TRES DÍAS DE TATSUYA YOSHIDA EN CHILE DESORDEN FESTIVAL INTERNACIONAL Entre el viernes 18 y el domingo 20 de noviembre de 2016 tuvieron lugar las tres presentaciones en Chile del baterista japonés Tatsuya Yoshida, enmarcadas en la primera gira latinoamericana de su proyecto solista Ruins Alone, que incluyó una fecha en Lima, Perú, las mencionadas en Chile, y dos en Brasil (en Sao Paulo y Rio de Janeiro). La gestión de su inédita visita fue iniciativa de Gonzalo Bueno (Dj Animal), Michel LeFranc y Mauco Records, que organizaron el primer Desorden Festival Internacional, con fechas en Santiago y Valparaíso. El debut de Tatsuya Yoshida en Chile tuvo lugar en una nueva fecha de las “fiestas poseras” organizadas por Michel LeFranc, en el Bar 1 (Barrio Bellavista, Santiago), un local pequeño con capacidad para sesenta personas que en su primer piso tiene un pequeño escenario para música en vivo y un espacio no mayor a tres por cuatro metros para el público. La cita era a las 22:00 horas, pero todo partió con retraso. Después de correr para llegar puntual a la esquina de Bellavista con Bombero Núñez, encontré que recién había unas cuantas personas, muy expectantes por ser varios de ellos magmianos y seguidores de la música de Yoshida. El primer contacto visual con Tatsuya Yoshida fue como una revelación; por ser parcial me recordó al primer contacto que varios magmianos tuvimos con Christian Vander, en la prueba de sonido de la primera fecha de Magma, en el Aula Magna de la UTFSM de Valparaíso, en 2014. Cuando se abrió la puerta lateral del escenario, vi a Vander sentado de espaldas e inclinado frente al teclado, tocando. Eso me recordó las misas católicas antiguas, en que el sacerdote oficiaba la misa de espaldas a los feligreses, en latín… un idioma por lo general inentendible para los fieles, como el idioma kobaiano; y una situación religiosa, como el carácter con que a veces se señala la música de Vander. Había una distancia. De manera similar, quienes esperábamos en la entrada del Bar Uno (en la esquina de Bellavista con Pio Nono) no notamos la oportunidad de una proximidad parcial hasta que un integrante de otra banda que tocaba esa noche nos señaló una ventana lateral que daba al reducido escenario. Ahí estaba Yoshida, a menos de un metro nuestro, y vistiendo una polera con una imagen serigrafiada de su proyecto Sax Ruins, preparando su equipo en el reducido escenario del Bar Uno, como si fuese una vitrina. Creo que se sorprendió con nosotros saludándolo con euforia, a través del vidrio rayado con tags, y poniendo atención total en su prueba de sonido. Después de ésta, nos aseguramos cancelando la entrada, y con la preciada foto para la posterioridad, volvimos a la calle a esperar el inicio del show. Yoshida, que también habla inglés, apareció como una persona muy asequible y con disposición a conversar y sacarse fotos con quien se lo solicitase. Tomando un café que compró en la bencinera de la esquina del frente, accedió sin reparos a mi solicitud de ser entrevistado por nosotros los magmianos; ante esta oportunidad y mientras él se tomó su café, debatimos las preguntas que el magmiano Iván G. le transmitió, en el segundo piso del local.
