Cuaderno del ebro 2007

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Título: Cuaderno del Ebro 2007. Ruta personal desde la fluviofelicidad. Ediciones perita Autor: Antonio Viñas Márquez Diseño: www.mareavacia.com Depósito legal: Imprime: Imprenta Galindo, Serranía de Ronda, Málaga Impreso en papel reciclado 4


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A Javier Martínez Gil, con todo mi cariño y respeto, nuestro Sumo Sacerdote, nuestra oficina flotante y Capitán de la FluvioFelicidad

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Viernes 6 de julio. Zaragoza. La ciudad nos recibe como un animal que padece la más alta fiebre del estío. Como ocurre en Málaga con el Terral africano, el Bochorno, que así se le conoce aquí al viento de fuego, su lengua, nos invita a refugiarnos frente a las aspas de algún ventilador colgante y pedir la bebida con dos hielos. Llegamos a la casa de Javier. Él nos abre las puertas y nos funde en un abrazo emocionado que ya no nos abandonaría en todo el recorrido. La primera sensación es la de estar entrando en un hogar decorado con la dosis justa de cariño e ilustración. Lo corrobora el hecho de que los libros de las estanterías hablen por sí solos el discurso del agua y que, desde su terraza, se pueda escuchar el hilo sonoro de un estanque por el que pasea la infancia de Chabi y Ana, sus hijos pequeños. Minutos más tarde llega Esther, de Palacios de la Sierra, joven discreta y sencilla, como las cosas esenciales que, recién apeada de 7


Nueva York, retoma el ideario de resistencia civil en la causa de la presa de Castrovido. Ella también se inicia en la fluviofelicidad. Cenamos una ensalada de ensueño en un bar de estudiantes y, a la vuelta, tras el gesto de la llave que abre, la casa impone su serenidad, ese orden en penumbra, el silencio que queda tras las vacaciones y que se va acumulando lentamente como el polvo ligero sobre los muebles y los objetos. Todo está en su sitio, incluso el vacío de la ausencia y los signos del amor.

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DespuĂŠs, dormimos en plenitud como las estrellas en su letargo diurno.

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Sábado 7 y domingo 8 de julio. Caspe. Del Pilar a Caspe Desayuno ligero. Recogemos a Mónica, la nueva gerente de la Fundación y, ya en marcha, apuntamos hacia Caspe; antes nos despedimos de la Basílica del Pilar viendo que su imagen está siendo dibujada en las ondas del agua por los lápices del Ebro. El desierto de los Monegros nos recibe con la luz intensa que despide el pasto de sus cielos. Conforme avanzamos somos testigos de cómo se continúa, de manera insensible, con la transfusión de la sangre del río para contentar la caja de caudales de la industria del frutal. Por el contrario, ajenos a la guerra del agua y en la inocencia del ser vivo, los melocotoneros, alineados como un ejército, constatan que su candor, esa verde alegría, no es sino 10


consecuencia del diálogo de dos amantes: el agua humedeciendo la tierra, calmando su ansia. Una rapaz vuela en su alto destino de ave y el paisaje se difumina cual deseo en la fragua del recuerdo, dejando un humo latente; en el auto, la voz de Labordeta suena profunda y esperanzada, es una tinaja sonora que nos emociona (salvo a Miguelito, mi sobrino y escudero rebelde, de catorce años, que preferiría compases de “Reguetón”). Así va transcurriendo el tiempo hasta que vemos la primera señal de propaganda sobre el vandalismo hidráulico desatado: está usted sobre el “Mar de Aragón” dice una valla publicitaria, expresión que pretende esconder la obscenidad de haber entregado el dominio público del Ebro a una máquina de hacer electricidad y dinero: la antigua Endesa, ahora Iberdrola. Miles de hectáreas de un valle milenario, sus pueblos, la identidad de sus gentes, fueron anegadas por los mil quinientos hectómetros cúbicos que recoge la presa de Mequinenza. Justo sobre esas aguas, en nuestra llegada a Caspe, flotaron por primera vez nuestras piraguas y remamos sobre algunos de los cien kilómetros de sus costas; también sobre el espejo de la historia sepultada y un fondo de olvido. Paradojas de la vida: sobre las huellas de un naufragio de infelicidad y desarraigo, nosotros, con el Capitán Javier al frente, pretende11


