Para edgar

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Esta noche estoy de luto, ayer mi corazón murió, o murió alguna parte de él, por una persona que se esconde tras de mí, por miedo a mí o por miedo a ser una persona nueva, un desconocido fui para él, un desconocido que fue –e iráconociendo con el tiempo, aunque nunca supo que para mí vasto con una mirada para conocerle casi completo, o al menos una parte de él. Pero no fue así; anoche apuñalo mi corazón, se fue sin decir adiós, sólo me abrazó, ni siquiera volteó a ver si yo seguía respirando o para asegurarse que ese mismo corazón había dejado de latir, se desangró mi alma por completo al abrazar a aquel cuerpo que estaba pegado al mío, simplemente los únicos testigos fueron las sábanas y dos almohadas, las dos sabanas impregnadas con mi olor; destacando que una almohada se quedó con el olor de él, no era su loción, ni una colonia: era la sensación de él, su olor característico, su olor de humano. Sin embargo, él no se dio cuenta que dejó aquel olor, su olor, con huella de su nombre, ya que aquel nombre era el de un hombre que no durmió, no obstante soñó con ese hombre con el que durmió y a la vez temiendo de aquel hombre con el que durmió y soñó. Juntos y separados quedaron aquella noche, uno junto al otro, otro frente al uno, ni un beso, ni un abrazo, simplemente uno durmió y el otro vigiló su sueño, respetando su estado: su cuerpo –el sentía algo más que amistad-, era el deseo el que lo detuvo, el que se encargó de vigilar y cuidar su sueño, el deseo de estar dos unidos en uno –así como con los griegos- fundirse y soldarse, siendo dos que llegan a ser uno mientras viven como dos que suelen vivir como uno y que cuando mueran, en el inframundo sean uno en lugar de dos, muertos o vivos ambos a la vez ya que si algún día se consigue serán satisfechos: amor de vida y muerte, en donde dos mitades que se han encontrar en la tierra y en el inframundo para llegar a ser lo que en la naturaleza antigua eran: uno solo –masculino, femenino y andrógino- porque ninguno de los dos ombligos parecidos deseará otra cosa que estar junto a su amado o a su amante, bendita la hora en que Zeus decidió por ellos y que Apolo los corto por el cuello: ese cuerpo que era uno partidos a la mitad y lo más trágico de todo: es que todos desean ser y tener la otra mitad. Amores que en la vida jamás podrán expresarse con palabras u objetos, esa clase de amor se refleja con un rose de piel, con un aliento, con un suspiro, con una sonrisa, hasta con el mismo sueño de uno que sueña con dos que se convierten en uno, esa suma perfecta en donde uno más uno es igual uno y nada más porque las medias naranjas no existen –al menos para esos dos, que buscan ser uno-. Una cama quedó vacía, un cuerpo quedó vacío, vacío de todo y de nada a la vez pero vacío de todo y lleno de nada que conforma a un todo y a una nada, todo y nada son las causas de un luto, de un bruto, de un bulto que se quedó sin él: sin su corazón, el cual no tenía caparazón, simplemente se lo llevo la nada y lo alcanzó el todo porque todo y nada podrán saber esa razón de un corazón que quedó en pausa en donde el tiempo se detuvo.


Nadie puede comprender, todos necesitan un saber, comprender y saber si se tiene corazón para así poder tener alguna razón, una pista que dista un instante, un tal vez, un no fue: un no sé qué. Comprender y saber el porqué de una situación, de una ocasión que se convierte en ésta canción que lleva en su letra un tal vez, un no fue, un no sé qué: un tengo miedo de lo nuevo porque no me quiero desprender de lo viejo, nombres y hombres: nombres de hombres que tenían nombre pero que alguna vez fueron aquel hombre del cual se aprendió el nombre, el olor, el sudor, el color: el todo y la nada de la cual se conforma un hombre con un nombre: el suyo y del otro hombre con fecha de caducidad. Aquella noche dos cuerpos se encontraron, sobraron y faltaron palabras para llegar a la catarsis que funden un sentimiento, que a su vez moldean y forman nuevos sentimientos, reforzando o remplazando a los viejos por nuevos amaneceres, atardeceres y anocheceres, empero, anoche murió un corazón –o al menos ese corazón se detuvo por el tiempo-, no sé sabe de qué pero murió – o no murió- sin decir adiós, sin saber quién fue el que lo mató o al menos el que se alejó por miedo a lo nuevo y por miedo a quedarse con lo viejo. Pero cabe destacar que el corazón a muerto o alguien se lo llevó y lo sustituyó, o simplemente se detuvo, olvidándose llevar con él a la mente llena de imágenes que se pueden volver borrosas, si no llega el momento adecuado para ser ocupado por nuevas formas en forma de algún cuerpo de un hombre con uno, dos o varios nombres. Mi cuerpo llora sin lágrimas, lágrimas que no salen porque ya no se tienen ya que el último hombre con o sin nombre se las llevó sin decir adiós. Mi cuerpo ahora sonríe en forma de risas y sonrisas –que no es lo mismo- porque muy pocos pueden hacer reír y mucho menos –esos son menos- pueden hacer sonreír a un hombre que quedó sin lágrimas, sin memoria, sin aprender y aprehender de nuevo un nombre; y no por miedo a lo nuevo ni a lo viejo, sino por miedo a quedarse ahí junto a él y volverse dos en forma de uno, y convertir a dos hombres en un hombre y hacer de ese hombre un solo nombre.


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