Finalmente partió la “Fiesta Posera Santiago 10”. Después de las presentaciones del Colectivo No y La Bestia de Gevaudan, que sonaron demasiado alto para el reducido espacio, Yoshida subió al escenario. Su esperada presentación, ante no más de treinta personas, fue intensa en la interpretación de los temas, en sus cantos y gritos, y en la fuerza y versatilidad con que tocó su instrumento, así como en la forma de sus composiciones, por supuesto. También en el volumen y en la potencia de los sonidos graves. Sin más pausas que un rápido “gracias” de su parte, se sucedieron los temas sobre las pistas pregrabadas que reprodujo desde el equipo electrónico que habitualmente ubica a su derecha en una mesa: un Macbook, al parecer un Kaos Pad y una especie de teclado de color blanco (estas últimas dos usadas también para complementar sus improvisaciones). Creo que debió haber tocado cerca de media hora, una duración insuficiente para el seguidor de su obra pero que se entiende dada la intensidad y duración de sus composiciones. Podría decir que el debut de Tatsuya Yoshida en Chile fue, además de potente, íntimo, bien aplaudido y disfrutado por sus seguidores. Su segunda presentación (el sábado 19) correspondió al primer día del Desorden Festival Internacional, en el Centro Icone (María Eugenia 3514, Recoleta, Santiago). El lugar es un taller de restauración arquitectónica y patrimonial, cuyas características aportaron a la atmósfera del festival: es un galpón con piso de cemento, lleno de elementos de mampostería, esculturas y bajorrelieves de diverso estilo, materialidad y procedencia, que acumulan polvo desde que por motivos de salud su hospitalario propietario, el señor Luis “Luciano” Ahumada, se hubo alejado un poco de la praxis escultórica. Las piezas, algunas en mal estado (motivo por el que están en el taller de restauración), me parecieron muy acordes al imaginario visual de Tatsuya Yoshida, que además de diseñar muchas de las carátulas de los álbumes de sus proyectos musicales, tiene un interés en la arqueología y viaja alrededor del mundo fotografiando ruinas. Fue interesante verlo inclinarse a fotografiar alguna de las piezas del lugar del mismo modo como dan cuenta de su selección las fotos que se pueden ver en la página de su sello discográfico Magaibutsu, o en su cuenta de Facebook. En la ocasión se presentaron desde las 15:00 horas, entre otros, Club de Surf, Oh, Solo Contra Todos (Michel LeFranc), Dayanandrea, Vago Sagrado, Keltehue (esas son las bandas que alcancé a ver). Algunas tocaron en el escenario principal, al fondo del galpón, y otras en una sala lateral cerrada, pequeña, que es parte de ese mismo galpón. El sonido en general no estaba muy bien ecualizado, y la respuesta del poco público asistente fue baja. Tatsuya Yoshida tocó cuando ya se había puesto el sol. La escena tan apropiada para su proyecto Ruins fue bien complementada por la iluminación, parcial, que estaba orientada en contrapicado hacia el escenario y las esculturas adosadas a la pared de fondo, y también a contraluz desde atrás del escenario. Pese a demasiados problemas técnicos de la batería, Yoshida logró impecablemente superar esos desperfectos vergonzosos, y fue igualmente potente. Tanto en la fiesta posera del Bar 1 como en Centro Icone Yoshida no tocó al final, situación que fue en desmedro de las bandas que lo hicieron después, porque una vez que él tocó algunos asistentes se fueron sin ver las bandas restantes. Aunque, de todos modos, en ambos lugares la asistencia fue baja, pese a la calidad de las bandas y la importancia de la inédita visita del japonés.
Su tercera y última presentación, el domingo 20, tuvo lugar en el Ele Bar (General Cruz 335, Valparaíso), en la segunda fecha del Desorden Festival Internacional. Ele Bar es un local grande (más que los lugares previos), con varios ambientes, un escenario amplio y bien iluminado, y amplificación en general buena. Si bien la cita era a las 17:00 horas –momento en que recién Yoshida hacía su prueba de sonido- la música partió pasadas las 18:00 horas. En la ocasión tocaron los locales Kahli, Universo Rojo, Lost Astronauta (Santiago), y Solo Contra Todos. El final de una experiencia musical de tres días fue cerrado con la presentación de Ruins Alone. Yoshida tocó una vez más de manera impecable, precisa, potente. Nuevamente su presentación fue retribuida por un aplauso de los asistentes, subiendo al escenario y siendo partícipes de ese corolario los productores de la gira y algunas de las bandas porteñas que tocaron ese día, como Kahli y Universo Rojo. El repertorio de Ruins Alone varió levemente en las tres fechas, además de cambiar el orden de las piezas interpretadas. Tatsuya Yoshida tocó los medley de música clásica y de rock progresivo