mos fundar una nueva manera de conducir las relaciones con los ríos y con la vida: la fluviofelicidad. Estreno en el arte de “piragüear” A nuestra llegada nos esperan, en el camping Lake Caspe, el resto del grupo: Ángela, Javier y Alejo, gentes de Castilla, también el sociólogo Tomás y su familia, al que le duele su costilla fluvial de Asturias, Caleao; y Miren de Alicante y Silvia de la Seo de Urgel; y el binomio festivo del vasco “sobriosincero” Yosu y el vasco andaluz Víctor “Indiana” Peñas, aventurero de Hinojosa del Duque, que por sus sucedidos, gracias y desgracias, fueron la atracción del viaje hasta su partida. Después de recibir lecciones sobre el manejo y el domino de la piragua, de embadurnarnos con las cremas protectoras y ataviarnos con gorros y gafas, como si fuéramos a la conquista de lo desconocido, nos lanzamos al agua en nuestro estreno del verbo, inexistente para la Academia, “piragüear”. Con las mismas dudas iniciales que los patitos cursan sus primeros viajes en solitario, nuestros remos dislocados pretenden hacer avanzar el cuerpo de la embarcación: amarillos, verdes, rojos, azules… patitos de todos los colores se apremian en su esfuerzo por adentrarse en el mar de Aragón y, poco a poco, van administrando ritmo a sus paladas hasta sentirse solos en una conversación permanente con las ondas. 12


Salvados los primeros metros se abre un inmenso escenario de agua, más de quinientos metros entre orillas que dejan entrever lo que hace unas décadas fueron los sombreros de las montañas del Bajo Aragón. Es lo único que puede verse de la Serreta Negra y la Sierra de los Rincones, que aún conservan bosquetes de pinos y coscojas, encinas carrascas, sabinas y especies aromáticas. Reino vegetal mediterráneo que sobrevive en perfecta comunión con las especies de ribera, que expresan su hábil adolescencia entre los suelos calizos: las copas extensas de los tamarindos, la elegancia de los juncos, los erguidos cañaverales, los álamos blancos… Como relámpagos, sin previo aviso, van emergiendo los saltos plateados de la carpa royal. Casi siempre nos deja un doble mortal resuelto en tirabuzón y enigma… Mientras, en alguna tertulia entre piraguas alguien advierte de la bondad de estos fondos con el siluro, pez gigante, de hasta setenta kilos de peso, muy preciado entre los pescadores de aguas dulces que se apostan con sus cañas y cebos, bien en motora, bien en la orilla. Allí, en la tranquilidad de las horas, aprovechan para ponerse en silencio interior e ir deshilvanando la madeja del tiempo vivido. Después de tres horas, con los cuerpos un poco debilitados, arribamos al primer destino para entablar un necesario diálogo con los alimentos: sin la me13


nor compasión y piedad los devoramos como pirañas hambrientas. La compañera incertidumbre Tras una merecida siesta iniciamos el recorrido inverso con la esperanza de que en el viaje de vuelta, al pasar tu memoria por lugares ya conocidos, el tiempo bien pudiera encogerse y hacer el esfuerzo más llevadero. Pero no fue así. Nada más salir, Víctor “Indiana” Peñas, al que ya le adornaba en su rostro una cicatriz de guerra en su contienda con unos arbustos de ribera, se dislocó una muñeca y el Capitán Fluviofeliz tuvo que acudir en su auxilio. A lo que hay que añadir que se levantó un respetable viento de cara que nos puso a cada uno en su sitio; es decir, en la soledad de verte defendiéndote de las pequeñas olas que a nosotros nos parecían un tsunami inundando los habitáculos de la piragua; sin rumbo fijo y deambulando por la llanura central del embalse, pudimos sentir la épica del pescador de alta mar toreando los días de lanzas de fuego y tempestades. A nuestro lento remar se asomó el misterio de unas aguas densas y prietas, de las que en cualquier momento podría emerger el fantasma del lago de Mequinenza o la bruja Piruja. En un pequeño acantilado, como decorado de fondo y queriendo tocar el cielo, aún resiste el esqueleto de barro de un antiguo 14


