POEMA PINTADO

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Perfiles sin impulso. ¿Porqué atropella Barcelona el mármol negro del cisne de ceniza? ¡Qué de sangre! Resbalando sin éscandalo por el negro ábside caldeado. Huevos de granada estallan en su cabeza. Y el púrpura sombrea la esbeltez de la basílica. Tal vez le arrastra alguna hada… ¡Tal vez enigma jubiloso! Pero chocan debatiéndose. Con sus biseles de virginidad triunfante y sus diagonales en éxtasis sujetas. No tienen impulso. Los perfiles no tienen impulso. ¿Qué alboroto precipita ese contacto?

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Ahora que el último alce respira en su negro sarcófago, la atmósfera se impacienta. (La noche desnuda la infinita polifonía del horizonte) No: No es fácil verificar su única presencia de animal abandonado. ( Quizá en esencia, tras el crepúsculo, ensaya el ojo de Polifemo un destello fugaz de errores y silencios.) La foto geriátrica del alce prohibe su uso. Tiembla en secreto. Avanza. Ahora que el último alce respira en su negro sarcófago, en la inquietud perfecta de la nada hay mil huesos místicos moldeando sus enigmas. Retroceden los desechos. El violoncelo está dormido. Silencio de sabbat.

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EN ABRIL, CON RENGLONES DE NEGRURA, por esta sangre ácida que no lleva pétalos ni herramientas (-sangre deshuesada por el tiempo, sangre siena de poeta, sangre con anginas-) transitará el maremágnum fétido de un grito sin defensas. Pero, ¿Quién salvará a la muerte de su oscuridad? Los perros presagian la extinción del catecismo, El día del juicio, el guillotinamiento de la química, la psicosis de los laboratorios… ¡La guerra…! ¿Quién será la víctima nocturna de las balas ennegrecidas? Callan los últimos sacerdotes de la sinagoga incapaces de rescatar a abril de su suplicio. ¿Quién le dará cobijo? (Ni Dios tiene poder para poblar sus rincones con acentos apacibles) En abril, sombrío, impotente, taciturno, anémico, el corazón enarbola una herida que presagia soledades. Filosofía absurda. Negros avatares.

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Nunca llegan voces nuevas: Verbo y sensibilidad. Neruda con su estío traza una curva de hecatombes dentro del silencio. Poesía del negro gastado. Rojo calladamente fugaz. Geometría del blanco entre dos luces. Se derrite un horizonte de números a la espera. ¿Quién ha hecho distinto el mes de enero? ¿Quién de la náusea culpa a los ojos? ¿Quién se resigna al monólogo del sol? Abril se impone, se atreve. Límpido: Ay, las máscaras del vacío, visibles apenas, ¿Cuándo callarán?

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Tic… tac… Latic-do… Latac-do… Latic-do que el destello del gris cobija a orillas del silencio; latac-do en metálico escorzo verdinegro ya raudal de espacio privado ya de plomo encalado de acero. Tic… tac… corazón novísimo en su palacio, tic, fatic-dico; corazón, tac, rudimentac-rio entre sus acordes de alma propia de un infinito derramado. Tic… tac… de, tic, ritmo; y, tac, verso, tic, insigne sátiro con la voz quebrada, tac, sin adornos y sin incógnitas; tic y tac, sin asechanzas de manos tictac-nicas, siempre latentes y en guardia siempre éxtasis desolado.

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Tic… tac… Latic-do… Latac-do… Latic-do que el destello del gris cobija a orillas del silencio; latac-do en metálico escorzo verdinegro ya raudal de espacio privado ya de plomo encalado de acero. Tic… tac… corazón novísimo en su palacio, tic, fatic-dico; corazón, tac, rudimentac-rio entre sus acordes de alma propia de un infinito derramado. Tic… tac… de, tic, ritmo; y, tac, verso, tic, insigne sátiro con la voz quebrada, tac, sin adornos y sin incógnitas; tic y tac, sin asechanzas de manos tictac-nicas, siempre latentes y en guardia siempre éxtasis desolado.

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Todo se detiene entre dos instantes. Lo humano era soñador. Lo prometido era el insulto que acechaba desde lo más alto. La sombra del sexo era una canción olvidada. Ya no mira a las estrellas porque desde la altura de su viejo cráneo se prostituye dejando sus ojos en la pena. En un solo minuto de desplantes habría que ser titán para modular su Apocalipsis. Pero, entre tanto, ahí está, erguido, solitario, triunfante. Soy yo quién se conmueve ante el perfil de su fiereza como tributo. Suena una trompeta. Es un prisionero. Míralo ahí encadenado. Sólo en su cementerio. Por amor. Por amor. ¡Por amor!