sólo en las dos fechas de Santiago. Clásicos como Laiptchig, Dhaskrive, Olovela y el zeühliano Untitled I fueron tocados en las tres ocasiones. Después de cada una de sus intensas presentaciones, que fueron bien aplaudidas, Yoshida bajó del escenario, fatigado a mi parecer, a lo que varios de los asistentes nos acercamos a saludarlo, felicitarlo o agradecerle por su música, que difícilmente se podía pensar que se vería alguna vez en este país, tanto por su lejana procedencia como porque creo que no es mucha gente la que escucha algo así (factor que siempre acota las posibilidades de que se gestione una visita). Así, la esperada primera venida de Yoshida permitió otra visión, experiencial, de su obra, distinta a la limitación de verlo bidimensionalmente en registros audiovisuales en internet. La experiencia de la música en vivo me permitió, entre otras cosas, salir de un punto de vista estático y tener una percepción tridimensional de su puesta en escena, pues a diferencia de un concierto de estadio o de teatro (y más aún de ver formatos audiovisuales), la lógica espacial de las tocatas permite el desplazamiento del público para observar a los músicos desde varias distancias y puntos de vista. Así, pude observar que se saca sólo la zapatilla izquierda para tocar con su pie descalzo los platillos dobles o hit-hat, o la manera en que se marcan la musculatura, tendones y venas de su cuello. Salvo el hecho de que se le haya caído una baqueta un par de veces, y de lamentables inconvenientes técnicos dependientes de factores ajenos, creo que la tónica de las presentaciones del maestro japonés fue la pulcritud, perfeccionismo, y minuciosidad, además de la mencionada intensidad, fuerza y versatilidad. Respecto a su equipo, Yoshida no viaja con su batería –me imagino que por motivos de traslado–, y al parecer tampoco viaja con sus platillos, sino que usa los de que se disponga donde vaya, viajando quizás sin más equipo que el electrónico y su set de baquetas. Y su cámara fotográfica, por supuesto. Me llamó la atención la importancia que le da a sus baquetas, que guarda cuidadosamente, a diferencia de lo que se acostumbra a ver como “residual” de la música en vivo: baquetas rotas, o de cualquier modo lanzadas al público, o las típicas listas de canciones que generalmente quedan tiradas en el escenario después de que la música se acaba, para que luego un concurrente con
ánimos de guardar un recuerdo las tome. Yoshida no deja residuales para esa habitual práctica de “carroña musical”. Creo que el nombre “Ruins” es super coherente y representativo de la música de este proyecto. Kandinsky escribió: “todo arte es hijo de su tiempo”, y pienso que la música de Ruins (en sus distintas formaciones), por su velocidad generalmente vertiginosa y duración breve es un ejemplo de esa cita. Con referencias a fuentes diversas como el punk, el rock progresivo, la música docta y el free jazz, la considero, pese a su particularidad, coherente con la actualidad caracterizada por la fragmentación y saturación de elementos. Actualidad llena de escombros de la modernidad (y de estilos clásicos), como una ruina. Ante esto, interpretaría la falta de residuales de Yoshida como la demostración de que la música de Ruins puede representar o ejemplificar (pese a lo único de su estilo) la característica de escombro de la modernidad, ya que Yoshida no deja algo arruinado (“residuales” en la escena, o “ruinas” como las esculturas de estilos clásicos del Centro Icone): [esta música] no deja ruinas porque es la ruina, porque es Ruins. Nada más queda una mención al festival y su organización. La elección –o disponibilidad– de los locales que acogieron a Yoshida y el contexto musical en que tuvo lugar, fue acertada por lo menos en el orden: el pequeño bar under santiaguino, el taller de restauración y el bar porteño con buena infraestructura e iluminación. En lo personal, me gustaron las bandas que tocaron, si bien creo que debe haber sido difícil hacer una selección representativa del “under” como se pretendió y como fue publicitado el evento; y creo que quedaron fuera bandas que debieron estar ahí, pero ante eso hay que considerar que un sello discográfico en particular estaba organizando el festival. De cualquier modo, espero que este Desorden Festival Internacional sea el primero de muchos, que vayan mejorando su calidad de sonido, gestión, y difusión (que fue casi nula), así como la preocupación por un registro audiovisual de calidad. Y que mantenga también su carácter de internacional, ya que la presencia de Tatsuya Yoshida, sumada a la de Magma en 2014, da cabida para, además de su regreso, la venida de autores similares o que puedan gustar al mismo público de dichas músicas y/o convocado por el presente festival.