templo cristiano, la Magdalena, que sus residentes debieron establecer bajo las faldas de la luna, con la intención de ser iluminados y abrirse paso entre las calles de la eternidad. En ese momento, sin embargo, la eternidad parecía más bien navegable y estaba bajo sus pies devorando día por día la imagen del edificio en su fondo y, minuto a minuto, la sombra de nuestra piragua. El miedo rondó como un buitre a punto de posarse sobre la zozobra de su menguada presa. Pero en un acto de gloriosa firmeza y valentía la desbandada inicial fue articulándose, poco a poco, y como unas incrédulas fichas de parchís fueron llegando a su destino. Algunos tuvimos suerte y fuimos rescatados por la experiencia y la compañía del Capitán, que incluso nos invitó a tomar un baño en una isleta que hizo que recuperáramos energía para el último envite. Pero el más beneficiado fue el herido “Indiana” que, evacuado por un yate de lujo, acabó siendo agasajado con unas cervezas, bandejas de pinchos, champaña y unas rubias caderas tatuadas con el famoso emblema del conejito. O por lo menos así nos lo relató. ¡Ay, cómo tengo la bolsa de caramelos!, repetía… La caída de la noche nos trajo una estupenda cena, una espléndida noche descansando bajo un cielo sereno que, en un momento de ternura, se dejó des15


prender unos racimos de finas gotas de lluvia. Dormimos hasta el amanecer, como luciérnagas apagándose en la oscuridad. Motín a bordo La mañana del domingo hizo su aparición entre bostezos y músculos cristalizados. Fue necesario engrasarlos pues había preparada otra doble sesión de remo pero, esta vez, más suave, unos doce kilómetros, la mitad que el día anterior. Aún así, desde el primer instante, el tándem vasco, como no podía ser menos, inició su propia revuelta independentista que fue, en un principio, apagada por las dotes seductoras de mando del Capitán Fluviofeliz. Fue una jornada matutina muy relajada, de remo pausado, mesa de agua y baraja de cartas entre los piragüistas. Elegimos una playita para darnos un baño grupal y nuestro paladar dio testimonio de un exquisito melón que aportó Miren. Cantamos en el agua como sirenas de agua dulce y al retomar el camino de ida se desató una nueva rebelión con los mismos protagonistas; si bien, esta vez, el Capitán aceptó argumentos y de manera consensuada el grupo se dividió en el equipo A, solo cuatro valientes que proseguía la ruta iniciada; y el equipo B, que prefería almuerzo en tierra franca y siesta 16


sin interrupciones. Mi escudero Miguelito y yo, aún con dudas, nos decidimos por la segunda. En el viaje de vuelta, Julia, la hija de Tomás, de once años, tuvo que gestionar una pequeña crisis de cansancio y pérdida de fe en sus posibilidades. Arropada por el grupo, que le hizo acercarse a la orilla, poco a poco fue gobernando su indecisión, y a los tímidos llantos de desesperación le sucedió una ancha sonrisa de gozo una vez que divisó el embarcadero de Lake Caspe. Sobre las ocho de la tarde partimos con dirección a Xerta, serpenteando entre los viñedos de la Terra Alta, ya en la provincia de Tarragona, la más aragonesa de la región catalana que fue testigo de intensas guerras carlistas y de los hechos acontecidos en la sangrienta Batalla del Ebro. Del mismo lugar que Labordeta salió la voz del rapsoda Emilio Gastón, valiente y provocadora, que nos alimentó el corazón en la caída de la luz, aguas arriba del crepúsculo. En busca del río Xerta olía a cañaveral y fronda, a viento detenido y quietud de sauces… y parecía un puzzle de calles estrechas bordadas junto al río. Allí nos esperaba el presidente de la Fundación, Leandro, y Gloria y su marido, asturianos comprometidos de Caleao; tam17


bién nos esperaba una encalladura del auto del Capitán Fluviofeliz sobre el asfalto, al saltarse una valla que prohibía el acceso a una calle impracticable; a lo que se sumó al rebufo y simultáneamente en el colapso, el destrozo parcial del espejo retrovisor que el “Indiana” le hizo al coche de Yosu – se quedó con él en la mano, al intentar aliviar el paso por la estrechez de una vieja en tipo Botero que estaba empeñada en pasar con su bicicleta. Instante genial, momento “Paco Martínez Soria”, que culminó con la obligatoriedad de desandar lo andado, marcha atrás, con vecinos del lugar notoriamente conduciendo las maniobras y con un Yosu amordazando su contrariedad y echando humillo rojo por su cabello blanco (como el que les dibujan a los personajes entrevistados en el CQC). Todo se solucionó con prontitud y una multinavaja; solo cinco minutos, la vida es eterna en cinco minutos…, eso sí, con una solvente multinavaja que vino a reforzar, si cabe, la profunda amistad entre el tándem “vascosobrioandaluz”. En sucedidos como este, resolviendo apreturas y desplegando las habilidades de la inteligencia práctica, es donde la historia de la humanidad se hace grande y, en este caso, el objetivo de la fluviofelicidad se

