, entenderá a qué me refiero con las esperas de este tiempo del año. La espera y las vísperas son en realidad un viaje al corazón de nuestra ciudad. La espera, de hecho, puede ser un gran consejo, incluso en ocasiones puede ser la solución. La mayoría de los errores de nuestra vida vienen de no saber esperar, verlo venir, gestionar, asumir y dejarlo pasar. La espera suele traer reflexiones reposadas, maduradas y suele aportar conclusiones acertadas. Nadie con talento debe correr y mucho menos tener prisa, tampoco quejarse, porque sobran versos de perdedores. Ya hemos comprobado todos que no es rentable practicar la queja. Quizás sea la espera la mejor medicina para este mundo que nos quiere tener siempre a galope, sin tener opción de vivir sosegados o en el remanso necesario para bajarnos a tiempo de la moto vital en la que andamos, como locos, montados corriendo a todo puño hacia no sabemos exactamente donde. Es importante saber esperar tanto como saber decir que no. Si mi carta de esta edición 192 tiene una evidencia que puede ver a simple vista, es que hemos sabido trabajar, con casi doscientas ediciones lanzadas en todos estos años repletos de cambios, sabiendo esperar. Sin dejar de hacer, por ser mejores cada mes, fieles y manteniéndonos firmes en una línea editorial que no pocas veces nos puso a prueba. Hoy puedo decir que valió la pena esperar a que todos estos años de dedicación dieran sus frutos y nos fortaleciera con el aval de la experiencia y nos hiciera líderes en nuestro nicho de mercado. El tiempo nos confirmó que la nuestra era una línea editorial que no se parecía a nadie y que sería lo que nos mantendría con el paso de los años liderando un sector, el de la vida social andaluza y el de la organización de actos con un personalísimo e inconfundible sello propio. Mi carta que llega a su final de este mes es un canto a la espera, al saber esperar sin desesperar, bálsamo idóneo para los arreones que nos da la vida y magnífica compañera de viaje para no precipitarnos en el acontecimiento de los hechos y las fechas que articulan nuestras vidas.

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