Fiesta Posera. Viernes 18. COLECTIVO NO
LA BESTIA DE GEVAUDAN guitarrista.
Desorden Festival Internacional Sรกbado 19 de noviembre. Centro Icone, Recoleta, Santiago. DAYANANDREA bajista.
1. Bajorrelieve “La anunciación” en Centro Icone, Recoleta. 2. DAYANANDREA baterista (página anterior) 3. y saxofonista.
VAGO SAGRADO
1. Bajorrelieve 2. KELTEHUE bajista, 3. percusionista y guitarrista.
Desorden Festival Internacional ValparaÃso. Domingo 20 de Noviembre. Ele Bar. KAHLI AND THE MANTRADELIC EXPERIENCE
KAHLI AND THE MANTRADELIC EXPERIENCE
ALFA CENTAURI DUO
LOST ASTRONAUTA
UNIVERSO ROJO
SOLO CONTRA TODOS (MICHEL LEFRANC) Y FLAUTISTA INVITADO
UN EJERCICIO Desde mis últimos años de colegio voy a distintos contextos a ver música de diversos géneros y estilos. Hace diez años incorporé a mis salidas el ejercicio de dibujar a los músicos ejecutando la música en vivo (y algunas veces también gente del público y elementos de la locación). Cuando partí haciendo este registro, en 2006, era poco habitual ver a alguien con cámara fotográfica, particularmente en tocatas autogestionadas de música punk. Podría decir que muchas veces si había un registro, era el mío. Pero la masificación de dispositivos fotográficos digitales durante la última década ha hecho común el registro visual hasta de la tocata más pequeña, y ha otorgado a mi ejercicio un carácter cada vez más anacrónico. Pese a este cambio, los factores que inciden en esta práctica se mantienen: -
La cantidad de luz del lugar y la densidad demográfica, que determinan la visibilidad – requisito previo para una observación suficiente–. Además, de la densidad demográfica depende la comodidad al momento de dibujar (generalmente de pie).
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La duración de la música, que exige inmediatez de la práctica del dibujo. El dibujo, como registro de lo observado, es limitado por la duración de la música.
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La velocidad de la música, que determina generalmente la velocidad del dibujo.
Tanto la duración como la velocidad de la música determinan el grado de síntesis y la cantidad de detalle del dibujo. Después de diez años haciendo esto, es un momento para evaluar el estado de la práctica. Durante todo este tiempo, este ejercicio no ha tenido un desarrollo progresivo, porque depende, además de los factores mencionados, de la frecuencia con que vaya a ver música. Si bien a veces, a modo de desarrollo posterior, he sobredibujado el registro in-situ con el preponderante bolígrafo marca BIC color negro, haciendo secuencias narrativas, o he aplicado color. Así, cabe preguntarse en qué otras direcciones este ejercicio puede ser proyectado, o incluso por qué seguir haciéndolo… Omitiendo el innegable gusto por dibujar y el desafío de la limitación de tiempo y velocidad que implica, este ejercicio en su valor documental o descriptivo pareciera ser innecesario ante el desarrollo tecnológico que ha llevado al extremo de lo habitual a los dispositivos de registro fotográfico y audiovisual –digital–. De este contexto, pienso que el abuso de este tipo de registro en que a veces se cae, puede abstraer del presente al espectador; al soslayar sutilmente (y quizás de manera inconsciente) su experiencia en pos de operar el dispositivo de registro, se delega el recuerdo de lo vivido al registro. La memoria humana delega su función a la memoria digital.
Pese a la creciente predominancia –e indiscutida importancia– de dicho registro fotográfico y audiovisual, desde mi experiencia dibujando mientras la música es ejecutada puedo afirmar lo siguiente. La observación activa que implica este ejercicio de dibujo me sitúa en el presente, viviendo la experiencia, guardándola en mi memoria, y por consiguiente haciéndola parte de mi propia historia. ¿Y qué no es acaso la memoria sino parte importante de la identidad?, de decir: éste soy yo, que estuve ahí, y lo que me gusta hacer es escuchar música y dibujar. Noviembre de 2016.