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vio cumplido y superado, teniendo por colofón una catarata de risas cuya espuma llegó hasta las conversaciones gratificantes de la cena. Algunos prolongamos la noche y fuimos al anunciado chiringuito de Jordi, un local de ambiente decorado para la ocasión con motivos artesanales y notas modernistas; levantado sobre una cornisa del Ebro, el río nos recibió con un ligero viento esquivo, con una isla en la penumbra de su lecho y la sonoridad del movimiento de su fronda. El reflejo de las estrellas cual lirios tatuados en el suave rumor de la corriente.

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Lunes 9, martes 10 y miércoles 11. Campamento de Xerta. Nos alojamos en el recién nacido Alberg Assut, nombre que hace mención a uno de los símbolos por el que se conoce el pueblo: un azud de origen medieval que frena las aguas del río para derivarlas hacia dos canales de riego. El albergue es una casa céntrica de Xerta restaurada en piedra y acondicionada para su nuevo uso. Carlos, el regente del negocio, es un chico joven, simpático y emprendedor que, con la ayuda de sus padres, está intentando animar la vida del pueblo. Excelente atención y una cocina hogareña, muy bien elaborada, de la que podríamos destacar un conejo con caracoles y unos mejillones al ajillo que, como decimos en la tierra de María Santísima: “quitaba el sentío”. Carlos y su familia hacen que nos sintamos como en casa y que deambulemos en libertad por todas las dependencias, incluidos los almacenes y los fogones. Con toda simpatía nos presentó a Catalino, el gerente alborotador del albergue: un hermoso po22


llino color café cuyos rebuznos llegan hasta la famosa percha de videos caseros que ha alcanzado tanta fama y predilección, el YouTube. A lo largo de estos días fue entrando y saliendo gente. Marcharon dejándonos huérfanos, Víctor y Yosu; pero llegaron Fernando, también vasco y la Dulce Inés, su joven hija que apunta hacia la medicina; Javier Aguirre y Feli, su esposa de cabellos dorados, que resultó ser en su viaje por el agua, la Bella Dama del Ebro. Y la pareja de La Manchuela cargada de fiambreras con ajoarriero y pisto manchego; y los segovianos y… seguro que se me olvida alguien… La Ribera del Ebro, ribera de los placeres Aunque intuíamos que en este tramo de río nuestras vidas, alejadas de las aguas muertas de Mequinenza, iban a experimentar sensaciones únicas, quizás no llegamos a calibrar su verdadero alcance. A partir de este día es otro viaje, otra manera de fluir sobre las aguas, una forma de conocimiento de un río amable y fiel, apenado por su condición de esclavo al servicio del hombre, pero de sonrisa generosa y fácil. Las sierras de Tormo, de la Picossa, de Cardó, de Pandos y Cavalls, el Coll de Som, el Montsagre y el Montaspre, els Ports de Tortosa, el Mont de Cardó y el Montsià que ilustran el paisaje pueden dar fe de lo que expreso. 23


Desde la primera jornada, de la presa de Flix a Mora la Nova, y tras el rito iniciático de un pequeño y sugerente rápido, la sensación era la de componer el cuerpo de un humilde barquito, entre de papel y hojarasca, abriéndose paso con la ayuda constante de la corriente. El Ebro remaba por nosotros y solo había que dejarse ir por la superficie de su inacabado cabello de agua. Para el goce de este remanso fluvial, henchido de luz y verdura, teníamos a nuestra disposición la experiencia de los amigos de Beniemocions, la empresa con sede en Benifallet que nos suministraba las piraguas, el conocimiento sobre el río y el cariño en su trato. “El río cuanto más lo conoces, más lo sientes, lo quieres y lo defiendes”, reza en uno de los principios de su filosofía, que les ha hecho ser premios Dragón Iberia de la Fundación de la Nueva Cultura del Agua en dos mil seis. Y así es, Lluís, el director, y Eloy, el monitor, fueron los asesores de confianza que nos ayudaron a resolver las dudas que planteó el recorrido. De forma silenciosa administraban, cada día y a cada persona, la dosis justa de ánimo y comprensión para emprender la tarea.