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Estar sangrando así, estar antes de palpitar; sobreviviendo a las palabras que todavía duelen en tantas cruces de voces calientes . La mirada aún sobrevive en el alto tejado del silencio. Extraña y dolorida. De pronto parece que el corazón Se divide entre las vísceras. No tiene latidos. Pero se que no me escuchas porque quieres herirme con los signos de tu lengua. Y no, no es posible Atropellar los símbolos de las sílabas. Están demasiado inservibles en el fondo del exilio. Y así se apelmazan entre el escombro de la sangre y una cara mutilada. El hombre estalla en tres mitades. ¿Corazón será que no tenga alma? En sus tres mitades está toda la vida. Nada más. Toda la vida. Nada menos. En este tríptico se aceptan los desgarros.

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LA VIDA SIGUE…¡PUES QUE SIGA! con la nostalgia del llanto asomada a la tierra de la carne entre dos losas. Escucharé, desde el pudor que dibuja el infinito, la canción entregada a la ausencia del sueño nocturno de filigranas canallas; y entonaré las súplicas de los blancos horizontes de la luz hasta desgastar los grises del amor con los rojos latidos de mis labios. Los minutos me acompañarán con su lluvia de momentos descarnados. No me queda tanto cielo detrás de cada ocre de beso y lágrima; y ya no quedan palabras viejas en mi cuaderno ennegrecido. Pero la vida sigue… y hay un azul soberbio vencido en estos ojos ya resecos… ¡Pues que siga! Abro mi celda de sireno del desierto para restaurar la fuerza que huye en los recuerdos y, ¿sol? ¿silencio? aunque estaré un instante sin el negro, mi mundo serán de nuevo pétalos de azabache terciopelo posándose en los hilos enhebrados de los lienzos.

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Tenique de viento desnudo. Guijarro doble, de doble torax erguido de curvas. Al envite de tu silencio de piedra, las hojas y las orillas maltratadas por la textura del agua crecen, temblando, con luto de noche marchita. Tenique vigía de flores de muselina. Tenique pardo que todos los ojos visten de sombra negra. Tu perfil que mengua arrastrado por el lodo sumergido, a tu estructura suma tinieblas y hermetismo en ese más allá del alabeo de tu imagen. Tenique salpicado de siena: Eres un verso de lectura pintada.”

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Asustar a la muerte en traje de raíces con un temor sediento de consuelo, escupiendo lombrices, gritando mi duelo y aún la inmovilidad eterna que se aplasta contra el suelo. Antonio, simplemente agua, vagabundo: canción, otoño, poesía para llenar tu sueño moribundo de océanos radiantes de alegría. Como una voz madura, yo te llevo, trovador, en mis colores, y, solemne, me recorre tu figura. Pero llevo en el alma la armadura de tu música en mi aire, vulnerable, con una llaga urgente que se abre en dos dolencias: una chica de ayer, que hoy es presente, y la patria ilimitada de tu ausencia.

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Y del frío, del rocío y del consuelo por hacer de su cuerpo silabario viene hasta el cobijo desde el cielo como una diosa reclinada en un sudario. Ahí estás como flor de un relicario, centro de amapola, fecunda e indolente, ráfaga de luz, entre grises y carmines, manando sangre negra, indiferente, al rumor de guitarras y violines. Pero tanto silencio enloquece mis sentidos y mi acento. Tierra, carne, alimento luminoso de perla y elegancia, parece que su cuerpo, que su aliento, regala la vida en su abundancia. Como si bebiera su fragancia recorren mis palabras todo el lienzo para darme al pintor que la perfila: no sabes cuanto admiro, Marcos Lorenzo, el oficio que atesoras y destilas.

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Como vertiendo el ala de la amapola un invierno negro de alquitranes moribundos. Así me deshojo de lo poético que hay en mí. Para escalar las paredes ladronas del silencio. Betún y nieve. De sentidos. De tráqueas. De tumbas y campanas. Alguien vendrá como una sombra al ronco de tu canto. Al vidrio oscuro con llamas mojadas. Al pezón horizontal de un abecedario vacío de semen amarillo. Alguien vendrá del polvo fértil, de la noche y de la armadura del suelo, a rescatarte.

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A la vuelta Donde todos los derechos del negror lloran sus calaveras fugaces. Donde dormido, enterrado entre crespones amarillos… ¡danzantes! descansa Wagner, en sombra, amando aún sus acordes imperiales. Todo: la luz, el alma que no tiene tiempo, las ventanas, la luna invisible escondida en el silencio, a la vuelta, será campana que toque a rebato su crepúsculo de lágrimas que resbalan por un cuerpo.

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