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Lluís nos hizo descubrir los manjares más exquisitos de la cultura gastronómica de su pueblo: la longaniza seca y la baldana, una morcilla de arroz que te deja un paladar suave y cremoso; y de repostería, los pastisset, rellenos de cabello de ángel y los garrofetes del papa, una pastas dulces y ligeras. Todo un lujo para incipientes aventureros del “piraguear” que encuentran en los alimentos bien hechos una recompensa a su esfuerzo. Fue la cena principal del viaje una de las noches, en el chiringuito bordado sobre la cornisa del río en su paso por Xerta, apodado el de Jordi. Allí se sumaron las gentes del Delta del Ebro, la Central de Inteligencia Laura, Mónica, que se reincorporó, e Inés, que ya nació fluviofeliz a los pies de la Casa del A’igua de Tortosa y más amigos de los allí presentes. Con ello se pretendía confraternizar, hacer un punto de inflexión público cara a la sociedad, gritar con tinta azul y sin

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compasión: “Lo riu és vida. No al trasvasament”, con la certeza de haber ganado el pulso a la perversión y a la ignorancia. Hubo sentidos discursos, llamada telefónica al fluvioactivista y librero del sur, Paco Puche; también cohetes improvisados, cánticos y una perola de cremá que alivió las gargantas y los latidos del corazón hasta bien entrada la madrugada de fiesta. Hasta el tímido Eloy se soltó las barbas y el pelo y nos regaló canciones de la tierra entonadas con delicadeza y sentimiento. Y el gran Alejo se sacó de la chistera unos sones recios de Farina. Otros, derramamos unas voluntariosas notas de verdiales sobre la solitaria corriente. Un borrón en el camino A la mañana siguiente, entre cierto nublado etílico, algunos caímos en la cuenta de que alimentos y música sirvieron para olvidarnos de los detritus radioactivos de la central nuclear de Ascó, que dejamos de lado en una de las excursiones de la mañana; esa gran olla humeante donde se cuecen los garbanzos de una energía que vale lo que su peso en potencial de desintegración y muerte. Qué pena seguir erre que erre con la ignominia del despilfarro y la tecnología más totalitaria. Qué pena, como dice Antonio Estevan, que el ecologista Lovelock haya perdido al final de sus días la serenidad, y en un momento de desesperación se haya aliado con la propaganda política del 26


Estado Ecológico al que no se le ven ni siquiera los flecos de los límites. Nocturnal y placeres de Miravet Pero para resarcirnos, la estampa del alzado del pueblo de Miravet, con el ojo de su castillo templario vigilando el río desde la cúspide, fue el colofón a la travesía más hermosa que se había iniciado, a media mañana, en Mora del Ebro. Entre dos orillas de espeso follaje y sensuales colinas, bajaba la lengua del agua y surcaba el tiempo sobre una eterna canoa. Los remos braceaban libres, el silencio parecía cristal, solo el vuelo de la avutarda, la grulla o la garza nos distraía del ensueño. Eran las sombras de los alisos, los lánguidos brazos de los sauces, los flequillos de juncos y las altas choperas una cubierta, a modo de caligrafía vegetal, que nos acompañaba en el viaje por las páginas del lecho del río constante y limpio. Se cumplía la predicción del poeta Pérez Estrada: “ tiende a ocupar el agua el espacio que el amor no alcanza”. O aquello otro de Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, el gran Neruda que decía: “ … el agua es diferente, no tiene dirección sino hermosura, corre por cada sueño de color, toma lecciones claras de las piedras 27


y en esos menesteres elabora los deberes intactos de la espuma”. Y así sucedía flotando en las aguas del Ebro. En ese confluir disfrutamos de la estampa de Feli, que era impulsada por el braceo ágil del Capitán Fluviofeliz desde un kayak doble; nos pareció una reina fluvial, una mujer con parasol salida de un lienzo de Renoir o Monet, o la misma vida flotando por la Venecia del Ebro. Y también la figura calma y placentera de Leandro, nuestro presidente, que se hizo rápidamente con la técnica del remo, liderando sin el más mínimo titubeo la marcha del grupo sobre las aguas y, llegado el momento, como un marajá de corrientes dulces, solicitando un platito de jamón y una copita fresca de manzanilla en uno de los deseados intermedios.

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Y fue de nuevo el Castillo de Miravet, con sus nueve siglos a cuestas, el punto de partida de un recorrido que hizo que la capa de la noche se cosiera a nuestras espaldas y, guiados por el río y su espíritu de luciérnaga, paseáramos por la superficie del agua como piraguas sonámbulas, como deidades marinas, tritones y nereidas de agua dulce navegando sobre la fe contemporánea del río. Así hasta llegar al puente de Benifallet, donde Lluís nos tenía preparado historias antiguas, principios filosóficos y poemas, poemas para llenarnos el corazón, reunidos sobre él, con su abrazo de piragua culta en posición perpendicular al río, que acabó por encendernos la llama del misterio y la emoción. Este fue el preámbulo de una cena a pie de orilla, nocturnal y fresca, donde el Capitán Fluviofeliz, Javier Martínez Gil, el Sumo Sacerdote de la “Orden de la Fluviofelicidad”, nos ordenó mensajeros del agua y de los ríos, defensores de la inteligencia fluvial que atesoran, de sus bondades y conocimientos, de sus profundos valores y belleza cósmica. Como prueba de ello nos entregó el talismán, un collar del que cuelga la piedra filosofal: siendo en la antigüedad polvo de estrellas y traída por la caricia de las manos del Ebro, original y única, mágicamente era depositada sobre nuestro cuello.

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Celebramos nuestra conversi贸n con espumoso cava y cohetes mimosos que con mucha imaginaci贸n, pero sin p贸lvora, atravesaron las imposibles terrazas de los cielos. Nos comprometimos por ello a amar los r铆os sobre toda las cosas.

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Fin y principio Y aquí acaba este cuaderno. Mi sobrino, ya escudero fluviofeliz, y yo, decidimos volver a casa sin ver el Delta, el antecedente fluvial que vierte en el mar la emoción de sus arterias de agua. Era obligada nuestra partida. Ellos prosiguieron en otra etapa más desde Xerta a las paredes urbanas de Tortosa y de Amposta hasta el Delta de l´Ebre. Se confiaron a la corriente, lucharon con la monotonía del viento y saltaron las olas del Mediterráneo como atléticos adolescentes. La sintaxis del remar, la morfología cristalina del agua, la gramática profunda del río nos había conquistado el corazón para siempre. Cada uno regresaría a su conflicto local, a su pequeña lucha con la creencia en la posibilidad, con el “agua en pie”, con la misma fe con la que el río mantiene su vigorosa constancia en su corriente de río. Miguelito, minutos después de despedirse de mí en la estación de Bobadilla, el proseguía destino Ciu32


dad del Paraíso, me regaló el siguiente mensaje que entró de lleno en el celular y que reproduzco en el idioma taquigráfico al uso: “Tito k se ma orvidao decirte k muchas gracias x llevarme contigo y me has exo fluviofeliz jaja -pa k veas k tengo argo de sensibilidad- me ha gustao muxo la experiencia-”. A partir de ahora, al narrar nuestras vidas, habrá un antes y un después, un antes y un después de la fluviofelicidad sobre las aguas originales del pequeño amazonas del Ebro. Como epílogo de esta ruta personal permitidme que os ofrezca unos leves versos nacidos desde la comunión con el Genal y el Guadiaro, mis ríos biográficos, la fluviopoética de mi infancia que me ha llevado sobre la piragua del tiempo hasta este día:

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Río Salpicando las piedras y las hojas secas de la tarde, del agua de tu agua, soy alegre monotonía de tu rumor constante. Imantado, he vuelto a ti, a la sombra del olmo, junto a la higuera infancia y a las raíces que te buscan en la noche de tu cauce. Vuelvo para decir no a la ciudad que tiñe de azabache la lámina de tu espejo. Vuelvo para decirte sí y afirmar que mi sangre yacerá en tu corriente, alimentará tus alas y te hará volar bajo tierra para que retoñe prístina, cristalina y fría.

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Vuestro, antonioviñas, fluviofeliz, benalauría, valle del genal, málaga, quince de julio de dos mil siete. 35


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Colof贸n Este cuaderno se termin贸 de imprimir el 5 de julio de 2008, d铆a del acto central del Foro Mundial de las Luchas del Agua de Zaragoza

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